De ¿Quién es Quién? o ¿Quién sabe Dónde?
Juegos
y Concursos introductorios sobre la figura desconocida
de Clifford Geertz.
Enrique Anrubia
Univ. Católica San Antonio de Murcia,
(España)
I
¿Es Geertz un miembro de la
Antropología Simbólica?
No hace mucho tiempo, cierto periódico
estadounidense calificó a Clifford Geertz como uno de los intelectuales vivos que, junto
con otros nombres como Rorty, más habían influenciado en todas las ramas del gran árbol
de las humanidades dentro del pensamiento actual americano.
Efectivamente
Geertz ha trascendido los límites de la antropología sociocultural para extenderse, no
sólo a la historia o la filosofía, disciplinas con algunos proyectos comunes, sino a las
ciencias naturales, lingüística, etc. Si hace veinte años se podía decir que Clifford
Geertz era un nombre de cierta relevancia en los estudios antropológicos, hoy por hoy el
estudio de su obra se vuelve paso obligatorio en toda facultad, programa o asignatura de
antropología que se precie de respeto académico.
De
manera bastante usual la figura de Geertz suele inscribirse en un campo de la
antropología muy específico: la Antropología Simbólica. Dando unos rasgos
sesgados de esta corriente se podría mencionar como eje bascular de la misma a la tesis
de que el hombre como ser cultural predispone por naturaleza un mundo simbólico al que
acogerse o al que, por usar las referencias etimológicas, hace habitable a
través de la mediación simbólica de su acción en él. Es en este aspecto donde la
noción de significado desvela toda su importancia. Así pues, nunca ha
parecido descabellado emitir un juicio encasillador que afirme que Geertz está dentro de
esta axiomática. Una de las últimas y, por qué no decirlo, mejores monografías de la
historia contemporánea de la antropología así lo proclama[i].
Sin
embargo, el rótulo de antropología simbólica, como subdisciplina o
corriente en la Geertz puede ser asumido, está dentro de las matizaciones razonables del
imaginario académico. Aquí sólo presentaremos tres.
En
primer lugar, el propio testimonio de Geertz. En dos fuentes distintas[ii]
explica el antropólogo californiano la conformación de lo que se llamó en su día
Antropología Simbólica. Su nacimiento apunta a la Universidad de Chicago en
los años 60 y 70. Fueron los años en los que un joven Clifford Geertz recién doctorado
en Harvard prosperó y extendió su fama dentro y fuera de los Estados Unidos, culminando
su periplo en 1973 con la publicación de La
Interpretación de las Culturas. Geertz habla, efectivamente, del ansia de
materialización para el ambiente renovador que la nueva generación de jóvenes antropólogos demandaba. La caída y el
cuestionamiento de la mayoría de las tesis funcionalistas fue el disparador de un
mosquete llamado símbolo. Los estudios de la también reciente etnosemántica
o etnociencia, la lectura de la nueva filosofía del lenguaje auspiciada por el
Wittgenstein maduro, la aportación y aparición estelar de Lévi-Strauss en USA, fueron,
una tras otra, causas y efectos de una acción cíclica y ciclónica. Ahora bien, el mismo
Geertz declara que el rótulo de Antropología Simbólica era una etiqueta
que, por una lado, manifestaba más un anhelo de renovación académica y teórica que no
una corriente programática de la antropología sociocultural, y, por otro lado, en
ningún caso era comparable la denominación Antropología Simbólica al
encajonamiento de otras corrientes como estructuralismo, antropología
de la religión, o similares. Como el propio Geertz dice: un nombre conferido
por otros con el que yo nunca me he sentido cómodo[iii].
Aunque si bien es cierto que en escritos
posteriores a década de los 60 concretamente en el 74 el mismo Geertz se
tilda de etnógrafo del tipo significados y símbolos[iv], también por los mismos años desdeña y rechaza,
por su propio planteamiento teórico, cualquier posible semejanza con otros proyectos.
Así, y sin necesidad de ir demasiado lejos en el tiempo durante esos años sesenta, cabe
mostrar el desapego que Geertz explicita de la postura lévi-straussena que se plantea en
la obra Le Pensée Sauvage. Es más, mientras
que Geertz tildaba literalmente la obra del francés de pasmosa realización[v],
a éste le daban un premio honorífico en la Universidad de Chicago, o, por seguir en los
escritos de Geertz de esa década, la puntualización tesis crucial para entender
las afirmaciones geertzeanas que Geertz hace en Thick Description de la
etnociencia de Goodenough o de Tyler.
Geertz no es un antropólogo de la escuela de
la Antropología Simbólica por el simple hecho de que no existe dicha
escuela. Es más, los propios alumnos de Geertz (Rabinow, Crapanzano, etc.,), candidatos
privilegiados para formar parte de esa escuela, serán, como ha mostrado el
tiempo, sus más acérrimos críticos a la par que, todo hay que decirlo, sus más
fervientes y asiduos lectores. Y aunque quizás esta última puntualización se refiera
más a la escuela que pudiera haber salido de
Geertz, y no a la escuela en la que Geertz
pudiera ser colocado, valga para vislumbrar el desapego de éste de los encasillamientos.
En segundo lugar, cabe evaluar la trayectoria
académica de Geertz para afirmar dicha apropiación. Cuando por lo común se estudia la
figura de Geertz a menudo se suele citar la más de las veces las que posiblemente son sus
tres obras cumbres: La Interpretación de las
Culturas, Conocimiento Local, y el Antropólogo como Autor. Y, salvando
especificidades, las tres obras cumplen los requisitos de cumbres. Atendiendo
sólo a los títulos se puede observar esa, digámoslo de alguna manera, escandalosa
semejanza con el rostro del simbolismo. Ahora bien, atendido otra vez, también en
temática, a la obra conjunta de Geertz, observamos ciertos puntos techo dentro de la
gráfica de sus publicaciones de un carácter y un tono distintos. Los primeros escritos
de Geertz no son estrictamente sobre simbolismo sino sobre una faceta mayoritariamente
poco mencionada y desconocida del autor norteamericano: económicos y políticos. El
mercado es ya un tema realizado durante su primera investigación
de campo en Bali. El libro Agricultural Involution
(1963) es una de sus primeras publicaciones, los nacimientos políticos de las nuevas
naciones otra[vi].
Es más, estudios de parentesco (Kinship in Bali,
1975) o de historia sociopolítica (Peddlers and
Princes, 1963) rematan esta breve matización. También, y revisando a vuelo de
pájaro sus publicaciones posteriores al 73 nos encontramos con temas otra vez políticos
(Neghara, 1980) o bien temas afines a la nueva
sociedad multicultural actual (Anthropological
Reflections, 2000).
Pero,
y esta es la tercera objeción, cabe mantener que el proyecto teórico de Geertz si
es que realmente tiene uno, pues incluso esto es parte de duda de estudiosos de Geertz
(Rice, Reynoso) si es tildado de simbólico tiene, cuanto menos,
demasiados adjetivos restrictivos como para tomar al mismo como sustantivo. Tomando la
antropología metafóricamente: la estructura social de la antropología
simbólica de Geertz posee tantos cambios socioculturales fundamentales que llega un punto
en el que algunos de esos cambios son indiscernibles de la estructura misma.
Valga,
quizás, un ejemplo. Tomando las tres piedras miliares de sus tesis La Interpretación, Conocimiento Local y El Antropólogo
como Autor se puede conjeturar lo que Geertz dice atendiendo a sus fuentes. En La Interpretación de las Culturas son múltiples
las influencias, así que, por lo menos, tomaremos como ejemplos los dos artículos que,
tanto el mismo Geertz como sus críticos (Rabinow, Crapanzano, Clifford), los muestran
como troncos de dicho proyecto simbólico: Deep Play y Thick
Description. En Thick Description nos encontramos con Weber, Parsons, el
Wittgenstein maduro, Ricoeur o Burke y Langer. En Deep Play nos volvemos a
encontrar con Weber, Parsons, Wittgenstein, Ricoeur y Aristóteles. De este último toma
un enunciado de su Peri Hermenias parar
enmarcarlo como enunciado de un epígrafe fundamental del artículo: Decir algo de
algo. En Conocimiento Local podemos tomar
otros dos artículos claves: Blurred Genres y From the natives
point of view. Allí nos podemos encontrar, sobre todo, con dos fuentes claves: una
nominal y otras temática. La primera es Dilthey, la segunda es la afluencia de lo que
Geertz propugna como el giro interpretativo o giro hermenéutico de las ciencias. Así
también, en El Antropólogo como Autor, salvando los cuatro
antropólogos que estudia (Lévi-Strauss, Ruth Benedict, Evans-Pritchard y Malinowski) la
afluencia teórica, que no numérica, se centra en Foucault, otra vez Ricoeur, y el
crítico literario francés Roland Barthes.
A
todo esto hay que añadir la importancia y adhesión a las tesis fundamentales de
Cassirer, que Geertz reconoce como subyacentes en sus escritos a través de la mano de S.
Langer, fuente citada por Geertz y discípula directa de Cassirer.
Por
último, y quizás como escena que se sale del guión, podríamos decir que en uno de sus
últimos artículos versa sobre la idea de interpretación en las ciencias de su colega y
amigo Charles Taylor[vii].
A tales efectos sólo cabe decir que muchos de los aquí citados son autores afines o
fuentes de la Hermenéutica.
Antes
de entrar propiamente al estado de la cuestión de qué es lo que propone
Geertz, es paso obligatorio lanzar la cuestión de cuál es la posición de Geertz
respecto al desechamiento o la conveniencia de la noción de símbolo. La duda
no es otra que plantearse la posición de la noción de símbolo ante la que parece una
postura otra no beneplácita para estar dentro de una antropología
simbólica. Atendiendo muy brevemente a qué entiende Geertz por símbolo hemos de
decir que dicha noción no es abandonada en ninguno de sus escritos. Así pues, de
entrada, no parece la misma una noción excluida o excluyente.
En
La Interpretación de las Culturas se dan
varias definiciones más o menos completas y, por supuesto, complementarias. En todos los
ensayos de dicho libro, que temporalmente abarcan una selección temática de veinte
años, el concepto de símbolo es siempre arraigado en la explicación que Sussane Langer
da del mismo en Philosophy in a New Key.
Concretamente es en el artículo de 1966, Religión as a Cultural System, (que
es la versión definitiva de una ponencia que Geertz escribió parar el famoso congreso de
Cambridge que se realizó en el 63 entre antropólogos culturales y la gente de la
antropología social británica ), donde da la explicación más amplia de qué entiende
por símbolo: cualquier objeto, hecho, cualidad o relación que sirva como vehículo
de un concepción la concepción es el significado del
símbolo[viii].
Apenas
se lee dicha definición la pregunta asaltante ante ésta no es otra que ¿y qué no
es entonces símbolo?. La respuesta que se pueda poner en juego recalca el difícil
equilibrio de enmarcar a Geertz, sino como mentalista tal y como le critica el
materialismo cultural, (Harris), sí como posible autor que arrincona a terceros y
cuartos planos a los condicionamientos materiales de la cultura, es decir, como
antropólogo que condena al ostracismo a la facticidad del medio si bien, no a un
exilio perpetuo, sí a una pequeña emigración teórica. Dicha argumentación se
apoya en los pilares representacionalistas, con breves acentos psicologistas, de la idea
de símbolo. Si, efectivamente, el símbolo es un mapeado calcado de la realidad, tomando
a ésta en un sentido amplio pero no laxo, donde la direccionalidad del mismo ajusta y
reordena las dificultades epistemológicas, entonces lo que se queda bajo sospecha es la
articulación de la misma, y lo que aflora en cuestión de segundos es el debate de un
subjetivismo trascendentalista.
No
parece ésta, desde luego, la posición geertzeana. Dos objeciones:
1.-
En la crítica, antes mencionada, a la etnociencia, Geertz subraya la implicación
simbólica de la cultura considerando que el modo de comprensión de la susodicha asume
como principio y causa a la materialidad de la misma. Recogiendo su mismo ejemplo, la
inteligibilidad cultural de la idea de qué hace falta para saber tocar un
violín incluye, no como efecto sino como axioma, algo tan intrínsecamente
complicado como tener un violín(Thick Description).
2.-
La mostración de la necesidad de la vertebración simbólica de la realidad revela que la
primera no juega, arrancando desde la idea de símbolo, un mero papel atributivo sino
constitutivo. Desde esta perspectiva se manifiesta que la noción de símbolo es
desplazada a un segundo plano en favor de esa realización semántica de la realidad
a la par que el descubrimiento de dicha operación sólo podrá tener viabilidad
gnoseológica desde los símbolos fácticos. Recogiendo las mismas tesis de Langer,
Geertz recalca ya en La Interpretación de las
Culturas que el eje de rotación sobre el gira sus tesis no es el símbolo como tal,
sino la significación, esto es, la operación
cognoscitiva que desvela a los acontecimientos en su inteligibilidad contingente: les
compone como significativos. Es entonces cuando se vislumbra que la definición de
símbolo se posiciona a posteriri, no sólo de
una facultad interpretativa, sino del mismo hecho inteligible. No es, por supuesto, el
símbolo un efecto de, pero, por lo menos en el nivel gnoseológico, tampoco
es una causa primera. De suyo esto implica que la esfera de la más pura
facticidad es axiomatizada en tanto que la necesidad interpretativa sólo puede entenderse
desde el asentamiento de la impura empireia.
Lo
que aparece entonces, y así lo propugna Geertz, no es la conspiración mentalista de
cierta antropología simbólica, sino el apremio de la constitución re-interpretada de lo
real, a la par que la afirmación de la antropología sociocultural como antropología
hermenéutica[ix].
II
La figura de Geertz: Actualidad.
En
abril de1984 se congregó en la School of American
Research lo que se denominó como el acto inaugural del postmodernismo en
antropología sociocultural: el seminario de Santa Fe. Entre los asistentes se encontraban
varios allegados a Geertz durante su época en Chicago y su trabajo de campo en Marruecos
entonces doctorandos, hoy insignes profesores, y, por supuesto, otros tantos
asiduos lectores de su obra. El producto final de varios días intensos de discusiones y
ponencias informales se publicó primeramente en Current Anthropology y definitivamente quedó
formalizado en libro bajo el clarividente título de Writing
Culture, (en España pierde parte de su sentido bajo la traducción de Retóricas de la Antropología), convirtiéndose en
el manual del perfecto antropólogo postmoderno.
En
lo que respecta a Geertz, y dejando por el momento a un lado las críticas más concretas,
se señalaron en tonos generales dos afirmaciones:
1.-
Uno de los temas que más intensamente se debatieron y discutieron durante el Seminario
fueron las tesis geertzeanas de La Interpretación
de las Culturas, y, si bien no fue un autor que aparecía explícitamente en todos los
artículos, su influencia ,y ese acalorado debate allí suscitado, le hizo latente en cada
uno de ellos.
2.-
La figura de Geertz, pese a estar en un punto álgido en el panorama intelectual
norteamericano, estaba siendo seriamente cuestionada en el mundo de la antropología. Lo
que aparentemente surgió a la escena académica como un conjunto de ideas renovadoras y
originales se había revelado como el amasijo metodológico más ineficaz e inoperante de
la antropología[x].
No sólo no se mostraba correctamente, o mejor dicho, diáfanamente, lo que era
interpretar interpretaciones, sino que, incluso, los mismos artículos de
Geertz en los que se ponía en marcha su aparato conceptual hermenéutico
adolecían de más problemas que de aciertos[xi].
Sin
embargo, los considerados postmodernos de la antropología pues pocos de ellos así
se autodenominan no abandonaron todas las tesis de Geertz, antes bien, operaron en
términos de intensificación y radicalización de las mismas. Si Geertz había puesto de
manifiesto la constitución interpretativa de la realidad, y la metáfora de la cultura
como texto a leer, los postmodernos, atendiendo a un cita de Reynoso, ya no entendieron
que la antropología era la interpretación de la cultura como texto sino que era el
resultado de la relectura crítica de los textos acerca de la cultura[xii].
A muy grandes rasgos, el lenguaje, bajo auspicio de la lectura de Foucault y de Bajtín,
abría una distancia y un hueco inquebrantable con la realidad otros sujetos
en el que se insertaban cuestiones jerárquicas y dictatoriales del estilo de un
etnocentrismo cuasi insalvable que invalidaba la comprensión del otro, un
occidentalismo recalcitrante que posibilitaba acciones políticas punibles
moralmente y unas leyes férreamente académicas que impedían la correcta
escritura de los acontecimientos.
Así,
cobra valor de necesidad la aparición, junto con el estudio académico del trabajo de
campo, de la publicación de los diarios de cada antropólogo durante su convivencia con
los nativos. Parece una máxima, mostrar que el
antropólogo no puede dejar de ser tremendamente subjetivo como sujeto que es, algo
manifiesto ya desde la publicación del diario de Malinowski y quizás, sólo
quizás, desde Sócrates. Dweyer, Crapanzano o Rabinow son ejemplos de ello.
Siguiendo
esta estela de afirmaciones, hay una concienciación de la expresión literaria misma. La
impersonalidad o los sujetos neutros de los escritos antropológicos clásicos deben
desaparecer. La cercanía con el otro antropológico
sólo es viable si, por un lado, el otro tiene
rostro, nombre y apellidos y, a ser posible, es más amigo que informante la
empatía es valor epistemológico, y, por otro lado, se muestra al antropólogo en
la redacción del escrito final más que como un científico social como un hombre normal y corriente que le pasan cosas cotidianas
tiene un resfriado, se levanta con la pierna izquierda, no sabe cocinar
durante su vida con los nativos. Ya no es la
antropología una descripción sino una narración, un género literario.
Ante
esta posición demasiado poco bien descrita por nuestra parte salen a la luz
tras Writing Culture tres cuestiones acerca de
Geertz.
1.-
Dentro de la idea de Rabinow[xiii] de que Geertz es una
figura de capa caída se cree que éste hizo un intento por subirse al tren del
último grito en antropología[xiv] publicando la obra El Antropólogo como Autor[xv].
En dicho libro, publicado posteriormente tanto al Seminario de Santa Fe (1984) como a la
aparición de Writing Culture (1986), se dice
que Geertz emplea el juego postmoderno de analizar los discursos antropológicos como
punto crucial, usando, pues, la metáfora postmoderna de la literatura antropológica ya
inventada. Parece como si la vieja estrella de cine se negara a quedar
relegada a actor de reparto o a ser etiquetada bajo el nombre de clásico, y ante ello intentase, mediante liftings teóricos y cirugías remendables,
parecerse a las nuevas generaciones. Una copia de copia.
Ahora
bien, de manera independiente de si realmente el juego teórico de El Antropólogo como Autor es morfológicamente
el mismo que el de Writing Culture o
no, cabe decir que el simple argumento cronológico hace de estas afirmaciones
infundadas y obsoletas.
Ya
en 1983, es decir, un año antes de la realización del Seminario de Santa Fe, y tres
antes de la aparición en prensa de sus ponencias, Geertz publica Slide
Show: Evans-Pritchard's African Transparencies, que es un capítulo íntegro de El Antropólogo como Autor, pero es más, también
en la primavera 1983 Geertz había impartido las Lectures
en la Universidad de Stanford[xvi], dando como texto lo que,
efectivamente, será Works and Lives: The
Anthropologist as Author. El único revuelo fue que Geertz lo publicó como libro en
1988, ocasionando lecturas erróneas de su persona como pensador sin luz, o lo que es
peor, imitador de teorías postmodernas. Todo lo demás se puede rebatir con un almanaque.
2.-
Una de las causas por las que se atribuye un esplendor teórico a Geertz es su estilo
literario, y, curiosamente, es la vez una de la cosas por las se le asigna un execrable y
farragoso modelo antropológico. Para los críticos y radicalistas de las posturas
geertzeanas los postmodernos su apogeo y decadencia provienen de su
inmejorable pluma. Parece algo bastante admitido por muchos comentaristas que Geertz no
escribe bastante bien, sino que es una satisfacción su lectura. La agudeza teórica, su
milimétrico sentido crítico y sus inconfundibles pinceladas irónicas hacen de Geertz un
autor convincente y un antropólogo con premios ensayísticos[xvii].
Para los autores críticos con sus afirmaciones desde un principio el estilo
literario de Geertz es una verdadera arma retórica para no decir nada. La verborrea
abundante es, por así decirlo, una buena estrategia cuando no se sabe qué decir o para
decir muy poco. En ambos casos postmodernos, neoestructuralistas, neomarxistas,
materialistas, etc. las líneas confluyen en la idea de vender un retrato de Geertz
asentado más en la capacidad de convencer literariamente que en la de mostrar certezas.
Ahora
bien, lo que hacen los segundos pone a flote dos preguntas cruciales sobre el estado
actual de las posturas geertzeanas. Nos referimos a si Geertz puede y debe ser considerado
un postmoderno, y, por consiguiente, si puede hablarse de una o varias etapas en los
escritos del californiano.
a) La
crítica a Geertz por el uso de ese lenguaje abstruso y subordinadamente complejo, no es
una problemática adscrita a él personalmente sino al postmodernismo antropológico en
general[xviii].
Esto implica que cabe plantearse la adecuación o no de entender a Geertz dentro de este
movimiento o corriente informe por definición y maleable por principios.
Parece clara la idea de que si bien es cuestionable su adscripción incondicional al
postmodernismo antropológico, no lo es tanto el que, desde luego, fuera el padre teórico
del mismo o pattern modélico para aquéllos.
b) Cuestiones
como la arriba planteada y como el posible giro temático de Geertz en El Antropólogo como Autor, independientemente de
su identificación positiva como postmodernista, llevan ineludiblemente la pregunta de si
podemos encontrar en la obra de Geertz varias etapas teóricas, de si realmente hay uno,
dos, o varios Geertzs.
3.-
Al margen de la contestación de estas cuestiones que desvelan la actualidad del debate
entorno a Geertz, la influencia de éste, sea por su estilo literario o no, se ha dejado
notar en la aparición de los más recientes movimientos académicos, o mejor dicho, de
los temas que a día de hoy se están discutiendo en el panorama de las ciencias sociales.
Nos estamos refiriendo a los Cultural Studies y
a la Nueva Historia. Los primeros, forjados a la sombra
de la escuela de Birminghan, suelen retomar afirmaciones cruciales de Geertz como
son su definición de cultura como conjunto de tramas significativas en las que el hombre
se ve envuelto, y su corriente interpretacionista. Los segundos, además de éstas dos ya
dichas, buscan en Geertz el autor que ofrece un modelo teórico que posibilita el
acercamiento entre Historia y Antropología, esto es, un antropología sociocultural de la
historia, o una historia de la cultura con tintes antropológicos. Mientras que los
primeros adolecen de sesgar y reinventar, en el más puro sentido de la palabra, el
sentido de algunos enunciados geertzeanos, los segundos se aferran, a veces demasiado, a
unas tesis que el mismo Geertz desestima cuando afirma, sarcásticamente, que aún se dice
hoy en día que ya Herodoto hacía en su tiempo antropología (aunque pese a su ironía no
descarta la validez de esa tesis en algunos aspectos concretos).
Como
última y breve pincelada de la figura de Geertz, cabe decir que antes hemos mencionado la
influencia realmente avasalladora de Geertz en Estados Unidos, pero también cabe hacer un
pequeño muestreo de lo que Geertz es, y ha sido, en otros países, (algunos realmente
desconocidos para la antropología sociocultural en España). De este modo, podemos
observar, por el número de publicaciones en los noventa, la notable influencia que tiene
en Alemania, llegándose, no sólo a celebrar congresos dedicados exclusivamente a su obra[xix],
sino también a hacer que el propio Geertz publique originalmente en alemán[xx].
Así también se atisban ciertos efectos en algunas parcelas nombres influyentes
sobre todo de la antropología británica[xxi]. También en Centro y
Sudamérica se puede hablar de la influencia actual geertzeana, que no de seguidores o
escuela, contemplando los artículos y libros que dos figuras de la talla de Néstor
García Glanclini en México y Carlos Reynoso en Argentina le han dedicado.
Enrique
Anrubia. enriqueanrubia@terra.es
BIBLIOGRAFÍA:
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[i] REYNOSO, C., Corrientes Actuales de la Antropología Contemporánea, Biblos, Buenos Aires, 1998.
[ii] After the Fact: Two Countries, Four Decades, One Anthropologist. Harvard University Press, 1995, y también, An Interview with Clifford Geertz, (RICHARD HANDLER, entrevistador), Current Anthropology, vol. 32, nº 5, pp. 603-13.
[iii] After the Fact: Two Countries, Four Decades, One Anthropologist. Harvard University Press, 1995, p. 117.
[iv] Local Konowledge. Basic Books, New York, 1983, p 89.
[v] The Interpretation of Cultures, Basic Books, New York, 1973, p. 298.
[vi] (Editor), Old Societies and New States, New York: The Free Press, 1963.
[vii] The Strange Estrangement: Taylor and the Natural Sciences, en Tully, James, (ed.), Philosophy in an Age of Pluralism. Cambridge, Eng.: Cambridge University Press, pp. 83-95. Amén de seto, Taylor le agradece a Geertz en un prólogo su colaboración y ayuda en Princetown a la hora de escribir su gran libro Las Fuentes del Yo.
[viii] The Interpretation., p. 90.
[ix] Cfr. After the Fact, p. 117.
[x] Nos referimos a la publicación de La Interpretación de las Culturas en el 73, que incentivó tantos adeptos como dudas. De hecho, hasta tal punto fue así, que su segunda gran obra, Conocimiento Local, fue declarada en la Introducción y en su subtítulo Ensayos sobre la Interpretación de las Culturas como una serie, en su mayoría, de contrarréplicas y matizaciones a la Interpretación.
[xi] A este respecto las críticas a Deep Play: Notes on the Balinese Cockfight fueron todo un ejemplo.
[xii] Aunque esa es la tesis de los grandes comentaristas sobre la antropología postmoderna, quizás sería más acertado decir que la principal deficiencia que éstos proclamaban de la antropología académica de entonces no era suplida por el cambio entre la cultura como texto y los textos de la cultura. Más bien, el origen y consecuencia de sus tesis revertían desde un principio basado en la inconmensurabilidad entre un texto y una realidad cultural con tintes personalistas, es decir, los problemas epistemológicos de transcribir una persona de carne y hueso a un libro de papel y tinta.
[xiii] Cfr., RABINOW, P., Representation are Social Facts: Modernity and Post-Modernity in Anthropology, en CLIFFORD, J. / MARCUS, G. (eds.) Writing Culture. The Poetics and politics of ethnography. University of California Press, Berkeley, 1986, pp. 245 y ss.
[xiv] Al respecto véase, REYNOSO, C., Introducción, en REYNOSO C. (comp.) El Surgimiento de la Antropología Posmoderna. Gedisa, México, , 1998.
[xv] GEERTZ, C., Works and Lives: The Anthropologist as Author. Stanford University Press, Stanford, 1988.
[xvi] GEERTZ, C. Works and Lives: The Anthropologist as Author. Lectures delivered at Stanford University, Primavera, 1983.
[xvii] Ganó el premio Sorokin en el 74 por La Interpretación de las Culturas.
[xviii] Cfr., entre otros muchos, HARRIS, M., Teorías sobre la Cultura en la Era Posmoderna. Crítica, Barcelona, 2000, y REYNOSO, C., Sobre la Antropología Posmoderna, en Revista de Occidente, vol. 82, 1988, pp. 142-148.
[xix] FRÖHLICH, GERHARD / MÖRTH, INGO (eds.), Symbolische Anthopologie der Moderne : Kulturanalysen nach Clifford Geertz.Campus, Frankfurt,1998.
[xx] GEERTZ, C., Welt in Stücken: Kultur und Politik am Ende des 20. Passagen Verlag, Jahrhunderts, 1996.
[xxi] INGLIS, FRED, Clifford Geertz : culture, custom, and ethics. Polity Press, Cambridge, 2000. KUPER, ADAM, Culture: the anthropologists account. Polity Press,Cambridge, 1999.