Sincronía Winter 2011


EDUCACIÓN DESPUÉS DE AUSCHWITZ. DE THEODOR W. ADORNO.

Alfredo Barragán Cabral

Profesor Investigador del Departamento de Historia.

Universidad de Guadalajara


En 1967 se publicó el texto del reconocido filósofo y sociólogo alemán Theodor W. Adorno (1903-1969), Educación después de Auschwitz. En 18 de abril de 1966 había sido presentado como conferencia por la radio de Hesse y desde entonces se ha convertido en un texto canónigo en el campo de la educación, cuyo postulado inicial ha marcado desde entonces todo tratado de pedagogía: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación.”

Adorno inicia la conferencia con su asombro por la escasa atención que a veintiún años de terminada la segunda guerra mundial, se le había dado al tratamiento de “la monstruosidad de lo sucedido”, al convertirse el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, con su magnitud de exterminio masivo durante el nacionalsocialismo - aproximadamente un millón y medio de víctimas y el de mayor número de víctimas judías -, en el símbolo de la barbarie y contra la que, con palabras de Adorno, “se dirige toda educación”. Adorno atribuye a la educación la tarea de que Auschwitz y las circunstancias que lo hicieron posible, no se repita:

“la barbarie persiste mientras perduren en lo esencial las condiciones que hicieron madurar esa recaída. Precisamente, ahí está lo horrible. Por más oculta que esté hoy la necesidad, la presión social sigue gravitando. Arrastra a los hombres a lo inenarrable, que en escala histórico-universal culminó con Auschwitz”.

La postulación de Adorno a través de un texto sobre educación un tanto alejado de sus textos filosóficos, ha tenido una excepcional recepción en los estudios pedagógicos y en todo el proceso del tratamiento de la historia reciente de Alemania en lo que respecta al cuestionamiento del por qué fue posible Auschwitz. Sin embargo, a la sombra de interpretaciones pedagógicas se ha dejado de lado, hasta cierto punto, el valor teórico crítico de sus reflexiones, especialmente cuando coloca a la  barbarie o la disposición a la violencia como característica intrínseca en la esencia misma del ser humano, un postulado tan actual como inquietante. Adorno se apoya en Freud para tales aseveraciones y hace especial hincapié a la “intuición” de éste al postular que “la civilización engendra por sí misma la anti-civilización y, además, la refuerza de modo creciente” , motivo por  el que considera que si “en el principio mismo de la civilización está instalada la barbarie, la lucha contra ésta tiene algo de desesperado” . En este contexto Adorno invita a poner mayor atención a obras del padre del Psicoanálisis, tales como El malestar en la cultura y Psicología de las masas y análisis del yo.

En su postulado y con la finalidad de que Auschwitz simplemente no tenga oportunidad de repetirse, Adorno hace dos propuestas muy concretas:

“Cuando hablo de la educación después de Auschwitz, incluyo dos esferas: en primer lugar, educación en la infancia, sobre todo en la primera; luego, ilustración general que establezca un clima espiritual, cultural y social que no admita la repetición de Auschwitz”.

Para Adorno, la barbarie representada en Auschwitz no fue solamente un tropiezo del tan deseado desarrollo de la humanidad por el progreso, sino más bien consecuencia de éste. A más de veinte años de terminada la segunda guerra mundial Adorno considera como imperante el hacer conciencia de lo ocurrido y al mismo tiempo imprescindible el “descubrir los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades, mostrárselos a ellos mismos y tratar de impedir que vuelva a ser así.” Con esta aseveración Adorno también se une a autores como Nietzsche y Foucault, quienes dedicaron gran parte de su obra a explicar la tendencia del ser humano hacia los mecanismos de exclusión como particularidad propia del modelo de pensamiento de la cultura occidental, orientada ésta principalmente por la propensión a eliminar todo aquello que resulta diferente, incómodo o extraño. Esta tendencia alcanza así su climax con Auschwitz y los campos de concentración, lugares destinados al exterminio total en masa y erigidos con el firme propósito de no dejar huella que permita recordar. Adorno se une, por consiguiente, a los cuestionamientos que problematizan todos los conceptos más preciados y que fundamentan la tradición de la cultura occidental. A pesar de la complejidad de tales razonamientos, en este estudio Adorno hace propuestas muy concretas y acabadas, algo nada común en el resto de sus textos. Se ha partido siempre del supuesto de que la relativa facilidad del texto fue su elaboración como conferencia para la radio.

Adorno postula así la importancia del periodo de la infancia para una educación destinada a evitar que una monstruosidad como la de Auschwitz pueda repetirse. Y para ello refiere a lo determinante que puede ser en tal etapa una educación autoritaria (el ideal pedagógico del rigor), así como también la existencia de un sistema social que reprime y nulifica e intenta regular hasta el dolor, la angustia. Adorno retoma así a Freud y a su tratado sobre El malestar en la cultura, al cual le reconoce magnitudes que ni el mismo Freud pudo vaticinar, especialmente en lo que respecta a la todavía imperante violencia de las sociedades actuales:

“Pero como los rasgos básicos del carácter, aun en el caso de quienes perpetran los crímenes en edad tardía, se constituyen, según los conocimientos de la psicología profunda, ya en la primera infancia, la educación que pretenda impedir la repetición de aquellos hechos monstruosos ha de concentrarse en esa etapa de la vida. Ya he mencionado la tesis de Freud sobre el malestar en la cultura. Pues bien, sus alcances son todavía mayores que los que Freud supuso; ante todo, porque entretanto la presión civilizatoria que él había observado se multiplicó hasta hacerse intolerable. Con ella, las tendencias a la explosión sobre las que llamó la atención han adquirido una violencia que él apenas pudo prever. Pero el malestar en la cultura tiene un aspecto social -que Freud no ignoró, aunque no le haya dedicado una investigación concreta-. Puede hablarse de una claustrofobia de la humanidad dentro del mundo regulado, de un sentimiento de encierro dentro de una trabazón completamente socializada, constituida por una tupida red. Cuanto más espesa es la red, tanto más se ansía salir de ella, mientras que, precisamente, su espesor impide cualquier evasión. Esto refuerza la furia contra la civilización, furia que, violenta e irracional, se levanta contra ella.

Adorno atribuye así la violencia, no solamente de los nazis, sino de cualquier individuo que la practique, a la marcada tendencia a educar con dureza y rigor, especialmente porque quien bajo un sistema represor (ya sea en la familia, la escuela o el entorno social) se obliga a olvidar el dolor propio y al mismo tiempo también olvida el ajeno:

“La persona dura consigo misma se arroga el derecho de ser dura también con los demás, y se venga en ellos del dolor cuyas emociones no puede manifestar, que debe reprimir. Ha llegado el momento de hacer consciente este mecanismo y de promover una educación que ya no premie como antes el dolor y la capacidad de soportar los dolores. Con otras palabras, la educación debería tomar en serio una idea que de ningún modo es extraña a la filosofía: la angustia no debe reprimirse”.

A esta predisposición por una educación autoritaria (al rancio carácter autoritario) Adorno contrapone lo decisivo de una educación orientada a fomentar la reflexión autocrítica y a conservar la autonomía frente al peligro que significa lo colectivo, es decir,  a reforzar una clara resistencia frente a todas las formas de masificación: “La única fuerza verdadera contra el principio de Auschwitz sería la autonomía, si se me permite emplear la expresión kantiana; la fuerza de la reflexión, de la autodeterminación, del no entrar en el juego del otro.”  

Bibliografía:

Adorno, Theodor W., Progreso (1962), en Consignas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2003. pp. 27-47.

Adorno, Theodor W., La educación después de Auschwitz (1967), en Consignas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2003, pp. 80-95.

Arendt, Hannah, Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Editorial Lumen, 1999.

Fechler, Bernd (Comp.), “Erziehung nach Auschwitz" in der multikulturellen Gesellschaft : pädagogische und soziologische Annäherungen. Weinheim; München: Juventa-Verl., 2000.

Heyl, Matthias, Erziehung nach Auschwitz : eine Bestandsaufnahme; Deutschland, Niederlande, Israel, USA. Hamburg: Krämer, 1997

Klaus Ahlheim, Matthias Heyl (Hrsg.): Adorno revisited. Erziehung nach Auschwitz und Erziehung zur Mündigkeit heute. Reihe: Kritische Beiträge zur Bildungswissenschaft - Band 3. Hannover: Offizin, 2010.


Adorno, Theodor W., La educación después de Auschwitz (1967), en Consignas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2003, p. 80.

Ebd., p. 80.

Ebd., p. 80.

Ebd., p. 80

Ebd., p. 83.

Veáse Adorno, Theodor W., Progreso (1962), en Consignas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2003. pp. 27-47.

Adorno, Erziehung nach Auschwitz, p. 82.

Ebd., p. 82

Ebd., 88.

Ebd. 87.


Sincronía Winter 2011