Sincronía
Fall 2008


ORTEGA Y GASSET: El giro metafísico y la comprensión de la ciencia experimental

Irma Angélica Bañuelos Ávila
Universidad de Guadalajara


 

            Desde sus escritos más juveniles, Ortega había mostrado cierto desdén hacia la metafísica. Durante su primera etapa (1902-1916) es frecuente encontrar en sus escritos expresiones como las siguientes: nada metafísico ni moral, puesto que nos vamos enterando de que no existen ni entes ni fuerzas[1] . Podándolo de toda aspiración, deseo o preocupación metafísica[2].  Parecerá metafísica y vaguedad[3]. Esa insoportable metafísica schopenhaueriana[4] . No me incita a ella un interés místico ni siquiera metafísico: todo lo contrario (…) por metafísica la repudiamos[5]. La  metafísica aparece en todos los contextos valorada negativamente. Morón lo atribuye a la influencia de Cohen[6], pero esta interpretación peyorativa de la metafísica se encuentra también en escritos anteriores a su posible influencia; por lo por lo que en caso de que queramos buscarle un soporte externo que le sirviera de inspiración habríamos de mirar más bien hacia Nietzsche, cuya actitud antimetafísica es bien patente y explícita. En la siguiente descripción de la vida alemana, escrita en 1905, queda manifiesto como concibe la metafísica el joven Ortega:

La realidad de la vida del norte es tan dura, que no hay sino buscar salidas sobre lo irreal: por eso es éste el país del lieder y de la metafísica, dos cosas convencionales que sirven de trampolines hacia lo imposible[7].

                Esta actitud hacia la metafísica se mantiene constante hasta mediados de los años veinte, como acertadamente ha señalado Morón[8] . Ortega, que  era profesor de metafísica desde 1910, advertía que sólo por forzosidad administrativa soportaba el título de profesor de metafísica[9] . Síntoma de su aversión a la metafísica es esta sentencia de su curso de 1916: ¡Palabra terrible esta del ser, la terrible palabra de la metafísica, erizada de equívocos; que como la cabeza de medusa, no sabemos por donde coger![10]. A partir de 1924 esta actitud cambia radicalmente. Un momento de transición podemos encontrarlo en “Vitalidad, alma, espíritu”, de ese mismo año, donde al lado de consideraciones peyorativas sobre la metafísica, como: “no se trata ?como en  nada de lo que voy diciendo? de ninguna entidad metafísica”[11], o “son concepciones descriptivas, no hipótesis metafísicas”[12], aparece otra expresión poco más adelante, en que la metafísica ya no tiene un sentido negativo: “Ahí, el mundo que existe y opera desde su centro metafísico[13]. Tal expresión es por si misma insignificante y tampoco aporta un sentido claro hacia una valoración positiva de la metafísica, pero si ha sido digno de mención se debe a que con él se inicia una inversión de ciento ochenta grados en la concepción orteguiana de la metafísica.

Esta inversión radical de su orientación con respecto a la metafísica no es un acontecimiento casual que sobrevenga a partir de un desarrollo interno de sus propias tesis, sino un fenómeno general de la cultura de la época. A la feroz explosión de positivismo y cientificismo que sacudió Europa tras la Primera Guerra Mundial, provocada por los nuevos y espectaculares desarrollos en las ciencias y particularmente en la física ?a la que Ortega  tampoco  dudó en apuntarse? siguió una crisis de los fundamentos científicos, debida sobre todo a la ruptura del paradigma de la mecánica clásica de Newton, que puso de manifiesto no sólo la variabilidad histórica de las doctrinas científicas, sino también las dificultades para una sólida demarcación entre ciencia y filosofía ?aguzado por el fracaso de los intentos neopositivista por establecerla?, y sobre todo la necesidad de recurrir a instancias exteriores a la propia ciencia para su comprensión. Lo que en definitiva redundó en una revalorización de la filosofía y en particular de la metafísica. Ortega, estrechamente ligado a las corrientes intelectuales de su época, experimentó esta nueva tendencia desde sus orígenes y se sumó inmediatamente a ella. De hecho, aquellos escritos suyos en lo que se anuncia este giro metafísico, como son: “El origen deportivo del Estado” (1925), “La resurrección de la mónada” (1925) o “La metafísica de Leibniz” (1925), aparece éste emparentado con el carácter meramente simbólico del conocimiento científico y su renuncia a los problemas últimos. El propio Ortega describe esta situación: Las mejores cabezas creadoras con que hoy cuenta Europa se orientan, sin “desvirtuar la física”, hacia una metafísica. Y la metafísica es, ante todo, meditación de las sustancias[14], la más inútil de todas las ciencias y por lo mismo la más honorable[15]. Metafísica y filosofía se hacen sinónimas en el discurso orteguiano de estos años. En “Dios a la vista” (1926), Ortega habla de períodos de desaparición de la divinidad, de agnosticismo positivista y cientificista, y otros de aparición de la divinidad, de retorno a las ultimidades metafísicas y describe el nuevo período en que se haya como una época de Dios a la vista[16]. Como muy bien ha señalado Pedro Cerezo, “se trata de un Dios laico, como la última dimensión de la realidad. En el fondo Ortega se limita a una actitud metafísica, que no renuncie a la ultimidad e integridad del Universo”[17] En los años que siguen hasta 1929 se mantiene este elevada apreciación de la metafísica.

El pensamiento viene a ser un intento parejo de situarse frente a todo lo demás, fuera y contra todo lo demás; de hacerse a sí mismo isla, de ser parte del ser universal, que empuja contra nosotros sus formidables espumas metafísicas.[18]

A partir de 1929, en el comienzo de su autoproclamada Segunda navegación, la valoración de la metafísica sufre algunas variaciones. En ¿Qué es filosofía? (1929), obra que marca los inicios del pensamiento orteguiano maduro, vuelve a aparecer una acepción peyorativa del término metafísica, si bien lo utiliza para criticar la filosofía cientificista y positivista: El hombre se instalaba dentro de la física y cuando ésta concluía seguía el filósofo todo derecho, una especie de movimiento de inercia, usando para explicar lo que quedaba una suerte de física extramuros. Esta física más allá de la física era la metafísica ?por tanto una física fuera de sí. (Todavía la filosofía actual inglesa: Russell o Whitehead)[19]. Asimismo, pide que no se malinterpreten sus tesis como una recaída ingenua en la vieja metafísica[20]. Pues la filosofía, al menos la que él propone como tal no es meta-física, sino ante-física[21]. No obstante, en escritos posteriores, especialmente en aquellos en que utiliza un lenguaje heideggeriano, fundamentalmente en ¿Qué es conocimiento? (1929-1931) y Unas lecciones de metafísica (1932-1933),  hace de nuevo una valoración positiva de la metafísica[22], hasta el punto  de llegar a identificarla en algunas ocasiones con el saber radical que propone[23]. Metafísica y filosofía vuelven a ser sinónimas. Incluso llega a considerar que la metafísica es la orientación radical del hombre, no algo adventicio. El hacer metafísica es un ingrediente ineludible de la vida humana: más aún: es lo que el hombre está haciendo siempre[24] . El hombre es Metafísica. La Metafísica es una cosa inevitable[25]. Aparentemente Ortega estaría aquí imitando a Heidegger; sin embargo, y sin menospreciar la posible influencia del pensador alemán, presente en muchos otros aspectos del pensamiento de este período y particularmente en sus expresiones, esta acepción de la metafísica ya aparece en 1924, anterior por tanto a  todo posible influencia heideggeriana, en “El origen deportivo del Estado[26]. A pesar de conceder un papel tan preponderante a la metafísica en los primeros desarrollos de su pensamiento maduro (1930-1933) señala también ciertas cautelas que lo distancian de la metafísica tradicional:

Al anunciar que intento exponer a ustedes una metafísica de nuevo estilo, un modo de pensar diferente en lo más radical del recibido, les prevengo para que no se entorpezcan la compresión dando por firmes e incontrovertidas las antiguas ideas filosóficas.[27]

                A partir de 1934, Ortega deja de considerar su sistema como metafísica, incluso desaparece este término de sus escritos y pronto reniega de la concepción heideggeriana de que el hombre sea metafísica o filosofía. Hasta 1940 en que esporádicamente vuelve a aparecer la expresión metafísica en un sentido fundamentalmente positivo[28], si bien su sistema es generalmente concebido como un nuevo estadio distinto de la metafísica y de la filosofía. Tan sólo en los últimos años de su vida y fundamentalmente en sus Notas de trabajo reaparece una cierta valoración peyorativa de la metafísica[29] y muy especialmente de la ontología, de la que dice que lo usa ?como término ? con frecuencia aplicándolo a muchas y distintas cosas con ánimo de desprestigiarlo[30] La filosofía no es ontología porque el ser no es realidad sino hipótesis (…) Hay que buscar otra palabra distinta de ontología y aún de filosofía[31]  que sería un error interpretar como metafísica[32].

            Hasta aquí nos hemos limitado a ofrecer las valoraciones de la metafísica que el propio Ortega hace explícitas, sin entrar en la consideración, siempre polémica, de si su pensamiento es o no metafísico. Por lo general en los últimos años, los intérpretes de todo signo suelen coincidir en que efectivamente se trata de una metafísica. Concepción a la que se han opuesto, casi en solitario. Paulino Garagorri[33] y, sobre todo, José Luis Abellán[34] Pese a la desventaja numérica, me inclino por la opción de esto últimos: El sistema maduro de Ortega, no es metafísica. Pero dicho así hemos dicho bien poco, pues falta en todo caso aclarar que entendemos que entendemos por metafísica. De este modo, y siendo más rigurosos, añadiremos: si entendemos por metafísica aquello que se ha venido haciendo bajo este nombre hasta los tiempos de Ortega, podremos responder sin temor que lo que Ortega propone, en términos generales, no es metafísica, sino otra cosa bien distinta, no sólo en sus tesis concretas sino en todo el procedimiento general.

 

La comprensión de la ciencia experimental

Paralelamente y estrechamente vinculado a su giro metafísico probablemente como impulsor del mismo, encontramos su abandono del cientificismo del período anterior (1920-1924); propiciado por una elevada comprensión de los procedimientos de la ciencia experimental, a la que llega de la mano de Weyl, al que cita en varias ocasiones[35], posiblemente de Bohr[36] al que también menciona[37] pero sobre todo de Einstein, cuya fórmula fundamental, que implica la equivalencia entre materia y energía, unida a la  antigua teoría del campo de Maxwell y a los posteriores  desarrollos en la teoría de los cuantos, es en buena medida responsable de la desmaterialización a la que asiste la física de aquellos años ?a la que no son exentas las disputas entre las teorías ondulatoria y corpuscular de la luz, que se recrudecerían algunos años más tarde?. Pero además Ortega conocía la doctrina  epistemológica de Einstein contra el positivismo, a la que cita años atrás[38], que pone de manifiesto como todos los conceptos, incluyendo especialmente los de la ciencia, son supuestos libres que no tienen un origen empírico[39] no se derivan por abstracción de la experiencia, concepto que considera fatídico[40]. Haciendo un especial llamamiento a la filosofía para que sin volver al antiguo filosofar en las nubes pierda su “miedo a la metafísica”[41].

El abandono del cientificismo no conlleva negarle a la ciencia experimental sus muchas excelencias, que Ortega reconoce, sino situarlas en su justo lugar. La verdad científica ?sostiene el filósofo madrileño? se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones. Pero estas admirables cualidades son conquistadas por la ciencia experimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas secundarios, dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones[42]. En reacción al positivismo que considera tales cuestiones fundamentales como «mitos», responde Ortega: Porque la ciencia experimental sea incapaz de resolver a su manera esas cuestiones fundamentales, no es cosa de que haciendo ante ellas un gracioso gesto de zorra ante uvas altaneras las llame «mitos» y nos invite a abandonarlas[43].

Para Ortega es urgente acabar con el culto convencional a la ciencia propagado durante el siglo XIX, que entiende una idea falsa sobre su misión y su poder[44]. Al purificarse la física en estricto relacionismo, declara ipso facto su condición de ciencia secundaria. Si la relación supone cosas que se relacionan, la ciencia física o de relaciones supone otra ciencia superior de las cosas relacionadas[45], la filosofía o metafísica. Vuelve la concepción fenomenológica de una ciencia de la teoría sobre la que se sustentaría la arquitectura de las ciencias particulares; pero ahora con los caracteres aristotélicos de una filosofía primera, con status ontológico. El nuevo grito de guerra es: La materia ha muerto; ¡Viva la mónada![46] La «verdad científica» es una verdad exacta, pero incompleta y penúltima, que se integra forzosamente en otra especia de verdad, última y completa, aunque inexacta, a la cual no habría inconveniente en llamar «mito». La verdad científica flota, pues, en la mitología, y la ciencia misma, como totalidad, es un mito, el admirable mito europeo[47].

Esta superior calidad proviene de que la verdad científica es exacta y es rigurosamente comprobable (…) Más tales excelencias conquístalas la «verdad científica» a consta de no pocas desventajas. Y una de éstas, sobre todo, es de importancia gigante. La ciencia logra fabricar una clase ejemplar de verdades, gracias a la renuncia a resolver los problemas fundamentales. Así la física descubrirá las leyes rigurosísimas según las cuales acontecen las modificaciones de la materia, pero no nos dirá nunca de donde procede la materia.[48].

                Ciencia y filosofía, que hasta el momento había ido de la mano en el discurso orteguiano, especialmente durante su anterior período cientificista, se separan bruscamente. La verdad científica y la filosófica nada tienen que ver, salvo en que aquella supone ésta. Los intentos que por estas fechas está llevando a cabo el neopositivismo por encontrar un criterio de demarcación que permita desterrar la filosofía y los postulados filosóficos de la ciencia, podrían encontrarse en el origen de la airada respuesta orteguiana a la pretensión de exclusivismo de la verdad científica[49] ?que achaca al siglo XIX?, que le lleva a definirla como verdad secundaria. Desvirtuada la ilusión cientificista. Ortega puede encararse adecuadamente, con la comprensión del hecho científico, con la ciencia en tanto que fenómeno u objeto de estudio.

En este punto es preciso reconocer la profundidad de los breves y sinópticos estudios orteguianos sobre la ciencia de estos años. En ellos trata: 1) La estructura de las teorías científicas. 2) Evolución y progreso de la ciencia. 3) Vinculaciones ente ciencia y experiencia. 4) La ciencia como construcción simbólica. 5) Ciencia y técnica. Analizaremos muy sucintamente cada una de estas propuestas:

            En cuanto a la estructura de la ciencia, Ortega advierte que ésta se compone de cuatro elementos; a) Un núcleo a priori, la analítica del género de realidad que se intenta investigar ?la materia en la física[50]. b) Un sistema de hipótesis que enlaza ese núcleo a priori con los hechos observados. c) Una zona de “inducciones” dirigidas por esas hipótesis. d) Una vasta periferia rigurosamente empírica ?descripción de los puros hechos o datos[51]. Compárese ahora esta estructura de las teorías científicas con la que ofrece Lakatos, casi cuarenta años después, en la que destaca un núcleo firme a priori (metafísico) y un cinturón protector de hipótesis auxiliares[52]. Si hacemos de los elementos c y d uno sólo (superando de este modo la ingenuidad del puro dato, como de hecho hará poco después en su pensamiento maduro) puede decirse que ambos describen de manera muy semejante el procedimiento de los programas de investigación científica. Lo que denota el alto grado de comprensión del hecho científico que Ortega había alcanzado a la altura de 1928[53].

Si en la descripción de los programas de investigación científica se anticipa, en cierta medida, a Lakatos, en la evolución de las teorías científicas y el papel jugado por las crisis se anticipará en bastantes aspectos a Kuhn. Si bien eso será durante la Segunda navegación, ahora se limitará a constatar, como años más tarde hará aquél, que durante los períodos de ciencia normal siempre hay un paradigma dominante: Dentro de la ciencia, toda teoría, aún la más firme, se presenta siempre con un índice de problematismo, de mera aproximación a la verdad ejemplar y única. Jamás  excluye otras posibilidades en parte antagónicas[54]. Ahora bien, aunque esto implica como característico de la estricta teoría científica su posible convivencia con otras teorías que contradicen a aquella, en cambio, hay siempre en la ciencia ?como en la política? un partido, una teoría que ocupa el poder. Esta, que podemos llamar teoría canónica, impera siempre sobre las mentes menos inquietas y creadoras[55].

            Frente a la creencia popular que relaciona ciencia con experimento, Ortega pone de manifiesto que no es éste lo que caracteriza la moderna ciencia experimental, sino su construcción a priori, mediante conceptos cuantificables matemáticamente. Pone como ejemplo a Galileo, padre de la moderna ciencia experimental; el mismo ejemplo que años más tarde utilizará Feyerabend para demostrar, como Ortega aquí, que la inducción, el método que procede por abstracción de la experiencia sensible, no es más utilizado en la ciencia, pues la mayoría de las veces ésta procede contrainductivamente[56]; esto es, contra toda experiencia.

Nada hubiera sorprendido tanto a Galileo, Descartes y demás instauradores de la nouva scienzia como saber que cuatro siglos más tarde iban a ser  considerados como los descubridores y entusiastas del “experimento”. Al estatuir Galileo la ley del plano inclinado, fueron los escolásticos quienes se hacían fuertes en el experimento contra aquella ley. Porque, en efecto, los fenómenos contradecían la fórmula de Galileo. (…) Galileo comienza por negar el dato sensible, se revuelve contra el fenómeno y opone a él un “hecho imaginario”, que es la ley el puro caer en el puro vacío un cuerpo sobre otro.[57]

De este modo, constata Ortega, lo que interesa a Galileo no es,  pues, adaptar sus ideas a los fenómenos, sino al revés, adaptar los fenómenos mediante una interpretación a ciertas ideas rigurosas y a priori, en suma, a formas matemáticas. Esta era su innovación[58]. No observar, sino construir a priori matemáticamente, es lo específico del galileismo[59]. Ciencia ?entonces ? no significa jamás empiria, observación, dato a posteriori, sino todo lo contrario; construcción a priori[60]. La física es, pues, un saber a priori, confirmado por un saber a posteriori[61]. Lo cual hace de la ciencia una construcción simbólica”.

Pero ¿qué significa que la física sea una construcción simbólica? pues, que su contenido positivo no se refiere propiamente a la realidad, no intenta definir ésta, sino más bien construir un sistema de manipulaciones subjetivas que sea coherente. Algo es real para la física cuando da ocasión a que se ejecuten ciertas operaciones de medida. Sustituye la realidad cósmica por el rito humano de la métrica[62].  Esto es posible porque la materia ?según todo induce a creer? es el modo de ser menos determinado que existe. De modo, que “la forma” proyectada sobre  los fenómenos por el sujeto sea tolerada por ellos[63].  De ahí que puedan existir muchas físicas diferentes y, sin embargo, todas verídicas, precisamente porque ninguna es necesaria[64].

Pese a que se aproxima bastante a su doctrina madura sobre la ciencia experimental, de la que se encuentra a un paso, su concepción de la misma no es todavía instrumental; pues entiende el progreso de la ciencia como un acercamiento progresivo hacia la realidad. Aunque reconoce que la materia es el modo de ser menos determinado que existe sigue creyendo aún ?conforme a su actual credo realista-metafísico ? que posee algún tipo de determinación. Por eso entiende que el progreso mismo de la física, al ir precipitando cada vez más la figura “mecánica”, es decir, imaginaria parcialmente subjetiva, del mundo corpóreo,  arribará un punto en que tropezará con la resistencia que la forma efectiva, auténtica de la materia le ofrezca. Y ese momento trágico para la física será a la par, el de su primer contacto cognoscente ?y no sólo de “construcción simbólica”? con la realidad[65] . También se distingue de su concepción más madura, su consideración de las relaciones entre ciencia y técnica. Considera en estas fechas que la vinculación entre ciencia y técnica es meramente casual[66]. Siendo que la técnica sólo representaría un tipo particular de ciencia[67], tan sólo un apéndice del enorme volumen que ocupa la ciencia pura, la ciencia que se crea sin propósitos ni resultados utilitarios[68]. Todo lo contrario de lo que pensará más adelante, cuando sostenga que la ciencia experimental es esencia técnica y nada más que técnica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía:

Abellán, José Luis (1978) Panorama de la filosofía actual: una situación escandalosa, Madrid, Espasa-Calpe.

Bohr, Niels (1988) La teoría atómica y la descripción de la naturaleza, Madrid, Alianza Editorial.

Cerezo, Pedro (1984) La voluntad de la aventura, Madrid, Ariel.

Einstein, Albert (2003) Notas autobiográficas, Madrid, Alianza Editorial

Feyerabend, Paul (2003) Tratado contra el método, Madrid, Tecnos

_ (2001) Contribución a la ciencia y otros ensayos, Madrid, alianza editorial

Garagorri, Paulino (1970) Introducción a Ortega, Madrid, Alianza Editorial.

Lakatos, Imre (2007) Escritos filosóficos, 1: La metodología de los programas de investigación científica, Madrid, Alianza Editorial

Morón Arroyo, Ciriaco (1968) El sistema de Ortega y Gasset, Alcalá, Madrid.

Ortega y Gasset, José (1983) Goethe, Dilthey, Madrid, Alianza Editorial

_ (1984).Kant, Hegel, Scheler, Madrid, Alianza Editorial

_ (1993) Obras completas. Tomo II. Madrid, Alianza Editorial

_ (1994) Obras completas  Tomo III.  Madrid, Alianza Editorial

_ (1996) Obras completas. Tomo VII.  Madrid. Alianza Editorial

_ (1998) Obras completas. Tomo X.  Madrid. Alianza Editorial

_ (2001) España invertebrada, Madrid, Alianza Editorial.

_ (2002) La deshumanización del arte y otros ensayos de estética, Madrid, Alianza Editorial

_ (2003) El tema de nuestro tiempo, Madrid, Espasa Calpe

 

_ (2004) Meditaciones del Quijote, Madrid, Alianza Editorial.

 



[1] Cartas de un joven español. n°. 193. p. 630.

[2] Ibíd. p.194.p.639.

[3] “La cuestión moral”. Obras Completas.X.p.75.

[4] “Arte de este mundo y del otro”. La deshumanización del arte. P.106.

[5] Investigaciones psicológicas. III. pp. 49-50.

[6] Ciriaco Morón Arroyo. El sistema de Ortega y Gasset. pp.58-59.

[7] “Notas de Berlín”. Cartas de un joven español. VI.p.704.

[8] Ciriaco Morón Arroyo. El sistema de Ortega y Gasset. p.348.

[9] “La pedagogía de la contaminación”. Misión de la Universidad. p.95.

[10]  Investigaciones psicológicas. XII. pp.132-133.

[11] “Vitalidad, alma, espíritu”. El Espectador V. Obras Completas. II. p.461.

[12] Ibid.p.465.

[13] Ibid.p.469.

[14] “La resurrección de la mónada”. Obras Completas. III.p.341.

[15] La metafísica y Leibniz”. El tema de nuestro tiempo.p.238.

[16] “Dios a la vista”. El Espectador. VI. Obras Completas. II.pp.494-496.

[17] Pedro Cerezo. La voluntad de aventura (Aproximamiento crítico al pensamiento de Ortega y Gasset).p.105

[18]Para un libro no escrito”. Espíritu de la Letra. Obras Completas. III.p.558.

[19] ¿Qué es filosofía? IV.p.59.

[20] Ibid.p.72.

[21] Ibid.p.60.

[22] A modo de ejemplo puede verse en: “Vida como ejecución (El ser ejecutivo)”. en ¿Qué es conocimiento? Pp.43, 48. La rebelión de las masas. p.89. ¿Qué es la vida? en ¿Qué es conocimiento? pp.100.110.142. 163-165. Unas lecciones de metafísica. pp.15. 25-29. 33-34. 53, 65,81, 112-113, 120, 123-126. “Meditación de la técnica” en Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. pp.47, 54.

[23] Unas lecciones de metafísica. II.p.28.

[24] Ibid.X.p.123.

[25] Ibid.p.125

[26] “El origen deportivo del Estado”. El Espectador VII. Obras Completas. II.p.607.

[27] ¿Qué es la vida? ¿Qué es conocimiento? V.p.110.

[28] A partir de 1934 podemos encontrar algunas menciones expresas a la metafísica en: “Guillermo Dilthey y la idea de la vida”. Goethe. Dilthey. p.200.”Prólogo para alemanes”. El tema de nuestro tiempo. p.61. (Tesis para un sistema de filosofía”. Ideas y creencias. I. p. 13.”La razón histórica. Buenos Aires”. Sobre la razón histórica. V. p.122. Apuntes sobre el pensamiento, su teurgia y su demiurgia”. Historia como sistema y otros ensayos de filosofía. p.99.”La razón histórica. Lisboa”. Sobre la razón histórica. I. p.139.”Introducción a Velásquez. San Sebastián” Papeles sobre Velásquez y Goya. p.185.La idea de principio en Leibniz.. § 29.p.274. “Algunos temas del «Weltverkehr». Obras Completas. X. p.340.

[29] Epilogo(Notas de trabajo) §§ 330, 545. pp. 216,340.

[30] Ibíd. § 103. p.89.

[31] Ibíd. § 538. p.337.

[32] Ibíd. § 545. p.340.

[33] Paulino Garagorri. “Ortega, una reforma de la filosofía”. Introducción a Ortega. p.141.

[34] José Luis Abellán. La filosofía actual en España :Una situación escandalosa. p.290.

 

 

[35] “La resurrección de la mónada”. Obras Completas. III. pp.340-341. Vuelve a mencionarlo en ¿Qué es la filosofía?  pp.43, 71. Y en sus notas de trabajo: Epílogo… (Notas de trabajo) § 478. p.308.

[36] Aunque la teoría de complementariedad de Bohr no aparece hasta 1927 en el artículo “El postulado cuántico y el desarrollo reciente de la teoría atómica” y en sus debates con Einstein; año en el que también aparece el principio de incertidumbre de Heisenberg. Bohr había trabajado ya en escritos y conferencias anteriores la indeterminación de la naturaleza que impediría la posibilidad de establecer una relación ontológica de las teorías científicas con la realidad y por tanto el carácter simbólico o convencional, incluso meramente instrumental de las teorías científicas (Véase Niels Bohr. La teoría atómica y la descripción de la naturaleza).

[37] “La resurrección de la mónada”. Obras Completas. III. pp.340. Más adelante vuelve a mencionarlo en “La razón histórica. Buenos Aires”. Sobre la razón histórica. VI. p.120

[38] En la primera edición El tema de nuestro tiempo, Ortega citaba las siguientes palabras de Einstein en el Ateneo de Madrid, que en posteriores reediciones suprimió: “Es propio de la naturaleza humana habituarse de tal modo a los conceptos de la ciencia, que se cree que estos conceptos son absolutamente necesarios, es decir, que estos conceptos están dados por la naturaleza misma del espíritu. Es preciso tener precaución. Decimos que el método general de la relatividad es desconfiar de los conceptos, de tal modo, que un concepto o pensamiento general es sólo admisible en el caso de que se conozca muy bien la relación entre las cosas de la experiencia y los conceptos que son obtenidos de la experiencia. Si estas relaciones no son claras entonces los conceptos son sospechosos. Con este método se pretende evitar el que existía en física en el siglo XIX” (C£ El tema de nuestro tiempo. VI. p.118.infra.n°1) Ortega menciona a Einstein con bastante frecuencia, he aquí, a continuación alguna de estas referencias: El tema de nuestro tiempo. p.202. “Con Einstein en Toledo”. El tema de nuestro tiempo. p.207. “El sentido histórico de la teoría de Einstein”. El tema de nuestro tiempo. pp.184-191, 194-196. “Una filosofía de la historia”. Espíritu de la letra p. 142. “La resurrección de la mónada”. Obras Completas. III. pp.340-341. “la filosofía de la historia de Hegel y la historiología”. Kant. Hegel Scheler.p.71.  ¿Qué es  filosofía? pp.43-44, 86, 156. La rebelión de las masas. p.115. Unas lecciones de metafísica. IV. p.62. “Prólogo para alemanes”. El tema de nuestro tiempo. p.61. Historia como sistema. p.57. “La razón histórica. Buenos Aires”. Sobre la razón histórica. pp.36, 119. “La razón histórica. Lisboa”. Sobre la razón histórica. III.p.162. “Sobre un Goethe bicentenario”. Goethe y Dilthey. p.77. El hombre y la gente. V.p.103. “Pasado y porvenir para el hombre actual”. Europa y la idea de nación.p.130. y Epílogo… (Notas de trabajo) §392. p.252.

[39] Albert Einstein. Notas autobiográficas. pp.18.19.

[40] Albert Einstein. “Comentarios a la teoría del conocimiento de Bertrand Russell”. Contribuciones a la ciencia y otros ensayos. p.176.

[41] Ibíd. p.177.

[42] “El origen deportivo del Estado”. El espectador. VII. Obras Completas. II. p.607.

[43] Ibíd. p.608.

[44] “Santillana del Mar” El Espectador. (Antología). P.100.

[45] “La resurrección de la mónada” Obras Completas. III. p.341.

[46] Ibíd. p.340.

[47] “El origen deportivo del Estado”. El espectador. VII. Obras Completas. II.p.608.

[48]Pleamar filosófica”. El tema de nuestro tiempo. p.231.

[49] Ibíd. p.232.

[50] “La filosofía de la historia de Hegel y la historiología”. Kant, Hegel, Scheler. pp. 72-73.

[51] Ibid.p.73.

[52] Imre Lakatos. La metodología de los programas de investigación científica. Pp. 65-72.

[53] Debe tenerse en cuenta la gran evolución y desarrollo de la comprensión del hecho científico y la filosofía de la ciencia que se produce en la segunda mitad del siglo XX, frente a las ingenuas concepciones predominantes en la primera mitad. El hecho de que Ortega, ya a la altura de 1928 tenga una concepción de la ciencia emparentable con las más avanzadas de finales del siglo XX, destaca su alta comprensión del hecho científico.

[54] “La querella entre el hombre y el mono”. El Espíritu de la letra. Obras Completas. III. p.552.

[55] Ibíd. p.553.

[56] Paul Feyerabend. Tratado contra el método. Pp.53 y 88.

[57] “La filosofía de la historia de Hegel y la historiología”. Kant. Hegel. Scheler. p.70. Nota infra n° 1.

[58] Ibid.

[59] Ibid.

[60] Ibid. p.69.

[61] Ibid.

[62] Ibíd. pp. 75-76.

[63] Ibíd. p.74-75.

[64] Ibíd. p.75.

[65] Ibíd.

[66] “Reforma de la inteligencia”. Historia como sistema y otros ensayos de filosofía.

[67] “Santillana del Mar”. El Espectador. (Antología). P.102

[68] “Reforma de la inteligencia”.  Historia como sistema y otros ensayos de filosofía. p.117

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