Sincronía Spring 2010
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El
Discurso Nacional en la tragedia. Evaluación Ex Post Terremoto del 27-02.
Por René Fernández
Montt
Miembro del Staff
académico del Informe de Coyuntura Financiera.
Miembro del
Directorio del Expertos del Departamento de Gestión y Políticas Públicas de
Miembro de Mensa
Internacional.
Por Korstanje
Maximiliano E.
International Society for Philosophers,
Philosophical Society of
Universidad de Palermo
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Resumen
El siguiente trabajo intentará examinar
meticulosamente el discurso político nacionalista del programa solidario Chile
ayuda a Chile transmitido por vez única entre el 05 y 06 de Marzo de 2010 con
el fin de recaudar fondos de ayuda para las víctimas del terremoto que azotó a ese
país. El discurso nacionalista chileno se encuentra estructurado en 5 variables
principales: belleza, coacción, deporte u
ocio, estratificación social y grado de producción material o materialidad.
Cada uno de estos componentes construye un discurso que opera dentro del
imaginario social con arreglo a un “ser nacional” que además de secular es
sagrado, hecho por el cual no desaparece (a pesar de las preocupaciones de los
padres fundadores de la sociología). El Estado, como la religión se ha
transformado, pero sigue ocupando un papel importante en la vida de los
hombres. La secularización sólo ha comprendido la separación material y ha
recortado la influencia de
Palabras Claves:
Desastre, Chile, Ayuda, Solidaridad, Discurso, Nacionalismo.
Introducción
¿Puede la ayuda ser para sí mismo?, y si es
así ¿puede ser llamada ayuda?, son dos interrogantes que surgen al apreciar por
televisión el Show mediático Chile ayuda
a Chile, transmitido por la televisión de dicho país, cuyo fin estuvo
orientado a recaudar fondos para la reconstrucción de las ciudades chilenas
luego del reciente terremoto sucedido en Febrero del 2010. Apenas unas cuantas
semanas lo distanciaban de otro sismo en Haití que habíase llevado la vida de
miles de personas. ¿Se habrán olvidado o mejor dicho porque no hacer un show
que sea el mundo ayuda a Haití y a Chile?. Seguramente por asuntos
organizativos resultaba complejo, así que en España, Argentina y algunos otros
países se organizaron espectáculos masivos para colaborar con Chile. Ello
sumado a la colaboración presentada por distintos Jefes de Estado o sus
representantes, aportó materialmente a la reconstrucción o mejor dicho, a la
solución de emergencia. La tragedia se había instalado entre nosotros pero para
poder comprenderla había que estudiarla, incluso hablaba sobre nuestras
miserias. La cercanía la hacía potencialmente angustiante. Cruzada solidaria,
la llamaban algunos locutores y periodistas, un nombre que hace siglos se le
daba a las campañas bélicas a Medio Oriente. Puede ¿una cruzada ser solidaria?,
¿contra quien se supone que peleamos?, ¿contra la naturaleza?, ¿contra nosotros
mismos?.
Si como suponía Baudrillard, vivimos un
declinar del Estado Nación y de la religión, puede explicarse ese resurgir
luego de una tragedia natural. El presente estudio focaliza en como y con que
elementos semánticos el nacionalismo construye un discurso tendiente a
alimentar su propia lógica ante la adversidad, el caos, la anarquía y el
desorden. La naturaleza, indomesticable y percibida siempre como hostil es
invertida y sublimada a través de la figura del perro de rescate, el que
orientado a salvar vidas humanas es por sobre todas las cosas un fiel patriota
chileno que iza la bandera al unísono de sus entrenadores y el público
presente. Nuestra tesis central es que lejos de desaparecer, el nacionalismo y
el Estado-Nación parecen haberse transformado y gozar de buena salud. El
nacionalismo chileno ha sido activado ante un hecho de inmensas proporciones
como el terremoto acaecido durante fines de Febrero. Palabras como garra, ponerse
de pie, y batalla aparecen en casi todos los testimonios de sobrevivientes como
así también en la voz-en-off de los locutores o conductores que se han sumado
al show, sin esta instancia, sólo se observa en lides deportivas. El
sobreviviente tiene un valor fundamental en la construcción del “sentir
nacional” por cuanto puede dar testimonio de lo sucedido. Es necesario y
funcional al discurso.
Discusión
Preliminar
Uno de los antecedentes históricos de mayor
envergadura que cuestionó seriamente los postulados eclesiásticos fue el
terremoto de Lisboa del 1 de Noviembre de 1755, las vidas humanas perdidas
fueron aproximadamente de 70.000 o 100.000 y los daños materiales
incalculables, incluso la residencia real se vio totalmente destruida. Si bien
había habido similares eventos en Jamaica y Sicilia, este terremoto sacudía
directamente a una ciudad esplendida, supuestamente rodeada de poder y riqueza
y en consecuencia ajena a la debacle. Además, el desastre sucedió en un momento
de la historia de las ideas en el cual se comenzaba a cuestionar la figura de
un Dios sobre-protector y bondadoso. Para los creyentes más acérrimos, Lisboa
representó el castigo de Dios por la corrupción, la ostentación y el pecado
mientras que para los agnósticos, era la prueba definitiva de la necesidad de
una Ciencia que permitiera comprender este tipo de eventos, estudiarlos
objetivamente y diseñar construcciones lo suficientemente resistentes; en pocas
palabras, nace la sismografía como disciplina científica ajena a la autoridad
de
Para Foucault el origen del estado como forma organizada nace de la guerra y del principio económico subyacente. Ésta no debe ser comprendida como la continuación de la política sino como la expulsión del Estado de Derecho a sus límites externos, dando origen al discurso de la sociedad misma. Dice, al respecto, nuestro filósofo “la paradoja surge en el momento mismo de esa transformación (o tal vez inmediatamente después). Cuando la guerra fue expulsada a los límites del Estado, centralizada a la vez en su práctica y rechazada a su frontera, apareció cierto discurso: un discurso extraño, novedoso. Novedoso, en primer lugar, porque creo que fue el primer discurso histórico político sobre la sociedad y resultó muy diferente del discurso filosófico jurídico que solía tener vigencia hasta entonces “(Foucault, 2001: 54).
La vida no-política no representa la paz por otros medios, ni la guerra la continuación de la política. Para Foucault, la guerra se configura como un reestructurador del orden social y no desaparece con la civilidad. Su forma de operación se asocia a la lógica binaria de opuestos. Los grupos civiles se encuentran enfrentados dando origen al conflicto contrastando de dos grupos en pugna. La historia, escribe Foucault, es el discurso de quien “dice la verdad”, su verdad, la verdad que impone por medio de las armas y la masacre dando origen el principio de la ley. La proposición del discurso político habla de un “nosotros” disfrazando los verdaderos intereses del yo. La verdad sólo es una construcción arbitraria asociada a la fuerza de quien ejercer el poder. El discurso del poder intenta trastocar los valores desde lo oculto, desde abajo, desde lo confuso, por todo aquellos que es “condenado al azar”; la oscuridad de la contingencia y el futuro con el fin de pedir a los dioses que iluminen el camino por medio del trabajo y el orden. Se obtiene de este razonamiento un eje construido en la irracionalidad en forma tosca y bruta en la cual “resplandece” la verdad, a medida que ella se va haciendo más elevada la racionalidad se hace frágil y temporal, vinculada ésta última a la ilusión y la maldad. En el otro ángulo del eje se encuentra la brutalidad como oposición a la maldad. De esta forma, la doctrina jurídica separa la justicia, el bien y la verdad de aquellos azares violentos enraizados en la historia. Sin lugar a dudas, Foucault se encuentra orientado a criticar las malas interpretaciones sobre el legado tanto de Hobbes con su Leviatán como de Maquiavelo con el Príncipe.
La dialéctica del
discurso histórico en ambos reivindicaba la figura del monarca, pero ello era
en apariencia, en el fondo ella socavaba su más integra autoridad y “le cortaba
la cabeza al rey”. El discurso de la lucha contra el rey surge a mediados del
siglo XVII como resultado de diversos factores. Desde luego, dicha
conflagración enmascara la verdadera razón de ser de la política la lucha
bipolar entre dos bandos antagónicos sin la cual el poder no puede
centralizarse. La “lucha de razas” que ha caracterizado, entonces, al siglo
XVII y que se ha prolongado hasta mediados del XX, ha sido la idea primigenia
“de defensa de la sociedad” como la entiende Foucault (idea que se desarrolla
bajo genealogía del racismo). La centralización y posterior reconversión del
discurso con respecto a la lucha, adaptación y eliminación de las “razas”
sugiere la idea mítica que sólo una de ellas es la verdadera, la autorizada a
ejercer el poder. La norma, de la raza que se autodenomina “superior al resto”
se encuentra asociada a la idea de “degeneración” del grupo subordinado e
instituye su cuerpo de acción legal-racional en un supuesto consenso del Estado
Nación.
Seguridad y
Contingencia
En consonancia con la línea del tratamiento
foucaultiano, las sociedades consideran su seguridad interna en base a la buena
fortuna y a los criterios de escasez que de ella se desprenden. En efecto, la
escasez debe comprenderse como un estado de impotencia que cualquier Estado
quiere evitar. A la interpretación que la sociedad hace de la contingencia,
Foucault la llama problema del acontecimiento. La penuria que provoca cualquier
alza de precios debido a la escasez está asociada a la autopercepción de que
tal estado se ha debido a una falta por parte de la humanidad, ya sea por
excesiva ambición o credulidad. Entendida, entonces, la escasez como parte de
la “mala suerte” y ésta última de la “mala índole humana”, existe alrededor todo
un sistema jurídico y disciplinario con el fin de amortiguar los efectos de la
escasez en la población: el control de precios.
Ahora bien, ¿cuál es según Foucault la
diferencia entre un dispositivo disciplinario y uno de seguridad?. El
dispositivo disciplinario aplica sobre el desvío a la norma jurídica mientras
el segundo regula de antemano los factores que infieren en la seguridad
interna. Por ejemplo, la articulación de una estrategia de restricción en
importación o exportación de granos puede subir o bajar su precio según el
resultado deseado en forma anticipada al acontecimiento propiamente dicho. En
otros términos, la seguridad tiende a lidiar con la continencia de las
decisiones en materia de organización. Asimismo el concepto de seguridad comprende
también al disciplinario y legal. El adoctrinamiento de los individuos en
sociedad da lugar a la población como un concepto más complejo destinado a
formar parte de un sistema holístico de oferta y demanda. Según Foucault, una
mala cosecha puede despertar hambre, una suba generalizada en el precio del
grano en un país determinado, no obstante, sabiendo de esa situación los países
circundantes especularán sobre cual es el momento oportuno (según sus propios
intereses) para venderles granos. Como ellos no saben cual será la estrategia
de otros proveedores se lanzarán compulsivamente a vender granos e
indefectiblemente bajarán los precios. En consecuencia, la escasez definida
como tal tiende a ser una “quimera”, término que toma de Abeille. ¿Empero que pasaría
si la gente desespera antes y arremete contra los aprovisionamientos de trigo
apenas es recibida la noticia de la mala cosecha?.
Si la disciplina fija la estrategia, la
seguridad hace lo propio con el caso, el riesgo y la crisis. La función de la seguridad
es crear dentro de la sociedad el consenso necesario para aceptar la situación
dentro de ciertos límites que llevan a aislar la peligrosidad. Es precisamente,
lo que el autor llama “normalización disciplinaria” la cual consiste en crear
un modelo con el cual se identifican los miembros de cierto grupo. Partiendo de
la base que lo normal es aquello que puede ser adecuado a la norma, Foucault
arguye que las prácticas médicas con respecto a las enfermedades representan un
claro ejemplo de cómo trabajan y se crean los dispositivos de seguridad. La
vacuna, el ejemplo traído a colación por el autor es sobre la viruela que azotó
Europa en el siglo XVII, tiene como característica tomar un aspecto de la
enfermedad e inocularla (en dosis reducidas) disminuyendo su peligrosidad sobre
el organismo. La vacuna no intenta suprimir la enfermedad, acepta su existencia
pero la circunscribe dentro de cierta normalidad fijada arbitrariamente.
Estamos, en consecuencia, en presencia del caso el cual tiene como función servir
de barómetro a las autoridades médicas. En ocasiones, la enfermedad o el
peligro pueden enquistarse en cierto territorio dando origen a lo que Foucault
denomina “enfermedad reinante”. Identificada a un especio y tiempo específico,
los nacidos en ese territorio poseen cierto riesgo de contraer la enfermedad en
tanto que su proximidad geográfica remite a la idea de peligrosidad. A medida
que más cerca se esté del territorio infectado o de los grupos infectados mayor
será el riesgo de contraer la enfermedad. Lo cierto, en su explicación parece
ser que –a diferencia de la disciplina que prohíbe- la seguridad opera desde y
en la realidad aceptando la contrariedad pero limitando sus efectos. Bajo dicha
lógica, los riesgos diferenciales implican una idea de peligrosidad o amenaza.
En el momento en que los casos de contagio duplican o exceden los rangos de
normalidad a pesar de las medidas llevadas a cabo para reducirlos, surge el
estado de crisis. Por lo tanto, Foucault debe admitir “caso, riesgo, peligro, crisis: se trata, creo de nociones novedosas, al
menos en su campo de aplicación y en las técnicas que exigen, pues va a haber
precisamente toda una serie de formas de intervención cuya meta será la misma
que antes, a saber, anular lisa y llanamente la enfermedad en todos los sujeto
en los cuales ésta se presente, o impedir que los sujetos enfermos tengan
contacto con los sanos” (ibid: 82).
La distancia geográfica entre los enfermos y
los sanos remite al aislamiento como mecanismo de profilaxis que articulan las
sociedades para mantener un grado acorde de normalidad. Las explicaciones del
profesor Foucault apuntan a la ciudad como lugar paradójico de seguridad e
inseguridad para la población y su príncipe. El siglo decimonónico es testigo
de una nueva forma de concebir la población vinculada a la forma de gobierno en
situaciones favorables y adversas. El gobierno de la población y la
introducción de la economía como instrumento que permitirá legitimar ese
gobierno son dos factores capitales en la construcción de poder. Un poder
aplicable a la población en forma recursiva, de arriba hacia abajo
(descendente) y de abajo hacia arriba (ascendente). La primera hace referencia
al poder de policía mientras la segunda al carisma del príncipe (la posibilidad
de dar soluciones a los problemas cotidianos).
Desastres y
Causalidad
Los hombres mantienen la tendencia a
encontrar en todos los eventos una causalidad, escribía en su Ensayo Sobre el
Libre Albedrío Arthur Schopenhauer. “La
forma más general de nuestro entendimiento se ordena de acuerdo con el
principio de causalidad, y gracias a este principio podemos asistir al
espectáculo del mundo como un conjunto armonioso y ordenado, dado que nos hace
concebir como efectos y modificaciones que se presentan como órganos a nuestros
sentidos. Tan pronto como se ha experimentado la sensación, y sin que ocurra a
ello una educación o experiencias previas, pasamos inmediatamente de esa
modificación a sus causas. Gracias a la misma operación que ejecuta allí la
inteligencia, tales objetos se nos presentan como situados en el espacio. De
ahí se sigue que el principio de causalidad se nos presente como un principio
necesario, a priori, y como condición de ordenamiento de todo el mundo de la
experiencia” (Schopenhauer, 2007: 39-40).
Con clara influencia del filósofo romano
Lucrecio, Nietzsche sostiene que inicialmente, a pesar de todos los esfuerzos
humanos es “imposible” que el mundo apolíneo detenga el imparable avance del
dionisíaco. En cierta manera, el pathos trasciende al logos.
Apolo en los griegos representaba el deseo de todas las fuerzas creadoras
expresadas en el principio de individuación, sabiduría, alegría y belleza, lo
cual se comprende en analogía al sueño, el cual por aparente deja un vacío en
la existencia del ser; el que despierta de un sueño quisiera seguir soñando.
Por el contrario, la embriaguez se asocia indefectiblemente al espíritu
dionisíaco, el cual por medio de su acción narcótica arrastra al sujeto en su
subjetividad hasta el grado de fundirse en “uno” y olvidarse de sí mismo. En
efecto, lo apolíneo se encuentra presente en el principio de individuación, el
único capaz de mantener el orden regulador del límite. Su seguridad y su
conservación se basan en la imposición de reglas, el conocimiento de sí mismo y
la medida.
El estado moderno, en este sentido, parece la
más fiel expresión del triunfo temporario del orden apolíneo. El origen de la
tragedia debe encontrarse en el coro trágico como la forma sublimada de
representación de todo lo horrible que existe en la naturaleza y en el hombre.
La introducción del coro en la tragedia ha sido un acto por el cual se le ha
declarado la guerra al naturalismo en el arte. Con éste han devenido
posteriormente los museos y las figuras de cera y todo lo que es pseudo-ideal
en el mundo del arte. Parafraseando a R. Wagner, quien consideraba a la
civilización como la luz artificial cuando deviene el día, para Nietzsche la
consolación de la tragedia es la idea que el conocimiento mata a la acción. El
estado de sueño apolíneo cubre al mundo real de un velo ideal transformando por
medio de la iluminación todo lo que es espantoso en él; bajo su acción y
protección el mundo se nos hace más “inteligible”, “comprensible” y “claro”; la
función del mismo arte es sublimar todo lo que hay de contradictorio y horrible
en la vida.
En este punto, lo sublime terrorífico, así
como ha sido pensando por I. Kant en su trabajo lo bello y lo sublime, sugiere la siguiente aclaración: toda sensibilidad adquiere un carácter subjetivo, debido a que cada uno
tiene su propia visión del mundo y de las cosas puestas en él. Para el caso de
la belleza, ésta sólo se produce cuando se está frente a un objeto que causa
alegría mientras que la sublimidad se experimenta cuando, junto a esa
atracción, surge también un sentimiento de terror. Por otro lado, existen grados de lo sublime
acorde a la conmoción que causa el sentimiento en nosotros: a) lo sublime
terrorífico, b) lo noble y, c) lo magnífico. Los grandes desiertos o paisajes
desolados son (a menudo) causa de leyendas terroríficas, nos apabullan, nos da
terror pensar quedarnos solos y aislados en esos parajes; lo sublime recuerda
nuestra propia vulnerabilidad frente a mundo que nos envuelve e interpela. En
parte, lo bello puede ser pequeño mientras que lo sublime encierra cierta
magnificencia (Kant, 1999) (Kant, 2007).
Pero Nietzsche sugiere retornar al mundo de
la estética y abandonar la ética de los idealistas. Luego de pasar revista a
los mitos de Prometeo y Edipo, Nietzsche no sólo se refiere críticamente al cristianismo
en sí, sino también a toda la filosofía socrática y peripatética. Lo apolíneo
vive de espaldas a la realidad en una especie de ilusión, de sueño ingenuo del
que al despertar obviamente se horroriza; aquí encontramos la figura del horror
o terror en nuestro autor. La tendencia que se inicia con Sócrates y culmina
con Eurípides, quien ha expulsado el elemento dionisiaco de la tragedia y ha
reconstruido al arte desde una perspectiva moral. “Tan prodigioso es el poder del arte apolíneo, que transfigura a
nuestros ojos las cosas más horribles, por ese goce que sentimos al contemplar
la apariencia, la visión, por esa felicidad redentora que nace para nosotros de
la forma exterior, de la apariencia” (Nietzsche, 2008:74). En ese intento
de controlar al pathos, converge a una situación de espanto; para
fundamentar su argumento, Nietzsche introduce el relato mítico de Penteo (nieto
de Cadmo) y rey de Tebas, quien se ve envuelto en un fatal acontecimiento
cuando es despedazado vivo por las bacantes, entre quienes se encontraba su
propia madre extasiada por el dios Dioniso. Para Nietzsche la belleza y la
instrumentalización racional son sólo innocuas estrategias humanas de poder al
igual que la moral (el bien y el mal) y la salvación eterna. Todo sugiere un
intento inútil de prevenir el avance del Pathos.
Cuenta la leyenda que Dionisio, hijo de Zeus
y Sémele, llega a Tebas personificado como un sacerdote de su propio culto, es
rechazado como extranjero y bárbaro por el Rey Penteo. Por medio de sus
diferentes artimañas, Dionisio alborota la ciudad transformando el carácter de
las mujeres de simples y pasivas esposas, a salvajes e insaciables seres que
abandonan a sus hijos y sus tareas en el hogar para dirigirse a los campos.
Penteo manda a encerrar dos veces al dios quien con sus trucos logra finalmente
liberarse, e invita socarronamente a Penteo como observador escondido en un
pino, es descubierto por las bacantes y por Agáve su propia madre quienes
estaban en un culto orgiástico desenfrenadas y entregadas a todos los excesos.
Las bacantes presas de una ira furiosa por haber sido descubiertas, despedazan
vivo a Penteo y le entregan la cabeza a su madre quien orgullosa la muestra
como trofeo, pasado el efecto narcotizante y vuelta en sí, Agáve se da cuenta
del horror, de haber sido participe en el asesinato de su propio hijo (Vernant,
2005: 152-157).
Siguiendo el pensamiento de Nietzsche,
Vernant sugiere que Penteo representa al hombre griego en una de sus
características más representativas, la capacidad de razonar (logos), de
mantenerse a raya y no cometer cualquier acción indigna, ni ser presa de sus
pasiones, a la vez que dirige su desprecio hacia las mujeres como portadoras de
la pasión (pathos). Incluso, Penteo desprecia al sacerdote en forma
simbólica como los griegos despreciaban a todo lo que no era griego y le niega
la hospitalidad. Tras su necesidad de mantener el orden jerárquico, Penteo
cierra la llave de la hospitalidad del hogar donde se encuentra la mujer
(Vernant, 2005: 155-156). En este sentido, no es extraño como viera Nietzsche
el origen de lo trágico como la confluencia entre el logos y el pathos,
una suerte de intento de dominación de la razón por sobre la fuerza de la vida,
sobre lo emocional. Todo lo que hay de terrorífico en el hombre, es el propio
intento de hacer humano lo salvaje.
El rol de los
Mass-Media en la tragedia
La siguiente sección enfatiza en el rol que
juega el periodismo y los Medios Masivos de Comunicación en momentos de
emergencia o desastre. Para algunos autores, los medios deben transmitir los
eventos tal y cual los observan como cualquier ciudadano puede hacerlo. Para
otros, los medios corporativos lejos de trasmitir la verdad y los hechos como
son percibidos, captan, manipulan, tergiversan y replican un discurso político-ideológico
cuyos intereses están a favor de las clases más privilegiadas.
Wenger y Friedman sostienen que la televisión
tiende a perpetuar y replicar ciertos aspectos catastróficos en momentos de
emergencia generando un verdadero pánico en la población (Wenger y Friedman,
1986). A las mismas conclusiones pueden arribar Quarantelli (1982), Kahnemann y
Tversky (1984), Quarantelli y Wenger (1989), Paul et al (2003) y Korstanje
(2009a). Parece evidente que los medios masivos potencian las amenazas y el
pánico en la población, voluntariamente con fines comerciales o no, el problema
que se suscita es hasta que punto en momentos tan delicados tienen derecho a la
cobertura de desastres. Bordeando argumentos vinculados a la libertad de
expresión y de prensa, por un lado, podemos observar que los medios tienen
tanto derecho como cualquier otro agente a relatar lo sucedido. Por el otro,
también conscientes que en ocasiones cuando el desastre es anunciado, generan
un estado de tensión que amenaza seriamente el orden social y la seguridad
ontológica de las personas. El límite es fino y la discusión sobre ello aun no
ha cesado.
Es precisamente ante un momento de caos
general, emergencia o desastre, que los hombres recurren al estadio causal que
permita explicar los eventos. En general, existe una tendencia antropocéntrica
a creer que las grandes tragedias no sólo podrían haber sido evitadas por grado
de civilización de la humanidad, sino que además son causa del accionar humano.
Producto de la ira divina por el pecado o corrupción del hombre, o simplemente
por no haber prestado la suficiente atención, los deudos o sobrevivientes
experimentan una fuerte culpa por lo sucedido. Este sentimiento permite
comprender lo que a simple vista parece incomprensible, el dolor humano. La
pobreza funciona, en este contexto, como un mecanismo de defensa social por el
cual los hombres alivian el impacto de lo no-esperado. La tragedia, se hace
doblemente trágica (salvando redundancias) cuando no puede ser evitada por
segunda vez. Es claro, que los pobres en su condición socio-económica son más
vulnerables que otros estratos de la población pero el discurso apunta a la
solidaridad como un proceso de dependencia y sumisión.
H. Wilson llama la atención sobre la posición
corporativa, los presidentes de grandes corporaciones quienes emulan la lógica
“soberana de la realeza” medieval cuyas máximas y políticas se encontraban por
encima de la ley. El rey, en analogía con Dios no debía dar cuentas de sus
actos a ningún magistrado, o funcionario. El Rey se ubicaba por sobre todos y a
pesar de todos, sus deseos siempre debían ser ejecutados. Las corporaciones y
sus directivos principales no sólo parecen ubicarse también por fuera de la ley
sino que están circunscriptos por encima de la regla moral (Wilson, 2010).
Wilson sugiere retornar a la máxima cristiana de la igualdad, la
responsabilidad y la solidaridad. La demonización del pobre ante los desastres
climáticos no sólo no resuelve la situación sino que además la empeora. No
obstante, ¿Qué tan acertado es el comentario último de Wilson?, ¿puede
esperarse responsabilidad social de las empresas capitalistas?. La respuesta es
un rotundo, no.
El rol de la
pobreza en los procesos de recuperación
Los desastres naturales o provocados por el
hombre son fenómenos que se caracterizan por su aparición repentina. Sin
embargo, la mayoría de ellos continúa afianzando las distinciones de status
como así también las asimetrías de cada sociedad. B. Aguirre y E. Quarantelli,
a propósito del atentado al World Trade Center en 2001, llama la atención sobre
la exclusión en las listas de víctimas de inmigrantes latino-americanos.
Asimismo, es común reconocer que visitantes extranjeros, y turistas por no
tener una identidad acreditada al momento de la tragedia, pueden pasar sin ser
identificados por un largo período. Como grupos de poder, privilegiados, los
turistas en la mayoría de los casos son reclamados por sus familiares o las
embajadas del país del cual son oriundos. En cambio, las minorías migrantes
pasan desapercibidas (Aguirre y Quarantelli, 2008).
El etnocentrismo no sólo está presente antes
y después del evento traumático sino que también actúa moviendo los resortes
hermenéuticos del imaginario colectivo con el fin de comprender el evento. Por
lo tanto, el acto discriminativo al igual que el temor (de la diferencia) es
inherente a toda situación de emergencia. Existen dinámicas de exclusión en las
fases de recuperación luego de una gran emergencia, por regla general, las
relaciones sociales y diferenciales entre los distintos grupos se restituye
cuando la comunidad inicia su recuperación.
La etapa de reconstrucción según la
bibliografía especializada puede precisarse en tres fases. La primera de
reconstrucción (restoration) hace referencia a la reconstrucción material de la
infraestructura dañada o destruida en la cual interviene la mayor parte de la
comunidad involucrada. La segunda, denominada Reemplazo de la construcción
(replacement of reconstruction) se refiere a la restitución de las cadenas que
hacen circular el capital por las cuales se accede normalmente al crédito y
comercio. Por último, tenemos la fase Conmemorativa (conmemorative betterness)
sobre la cual se depositan todas las cargas simbólicas del proceso recorrido y
se valoriza la tragedia en base la lazo comunitario. Esta última fase se
orienta a prevenir la próxima tragedia similar a lo que en psicología se llama
post-trauma (Haas, Kates and Bowden,
1977). Luego de cada experiencia traumática, el sujeto queda a al expectativa
de que nuevamente algo similar vuelva a suceder. En los estudios de los
desastres similares observaciones pueden hacerse en cuanto a la postura de la
sociedad o la cobertura de la prensa en cuanto a accidentes o emergencias no
esperadas como la caída de un avión o un terremoto como el haitiano, o huracán
clase 5 como Katrina.
Por el contrario, J. Nigg sostiene que la
pobreza como la exclusión social repercuten en los procesos y el tiempo de
recuperación luego de un efecto devastador ya que las personas no pueden
acceder a las condiciones materiales que exige la reconstrucción de la ciudad.
En las ocasiones en que lo hacen, son reubicados en condiciones peores a las
que vivían en sitios periféricos al poder económico. El proceso de
reconstrucción que deviene luego de un terremoto o desastre de otro tipo
reproduce las lógicas o asimetrías materiales existentes (Nigg, 1995). Aunque en sus conclusiones, la autora
reconoce que la investigación en el proceso de recuperación de una comunidad
luego de un desastre se encuentra recién en una fase exploratoria y hay mucho
para decir en la materia. Los procesos de recuperación, entre otras cosas, se
caracterizan por una falta de línea jerárquica entre los actores y las
instituciones involucradas, a veces duplicando tareas o dejando temas por
cubrir (Nigg, 1996).
La pobreza explica el porque de lo sucedido
retornando la estabilidad a los no afectados. En principio, el mensaje de
cualquier desastre es que “todos podemos ser potenciales víctimas”, hecho por
el cual se genera un pánico colectivo que debe ser inmediatamente regulado y
contenido. Como ha enunciado Schopenhauer, los hombres necesitan sentir que los
eventos suceden por algún motivo y que no son producto del simple azar. Los
medios de comunicación, en seguida, elaboran toda una serie de discursos cuyo
fin es restituir las jerarquías y las asimetrías pre-existentes. Se elabora el
concepto de pobreza como justificativo, y contemplativo del estado de
desolación, crueldad e injusticia que ha desatado la fuerza del destino. Dentro
de ese contexto, los no afectados sienten el deber moral de asistir a los zonas
involucradas no sólo reafianzando las asimetrías materiales anteriormente
mencionadas, sino subsumiéndolos en un campo de dependencia (Korstanje, 2010).
Los medios masivos de comunicación
(preliminarmente) diseminan este tipo de estereotipos con la función de llevar
calma a la población. Hasta que punto lo logran es un tema de debate que excede
el objetivo central de este abordaje. Lo cierto parece ser que la dependencia
simbólica y material aumenta la vulnerabilidad de los sectores excluidos. Vemos
ejemplos en el terremoto de Haití en donde el paternalismo euro-americano
genera los efectos contrarios que pretende paliar. A la vez que se orienta a la
protección de los menores sobrevivientes por medio de la adopción genera un
mercado negro de venta de bebes, a la vez que aumenta el grado de acumulación
financiera de ayuda, crecen las luchas territoriales entre los sobrevivientes.
La creación “de las víctimas” como potencialmente inferiores a los “no
afectados” es el primer discurso político de hegemonía que deviene luego del
evento traumático. En consecuencia, el evento se atribuye a la condición del
involucrado por ser de una minoría, por ser pecador, por ser pobre etc. Este
fenómeno todavía continúa poco explorado en la literatura especializada. En
este sentido, se torna necesario pensar una Antropología del desastre que
aporte y contribuya al estudio del fenómeno desde una perspectiva holística.
Las líneas de
Jerarquía
Los padres fundadores de la sociología y la
antropología se habían visto preocupados por dos fenómenos, el avance del
capitalismo o la industrialización y el declive de la religión. En ese
contexto, Emile Durkheim plantea sus tesis sobre la solidaridad orgánica y
mecánica de las sociedades. El sociólogo francés enfatizaba que las sociedades
primitivas eran una fuente, un espejo de cómo habían sido las sociedades
europeas en sus inicios. Durkheim, erróneamente como muchos pensadores de su
tiempo, concebía a los grupos humanos como dispares en cuanto al grado de
producción económica a la vez que la línea de la historia se constituía como
unilineal y continúa. Las sociedades pasaban por estadios caracterizados
básicamente por agricultura, feudalismo, industrialismo y capitalismo etc. La
solidaridad se asociaba con la forma directa de producción y la funcionalidad
del rol del trabajador en ese proceso. La solidaridad mecánica se caracterizaba
por ser propia de los indígenas quienes tenían (según Durkheim) una escasa
diferenciación de rol en la vida tribal; el derecho consuetudinario de estas
sociedades era puramente represivo, aun cuando los lazos sociales eran más
fuertes. Por el contrario, las sociedades con una solidaridad orgánica gozaban
de un alto grado de especialización laboral, y un derecho escrito civil el cual
vinculaba a los ciudadanos por medio del contrato. En este tipo de sociedades,
la impersonalidad, el anonimato y la falta de confianza amenazaban seriamente
con destruir el lazo social trayendo consigo un sinnúmero de patologías
sociales (Durkheim, 1987ª; 1987b).
Con un prisma puramente positivista, el
profesor Durkheim sugiere en su otro gran trabajo, Formas Elementales de la
vida Religiosa, que las formas sociales estaban mutando tal y cual como habían
cambiado el culto al fuego sagrado tan estudiado por su mentor Fustel de
Coulanges. A medida que el capitalismo avanzara en las sociedades europeas
mayor sería el grado de alienación y descomposición social. La religión no sólo
estaba condenada a desaparecer gradualmente, sino que sería (en pocas palabras)
reciclada en formas estructurales de mayor abstracción y complejidad como ser
el nacionalismo. Durkheim estaba convencido que los símbolos nacionales tenía
una reminiscencia arcaica que los vinculaba al totemismo australiano (Durkheim,
1982). Si bien por esta última tesis,
Durkheim recibió una fuerte crítica sobre todo por parte de los etnólogos
especializados en Oceanía incluso por el mismo Malisnowski quien realizó un estudio
brillante sobre la relación entre el totenmismo y el alimento, el núcleo duro
de la tesis durkheimiana no ha podido ser corroída: existe un grado de
sacralidad en ciertos elementos simbólicos que la sociedad elabora, como por
ejemplo la idea del Estado-Nación (Steiner, 2003) (Prades, 1998).
Sus contribuciones ilustraron a pensadores de
todo el siglo XX como a Basil Bernstein quien pudo articular los supuestos
marxianos con Durkheim. Desde su prisma, las clases sociales se originaban en
la elaboración de cierto código el cual era utilizado por las clases
privilegiadas para dominar al resto de la población. Al código restringido
propios de las “clases bajas” se le agregaba un código “elaborado” producto de
una socialización basada en una cadena de medios y fines. El niño socializado
en un código restringido estaba condicionado a obedecer, mientras aquel que
pudiera usar ambos (restringido y elaborado) estaba en condiciones de elaborar
las normas de la sociedad (Bernstein, 1989). Por lo tanto, la construcción de
clase unida a la nacionalidad eran elementos importantes a la hora de
comprender las desigualdades materiales pre-existentes entre los grupos
humanos. La pregunta entonces, sería ¿puede el pánico o el terror propio de un
terremoto organizar forma elaboradas de autoridad?, ¿sucumbe la nación ante la
tragedia?, o ¿como en la religión los hombres se lanzan y se abrazan a ella en
sus propias carencias?.
Los eventos de gran impacto emocional como un
tornado, ciclón o terremoto, en este sentido, parecen suspender temporalmente
las líneas políticas de liderazgo. J. M Dupuy sugiere que el grado de temor va
acompañado a lo dudoso de su carácter externo o interno. Cuenta el autor que
durante el terremoto de San Francisco en Octubre de 1989, una multitud de gente
se disponía a presenciar un importante encuentro entre San Francisco y Oakland
para lo cual las “violentas sacudidas” no generaron el menor pánico; en otras
ocasiones el pánico es generado cuando los espectadores se abarrotan en las
salidas o las vallas aplastándose entre sí (Dupuy, 1999: 41). Dos corrientes
académicas actualmente se ha predispuesto a estudiar el fenómeno del pánico en
las sociedades, una
La definición precedente va asociada a una
forma específica que caracteriza la forma en que
Sin embargo, diferente parece la explicación
que ha planteado
El filósofo G. H Mead se preguntaba, hace
muchos años, porque a pesar de las malas noticias que exhiben los periódicos y
de la disconformidad de los lectores sobre el tema, se continúan vendiendo
millones de ejemplares. En otras palabras, ¿porque nos sentimos atraídos por la
miseria del otro?. Mead establece que la mente humana se constituye en cuanto a
una relación con el alter-ego que le da su propia identidad. En este proceso,
la comunicación y el lenguaje cumplen un rol fundamental pues asumen la
configuración del ego. Cuando vemos una tragedia por televisión, nos alegramos
sanamente por haber sido otro el involucrado habiendo nosotros y nuestros seres
queridos salido sanos y salvos. Ello explica, según Mead, la pasión de la
ciudadanía por los medios informativos gráficos y visuales (Mead, 1999).
La distinción entre lo que creemos real y
aquello que no lo es, implica la acción de ponerse en lugar del otro; esta
proximidad audiovisual une a los hombres dentro de un mismo territorio, con
signos compartidos y experiencias comunes. Pero, la mediatización de la imagen
a través de las cadenas de consumo industriales produce el efecto inverso,
masifican la heterogeneidad en cuanto a un solo espectador; sin ir más lejos,
en el teatro, comenta el autor, cada espectador ve su propia obra mientras que
en el cine todos ven e interpretan lo mismo. En consecuencia, para Virilio no
puede hablarse de información sino de complejo informacional. Estas constantes
sobrecargas de virtualidad generan en el hombre soledad, reclusión y malestar.
El acercamiento de las distancias y la revelación del secreto, inventan a un
otro enemigo. La naturalización de lo real y su imposición crean hegemonía y
control; pero, ¿por qué afirmar que demonizan al otro?, o ¿no debería generar
un efecto contrario? Paul Virilio sugiere que si la distancia conserva la
historia y las costumbres, es decir, los pueblos más lejanos aún parecen más
extraños y “congelados en el tiempo“, entonces el acercamiento hará que los
hombres se crean más contemporáneos que ciudadanos.
Las gacetas y los diarios íntimos de viajes
han dado lugar a los periódicos y cadenas informativas; de la crónica privada
se ha pasado a la publicación masiva. A la vez que se tecnologizan y aceleran
los tiempos de las publicaciones, también lo hacen los transportes y la forma
de viajar; por lo tanto, según Virilio, todo desplazamiento espacial y
transmisión informacional es anverso y reverso de un mismo problema. Pero
nuestro autor refuerza la apuesta y entabla una relación entre información,
transportes y guerra. Esta última, ha dado como resultado el surgimiento de la
información sistematizada, como también las nuevas innovaciones en materia de
transporte. Asimismo, el ejército debe responder por sus actos en la guerra
pero, al igual que los medios, nunca lo hacen. En sí, todo movimiento implica
una ceguera temporaria. El mundo que miramos, está pasando y en el
desplazamiento o, mejor dicho, en la aceleración del mismo, se pierde la mirada
(Virilio, 1996).
Para H. Belting la imagen debe comprenderse
dentro del contexto en el cual está inserta. Si bien este autor reconoce que la
imagen puede ser producida por el cuerpo, o simplemente por la imagen misma, de
ninguna manera se puede afirmar que la virtualidad ha de reemplazar a la
corporeidad visual. De hecho, ambas coexisten simultáneamente en nuestra vida
social (Belting, 2007). Podemos asistir a ver un largometraje el cual proyecta
una imagen producida por un medio virtual pero también como cuerpos vivientes
emitimos nuestra propia imagen que el otro capta de nosotros. Por lo tanto,
parece algo innegable que los medios de comunicación masiva transmiten cierta
iconografía que puede condicionar su conducta, empero de ninguna manera se
puede afirmar que la imagen subvierta la realidad.
Es por demás interesante, el desarrollo que
hace de la relación entre calamidad y pobreza U. Beck quien afirma que las
formas productivas de las sociedades están cambiando, aun cuando se sigue
operando en la lógica del “como si”, fingiendo prácticas y costumbres de hace
algunas décadas, la esencia del mercado y las formas productivas han
sustancialmente alterado su dirección. En la vida social se observa un estado
liminar o de pasaje entre una sociedad industrial a una del riesgo. La
globalización del riesgo atenta contra la integridad individual; por ejemplo,
Beck pone el ejemplo de las sociedades feudales de los siglos XVIII y su
transformación final en el XIX. Mientras en
Lash y J. Urry sugieren que la
post-modernización trae consigo una reflexivilidad que profundiza y abre muchas
alternativas positivas para los vínculos sociales tales como la intimidad,
amistad o el ocio. Uno de los problemas que han tenido tanto Beck como Giddens
en su análisis de la reflexivilidad es trivializar el papel de la estética y
centrar su trabajo exclusivamente sobre lo cognitivo. Los autores consideran
que la lectura de Beck enfatiza en que existen tres estadios que vincula la
producción material a los riesgos: preindustrial, industrial y del riesgo. Si
se parte de la base que las sociedades preindustriales no producían riesgos
sino que vivían también las amenazas de la naturaleza, éstas no eran
directamente provocadas por el progreso técnico. Por el contrario, las sociedades
industriales modifica la situación instaurando la incertidumbre asignando
responsabilidades a los agentes externos con respecto a la generación de
riesgos. Se da una especie de secularización de las causas de la catástrofe,
que hasta ese momento habían sido atribuidas a los dioses. En esta fase,
Efectos de las
Tragedias sobre la población
Una de las cuestiones que más consterna a la
opinión pública de los desastres provocados por el hombre o naturales, se
relaciona a las consecuencias que éstos traen sobre la población, sobre todo a
los más indefensos como niños y ancianos. Escasez de agua potable, alimentos, e
insumos básicos se asocian a otros fenómenos desestabilizantes como los saqueos
no sólo de alimentos sino de electrodomésticos y otros bienes. Si partimos de
las premisas de Thomas Hobbes sobre la constitución del Leviatán tendremos que
aceptar luego de un evento traumático la sociedad pierde el control de la
situación interna. En el hombre existen dos tendencias contradictorias, una de
ellas se encuentra vinculada a desear los bienes del prójimo mientras la otra
es conservadora, e intentará protegerse de los deseos de expropiación de los
otros. Con el fin de evitar, lo que el autor denomina la “guerra de todos
contra todos”, el ciudadano deposita en un tercero (el Estado) el uso
monopólico de la fuerza y somete a todos a una ley común. Se pasa de esta
forma, de una estado de naturaleza a una de civilidad (Hobbes, 2003). Desde
esta perspectiva teórica, los terremotos como también otros eventos, rompen el
lazo social y suspenden la autoridad del leviatán. Liberados los lazos que
contienen el comportamiento colectivo, la gente se lanza a saquear y expropiar
los bienes de otros generando un estado de pánico y caos que horroriza a
aquellos testigos de la situación. Esta idea debe ser suavizada por medio del
análisis de otros exponentes en la materia.
En un intento de reflexión sobre el miedo y
los saqueos, J. Auyero sostiene que los involucrados en este tipo de episodios
tejen un argumento que legitima sus prácticas frente a una sociedad que
formalmente los condena. El discurso se estructura en base a tres tópicos
definidos, la experiencia del saqueo es utilitaria, se hizo además posible por
una “oportunidad creada”, y la acción destructiva que implicó tal acto fue
olvidada por los involucrados. No obstante, los traumáticos momentos vividos
por la pérdida repentina es memorada por los damnificados como así también la
ausencia de un Estado capaz de brindar protección (Auyero, 2007: 31).
E. Quarantelli, no coincide con la
explicación que vincula al saqueo con la pobreza, y asume de la misma forma que
el crimen en Durkheim, el pánico y el saqueo no son irracionales, ni muchos
menos destruyen el orden social, sino que a su manera lo fagocitan, como el
crimen apela a la norma y a la sanción, el saqueo apela a la reconstrucción de
las formas productivas. Existen alrededor de los desastres ciertos mitos que
deben ser examinados minuciosamente. Si bien es cierto que luego de un
terremoto sobreviene el pánico, también parece no menos cierto que existe en
torno al pánico algunos puntos poco claros. El pánico como tal es solo una
construcción social distribuida por los medios Masivos de comunicación cuyos
antecedentes se remontan a la crónica de O. Wells de la supuesta invasión
marciana. El pánico necesita de tres precondiciones claras para emerger: a) la
percepción general de un gran evento que amenaza la paz social, b) la creencia,
correcta o no, que un escape es posible, y c) un sentimiento de vulnerabilidad
e indefensión en aumento. Los eventos con raíces antisociales como los
crímenes, violaciones y saqueos atribuibles a los pobres o minorías étnicas,
explica Quarantelli, parecen algo raros cuando se analiza en detalle las
diferentes catástrofes sucedidas por todo el globo desde hace más de un siglo.
En realidad, el uso de la palabra saqueo parece haberse extendido entre
1949-1954 luego de la experiencia de la segunda guerra mundial, los diversos
casos sucedidos en Estados Unidos indican que es poco probable la presencia de
saqueos. Claro que, admite el autor el huracán Katrina y Nueva Orleans son la
excepción. Los saqueos pueden ser estudiados en tres fases. La primera, por lo
general, se inicia cuando un grupo minoritario asociado a actos previos de
vandalismo o criminalidad rompe las reglas robando mercadería de los negocios
afectados. En la segunda etapa, vecinos y espectadores se deciden por enfrentar
a los saqueadores o ser cómplices. Por último, un grupo mayor de personas
comienza a plegarse al saqueo si no existe presencia policial en la zona
(Quarantelli, 2008: 881-883).
Estas observaciones, por lo pronto, destruyen
el mito que enfatiza una relación directa entre los saqueos y la pobreza. Según
las observaciones de Quarantelli (y basado en los casos de Nueva Orleans y St.
Croix, el saqueo es un efecto de la tolerancia a grupos criminales menores en
la vida diaria que ante la catástrofe operan con cierta impunidad. Otros
crímenes mayores, como la corrupción de funcionarios públicos en la inspección
de las construcciones, o la ambición de los constructores en abaratar costos
(que son invisibles pero aseguran la catástrofe) parecen no ser captadas por
los medios de comunicación. A los problemas materiales que sufre la población
en momentos de desastre se le suman, sin lugar a dudas, los efectos
psico-sociales los cuales convergen en “la mitologización del desastre”. El
conocimiento de casos similares puede ayudar al periodo de reconstrucción
alimentando la “resiliencia” de las víctimas.
Evidentemente, el conocimiento juega un papel primordial como
organizador político según los valores democráticos occidentales. El problema,
aquí, se suscita en determinar hasta que punto el conocimiento es impuesto como
parte de la ideología o en términos de Rousseau luego del terremoto de Lisboa
como forma de emancipación. El conocimiento lleva a la previsión y ésta última
salva vidas, escribía Rousseau a un Voltaire indiferente (Dynes, 1995).
S. Zizek comprende a la ideología no como una
falsa imagen sino como el mensaje subyacente, ausente e implícito. Según Zizek,
la estructura ideológica o la ideología “puede
designar cualquier cosa, desde una actitud contemplativa que desconoce su
dependencia de la realidad social hasta un conjunto de creencias orientadas a
la acción, desde un medio indispensable en el que sus individuos viven sus
relaciones con una estructura social hasta las ideas falsas que legitiman un
poder político dominante” (Zizek, 2008: 10). En este sentido, la necesidad
ideológica de construcción sentido oculta un contra sentido que amenaza la
estabilidad política del actor que la elabora. Éste toma como ejemplos, la
espectacular puesta en escena que los medios de comunicación hicieron de la
guerra de Bosnia y del Golfo para disfrazar las incapacidades diplomáticas de
Occidente en la resolución de conflictos geo-políticos. Sin embargo, “la
ideología no tiene nada que ver con la ilusión”, como supuso Marx y
los neo-marxianos quienes señalaban a la
ideología como una falsa representación
de una estructura económica basada en el antagonismo de clase; entre
otras cuestiones esta hipótesis de trabajo debe ser puesta bajo la lupa crítica
del debate y en consecuencia reformulada (ibid: 13). Al igual que Baudrillard
las contribuciones de Zizek en cuanto al estudio crítico de la ideología versan
en tres puntos principales que se mencionan brevemente a continuación.
En primer lugar, Zizek vincula la razón
instrumental con la construcción deificada de hegemonía; segundo, las acciones
en determinada dirección generan resultados contrarios (el espectro ideológico
y su antagónico) y por último, la solución al problema del
populismo-organicismo. Conviene aclara en palabras del propio autor que “quizás una comparación con la teoría de los
sueños de Freud podría ser útil aquí. Freud señala que dentro de un sueño
encontramos el núcleo duro de lo Real precisamente bajo la forma de un sueño
dentro de un sueño: es decir, donde la distancia respecto de la realidad parece
duplicada. De un modo parecido, encontramos el límite inherente de la realidad
social, lo que debe ser excluido para que emerja el campo coherente e la
realidad, precisamente bajo el aspecto de la problemática de la ideología, de
una superestructura, de algo que parece ser un mero epifenómeno, un reflejo, de
la vida social verdadera. Aquí nos enfrentamos a la topología paradójica en la
que la superficie (la mera ideología) se vincula directamente a – ocupa el
lugar de, representa-lo que es más profundo que la profundidad misma, más real
que la realidad misma (ibid: 42).
Del texto precedente, el cual intentamos
transcribir textualmente en palabras del autor, se desprenden dos ideas
fundamentales en la construcción de nuestro desarrollo con respecto al
lenguaje. La primera versa en que la ideología como tal no es una
imagen, sino un instrumento mismo de la praxis humana, la que a su vez, se
aloja en las diversas instituciones que los hombres utilizan para satisfacer
sus necesidades como por ejemplo el lenguaje. La ideología no es una
tergiversación de la realidad sino una realidad misma. En tal que comunicador y
articulador de las acciones, el lenguaje es un instrumento necesario para
construir el tejido social pero en determinadas circunstancias puede ser
utilizado como mecanismo ideológico de subordinación o para manifestar
“determinado sentimiento de superioridad de un grupo con respecto a otro”. En
este contexto, la hegemonía se construye con criterios jerárquico basados en el
mérito, por ejemplo, cuanto más “difícil” resulta una tarea o una “batalla”
mayor reputación. Por ese motivo, se puede afirmar que la catástrofe invita a
la reconstrucción, llama al desafío, un desafío que sólo aquellos “elegidos”
pueden realizar. En resumen, no son las instituciones sociales o las
estructuras las que en su naturaleza son ideológicas, sino el uso instrumental
que los hombres hacen de ellas.
Especialista de cuestiones latinoamericanas
en Colombia y Perú, Taussig enfatiza en la relación que existe entre el terror
político y la violencia. Las universidades son en lo común verdaderos guetos en
donde la clase media “blanca” construye fortalezas simbólicas de aislamiento
con respecto al mundo que mira soberbiamente sobre sus hombros. El antropólogo
australiano remite al concepto de “desorden ordenado” para simbolizar el estado
caótico que vive Colombia desde hace unos años. Las predicciones sobre lo peor
se hacen a diario cuando prima el desorden y el caos. No obstante, lo peor, el
desastre, lo catastrófico no sólo nunca llegan sino que además funciona como un
coercitivo simbólico constante sobre una población que encuentra orden en el
desorden. El discurso del terror opera bajo una lógica siniestra, que por
siniestra se torna ambigua e incierta. Ambigua porque ve converger en ella a
acérrimos enemigos en pactos ocultos e inciertos debido al grado de
contingencia entre el sujeto y el futuro (Taussig, 1995: 28)
Taussig capta brillantemente la tendencia
postmoderna impuesta por el capitalismo el cual lleva al consumidor a aceptar
una situación de violencia y opresión como normal para luego por medio del
terror sentir un efecto-pánico de ruptura de ese orden impuesto. El evento, en
el sentido de Baudrillard que veremos más adelante, sucumbe frente a la lógica
del espectáculo, en donde se transforma en no-evento. El fin de la historia
simboliza la carencia de eventos reales y la fabricación de no eventos en manos
de los medios masivos de comunicación. El ataque a las torres gemelas ha
inaugurado el fin de la historia y la reelaboración de la eventualidad en
virtualidad. Un hecho se distingue de otros hechos por su singularidad; en
cambio los medios de comunicación transmiten a diario miles de ellos de similar
estupor que lejos de estremecer normalizan un estado de emergencia constante,
ese precisamente es el concepto de Baudrillard sobre un no-evento. Desde el
SARS hasta el 11 de Septiembre la virtualidad ha creado un sinnúmero de
no-eventos en funcionalidad con un mercado que invade gradualmente la
publicidad subjetiva (Baral, 2008) (Baudrillard, 1997; 1997; 2006) (Grimshaw,
2006).
La memoria enterrada y mutilada dentro del
individuo genera más temor por la incertidumbre que crea la desaparición del
cuerpo. La simbología del silencio entrelazada con el terror político da como
resultado una lógica ambigua por la cual se enfatiza un discurso formal que en
la práctica se lleva a cabo de forma inversa. Como así también es necesario no
olvidar, que aquellos quienes sufren el terror una vez que acceden al poder son
proclives (diría Maquiavelo) a ejercerlo ellos mismos sobre sus victimarios.
Indudablemente, el libro del profesor Taussig es una invaluable obra de
antropología para todos aquellos interesados en el estudio y la comprensión del
miedo político. No obstante y al igual que Foucault, una de las mayores
contribuciones de Taussig en la antropología se encuentra relacionada a la
medicina, más precisamente al estudio de la enfermedad, la manipulación
científica de los expertos como enajenadores de la voluntad del paciente y la
búsqueda de la verdad. A diferencia del mundo primitivo, las sociedades industriales
se caracterizan por un alto grado de producción material y simbólica que
determina la forma y las relaciones. El médico al igual que el experto, se
ubica por sobre el paciente o lego proporcionando su conocimiento en
contraprestación a un bien recibido. La relación experto, público lego se
encuentra viciada por la misma relación comercial abstracta (no vinculante)
entre ambos.
Desde su perspectiva, las relaciones y los
vínculos (confianza) se encuentran de declive debido al avance del postmodernismo,
en donde en términos de Baudrillard, se generan no-eventos. No porque no
existan, sino porque en el estado general y constante de emergencia crean una
sobresaturación de presente, desdibujando las huellas de la historia. El
fetiche de los objetos, incluso del Estado, consiste en la vinculación entre el
significante y la significación sólo que el primero termina por desdibujar al
segundo. En este punto, se asemejan las observaciones críticas de un Taussig
preocupado por las consecuencias del capitalismo tardío con un Baudrillard cuya
prioridad es la relación dialéctica signo/objeto.
El No Evento en
Jean Baudrillard
Comprender el papel que Baudrillard, al igual
que Taussig, le asigna al temor es remitirse a la relación dialéctica entre
objecto y persona (cuya máxima expresión se encuentra en el tan polémico
fetichismo de la mercancía). “Hay una consecuencia terrorífica derivada de
la producción interrumpida de positividad: pues si la negatividad engendra la
crisis y la crítica, la positividad absoluta engendra a su vez la catástrofe
precisamente por su incapacidad de destilar la crisis” (Baudrillard, 2000:
11). Lo que subyace tras esta cita que se ha extraído de las primeras páginas
de Pantalla Total, es la paradoja
nietzscheana a la cual tiende la humanidad; a medida que mayor es el orden
“civilizador” mayor riesgo de experimentar una catástrofe puesto que las
defensas y alarmas naturales se relajan.
La sociedad capitalista moderna vive bajo dos
principios culturales: la proliferación informática y mediática y la libre
circulación sexual. Las amenazas movilizan recursos con el fin de legitimar el
orden de la sociedad, Sida, terrorismo, crac financiero, virus electrónicos
ponen en juego un proceso por el cual la sociedad revisa toda una serie de procedimientos
y especulaciones que tiene sobre determinado tema. El evento crea un quiebre
entre un antes y un después, la concatenación de eventos son resultado de la
historia. Los fenómenos extremos adquieren mayor virulencia a medida que se
sofistican las herramientas humanas destinadas a la exploración del mundo
interno y circundante. Sin la catástrofe admite Baudrillard, el hombre se
perdería en el vacío, en la nada absoluta. “la
catástrofe total sería la de la omnipresencia de toda la información, de una transparencia
total cuyos efectos se ven afortunadamente eclipsados por el virus informático.
Gracias a él no iremos en línea recta hasta el final de la información y de la
comunicación, lo cual sería la muerte” (Baudrillard, 2000: 16). La catástrofe se convierte en una herramienta
de la especie con el fin de evitar que lo peor suceda. Esta tesis es similar a la del profesor
Michael Taussig en la cual sugería que el estado continuo de emergencia
conlleva a la estabilidad y viceversa. En ese contexto, para Baudrillard, la
emergencia, la catástrofe, el peligro paraliza nuestra vida social con el
objetivo de evitar el estadio de desintegración.
El hecho se ha transformado en no-evento bajo los ejes de terrorismo, travestimos y Sida, o política, sexo y salud. La catástrofe todo el tiempo anunciado pero que nunca llega se erige como un elemento de dominación simbólica funcional a las elites. Las amenazas globales funcionan como un virus tomando un cuerpo físico, que en este caso es un hecho o un evento X, y se aloja en él para ser virtualmente diseminado a otros cuerpos desde donde infecta a otros organismos. De esta manera, los medios masivos de comunicación funcionan como el mecanismo perfecto en el proceso de virtualización del desastre. Escribe Baudrillard “los virus electrónicos son la expresión de la transparencia homicida de la información a través del mundo. El sida es la emanación de la transparencia homicida de la liberación sexual a escala de grupos enteros. Los cracs bursátiles son la expresión de la transparencia homicida de las economías entre sí, de la circulación fulgurante de los valores que es la base misma de la liberación de la producción y de los intercambios. Una vez liberados, todos los procesos entran en superfusión, a imagen de la superfusión nuclear, que es su prototipo” (ibid: 42).
Dadas las
condiciones la manipulación política propone un objeto, un mal, un problema que
sólo ella puede resolver, exorcizar. La nomenclatura, la etiqueta persigue una
lógica de exclusión del centro ejemplar en términos de Taussig. La superioridad
de ciertos grupos para denominar lo que está bien o mal se ve acompañada de un
discurso ideológico cuya máxima herramienta es la difusión del temor. Pero a
diferencia de Taussig, Baudrillard
admite que nos hemos debilitado bastante en crear energía “satánica”, lo
cual metafóricamente implica que el mal ha sido desprovisto de su función
simbólica. Ya no actúa como disuasor, sino en forma de objeto fetiche
desdibujando los límites sobre lo que debe temerse. Este miedo no tiene objeto,
es en tanto algo similar a la angustia existencialista. El mundo occidental se
encuentra protegido como una capsula presurizada de un avión, el terrorismo es
implícitamente el efecto de
Por otro lado, el 11 de Septiembre de 2001 y el ataque a las Torres Gemelas encuentra a un Baudrillard ya en el ocaso de su vida (fallecido en 2007). No obstante, con una claridez mental envidiable, Baudrillard sintetiza todo su trabajo anterior en un artículo publicado en el diario Le Monde titulado El Espíritu del Terrorismo. En forma preliminar, el terrorismo apela a conquistar el miedo de Occidente utilizando sus propios mecanismos de dominación como ser la tecnología y la información. En concordancia con otros autores como Beck, Castel o Giddens, Baudrillard admite que la postmodernidad ha traído consigo una “inflación” en la forma de percibir los peligros. Las fronteras entre el consumo masivo, el temor y la virtualidad de los medios masivos de comunicación se han desdibujado hasta el punto de no tener claro que es realmente la realidad. Utilizando como ejemplo el film Minority Report de Steven Spielberg en donde la policía sabía de antemano quien y cuando cometerían un crimen, el autor enfatiza en el terrorismo como el espejo de lo que nunca ha realmente sucedido. Desde su perspectiva, el miedo moviliza medidas preventivas de expropiación cuyos motivos se basan en el temor a lo que vendrá, pero que nunca sucedió. La hegemonía visual de los medios de comunicación además de crear sentido, crea la realidad en sí misma. El mercado hoy ha subsumido la capacidad total del Estado para dar respuesta a las demandas de sus ciudadanos en materia de seguridad.
La concatenación de hechos trágicos cargados de gran impacto se sucede constantemente desdibujando cada uno de ellos el impacto del anterior. Al 11 de Septiembre le suceden otros eventos catastróficos. Esta seguidilla de desastres genera un estado en donde sólo importa el presente. En consecuencia, Baudrillard sugiere que el 11-09 simboliza el fin de la historia como la conocemos (Baudrillard, 2002) (Kellner, 2005). La producción de los no-eventos (visualmente estimulantes) tiene como función el adoctrinamiento interno por medio de la imposición del miedo. Ellos no sólo van en detrimento de la comunicación auténtica y de la confianza, sino que además predisponen al sujeto a insertarse en el mercado como consumidor y objeto consumido. Toda la lógica de Baudrillard se encuentra tácitamente en la relación entre el objeto, el signo y el fetiche (que ya hemos previamente explicado). Básicamente, todo objeto posee una funcionalidad que es característica como así también un simbolismo que le es asignado. La lógica del fetiche consiste en desdibujar la funcionalidad por medio del signo abstracto. Por ese motivo, en el consumo, el consumidor se transforma en bien consumido. En otras palabras, Baudrillard, propone una inversión radical de la dialéctica hegeliana.
En forma crítica, podemos ver en Baudrillard (al igual que en Virilio) un pensador apocalíptico quien ve en los medios de comunicación un enemigo a vencer, la verdadera amenaza que inventa otras amenazas, ya que la total circulación de información e imágenes y la desaparición de la tragedia real por la virtual llevan a la humanidad hacia la verdadera tragedia final. Algo difícil de comprobar o por lo menos de comprender filosóficamente. En este sentido, Taussig se presenta como más cauto. Sin embargo, Baudrillard, por el contrario nos advierte sobre el papel profiláctico que ha tenido históricamente la ignorancia la cual nos ayuda a adaptarnos en un mundo que no ha sido creado para nosotros. Ver el mundo tal cual es: frío, cruel, distante y sujeto a leyes que nos superan como seres es horrorizante, espeluznante. La muerte de Dios ha significado para la humanidad tener que tomar su lugar, pero el precio parece ser demasiado alto, es cierto que quien todo lo ve o lo sabe todo lo perdona, pero también parece no menos cierto que el hombre no está hecho para alcanzar la totalidad (Korstanje, 2009).
Escribe Jean Baudrillard en torno a la guerra
de Sarajevo “nosotros mismos ocupamos
subrepticiamente el lugar del muerto detrás de nuestras pantallas de
televisión. Los serbios, es decir los asesinos, están vivos a su manera. Los de
Sarajevo, las víctimas, están del lado de la muerte real. Pero nosotros estamos
en una situación extraña: ni muertos, ni vivos, sino en el lugar del muerto. Y
en este sentido el conflicto bosnio es un test mundial: en todo mundo actual
Occidente ha ocupado el lugar del muerto” (Baudrillard, 2000: 83).
Penetrante, sagaz y elocuente, Baudrillard llama la atención sobre el hecho que
las amenazas movilizan recursos con el fin de legitimar el orden de la
sociedad, Sida, terrorismo, crac financiero, virus electrónicos ponen en juego
un proceso por el cual la sociedad revisa toda una serie de procedimientos y
especulaciones que tiene sobre determinado tema.
El evento crea un quiebre entre un antes y un
después, la concatenación de eventos son resultado de la historia. Los
fenómenos extremos adquieren mayor virulencia a medida que se sofistican las
herramientas humanas destinadas a la exploración del mundo interno y
circundante. La catástrofe se convierte
en una herramienta de la especie con el fin de evitar que lo peor suceda. Esta tesis es similar a la del profesor
Michael Taussig en la cual sugería que el estado continuo de emergencia
conlleva a la estabilidad y viceversa. En ese contexto, para Baudrillard, la
emergencia, la catástrofe, el peligro paraliza nuestra vida social con el
objetivo de evitar el estadio de desintegración. La virtualización del desastre
nos inmuniza contra uno nuevo pero a la vez nos predispone a sufrir otro de
mayor envergadura.
Chile Ayuda a
Chile
El show Chile ayuda a Chile se llevó a cabo
por 27 horas desde las 22.00 horas del día 05 de Marzo hasta el 06 inclusive.
La finalidad es la recaudación de fondos para la restauración de las ciudades
chilenas luego del último terremoto sucedido el 27 de Febrero de 2010, unas
semanas después del terremoto de Haití. Como resultado, Chile experimentó unas
400 víctimas fatales (aunque originalmente los medios habían hecho trascender
la cifra de 800), y millones de dólares en pérdidas materiales. El show se
encontraba orientado a 5 tópicos principales que iremos analizando a lo largo
de la siguiente sección: belleza,
deporte, coacción, estratificación, y materialidad. Estas cinco variables
coadyuvan, de alguna u otra manera, a constituir el discurso nacionalista
chileno frente a un evento que se les ha presentado como adverso, catastrófico,
y maligno (Bauman, 2007).
Es fundamental mencionar y aclarar para
quienes no son chilenos, que este espectáculo televisivo tuvo todos los ribetes
comparables con la habitual Teletón, es decir:
v Se mantiene al animador.
v Se mantiene la cantidad de
horas, de hecho
v Se mantiene las locaciones donde
se realiza.
v Se mantiene el formato, es
decir: Espectáculo televisivo, donde artistas participan con breves
apariciones, reportajes a quienes recibirán las donaciones, un contador gigante
del monto acumulado.
Debido a lo anterior, el cambio simplemente
es de marca, ahora, se ha comprobado que es una efectiva forma de solicitar colaboraciones,
en una forma reconocida y que se realiza habitualmente en diciembre de cada
año, salvo cuando hay elecciones. Por ello, entregar publicidad y descuento en
los impuestos a las empresas que aporten en esta causa, es el medio para llegar
a la meta.
Por otro lado, la pérdida del manto protector
del Leviatán en las zonas afectadas y las consecuentes imágenes difundidas por
la prensa al respecto de saqueos y actos delictuales fortaleció en cierta
medida el discurso patriótico en sentido de lo mencionado por algunos de los
animadores, la necesidad de mostrar lo mejor de nosotros al mundo, así mismo
justificó el toque de queda y otras medidas que podían creerse olvidadas por
esta parte del mundo, pero que transmitieron orden donde era complicado volver
a él..
En una primera aproximación, la belleza se
encuentra simbolizada por “modelos”, la mayoría de ellas mujeres y de cabello rubio,
que en calidad de co-animadoras (subordinadas al poder masculino) enfatizaban
un “viva Chile” que alentaba a todos los invitados y participantes en los
diferentes lugares en donde se llevaba a cabo el evento. La claridad ejerce una
gran atracción y admiración en las mujeres chilenas en oposición a la
oscuridad. Lo positivo, lo bueno, lo sublime en términos kantianos se encuentra
vinculado a lo claro, lo rubio, lo blanco mientras que lo maligno a lo oscuro.
Estos estereotipos en el sentido expuesto por Giddens parecen haber legitimado
siglos de discriminación y prejuicio (Giddens, 1989). Este fenómeno también se
ha observado en Argentina y Estados Unidos. Así, por ejemplo la participación
de la ex miss mundo Cecilia Bolocco fue parte relevante en la presentación. .
En segundo lugar, el deporte (tenis) emulaba
la grandeza, la “garra” que debía de tener el pueblo chileno en momentos como
el que estaba viviendo; sólo el trabajo duro podía revertir, esta era la clave,
el momento amargo que vivía el pueblo chileno en forma inmerecida. Lo anterior,
se sustenta en que el tenis ha entregado dos títulos del Mundial de Tenis, Medallas
olímpicas, así como un Número 1 en el Ranking de
Los militares, policías, fuerzas del orden
(coacción), grupos rescatistas también tuvieron su lugar, no sólo de
agradecimiento sino también como domesticadores del orden natural; sarcásticamente,
sobre el mismo orden natural que les jugó una mala pasada. El show mostraba
como ciertos perros “domesticados” y entrenados para labores de rescate se
desenvolvían en contextos adversos. Como corolario de las diferentes pruebas,
uno de los perros iza la bandera chilena en un mástil, a lo cual se escuchar el
grito “Que viva Chile! Los corresponsales apostados en el interior, también
enfatizaban en la cooperación que indistintamente dieron tanto civiles como
militares en la tragedia, tal vez desdibujando aquella ya mítica diferencia
entre los militares y los civiles afianzadas por los diferentes gobiernos de
facto, los que como en gran parte de Sudamérica han hecho estragos en la vida
política del país. La historia de los golpes del estado y las fricciones entre
la población civil y sus militares no sólo habían quedado suspendidas en el
tiempo, sino desdibujadas bajo la lógica de un discurso que se presentaba como
sagrado. Las contraposiciones internas habían sido llevadas hacia las afueras
de su frontera, no hacia los países vecinos sino hacia el mundo natural dando
origen a lo que hemos denominado coacción. La presencia militar no sólo
restaura los límites entre lo que está bien y mal previniendo actos de
vandalismo (razón de Estado en términos de Foucault o Hobbes), sino que
restaura la noción de soberanía, población y seguridad (Foucault, 2001).
Luego de lo expuesto, podemos afirmar que la
estratificación también se encuentra presente en los diferentes relatos que los
corresponsales hacen llegar al piso central en cuanto a que todos los chilenos
han sido afectados por el terremoto, y “todos” deben involucrarse en la
donación de dinero y bienes personales con el fin de colaborar en una nueva
reconstrucción. Reconstrucción que simbólicamente agradece una y otra vez la
donación de los diferentes empresarios que en búsqueda de mayor publicidad ven
en la tragedia mediática un trampolín para ejercer disuasión sobre potenciales
consumidores; la pregunta inevitable es ¿usted
con cuanto se pone?. Todos ellos aplaudidos acorde a la cantidad de dinero
que pueden ofrecer por los participantes del evento, cada gerente
(representando a su empresa) enuncia un discurso conmovedor a la vez que un
empleado de menor escalafón dice el monto a donar. Los pesos convergen en la
última de las variables que conforman el discurso nacionalista, la
materialidad, no comprendida ésta como bienes necesariamente tangibles sino
como moneda en el estricto sentido de la palabra. Las empresas, daban su
discurso, pero también su nombre, cantidad de sucursales, dirección y monto
donado. Una perfecta publicidad de la tragedia. Ética o no, funcional a los
problemas de Chile o no, el debate lo dejamos para otra ocasión, nuestra labor
consiste en describir los hechos tal y cual fueron observados tratando de
comprender el fenómeno.
Lo cierto es que durante el show mediático Chile ayuda a Chile, los símbolos
nacionales chilenos estaban por doquier, el mapa, su bandera, sus colores, sus
canciones patrias, o deportivas, etc. Con el lema (cuasi etnocéntrico) Chile
ayuda a Chile, el nacionalismo chileno parecía verse envuelto en una parodia de
su propia tragedia. No obstante cabe aclarar que los elementos observados no
son constitutivos del nacionalismo chileno exclusivamente sino de cualquier
nacionalismo que en tanto ideología intenta poner orden en momentos de
desestabilización. Un nacionalismo que dialogaba con la extranjería por medio
de cortos avisos en donde se agradecía la ayuda de otros países como Estados
Unidos, Argentina, Brasil etc. La mismidad se originaba precisamente en la
dialéctica con una alteridad solidaria. Una alteridad, que a diferencia de años
anteriores como en el caso de Argentina se presentaba amigable o comprensiva.
Simplemente no porque fuera Chile, un histórico rival de
Por demás interesante, han sido también el
papel que ha jugado la música en el show. Diferentes exponentes de la música
han participado contando donde estaban, como sobrevivieron y cuales son sus
expectativas a un público que bailaba y danzaba de una manera exacerbada. La
alegría parecía haber dejado atrás la traumática experiencia que conlleva la
idea de un terremoto. Los periodistas
narraban sus historias, enfatizando en lo que Giddens ha denominado principio
de reflexivilidad, por la cual el experto se sitúa en forma de igual a igual en
tanto que paciente o afectado otorgándole al testimonio mayor credibilidad y
emocionalidad. Por ejemplo, un corresponsal (periodista) narraba como lo había
afectado a él, a sus familiares, y a sus vecinos el terremoto y posterior
tsunami en la ciudad de Constitución de donde él era oriundo. Contraponiendo su
experiencia como corresponsal de guerra en Medio oriente, un lugar según su
testimonio, marcado por el flagelo de la guerra y la violencia, con la de su
propia guerra, su propio desastre. Se conjugaban en el hilo del discurso cierta
contraposición entre lo externo y lo interno, lo lejano y lo cercano, lo
posible y lo real, lo que les pasa a los otros, y lo que ahora nos pasa a
nosotros. Un diálogo de fronteras y procesos identitarios entre sí.
Siguiendo las contribuciones de Castel,
Virilio, Dupuy y Quarantelli, el mercado reemplazaba implícitamente el papel
del Estado como ente regulador de las relaciones humanas ya sea por medio de
donaciones millonarias, o el énfasis puesto en elementos como la hermandad,
pobreza, niñez, ayuda, solidaridad, el nacionalismo permitía la circulación de
bienes en el sentido postcapitalista. La palabra “motivar a ayudar” se
escuchaba varias veces en la mayoría de los testimonios de personalidades
famosas, locutores y sobrevivientes. Los medios masivos de comunicación fueron
especialmente agradecidos por su cobertura durante el momento de la catástrofe
“Agradecemos a las radios de Chile por
informar y unir a nuestro país” fue uno de los mensajes a pie del televisor
que captaron con mayor fuerza todo lo expuesto. Esta especie de religiosidad
durkheimiana con respecto al culto de la nación tan característica de los
momentos de guerra, ahora estaba también presente en un evento no-bélico pero
tristemente desolador. Los testimonios apelaban directamente a la emotividad, mantenía
firme un discurso de todo aquello que los involucrados o las víctimas habían
perdido, y enfatizaban en la falta de recursos materiales para poder
sobreponerse, apelando simbólicamente a la ayuda y solidaridad. Inmediatamente
después con un tono ensordecedor los locutores enfatizaban “¿Qué estas
esperando? Ayuda a Chile, deposita lo que puedas en el número de cuenta que
figura al pie”.
Ahora, los resultados están más que a la
vista, superar ampliamente, casi triplicando la meta impuesta de $15.000.000.000,
implica claramente un éxito de convocatoria por el que el ciudadano común se
siente integrante de una causa mayor, asunto no menor en tiempos de desidia e
individualismo.
El corolario final de fraternidad nacional
fue el encuentro y emotivo abrazo entre la actual presidenta y el presidente
elegido por voto popular para el período próximo. Ambos personajes se abrazaron
en un conmovedor gesto de hermandad que dejaba virtualmente afuera todo tipo de
especulación o rédito político. El líder político al igual que el religioso
opera sobre el desastre proporcionando los elementos necesarios para que la
ciudadanía se sienta segura nuevamente, su rango de acción es el futuro aunque
por cuestiones de legitimad en ocasiones apela al pasado. El líder, evidentemente,
no puede asegurar que otro sismo de este tipo vuelva a ocurrir, por ese motivo,
los lazos de jerarquía en momentos de catástrofes lejos de debilitarse, se
hacen más fuertes (Dupuy, 1999).
Conclusiones
Existen los elementos analíticos suficientes
para una mayor comprensión del comportamiento del nacionalismo en contextos de
desastre natural como el infortunado terremoto de Chile. Las variables belleza, coacción, deporte, estratificación,
y materialidad jugaron un papel importante en la configuración del discurso
nacional Chile ayuda a Chile. El código y el poder parecen dos fenómenos que
deben estudiarse conjuntamente. Como sugiere el sociólogo alemán Luhmann, el
poder se constituye como un instrumento de la comunicación, un código cuya
función es hacer inteligible las opciones entre alter y ego. En la vida diaria
existen códigos generalizados que permiten la comprensión inter-subjetiva por
medio del lenguaje. La comunicación intentará, por todos los medios, resolver
la contingencia, la incertidumbre que nos depara un destino al cual por regla
general no podemos acceder de ninguna forma. Al respecto, nuestro autor sugiere
que “el poder funciona como un medio de
comunicación. Ordena las situaciones sociales con una selectividad doble. Por
lo tanto, la selectividad del alter debe diferenciarse de la del ego, porque en
la relación de estos dos factores surgen problemas muy diferentes,
especialmente en el caso del poder. De acuerdo con esto, una suposición
fundamental de todo poder es que la inseguridad existe en relación con la
selección del alter que tiene poder. Por las razones que sean, alter tiene a
que disposición más de una alternativa. Puede producir y quitar inseguridad en
su compañero cuando ejerce su elección” (Luhmann, 1995: 13). En tal caso,
no parece extraño ver como se vinculan la comunicación y el poder.
En el desastre, como afirmaba el profesor
Quarantelli, las sociedades encuentran la manera de continuar replicando los
valores culturales que le han dado sustento, y de esa forma el desastre y las
asimetrías materiales entre ricos y pobres continúa. La materialidad y la
producción económica parecen no verse afectados por los eventos catastróficos.
Como afirmara el ya fallecido Jean Baudrillard, existe toda una lógica del
espectáculo puesta al servicio de las grandes multinacionales mediáticas que se
corresponden con su tesis del no-evento. La solidaridad de los empresarios
chilenos desdibuja su propia responsabilidad en cuanto a las fallas en los
canales de acumulación propias del capitalismo tardío como así también en
materia de construcción, omisiones, estrategias de costos y temas asociados a
la corrupción de obras que se presentan de una forma pero se construyen de otra.
En este sentido, Baudrillard no se equivocaba
cuando sostenía que la tragedia tiene un rol profiláctico en la vida de los
hombres, la de impedir la libre circulación de mercancías y la imposición del
libre mercado. No obstante,
paradójicamente a la vez que los desastres azotan a las sociedades
capitalistas, el mercado se las arregla para salir ileso. La ayuda y la
solidaridad siguen una lógica auto-poiética ya que retroalimentan las mismas
fallas, injusticias, desigualdades que potenciaron los efectos de la
catástrofe. Las divergencias y asimetrías materiales constituyen la base para
las desigualdades humanas. Aquellos que en un sentido neomarxiano acaparan las
formas de producción, también centralizan los medios simbólicos y códigos por
el cual un grupo de personas comprende los eventos circundantes y coyunturales.
Un huracán puede, según la mirada del chaman, ser comprendido como castigo o un
aliciente de los dioses.
El poder político, así, nace de la tragedia
en base a los 5 elementos que hemos descrito en este trabajo: belleza, coacción, deporte u ocio,
estratificación social y grado de producción material o materialidad. Cada
uno de estos componentes construye un discurso que opera dentro del imaginario
social con arreglo a un “ser nacional” que además de secular es sagrado, hecho
por el cual no desaparece (a pesar de las preocupaciones de los padres
fundadores de la sociología). El Estado, como la religión se ha transformado
pero sigue ocupando un papel importante en la vida de los hombres. La
secularización sólo ha comprendido la separación material y ha recortado la influencia
de
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Sincronía
Spring 2010