De las Bienaventuranzas cristianas a los valores del capitalismo moderno. Un análisis axiológico.

From the Christian Beatitudes to the values of modern capitalism. An axiological analysis.

Juan Diego Ortiz Acosta
Maestría en Estudios Filosóficos
Universidad de Guadalajara
jdiego_ortiz@hotmail.com
(MÉXICO)

Recibido: 24/10/2018
Revisado: 09/11/2018
Aprobado: 27/11/2018

RESUMEN
En la sociedad contemporánea perviven dos largas tradiciones axiológicas que se han instalado en la subjetividad de la gente, una, que proviene del cristianismo primitivo que promueve valores sociales y humanitarios, y otra, procedente del capitalismo, el cual difunde valores personales y materialistas. En el devenir histórico las dos culturas se han propuesto influir en el pensamiento y comportamiento de la gente, representando dos cosmovisiones diferentes que se encuentran en tensión perene. El análisis de los dos campos se realiza desde una postura secular o cívica, es decir, el enfoque religioso no forma parte de la reflexión axiológica. Se expone que la axiología capitalista le está ganando la partida a la axiología cristiana dada la enorme influencia que tienen los valores de la avaricia, el lucro, la competencia y el individualismo, dando paso a la egocentricidad personal y de grupo que fragmenta a la sociedad y da origen a problemas como la acumulación, la explotación y la desigualdad. La llamada crisis de valores no es más que la crisis de valores humanistas que ha dado paso al auge de valores materialistas produciendo un nuevo ethos cultural en la sociedad. En el texto se recurre a autores como el pensador francés Luc Boltanski, la socióloga Ève Chiapello, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, la psicóloga social Valdiney V. Gouveia, al filósofo y antropólogo Risieri Frondizi, así como a los filósofos y teólogos José María Castillo, Leonardo Boff, Charles Taylor y el suizo Hans Küng, entre otros, los cuales le dieron sustento teórico al presente ensayo.

Palabras clave: Valores. Axiología. Cristianismo. Capitalismo. Individuo. Sociedad. Ethos cultural. 

ABSTRACT
In the contemporary society two axiological traditions have been installed in the subjectivity of people, one, which comes from primitive Christianity that promotes social and humanitarian values, and another, from capitalism, which disseminates personal and materialistic values. In the historical evolution, the two cultures have proposed to influence the thinking and behavior of people, representing two different worldviews that are in perennial tension. The analysis of the two fields is done from a secular or civic position, meaning that the religious approach is not part of the axiological reflection. It is exposed that the capitalist axiology is prevailing over the Christian axiology given the enormous influence of the values of greed, profit, competition and individualism. Which leads to personal and group egocentricity that fragments society and generates problems such as accumulation, exploitation and inequality. The so-called crisis of values is nothing more than the crisis of humanistic values that has foster the rise of materialistic values producing a new cultural ethos in society. The text uses authors such as the French thinker Luc Boltanski, the sociologist Ève Chiapello, the philosopher Adolfo Sánchez Vázquez, the social psychologist Valdiney V. Gouveia, the philosopher and anthropologist Risieri Frondizi, as well as the philosophers and theologians José María Castillo, Leonardo Boff, Charles Taylor and the Swiss Hans Küng, among others, who gave theoretical support to this essay.

Keywords: Values. Axiology. Christianity. Capitalism. Individual. Society. Cultural ethos.

Introducción
El presente trabajo tiene el objetivo de analizar, desde una perspectiva axiológica, los valores humanos que enseña el cristianismo primitivo a través del Nuevo Testamento, particularmente por medio del Evangelio de Mateo. Como se sabe, dicho cristianismo pervive hasta nuestros días y orienta la vida de muchas personas, aunque, por otra parte, también se sabe que los contenidos profundos de esta cultura han sido tergiversados por las mediaciones jerárquicas y de poder de las iglesias. Asimismo, el análisis axiológico que se realiza a través de este texto incluye también el estudio de los valores que más predica el sistema capitalista contemporáneo. Es decir, se examina la axiología del capitalismo con el propósito de conocer sus fines e influencia en la sociedad. Dicho sistema se ha globalizado y ha logrado convertirse en la matriz de todas las sociedades.
            No se trata de un estudio comparativo, sino conocer las dos perspectivas valorativas para determinar su relevancia en el contexto actual. Por ello, las preguntas que guían el análisis, son las siguientes: ¿cuáles son los valores fundamentales del cristianismo, entendido como un movimiento humanista? ¿Qué valores predica el capitalismo como sistema económico, de producción y consumo? ¿Cuáles son los antagonismos valorativos entre ambos? Las respuestas seguramente  mostrarán que las cosmovisiones de uno y otro campo son distintas y se encuentran en tensión permanente. La revisión de la axiología cristiana no se realiza desde un enfoque religioso, sino más bien desde una perspectiva secular o civil, que es desde donde se aborda también la axiología capitalista. En el texto se recurre a autores como el pensador francés Luc Boltanski, la socióloga Ève Chiapello, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, la psicóloga social Valdiney V. Gouveia, al filósofo y antropólogo Risieri Frondizi, así como a los filósofos y teólogos José María Castillo, Charles Taylor y el suizo Hans Küng, entre otros, los cuales le dieron sustento teórico al presente ensayo.
            A manera de tesis se expone que, vistos frente a frente el cristianismo y el capitalismo, este último se ha venido posicionado en la sociedad contemporánea como el rector de la vida social e individual a través de sus valores. Dejando como consecuencias una acrecentada egocentricidad materialista y el debilitamiento del sentido comunitario y solidario de la persona. Por otra parte, se explica que, a pesar de la importancia de la filosofía cristiana, ésta tiene serias dificultades para ser transmitida e interiorizada debido a una serie de factores, entre ellos, el avance de una cultura consumista que delimita el sentido del ser a la posesión y apego a las cosas, centrando el valor de la vida en una búsqueda incesante de bienes y servicios que satisfagan los deseos, por lo que no hay más cabida para cultivar otras dimensiones de la persona, como es la ética y la espiritual. 
            Cabe adelantar, que el concepto de axiología es entendido desde este texto como una rama de la filosofía que estudia y produce teoría sobre los valores. Según el Diccionario de la Lengua Española (2018), la palabra axiología proviene del griego axios (digno, que tiene valor) y logía (teoría, estudio, tratado). Sin embargo, dada la amplitud del campo de estudio de esta disciplina, la presente indagación pone especial atención en la función de los valores y en la llamada polaridad de los valores, es decir, su acepción positiva y negativa, así como en el proceso de valoración. Los valores humanos son comprendidos como criterios de orientación que guían la conducta de las personas y representan las necesidades humanas, es decir, son un tipo de orientación y un tipo motivador del ser y hacer del individuo. Por tanto, se asume que los valores como guías de conducta se pueden dividir en “valores sociales, personales y centrales”. Mientras que los valores con respecto a las necesidades se pueden clasificar como “valores materialistas (pragmáticos) o humanitarios (idealistas)” (Gouveia, Santos, Milfont, Fischer, Clemente, & Espinosa, 2010, pp. 214-215).
            De este modo, los valores cristianos son entendidos como valores sociales a través de los cuales las personas centran su conducta en la sociedad y en las relaciones con los otros. A su vez, estos valores cristianos con respecto a las necesidades son valores humanitarios que expresan una preocupación por el mundo y el ser humano basada en ideas y principios. Por su parte, los valores capitalistas son asumidos como valores personales que guían la conducta hacia posiciones egocéntricas, pero a su vez, se entienden desde la perspectiva de las necesidades, como valores materialistas con los cuales los individuos piensan y actúan en términos de sobrevivencia priorizando su existencia al margen de los intereses sociales de su entorno (Gouveia et al., 2010).
            Desde este enfoque analítico, se asume que los depositarios de los valores son las personas y la sociedad, más no las cosas. Son los individuos los que valoran y orientan su actuación en la realidad en relación con los valores que poseen. Es como dice el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez (1969, p. 123), que los valores “son creaciones humanas, y sólo existen y se realizan en el hombre y por el hombre”. Vista así la cuestión se plantea que los valores cristianos y capitalistas son valores humanos que guían el comportamiento en uno u otro sentido. La clasificación de estos es como se muestra en la siguiente tabla:

Valores cristianos

Valores capitalistas

Valores sociales

Valores personales

Valores humanitarios

Valores materialistas

La estructura del texto la componen cuatro apartados, primero se analiza la axiología cristiana, que como se dijo se aborda desde una perspectiva civil, para luego revisar la axiología capitalista que es estudiada en los mismos términos. Posteriormente se reflexiona sobre el antagonismo axiológico de las dos culturas y su influencia en la sociedad actual. Finalmente se plantean unas conclusiones donde se enfatiza la relevancia que tiene el análisis de las distintas axiologías para conocer el rumbo que está tomando el comportamiento de la sociedad contemporánea y advertir los riesgos presentes y futuros. El ensayo, como se explicó, tiene el objetivo de mirar críticamente las dos cosmovisiones, la cristiana y la capitalista y discurrir sobre sus principios, lo cual se aborda en los siguientes apartados del texto.

Axiología cristiana
El cristianismo primitivo se entiende en este texto como un movimiento histórico que inspiró un conjunto de valores humanos, los cuales se siguen cultivando en la sociedad actual, toda vez, que es la vida humana el espacio hacia donde se dirige el mensaje de Jesús de Nazaret, fundador y principal referente de dicha axiología. Al respecto, Leonardo Boff (2013, p.89) señala “que el movimiento de Jesús se presenta como una forma elevada de humanismo y revela una creencia religiosa, pero también no religiosa, en el valor de la persona humana, incluyendo su dimensión trascendente”. Y agrega “que el movimiento de Jesús está compuesto por todo tipo de gente, de las más variadas culturas y tradiciones espirituales… que se dejan tocar por su mensaje de un profundo humanismo, por su ética del amor incondicional, especialmente a los pobres y a los oprimidos”.
            Por tanto, los valores cristianos se estudian en este texto como valores sociales y humanitarios, los cuales se pueden rastrear a partir de las enseñanzas de Jesús en la región de Palestina hace poco más de dos mil años. Para ello, se recurre primeramente al llamado Sermón de la Montaña, que algunos comentaristas del Nuevo Testamento lo sitúan como el primer “discurso de Jesús”, el cual es relatado en el Evangelio de Mateo por su propio autor. En dicho sermón, también conocido como las Bienaventuranzas, se anuncian los primeros mensajes que aquí asociamos con valores humanos. Los mensajes que anuncia el Evangelio de Mateo son considerados como mensajes vigentes, toda vez que se siguen enseñando y son portadores de valores que guían el comportamiento de personas en el mundo. Con respecto a las Bienaventuranzas, se trata de diez puntos que Jesús pronunció ante sus discípulos, de los cuales, cuatro son los que nos interesa presentar:

“Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.16)

Sin mayores dificultades interpretativas se puede afirmar que esta axiología contenida en el Sermón de la Montaña está centrada en cuatro valores humanos: la justicia, la compasión, la paz y el bien. Aquí, cabe recordar el contexto socio político e histórico que vivía la región de Palestina, es decir, un territorio que controlaba el Imperio Romano en el siglo I y en el que imperaba la violencia, la injusticia y el mal en sus múltiples manifestaciones, entre ellas, la persecución y la muerte en la cruz por causas políticas. Por tanto, no es de extrañar que, ante tales condiciones, Jesús predicara ese tipo de mensajes con esa carga axiológica, y más si se considera que él, su familia y la gente que lo siguió, pertenecían a los sectores pobres y oprimidos de dicha sociedad.
            Otro elemento axiológico del discurso es que Jesús asocia los cuatro valores mencionados (justicia, compasión, paz y bien) con otro valor humano que es la felicidad. Es decir, la verdadera felicidad humana que percibe Jesús es actuando a favor del bien, por lo que las Bienaventuranzas son un mensaje contrario al poder, la riqueza y el ejercicio de la violencia. Desde esta perspectiva, la felicidad no se encuentra en los bienes materiales, sino en los valores humanos que nos acercan al otro, al que padece injusticia. A este respecto, Castillo (2009, p.239) dice que Jesús lo que transmitió a través de su discurso fue “descentrar nuestros deseos, para que no estén centrados y concentrados en nuestra propia y particular felicidad, en nuestros intereses y conveniencias, sino dirigidos a lo que hace felices a los demás”.
            En otro pasaje del Evangelio de Mateo el mensaje de Jesús es más explícito en relación con el tema del dinero y las preocupaciones materiales, cuando señala que “nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.23). En este punto se advierte un posicionamiento axiológico de Jesús con respecto a la vida material relacionada con el dinero. Señala la incompatibilidad entre la riqueza que alguien puede poseer, con respecto a Dios. Se dirige a sus apóstoles y a sus oyentes para enseñar que las preocupaciones materiales no debiesen ser las primeras mortificaciones del hombre, sino el cómo servir a Dios, al que asocia con los valores profundos de las Bienaventuranzas. Desde esta perspectiva, servir a Dios implica ser justos, compasivos, proclives a la paz y al bien. Cuestión que no se puede lograr sirviendo al dinero, según el mensaje.
            Conforme se lee el relato del Evangelio de Mateo, se puede percibir que Jesús nunca actuó en las esferas de poder o fue parte de las clases privilegiadas de su tiempo. Por el contrario, en su prédica va reafirmando su postura crítica con respecto a la riqueza, y esto lo enfatiza en el pasaje del joven rico, el cual es muy interesante porque ve en el dinero y la riqueza un contravalor humano. En este punto del evangelio deja muy en claro que su opción es por los pobres, recuerda los mandamientos y anuncia otro, que se convierte en el más importante de su mensaje, que es amar al prójimo como a sí mismo. En el relato siguiente Jesús se contrapone a la concentración de la riqueza y se pronuncia a favor de compartir, de donar, de dar, como una conducta que deben seguir aquellos que tienen poder económico. A su vez, anuncia su rechazo a los estilos de vida opulentos cuando dice que para el rico será muy difícil entrar al Reino de los Cielos.

El joven rico
Un hombre joven se le acercó y le dijo: Maestro ¿qué es lo bueno que debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús contestó: ¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno? Uno sólo es Bueno. Pero si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos. El joven dijo: ¿cuáles? Jesús respondió: no matar, no cometer adulterio, no hurtar, no levantar falso testimonio, honrar al padre y la madre y amar al prójimo como a sí mismo.
El joven le dijo: todo esto lo he guardado, ¿qué más me falta? Jesús le dijo: si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, para que tengas un tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme.
Cuando el joven oyó esta respuesta, se marchó triste, porque era un gran terrateniente.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: en verdad les digo: el que es rico entrará muy difícilmente en el Reino de los Cielos. Les aseguro: es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los Cielos. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.53)

Siguiendo con el relato evangélico, Mateo plantea otro pasaje, donde Jesús se pronuncia ahora en contra del poder político. Explica la importancia de servir a los demás, de que las personas deben ser para sí y para con los otros. Se opone a los privilegios y a los abusos de quienes ostentan cargos políticos. Y enseña que las posiciones de jerarquía deben ser para atender y ayudar, más no para servirse de los otros. Aquí cabe recordar a los zapatistas de Chiapas, quienes dicen tener un principio en su organización política y territorial que consiste en que aquellos que detentan la representación y el poder de la comunidad tienen que mandar obedeciendo, es decir, que el servicio a los demás es un valor central para la convivencia y la estabilidad social (Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1994). Es un mandar obedeciendo semejante a lo escrito en el Evangelio de Mateo.

La madre de Santiago y Juan pide los primeros puestos
Los otros diez se enojaron con los dos hermanos al oír esto. Jesús los llamó y les dijo: ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.55)

En esta tarea de rastrear el mensaje de Jesús y situar los valores que predica, aparecen otros dos hechos relevantes en el Evangelio de Mateo. En el primero se reitera la primacía que tiene el amor al prójimo, cuando Jesús da respuesta a una pregunta de un fariseo que le cuestiona cual es el mandamiento más importante de la ley. Mientras que, en el segundo hecho, Jesús crítica la actuación de los maestros de la ley, a los cuales acusa de incumplir las leyes para dar paso así a la injusticia y a la inmisericordia. Del pasaje siguiente se pueden advertir dos valores fundamentales, el amor y la justicia.

Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: Maestro ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.59)

¡Ay de ustedes maestros de la ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes pagan el diezmo hasta sobre la menta, el anís y el comino, pero no cumplen la ley en lo que tiene realmente tiene peso: la justicia, la misericordia y la fe. Ahí está lo que ustedes debían poner por obra. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.61)

Para finalizar este mapeo de los valores cristianos contenidos en el Evangelio de Mateo, corresponde hacer mención del apartado del Juicio Final, que es una síntesis axiológica de lo que Jesús espera de sus discípulos y de sus creyentes. En esta parte se enfatiza la importancia de la solidaridad hacia los pobres y hacia todos aquellos que sufren o son excluidos por la sociedad. Habla del pobre, del migrante, del indigente, del enfermo y del preso. Los sitúa como el sujeto hermenéutico de la acción solidaria, de la acción de servicio y la acción compasiva que representa el amor al prójimo.

El juicio final
Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropa y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.
Entonces los justos dirán: Señor ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? El Rey responderá: en verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí. (Biblia. Latinoamérica, 2005, p.67).

Como se dijo líneas arriba, los valores que enseñaba Jesús son entendidos como valores sociales, ya que existe una preocupación muy marcada en el sentido de que busca que los receptores de los mensajes orienten su vida y actúen a favor de la sociedad, particularmente a favor de aquellos que padecen injusticias. Pero también dichos valores son considerados como valores humanitarios, ya que hay en el discurso de Jesús una tendencia a promover el cuidado de la vida, de la gente, de la sociedad y el mundo. De acuerdo con el orden anterior de los mensajes, están a la vista valores tales como la justicia, la compasión, la paz, el bien, el servicio a los demás, el compartir, la sencillez como estilo de vida, el amor al prójimo, el respeto a las leyes, la solidaridad y la felicidad, este último entendido como la realización de todos los demás valores.
            De este modo, la axiología cristiana tiene un claro posicionamiento con respecto al bien común y el amor en el mundo, se trata de una idealización de la vida humana que Jesús enseña como el mejor proyecto de vida de las personas. Es una axiología que intenta desegocentrar al individuo para que este comprenda la vida desde una perspectiva fraterna, donde el desapego a las cosas, al dinero y al poder no sean los rectores de las conductas humanas. Estos valores sociales y humanos del cristianismo priorizan la relación con los otros, no con las cosas. Son guías y motivadores de un ser que encuentra la plenitud humana en la entrega solidaria hacia los demás. Representan una cosmovisión del cuidado de la vida y una aspiración de convivencia justa, compasiva y de paz. Enseñanzas que han tenido una marcada importancia en el desarrollo histórico del individuo y las sociedades.
            Ahora bien, los valores predicados por Jesús no se presentan como meros conceptos, sino que se manifiestan como hechos y actos humanos, manifestando con ello, que el valor no es sólo teoría sino una moral práxica. Este es otro elemento relevante de la axiología cristiana, la cual llama a insertarse en la realidad, a tener su concreción en la relación con los otros. Manifestando con ello que el ser humano es un ser social que necesita de la comunidad para poder sobrevivir. A este respecto, Castillo refiere:

que el cristianismo y las instituciones en las que se realiza históricamente no tiene la finalidad de santificar a los fieles, sino de humanizar a las personas, a los seres humanos en general. En el cristianismo, por tanto, ha de prevalecer lo horizontal sobre lo vertical  (2009, p.348).

Hasta aquí, la reflexión sobre la axiología cristiana, por lo que enseguida corresponde problematizar algunos de los valores más evidentes del modelo capitalista.

Axiología capitalista
Los valores que promueve el sistema capitalista se asumen como valores personales y materialistas, según la clasificación de Gouveia et al., (2010). Como se sabe, el capitalismo como modo de producción también tiene su historia, la cual se remonta al siglo XVIII con el desarrollo de la Revolución Industrial en Europa. Desde entonces se han generado y divulgado una serie de valores en la sociedad, los cuales se han convertido paulatinamente en los rectores y motivadores de las acciones humanas. El capitalismo moderno, entendido como movimiento, se ha manifestado por más de dos siglos, a través de los cuales ha logrado consolidarse no sólo como un sistema económico y político, sino también como generador de una filosofía propia que ha transformado la cultural de las sociedades. En este movimiento han participado poderosas fuerzas productivas, mercados, clases sociales, masas de consumidores y una extensa cantidad de intelectuales y políticos que han argumentado a favor del capital, su acumulación y la reproducción de esta cosmovisión que ha permeado la subjetividad de la población.
            En nuestros tiempos el capitalismo es un sistema global que tiene su propia axiología que sitúa el interés privado sobre el interés público, pero, además, motiva sólo necesidades materiales que son valoradas como únicas en la perspectiva de los individuos. Según Boltanski y Chiapello (2002, p.35) “el capitalismo puede ser caracterizado a partir de una fórmula mínima que hace hincapié en la exigencia de acumulación ilimitada de capital mediante medios formalmente pacíficos”. Es decir, dos valores fundamentales que subyacen en la práctica de la acumulación de dinero son la avaricia y el lucro, acumulación que a su vez es una acción indispensable para la reproducción y expansión del sistema. Avaricia y lucro se convierten así en dos valores personales y materialistas que orientan las acciones humanas al grado de convertir la acumulación en una necesidad sistémica e intrínseca en la cultura del individuo.
            De acuerdo con los autores citados, la acumulación genera otra práctica indispensable, que es la reinversión para seguir creciendo, por lo que la acumulación se convierte en una práctica de autopreservación de quienes forman parte del sistema, ya sea grandes empresarios o pequeñas y medianas empresas, las cuales tienen que competir entre sí para disputarse el poder de compra de los consumidores y hacer crecer de esta manera sus negocios. Aquí aparece otro valor clásico del capitalismo, que es la competencia, la cual forma parte de la producción y el comercio, y que a su vez es trasladada a la cultura moderna de la sociedad, que enseña que la competencia es el motor de superación en todos los ámbitos de la vida, y no sólo del económico.
            Por otra parte, Boltanski y Chiapello (2002, p.51), explican que el capitalismo se ha empeñado en “instaurar el progreso material individual” como la base del bienestar social, colocando de esta manera el esfuerzo particular por hacerse de los bienes necesarios para la sobrevivencia, como un valor relevante y único en la comprensión de la vida y en la justificación del propio sistema capitalista. En este punto, se puede señalar otro valor central del capitalismo, que es la perspectiva individualista de existir. El sistema pone acento en el valor de la persona como individuo, no como un sujeto social interdependiente con respecto a los demás. Por tanto, la exaltación de la individualidad cobra una especial relevancia en la autoconcepción capitalista, generando, entre otras cuestiones, la egocentración como una característica antropológica de nuestros días.
            Siguiendo a estos autores, refieren que efectivamente el capitalismo es fuente de egoísmo que, “favoreciendo solamente intereses particulares, actúa como destructor de los lazos sociales y de las solidaridades comunitarias, en particular de una solidaridad mínima entre ricos y pobres” (Boltanski y Chiapello, 2002, p. 84). En este caso, el egoísmo es un valor desde la mirada capitalista, toda vez que facilita la persecución del interés individual por alcanzar el progreso material que satisface un conjunto de necesidades personales al margen del interés colectivo.
            Entretanto, Gallegos (2016), indica que la violencia es otro valor del sistema capitalista, el cual reproduce la sobrevivencia del propio sistema como un modelo de explotación y mercantilización. Aquí la referencia a la violencia como valor se hace desde su acepción negativa tal como lo indica Frondizi, al explicar que los valores tienen una significación positiva y negativa, a lo que llama la polaridad de los valores. Este autor señala que:

los valores se presentan desdoblados en un valor positivo y el correspondiente valor negativo. Así, a la belleza se le opone la fealdad; lo malo, a lo bueno; lo injusto, a lo justo, etcétera. No se crea que el desvalor, o valor negativo, implica la mera ausencia del valor positivo: el valor negativo existe por sí mismo y no por consecuencia del valor positivo… Lo mismo puede decirse de los valores negativos como la injusticia, lo desagradable, la deslealtad, etcétera (2007, pp.19-20).

Por tanto, desde esta perspectiva axiológica, la negatividad del valor de la violencia se da en el campo del capitalismo y de los sujetos que lo inducen, toda vez que les genera beneficios al someter e imponer condiciones. O sea, a pesar de que la violencia es un valor negativo o desvalor como dice Frondizi, para los contextos capitalistas es imprescindible para la reproducción del sistema. Gallegos al referirse a la violencia, señala lo siguiente:

La violencia es una de las características fundamentales del desastre social que hemos hecho hasta ahora, llamado capitalismo, pues se ha venido ejerciendo de manera sistemática en todos los planos de la vida a través de la explotación y sobrexplotación de los seres humanos y de la madre tierra, del desprecio, el despojo, la discriminación. Sin embargo, en los últimos casi cuarenta años de globalización neoliberal, periodo en el que, además, las crisis que acompañan su funcionamiento se han hecho mucho más frecuentes, se ha profundizado –y descarado con cinismo- el ejercicio de la violencia directa contra los cuerpos, contra las condiciones de vida y posibilidades de sobrevivencia de la gente, contra las formas de ser, pensar, hacer que no han sido alineadas a las maneras mercantiles de existencia, y por el control absoluto de las riquezas de la madre tierra (2016, p.118).

A este respecto, Boltanski y Chiapello (2002, p.84), explican que los críticos del capitalismo identifican a este sistema como fuente de opresión, “en la medida en que se opone a la libertad, a la autonomía y a la creatividad de los seres humanos sometidos bajo su imperio”, pero que, a su vez, ejerce formas de subordinación relacionadas con la condición salarial de los trabajadores. Por tanto, la opresión puede asumirse como una expresión de violencia sistémica, tal como la referida por Gallegos. La violencia en este contexto tiene diversas aristas, entre ellas, la de someter al trabajador a un régimen salarial inhumano para él, pero lucrativo para el capitalista.
            Nuestros autores agregan además que el capitalismo “es fuente de miseria de los trabajadores y de desigualdades de alcance desconocido en el pasado” (Boltanski y Chiapello, 2002, p.84). Este fenómeno ha sido analizado desde distintas ópticas, siendo una de ellas, la que explica que el capitalismo necesita la existencia de masas pobres para alimentar la fuerza de trabajo que requiere el sistema, masas de trabajadores que al no tener otras opciones laborales se insertan en la maquinaria industrial vendiendo su trabajo a costos de sobrevivencia.
            Lo anterior significa, que la pobreza es necesaria para el capitalismo porque de ahí se nutre para obtener beneficios en el proceso de producción, toda vez, que la mano de obra es barata y permite el proceso de acumulación. Visto así, la generación de miseria es un valor negativo, más sin embargo, permite, desde la óptica del capital, la obtención de riqueza y la reproducción del sistema, generando así condiciones de injusticia en la sociedad, toda vez que las mayorías no forman parte de los beneficiaros del capitalismo.
            Debido a su propia naturaleza, este sistema económico cultiva en el ser humano valores individuales y materialistas tendientes a procurar su bienestar, progreso y acumulación de riqueza. Esta axiología puede ser caracterizada como egocentrista y despreocupada de los intereses sociales. Esto se advierte a partir de lo expuesto en los párrafos anteriores donde se pueden detectar valores tales como la avaricia, el lucro, la competencia, el individualismo, la egocentricidad, la violencia, la opresión, la miseria y la injusticia. Valores que son considerados desde el enfoque del capital como valores útiles para los propósitos del progreso y la acumulación.
            Esta axiología centrada en el sistema y en el individuo que es partícipe de dicha cosmovisión no puede generar compromisos sociales ni solidarios tendientes a humanizar la sociedad y el mundo. El compromiso de justicia está fuera de foco del capitalismo. Es como dicen Boltanski y Chiapello (2002, p.61), que este sistema económico liberal:

es sin lugar a dudas, la principal forma histórica organizadora de las prácticas colectivas que se encuentran absolutamente alejadas de la esfera moral, en la medida que encuentra su finalidad en sí misma (la acumulación de capital como un fin en sí) sin apelar no ya a un bien común, sino incluso a los intereses de un ser colectivo como pudiera ser el pueblo, el Estado o la clase social. La justificación del capitalismo implica referencias a construcciones de otro orden del que se desprenden exigencias completamente diferentes de las que impone la búsqueda de beneficios (2002, p.61).

El problema reside en que la vida económica implantada por el capitalismo se basa en el culto al dinero y la riqueza, culto al que muchos se inscriben asumiendo subjetividades en las que se entiende la realización humana a partir de lo “que se tiene privadamente”, según lo afirma Sánchez Vázquez (1969, p.183). Creando condiciones favorables para que cada quien aspire a satisfacer sus intereses particulares al margen del interés colectivo. De acuerdo con este filósofo, el sistema económico fortalece los impulsos individualistas o egoístas, lo que en términos de valores prevalecerán aquellos que sean útiles al fin del progreso y la acumulación.

Antagonismo axiológico e influencias en la sociedad
Como se puede observar, la axiología cristiana y la axiología capitalista poseen diferencias sustantivas, mientras la primera intenta cultivar valores sociales y humanitarios, la segunda promueve valores personales y materialistas. Ambas poseen una naturaleza y fines distintos. Se puede asegurar que tanto el cristianismo como el capitalismo, como movimientos históricos, son fuente de inspiración de las acciones humanas, los cuales en diverso grado siguen influyendo en el comportamiento individual y de la sociedad. Sus valores, sin embargo, tienen cruces en el proceso de valoración que realizan las personas. Es decir, hay cristianos que algunas de sus acciones son motivadas por los valores capitalistas, mientras que hay capitalistas que desde su perspectiva asumen valores cristianos. En este caso, se trata de “valores centrales”, es decir, que no son valores ni sociales ni personales (Gouveia et al., 2008, p. 215), los cuales representan un tercer grupo que vertebra a ambos tipos de valor.  Pero, a pesar de que existe ese otro tipo de valor, se puede interpretar, por las características de la sociedad moderna, que hay una tendencia creciente de los valores personales y materialistas en la orientación del comportamiento individual y social.
            Desde esta interpretación se puede señalar que el universo capitalista no sólo abarca a quienes forman parte del sistema como hombres o mujeres de negocios en todos sus niveles, sino también a todos aquellos que son trabajadores y consumidores. El campo de influencia de la axiología capitalista es extensivo a buena parte de la sociedad porque ha creado en el imaginario colectivo la creencia de que lo más importante y único es el progreso individual, entendido este como la satisfacción creciente de las necesidades materiales. Pareciera que no hay cabida para otro tipo de intereses y necesidades, por lo que los valores sociales y humanitarios no son primordiales en la carrera por el bienestar y la superación personal.
            El filósofo canadiense Charles Taylor (2015, p.655) dice que nuestro tiempo está marcado por la negación del “sentimiento profundo”, por lo que ahora lo que prevalece en la sociedad es una concepción de la vida humana que está vacía de compromiso, la cual no ofrece nada auténticamente valioso para las humanidades, la ética y el campo religioso espiritual. En este mismo sentido y analogando dicho “sentimiento profundo”, se puede indicar que existe en contraparte un sentimiento insustancial contemporáneo representado por el valor de las cosas, el dinero y el afán de lucro, el cual es un atractivo poderoso para muchas personas por el que encuentran un sentido de vida. En esta perspectiva, la negación del “sentimiento profundo” es acompañada por la afirmación de un sentimiento trivial que reduce el vivir y el pensar a las motivaciones económicas.
            A este respecto, Hans Küng (2002) filósofo y teólogo suizo, señala que en la teoría económica moderna planteada por Milton Friedman, quien es el gran teórico de la política económica liberal de nuestro tiempo, no tiene cabida la idea del interés público, cuestión que reafirma lo aquí expuesto en el sentido del debilitamiento de los valores sociales y humanitarios, toda vez, que la motivación económica individualizada es el eje que orienta las motivaciones y necesidades humanas. Existe pues, una fuerte tendencia a seguir absolutizando la economía y la cultura materialista que se contrapone a cualquier otro sentido de vida que no sea aquel donde se busque el progreso privado.
            Esta concepción capitalista tiene su historia a partir del desarrollo industrial de los siglos XVIII y XIX, y que se ha desplegado hasta nuestros días, es decir, no se trata de un problema de reciente aparición, sino más bien es resultado de un largo proceso donde ha ganado fuerza la ideología del bienestar individual, por sobre el pensamiento humanista, las religiones y las espiritualidades del mundo que tienen un sentido de comunidad y que aspiran a un orden moral de justicia. Las sociedades transitan con acelerado paso hacia un modelo cultural exclusivamente centrado en las cosas donde ya no hay cabida para los ideales, los valores sociales y las utopías. El debilitamiento de la axiología humanista pone en mayores riesgos a la sociedad, toda vez que se acrecientan las perspectivas egocentradas que provocan la desaparición del sentido comunitario de la persona y su consecuente pérdida de sensibilidad hacia los otros.
            Cabe decir que no se trata de negar la importancia primera de la individualidad de cada persona, su propio yo, eso, como todos sabemos, es vital para la existencia. Lo que se problematiza del capitalismo es su marcado individualismo, es decir, el cultivo autorreferenciado del yo que cierra el sentir, el pensar y el actuar del sujeto sobre sí mismo, poniendo en riesgo la convivencia armoniosa y justa que debe existir con los demás. Pareciera un asunto paradójico, toda vez que el ego es importante para la sobreviviencia personal, sin embargo, un ego ensimismado es una amenaza porque supone una pérdida de empatía hacia los otros y hacia el entorno de vida. Cuestión que tiene como consecuencia que ese yo encerrado en sus propios intereses puede moldear personalidades autoritarias, insensibles, explotadoras y avaras que anteponen el interés individual sobre cualquier otro tipo de interés societal. En esto radica la amenaza de que sólo prevalezcan valores personales y materialistas, ya que conducen inevitablemente a la insolidaridad y el indiferentismo social.

Conclusiones
Al parecer, la axiología capitalista le está ganando la partida a la axiología cristiana dada la enorme influencia que tienen los valores de la avaricia, el lucro, la competencia y el individualismo, dando paso a la egocentricidad personal y de grupo que fragmenta a la sociedad y da origen a problemas como la acumulación, la explotación y la desigualdad. La llamada crisis de valores no es más que la crisis de valores humanistas que ha dado paso al auge de valores materialistas produciendo un nuevo ethos cultural. En la actualidad se vive una especie de reemplazamiento de los valores humanos cristianos por los valores del capital, de ahí la tensión permanente en las dos cosmovisiones que producen distintos sentidos, una, que enfatiza el sentido del ser, y otra proclive al sentido del poseer.
            La pregunta que se desprende de todo lo anterior es si la axiología cristiana podrá seguir teniendo un lugar en la sociedad contemporánea o está en camino de extinguirse, cuestión que merece otros estudios para proyectar las tendencias socioculturales de la sociedad. Ahora bien, otra pregunta que se deriva de la anterior, es, si los valores cristianos tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones de una hegemonía de principios, y convivir por tanto, con la axiología capitalista. Pregunta que también se puede lanzar desde el otro lado, es decir, si el capitalismo reforzará su dominio axiológico o podrá adoptar la axiología cristiana en su cosmovisión del mundo. El antagonismo existe y por lo visto la alternativa capitalista está siendo la elegida por millones de personas como la opción de un vivir mejor sin la menor preocupación por lo que sucede en el entorno. El indiferentismo social es una de las principales huellas que ha dejado el capitalismo en su veloz avance por controlar, dominar y depredar. Indiferentismo proveniente de la egocentricidad axiológica que no deja lugar para la creación de otros universos de valores que no sean los del bienestar individual. Proyecto axiológico del capitalismo que ha debilitado otras axiologías y que se nos presenta como el único camino de realización humana.
            Por ello, autores como Corbí (2016, p.116) indica que el momento actual por el que pasa nuestra civilización exige la creación de nuevos proyectos axiológicos, “no para una más eficaz explotación, sino para la calidad de la vida humana, para la felicidad de los individuos y colectivos humanos”. Mientras que Vigil (2016) refiere que se necesita una renovada militancia política, una teología nueva y una auténtica revolución cultural, así como una nueva espiritualidad que hagan posible la emergencia de una axiología que permita cambiar la visión del mundo y reconfigurar así las empatías y valores a favor de la vida y preservación del planeta. Proyecto axiológico que es indispensable construir a partir del reconocimiento de la crisis profunda en que vive el ser humano y el conjunto de seres vivos que pueblan la Casa Común. La gran pregunta que suscita todo lo anterior, es si es posible globalizar una axiología humanista como logró globalizarse la axiología capitalista. Si la respuesta es negativa, el futuro es totalmente incierto, si, por el contrario, la respuesta es positiva, entonces se puede tener esperanza en la utopía de la justicia, la igualdad y el amor.

Referencias:
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