La Retórica del Habla Juvenil
Patricia Córdova
Abundis.
Universidad de
Guadalajara
En La ciencia del Texto, Teun van Dijk
sugiere de manera titubeante hacer una distinción entre
estilística y retórica. Plantea que la retórica implica el
estudio de la manipulación consciente de
rasgos textuales que el hablante realiza con el fin de persuadir
a su auditorio. La retórica -nos dice- (...)noanaliza el
uso de la lengua como realización (involuntaria), que depende de
los factores situacionales (...)la estilística se ocupa de esta
tarea. (1983:124). Es decir, van Dijk parece identificar
como retórico aquellos mecanismos conscientes que el hablante
utiliza para persuadir; mientras que identifica como estilístico
a todas aquellas variantes lingüísticas que reflejan la
pertenencia y los roles sociales del hablante; siendo, por lo
tanto, lo estilístico una manifestación involuntaria. Sin
embargo, páginas más adelante, van Dijk rectifica y reconoce
que tal vez no es fácil ni razonable separar la
retórica de la estilística y de la pragmática (1983:126).
Acojo este último reconocimiento por parte de
van Dijk: no es posible y mucho menos conveniente intentar una
separación entre retórica y estilística a partir de criterios
tan difícilmente mensurables como lo es el grado de conciencia
con que se opta por hablar con un estilo u otro. Como hablantes,
sabemos que cuando hablamos estamos en una escala retórica
del habla que nos lleva del automatismo en el uso
lingüístico a la selección minuciosa de una u otra
variedad lingüística, con el propósito de significar
correctamente la información o con el propósito de incidir
expresivamente en nuestro interlocutor. Vamos de la intuición
lingüística a la conciencia lingüística y de ésta a un uso
no premeditado de las variedades. Recorremos la escala retórica
del habla siguendo motivaciones personales y sociales y
respondiendo a necesidades contextuales lingüísticas y a
necesidades contextuales extralingüísticas.
Uso consciente
Intuición lingüística
Uso No consciente
de recursos estilísticos
de recursos estilísticos
Podríamos decir que esta escala es la escala
que los hablantes recorremos como seres sociales cada que
enunciamos. Los extremos del esta escala pragmaretórica bien
podrían ser, por un lado, el uso lingüístico no consciente
y, por otro, el uso lingüístico consciente. El recorrido de esa
escala está motivado por una fuerte tensión entre factores
sociales y factores individuales contenida en cada hablante.
Digamos que cada grupo social tiene expectativas lingüísticas
distintas de cada interlocutor, de cada grupo social que se le
opone, y de cada situación de habla. Cada que un sujeto
habla utiliza un registro discursivo[1]
cuya adecuación de uso está determinada por factores
socioculturales o por condiciones sociosemióticas y
sociosemánticas, al decir de Halliday (1978). De ello se
desprende que las partes del registro discursivo, a saber el tema
del discurso, el modo del discurso y el tono del
discurso, están determinadas por la procedencia social del
hablante, la situación de habla y por la naturaleza de los
interlocutores.
En esta naturaleza tridimensional del registro
discursivo, aparentemente tan trivial como puede ser una
clasificación tripartita, se pone en juego a cada instante la
vida o muerte simbólica del hombre en sociedad. De qué puedo
hablar, con qué intención, con que medio (escrito, oral, u
otros) y con qué grado de solemnidad o irreverencia, son las
preguntas que se despliegan cuando estudiamos el uso de la
lengua, pero también son los parámetros que sirven para valorar
si una actuación lingüística fue existosa o no. Hablar sobre
temas que grupos poderosos consideran inabordables, utilizando
modos audivisuales de comunicación y tener como
interlocutor a gran parte de la población, puede llevar incluso
al asesinato o desaparición de tales hablantes. Entonces, la
lucha por la vida o muerte simbólica a través de la
palabra se convierte en un lucha por la vida o la muerte del
cuerpo mismo. La palabra otorga la vida o la quita
porque es un medio para constituirnos individual y socialmente.
En este contexto analítico hemos elegido
estudiar la palabra de los jóvenes. Nos hemos preguntado
cómo viven o mueren los jóvenes a través de su habla. Los
avances de investigación que ahora presento están concentrados
en el estudio de un corpus de habla informal de
estudiantes de preparatoria. Hemos realizado aproximadamente seis
horas de videograbación y doce horas de audiograbación.
Nuestros informantes son principalmente estudiantes de la
preparatoria siete y de la preparatoria nueve de la Universidad
de Guadalajara. En principio, la investigación
surgió como una inquietud por conocer los estereotipos
sociolingüísticos y las variantes léxicas de los
jóvenes hacia objetos y sujetos sociales determinados. Cómo se
refieren los jóvenes a una biblioteca, cómo se refieren a un
bar, como a un auto, como a un autobús, cómo a un indígena,
cómo a un ejecutivo, etc. Se trabajo en esa etapa con
fotografías y audiograbadora; con estrategias de ablandamiento
previo frente a la inhibición que suele causar una grabadora. En
cuanto a las videograbaciones, éstas las realicé con la ayuda
de un estudiante de preparatoria, con el propósito de inhibir
menos y de capturar un habla lo más espontánea posible.
Funcionó. El relajamiento fue tal que puedo afirmar que el habla
videograbada es prototípicamente coloquial. Se trata de
conversaciones múltiples entre pares, en los jardines de
la escuela.
Presento a continuación un panorama
sintetizado de las tendencias retóricas en el nivel
microestructural, macroestructural y superestructural[2].
En el nivel microestructural identificamos
tendencias que abarcan variantes morfoléxicas, léxicas y
sintácticas. Las tendencias morfoléxicas y léxicas son
las que cuentan con una clara estigmatización social;
corresponden a un espacio periférico lingüístico en la
medida que sólo reflejanel vocabulario recurrente del habla
juvenil. No obstante, este nivel micro tiene una fuerte
significación sociosemiótica y sociosemántica, tal como
puede apreciarse cuando nos percatamos de que tales tendencias
lingüísticas convergen con lo que se ha dado en llamar el lenguaje
hipocorrecto (Bordieu, 1990). Lenguaje conformado por formas
disfemísticas, por las llamadas malas palabras o por
formas lingüísticas en general que no cuentan con un prestigio
sociolingüístico avalado por las instituciones formales
de la lengua (escuelas, academias, periódicos, etc.). El
lenguaje hipocorrecto fue originado en el contexto del llamado
movimiento contracultural de los años cincuenta con los beats
en San Francisco y más tarde en los años sesenta con los hippies.
En México, el movimiento se manifestó literariamente con la
llamada novela de la onda, con el movimiento cultural general de
los jipitecas, con la llegada del rock y todos sus valores
transgresivos e irreverentes. Lo trascendente de este contexto
sociosemiótico es que polariza la noción misma de prestigio
lingüístico, pues entre los grupos juveniles que comparten este
opción lingüística y sociosemiótica se privilegian las
formas lingüísticas disfemísticas.
Así pues, hemos encontrado una tendencia a
utilizar disfemismos típicos como güey, cabrón, pendejo,
pendeja, perro, perra, baboso, babosa, pinche vato, entre
otros. De estos nos interesa su función discursiva. Entre las
funciones discursivas del disfemismo, encontramos que pueden
utilizarse como marcadores conversacionales de control de
contacto. Es decir, son partículas que antes que tener
una función progresiva en la construcción del discurso
mismo, funcionan como llamadas de atención al interlocutor
para mantener o comprobar el contacto (Briz, 2001); son fórmulas
exhortativas y apelativas; es decir, son controladores del
contacto. En la medida que la conversaciones analizadas no son en
el sentido estricto diálogos, piezas en las que el turno
de habla se toma y se otorga armónicamente con el fin de llegar
a un conocimiento común, sino conversaciones informales en las
que el turno suele arrebatarse, el habla sobreponerse y los
tópicos cambiarse constantemente, en esa medida, la
conversación muestra una fuerte función egocéntrica (Briz,
2001) y una clara función expresiva, por medio de las
cuales los hablantes parecen regularmente anteponer su persona
ante sus interlocutores. El uso reiterado de tales marcadores
conversacionales de control de contacto y el hecho de que
los mismos sean disfemísticos nos lleva a afirmar que
existe una tendencia sociosemiótica cuyo potencial de
significado común es violentar al interlocutor por medio de la
palabra. El interlocutor acepta ese potencial de significado y lo
comparte en el momento que retribuye a su interlocutor con la
misma opción retórica. Veamos un ejemplo en el que los cuatro
hablantes son varones entre 16 y 17 años. El tema sobre el
incidente en una fiesta la noche anterior:
1.
C: Que te iba a decir güey//yo sí
estaba emputado por//por Liz?
D: [Eeeel que se enojo eras tú güey?]
C: ¿Yo??
A: [Sí ?//casi me pegas güey?]
D: [Hasta te paraste y te saliste?]
B: Aaa pues me estaba- me estaba rayando la
madre esa vieja/pues mejor se la raye yo solo?
A: [ Aaaaa? qué a toda madre ?que te
juntas con nosotros?]
B: [ Aaaaa?]
C: [ Pero también yo se la rayé?]
B: [ Saliste más cabrón que Chuy?]
A: [ Pinche bato?]
El uso de las llamadas malas
palabras en el habla juvenil es un uso
sociolingüístico cuya explicación sociosemiótica involucra no
sólo a los jóvenes mismos, sino a otros grupos sociales, entre
los que sin lugar a dudas estamos los profesores y los adultos en
general. Nada aportamos rechazando esta retórica del
disfemismo en el habla juvenil. Me explico siguiendo de
entrada a José Avello Flores y Antonio Muñoz Carrión (2002).
Estos investigadores de la juventud contemporánea han
sintetizado en una frase el estado de desamparo comunicativo en
que viven los jóvenes en la actualidad, afirman: Se deja
de ser joven justamente cuando se recupera la palabra.
(2002:43) Para estos autores, la sociedad globalizante envía
mensajes contradictorios a los jóvenes. Por un lado se les dice
obedece, sigue las reglas del sistema; pero, por otro
lado, se les dice sé tú mismo, sigue tus propias
reglas. Tal estado contradictorio y el hecho de que ya no
el joven sino lo joven, sin discurso propio, sea
presentado como un objeto de deseo de la sociedad en general,
provoca que la respuesta del joven no pueda ser a través del
logos, del verbo, pero sí a través del mito, el mito de la
juventud como impacto visual. De ahí que los jóvenes pierdan la
palabra y respondan con emociones que se constituyen en lo que
podríamos denominar tres manifestaciones sociosemióticas que
son tendencias en este grupo social:
1. la
estética de la violencia,
2. la
estética del estupor (de la pérdida de las habilidades
intelectuales) y
3. la
estética de la parodia o la burla
En la retórica del habla juvenil encontramos precisamente tales
tendencias estéticas que, como toda estética, son respuestas o
propuestas no racionales a un contexto, a un conjunto de
circunstancias. La estética de la violencia[3] se
manifiesta constantemente de manera antropocéntrica y de manera
egocéntrica: el joven llama cabrón al otro, pero
también se llama a a sí mismo cabrón. Tal
estética de la violencia se confirma en la prosodia que es
utilizada: tonos altos y sostenidos.
Debemos agregar que esta estética de la violencia en el habla
juvenil se manifiesta también más allá de los marcadores
conversacionales que, como ya se señaló son partículas
pragmáticas que involucran al que habla y al que escucha. El
disfemismo se usa incluso en la composición morfoléxica con que
se refieren las acciones; es decir, se trata de disfemismos que
son verbos metafóricos o perífrasis verbales recurrentes.
Veamos los siguientes ejemplos:
2.
1. ¿No te
laten los hombres G?
2. Yo sí estaba
emputado por Liz
3. Yo no me
puse pedo güey la neta.
4. Me estaba rayando
la madre esa vieja
5. Pero también
yo se la rayé
6. Nada más estuvo
tirando mierda güey
7. Es que hay
formas de tirar mierda/// a veces se tira mierda
porque quieres algo?//si por ejemplo este no sé?//el pinche este
no sé?/este güey le tira mierda de pendejo?
8. Yo a
este bato la otra vez le tumbe su carro
9. Me escame porque
le chingue su caja (de velocidades del carro)
10. Abrir a todos//o sea Pablo
también se va abrir güey y se van abrir todos.
Un verbo que llama la atención y que está
siendo utilizado como omnibusverba y que sorprende por el
sentido gráfico que cobra al asociarlo siempre a lo humano es el
verbo abrir. Los jóvenes dicen abrir el
birote abrir un compañero; dicen mira te
quiere abrir cuando alguien quiere afectar a otro. Te
quiere abrir es te quiere perjudicar. Según
parece el origen de esa metáfora que ahora es un cliché,
es un origen motivado, con esa estética de la violencia: dañar
al compañero es abrirlo como se abre un birote o un fruto.
La misma tendencia encontramos en las
interjecciones impropias que son recurrentes marcas pragmáticas
que sirven para reprochar al interlocutor. Aparecen ejemplos
como: ¡Qué perro uhh!,¡Ah qué a toda
madre!, ¡Pinche vato!, entre otras.
Recurrencias microestructurales que no tienen que ver con esta llamada estética de la violencia son ciertos acortamientos léxicos como: tranquis por tranquilo, bro por brother, chesco por refresco, chachapor muchacha; alargamientos léxicos como: simón.
Las tendencias sintácticas encontradas son las típicas del
habla coloquial. Encontramos una sintaxis parcelada que rompe con
el prototipo de escrituralidad de la oración completa en
relaciones de hipotaxis o parataxis[4]. Como es bien sabido, en el habla coloquial
es más frecuente la parataxis y sobre todo es frecuente dejar el
enunciado suspendido, como se refiere Antonio Narbona al
fenómeno del frecuente anacoluto en el habla. Veamos un ejemplo:
3.
C: Es que a las viejas no les late manejar güey//lo hacen por
acá güey
B: por necesidad
C: por necesidad
A: [Sí /yo también tengo una amiga
que//también//maneja es bien cafre//pero maneja bien perro
güey]
C: [Cuando lo
D: [Sí cuando ya las enseñas] a manejar es porque// ya
quiero empezar§
C:
§ porque ya tiene ganas güey// pero
cuando le enseñas....
B: [Pues sí]
D: [No más bien porque] en cambio de hombre sabes que lo
necesitas?
Es importante señalar que esta tendencia microestructural en la
sintaxis del habla no es exclusiva de grupos con poca cultura
escritural como puede ser buena parte de los estudiantes de
preparatoria. El enunciado suspendido lo podemos utilizar todos
porque en el habla coloquial la significación se cierra
con los llamados códigos paralingüísticos: la kinésica y la
prosodia principalmente. O también se deja suspendido el
enunciado porque los hablantes que compartimos una situación de
habla coloquial por lo general compartimos información, quedando
sobreentendida la misma cuando se habla, o porque, en la
medida que en el registro coloquial es más importante la carga
subjetiva de la expresividad, ésta acaba sometiendo el contenido
proposicional mismo de nuestro enunciados[5].
En lo que resta de esta exposición me gustaría abordar un
fenómeno de la retórica del habla juvenil que engloba el nivel
macroestructural lingüístico y el superestructural. Me refiero
a la argumentación[6] recurrente en este registro discursivo y a la
explicación sociosemiótica que se podrá hacer de los
resultados. Una conjetura esencial en este tema es el hecho de
que en el habla coloquial juvenil los argumentos suelen carecer
de una creatividad lógica y sintáctica y suelen supeditarse a
un saber estereotipado. Podemos afirmar que existe una co-construcción
argumentativa entre los jóvenes que legitima una visión
estereotipada del mundo y los seres que lo circundan. Este saber
estereotipado suele aparecer en argumentos que se construyen con
tautologías; con afirmaciones no respaldadas con
información o conclusiones, y que, por lo tanto, quedan como
generalizaciones infundadas; con ambigüedades y con
contradicciones. De ahí que estas formas argumentativas constituyan
fenómenos discursivos que comprueban la referida estética
del estupor, en tanto que pérdida de las habilidades
intelectuales. Los jóvenes tienden a desdeñar la exposición
argumentativa clara porque la misma rompería con el
juvenilismo que otorga la tendencia sociosemiótica
del estupor. Ser joven es ser ligero y negarse a mostrar interés
por los alrededores; por ello, nuestros jóvenes, y los niños
que los imitan, constantemente dicen qué aburrido.
Es importante señalar que la existencia de esta tendencia
sociosemiótica del estupor no significa que los jóvenes
carezcan de lenguaje de manera inherente. En todo caso, la
tendencia sociosemiótica del estupor es una ficción
social que impone formas de comportamiento simbólico a
través de una retórica específica, de un vestuario
específico y de una kinésica específica. En ese sentido,
la tendencia sociosemiótica palpita y demanda a los grupos
sociales implicados una forma de hablar y de actuar. El precio de
no asumir esta tendencia, implicaría que el joven fuera
rechazado por el grupo. El joven que intenta una sólida
argumentación sobre el tema en turno, es proscrito del grupo.
Los temas sobre los que se argumenta en este tipo de habla son
aquellos que abarca la cotidianeidad de los hablantes mismos.
Estos temas con sus respectivos argumentos representan las
macroestructuras principales. Presento, ahora, los
resultados sobre una de las transcripciones de una
conversación entre cuatro jóvenes varones. El primer
argumento es sobre una filosofía de la vida
optimista en la que se acude a una argumentación por medio
de la generalización hay que verlo bien, tanto lo
bueno como lo malo. La transcripción es la siguiente:
1. Filosofia
de la vida.
B: no güey es que hay que todo lo malo y bueno hay que verlo
bien ¿o qué?
D: Pues sí
A: No pues no sé
La argumentación teniendo como estrategia la ejemplificación se aprecia en el tema como reprender a los amigos. Obsérvese la primera intervención de A en 2. Ahí mismo encontramos la estrategia de relativización de la información; las conclusiones del argumento se circunscriben a condiciones determinadas, tal como puede apreciarse en las dos últimas intervenciones de B y C en la siguiente transcripción:
2. Cómo
reprender a los amigos:
A: Ocupas saber a quien decirle cómo/ porque
no sé hay güeyes que si les dices suavecito no agarran el
pedo/ y es de que les dices CABRÓN NO SEAS PENDEJO Y la chingada
y ya lo agarran y a veces hay unos que te dicen que si me dices
tranquis pues no§
B:
§ pues no/ lo toman como broma
A: tienes que decirme tienes que decirme
fuerte§
B:
§a güevo yo sí me enojo por cosas que yo sé
que están mal que para mi están mal.
(...)
C: Ah pues si güey uno yo agarro el pedo
cuando la neta sé que estoy mal güey/pero cuando no yo no voy a
cambiar
Otro mecanismo o estrategia argumentativa es la ambiguación. En
estos casos, el argumento no cuenta con una claridad en la
construcción lógica verbal y se acude a un contexto de
información tácita regularmente compartida entre los hablantes.
En el siguiente caso, se refieren a el tema musical
Lazao como el remedio musical para el malestar
espiritual o psicológico. En este caso encontramos la
posibilidad de comprobar la tesis de la
argumentatividad radical de Anscombre y Ducrot (1994)
en la que los autores plantean que el argumento subyace al uso de
los conectores lingüísticos, como por lo tanto,
sin embargo, de ahí que, etcétera. Anscombre
y Ducrot consideran que la argumentación viene empaquetada en la
elección misma de los predicados y del vocabulario. Así, en
este caso, nuestro argumento transcrito comprueba que no se
requiere de conectores lingüísticos para argumentar; e incluso
se pueden omitir predicados enteros como en siguiente
ejemplo, en el que suponemos que gramaticalmente antecedería un
es bueno escuchar Lazao:
3. La música
alivia el dolor
A: Está bien tumbada esta rola güey// en
ocasiones que te va de la mierda/// Lazao
Un saber estereotipado sobre la mujer feminista, lo encontramos en el siguiente ejemplo. Las estrategias argumentativas van desde la generalización con disfemismos, en la primera intervención del hablante B, hasta la iteración con el hablante A, quien cierra el período oracional abierto por el hablante D, no se puede(...), con (...)porque es feminismo y (...)tiene sus ondas feministas. La estrategia argumentativa combina la generalización con la iteración y la ambiguación al referirse a sus ondas feministas.
4. El
feminismo es intransigente
B: Es que el pedo es una pinche feminista
culera güey
C: Sí
D: Pero lo malo / es que//o sea// no se
puede-
A: Porque es feminismo güey
(...)
A: Tiene tiene sus ondas feministas
güey que le pasa pero-
De igual manera en el siguiente ejemplo, se puede observar el saber estereotipado que constrasta con las expectativas que se suele tener de un hablante de alrededor de 18 años. Se plantea con generalizaciones que las mujeres son: más precavidas, más nerviosas, más tensas, no les late manejar. Sobresale la estrategia argumentativa tautológica en [las mujeres] cuando manejan chido manejan bien chido; este argumento sería uno de los positivos alrededor de la mujer, pero la tautología implica, en cierta forma, una nulificación del argumento, pues la fórmula lógica de la tautología es un sí porque sí. En el siguiente fragmento también sobresale el cierre argumentativo, a través de una oposición entre hombres y mujeres se establece que de hombre sabes que lo necesitas, refiriéndose a manejar. El carácter conservador del argumento, el hombre sabe que lo necesita, que necesita manejar, sorprende porque se trata de hablantes jóvenes en los que, teóricamente, habría visiones abiertas y modernas sobre los roles de género. De esta manera, podemos afirmar que confluyen estrategias argumentativas laxas y un contenido estereotipado; ambos elementos permiten confirmar que, al menos en este caso, el estupor es una tendencia sociosemiótica entre los jóvenes[7].
5. Las
mujeres son distintas a los hombres.
(...)
A: Es que se ponen más nerviosas
C: Van más tensas güey van
(...)
A: Cuando manejan chido manejan bien chido
(...)
C: Es que a las viejas no les late manejar
güey// lo hacen por acá güey
(...)
D: No más bien porque en cambio de hombre
sabes que lo necesitas
A: El pedo es de que aprendes a manejar
pero luego no tienes carro güey
La importancia del sexo prematrimonial se pone en las siguientes líneas. El motivo para para tal tipo de relaciones sexuales es por un lado, no caer en el fastidio y, por otro, conocer a la que será la esposa. El contenido contrasta con el anterior, en el sentido de que se aceptan las relacions sexuales con la próxima esposa. La estrategia argumentativa de ambiguación aparece de nuevo cuando el hablante A deja colgado el argumento: No nada más imagínate casarte de blanco güey y que te salgoa// bueno que salga...
6. El sexo
prematrimonial es bueno.
A: Si güey/// una desquitada// si no
existiera eso el mundo sería un fastidio//imagínate
güey// es como§
C:
§Sin viejas para fajar
A:
§Sin sexo premaritano
(...)
A: No nada más imagínate casarte de
blanco güey y que te salga// bueno que salga...
7. Polemizar
es mentar madres
Hablan sobre un programa de radio
que realizarán en el marco de una clase:
A: No no
no (...) llegamos mentando madres para que sea polémico.
Como se puede observar los argumentos
son en ocasiones co-construidos entre dos hablantes o más. En
otras ocasiones son afirmaciones sin la solidez que surge cuando
respaldamos con información y garantías los argumentos. En
general, la flacidez con que se construyen los argumentos confirman
lo señalado con respecto al estado de invalidez argumentativa
con que sobreviven los jóvenes. El aspecto transgresivo de su
lenguaje hipocorrecto no coincide con una argumentación
transgresiva; su argumentación es antes bien una reproducción
de un saber estereotipado. En ese sentido podemos decir que la
retórica del habla juvenil vive una escisión: en la forma
lingüística es transgresiva y agresiva pero en el contenido
argumentativo es conservadora o incluso para-lógica.
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[1] La acepción de registro discursivo que tradicionamente se trabaja en los estudios sociolingüisticos y en el análisis del discurso, en general, es la acepción de Halliday. Este autor plantea que el registro del discurso contiene un potencial de significado que se correlación semánticamente con el entorno sociosemiótico. La importancia y originalidad de este planteamiento está en que anteriormente el registro discursivo se comprendia como un fenómeno lexicogramatical, al margen del contexto sociosemiótico en que acontece la enunciación. Halliday (1978:48) advierte, pues, que el registro discursivo se compone de: a)campo del discurso. Marco institucional en que se produce un trozo de lenguaje, un tema. Incluye la actividad del hablante en determinado marco; b)tenor, estilo o tono del discurso. Grado de carga emotiva que hay en la interacción. Además del grado de formalidad; y c)modo del discurso. Todo lo que tiene que ver con el canal elegido. Este canal puede ser la escritura prototípica o el habla prototípica.
[2] Estos tres niveles de análisis son los mismos que presenta Van Dijk (1983). El nivel microestructural comprende los fenómenos que Van Dijk llama secuenciales. En nuestro caso, consideramos como fenómenos microestructurales todos aquellos que abarcan desde el fenómeno fonológico hasta el fenómeno oracional. Se incluye, pues, las varientes sintácticas, léxicas, morfológicas y fonológicas. Variantes que son significativas en tanto que establecen correlaciones con el estilo del texto. En el nivel macroestructual se incluye la ordenación semántica de las secuencias en el texto. Finalmente, en el nivel superestructural se analiza la composición textual misma en tanto que género discursivo y su relación con el contexto sociocultural en que emerge. Se consideran las partes del texto.
[3] En el presente trabajo se presentan los elementos retóricos que corroboran una estética de la violencia en el habla juvenil. Más adelante, como puede observarse, se presentan orientaciones argumentativas que convergen con una estética del estupor, en tanto que se trata de estrategias argumentativas que dejan el argumento sin cerrar o planteado de manera ambigua. Esta tendencia argumentativa confirma lo que podría denominarse un relajamiento de las capacidades intelectuales. La estética de la parodia o de la burla no han sido abordada en este trabajo; sin embargo, en una dimensión conjetural, planteamos que efectivamente los jóvenes tienden a resolver con la burla muchas de sus actitudes hacia el interlocutor y hacia el ámbito que los circunda.
[4] El análisis de la sintaxis del habla ha sido estudiada por diversos autores, entre los que se encuentran: Seco, 1973; Cortés Rodríguez, 1986; Vigara Tauste, 1992; Briz ,1996); Narbona, Cano y Morillo, 1998; Blanche Benveniste, 1998; Córdova, 2000 y 2002.
[5] Para una revisión de la ordenación subjetiva del discurso en el habla coloquial véase Vigara Tauste (1992).
[6] Comprendemos como argumentación aquellos planteamientos que implican un juicio sobre cualquier objeto, sujeto o acontecimiento humano. Tal juicio no debe contar necesariamente con la estructura proposicional de un entimema o de una tesis, para que se constituya en argumento. Una afirmación puede constituir un argumento si de la misma emana una actitud ideológica del hablante. Rechazar o aceptar por medio de interjecciones también constituyen argumentos. Esta acepción de la argumentación simpatiza con la teoría de la argumentación radical de Anscombre y Ducrot (1994), en la que se plantea que la argumentación subyace en la selección misma de la palabras, de las variantes léxicas utilizadas. Existen autores que han distinguido entre argumento y argumentación, atribuyéndole al primero la acepción fuerte en el sentido de referirse a la existencia mínima de dos proposiciones, en las que la segunda se desprende de la primera (Férnandez Ruiz, 2000). Una vez dicho esto, el lector comprenderá la selección de párrafos de extensión variable que se realiza más adelante y que se presentan como sucesos argumentativos.
[7] Es necesario insistir en que la formas de comunicación ordinaria entre los grupos representan contextos en los que confluyen ficciones sociales que se materializan en los estereotipos. La existencia de los estereotipos retóricos y sociosemióticos es una existencia sui generis porque el estereotipo parece tener una existencia autónoma, al margen de la conciencia de los individuos. Los hablantes pueden saber o intuir el carácter ficticio de los estereotipos, pero no pueden renunciar a su utilización porque simple y sencillamente sería deterrados del contexto comunicativo que exige su uso.
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Sincronía Primavera 2005