Sincronía Spring 2011


Un acercamiento a lo dialógico y carnavalesco en el cuento “Hombre con minotauro en el pecho”  de Enrique Serna

María Lourdes Hernández Armenta

Universidad de Guadalajara


 

Subrayo sin la intermediación del autor, porque tal

parece que en Enrique Serna habitan dos escritores.

Uno, el que puede permanecer, como quería Flaubert,

en lo alto de una colina viendo indiferente el transitar

y discurrir de sus personajes, y otro el que, por el contrario,

se mete a las entrañas de las historias de esos personajes

y en ellas participa abiertamente, …

Ignacio Solares

 

     Enrique Serna nació en la ciudad de México en 1959. Su primera novela Señorita México lo hace aparecer como una promesa en el mundo literario. Es considerado como el narrador más celebrado de su generación. Heredero nos dice Christopher Domínguez de una rica tradición coloquial y cuentista de una formidable factura dramática. Su obra: Uno soñaba que era rey, el libro de cuentos Amores de segunda mano, el cual incluye el cuento que vamos a tratar. El seductor de la patria,  El orgasmógrafo, la novela picaresca Ángel del abismo, el thriller satírico El miedo a los animales, y los libros de ensayos Las caricaturas me hacen llorar y Giros negros, lo consolidan como uno de los mejores escritores mexicanos en la actualidad.

     En su libro Amores de segunda mano Enrique Serna presenta una colección de cuentos advirtiendo desde el título que nos presentará relatos que han surgido como reacción a un primero, es decir, relatos que nacen de otros relatos, de ahí que cada cuento empieza con un epígrafe que en determinado momento de la narración se retoma para que el autor desplaye su oficio de narrador y nos presente como nuevo, algo que de tanto ser contado se ha desgastado.

     El cuento “Hombre con minotauro en el pecho” empieza con un epígrafe del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa: “Mi amor a lo ornamental existe, sin duda, porque siento en ello algo idéntico a la sustancia de mi alma”. Éste será uno de los puntos que abordaremos en el cuento de Enrique Serna como lo dialógico, y también, las relaciones  que entabla el texto “Hombre con minotauro en el pecho” con el libro del escritor portugués, así como lo carnavalesco. Obviamente nos basaremos en la teoría bajtiniana, no sin antes hacer un recorrido por los teóricos que más han aportado a la crítica literaria al tema que tocaremos, que deben buena parte de sus bases teóricas al pensador ruso Mijaíl Bajtín y que de alguna manera encajan en la propuesta de Enrique Serna, cuyo cuento puede ser considerado como narrativa dialógica.

     No podemos iniciar sin mencionar el concepto de  intertextualidad.  Fue Julia Kristeva, precisamente la primera en utilizar la noción de dicho término. Al hablar sobre el universo discursivo del libro se puede escuchar la herencia bajtiniana, cuando dice que en dicho universo, el destinatario está incluido únicamente en tanto que propio discurso, fusionándose con ese otro discurso (ese otro libro) con respecto al cual escribe el escritor su propio texto, “de suerte que el eje horizontal (sujeto-destinatario) y el eje vertical (texto contexto) coinciden para desvelar un hecho capital: la palabra (el texto) es un cruce de palabras (de textos) en que se lee al menos otra palabra (texto)” (KRISTEVA, 1981: 190). Recordemos lo antes dicho por Bajtín que en la elaboración de un texto siempre existen otros textos con los cuales mantiene relaciones, y cómo entabla un diálogo con la fuente original generando un nuevo texto, como reacción al primero. En su teoría, el teórico ruso  mostró que las obras literarias y la cultura en general, tienen un carácter necesariamente dialógico. Lotman lo dice así:

…en el texto literario se unen diferentes sistemas opuestos (convenciones genéricas, estilísticas, etc.). Así, el texto resulta ser un “punto donde se interceptan varios códigos culturales o sistemas que configuran una compleja red de relaciones intertextuales. Es decir, una red de relaciones entre el texto en cuestión y otros textos conscientes o inconscientemente evocados, viejas lecturas o fragmentos escuchados y rememorados- que se hacen presentes en el texto como elementos –reelaborados- de los que éste se nutre. (BERISTÁIN, 1992: 483)

 

Podemos ver aquí, el concepto de dialogía de Bajtín, así como también lo que se denomina en los estudios de Kristeva “relaciones intertextuales”. Pero aunque estemos de acuerdo en que el concepto bajtiniano parece ser, a simple vista lo mismo que el de intertextualidad, es el mismo Bajtín quien se encarga en uno de sus apuntes de dejar claro que la dialogía, es más que un mosaico de reminiscencias puramente textual: “todas las relaciones tienen carácter lógico (en el sentido amplio de la palabra). Mientras que yo en todo oigo voces y relaciones dialógicas entre ellas. El principio de complementariedad también lo entiendo dialógicamente”. (BAJTÍN, 1999: 392)  Es aquí donde propone un uso más prudente del término, desligándolo ciertamente del concepto de intertextualidad. Iris Zavala indicó que era mejor el de interdiscursividad, aunque se preste a confusión el hecho de que dialogía al igual que intertextualidad es palabra enmarcada, no quiere decir que sean sinónimos. (ZAVALA, 1991: 53)

En base a esto, analizaremos el cuento de Enrique Serna y la importancia que tiene para éste el epígrafe que lo enmarca, veremos si esta relación es distante a manera de paratexto, o si realmente se entabla una relación dialógica entre el referente en este caso El libro del desasosiego de Fernando Pessoa y el cuento de Enrique Serna “Hombre con minotauro en el pecho”. Pero lo dialógico para Bajtín como ya se vio, va mucho más allá que la relación que se puede entablar entre el texto y el epígrafe, tiene que ver también con la heterofonía y la heteroglosia y empezaremos nuestro análisis desde dichos aspectos.

El cuento empieza así: “Voy a contar la historia del niño que pidió un autógrafo a Picasso”. Acto seguido, el narrador cuenta la anécdota donde quedan relacionados el niño y el famoso artista. Los biógrafos de Picasso tienen su versión, pero el niño decide años después dar la suya y textualmente el cuento dice así:

 Como todo mundo sabe, a principios de los años 50 Picasso vivía en Cannes y todas las mañanas tomaba el sol en la playa de La Californie. Su pasatiempo favorito era jugar con los niños que hacían castillos de arena. Un turista, notando cuánto disfrutaba la compañía infantil, envió a su hijo a pedirle un autógrafo. Tras oír la petición del niño, Picasso miró con desprecio al hombre que lo usaba como intermediario. Si algo detestaba de la fama era que la gente comprara su firma y no sus cuadros. Fingiéndose cautivado por la gracia del niño, solicitó al padre que le permitiera llevarlo a su estudio para obsequiarle un dibujo. El turista dio su consentimiento de mil amores y media hora después vio regresar a su hijo con un minotauro tatuado en el pecho. Picasso le había concedido la firma que tanto apreciaba, pero impresa en la piel del niño, para impedir comerciar con ella.

Ésta es, nos dice el narrador personaje mutatis mutandis, la anécdota que narran los biógrafos del pintor malagueño:

Todos festejan el incidente, creyendo que Picasso dio una lección a los mercadees del arte. Debí refutarlos hace mucho tiempo, pero no me convenía divulgar la verdad. Ahora no puedo seguir callando. Sé que manejan información de segunda mano. Sé que mienten. Lo sé porque yo era el niño del tatuaje y mi vida es una prueba irrefutable de que la rapiña comercial triunfó sobre Picasso”. (SERNA, 2008: 49,50)

       En su afán de exponer su punto de vista, sobre su situación dentro de la anécdota de la biografía de Picasso, el personaje narrador, elabora un discurso de sí mismo para el otro, en él expone cómo pasó de ser un niño a un objeto de consumo, tratado y manipulado como tal, al ser vendido por su padre a la Sra. Reeves, una mujer millonaria coleccionista de arte:

Me asignó un lugar destacado en la sala, entre una litografía de Goya y una versión en miniatura del Mercurio de Rodin. Mi trabajo –si se le puede llamar así- consistía en permanecer inmóvil mientras los invitados contemplaban el minotauro. (53)

     Veamos primeramente la heterofonía como parte de lo dialógico. En el discurso del narrador encontramos las voces de otros, con sus puntos de vista acerca de él, interesante es ver cómo lo perciben, cuando lo perciben, como un objeto portador de una obra de arte, algo así, como el marco o mucho menos. Ya que no se refieren a él, sino “al minotauro”, a “un Picasso” y lo que el artista quiso expresar: “Los comentarios de aquellos imbéciles me hicieron odiar a Picasso y con él a una parte de mi persona”, (Idem: 54) afirma el personaje.

     El discurso del narrador es portavoz, está lleno de otras voces con sus puntos de vista, por lo general acerca del arte, como se puede ver en el siguiente ejemplo donde narra la anécdota cuando inició su pubertad y las hormonas declararon la guerra al arte contemporáneo, ya que el vello cubrió al minotauro, pues él se había convertido en un hombre de pelo en pecho. La Sra. Reeves se encontraba en la disyuntiva de depilarlo o dejarlo así, pero un experto en arte que se decía ser amigo de Picasso opinó que no era conveniente:

A su juicio, los pelos cumplían la misma función que los boletos del metro y las cajetillas de cerillos en los cuadros de la época del cubismo sintético pintados en colaboración con Bracque. Eliminarlos sería un crimen de esa cultura, una bestialidad tan horrible como rasurar a la Mona Lisa bigotona de Marcel Duchamp. (Idem: 54,55)

     Lo dialógico en el cuento también se puede apreciar no sólo cuando le sede la palabra al otro, sino también cuando se dirige a su posible interlocutor, por ejemplo cuando al estar narrando la muerte de la Sra. Reeves dice: “Permítanme hacer un alto en la narración para escupir sobre su recuerdo”(Idem:55). Este “permítanme” deja muy claro la presencia e importancia del otro en su discurso.

     Se puede ver con ello, cómo la conciencia del narrador, constantemente se percibe sobre el fondo de la conciencia del otro con respecto a él, el “yo para mí” aparece sobre el fondo del “yo para el otro”. Por eso la palabra del narrador personaje acerca de sí mismo se construye bajo la incesante influencia de la palabra del otro acerca de él.

     Es interesante ver cómo el narrador no sólo deja expresar la voz  de los “conocedores” del arte, sino también a la cultura popular, cuando escapa de sus raptores y entabla amistad con un malhechor de la calle:

El minotauro no le gustaba. Decía que la cabeza del toro estaba mal dibujada, que aquello era un monigote deforme, y como ejemplo de calidad artística me ponía su propio tatuaje; una rubia pierniabierta que le había pintado en la espalda un artesano de San Quintín”. (Idem: 56, volveremos a esta cita más adelante)

     Hasta aquí hemos podido ver cómo opera lo dialógico en el cuento de Serna en cuanto a la exposición de enunciados dirigidos equitativa y directamente hacia un mismo objeto, en este caso, el arte representado por el narrador mismo. El autor a través de la extraposición, observa y capta la voz ajena y la introduce como puntos de vista, con lo que podemos afirmar que la actitud del autor no penetra en el interior del discurso de dichas voces, el autor lo observa desde el exterior y deja que los discursos de la cultura y la sociedad fluyan a través de la conciencia, de la visión del mundo de los personajes.

     Otro aspecto de la narrativa dialógica es la heteroglosia que según Bajtín es la acción que dirige el proceso de la significación en el enunciado, es un concepto dinámico que se podría situar dentro del discurso en el lugar donde chocan las tendencias centrípetas (centralización: lenguaje único, oficial) y centrífugas (dispersión, estratificadoras: lo social, lo popular, lo cultural, etc.) actuantes en el discurso:

El minotauro es un símbolo de virilidad. Picasso ha plasmado en el pecho del niño sus ansias de rejuvenecer, utilizando el tatuaje como hilo de Ariadna que le permita salir de su laberinto interior hacia el paraje solar de la carne y el deseo. (Idem: 53)

     En este ejemplo de heteroglosia, podemos ver cómo las fuerzas centrípetas (lenguaje oficial) sostienen el significado del enunciado y podemos ver también, el movimiento que le da las fuerzas centrífugas, es decir todas aquellas palabras que estratifican el discurso en este caso lo cultural: “minotauro”, “Picasso”, “hilo de Ariadna”; y lo poético: “ansias de rejuvenecer”, “laberinto interior”; “paraje solar”. Todo esto nos marca la pauta para saber a qué tipo de persona pertenece este lenguaje, el lenguaje del otro. Un ejemplo más:

…El arte murió desde que nosotros le pusimos precio. Ahora es un pretexto para jugar a la Bolsa (…) pero tengo debilidad por las obras robadas. Es un primer paso para desacralizarlas, para quitarles la aureola de dignidad que tienen en los museos. Después viene lo más divertido: escupirlas, ensuciarlas, barrer el piso con ellas. ¿Y sabes por qué, ricura? Porque al hacerlo me destruyo a mí misma (…) Quisiera que alguien me tratara como yo trato a las piezas de mi colección… (Idem: 60,61)

    En este otro ejemplo podemos ver cómo se percibe un gran movimiento en las dos fuerzas sostenedoras del enunciado: las fuerzas centrígugas: lo social y cultural manifestado en su concepción del arte, un lenguaje culto combinado con lo popular. Todo esto nos da una imagen de la persona que lo utiliza, pero lo que nos interesa a nosotros, es ver cómo lo dialógico empieza precisamente en estas esferas del enunciado.    

      Tanto la heterofonía como la heteroglosia son rasgos fundamentales en la narrativa dialógica y lo podemos apreciar en este cuento. Enrique Serna no impone una única visión del mundo mediante un estilo unitario, al contrario, su estilo es dialógico, ya que incorpora diferentes voces que, por así decirlo, hablan unas con otras y con otras voces fuera del texto, los discursos de la cultura y de la sociedad.

     Con todo ello tocamos otro aspecto de lo dialógico en el cuento que nos ocupa. Ya habíamos mencionado al principio de este trabajo sobre la importancia  del epígrafe en él,  ya que nos hace pensar en la posible relación que Serna pudiera tener con Fernando Pessoa.  Al hacer un análisis del cuento “Hombre con minotauro en el pecho”, se puede constatar que la frase de Pessoa entabla una relación íntima con en él, pues en ambos textos encontramos al personaje sumergido en el vacío y en la desesperanza:

Había soportado a ése y a mil cretinos más si no hubiera enloquecido al poco tiempo de ser un ciudadano común y corriente. Ocurrió que mi nueva vida, una vida sana, laboriosa y sencilla, me dejaba un profundo vacío interior (…) No sólo era un exhibicionista  irredento, sino que había desarrollado un sentimiento de inferioridad respecto al minotauro, una morbosa complacencia en ser el deslavado complemento de la gema que llevaba en el pecho.(Idem: 64,65)

     El personaje de Serna está citando a Pessoa en un estado de no ser a lo largo de toda la narración, pero hay momentos como éste en donde nos recuerda más al Libro del desasosiego, lo que nos hace pensar el por qué del epígrafe, ya podemos considerar este paratexto no como un elemento distante del texto, sino más bien como un intertexto con el cual Serna entabla una relación:

     Necesitaba estar en exhibición para no deprimirme, pero el remedio era peor que la enfermedad, pues al huir del trabajo productivo me hundía más y más en mi deplorable condición ornamental. (Idem: 1662)

Si traemos a este punto el epígrafe (“Mi amor a lo ornamental existe, sin duda, porque siento en ello algo idéntico a la sustancia de mi alma”.)  podemos ver cómo Serna y Pessoa establecen una relación entre el exterior y el interior del sujeto, entre el ornamento (minotauro) y la esencia (alma). En ambos, el alma es el lugar donde el ser siente la existencia, en el personaje de Serna es deplorable, por eso en un arranque de desesperación decide acabar con el minotauro:

 En las últimas semanas, empobrecido hasta el patetismo, había estado bebiendo aguarrás. Tomé la botella y derramé un chorro en un trozo de estopa. Tallando con fuerza desvanecí primero los colores del tatuaje. La mano me temblaba, tuve que darme valor con un trago de aguarrás. El contorno del dibujo desapareció luego de mil fricciones dolorosas. Finalmente, sin reparar en irritaciones y quemaduras, asesiné con esmero la firma de Picasso. Había roto mis cadenas. Yo era yo. (Idem: 65,66)

     Encontramos a Pessoa de nuevo cuando dice en su Libro del desasosiego: “No siente la libertad aquel que no vivió nunca oprimido”. La relación dialógica entre dichos escritores y sus obras, coinciden de nuevo en que ambas están abiertas al diálogo. Cada una a su vez nos da su visión de mundo y nos muestran su decadentismo, pero ambas obras tienen un cierre estético abierto, no todo está dicho. Ninguno de los dos concluye totalitariamente para que el diálogo prosiga infinitamente.

     En cuanto a lo carnavalesco, no encontramos en el cuento el ambiente festivo del carnaval, pero sí encontramos su objetivo primordial de muerte y resurrección. Lo que nos hace pensar que la carnavalización llega por medio del aspecto genérico de la sátira menipea. Este género carnavalizado, flexible y cambiante es capaz de penetrar en otros géneros y tuvo dice Bajtín y aún lo tiene, una apreciada importancia en el desarrollo de las literaturas europeas llegando a ser uno de los primeros portadores y conductores de la percepción carnavalesca del mundo en la literatura, incluso hasta estos días. (BAJTÍN, 2003: 166) A continuación se darán las características que se encuentran en el cuento de Enrique Serna.

     En comparación con el “diálogo socrático”, en la menipea en general el elemento risa se intensifica, aunque suele oscilar entre la proliferación y la reducción. Podemos encontrar este elemento en el cuento de Serna, ya mencionamos anteriormente cuando el amigo del personaje principal muestra su tatuaje como ejemplo de calidad artística:

El minotauro no le gustaba. Decía que la cabeza del toro estaba mal dibujada, que aquello era un monigote deforme, y como ejemplo de calidad artística me ponía su propio tatuaje; una rubia pierniabierta que le había pintado en la espalda un artesano de San Quintín”. (SERNA 2008: 56)

 Al leer este fragmento es inevitable reír ante la opinión del personaje y su concepción de arte, además hay en esta situación otro elemento de la carnavalización que es la elevación y rebajamiento: la elevación del tatuaje del artesano de San Quintín y rebajamiento de Picasso: lo popular arriba, lo culto abajo. Otro ejemplo es cuando al morir la Sra. Reeves, lo dona al museo y el notario retrasó los trámites para exponerlo en su casa:

No sólo hirió mi dignidad humana depilándome con rudeza, pues con él no valían sofisticaciones: también lastimó mi orgullo artístico. Después de haber alternado con obras de mérito en la sala de la señora Reeves no pude soportar la compañía de sus baratijas clasemedieras. ¡Yo, un Picasso, junto a una reproducción de la Última cena de Salvador Dalí! (Idem: 56)

     Aquí podemos ver cómo el personaje al asumir su estado de objeto de arte y consumo, lo hace de manera sarcástica hacia su persona.

     Otro elemento generador de la carnavalización en nuestro estudiado cuento que nos viene de la menipea, es lo que podría llamarse experimentación psicológica-moral: la representación de estados inhabituales, anormales, psíquicos-.morales que se pueden ver en el personaje de Serna, que además nos lo presenta en una parte de la narración viviendo en un ambiente de naturalismo de bajos fondos:

     En un amplísimo salón, iluminado con la pirotecnia de una discoteca, se congregaba lo más exquisitamente corrupto del jet set  europeo. Apenas repuesto del vértigo inicial contemplé, horrorizado, estampas que más tarde me parecerían familiares. El invitado más serio tenía el pelo pintado de verde. Un boy scout septuagenario acariciaba las nalgas de un muchacho que podría ser su nieto. En una plataforma circular bailaban rumba tres hermafroditas. Junto a la pista de baile había una fosa llena de lodo en la que se revolcaban parejas desnudas. (Idem: 59)

     Apoyándonos en Bajtín, estas escenas escandalosas, de conductas excéntricas, de violaciones del curso normal y común de acontecimientos, destruyen la integridad épica y trágica del mundo, abren una brecha en el curso irrevocable y normal de asuntos y sucesos humanos y liberan la conducta humana de las normas y motivaciones que la predeterminan. Todo esto se trata de una manifestación específica de la categoría carnavalesca de excentricidad, de la violación de lo normal y de lo acostumbrado, la vida desviada de su curso habitual.

     Podemos concluir que el cuento “Hombre con minotauro en el pecho” posee las características de la narrativa dialógica, el autor no sólo entabla un diálogo con el lector, sino con otras voces externas: las voces de la cultura y la sociedad. Dichas voces se encuentran en un mismo plano dialogizado, es decir ninguna pasa sobre otra de manera absoluta o totalitaria, el diálogo queda abierto al igual que el personaje, cuya realidad que de alguna manera lo deja inconcluso, abierto; es señal inequívoca de una percepción carnavalesca del mundo por parte del autor.

 

Bibliografía

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