Sincronía Winter 2010


Algunos aspectos teóricos sobre la relevancia de la participación ciudadana

Angelica Cázares Alvarado

Profesor Investigador del Departamento de Políticas Públicas

Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas

Universidad de Guadalajara

 

Se entiende el tema de participación de las personas desde distintas perspectivas y con diferentes propósitos, pero siempre como una forma de incluir opiniones políticas o no, desde los temas cotidianos que permiten la participación de los ciudadanos, a través de agrupaciones sociales, de causas, de sociedad en conjunto, para dirimir problemas específicos, para encontrar soluciones comunes o para hacer confluir voluntades en una acción compartida. Con una sociedad tan diversa en sus valores, en sus niveles económicos y académicos el entendimiento de la palabra participación resulta grata, por lo que resulta difícil imaginar el mal uso de la palabra participación, la cual además suele ligarse con propósitos transparentes ­–inclusive en el sentido público- y por lo regular favorable para quienes se disponen a ofrecer algo de sí mismos en busca de propósitos colectivos.

Participar, en principio significa “tomar parte”: convertirse en parte de una organización que reúne a más de una persona, pero también significa “compartir” algo con alguien. De modo que la participación es siempre un acto social: nadie puede participar de manera exclusiva, privada, para sí mismo, solo se puede hacer con alguien más, sólo se puede ser parte donde hay una organización que abarca por lo menos a dos personas; de ahí que los diccionarios establezcan como sinónimos el coadyuvar, compartir, comulgar. Sin embargo, en las sociedades modernas es imposible dejar de participar; la ausencia total de participación es inexorablemente, una forma de compartir las decisiones comunes, quien cree que no participa en absoluto, en realidad otorga voto de confianza a quienes toman decisiones, es como un cheque en blanco para que otros actúen en su nombre.

Pero cabe señalar que es posible decir que se pueda participar en todo, no habría ni tiempo ni recursos para hacerlo en todos los asuntos que rodean a la sociedad, la idea del ciudadano que toma parte en todo y cada uno de los asuntos que rodea su existencia no es más que una utopía. Por lo que la participación real es la que se produce como un acto de voluntad individual a favor de una colectiva, descansa en un proceso previo de selección de oportunidades, al tiempo que esa decisión de participar con alguien en busca de algo supone además una decisión paralela de abandonar la participación en algún otro espacio de la acción colectiva que rodea a la sociedad.[i]

El término de participación se liga a una circunstancia específica y a un conjunto de voluntades personales: los dos ingredientes indispensables para que la palabra adquiera un sentido concreto, más allá de los valores subjetivos que puedan acompañarla. El medio político, social y económico, en efecto, y los rasgos singulares de los seres humanos que deciden formar parte de una organización, constituyen los motores de la participación: el ambiente y los individuos, los cuales forman el engranaje de la vida social, de ahí la complejidad del término, que atraviesa por innumerables motivos que pueden estimular o inhibir la participación ciudadana en circunstancias distintas, como razones estrictamente personales –físicas o psicológicas­ que empujan a las personas en sus decisiones de participar. No obstante, la participación es siempre, un acto social, colectivo, y el producto de una decisión personal, y no puede entenderse en consecuencia, sin tomar en cuenta los siguientes dos elementos complementarios: la influencia de la sociedad sobre el individuo, y la voluntad personal de influir en la sociedad.

La idea de participación ciudadana, suele gozar de mejor fama  en términos de explicar el funcionamiento de la democracia contemporánea. El auge que han cobrado los mecanismos participativos hoy en día no se entendería sin asumir la crítica que se ha formulado al concepto de representación. Acorde a dicha crítica se participa por las siguientes razones:

·         Los representantes formales no siempre cumplen su papel de enlace entre el gobierno y los problemas de la sociedad;

·         Salvaguarda de los intereses y derechos particulares de una porción de la sociedad;

En conclusión, para corregir los defectos de la representación política que supone la democracia, pero también para influir en la decisiones de quienes nos representa y para asegurar que esas decisiones realmente obedezcan a las demandas, creencias y expectativas de los distintos grupos que integran un nación.

No obstante, representación y participación son una dupla integral de la democracia contemporánea. Ambos términos se requieren inexorablemente; ya que la verdadera representación no pude existir, en la democracia, sin el auxilio de la forma de representación más elemental de la participación ciudadana: los votos del pueblo.

Esto no significa, que la participación ciudadana se agote en las elecciones. Ni significa tampoco que los votos sean la única forma plausible de darle vida a la participación democrática. Para que la democracia opere en las prácticas cotidianas, es indispensable que existan otras formas de participación ciudadana, que vayan más allá de los votos.[ii]

¿Cómo funciona la participación en las sociedades modernas? Ante este cuestionamiento no existe una receta exacta; en cada país y en cada circunstancia la participación adopta formas distintas, y cada una de ellas genera a su vez resultados singulares. Sin embargo es posible predecir que: Funciona de acuerdo con el entorno político y la voluntad individual de quienes deciden participar.

La participación no es suficiente para comprender en su totalidad la dinámica de la democracia. Pero sin participación, sencillamente la democracia no existiría. Una cosa son las modalidades que adoptan, sus límites reales   y las enormes expectativas que suelen acompañarla. Otra cosa es que produzca siempre resultados plausibles  o que este atrapada por una dosis de desigualdad. Incluso, que el exceso de participación lleve al caos social, tanto como su anulación definitiva al autoritarismo sin mascaras.  

Pero lo que debe quedar claro es que, la democracia requiere siempre de la participación ciudadana: con el voto y más allá de este.

Los conceptos de ciencia política, han sufrido cambio con el correr de los tiempos. Lo que hoy conocemos con el nombre de democracia se parece muy poco a lo que significaba en épocas anteriores. Lo mismo ha ocurrido con otros conceptos como: ciudadanos, elecciones, soberanía, legitimidad, etc.  

Por ejemplo la democracia se consideró, durante mucho tiempo, como una forma lamentable de gobierno, como se ejemplifica y vale la pena rescatar alguna opinión de Aristóteles en la materia el cual dice que: “Se trata de una mala desviación del régimen republicano: una desviación demagógica, puesta al lado de la oligarquía y la tiranía como formas perversas de gobernar las ciudades”,[iii] y al respecto también Kant se;ala que: “La democracia es necesariamente un despotismo”, en tanto que Ortega y Gasset dicen que puede llegar a ser una: “Rebelión de las masas”.

Estas visones de los filósofos, no eran porque prefirieran que el pueblo se mantuvieran al margen de los asuntos de la política, si no que veían  con temor que las leyes pasaran inadvertidas  para una confusa asamblea de multitudes beligerantes. Y es que la democracia significaba para ellos, lo que entendemos hoy como asambleismo. En cambio, lo que ellos entendían como gobierno republicano está más cerca de nuestra concepción democrática actual. 

La diferencia fundamental está en los procesos electorales. Entre los antiguos no cabría ni remotamente la idea de que todas las personas fueran iguales ante la ley, y que tuvieran el mismo derecho a participar en la selección de sus gobernantes. Las ciudades griegas más civilizadas practicaban, la democracia directa que algunos políticos contemporáneos proclaman. En dichas ciudades no había ningún problema para distinguir entre representación y participación, porque la asamblea abarcaba a toda las personas que tenían la condición de ciudadanos (no eran muchos). De modo que ambos conceptos se fundían: todos los ciudadanos se presentaban a sí mismos y todos estaban obligados a la participación colectiva.

Hubo que recorrer prácticamente toda la historia, hasta nuestros días; para que la democracia se haya convertido en un régimen de igualdad y de libertada para todos los seres humanos, sin distingo. La última y más reciente barrera ideológica, de nuestros días que enfrentó la democracia  como patrimonio común, es cuando las mujeres ganaron finalmente el derecho a votar y a ser votadas.

La idea de que los procesos electorales forman el núcleo básico del régimen democrático, atravesó por la formación de los partidos políticos y por una larga mudanza de ideas paralelas de soberanía y legitimidad, que costaron conflictos a la humanidad. La relación actual entre representación política y participación ciudadana es relativamente reciente, y todavía hay cabos sueltos que tienden a confundir ambos procesos en la solución cotidiana de los conflictos políticos.[iv]  

Si para las antiguas ciudades griegas participar y representarse era una y la misma cosa, y para el largo periodo medieval solo cabía la representación de Dios a través de los reyes y su voluntad personal de escuchar a veces a ciertos representantes del pueblo,  hoy en día ya no cabe la idea de representación más que ligada al gobierno: nuestros representantes son nuestros gobernantes, y solo pueden ser nuestros gobernantes si efectivamente nos representan.  Se trata de la primera idea democrática que acuñó la humanidad y hasta la fecha sigue siendo la más importante de todas: arrebatar el mando político, la soberanía, a un pequeño grupo de gobernantes para trasladarlo al pueblo.

Actualmente el puente que une a la representación con la participación ciudadana está construido (en principio) con los votos libres expresados por el pueblo; es decir, la competencia abierta y libre entre candidatos distintos, obligados a representar al conjunto de los ciudadanos que conviven en una nación.

Los representantes políticos, en una democracia moderna, lo son de todos los ciudadanos, por voluntad de todos los ciudadanos. Lo que significa que toso los ciudadanos han aceptado los procedimientos que supone la democracia. Han aceptado que hay opiniones distintas, y que la única forma civilizada de dirimirlas es a través de los votos. Durante el siglo XIX, se consolidó la idea básica de la soberanía popular y paulatinamente se fue ensanchando el concepto de ciudadanía hasta abarcar -ya entrado en siglo XX- a todas las personas con derecho pleno que conviven en una nación.

Pero también nacieron los partidos políticos, como una necesidad de organización política para conducir los múltiples intereses, aspiraciones y expectativas  de la sociedad hacia el gobierno, y también para hacer coincidir las dentinas formas de representación democrática con las de participación ciudadana. Hoy es casi imposible concebir la democracia sin la intermediación de los partidos políticos. Pocos intentos e ideas se han esbozado para formar herramienta políticas capaces de sustituirlos con éxito, pero tampoco han pasado inadvertidas sus limitaciones, ni las nuevas dificultades que han traído a la democracia contemporánea.

La crítica más importante que se ha formulado a los partidos políticos es su tendencia a la exclusión: los partidos políticos, se dice, son finalmente organizaciones diseñadas con el propósito explícito de obtener el poder.  De esta crítica se desprenden otras tantas como: la supremacía de los líderes partidistas sobre la organización que representa; la consolidación institucional de ciertas prácticas y decisiones excluyentes sobre la voluntad soberana e inclusive de la nación misma; los privilegios que los miembros de los partidos se conceden a sí mismos y/o a ciertos grupos aliados, como la burocracia gubernamental, las grandes empresas que suelen financiarlos o las grandes organizaciones sindicales que les ofrecen votos; la falta de transparencia en el ejercicio de sus poderes y de los recursos que se les otorga para cumplir su labor. Todas esas críticas  parten del mismo principio: la distancia que tiende a separar a los líderes de los partidos políticos del resto de los ciudadanos. 

Para saber que un régimen es democrático, hace falta encontrar en le algo más que elecciones libres y partidos políticos; al mismo tiempo es preciso que el régimen haya otras formas de controlar el ejerció del poder concedido a los gobernantes. No solo las que establecen las mismas instituciones generadas por la democracia, con la división de poderes a la cabeza, sino también formas específicas de participación ciudadana.

La participación ciudadana supone la combinación  entre un ambiente político democrático y una voluntad individual de participar. De los matices entre estos dos elementos se derivan las múltiples formas y hasta la profundidad que puede adoptar la profundidad misma. La mayoría de los estudiosos del tema, coinciden en que para estimular la participación ciudadana no se necesita saturar de mensajes y discusiones  a la sociedad, sino hacer coincidir sus intereses individuales con un ambiente propicio a la participación pública.[v]

Como  se ha mencionado las elecciones no agotan la participación ciudadana. En los regímenes de mayor estabilizada democrática, hay múltiples mecanismos institucionales para evitar que los representantes electos caigan en la tentación de obedecer exclusivamente los mandatos imperativos de sus partidos. Son modalidades de participación directa que hacen posible una suerte de consulta constante a la población, más allá de los procesos electorales.[vi] Los mecanismos más conocidos son:  

·         Referéndum: Consiste en preguntar a la población sobre ciertas decisiones que podría modificar la dinámica del gobierno, o las relaciones del régimen con la sociedad.

·         Plebiscito: Propone a la sociedad la elección entre dos posibles alternativas.

·         Iniciativa popular y el derecho de petición: Abren la posibilidad de que los ciudadanos organizados participen directamente en el proceso legislativo  y en la forma de actuación de los poderes ejecutivos.

·         Derecho de revocación al mandato o de reclamación: Asegura  a la sociedad la posibilidad de arrebatar el mandato otorgado a un representante político, aunque haya ganado su posición a través de un  proceso legítimo, o bien modificar el curso de una decisión previamente tomada por el gobierno.

·         Audiencia pública, el derecho a la información, la consulta popular y la organización de cabildos abiertos: Métodos para mantener los conductos de comunicación entre el gobierno y la ciudadanía, permanentemente abiertos.

No obstante el hecho de que estos mecanismos de participación existan, no necesariamente significará que serán debidamente utilizados para que la sociedad gane terreno en la democracia contemporánea. La mejor participación ciudadana en la democracia, no es la que se manifiesta siempre y en todas las partes, sino la que se mantiene alerta; la que se propicia cuando es necesario impedir las desviaciones de quienes tienen la responsabilidad del gobierno, o encauzar demandas justas que no son atendidas con la debida profundidad.

Conservar un cierto equilibrio entre la participación de los ciudadanos y la capacidad de decisión del gobierno, es el dilema más importante para la consolidación de la democracia.  De este equilibrio depende la gobernabilidad de un sistema político que, generalmente, suele plantearse en términos de una sobrecarga de demandas y expectativas sobre una limitada capacidad de respuesta de los gobiernos. De modo que las democracias modernas se mueven entre ambas aspiraciones, demandas y capacidad de respuesta; entre participación ciudadana y capacidad de decisión del gobierno.

Como consecuencia, es posible ver en la democracia moderna que el ciudadano ha perdido esa condición de súbdito que tenía en otros tiempos, para comenzar a ser una suerte de cliente que demanda más y mejores servicios de su gobierno y un desempeño cada vez más eficiente de sus funcionarios; porque paga impuestos, vota y está consciente de los derechos que le dan protección. El ciudadano de nuestros días está lejos de la obediencia obligada que caracterizó a las poblaciones del mundo durante prácticamente toda la historia. La conquista de los derechos que condujeron finalmente al régimen democrático -derechos civiles, políticos y sociales- que cubrió un  largo trayecto, que culminó hasta hace unas décadas. 

Hoy en día lo que conocemos como democracia moderna, cada vez se gobierna menos en función de manuales y procedimientos burocráticos, y más en busca de las mejores respuestas posibles a las demandas públicas, que han salido a la luz como producto de una participación ciudadana activa. Debido a ello las acciones, prioridades y programas de gobierno, están siendo sustituidos gradualmente por una nueva visión apoyada en el diseño de políticas públicas. En dichas políticas la opinión de los ciudadanos cuenta desde la confección de los cursos de acción a seguir y durante los procesos que finalmente ponen en curso a las decisiones tomadas. Con ello se persigue sumar la participación ciudadana a las tareas del gobierno, realizando ejercicios de corresponsabilidad, entre distintas unidades de gobierno y de estas con la sociedad, orientada al bienestar social. Lo cual se traduce en una visión participativa de la administración pública. 

Los cambios que la cada vez más amplia participación ciudadana ha introducido en las prácticas de gobierno no se llegarían  a dimensionar por completo, sin el doble concepto de responsabilidad pública; es decir, la obligación que tienen los representantes políticos del Estado moderno, ante el pueblo que los nombró. En este sentido, buen parte de la evolución de los regímenes democráticos se explicarían como un esfuerzo continuo para ser más responsables a los gobiernos frente  a la sociedad.[vii]

La responsabilidad de los gobernantes constituye una de las preocupaciones centrales de las democracias modernas. No solo en términos de la capacidad de respuesta de los gobiernos a las demandas ciudadanas, sino el buen uso de los recursos legales que los ciudadanos depositan en sus representantes políticos.

En primera instancia.- La responsabilidad, en el sentido de que los gobernantes deben responder ante la sociedad que los eligió y ser consecuentes con sus demandas, expectativas y necesidades (Responsiveness).

En segunda instancia.- La obligación de rendir cuentas sobre su actuación en el mando gubernamental (Accountability). En ambos casos es indispensable la participación ciudadana: de un lado, para garantizar las respuestas flexibles que supone la democracia cotidiana, pero del otro lado para mantener una estrecha vigilancia sobre el uso de la autoridad concedida a los gobernantes.

Cabe precisar que la responsabilidad que atañe a los gobiernos de los regímenes democráticos, atraviesa también por el comportamiento de los ciudadanos. No todo depende de las elites de gobierno. Si bien son estas las que han de asumir mayores compromisos con el mantenimiento y es respeto a las reglas del juego  que hacen posible las democracias, lo cierto es que esa forma de gobierno  sería imposible sin un conjunto mínimo de valores éticos compartidos por la mayoría de la sociedad. Aunque los individuos no participen siempre y en todas partes, la consolidación de la democracia requiere mantener abierto los canales de la participación y despiertos lo valores que le dan identidad a ese régimen. 

Algunos de los valores y/o virtudes públicas, que convienen traer a colación para abonar al régimen democrático pueden proponerse los siguientes:

·         Responsabilidad ante sí mismos y ante los demás, pues el propio pues el propio régimen de libertades que hace posible la participación ciudadana es, al mismo tiempo, su frontera. Entendida como la responsabilidad de los ciudadanos frente a la construcción y la consolidación de la democracia. 

·         Tolerancia; es reconocer que nadie tiene el monopolio de la verdad y aprender a respetar los puntos de vista ajenos. Sin tolerancia, la participación ciudadana sería una práctica inútil: no llevaría al dialogo y a la reproducción de la democracia, sino  a la confrontación y a la guerra.

·         Solidaridad; entendida como un esfuerzo de cooperación social y una iniciativa surgida de la participación ciudadana para vivir mejor.

·         Justicia; hace alusión a una sociedad justa, aquella en la que sus miembros son solidarios responsables y tolerantes.[viii]

Parece prudente involucrar algunos términos asociados a los anteriores expuestos, en lo que se denomina la corresponsabilidad en materia y toma de decisiones públicas, no es posible hablar de participación ciudadana sin involucrar organizaciones sean no gubernamentales o institucionales pero garantes de la voluntad ciudadana y reconocidos por esta última, hablar de responsabilidad gubernamental compartida es hablar de “gobernanza”, el cual representa en las actuales condiciones un enfoque apropiado, quizás por cuestiones coyunturales como ha sucedido en muchas democracias la cual aunque se cuenten con democracias electorales, en un claro reconocimiento a instituciones  “cívicas” no necesariamente esto se ha traducido en la administración pública, por lo que el problema que puede presentarse es que el gobierno democrático acredite ser un agente capaz de dirección, coordinación y articulación de sus sociedades, con resultados relevantes, se trata del paso de la democracia como doctrina de forma de gobierno a la democracia como gobierno con capacidad gubernativa.[ix]

Como establece Luis F. Aguilar existen dos puntos centrales en la atención del ciudadano, quizás más, pero para fines de este documento se señalan dos: la capacidad administrativa (obligación del gobierno) y la vertiente pública entendiendo como el derecho o la obligación o la libre opción del ciudadano a comprometerse y corresponsabilizarse con el bien de su comunidad política y, por lo tanto, a constituirse en sujeto activo de la deliberación política sobre los asuntos públicos.

La aparición del concepto de gobernanza tiene que ver con una respuesta positiva a la pregunta del cómo evitar que una sociedad vaya a la deriva en circunstancias internas e internacionales que ponen a los gobiernos en situaciones difíciles, debido a que sus capacidades y poderes puedan ser rebasados o acotados por otras organizaciones poderosas que actúan dentro y fuera de las comunidades que dirigen, por lo que ya no pueden marcar la dirección a su sociedad ni llevar a buen término el esfuerzo colectivo con su sola guía y empeño, y el aporte del concepto de gobernanza es dar respuesta al proceso de dirección en la sociedad contemporánea.

Por lo anterior es posible concluir diciendo que para avanzar como sociedad, se requiere de una ciudadanía consciente, participativa y responsable de los asuntos públicos, en la medida de su participación en la toma de decisiones es la manera en que se puede entender la evolución de la política reflejada en su sociedad y establecida en sus comunidades. 

Algunos indicadores y relevancia de participación de jóvenes que votarán por primera vez

Conviene señalar la importancia de incentivar la participación ciudadana en jóvenes en los que se puede crear una conciencia cívica, además de invitarlos a participar con su voto en elecciones y motivarlos a tener una mayor participación en temas y asuntos públicos, en virtud de que ellos son los que pueden convertirse en cómplices para la creación de una sociedad participativa y hasta organizada.

Por lo anterior y de acuerdo a las proyecciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO),  en las elecciones federales y estatales del 2012, México tendrá el mayor número de potenciales nuevos votantes en la historia del país: se calcula que 8.5 millones de jóvenes habrán cumplido entre 18 y 20 años antes del primero de julio de ese año, lo cual fortalecerá en el sector económico para el periodo que inicia en ese mismo año la perspectiva que se denomina “bono demográfico” o una” gran ventana demográfica”, por las oportunidades que presenta para el desarrollo de un país el tener mayor porcentaje de población económicamente activa.

Semejante al panorama nacional, en Jalisco se estima que para las elecciones estatales del 2012, los jóvenes representarán el mayor potencial de electores en la entidad.

El Consejo estatal de Población (COEPO Jalisco) estima que 1, 326,014 jaliscienses se encontraban entre los 15 y 24 años de edad al 30 de junio de 2009, y de éstos, se estima que menos del 50% se dedica de manera exclusiva a los estudios al estimar que la población activa en Jalisco es de 684, 401 hombres y mujeres en el mismo rango de edad. A partir del año en mención, la población que fluctúa entre los 15 y 19 años de edad, por lo cual se calcula que en la entidad, se contará con  647, 482 jóvenes entre los 20 y 24 años edad, lo cual demuestra el gran potencial de votantes.

Si partimos del supuesto que el mayor porcentaje de estudiantes en Jalisco son originarios de la misma entidad, las cifras proporcionadas por la Secretaria de Educación para el ciclo escolar 2008-2009 parecen confirmar que un gran porcentaje de estudiantes se encuentran al margen de la educación formal,  al matricular para el ciclo escolar un total de 397,731 en los niveles superior y medio superior. (Ver Tabla 1)

Nivel o modalidad

Matrícula Total

Universidad de Guadalajara (organismo autónomo)

Bachillerato y Profesional Medio

238,140

122,243

51.3%

Licenciatura

159,591

75, 847

47.5%

Elaboración propia en base a las estadísticas de la DGPP de la SEP en su portal electrónico.

Es un lugar común reconocer que la clave para aprovechar el bono demográfico en nuestro país es la educación y el empleo, los cuales son los grandes impulsores del desarrollo económico de la nación, aun cuando es importante reconocer que esto no se puede aprovechar de manera desarticula del ejercicio de una ciudadanía informada, en pleno goce de sus derechos civiles y políticos

 

Bibliografía

Aguilar Villanueva, Luis F. Gobernanza y Gestión Pública. México. 2006.

Aristóteles. La política. Libro Cuarto. Porrúa. México. 1985.

Bobbio, Norberto. El futuro de la democracia. Fondo de Cultura Económica. México. 1986.

Cabrero Mendoza, Enrique. Acción pública y desarrollo local. Fondo de Cultura Económica. México. 2005.

Camps, Victoria. Virtudes públicas. Espasa-Calpe. España 1990.

Dahl, Robert. La poliarquía participación y oposición. Tecnos. España.1980.

Heller, Hermann. Teoría del Estado. Fondo de Cultura Económica. México. 1942.

Insunza Vera, Ernesto y Alberto J. Olvera, Coordinadores. Democratización, rendición de cuentas y sociedad civil; participación ciudadana y control social. CIESAS-Porrúa. México. 2006-2010.

Millbrath, Lester W. Political participation. How and why do people get involved in politics?, Rand McNally, Chicago. 1965.

Olías de Lima, Blanca. La nueva gestión pública. Prentince Hall. España. 2001.

Peschard, Jaqueline. La cultura política democrática. Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática. Núm 2. Instituto Federal Electoral. México. 1994.

Sartori, Giovanni. Elementos de teoría política. Alianza Editorial. España. 1992.

 



[i] Cfr. Hermann Heller. Teoría del Estado. Fondo de Cultura Económica. México. 1942.

[ii] Giovanni Sartori. Elementos de teoría política. Alianza Editorial. Madrid. 1992.

[iii] Aristóteles,  La política, Libro Cuarto, Porrúa, México, 1985.

[iv] Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, Fondo de Cultura Económica. 1986.

[v] Roberto Dahl, La poliarquía (participación y oposición), Tecnos, Madrid. 1980.

[vi] Lester W. Milbrath, Political Participatio. How and Why do People ger Involved in Politics?, Rand McNally, Chicago,1965.

[vii] La nota ésta y anterior es de Jaqueline Peschard. La cultura política democrática. Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, núm 2, Instituto Federal Electoral. 1994.

[viii] Victoria Camps, Virtudes públicas, Espasa Calpe. Madrid, 1990.

[ix] Luis F. Aguilar. Gobernanza y gestión pública. México. 2006.


Sincronía Winter 2010