Sincronía Summer 2011

Sincronía Current Issue


La Revolución Mexicana en Emiliano Zapata, un soñador con bigotes de Guillermo Samperio.

Ma. Esther Gómez Loza

Universidad de Guadalajara


 

Guillermo Samperio (1948), escritor mexicano considerado junto con Borges y Cortázar, entre otros, como uno de los grandes cuentistas latinoamericanos y que ha incursionado también en otros géneros en prosa, es el autor de esta novela: Emiliano Zapata, un soñador con bigotes. ¿Por qué Samperio se interesó en este revolucionario y no en otro para estructurar su texto? ¿De qué recursos se valió para llevarlo a cabo? ¿Cómo unió la historia con la imaginación? Estas son algunas de las preguntas que me hice al tener esta obra en mis manos.

La portada de la tercera reimpresión de mayo de 2007 de Alfaguara Infantil destaca en grandes caracteres la imagen de un adolescente que acaba de abandonar la infancia o de un niño al filo de la adolescencia de mirada profunda, taciturno y grandes bigotes en tono azul pavo, los que, aparentemente se prolongan o son del mismo color del contorno del sombrero. Es Emiliano Zapata, el actante principal que pone en marcha a otros actantes de la obra. Samperio la dividió en dieciocho partes. La primera la denominó Emiliano I; la segunda, Oráculo I; la tercera Emiliano II; la cuarta, Oráculo II. La historia de un caballerango que nunca cuajó; la quinta Emiliano III; la sexta, Oráculo III. La crónica de una mecha encendida y un traidor en el horizonte. Y así sucesivamente. A cada una de las partes designadas Emiliano las sigue un Oráculo, excepto a la novena, la cual, tiene un epílogo, es decir, el final. El Oráculo I no tiene subtítulo, pero a partir del Oráculo II todos aparecen subtitulados. Dichos subtítulos tienen que ver con los contenidos del texto. En las partes Emiliano, Samperio, a través de la instancia narrativa describe la vida de Emiliano Zapata niño con todas las peripecias de su entorno. En estas partes hay ilustraciones alusivas al tema que el autor desarrolla. Solamente Emiliano VII no tiene ilustraciones. Y, si en los oráculos no encontramos una sola ilustración, el epílogo sí la tiene.

Como podemos apreciar, la obra que nos ocupa constituye desde el título el programa narrativo que anuncia el desarrollo fundamental del texto. Nos encontramos ante un relato histórico con características muy particulares.

En Emiliano I nos enteramos tanto de la llegada a este mundo del futuro líder revolucionario –agosto de 1879-, de la población en que nació, Anenecuilco, comunidad del Estado de Morelos, como de la vida en este lugar de sus pobladores en aquellos tiempos.

(…) cuando Emiliano era niño la vida era diferente.

Casi todo tenía que hacerse a mano: nada de abrir la llave y que salga un chorro, había que traerla del río o del ojo de agua; ni imaginarse siquiera oprimir un botoncito y que se prendiera la lámpara; había que conseguir petróleo para el quinqué o cerillos para las velas. ¿Gas? No había, fogón para la comida y encomendarse al dios anticatarro al bañarse. En fin, que había tanto por hacer que los adultos no se daban abasto. Así que los niños tenían muchas obligaciones que cumplir, empezando por mantenerse vivos, lo que, entre la mala alimentación y la falta de medicinas y médicos, no era cosa sencilla (…) El padre de Emiliano se llamó Gabriel; la madre Cleofas, (…)1

Con una ilustración que parece haber sido hecha por un niño de primaria, el autor representa el pueblo de Zapata dividido a la mitad, por un río que lleva también el nombre de Anenecuilco. Al lado derecho de éste destaca la hacienda del “Hospital”, cuyas tierras, aclara Samperio, habían sido “compradas” a sus verdaderos dueños, pero que en realidad había sido un despojo. La otra mitad del pueblo era ocupada por los anenecuilenses, los cuales, o bien trabajaban para la hacienda a cambio de un mísero salario en las tierras que legalmente les pertenecían pero que ahora eran ajenas, o corrían el riesgo de morirse de hambre. ¿Cómo vivía entonces la familia Zapata? “ ‘Para ganarse el pan, antes hay que sudarlo en el surco y en el cerro’, decía don Gabriel todas las mañanas con su vozarrón, y allá tenían que ir los miembros de la familia Zapata a sembrar maíz o a pastorear animales antes de poder pasar a la mesa”.2 Trabajar de sol a sol para conseguir no más que la comida del día, propició que Emiliano considerara que “La tierra es de quien la trabaja”.

A partir del Oráculo I encontramos episodios históricos en los cuales efectivamente, Emiliano Zapata participó. La injusta repartición de tierras, muestra del abuso contra los campesinos, impulsó a los anenecuilenses a organizarse para defender sus derechos. De esta manera:

El Consejo de Ancianos de Anenecuilco, por el año de 1906, organizó, junto con el Consejo de otro pueblo llamado Villa de Ayala, un Comité que fuera a hablar con el gobernador del estado de Morelos, para que convenciera a los dueños de la Hacienda del Hospital de devolver a sus verdaderos dueños las tierras que antes les habían quitado.3

Por supuesto que el gobernador no los escuchó. A través de documentos oficiales es posible conocer que en el año de 1909, Zapata fue elegido Presidente de la Junta de la Defensa de las Tierras de Anenecuilco mediante un procedimiento tradicional.

Los de Anenecuilco lo eligieron para este puesto simple y sencillamente por el desempeño de sus antepasados a la defensa de su comunidad:

(…) El apellido Zapata era importante en Anenecuilco. Había aparecido por primera vez en los asuntos locales como el nombre de un rebelde, durante la guerra de Independencia, de comienzos del siglo. El padre de Emiliano, Gabriel, hombre tranquilo, popular, trabajador, (…) y su madre Cleofas, eran por todos conceptos, gente del común, pero trasmitieron a su hijo las cualidades raras y sencillas del valor sin ambiciones y de la integridad empecinada que brillaba a lo largo de la historia de la familia. Los Zapata y los Salazar (la familia de su madre) llevaban en los huesos la historia de México. (…) Dos de los hermanos de su padre, Cristino y José, habían peleado en la Guerra de Reforma y contra la Intervención Francesa en la década de 1860, (…)4

Además de la participación en la Guerra de Independencia del joven José Salazar, abuelo materno de Emiliano Zapata, Womack destaca el celo y la fidelidad en el cumplimiento de las funciones como encargado de la defensa de los anenecuilenses y también en el gobierno municipal de Villa de Ayala de otro José: José Zapata, cuya vida, definitivamente, puso a esta familia en muy alto lugar en la estimación de aquellas comunidades.

Samperio narra la elección de Emiliano Zapata como Presidente de la Defensa del mencionado lugar de Anenecuilco de la siguiente manera:

Así, una mañana de 1909 Emiliano no se puso su ropa de labores, sino que se vistió con su traje de gala (…) ¡ ni en su boda se había visto tan elegante! Pero la ocasión no ameritaba menos. En la Plaza de Anenecuilco lo esperaba el Consejo de Ancianos, quienes se quitaron el sombrero al verlo llegar en su caballo y con su familia a un lado de él. Al llegar comenzó la ceremonia: primero le entregaron los documentos de la comunidad; luego los viejos pusieron en sus manos las llaves del pueblo; finalmente le dieron la noticia formal de que Anenecuilco decidió que en él, en Emiliano Zapata, podía caber perfectamente la esperanza que entre todos lograron reunir. Lo hicieron su representante, lo nombraron el más joven del Consejo de Ancianos. Emiliano supo de la confianza y sus responsabilidades esa tarde y ya nunca más podría olvidarlo. Esa noche y durante el resto de su vida durmió con la conciencia tranquila de los que hacen el bien, pero también con el sueño ligero de los que llevan sobre sus espaldas la carga más importante que se le puede encomendar a un hombre: la fe de los otros.5


Apoyándose en Jesús Sotelo Inclán, considerado por los especialistas en el líder sureño como el gran historiador sobre genealogía zapatista y de quien provienen noticias y documentos de Anenecuilco, Enrique Krauze complementa lo anterior así:

Terminada la junta los viejos llamaron aparte a Emiliano y le entregaron los papeles que guardaban (…) Emiliano los recibió y, junto con el secretario Franco, se puso a estudiarlos. Franco estuvo con Emiliano durante ocho días en el coro de la iglesia leyendo los papeles y tratando de desentrañar los derechos en ellos establecidos. Durante estos días suspendieron todos sus trabajos y sólo bajaban para comer y dormir. Fue así como el futuro caudillo bebió las profundas aguas del dolor de su pueblo y se vinculó estrechamente al destino de sus remotos abuelos indios.6

En Emiliano II, es posible seguir asomándonos a la vida de Zapata niño: su aprendizaje de las primeras letras con el Silabario de San Miguel, cortar leña, desgranar mazorcas, trenzar reatas, desvainar frijoles, acarrear agua del río en cántaros. Su gozo con el trabajo de los caballos y el juego con su hermano Eufemio. Otras veces con su amigo Chico y su novia Lola, la hija del patrón en la cueva Misterios. Nunca faltaba el “Negro”, su perro consentido. Muchos trabajos, pero también juegos. “Cuando el Negro, Emiliano y Eufemio crecieron lo suficiente, comenzaron a acompañar a don Gabriel cuando iba al cerro en busca de caballos salvajes para amaestrarlos y luego venderlos ya domesticados”.

En Oráculo II encontramos al Zapata adulto comprometido con los anenecuilenses. En el año de 1911, Francisco I. Madero promulgó el Plan de San Luis en el que se pugnaba por regresar las tierras a las comunidades que habían sido despojadas de sus parcelas. Zapata decidió apoyarlo incondicionalmente. Junto con algunos de sus compañeros de lucha hicieron una reunión secreta para tomar acuerdos. Eligen a Pablo Torres Burgos para que, en su representación, acuda hasta San Antonio, Texas, y hable con don Francisco I. Madero. Producto de esa reunión fue el acuerdo para crear una fuerza maderista. Así lo dice Samperio:

De esta forma, el 10 de marzo de 1911, en la población de Villa de Ayala, contando únicamente con una guerrilla de setenta valientes, Emiliano Zapata y sus hombres se proclamaron en rebelión contra las fuerzas de Porfirio Díaz. Aunque hay que aclarar que en ese momento el jefe de los alzados era Pablo Torres.8

Continuando con su relato, la instancia narrativa nos dice que Zapata asumió el mando cuando en las afueras de Villa de Ayala, Pablo Torres y sus hijos fueron asesinados por las fuerzas federales. Los triunfos obtenidos por Emiliano demostraban que no era el loco revoltoso que la prensa se afanaba en desprestigiar, sino un gran estratega. Por este motivo, uno de los grupos más importantes del ejército de Díaz fue enviado a la defensa de Cuautla. Se inició así una lucha sin cuartel entre revolucionarios y el ejército. Zapata logró imponerse y el último reducto de Porfirio Díaz desapareció dentro del Estado de Morelos.

En el Oráculo V Samperio menciona las estrategias del Caudillo del Sur en las batallas contra los hombres de Huerta. El repliegue de los revolucionarios a la sierra morelense, La toma en octubre de 1911 de Topilejo, Tulyehualco, Nativitas y San Mateo, hasta llegar a Milpa Alta. Por supuesto que las pocas familias que de estos poblados gozaban de la explotación tanto de las tierras como de los campesinos que las trabajaban, se sintieron amenazadas por la “turba de rufianes venidos del Sur”. La voz de los pudientes llegó hasta la Cámara de Diputados. Allí exclamaban que “el bandido protegido por Madero, era un grave peligro para la estabilidad del país”. Sin embargo, por causas ya conocidas y que el autor señala como la incapacidad de Madero para tomar “al toro por los cuernos” el distanciamiento entre Zapata y Madero fue inevitable. Hacendados y algunos políticos intrigaron contra el Caudillo del Sur. Aunque hubo varios diálogos entre ambos, a las justas pretensiones del líder revolucionario, Madero responde de manera ingrata: lo conmina a que se rinda y abandone no sólo el estado de Morelos, sino el país.

Enrique Krauze, apoyado nuevamente en Sotelo Inclán, cuenta lo que al respecto Zapata describió a Gildardo Magaña:

Yo, como no soy político, no entiendo de esos triunfos a medias; de esos triunfos en que los derrotados son los que ganan; de esos triunfos en que, como en mi caso, se me ofrece, se me exige dizque después de triunfante la revolución salga no sólo de mi Estado, sino también de mi Patria…

Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza, el cariño y el apoyo de mi pueblo.9

En el Oráculo V De nuevo “a salto de mata”, apreciamos que las diferencias entre el líder revolucionario y Madero se acrecentaron de manera irreversible. A juicio de Krauze, para Zapata, hombre de convicciones absolutas la actitud de Madero sólo tenía un nombre: traición, y ésta, -conforme con los parámetros del Caudillo del Sur, solamente podía pagarse con la muerte. De allí que nuestro héroe pretendiera colgar de uno de los sabinos más altos del bosque de Chapultepec al llamado Apóstol de la Democracia. Hubo de continuar la lucha. Samperio cierra este Oráculo destacando la alegría de los que anhelaban con fervor que en el campo mexicano reinara la justicia cuando supieron que Zapata de nuevo combatía a los opresores.

En el Oráculo VI subtitulado El Plan de Ayala encontramos que la prensa y los oradores oficiales, incluso el mismo Madero y los miembros de su gabinete, condenaban a los surianos llamándolos “abominables forajidos que amenazaban a una sociedad a la que no podían pertenecer”.

Zapata comprendió que el único camino para resolver los problemas del país era empuñando las armas. Junto con el maestro rural, Otilio Montaño, se refugiaron en un lugar seguro para elaborar un plan en el que quedaran muy claros los objetivos de su lucha. El resultado fue el Plan de Ayala, el cual, dice Samperio, constaba de quince apartados, de los cuales fundamentalmente se desprendían dos cosas:

En primer lugar se desconocía la autoridad de Francisco I. Madero como jefe de la Revolución y al mismo tiempo como presidente de la república.

En segundo lugar se manifestaba la necesidad de una reivindicación agraria, es decir, la tierra debía pertenecer a quien la trabajara, y no permanecer en manos de unos cuantos latifundistas, quienes eran los únicos beneficiados de su explotación.

Además se nombraba al general Pascual Orozco como jefe de la Revolución Libertadora, y en caso de que no aceptara ese delicado puesto la responsabilidad caería en manos de Zapata.

(…)El Plan de Ayala terminaba con esta invitación a la lucha: ‘Pueblo mexicano, apoyad con las armas en las manos este Plan, y haréis la prosperidad y el bienestar de la Patria’.10

También se desconocía y perseguía a Madero por falso y traidor.



Respecto al Plan de Ayala, Krauze señala como centrales tres artículos de éste. Transcribimos el 7º:

En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son dueños del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura por estar monopolizados en una cuantas manos las tierras, montes y aguas por esta causa se expropiarán previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor, y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.11

La reconocida historiadora Berta Ulloa así presenta el discurso oficial:

Emiliano Zapata lanzó el Plan de Ayala con el lema de ’Reforma, Libertad, Justicia y Ley’, fechado el 25 de noviembre de 1911, firmado por él y Otilio Montaño entre otros. En los artículos 6º. a 9º. establecía la restitución, dotación y nacionalización de las tierras, montes y aguas. La restitución se haría a los pueblos y a los ciudadanos que tuvieran títulos de propiedad: para la dotación se les expropiaría a los monopolizadores la tercera parte de sus propiedades previa indemnización; se nacionalizarían las propiedades del enemigo, destinando dos terceras partes a las indemnizaciones de guerra, así como a pensiones de las viudas y huérfanos de la revolución. El Plan de Ayala tiene huellas tanto del de San Luis Potosí, como del Partido Liberal Mexicano, puesto que exige el cumplimiento del primero y pide expropiaciones como el segundo; pero también tiene diferencias, puesto que ataca a Madero, habla de Dios, reconoce la propiedad privada e ignora la lucha de clases. Su mayor importancia radica en que canalizó con sencillez las inquietudes campesinas y en la tenacidad con que Zapata lo defendió. Los zapatistas hicieron su primer reparto agrario, que también fue el primero que se efectuó en México, el 30 de abril de 1912 en Ixcamilpa, Puebla.12

Una nueva traición en Chinameca, subtítulo del Oráculo VIII, y último de la obra, anuncia la muerte de Zapata por el traidor Jesús Guajardo. A lo largo de diez años –dice Samperio-, después de varios intentos fallidos de los distintos gobiernos federales para matar a Zapata, el Caudillo del Sur cayó víctima de cobarde emboscada en la Hacienda de Chinameca. “Y así, una vez que la tempestad de fuego terminó, Guajardo le ordenó a sus hombres el levantamiento del cuerpo de Zapata. Más tarde lo ataron a una mula y se lo llevaron a Cuautla, en donde el traidor se lo entregó al general Pablo González”.13

Al día siguiente, continuas peregrinaciones se dirigían a Cuautla con el propósito de ver el cadáver del revolucionario. Sus conversaciones expresaban sus dudas. ¿Sería Zapata?

-No sean brutos, no puede ser, mi general Zapata no habrá de morir jamás- finalizaba el diálogo un sombrerudo (…) quien no podía creer que aquel hombre que representaba el encendido espíritu de la Revolución Mexicana, estuviera allí, tendido frente a ellos, sin vida, perforado por traicioneras balas”.14

En Emiliano IX Zapata recibe de su padre –porque a juicio de don Gabriel su hijo daba muestras de ser ya un hombre- un cigarro y algunos consejos:

Tú no eres como los demás, Miliano, ni como tus hermanos, ni como tu madre, ni como yo ni como nadie. Tú vas a ser algo grande. Hazlo bien, muchacho, que no se te confunda la cabeza, que estés donde estés, hagas lo que hagas, no te olvides jamás de que no estás solo, por ahí, donde quiera que voltees, anda Dios que te cuida, y que también yo, vivo o muerto, sigo siendo tu padre y voy a pedirte las cuentas bien claritas’.15

Por razones obvias, esta parte del texto, la última, ya no tiene oráculo, sino epílogo. Aquí Samperio nos dice que el Caudillo del Sur no tan sólo levantó su voz y sus armas, sino también la fe que su gente ya había perdido. Cierra así:

¡Zapata vive! ¿Han oído eso? Seguramente que sí, y es cierto, hay que reconocer que a veces también resultan ciertas las frases que, como ésta, se han repetido hasta la saciedad.

Zapata vive porque los ideales que representó siguen estando vigentes, creo que lo estarán siempre. Hay muchos todavía que no saben de tierra y menos de libertad.

Lo más maravilloso de este hombre es que le puso palabras a lo que muchos querían gritar, por eso vive, habita en el recuerdo permanente de las esperanzas de muchas personas: de los soñadores16

COMENTARIO FINAL

Como podemos apreciar en todas las partes subtituladas Oráculos encontramos conjuntos procedentes del relato histórico. El talento del escritor y sus conocimientos sobre la Historia de México propiciaron el engarce de este texto en cuyo nivel narrativo encontramos su incuestionable vínculo con una circunstancia histórica específica: la revolución agraria en nuestro país y su líder representativo, Emiliano Zapata. Nombres y lugares que aparecen en la novela ratifican su relación con el contexto histórico. Dichos episodios –con sus respectivos nombres de lugares y de personajes, aparecen en su mismo campo. Considerando las partes subtituladas EMILIANO nos parece muy valioso el perfil y difusión del infante Zapata y su entorno. Lo enriquecedor de las ilustraciones. La extraña relación entre el mundo de Zapata con el de Lola y el papá de Lola. La gran preocupación de enseñar a través de la novela a los niños de hoy.

En gran medida, a cien años del movimiento revolucionario, encontramos en un soñador: el propio Samperio, la misma admiración y simpatía que ha demostrado por el Caudillo del Sur, John Womack. Al respecto, Brading afirma de manera contundente que el relato de Womack contiene el más claro mensaje de que en la lucha heroica de los zapatistas contra los empresarios de las plantaciones y los generales constitucionalistas se fundó la verdadera esencia, o la gracia salvadora de la Revolución Mexicana.



BIBLIOGRAFÍA:

KRAUZE, Enrique. Emiliano Zapata. El amor a la tierra. México, Fondo de Cultura Económica, Biografía del poder/3 (Colec. Tezontle).

SAMPERIO, Guillermo. Emiliano Zapata, un soñador con bigotes. Ilustraciones de Rita Basalto. México, Alfaguara Infantil, 2007.

ULLOA, Berta. “La lucha armada” (1911-1920) en Historia General de México. México, El Colegio de México Versión 2000, p. 757-821.

WOMACK , Jr. John. Zapata y la Revolución Mexicana. Trad. Francisco González Aramburu. México, SEP CULTURA, 1985.

1Guillermo Samperio. Emiliano Zapata, un soñador con bigotes. Ilustraciones de Rita Basulto. México, Alfaguara Infantil, 2007, pp. 8 y 10.

2 Ibid. p. 12.

3 Ibid. p. 16.

4 John Womack, Jr. Zapata y la Revolución Mexicana. México, SEP CULTURA, 1985 p.5.

5 G. Samperio. Op. cit., p. 18.

6 Cit. por. Enrique Krauze. Emiliano Zapata. El amor a la tierra. México, FCE. Biografía del poder/3 (Colec. Tezontle) p.46.

7 G. Samperio. Op. cit., p.22.

8 Ibid. p.27.

9 E. Krauze. Op. cit., pp. 63-64.

10 G. Samperio. Op. cit., pp.79-80

11 E. Krauze. Op. cit., p. 68.

12 Berta Ulloa. “La lucha armada (1911-1920)” en Historia general de México. México, El Colegio de México Versión 2000, p. 774.

13 G. Samperio. Op. cit., p.103.

14 Ibid. p. 104.

15 Ibid. pp. 107-108

16 Ibid. p. 117.


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