El fusil o
María del
Socorro Guzmán Muñoz
Una guerra es como
un gran pie
que se colocase bruscamente
interrumpiendo la vida de un hormiguero
María
Teresa León
En julio de 2006 se cumplirán setenta años del inicio de la guerra civil española, por lo que sin duda las editoriales españolas ya estarán preparando diversas ediciones de libros alusivos al tema así como reediciones de aquellos títulos considerados indispensables sobre este importante acontecimiento en la historia de España. Esta guerra (1936-1939) es ejemplo de cómo un evento extra literario puede afectar de una manera tan directa y contundente a las letras y a la cultura de un país, ya que generó, por una parte, la desbordante creación -sobre todo de poesía- durante los casi tres años que duró y, por otra, llevó al exilio a miles de españoles, muchos de los cuales llegaron a México para continuar -en algunos casos- con su obra literaria y, en otros, para descubrirse escritores aquí.
Los intelectuales y la República
Se ha dicho que la República española fue una república de intelectuales, de
ahí que un alto número de ellos haya salido al exilio. Su último Presidente, Manuel
Azaña, un escritor perdido en la política, como dijera Arturo Souto, fue
secretario -de
Las Cortes de 1931 incluían a un grupo de intelectuales sin partido que deseaban colaborar en la construcción de una nueva España: el filósofo Ortega y Gasset, los escritores Miguel de Unamuno y Ramón Pérez de Ayala, entre otros. La representación socialista contaba con algunos de los universitarios de más prestigio, como Jiménez de Asúa, Julián Besteiro y Juan Negrín.
Para diciembre de ese
año, Ortega y Unamuno habían perdido su entusiasmo inicial por
La Alianza de intelectuales
antifascistas
En los días del diez y siete al veinte de julio muchos muchachos de profesión intelectual, sintiéndose ante todo hombres, marcharon a combatir al frente... Pasado también el primer momento... el intelectual recordó su oficio pensando que la guerra no debía despojarle de esta su condición, que debía, por el contrario, afinar y pulir como un arma más en servicio de la causa común... Se sentía la intelectualidad como un oficio [...] cualquiera que tenía su función y su utilidad social. La inteligencia tenía que ser también combatiente. Y nació El Mono Azul publicado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas, la inteligencia vistió este traje sencillo de la guerra, este uniforme espontáneo del ejército popular. (Caudet, 1975:22)
Siguiendo los recuerdos de Alberti, la Alianza era
un jubileo de pintores, actores,
periodistas, poetas, escritores, políticos, tanto españoles como extranjeros. No debo
olvidar, en ningún momento, la presencia de César Vallejo, Vicente Huidobro y
Los poetas-soldados
La solidaridad de los intelectuales con el ejército republicano muchas veces llegó hasta el frente, a donde iban camiones con un altavoz por el cual los soldados escuchaban a Miguel Hernández, a José Herrera Petere, a Pedro Garfias o a algún otro integrante del grupo encabezado por Rafael Alberti. María Teresa León y José Bergamín, principales organizadores del movimiento intelectual antifascista, que pusieron su arte al servicio del pueblo desde el inicio del conflicto.
Algunos se incorporaron al ejército republicano y lucharon en el frente; otros, por razones de edad o de salud, defendieron la causa escribiendo; algunos otros, lo hicieron con el fusil y la pluma, como Miguel Hernández, quien para muchos, Alberti entre ellos, es el mejor y más auténtico poeta de la guerra, que vivía a cada momento aquellos versos suyos Mujer, mujer te quiero cercado por las balas / ansiado por el plomo. Entre los segundos destaca el poeta Antonio Machado[1], quien evacuado a Valencia -en noviembre de 1936- escribió:
Sobre nuestra España, traicionada y vendida, pesa la guerra con todos sus horrores y todas sus crueldades, hace ya quince meses, y pronto, por segunda vez, vendrá el invierno con sus escarchas, sus nieves y sus ventiscas a aterecer el cuerpo de nuestros luchadores; llegará, implacable, a los hogares humildes donde los viejos, las mujeres y los niños aguardarán, llenos de angustia y de esperanza el retorno del soldado querido, del héroe ausente, que no siempre puede volver [...] Razón tiene mi buen amigo Pedro Garfias, poeta y soldado, noble capitán de su lírica al no querer cantar, melancólicamente a las hojas secas que barre el viento de noviembre; porque no vivimos horas de melancolía sino de sangre, y porque los vientos de hoy se llevan mucho más que el follaje amarillo: arrastran también las ramas más floridas del árbol humano [...] ¡Mantas, cobertores, bufandas y pasamontañas, abrigos para los que luchan! Esto pide hoy el poeta en sus romances, estoy pide el Socorro Rojo de España y esto pedimos todos. Porque el invierno viene y hay que ayudar a nuestros hermanos [....] (Barckhausen-Canale, 1992: 309-310)
Al inicio de la guerra varios de los
intelectuales, al igual que miles de españoles, pidieron asilo en alguna embajada, pero
los más compartieron la suerte del Gobierno republicano, y en noviembre de 1936 se
trasladaron con él a Valencia, donde se les instaló en
Indudablemente la relación arte-guerra civil española nos trae a la mente el Guernica, monumental obra de Pablo Picasso inspirada en los bombardeos a la ciudad vasca que da nombre al cuadro, realizado en 1937 por encargo del gobierno republicano para el pabellón español de la exposición internacional de París. El Guernica refleja con dramatismo el horror de la guerra y aparecen en él algunos de los símbolos más queridos de su autor, tan españoles, el caballo y el toro. Pero la relación de la pintura con la guerra no se limita a ese cuadro, ya que los bombardeos eran una seria amenaza para las obras de arte, por lo que los archiveros y bibliotecarios de la capital tomaron la iniciativa de salvarlas. Imprimieron folletos ilustrados en donde explicaban a la gente el valor de los objetos entre los cuales vivía en los palacios que eran usados como refugios y , siempre que era posible, los llevaban al Museo del Prado.
Pero el Museo del Prado cerró sus puertas al público a partir de los primeros bombardeos de Madrid por la aviación franquista, cuyas bombas lo habían alcanzado, cayendo precisamente algunas en la sala de Velázquez, aunque la gran mayoría de las obras ya habían sido evacuadas a los sótanos, no muy profundos, del museo, que comenzó a ser la gran preocupación del Gobierno, de todo el Madrid intelectual y artístico que amaba y se enorgullecía de poseer una de las pinacotecas más ricas y asombrosas del mundo. (Alberti, 2002: 98)
Posteriormente, las obras de este museo serían transportadas a Ginebra. Hubo una preocupación especial por dos cuadros insignes y universales de este museo, a decir de Alberti: Carlos V en la batalla de Mühlberg, de Tiziano y Las Meninas de Velázquez. Años después, Fernando Gamboa diría en una entrevista que en Valencia vio pasar, bajo las bombas, los treinta camiones que llevaban fuera de España las obras de arte.
En todos los rostros de los conductores, motociclistas y hombres a pie, era visible la conciencia de su importante misión.
Se
decidió trasladar El Prado después de que cayó una bomba incendiaria en
En
julio de
Otras de las figuras que asistieron a este evento, y que coincidieron en alguna de sus sedes, fueron: Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Rafael Alberti, André Malraux, David Alfaro Siqueiros -que integraba la brigada mexicana- Alejo Carpentier, Ernest Hemingway, Rodolfo Usigli, José Bergamín, Tristan Tzara, Miguel Hernández, León Tolstoi y otros.[3]
Juan Gil-Albert recuerda la llegada de la delegación mexicana [...] Entre la infame turba mexicana -pastoreada por el radical Mancisidor, suavizada por el cuentista Juan de la Cabada, embriagada por el estruendo del músico Silvestre Revueltas, decorada por el pintor José Chávez Morado, cantada en bajo profundo por Pellicer, vigilada por el museógrafo Fernando Gamboa-, los jóvenes de Hora de España eligen naturalmente a Paz, figura en que se centró nuestra preferencia, como recordaría Gil-Albert años más tarde, asombrado de que siendo Paz tan afín y tan diferente a los suyos [los mexicanos], les perteneciera a ellos y no a nosotros. (Sheridan, 1995: 290)
Con
motivo de este evento, se publicó el volumen antológico Poetas en la España leal, en
el cual se incluyeron versos de Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández, León
Felipe, Moreno Villa y otros, a quienes, como dice Luis Cernuda, si por fatal
destino no les salva su talento, [...] tal vez les salve en la memoria futura el recuerdo
de la tempestad a través de la cual se alzaron sus voces, asombradas unas y otras
confundidas.(Cernuda, 1975:269-270)
Stephen Spender dice que en algunos libros de memorias de esta época aparecen a
veces comentarios negativos acerca de este Congreso, sobre todo de personas que estaban al
frente. Agrega que existía durante
Recordando a Federico García Lorca
También en 1937, en agosto, se organizaron diversos eventos con motivo del primer aniversario del asesinato del poeta y dramaturgo Federico García Lorca, María Teresa León recuerda uno en especial en el cual: Rafael daba una conferencia., se cantaban las canciones que Federico armonizó, se le recordaba porque lo habían asesinado en Granada los que asediaban Madrid. En Madrid representamos, en el salón de la Alianza de Intelectuales, el Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Era nuestra manera de que nadie olvidase el crimen. (2001: 43)
Asimismo se recopilaron poemas para integrar el Romancero de la guerra de España, publicado ese mismo año, ilustrado y dedicado a la memoria de García Lorca. La respuesta a esta convocatoria fue abrumadora, se reunieron 900 romances, de los cuales Emilio Prados eligió 302 que integraron el libro, figurando el nombre de 83 poetas y dieciocho trabajos anónimos. (Blanco, 1984:21)
La presencia femenina la encontramos en cada una de las etapas de la guerra[4] y sin duda, una de las mujeres que participó de una manera más activa y decidida por la causa republicana fue la ya mencionada, María Teresa León, quien en sus Memorias de la melancolía recuerda cómo también la actividad teatral se vio afectada por la guerra y cómo el teatro, fue al frente:
Si a algo estoy encadenada es al grupo que se llamó Guerrillas del Teatro del Ejército del Centro. [...] La guerra nos había obligado a cerrar el gran teatro de la Zarzuela y también la guerra convertido a los actores en soldados. Este llamamiento a las armas nos hizo tomar una resolución y la tomamos. ¿Por qué no ir hasta la línea de fuego con nuestro teatro? Así lo hicimos. Santiago Ontañón, Jesús García Leoz, Edmundo Barbero y yo nos encontramos dentro de una aventura nueva. Participaríamos en la epopeya del pueblo español desde nuestro ángulo de combatientes. (2001: 41)
Hemos dicho ya que fue en la poesía donde se manifestó de una manera más abundante la producción literaria de los
simpatizantes de
Yo,
que no entiendo nada de poética, les estoy profundamente agradecido a los poetas por el
importante papel que la poesía ha desempeñado durante
El
30 de noviembre de 1936 apareció el primer Romancero de la guerra civil, con 35
composiciones, tanto de escritores consagrados como de espontáneos cantores populares.
Esta poesía de urgencia se convirtió en el cauce preferido del pueblo, quien eligió
para expresarse el romance, al cantar y narrar la epopeya de la guerra en las ocho
sílabas simples, puras, tradicionales de nuestro romance popular. (Santoja, 1984:5)
Otro testimonio de cómo la guerra propició una comunión entre pueblo y poetas, lo encontramos en las memorias del destacado militar Antonio Cordón, quien recuerda que en un mitin espontáneo tras los bombardeos aéreos a la población civil de Andujar, en abril de 1937,
Alguien pidió que, como final, se recitase una poesía de Garfias, una sola, pues, decía, el auditorio está formado en su mayoría por campesinos que no entienden mucho de esas cosas y no hay que cansarlos. Pero fue tal el entusiasmo que levantó la poesía que el público pidió otra, y otra... ¡Y vaya si entendían los campesinos y la gente sencilla las poesías que hablaban de cosas que les llegaban al alma! Nuestra guerra puede atestiguar el enorme poder movilizador de voluntades, esfuerzos y heroísmos que tiene la poesía. (1977:275-276)
Al estallar la guerra
civil, en julio de 1936, España gozaba de una activa y ascendente vida cultural. En
literatura, debido sobre todo a
En Estampa (Madrid, 26 de septiembre de 1936) apareció el artículos Periódicos del frente, de Eduardo de Ontañón, el cual hablaba de la labor realizada por los intelectuales, cuyos trabajos se publicaban junto a los de los poetas espontáneos. Armas y letras (1937), fue el representativo título de una de las revistas de las Milicias de la Cultura, subvencionada por el Ministerio de Instrucción Pública. Otra publicación, que ya hemos mencionado, fue El Mono Azul , fundada en agosto de 1936 por la Alianza de Intelectuales Antifascistas, la cual no pretendía ser la revista de esta Alianza, sino una hoja volandera que quiere llevar a los frentes y traer de ellos el sentido claro, vivaz y fuerte de nuestra lucha antifascista... (Caudet, 1975:22-23)
Por varias razones, la más importante de las publicaciones surgidas tras el inicio de la guerra fue Hora de España, fundada en Valencia a finales de 1936, por Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Juan Gil-Albert. A ellos se unieron en la redacción, a mediados de 1937, María Zambrano y Arturo Serrano Plaja. A pesar de las circunstancias por las que atravesaba el país, esta revista logró una continuidad de veintitrés números. Los doce primeros -correspondientes a 1937- se publicaron en Valencia y los once restantes aparecieron en Barcelona, al año siguiente.
Esta revista no nació -como otras lo hicieron- de manera inmediata tras el inicio de la guerra, sino algunos meses después. El valor poético del material incluido en Hora de España es reconocido y se considera el más impresionante que se publicó durante los años de guerra. Una vez terminado el conflicto, Waldo Frank escribió en The Nation: Hora de España fue en mi opinión el mayor esfuerzo literario nacido de una guerra, y prueba de que la lucha de España contra la traición del mundo dio nacimiento a una cultura que no debe morir. (Caudet, 1975:26)
Se le ha tachado de ser la revista de la alta intelectualidad española, porque casi todos sus colaboradores eran ya reconocidos: Antonio Machado, Luis Cernuda, María Zambrano, Dámaso Alonso, César Vallejo, Octavio Paz, entre otros, y porque no incluía poemas anónimos ni de poetas espontáneos, como hacían otras revistas de la época.
En cuanto a los libros, la guerra contribuyó a que el pueblo español se entregara
a
Las obras de Baroja, y de otros muchos, que se editaban en cifras de 5,000, súbitamente aumentaron hasta el cuádruplo, por obvia razón: la juventud hispana, sumida en las trincheras, tenía ya dinero con que comprar los libros de su agrado, y El Romancero de García Lorca, por ejemplo, sobrepasó la cifra de 80,000.
Un caso asombroso y desconocido en España. El libro fue el compañero inseparable del fusil, y al estallido rojo de las granadas subversivas, muchos campesinos españoles aprendieron a leer y muchas inteligencias dormidas despertaron en una ansia de aprender.
Los soldados
también hicieron labor editorial. A finales de 1936, el Quinto Regimiento lanzó
BIBLIOGRAFÍA
ALBERTI, Rafael (2002), La arboleda perdida, 2. Tercero y cuarto libros (1931-1987),
Madrid: Alianza Editorial.
ALFARO Siqueiros, David ((1986), Me llamaban el Coronelazo, México: Grijalbo.
ALVIRA, Montserrat (1983), Retrospectiva del exilio en El exilio español en México,
1939-1982, México: FCE-Salvat, pp. 879-885.
ARANA, José Ramon (1977), Antonio Machado, Vida Universitaria, Monterrey,
México, pp. 5 y 11.
BARCKHAUSEN-CANALE, Christiane (1992), Verdad y leyenda de Tina Modotti,
México: Diana.
BERGER, Víctor (1978), Stephen Spender y la guerra civil española, Vuelta, México,
núm. 19, pp. 49-50.
BLANCO Aguinaga Carlos, Julio
Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala (1984), Historia
social
de la literatura española (en lengua castellana) III, Madrid: Castalia.
CAUDET, Francisco, Introducción en Hora de España (Antología), Madrid: Turner,
pp. 9-49.
CERCAS, Javier (2003), Soldados de Salamina, Barcelona: Tusquets.
CERNUDA, Luis (1975),
Poetas en la España leal en Hora de España (Antología),
CORDÓN, Antonio (1977), Trayectoria. Memorias de un militar republicano, Barcelona:
Crítica.
GARRO, Elena (1992), Memorias de España 1937, México: Siglo XXI.
JACKSON, Gabriel (1985), La República española y la guerra civil (1931-1939),
Barcelona: Orbis.
LEÓN, María Teresa (2001), Memoria de la melancolía, La Habana: Casa Editorial
Abril.
NASH, Mary (1999), Rojas. Las mujeres
republicanas en
NERUDA, Pablo (1980), Confieso que he vivido .Memorias, Barcelona: Seix Barral.
SANTONJA, Gonzalo, ed. (1984), Romancero de la guerra civil española, Madrid: Visor
Libros.
SHERIDAN, Guillermo (1995), Hora de Taller. Taller de España en Poesía y exilio. Los
poetas del exilio español en México, México: El Colegio de México, pp. 287-299.
[1] Sobre el fin de este poeta, lejos de España, recomendamos el artículo escrito en 1999 por Javier Cercas, incluido en su libro Soldados de Salamina, pp. 24-26. En este libro Cercas reconstruye los hechos reales en torno a la participación en la guerra del escritor e ideólogo falangista, Rafael Sánchez Mazas.
[2] Las peripecias que pasaron durante el viaje y su estancia en España y Francia, las recuerda Elena Garro en su libro Memorias de España. 1937.
[3]
Sin duda, esta experiencia marcó a cada uno de los escritores, de manera que en las
memorias que algunos de ellos escribieron, encontramos extensas referencias a la misma,
como es el caso de David Alfaro Siqueiros, en Me llamaban el Coronelazo y Pablo
Neruda en Confieso que he vivido. Memorias.
[4]
Sobre la participación de la mujer en el bando republicano, remitimos al libro de Mary
Nash, Rojas. Las mujeres republicanas en
Regresar Sincronía Primavera 2005
Regresar Sincronía Pagina Principal