La pérdida y el olvido de la memoria en el cuento Estoy rezando por tu salvación
Kyeong-Eun Park
Universidad Nacional de Seúl
Resumen
Estoy rezando por tu salvación (2000), de Ricardo Chávez Castañeda, se construye a través de la rememoración del narrador-protagonista con el propósito de reconstruir los fragmentos del recuerdo. La recolección en sí misma es una tipología temporal y el tiempo es inseparable de la conciencia individual. Por lo tanto, se puede decir que la rememoración del narrador-protagonista significaría la búsqueda de sí mismo, es decir la propia identidad y el origen posible de la identidad en este cuento. Este análisis trata de la configuración del tiempo y del espacio míticos, abordando los diferentes niveles de los estados entre la pérdida de memoria del narrador y de los protagonistas, a la luz de la teoría de Paul Ricoeur expuesta en La memoria, la historia, el olvido. En el presente estudio, trataremos de demostrar que la pérdida de memoria y el olvido son diferentes aspectos de la memoria en este cuento, aunque comúnmente se les denomine como el pasado ya perdido.
Palabras clave: rememoración, identidad, tiempo, mítico, Ricoeur
I. Introducción
Ricardo Chávez Castañeda nació en la Ciudad de México en el año de 1961. Se le incluye dentro de las filas de la Generación del Crack, aunque pronto marcó una línea personal en su escritura. Sus estudios de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México son un claro referente en sus obras, y la que hemos seleccionado para nuestro estudio no es la excepción. Al terminar su carrera se dedicó a tomar talleres de creación literaria, y ha ganado numerosos premios en concursos por todo el mundo hispano. El más reciente, con su libro El país de los muchos suelos, que resultó ganador del II Concurso de Novela "Los Jóvenes del Mercosur" de la Editorial Comunicarte y la Provincia de Córdoba, Argentina (Vargas, 2009).[1] Dicha novela, según destaca el dictamen del jurado, navega en el problema de la identidad, preocupación central de la obra total del autor.
El texto seleccionado para el presente estudio lleva por título Estoy rezando por tu salvación, publicado en la antología Se habla español. Voces latinas en USA (2000), y destaca por ser uno de los más breves del volumen, con sólo cinco páginas si consideramos que la primera está dedicada exclusivamente al título. El cuento se construye a través de la rememoración del narrador-protagonista con el propósito de reconstruir los fragmentos del recuerdo. La recolección en sí misma es una tipología temporal y el tiempo es inseparable de la conciencia individual. Por lo tanto, se puede decir que la rememoración del narrador-protagonista significaría la búsqueda de sí mismo, es decir la propia identidad y el origen posible de la identidad en este cuento.
El carácter del personaje no se explica directamente sino que se muestra mediante los emblemas del tiempo y los espacios llenos de acumulación temporal. En el cuento, la temporalidad desempeña una función distinta a la de representar al personaje. Especialmente, el tiempo y el espacio del abuelo son elementos fundamentales de su carácter, aunque la memoria es del propio narrador, la cual se concentra en los sucesos del abuelo. El estado del abuelo no está dentro de la corriente temporal sino que está en el presente eterno que no significa el futuro del pasado ni el pasado del porvenir, sino que es una existencia repetida fuera del tiempo.
Hasta el final del cuento no se puede encontrar la razón del por qué el narrador recuerda sobre el abuelo ni se puede entender por qué el abuelo está detenido en ese estado. Se pierde la causalidad excluyendo el pasado que podría explicar la razón o la causa del estado presente del abuelo. Antes de encontrar una clave que sostenga el eje escondido e importante: el suicidio de la abuela, el autor suspende la aclaración de las causas y sólo enfoca la situación temporal y espacial para integrar la memoria dispersa que refleja la identidad perdida u olvidada.
Por todo lo antes expuesto, este análisis trata de la configuración del tiempo y del espacio míticos, abordando los diferentes niveles de los estados entre la pérdida de memoria del narrador-protagonista y el olvido del abuelo. Y trataremos de demostrar que la pérdida de memoria y el olvido son diferentes aspectos de la memoria en este cuento, aunque comúnmente se les denomine como el pasado ya perdido.
II. El museo de rompecabezas
El narrador no menciona la edad del abuelo sino que lo hace mediante las pertenencias que lo acompañan durante ochenta y tres años. Al caracterizar al personaje tampoco usa la descripción directa. Los objetos que estuvieron en su casa son su temporalidad y la identidad espacial. Un distinto rompecabezas y el museo de los sabores son dos rasgos importantes porque en el cuento se repiten las palabras que tienen significados semejantes a ellos. Dichas palabras configuran la forma de su tiempo fragmentado y paralizado:
Tardé dos inviernos más para entender que lo que me esperaba en casa del abuelo cada cumpleaños era su vida, siempre su vida armada como un distinto rompecabezas; un museo de los sabores que por alguna razón se quedaron con él y lo habían acompañado durante sus ochenta y tres años. (Chávez, 2000: 251, cito por esta edición)
Aquella vez la casa era un hospital. [...] El itinerario por ese museo de las enfermedades del abuelo. (252, las negritas son mías)
El narrador-protagonista pensaba que la casa del abuelo estaba llena de excentricidad, pero en realidad podemos ver lo extraño y lo absurdo por la reacción de los parientes. Este festejo raro podría tener un sentido excéntrico como dice el narrador, pero realmente estaría más cerca de una casa desordenada, como una casa luego de un festejo. Una pieza de pastel que hubiera estado sin cambio desde la muerte de la abuela. Como el autor dice, "seguramente" con mucho énfasis, desde allí el abuelo estaba detenido:
Habré supuesto que era parte del festejo, una excentricidad: soperas, charolas, decenas de platos ocupando la superficie de cada mueble, parte del suelo, las vitrinas. Mis parientes se movían con una gravedad ridícula contemplando. [...] Seguramente desde allí hubo una pieza de pastel o rebanadas de un queso ordinario que también cercaban el 17 de agosto de 1943. (251, las negritas son mías)
La casa es igual que el hospital para el abuelo y ambos espacios equivalen exactamente al personaje. Los dos espacios no se limitan a ser lugares comunes. La descripción es denominante de su vida y de sí mismo. El abuelo cambia su ubicación de la casa al hospital y otra vez regresa, pero el estado de su existencia es igual. Cada cumpleaños se obliga a los parientes a visitarle. A la vista del narrador, su abuelo es siempre la isla aislada. Con muchas botellas de alcohol y de jarabe para continuar vivo, el abuelo existe solamente los días de cumpleaños nada más. "Mudando de perspectiva", así se dice en el texto, pero no hay cambio de perspectiva, el narrador tampoco narra el cambio de perspectiva:
Cuando descubrí que el abuelo no hacía sino relatarnos un mismo paisaje de su existencia pero mudando y mudando de perspectiva. (253, las negritas son mías)
Por otra parte, el abuelo "nunca tuvo centro" (254). Su vida era como la del cazador para la memoria. Pero como no podía cambiar la perspectiva, su acción de cazar se frustra al intentar apresar el recuerdo. La memoria es la razón de mudar y, a la vez el propósito del cambio para huir de las cicatrices mentales. La vida del abuelo está alejada de otros en lugares como la casa o el hospital, aislado de lo demás, así que él necesita encontrar la salida. El abuelo trata de manipular la memoria mediante el cambio de perspectiva o dando un festejo en el día de su cumpleaños para crear las memorias nuevas, pero no puede. Nadie cae en "las trampas" que él pone, tampoco puede salir de sí mismo ni sabe cómo alterar la memoria. Él está atrapado y aislado en un agujero negro del tiempo y del espacio:
La biografía del abuelo nunca tuvo centro. Entendí que cada año inventaba una nueva manera de organizar su memoria como un cazador cambia los cebos y las trampas. [...] que el abuelo nos soltaba cada abril dentro de su vida como se arrojarían ratas en una casa que se incendia y que invariablemente nos esperaba afuera deseando que le mostráramos una salida. (254)
Al final, después de la muerte del abuelo, sus objetos quedan fragmentados. Su existencia desaparece en el presente del narrador. Además, no se habla de la muerte del abuelo sólo se hace referencia a las pertenencias "arrojadas por la borda de una vida". Así, la vida del abuelo termina con la lucha interna de la memoria que en el presente no se puede cambiar. Al llegar a esta parte, la fragmentación de su existencia se manifiesta claramente:
La casa parecía contener los objetos que flotarían en la superficie del mar luego de una tormenta. [...] Yo caminaba con cuidado para no tropezar con esas ruinas que habían sido arrojadas por la borda de una vida. (254)
Cuando el abuelo grita: "¡Miren mis cicatrices! [...] ¡Léanme!" (253), el narrador ve "un pescado a las orillas de algo que tendría que ser su salvación" (253) en la figura del abuelo. En esta escena podemos ver que su trauma queda impreso por todo el cuerpo y que necesita quien lo salve. Sus cicatrices y sus gritos corresponden a sus recuerdos agitados y a sus cicatrices mentales. Su trauma mental viene del suicidio de su esposa que aparece en el relato de la madre del narrador. El trauma es una experiencia espantosa que desemboca en la distorsión del tiempo. La gravedad y el efecto continuo del trauma son tan peligrosos que pueden destruir el estado normal del yo (Meyerhoff, 1974: 83). Tiempo atrás, cuando la madre del narrador-protagonista sale de la recámara, la abuela todavía se movía; y su papá, el abuelo, estaba desplomado entre los sillones. El abuelo no estaba consciente, entonces, él no pudo actuar para nada. Este suceso es el motivo de su manipulación de los recuerdos y, a la vez, es la causa de que se repita el día del festejo ridículo.
El día de cumpleaños es el único día del abuelo en la rememoración del narrador-protagonista. Y los cumpleaños son el espacio donde el abuelo reconstruye la memoria. En esos días, aparece su deseo de renacimiento pero hay una trampa de la que no podía salir. Ricoeur afirma, siguiendo a Freud, que las personas que tienen cicatrices mentales repiten reprimiendo la memoria traumática en lugar de acordarse. Por eso, la repetición equivale al olvido. Y el olvido mismo se considera un trabajo "en cuanto que es obra de la compulsión de repetición, la cual impide la toma de conciencia del acontecimiento traumático". Pero el problema traumático siempre se devuelve en la conciencia (Ricoeur, 2000: 578). Por lo tanto, la repetición de los días, con números exactos y la misma fecha, configuran el intento del olvido inconscientemente por parte del abuelo. Por ejemplo, aparece repetidas veces la fecha exacta del cumpleaños del abuelo y en esos días él insiste en que los parientes vengan a su lugar. Para olvidar el suicidio traumático de su esposa o por su locura, rehace el festejo excéntrico en los días del cumpleaños.
El abuelo no tiene movimiento sino que tiene lugares fragmentados y aislados. En esa situación, antes de que la madre del narrador hable del acontecimiento, su relato no ofrece la causalidad al lector. El abuelo no es dueño del pasado sino que sólo vive en el día de cumpleaños que es el presente aislado. Ni tampoco tiene porvenir porque no podía relatarse un contacto vivo con otros. Ricoeur afirma: "El inconsciente se declara zeitlos, sustraído al tiempo, entiéndase al tiempo de la conciencia con su antes y su después, sus sucesiones y sus coincidencias" (578). La sustracción del tiempo del abuelo equivale al inconsciente que se encierra en sí mismo, en su propio interior.
III. Un pescado a las orillas
¿Para quién, por y qué está rezando? En verdad, para sí mismo. La memoria es un modelo de lo propio, de posesión privada, para todas las vivencias del sujeto: "En la memoria parece residir el vínculo original de la conciencia con el pasado porque la memoria es del pasado, y este pasado es el de mis impresiones; en este sentido, este pasado es mi pasado. Por este rasgo precisamente, la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona." (Ricoeur: 128). Por eso, la rememoración que reconstruye los recuerdos del narrador-protagonista es una acción de buscar el pasado del yo-protagonista. A pesar de que la mayoría del texto se ocupa con la historia del abuelo, tenemos que considerar que el relato es del narrador-protagonista. Así que el cuento del abuelo es el pasado que necesita el protagonista mismo para encontrar su yo y también para completar su historia.
En el cuento, el narrador-protagonista está cavando la memoria sobre su abuelo así que el cuento del abuelo, de hecho, es el pasado del abuelo que existe en el presente del narrador. Los hechos pasados del abuelo cambian la idea casi nueva por el narrador-protagonista a su memoria propia. Rememorar es un acto privado, por lo tanto, el narrador rememora para sí mismo aunque el cuento sea del abuelo. La memoria sobre abuelo se vuelve la memoria pasada del narrador-protagonista. El trauma o la laguna temporal del abuelo que el narrador-protagonista rememora, se convierte en el pasado problemático o en el pensamiento presente del narrador-protagonista mismo. Para reconstruir la continuidad y la identidad, necesita conmemorar a su abuelo porque es el pasado traumático que se hereda sin ser solventado.
El narrador-protagonista narra en el tiempo presente hablando de su pensamiento relacionado con el abuelo, y cuando narra sobre su abuelo utiliza el tiempo pasado. En el cuento entero, la rememoración es el eje significante. La recolección no contiene ningún denominante de tiempo como fecha y hora; por lo tanto, recuperar la memoria no es una acción temporal. Aunque es posible precisar el tiempo o la fecha del suceso, cuando surge la rememoración en la conciencia el lugar temporal de la recolección es el presente (Meyerhoff, 1974: 83). Entonces, el narrador-protagonista, rememorando a su abuelo, narra en el día de hoy. Todo el cuento es una imagen-instante del narrador pero entre verbos diferentes, los del pasado y los del presente, que se muestran en los niveles distintos del relato. Y el hueco entre los diferentes tiempos es la fuente de la rememoración. La memoria del narrador empieza en el estado fragmentado con huecos que impiden la continuidad del tiempo. Él no sabe cuál es la tumba de su abuela ni sabe el nombre de ella ni tampoco sabía que su apellido Fleming era de otro país. Él tenía el problema del origen de la familia impidiendo la construcción de la identidad:
No sé cual es la tumba de la abuela. «Wife», «Wife», «Wife» repiten los epitafios de épocas poco memorables para la mujer. Sería menos difícil con un «Alice», o este «Rosella Ishler» de lápida abarquinada hundiéndose como barco, o «Myra (1905-1943)». [...] Estaba descubriendo que Fleming no era un apellido angosto dedicado a mi madre y a mí. (251)
En su memoria hay muchos huecos en la continuidad del tiempo. Al contrario del abuelo que siempre trata de manipular la memoria mudando de perspectiva, el narrador-protagonista se pregunta y quiere encontrar la verdadera historia. Él siempre tiene ganas de volver a reunir los fragmentos del abuelo. La pérdida de la memoria crea la confusión de su identidad que puede obtener por la corriente del tiempo:
Con tal de no ponerme a adivinar el círculo de recuerdos que habrá trazado esta vez el abuelo alrededor de la noche aquella de agosto en que mi madre perdió a su madre. [...] Pedirle que me relatara sus sueños porque también en los sueños cabe una biografía, o las promesas que nunca cumplió, o las preguntas que inevitablemente modelan la misteriosa tragedia que cada quien hace de su vida. (253)
El narrador-protagonista contiene un símbolo que representa su figura. Es el reloj de arena, símbolo de la inversión de relaciones entre el mundo superior y el inferior, como señala Cirlot (1974: 388). El reloj de arena puede ser su deseo de invertir la relación entre la realidad y el pasado perdido o la clave para descubrir su identidad reconstruyendo la memoria de su origen fundamental como su madre, como su abuelo. Pero el reloj de arena sería un denominante temporal de la mutación, la corriente y la retrospección. Y es símbolo también de la búsqueda de la pérdida del narrador-protagonista porque, como el reloj de arena, al principio inicia en el presente detenido en el carro, regresa recordando al pasado que es el del abuelo y de su madre, y el cuento termina transformado en el presente frente a la tumba de la abuela con heridas heredadas:
Cargando una estúpida caja envuelta en papel metálico que contenía el reloj de arena. (252)
Miraba las corbatas, un par de relojes de cadena, una leontina, como si fueran otra cosa, un lenguaje extraño que yo tenía que traducir o una serie de dígitos que producirían sentido si yo descubría una fórmula para sumarlos. Me asombró lo que ese contexto híbrido hizo con el reloj de arena. (254)
Ricoeur afirma, "La per-elaboración, en la que consiste el trabajo de rememoración, va siempre acompañada del trabajo de duelo por el que nos liberamos de los objetos perdidos del amor y del odio" (579). En el caso del narrador-protagonista, se siente vacío, la falta, la duda y la pérdida tienen la misma función del trauma del abuelo. En sentido estricto, el trauma aparentemente no es del narrador-protagonista sino del suicidio de la abuela, pero debido a que el problema no se ha resuelto entre el abuelo, la madre y él, la pérdida del narrador genera el duelo que evoca la búsqueda de ellos que son el pasado y también la memoria trumática del narrador-protagonista.
En dos partes describe su situación cuando dice: "a pesar de la incompresión de mi esposa y la tristeza de hija" (233) y "llamé a mi esposa pero terminamos gritándonos" (255). Aquí podemos adivinar que el problema actual de comunicación en la familia desembocaría en la búsqueda del duelo fundamental. No sólo el abuelo es un pescado a las orillas sino que también él es un pescado que no puede respirar cómodamente en el agua ni en la tierra. La ruptura temporal que nació del trauma del abuelo y de su madre, recrea lagunas de la memoria y entonces conlleva la confusión de la identidad. Por eso, el trauma del narrador lo lleva en frente de la tumba de la abuela al principio del cuento pero también termina en un presente que no se ha movido, sin resolución porque el acontecimiento verdadero era más cruel que el hecho escondido por su abuelo, su madre y los huecos de la memoria. Él habla para sí mismo:
¿Qué le puedo decir al abuelo? ¿Que nadie puede recordar lo que no vio? ¿Que hay historias que parecen suceder para sí mismas y que no dejan testigos? Ese 17 de agosto es un museo despierto y una mujer con una soga al cuello. [...] No quiero mirar y sin embargo cada vez que los limpiadores sacan el agua del parabrisas, las órbitas de luz hacen reaparecer la frase que se halla escrita en el muro «Im praying for your salvation». (255)
Cuando supo que su abuela se suicidió enfrente del abuelo y de su madre, al igual que su abuelo quiere olvidarlo y no quería verlo directamente. Como dice, se le trata como un hecho que no dejó testigos y que lo conocían sólo tres personas. El narrador-protagonista tampoco quiere admitir el hecho. Pero como la frase inglés, «Im praying for your salvation», reaparece la memoria perdida cavada por él. En este momento, la situación del narrador-protagonista se hace similar a la del abuelo. Ahora él también necesita la salvación porque hereda el trauma no resuelto, aunque el abuelo y él han recreado la memoria de maneras diferentes.
IV. Conclusión
En el cuento, la memoria es el elemento más importante por el cual se constituye la temporalidad que causa todos los problemas de los personajes. La memoria del narrador y del abuelo son diferentes niveles del recuerdo.
La memoria del narrador es una búsqueda de lo que había perdido inconscientemente por sus antepasados. El narrador y su madre huyeron de su familia, la cual vive en su mayoría en los EE.UU. Y su madre jamás visita al abuelo. Eso sería la causa más significativa para su búsqueda: el olvido de su madre que no menciona el nombre de la abuela y el olvido del abuelo que pierde el centro de su memoria.
En caso del abuelo, trata de cambiar su memoria cada año, pero finalmente ese intento fracasa. No había otra cosa más que estar solo en la casa, detenido en su vida. La mutación o el aislamiento encarcela al abuelo en la inconsciencia interior que no pasa el tiempo. Por lo tanto, permanece en el olvido inconsciente.
La pérdida de la memoria y el olvido son diferentes aspectos de la memoria, aunque comúnmente se denominen como el pasado perdido. Los dos personajes muestra distintos caminos de la rememoración. Las dos memorias borradas igualmente provocan el disturbio de la identidad. El narrador solamente tiene que llenar los huecos de las pérdidas en tiempo continuo para buscar su origen e identidad, pero el abuelo tiene que recrearlos todos para salir de la identidad distorsionada, porque su olvido es la memoria en la no-temporalidad.
Bibliografía
Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de símbolos. Ed. Siruela, Madrid, 1997.
Chávez Castañeda, Ricardo, Estoy rezando por tu salvación, en Edmundo Paz-Soldán y Alberto Fuguet, Se habla español. Voces latinas en USA. Alfaguara, México, 2000, pp. 250-255.
Genette, Gérard, Figuras III, trad. Carlos Manzano. Ed. Lumen, Barcelona, 1989 [1ª. ed. francesa, 1972].
Méndez, Edgardo, "Ricardo Chávez Castañeda", Coordinación Nacional de Literatura, Instituto Nacional de Bellas Artes, 2005, disponible desde Internet en:
(http://www.literaturainba.com/escritores/escritores_more.php?id=5773_0_15_0_M) [citado el 9 de marzo de 2009].
Meyerhoff, H., El tiempo de la literatura, trad. Lee Jong-Chul. Jayusasangsa, Seúl, 1994 [1ª. ed. inglesa, 1974].
Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, trad. Agustín Neira. Ed. Trotta, Madrid, 2003 [1ª. ed. francesa, 2000].
_____________, Tiempo y narración, trad. Kim Han-Sik, Lee Kyung-Rae. Munhakguajisungsa, Seúl, 2000 [1ª. ed. francesa, 1985].
Vargas, Ángel, "Gana Ricardo Chávez Castañeda concurso Los jóvenes del Mercosur", Cultura, La Jornada, 1º de marzo de 2009, disponible desde Internet en:
(http://www.jornada.unam.mx/2009/03/01/index.php?section=cultura&article=a05n2cul&partner=rss) [citado el 23 de marzo de 2009].
[1]
En 1987 obtuvo el primer lugar en el Certamen Estatal de Cuento del Estado de México,
también ganó el tercer lugar en el Quinto Certamen Francisco Mota Mújica del Crea,
después fue premiado en