Oswald
de Andrade y José Emilio Pacheco: Poéticas de lo ya-hecho
Simón Henao
La poesía existe en los hechos
Oswald
de Andrade.
Manifiesto
Palo Brasil.
En serio pensemos en
todas las cosas que ya se avecinan.
El mundo tiene hartura de la solemnidad de los
profetas
y el óxido corroe los goznes de las visiones.
Porque la historia sabe,
recuerda su deber,
de trastornar las
profecías
José Emilo Pacheco.
Transparencia de los enigmas.
1.
¿Qué es lo que
tienen en común un poeta brasileño que comienza a producir su obra en la segunda década
del siglo veinte y un poeta mexicano que empieza a publicar ya atravesada la segunda mitad
del siglo y continúa, hoy en día, produciendo? No es el idioma. No son los temas acerca
de los cuales escriben. No son los intereses
políticos vinculados a sus obras: aunque en ambos existe lo que podríamos llamar
compromiso, los hechos históricos y sociales son tan diferentes en uno y otro contexto,
que relacionarlos por ahí sería más que un exabrupto. No son las formas, ni las
transgresiones a las formas, ni la funcionalidad que le otorgan a las formas. No. No es
nada de eso. Y sin embargo, aunque en principio parezca descabellado, aunque parezca un
ejercicio crítico como para arrancarse los pelos de alguna manera, un ejercicio
crítico antropófago , aunque parezca imposible, este es un trabajo comparativo
entre Oswald de Andrade y José Emilio Pacheco. Específicamente, sobre un Oswald de
Andrade que no es él, sino un sujeto imaginario poético que habita los poemas, y un
José Emilio Pacheco, que tampoco es él, ni más faltaba, sino ese otro sujeto imaginario
poético que aparece, también, en los poemas. Y aún más específicamente, no en todos
los poemas sino en una obra particular de cada uno. Por un lado Pau-Brasil (1925, y de ahora en adelante Palo Brasil) de Oswald de Andrade; y en la otra
esquina, con pantalón verdiblanco, No me preguntes
cómo pasa el tiempo (1969, de ahora en adelante No me preguntes
) de José Emilio Pacheco.
Lo que podemos
observar en este trabajo, es que el discurso y la metodología que el crítico utiliza
para relacionar textos, obras, autores, épocas y sistemas de pensamiento, modifican el
relato y el imaginario que se tiene sobre cierto tema. El discurso crítico sitúa un texto en una
tradición y en una posición de poder dentro de una rejilla de parámetros que permite, y
de la cual dispone, la disciplina de la que se trate. Y por lo tanto, es una toma de
posición ante el poder, una situación con respecto a la violencia (en este caso
antropófaga) simbólica que ejerza el campo de la disciplina y un desafío para los otros
agentes del campo. En todo caso, la elección entre dos universos simbólicos al parecer
dispares, conlleva una justificación también simbólica: el devenir del pensamiento, de
las ideas, entre una época y otra; el transcurrir de las formas artísticas entre una
sociedad y otra, entre un medio y otro, es el resultado de una dinámica universal, lo que
muchos críticos han llamado el aire de
Con esta relación
crítica antropófaga, no ha sido mi intención nunca concebir la inherencia inmóvil de
la poesía recordemos que entre Palo Brasil
y No me preguntes
hay cuarenta y cuatro
turbulentos años sino por el contrario, su perpetuo desplazamiento, su oleaje; no
su progreso y decaimiento, que estimo que no lo tiene, sino el progreso y la decadencia de
las sociedades de las cuales emerge
De esta manera, el
estudio comparativo entre estas dos entidades poéticas pretende aunar, a partir de una
tercera entidad estética (la poética de lo ya-hecho), dos universos simbólicos al
parecer distantes, pero que en torno a ella instaura un pliegue de sentido por el cual las
condiciones de posibilidad se amplían y permiten el surgimiento de nuevos vínculos
críticos. Es así como, por ejemplo, elementos contextuales de la vanguardia brasilera,
muchos de ellos presentes incluso de manera programática en los manifiestos de Oswald de
Andrade, así como de manera puntual en los poemas de Palo Brasil, dan pie para pensar en una
prolongación espacial y temporal de pensamiento que, llegado por vías diferentes, por
rutas de lectura que apuntan más hacia el norte que hacia el trópico, se encuentra
también, de otra manera y con otro sentido, como hemos de ver, en la instauración del
sujeto poético creado por José Emilio Pacheco. Me refiero, específicamente, al uso
reiterativo de frases hechas, a una serie de recursos formales a través de los cuales se
incorporan discursos de la oralidad en el discurso poético, a la inclinación prosaica de
los versos y a la eliminación de la división genérica, a la transposición desde el yo
lírico hacia un sujeto lírico colectivo, y a la frecuente revisión de la historia que,
a través de los cuatro mecanismos recién enumerados, tergiversan, transgreden, renuevan
los hechos tanto históricos como literarios.
Con este proceder
tenemos que son dos las capas de relación entre el sujeto poético oswaldiano (al que
debemos identificar como un sujeto vanguardista) y el sujeto poético pachequiano (del que
podríamos arriesgar una identidad posvanguardista): 1) la que se refiere a los mecanismos
formales (frases hechas, oralidad, prosaísmo) y 2) la que se refiere a las implicaciones
y consecuencias filosóficas de sus usos (la transposición del yo lírico y la
trasgresión, que es siempre violenta, de la historia). Esta doble capa de relación ha
sido reunida en esa tercera entidad que es la poética de lo ya-hecho.
2.
La idea de poética de
lo ya-hecho está tomada del concepto duchampiano de ready-made. Transpuesta desde la
plástica hacia la literatura, el ready-made ha sido motivo de muchos estudios críticos
con respecto a diferentes tipos de obras poéticas. Se ha estudiado la poética de Pound,
A lo que en este
trabajo se refiere la noción de poética de lo ya-hecho es a una serie de recursos
formales tales como la inclusión de frases hechas tomadas generalmente de la oralidad y
concebidas en el imaginario de la época como ajenas al universo poético y la
asimilación prosaica en la conformación de los versos que conlleva a que los límites
entre los géneros se amplíen y se difuminen. Esta serie de recursos formales, y he ahí
el interés que rescatan, responden e implican ciertas categorías estéticas,
ideológicas y filosóficas a través de las cuales el sujeto poético imaginario se
despliega sobre la obra[1].
Estas categorías son, en principio, la transposición del yo lírico hacia un sujeto
colectivo que genera determinada relación con el lector, con el otro al que se traslada
el sujeto imaginario; y la revisión de la historia ejercido desde un campo
específicamente crítico que permite hacer de los hechos históricos no sólo material
para el desarrollo de una obra poética, sino ante todo, un espacio de replanteamiento
filosófico e ideológico sobre la conveniencia, las causas y los efectos del transcurso
del tiempo sobre los seres humanos y sus sociedades y, en particular, sobre la noción de
progreso como concepción moderna y modernizante de la historia.
En principio, la intención de la
poética de lo ya-hecho es la de hacer que la poesía deje de ser un artículo de lujo, un
monólogo herméticamente sellado, y se dé lugar a una poesía en contacto con la
realidad del mundo empírico en el que viven los hombres. De ahí que su lenguaje se
simplifique, se vuelva directo y claro, y de ahí también que en ella se haga alusión a
hechos concretos de la historia y de la realidad inmediata y se adopte el vehículo de la
prosa, que permite vincular a la poesía hechos referenciales, es decir, hechos con plena
naturaleza comunicativa, comunes y corrientes. Al hacer de las experiencias comunes
material poético, la poética de lo ya-hecho se acerca al lector, dejándole a él la
responsabilidad de ser el artífice del poema. Esto se da a partir de dos premisas: en
primer lugar, la democratización del lenguaje poético, es decir, su uso coloquial que
facilita la comprensión del poema y la ampliación de la relación con el lector; y en
segundo lugar, por la desmitificación de la figura del poeta, que ahora es un igual al
lector: vive las mismas circunstancias, sufre los mismos percances, es un hombre de su
tiempo, de su historia, lee los mismos periódicos, camina por las mismas calles, toma el
mismo bus para dirigirse a la misma parte. Es un aterrizado.
Acogiéndose a la necesidad de tener una
relación directa con el lector, la poética de lo ya-hecho elabora una escritura a partir
de lo que habitualmente se ha visto como ajeno a las experiencias poéticas, tanto en la
selección de sus temas como en el uso que hace del lenguaje. Lo que lleva a que la
poética de lo ya-hecho sea escritura de lo que ocurre en su manera más directa: hablada.
Y lo que ocurre es lo concreto: la historia, los hechos, las anécdotas, los fenómenos
mediáticos, lo común y corriente que se asume
con una posición poética y que al asumirse de esta manera, requiere que se amplíe desde
la visión individual de lo poético hacia la multiplicidad, hacia el anonimato. Lo cotidiano, al entrar en esta dinámica
translaticia del sujeto con el otro, es el movimiento por el cual el hombre se retiene
como inconscientemente en el anonimato humano. En lo cotidiano no tenemos nombre, poca
realidad personal, apenas una figura, ni tenemos determinación social para sostenernos o
encararnos. Y la expresión de lo cotidiano no puede ser otra que la oralidad.
3.
En las vanguardias
latinoamericanas de las décadas del veinte y treinta, estos elementos se dieron de manera
expansiva. Se pueden encontrar en ciertos poetas mexicanos, en poetas peruanos, chilenos o
argentinos. Y en poetas brasileros como Oswald de Andrade hicieron parte, además de la
amplia obra poética creada, de una literatura programática presente en los manifiestos
que ha legado.
Dentro de un contexto
artístico paradójico[2],
tal y como lo es el del modernismo brasilero que se desprende de
Dentro de estas dos obras oswaldianas, y en
una medida mucho más radical en el Manifiesto Antropófago, la significación de lo ya-hecho está en estrecha
relación con el desplazamiento del signo, tanto lingüístico como cultural. Esto se hace
visible en la parodización de los diferentes usos discursivos provenientes de los
escritos coloniales tanto como de los estilos, las formas y las temáticas de la
literatura decimonónica, de la oralidad y de la naciente cultura de masas.[4] Este desplazamiento, a su vez, es el que le otorga
la capacidad de significación poética a las frases hechas incorporadas en los textos,
les renueva y les retrueca una previa significación a los hechos históricos y literarios
de los cuales se apropia, especialmente a los referentes a la colonia y al imaginario de
la dominación cultural impuesta por lo europeo dentro de un mundo primitivo[5].
Por lo tanto, la incorporación de lo ya-hecho (frases, textos, hechos históricos) tanto
en el poema como en el manifiesto[6]
implica la realización de un salto hacia otro
sistema comunicativo[7],
que tiene la particularidad de permitir entenderse, más que como un sistema de escritura,
como un sistema que se acerca (y que acerca) a la oralidad.
Oswald
de Andrade - dice Haroldo de Campos - se lanzó muy temprano contra el vicio de la
retórica nacional el mal de la elocuencia hueca y rastrera, uno
de los grandes males de la razón , como lo expresó el crítico Paulo Prado, al
prologar, en 1924, el primer libro de poemas del joven modernista (
) En esta
época vertiginosa de rápidas realizaciones, la tendencia dominante se encausa hacia la
expresión ruda y desnuda de la sensación y del sentimiento, en una sinceridad total y
sintética, - prosigue Paulo Prado, en su intento por definir la poesía pau-brasil[8]
Esa desnudez de la sensación, esa rudeza de la expresión, configura el dominio de la
poética de lo ya-hecho en su campo formal, y desemboca en lo que podría ser llamado el
nivel ideológico-estético: elementos como la transculturación, la generación de nuevos
sentidos a los hechos históricos y estéticos que se rescatan de la tradición, la
revalorización de la cultura primitiva, no en un sentido positivista, tal como lo hiciera
la tradición europea decimonónica, sino en un sentido antropófago, desmitificándola y
canibalizándola. En ambos manifiestos oswaldianos,- dice Mailhe y yo
agregaría que también, y sobretodo, en el poemario Palo
Brasil- la originalidad del ready-made
estético-ideológico consiste tanto en la combinación de residuos representacionales
para poner en escena la experiencia de la transculturación, como en la resemantización a
la que estos residuos son sometidos: invirtiendo su signo negativo, ahora los mismos
connotan exaltativamente la dimensión comunitaria y carnavalezca (irreverente,
heteróclita, lúdica, corporal, irracional) presente ab origine en la cultura popular y
en la identidad nacional[9]
De acá se desprende el punto que remite al desplazamiento del sujeto lírico hacia un
sujeto colectivo. La dimensión comunitaria y carnavalesca a la que hace referencia
Mailhe, nos refiere a una pluralidad de sujetos sin centro, anónima, despersonalizada,
comunal[10].
Es en este sentido que apunta la idea del desplazamiento del sujeto. El yo lírico deja de
representar una voz personal, unívoca y egótica, ampliando su connotación hacia los
rubros sociales, carnavalezcos, plurales, anónimos. La voz del poeta no es suya, sino de
Para Haroldo de Campos, el desplazamiento del
yo lírico al yo colectivo se localiza con mayor expresión en el poemario Cántico de los cánticos para flauta y vihuela de
1.942. En él, nos dice Campos, el yo se pluraliza conmovido por el drama social. La
poesía amorosa y la poesía participante, como la llama de Campos, se funden para dar
espacio a un sujeto colectivo que se exprese en el poema[12].
Pero estos elementos están ya presentes en el primer poemario de Oswald de Andrade.
Poemas como:
Escapulario
En el Pan de Azúcar
De Cada Día
Danos Señor
De cada Día
donde el sujeto imaginario solicita para una
comunidad, para un nosotros, un favor que ya no
es divino sino cotidiano, como el pan, pero en el que no hay un sujeto que represente esa
comunidad, sino que hay una relación uno a uno entre el sujeto imaginario del poema y el nosotros que es
ese sujeto. Hay, en consecuencia, una identificación plena, una traslación, entre la
personalidad lírica del sujeto poético imaginario y un sujeto que surge desde la
colectividad, desde el anonimato de lo cotidiano.
Otro ejemplo, y aún más gráfico, es el
poema Nuestra Señora de los Cortejos en el que
se presenta un nosotros, también solicitante,
pero extremadamente paródico, deseoso de entrar al desaforado universo del carnaval, de
4.
El acercamiento a la prosa da prioridad al
habla dentro de
La prosa entra a formar parte del discurso
poético de No me preguntes
[14],
puesto que es la prosa el vehículo apropiado para entonar el tono en el que Pacheco
advierte el trasfondo anecdótico, reflexivo y transitorio de su poesía. En el primero de los casos,
referente a la realidad histórica, encontramos poemas como:
Crónica
de Indias
Porque como los hombres no somos to-
dos muy buenos
Bernal Díaz del Castillo
Después de mucho navegar
por el oscuro océano amenazante, encontramos
tierras bullentes en
metales, ciudades
que la imaginación nunca ha descrito,
riquezas,
hombres sin arcabuces ni caballos.
Con objeto de propagar la fe
y arrancarlos de su inhumana
vida salvaje,
arrasamos los templos, dimos
muerte
a cuanto natural se nos
opuso.
Para evitar las tentaciones
confiscamos su oro.
Para
hacerlos humildes
los
marcamos a fuego y aherrojamos.
Dios bendiga esta empresa
hecha en Su nombre.
en el que la voz imita la de la narración de
una crónica conquistadora[15],
vertiéndole un tono irónico, e incluso sarcástico, para el que es necesario el uso de la prosa, los versos cortados
que se encabalgan para alargar las frases y la presencia de la primera persona que narra,
a manera de monólogo, hechos concretos con una dudable moralidad.
Para el segundo de los casos, donde las
palabras presentan una realidad literaria, hay un número amplio de poemas que sirven de
ejemplo. El poema de la segunda parte de No me
preguntes
que se titula Mira cómo son las
cosas cuestiona la estima actual por la poesía y la condición marginal
de los poetas:
Dichterliebe
La poesía tiene una sola realidad: el
sufrimiento.
Baudelaire lo atestigua; Ovidio aprobaría
afirmaciones como ésta
-la cual por otra parte garantiza
la supervivencia amenazada de un arte
que nadie lee pero que al parecer
todos detestan,
como una enfermedad de la conciencia, un
rezago
de tiempos anteriores a los nuestros,
cuando la ciencia aspira a disfrutar
del monopolio entero de la magia
Expresiones en este poema, cercanas a la
oralidad evidencian el vínculo que realiza el sujeto poético con la prosa, que en este
caso es el medio para integrar expresiones coloquiales al poema.
Para que la realidad inmediata pueda ser
condensada en el poema, el poeta advierte que el lenguaje prosaico incorporado en su
poesía se presta como lenguaje que proyecta la claridad inmediata. Esto convierte la
poesía en una poesía anecdótica, narrativa, compuesta con los elementos de la vida real
que hacen de la prosa un vehículo poético. En poemas como Manuscrito de Tlatelolco donde se entrecruzan
textos de la tradición indígena mexicana y de la narración contemporánea,
periodística, de los hechos trágicos de la plaza de Tlatelolco, o En lo que dure
el cruce del Atlántico, en el que se cuenta la recepción de la noticia de la muerte
del Che Guevara, se encuentra este nexo entre el prosaísmo y la realidad inmediata:
En lo que dure el cruce del
Atlántico
Fue como si tratara de
alejarme.
En The Toronto Star noticias vagas:
Rumor de que los rangers lo
cercaron.
Y al descender en Ámsterdam
supimos
del altivo final en una
abyecta
noche de Sudamérica.
En Heathrow Airport el Times decía:
Ha comenzado la
leyenda.
Y es cierto:
ellos le dieron muerte;
vida, los condenados de la
tierra
El tono casual, la narración, el uso de
frases hechas y en ocasiones su manipulación (Ningún
imperio puede / durar mil años / ni hay colonizados / que los aguanten), la
enumeración (¿Por qué todos sus nombres son injurias?: / puerco marrano cerdo
cochino chancho), y la repetición (como en el caso del Manuscrito de Tlatelolco) son los elementos
prosaicos que muy a menudo se encuentran en los poemas de No me preguntes
. En el poema Descripción de un naufragio en ultramar, con sus
largos versos narrativos, la superposición de voces y los diálogos que presenta, existe
este recurso que acerca la voz poética al lector, en cuanto facilita las posibilidades
comunicativas del poema al tratarse de un lenguaje directo, menos oculto que el de la
tradición de
5.
A través de la oralidad, el poeta tiene una
voz que es suya por ser la voz de todos. En los casos de Oswald de Andrade y de José
Emilio Pacheco el habla concebida aquí como reflejo escritural de la oralidad
sirve al sujeto poético como máscara, como ocultamiento de su yo poético y como
apertura a la anónima pluralidad. El hablante es quien deja de ser él para acercarse al
otro. Así, la despersonalización del hablante exige el desdoblamiento de la voz
poética. No es el yo lírico quien habla en el poema, sino las voces las que se ocupan de ello. ¿Quiénes son
esas voces? Una pluralidad que se incorpora al texto para realizar el fenómeno poético,
para hacerlo: el lector, ese ser que es muchos,
que es todos.
El carácter prosaico de la
poética de lo ya-hecho es el eslabón que permite conjugar la expresión oral con la
expresión escrita. Con la prosa, la escritura, sin dejar de ser escritura, se acerca al
habla, como fenómeno lingüístico, pero sobretodo, como expresión de la realidad que
acontece en lo inmediato y como expresión reflexiva del vínculo del hombre con la
sociedad y la naturaleza y como reflexión propia de la poesía misma. La prosa, en este
sentido y tanto en la instauración del sujeto vanguardista oswaldiano como en el sujeto
poético visible en la poesía de Pacheco, es instrumento de reflexión plural, colectiva.
La oposición entre verso y prosa
se replantea hasta el punto de que tal oposición se convierte en unión cómplice y
permite que la escritura se exprese como una manifestación de los dos códigos, haciendo
de la división de los géneros un artificio innecesario. Esto obedece, en principio, a la
necesidad de comunicar experiencias que han sido muchas veces inadvertidas por los medios
poéticos, así como a la necesidad de hacer de la voz poética una voz múltiple y
plural: voz del afuera, de lo otro. Estas necesidades son compensadas al utilizar la prosa
como vehículo escritural que permite introducir en los enunciados poéticos hechos
concretos, nombres propios, detalles precisos, datos, cifras, frases de cajón, etc. De
esta manera, la idea de que el lenguaje poético proviene de lugares desconocidos y es un
lenguaje insólito se transforma en una idea que humaniza el lenguaje poético,
manteniéndolo aún como insólito, pero descubriéndole un origen conocido, proveniente
de la realidad inmediata que destaca una experiencia general distinguida por todos.
Ahora bien, mientras el sujeto poético
oswaldiano deglute lo ajeno, lo extranjero, para asimilarlo y convertirlo a sus propios
términos, encuentra en la identidad colectiva de lo propio una valorización de lo
nacional, una urgencia por resemantizar lo primitivo y por replantearse el sentido
cultural de lo brasilero. Mientras esto ocurre en el sujeto vanguardista oswaldiano,
decía, el sujeto poético de José Emilio Pacheco, también deglute lo ajeno para
convertirlo en términos propios. Sin embargo, esta identidad colectiva de lo propio ya no
corresponde a los valores culturales nacionales, sino a una valorización de lo temporal:
se refiere a una reactualización de lo ajeno, a un traer hacia nosotros lo deglutido, a
una revivificación de las tradiciones resemantizadas de acuerdo y en concordancia con
nuestra propia era.
BIBLIOGRAFÍA
CITADA
Andrade, Oswald de. Escritos
Antropófagos. Selección, cronología y posfacio de Alejandra Laera y Gonzalo Moisés
Aguilar. Corregidor, Buenos Aires, 2001.
Andrade, Oswald de. Antología
Poética. Prólogo, selección y traducción de Miguel Gomes. Ed. Fundarte. Caracas,
1988.
Campos,
Haroldo de. Prólogo a
Mailhe, Alejandra. ¿Hacia
una antropofagia del pasado? Continuidades y rupturas en la obra de Oswald de Andrade.
Revista Anclajes.
Monteleone,
Jorge. El
fin de Narciso. La ruptura en el imaginario poético hispanoamericano entre 1940 y 1950,
en Susanne Grunwald, Claudia Hammerschmidt, Valérie Heinen y Gunnar Nilsson (Eds.), Pasajes
/ Passages / Passagen: Homenaje a Christian Wentzlaff Eggebert, Sevilla, Universidad
de Sevilla / Universität zu Köln / Universidad de Cádiz, 2004
Pacheco, José Emilio Tarde o Temprano. Fondo de Cultura Económica. México. 1980
Schwartz, Jorge. Las
Vanguardias Latinoamericanas. Textos programáticos y críticos. Fondo de Cultura
Económico. México, 2002.
Curriculum
Nombre: Simón Henao Jaramillo
Nacionalidad:
Colombiano.
Fecha de nacimiento: 6
de diciembre de 2008
Lugar de residencia:
Buenos Aires, Capital Federal, Argentina. Arenales 2847, 3-B
Correo Electrónico: simon.henao@gmail.com
Estudios:
- Profesional en
Estudios Literarios. Pontificia Universidad Javeriana. 2005. Trabajo de Investigación
para grado: La escritura del Habla: Fragmentos críticos sobre una obra de José
Emilio Pacheco. Inédita.
- Actualmente realizo
una maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Buenos Aires. 2 años.
Artículos:
-
Oswald de Andrade y
José Emilio Pacheco: Poéticas de lo Ya-Hecho. Inédito.
-
CONTRAPUNTEO
EN CLAVE DE REALISMO. Proximidades y lejanías entre Georg Lukács y Julio Ortega.
Inédito.
-
Rafael
Humberto Moreno Durán: El continuo envejecimiento de lo inconcluso Inédito.
-
EL OJO QUE VE
SU PROPIO OJO ¿ES UN OJO CIEGO? Aproximaciones al sujeto civil en la novelística de Juan
Villoro. Inédito.
-
Revista de las
Indias. La etapa de Germán Arciniegas (1939-1934). Inédito.
-
Las
formas de
[1]
La idea de sujeto imaginario la
rescato del Seminario dictado por el Profesor Jorge Monteleone El Fin de
Narciso. Para una explicación general del concepto cito en extenso una nota a pie
de página de un texto otorgado por el mismo Profesor: Lo imaginario constituye el espacio de
producción imaginaria de una conciencia imaginante y no puede ser localizado como tal en
ninguna parte salvo por sus efectos. En
consecuencia, se halla mediatizado y objetivado en signos. El medio de objetivación por excelencia
del imaginario es el lenguaje. En tal
sentido, toda la literatura podría pensarse como objeto
de la actividad imaginaria. El imaginario poético es una clase del imaginario
literario: se define como el espacio indeterminado e irreal de la significación
imaginante de la conciencia que se determina y se realiza en el espacio significante del
poema. El poema es, entonces, un dispositivo
del imaginario poético. Pero el imaginario poético no debe entenderse como un origen ni
una materia prima, ya que su aparición en el proceso interpretativo de la lectura es
constantemente diferida (es decir, forma parte de un proceso cuya culminación está
siempre más allá y no se presenta completamente dada desde su inicio) y reorganizada (es
decir, se reformula constantemente en el transcurso mismo de su interpretación). La
lectura interpretativa es, en consecuencia, una condición necesaria para la intelección
de lo imaginario. De ello se deriva que el imaginario poético no puede ser descrito como
una estructura, sino como una cierta estructuración de sentido en la dinámica de la
lectura misma. El imaginario poético se concretiza en las representaciones del lector
cuando constituye el objeto imaginario del poema en su lectura. Toda vez que la actividad crítica es una
experiencia de lectura, su interpretación del imaginario poético proviene, en primera
instancia, de dicha actividad y conlleva su mismo estatuto. Su escritura posterior procura
de algún modo documentar, referir y ordenar los resultados de esa lectura. El poema como
objeto imaginario en la lectura se conforma a partir de enunciados poéticos. Todo
enunciado poético es el objeto de una enunciación y
el polo estructurante de toda enunciación es el polo del sujeto. Por lo tanto, el sujeto lírico
del poema podría ser reconocido como el sujeto
de una enunciación poética. En la lectura
del imaginario poético es decisiva la identificación del sujeto imaginario de la
enunciación antes que el objeto irreal del enunciado. En consecuencia, el sujeto imaginario de la enunciación lírica es la
forma primordial del imaginario poético. El sujeto imaginario, que es un sujeto ficcional, se determina ante todo en la forma vacía del pronombre personal. La
categoría de persona es una de las formas elementales de objetivación del sujeto
imaginario en el enunciado lírico. Sin embargo, el sujeto imaginario no debe subsumirse
en el Yo poético o confundirse con la primera
persona lírica de un poema individual, aunque los incluye a ambos. Es una noción más general: el sujeto imaginario corresponde a todas las
representaciones subjetivas mediadas por la categoría de persona, que se concretizan en
el acto interpretativo de la lectura de un conjunto de textos poéticos o
metapoéticos.
En Monteleone, Jorge. El fin de Narciso. La ruptura en
el imaginario poético hispanoamericano entre 1940 y 1950, en Susanne Grunwald, Claudia
Hammerschmidt, Valérie Heinen y Gunnar Nilsson (Eds.), Pasajes / Passages / Passagen:
Homenaje a Christian Wentzlaff Eggebert, Sevilla, Universidad de Sevilla /
Universität zu Köln / Universidad de Cádiz, 2004, pp. 539-550.
[2]
Al decir de Jorge Schwartz, una
mirada sincrónica de las vanguardias latinoamericanas como sistema cultural que se pueda
definir en el espacio y en el tiempo, es decir, como vanguardias históricas, no sugieren otra forma que la de un mosaico de
paradojas. Para Schwartz, lo característico de las vanguardias
latinoamericanas, en comparación con la matriz vanguardista europea, consiste en que
recogen los efectos de tendencias opuestas. consecuencia dice Schwartz que en el interior de la misma corriente, como, por
ejemplo, entre los modernistas brasileños de la etapa más combativa (de
[3]
Campos, Haroldo de. Prólogo a
[4]
Mailhe, Alejandra. Op. Cit.
[5] Para ilustrar esta idea de mejor manera, cito en extenso la definición del pensamiento antropófago hecha por Haroldo de Campos: Es el pensamiento de la decoración crítica del legado cultural universal, elaborado no a partir de la perspectiva sumisa y reconciliada del buen salvaje, ( )sino según el punto insolente del mal salvaje, devorador de hombres blancos, antropófago. No involucra una sumisión (una catequesis), sino una transculturación, o, mejor aún, una transvaloración: una visión crítica de la historia como función negativo (en el sentido de Nietzsche), que sea capaz tanto de apropiación como de expropiación, desjerarquización, descontrucción. Todo pasado que no es otro, merece ser negado. Se puede decir: mereces ser comido, devorado. Con esta especificación aclaratoria: el caníbal era un polemista ( ) pero también un antologista: sólo devoraba a los enemigos que consideraba valientes ( ) citado en Schwartz, Jorge. Op. Cit. pág. 166. El subrayado es mío.
[6] Recordemos en este punto que además de mantener un vínculo programático, los dos textos Palo Brasil, el manifiesto y el poemario, comparten citas textuales. El poema Discurso está hecho de extractos, fragmentos y apartados tomados del manifiesto.
[7]
En relación a un antiguo sistema comunicativo vinculado al
hermetismo heredero de la tradición parnasiana y simbolista europea.
[8]
Campos, Haroldo de. Op. Cit.
[9]
Mailhe, Alejandra. Op. Cit.
[10]
Como se puede ver en la enumeración prosaíca del poema En
La banda de clarines
anuncia con sus estridentes sonidos
la cercanía del impetuoso cortejo
la vanguardia
compuesta
por distintos caballeros de la alta sociedad
rigurosamente vestidos
y montando fogosos corceles
pide permiso sombrero en mano
20 niños disfrazados de avispas
componen la guardia de honor
de
quien es precedida por 20 damas
vestidas de pavo real
mientras que 40 hombres del coro
llevando palmas
y artísticamente vestidos de amapolas
encabezan
del Palacio Floral
entre luces eléctricas.
los poemas citados están tomados de Andrade, Oswald
de. Antología Poética. Prólogo, selección y traducción de Miguel Gomes. Ed.
Fundarte. Caracas, 1988. Los Manifiestos y demás textos de Oswald de Andrade están
citados de Andrade, Oswald de Escritos Antropófagos. Selección, cronología y
posfacio de Alejandra Laera y Gonzalo Moisés Aguilar. Corregidor, Buenos Aires, 2001.
[11]
De ahí proviene el vínculo con
el rescate de lo nacional, muy presente en la obra de Oswald de Andrade, y en general de
todo el movimiento modernista. La exaltación de los valores nacionales y de las
costumbres vinculadas a lo nacional, a la nacionalidad, a lo brasilero. En este sentido,
el proyecto antropófago oswaldiano es, además de un proyecto estético que responde a la
pregunta sobre cómo debe ser un poeta vanguardista, un proyecto ideológico-nacionalista,
que pretende deglutir lo extranjero para
apropiarse de la experiencia ajena, y asimilarla reinventándola en términos propios
nacionales.
[12]
Campos, Haroldo de. Op. Cit.
[13]
Ibíd.
[14]
Los textos de Pacheco están tomados de
Pacheco, José Emilio Tarde o Temprano. Fondo de Cultura
Económica. México. 1980. Este tomo reúne los seis primeros libros del autor: Los
Elementos de
[15]
Recuérdese el uso que Oswald de
Andrade hace de las crónicas, tanto en los manifiestos como en los poemarios.