Sincronía Winter 2008


 

LA IGLESIA DE CAÑADAS JALISCO, A DOSCIENTOS AÑOS DE SU CONSTRUCCIÓN

 

Ma. Esther Gómez Loza


 

Inusitado panorama contemplaron nuestros ojos. Con el terreno totalmente encharcado y bajo una llovizna tenaz nos acercamos por carretera a la entrada de Cañadas, por la calle Morelos. Mi hermano Jorge manejaba. Mis ojos, en entera libertad, grabaron en mi corazón aquella imagen. Fue el sábado 27 de mayo del año 2000. Eran casi las ocho de la noche. Una semipenumbra extraordinaria conformó el espectáculo: el diminuto caserío bajo la lluvia de perlas brillantísimas y de las lámparas  color oro en forma de chiquihuites invertidos. Al fondo, las siluetas de los cerros, y entre éstos y el poblado, al lado derecho, un sol que parecía una desmesurada esfera de color intensamente anaranjada y rojiza que iba diluyéndose en medio de las acuíferas perlas. El nido de mis amores, enmarcado en tal crepúsculo me hizo añorar los entrañables afectos, afectos que por auténticos siempre laten en mí. El corazón aumentó su ritmo, y en ese preciso instante la conjunción de la lluvia y del Sol propició una intensa transparencia. La estrella solar se desintegró y, lo que brevísimamente sobresalió en el paisaje fue la Cruz iluminada de la iglesia de Nuestra Señora de la Luz.

Iglesia de Cañadas de Obregón, fotografía cortesía del Presbítero Alberto Villaseñor Jiménez

Para la mayoría de los que nacimos en Cañadas, la iglesia de Nuestra Señora de la Luz es el monumento cardinal del municipio; es la joya más preciada; es el santuario al que día con día acuden los fieles a expresar su amor a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz.

 

¡La iglesia de Nuestra Señora de la Luz! ¿Quién la diseñó? ¿Cuánto tiempo les llevó a nuestros ancestros construirla? Si vivían en condiciones tan precarias, ¿con qué recursos pudieron financiarla? ¿Quiénes trabajaron en ella? ¿ De dónde extrajeron los materiales de construcción y por cuáles medios lograron transportarlos?

 

Intentar responder estas preguntas –aunque no pueda ofrecer todas las respuestas- ha sido una tarea larga y paciente, pero también satisfactoria. La consulta y hallazgo de fuentes documentales en los archivos de la parroquia de Cañadas así como del Histórico del Arzobispado de Guadalajara me permite mencionar que el día 25 de agosto de 1794 el Bachiller Don José Ramón de Rojas, Cura Interino del pueblo de Jalostotitlán, lugar al que entonces pertenecía Cañadas, señala que en el ejercicio de su sacerdocio ha tratado por doce años continuos a los fieles del Puesto de las Cañadas, los cuales, juntamente con los vecinos de El Húmedo, el Salitre, Catachimé y Tecameca, solicitan la ampliación de la Capilla que tienen en el mencionado Puesto de las Cañadas. En el seguimiento a esta petición, pude comprobar que pronto la modifican. Piden, ante la autoridad correspondiente, la Superior licencia, para construirla de nuevo desde sus cimientos, de tamaño competente y en el sitio que reconozcan más a propósito en el referido lugar. Todo a costa de los vecinos del Puesto de las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca.

 

Para llevar a cabo todos los trámites, primeramente los solicitantes otorgaron poder al Bachiller Juan José Vallejo y Martín del Campo, nacido en Cañadas y en ese tiempo Presbítero del Oratorio de San Felipe Neri de esta ciudad de Guadalajara. Tal vez sus múltiples ocupaciones lo hicieron delegar tal poder en Don Cecilio Bermúdez. Muchos fueron los obstáculos para llevar a cabo el proyecto, pero mayores los esfuerzos y la tenacidad de los primigenios pobladores de Cañadas por tener un Ministro que los atendiera en lo espiritual en su propia Capilla. He aquí el documento que prueba mi decir. Cabe señalar que al hacer la tarea paleográfica  actualicé la ortografía del mismo para mayor fluidez de la lectura y comprensión del contenido.

 

 

Y. S.

(Ilustrísima Señoría.)

 

Los vecinos de las Cañadas, Húmedo, Salitre, Catachimé y Tecameca, de la feligresía de Jalostotitlán, en la mejor forma que en derecho haya lugar ante Vuestra Señoría Ilustrísima dicen: que con las licencias necesarias, han fabricado en el citado Puesto de las Cañadas una Capilla de piedra y cal, de cuarenta varas de largo y nueve de ancho, con seis bóvedas y su coro. Su Sacristía con dos bóvedas, y [su] Bautisterio. Todo con la mayor firmeza y la hermosura que les ha sido posible, a [la] que han añadido un campanario. Y como el objeto de la citada fábrica ha sido para que en el susodicho Puesto se establezca un Ministro que administre los Santos Sacramentos en todo el vecindario, pueda celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, sepultar, bautizar, y poner depósito como lo acreditan los despachos y decreto emanado de este Superior Gobierno, que con la debida solemnidad y juramento presentan en cinco hojas útiles, pidiendo que originales se les devuelvan. Estando la Capilla referida con la decencia necesaria en lo material y [en lo] formal, según consta de la certificación del Cura Vicario de Jalostotitlán, que también presentan con la misma solemnidad a Vuestra Señoría Ilustrísima, suplican se sirva conceder su licencia para bendecirla, al Cura Párroco de esta feligresía, o a la persona que fuere de su Superior agrado, declarándola por ayuda de Parroquia en que haya de perpetuarse un Ministro que celebre el Santo Sacrificio de la Misa, sepulte, bautice y tenga depósito conforme a las licencias concedidas. Pero que si en algún tiempo se quita el Ministro no se entienda que para esos casos hacen renuncia los vecinos de la Capilla, y que en tales casos aunque se puedan enterrar los Patronos, y los que éstos quieran, sin perjuicio del Derecho Parroquial, pero no como en la Iglesia Auxiliar con total sujeción al Párroco.

A Vuestra Señoría Ilustrísima suplicamos se digne acceder a nuestra solicitud, y mandar hacer como impetramos. Juramos Verdad.

 

 

 

Otro. Si se ha de dignar la benignidad de Vuestra Señoría Ilustrísima dar su superior permiso para que en los días de la Bendición de la Capilla se exponga a la pública adoración el Divinisímo Señor Sacramentado por cuarenta horas.

 

 Juan José Vallejo           Juan José Vallejo               José Antonio  Vallejo

                          

 

Pedro Cristóbal Mercado                       Manuel Vallejo       

 

 

Juan Antonio Macías Valadez        Juan Antonio Vallejo           Vicente María Valadez

                      

                                 

                        José María Mercado                                  Francisco Alcalá

                                          

 

Miguel  Jiménez                               Miguel Gómez     

                                              

 

Juan José  Martínez                                    José Fernández Rueda   

                               

  

Juan Álvarez Tostado

 

Guadalajara, enero 13 de 1809

 

Por presentada con los documentos que acompaña, devuélvansele originales como se pide, y quedando agregada a ésta la certificación del Cura en que consta hallarse la Capilla que se refiere perfectamente acabada con todos los utensilios necesarios, despáchese en la forma de costumbre la licencia que se solicita, insertándole en ella misma la de exponer a la pública veneración de los fieles el Santísimo Sacramento el día de la bendición y los dos siguientes, con tal de que se verifique con el aseo y ornato posible a tan Alta Majestad. El Señor Gobernador de este Obispado así lo decretó y firmó.

              Gómez

 

 

              Lic. José Dom. Sánchez

 

Recibí los documentos

con que se instituyó esta

pretensión en 6$.

 

           Juan Nepomuceno

                Romero

 

 

 

Poco más de catorce años les llevó a nuestros antepasados planear, tramitar y sostener la construcción del recinto de mayor significancia en nuestras vidas: el Templo de Nuestra Señora de la Luz. ¿Cuántos de nosotros, habitantes del natal terruño o peregrinos en otras latitudes, tenemos la certeza de que, por lo menos desde nuestros abuelos, en este santuario mariano recibimos el Sacramento del Bautismo y algunos otros más? Los acontecimientos de mayor trascendencia en nuestras vidas y hasta la entrega absoluta de los cuerpos inertes de los seres que tanto hemos amado, aquí se han llevado a cabo.

 

Aunque en la época cristera desventurados acontecimientos marcaron a Cañadas  como un pueblo de sombras, la LUZ de NUESTRA SEÑORA siempre ha iluminado y fortalecido la fe de sus hijos. ¿Pruebas? Auténticos apóstoles del Cristianismo nacidos en Cañadas, como el jesuita expulso D. José Vallejo y como el Sr. Obispo D. Leopoldo González González.

 

Indiscutiblemente que la forma de ser y estar en el mundo de nuestros antepasados, quedó plasmada en esta iglesia mariana, edificada para venerar a Nuestra Señora de la Luz, cuya imagen, grabada en cantera, es baluarte y secular emblema del pueblo de Cañadas.

Imagen de Nuestra Señora de la Luz, fotografía cortesía del Presbítero Alberto Villaseñor Jiménez

 


Sincronía Winter 2008