Los héroes olvidados de la historia en “Darjeeling”, de Ignacio Padilla.

The forgotten heroes of the History in “Darjeeling”, by Ignacio Padilla.

Claudia Macía de Yoon
Universidad Nacioanl de Seúl (COREA DEL SUR)
CE: maciascl@snu.ac.kr ID ORCID: 0000-0002-6602-9135

DOI: 10.32870/sincronia.axxiv.n78.23b20

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Recibido: 30/03/2020
Revisado: 18/04/2020
Aprobado: 02/05/2020

RESUMEN:
Este artículo analiza el cuento “Darjeeling” de Las antípodas y el siglo (2001), desde la perspectiva del héroe olvidado y traicionado por la historia oficial, en el marco de las expediciones inglesas en el Tíbet y desde el propio concepto de ‘antípodas’ del volumen. La caracterización del humilde protagonista contrasta con la arrogancia del inglés que lo contrata para una misión. El cuento juzga la historia universal que registra como héroe al traidor. Ignacio Padilla toma de Borges el tópico del traidor, pero, invirtiendo el modelo borgesiano, logra un cuento donde la historia real se impone a la ficción.  

Palabras clave: Historia inglesa. Expedición. Tíbet. Traición. Borges.

ABSTRACT
This article analyzes the short-story “Darjeeling” in the Antipodes Stories (2001), from the perspective of the hero forgotten and betrayed by the official history in the context of the English expeditions in Tibet, and from the same concept of ‘antipode’ of the volume. The characterization of the humble protagonist contrasts with the arrogance of the Englishman who hires him for a mission. The story judges the universal history that records the traitor as a hero. Ignacio Padilla takes from Borges the topic of the traitor, but reversing the Borges’ model, Padilla achieves a tale where the true story prevails over the fiction.

Keywords: English History. Expedition. Tibet. Betrayal. Borges.

 

Nuestra generación tiene muchas historias nuevas que contar
y tiene los medios para hacerlo dignamente

(Padilla, Palabra de América)


Introducción
Ignacio Padilla nació el 7 de noviembre de 1968, en la Ciudad de México. De los miembros del Crack, posiblemente fue siempre el más viajero. Durante el bachillerato, viajó a Swazilandia (1987-1988); en Edimburgo, cursó la Maestría en Literatura Inglesa (1994-1995), y en Salamanca, obtuvo el Doctorado en Literatura Española (1995-1997). En Tánger, entrevistó a su admirado Paul Bowles (Padilla, 1997), sobre el cual había escrito un ensayo que le mereció, en 1994, el Premio Malcolm Lowry. En noviembre de 2015, declaró: “soy devoto de Paul Bowles, para mí fue muy importante como escritor, como el paradigma del escritor viajero” (Puente, 2016, p. 207). Ignacio Padilla resumía así el periplo de su vida: “He vivido en África, España, Escocia, Inglaterra, Italia, pero siempre he vuelto a mi patria y siempre he estado haciendo una cosa que es lo mismo que viajar: escribir.” (Córdova, 2014).
            En 1999, Padilla recibe el Premio Gilberto Owen con Las antípodas y el siglo, doce relatos de viajes sobre aventureros y hazañas en tierras lejanas incluyendo, en algunos, un poco de sus experiencias personales. La razón la expone al referirse al cuento que da nombre a la colección:

Pasé un año en Escocia, lo que hace que ese cuento sea extraño dentro de mi obra, ya que yo casi nunca escribo novelas o cuentos sobre lugares que conozco. Por lo general me inclino por escribir sobre lugares que sólo conozco literariamente, sobre espacios en los que no he estado presente sino a través de los libros. (Padilla, 2007c, pp. 116-117)

Padilla reconoce que prefería escribir sobre lugares que solamente conocía “a través de los libros”, afirmación que se comprueba revisando los cuentos del volumen, ya que la mayoría tienen en común estar situados en espacios lejanos y hasta exóticos, con personajes ajenos al imaginario del lector en español. El cuento “Darjeeling” es un ejemplo claro de ello. Trata de la búsqueda de un experto, denominado con el término inglés pundit en el relato, a quien el narrador-personaje le debía pagar una suma que le adeudaba su maestro, el coronel Eric Bailey, por la tarea de comprobar la unión de los ríos Tsangpo y Brahamaputra. Ese héroe humilde olvidado por la historia oficial de las expediciones inglesas, en el Tíbet de finales del siglo XIX y principios del XX, está configurado en contraste con la arrogancia del inglés que lo contrata para una misión que le paga con la traición. El análisis de este cuento pretende mostrar el juicio que se hace a la historia inglesa y universal por registrar como héroe al traidor.
Ignacio Padilla, que confesaba su admiración por Borges, toma del escritor argentino el tópico del traidor. Para fines de este estudio, en primer término, analizaremos el concepto de antípodas desarrollado en prácticamente todos los cuentos del volumen. Y antes de estudiar el cuento central de nuestro corpus, revisaremos “Ever Wrest: bitácora de viaje”, como entrada para el cuestionamiento de la historia británica en el registro de sus héroes. El análisis de la configuración del protagonista y de los recursos composicionales de “Darjeling” nos servirán para compararlos con tres textos de Borges sobre el tema del traidor, publicados en Ficciones (1944): “La forma de la espada”, “Tema del traidor y del héroe” y “Tres versiones de Judas”. Trataremos de comprobar que, con su estilo único aunado a una profunda investigación en los anales de la Real Sociedad Geográfica, Padilla logra un cuento donde la verdad de la historia se impone a la ficción en un movimiento opuesto, como en las antípodas, al del maestro argentino.

El concepto de antípodas en los cuentos de Padilla
Los doce relatos de Las antípodas y el siglo exploran el concepto de los contrarios en diversos contextos. Destacaremos algunos ejemplos. El primer cuento que da nombre al volumen ocurre en el desierto del Gobi, con un profesor británico de arquitectura del Old College que dirige la construcción de una nueva Edimburgo para los kirguises (“kiguses” en el texto), bajo los efectos de la locura que padece combinada con amnesia. La nueva ciudad se considera sagrada y sus pobladores, antes nómadas, se transforman en sedentarios, en dueños del tiempo y, por ende, del siglo. La “Edim-b’roh” (Padilla, 2001, p. 14)[1] del Gobi ostentará las construcciones icónicas de la británica: “el castillo de Edimburgo, [... el] puente que entrelaza High Street con la estación Weaverly, [... el] cementerio de Canongate, [...] la catedral de Saint Giles” (p. 18), además del propio “Old College” (p. 19). El concepto de antípodas se desarrolla en las ciudades homólogas que el profesor y antiguo expedicionario, Donald Campbell, confunde incluso hasta el momento de su muerte.
            En ese primer cuento se destaca el perfil del ficticio expedicionario y profesor Donald Campbell, emulando los pasos del legendario coronel Sir Francis Younghusband (1863-1942) que también aparece como personaje en “Darjeeling”, el cuento de nuestro estudio. El coronel inglés fue un oficial y explorador del ejército británico, famoso por sus viajes en el Lejano Oriente y en Asia Central, y dirigió una expedición a través de Manchuria, cruzando el desierto de Gobi (Goudie, 2016, p. 144).
            “Memorial de la segunda peste” es uno de los tres más cortos, junto con “Bestiario mínimo” y “El tiempo recobrado”, el último del volumen. “Memorial...” transcurre en la Misión de Saint Martin en la Amazonia, con un protagonista de la nobleza de Inglaterra, Sir Richard de Veelt, quien descubre unos folios donde encuentra el registro médico de la peste que acabaría con los nativos y con el propio Veelt. En un ejercicio que nos recuerda la lectura de los pergaminos de Melquíades en Cien años de soledad, el médico Veelt lee también el futuro del pueblo que será devorado por la peste. Pero el cuento narra un proceso inverso al dolor y al terror del padecimiento: “Algo se menciona ahí de cómo sus hígados cirróticos funcionaban ahora a la perfección, cómo sus cuerpos habían dejado de supurar y, sobre todo, cómo sus mentes se habían vuelto por entero refractarias a las nociones de dolor y muerte.” (p. 24). Las antípodas estarían representadas aquí en el proceso de exterminio indoloro e impasible que acaba con todos los nativos inclusive el noble inglés.
            “Bestiario mínimo” es una alegoría de la voracidad europea -escoceses de Inverness e ingleses de Manchester y Londres- que destruye y esclaviza a los nativos bosquimanos de Ciudad del Cabo, por la ambición de las minas de piedras preciosas existentes en Kalahari. En cuatro páginas, el cuento representa la tragedia de los pueblos indígenas del sur de África que fueron desalojados cuando se descubrieron diamantes en sus reservas, a principios de 1980, tragedia convertida en objeto de turismo en el cuento. La riqueza del subsuelo convierte a los nativos en bestias que el relato describe en simbiosis con los murciélagos: “una muchedumbre que entonces cerró los ojos queriendo olvidar [...]; lo que provocó espanto en ellos, no fue un aire animal en la criatura sino una transparencia demasiado humana” (p. 80). El contraste (antípodas) estaría en la paradoja de que los bosquimanos no pueden aprovechar la enorme riqueza de su subsuelo. Históricamente, en 1997, “cientos de familias bosquimanas fueron expulsadas ilegalmente de sus tierras ancestrales en nombre de la conservación y trasladadas a campos de reasentamiento gubernamentales, a raíz del descubrimiento de diamantes en el Kalahari” (Survival, 2017).
            Un estudio ha comparado el cuento “Apuntes de balística” con “De balística”, de Juan José Arreola, en términos de la “crítica a la modernidad” (García, 2016, p. 148). Pero también cabe destacar que el cuento de Padilla inicia con los detalles de “un auténtico Hutchinson-Van Neuvel” (p. 35), para concentrarse luego en la figura de dos soldados antípodas: “idénticos e hipotéticos” (p. 41) que permanecerían “indefinidamente en su puesto esperando que el otro emprenda la fuga o dispare” (p. 41); la espera de “dos vigías inmóviles” (p. 41), que envejecerían sin que ninguno de los dos disparara. La interpretación podría extenderse a la crítica por lo absurdo de la guerra y al sacrificio de los soldados que deben matar o esperar la muerte sin conocer siquiera a su enemigo. El resto de los cuentos muestran igualmente de qué manera Padilla opone siempre conceptos o situaciones en función de una crítica sociohistórica.

Antípodas en la historia
El sexto cuento, “Darjeeling”, y el tercero destacan por su fidelidad al contenido histórico. “Ever Wrest: bitácora de viaje” trata de la historia de Maurice Wilson basada en la biografía y en el diario de viaje del hombre que intentó llegar en su avión, “Ever Wrest”, al Everest y que luego, ante la denegación de permisos para hacerlo, decidió llegar solo a la conquista de la punta más alta del mundo. Todas las historias de alpinismo recogen la singular aventura del improvisado explorador que encuentra un aliciente en el fracaso de la tercera expedición británica de George Mallory y Andrew Irvine, en 1924, donde ambos perdieron la vida: “[this] chance led him to read a newspaper cutting about the 1924 Everest expedition, and he decided that the climbing of Everest alone would be the proof that his theories pre-eminently his belief that if one has faith enough one can do anything were correct.” (Blakeney, 1965, p. 270).[2] Dicha expedición de Mallory e Irvine, así como las dos anteriores del primero, habían recibido el apoyo del Mount Everest Committee con el financiamiento de la Royal Geographical Society, donde vuelve a aparecer el insigne coronel Younghusband. En una carta fechada en 1921 de Mallory a un amigo, afirma: “I sometimes think of this expedition as a fraud from beginning to end, invented by the wild enthusiasm of one man, Younghusband”. (Sutch, 2009, p. 191).[3]
            El protagonista de “Ever Wrest: bitácora de viaje” decide emprender su propia expedición solo y sin apoyo institucional, por lo cual se hizo merecedor de que lo calificaran de idealista y melancólico, aludiendo a la crisis nerviosa que acababa de superar antes de planear este viaje: “An idealistic, melancholic Englishman named Maurice Wilson” (Krakauer, 1997, p. 89). Esta percepción será el común denominador de las opiniones sobre este personaje, que pasa a la historia como un loco con ideas místicas:

Moreover, he would travel to its base by a solo flight from England. Before his death on Everest’s icy northern slopes in the summer of 1934, Wilson had become one of the most controversial figures in mountaineering history, alternatively revered and reviled by commentators in the press, public, government, and the mountaineering establishment. (Gutmann, 2010)[4]

El cuento de Ignacio Padilla registra casi textualmente la información histórica antes consignada: “Días antes de tomar tal resolución, Wilson había leído en los diarios la noticia del fracaso de George Mallory y Andrew Irvine” (p. 28), destacando que, una vez “[t]ransformados en héroes y mártires del Imperio Británico, los nombres de ambos alpinistas pasaban ahora de boca en boca con un aura de santidad” (p. 28), lo cual atrae a Wilson.
            El narrador habla por el protagonista para afirmar: “La mística cumbre del Everest, en suma, bien podía dar asilo a toda suerte de locos, pero Wilson al menos pensaba pasar a la historia como el más práctico y realista de todos” (p. 28). El concepto de antípodas que se presenta en este cuento reside en el juicio que el propio Wilson hace de la historia y sobre el concepto del héroe exaltado por la historia inglesa. El cuento no niega la información de detalles íntimos degradantes que registra la historia: “Wilson, desmovilizado del ejército por haber robado un vestido de mujer en una tienda de Nueva Zelanda” (p. 28); dato que se confirma con la declaración incluida en un artículo inglés: “Demobilised in 1919, [...] he ran a women’s clothes shop in New Zealand” (Routen, 2018);[5] así como el hecho de que usaba vestidos de mujer: “Another source claims Wilson was a cross-dresser who kept a secret sex diary -hardly relevant to his Everest bid.” (Gutmann, 2010).[6] El cuento registra su versión:

Durante años, los alpinistas británicos reafirmaron con burlona insistencia las versiones de que Eric Shipton habría hallado el cadáver de aquel pobre diablo ataviado con un vestido de mujer, y de que el propio Emund Hillary atesoraba en su mansión londinense un segundo diario de viaje donde su predecesor habría anotado sus más desatadas fantasías sexuales. (p. 33)

La forma del condicional utilizado en el relato de Padilla (“habría hallado”, “habría anotado”) se suma a otras fuentes que también ponen en duda las afirmaciones sobre el hecho de que Eric Shipton hubiera encontrado objetos raros y el referido diario junto al cadáver de Wilson: “Shipton apparently claimed [..] that the body of climber Maurice Wilson had been found in possession of an incriminating ‘sex diary’ and several items of women’s clothing” (Loxton y Prothero, 2013, p. 88).[7]
            Sin embargo, ningún registro histórico consigna una carta que le envía a su madre cuando lo despojan de su avión que, según el cuento, incluía una fuerte crítica a los británicos: “Wilson escribió entonces a su madre una dolida carta donde, una vez más, renegaba de las leyes británicas y de sus héroes de pacotilla” (pp. 30-31). Dicha crítica se repite un poco más adelante: “La incertidumbre y el anonimato, afirma Wilson en su precaria bitácora de viaje, serían sin duda la mejor venganza que un hombre como él podría perpetrar contra la posteridad y el falso heroísmo de quienes pudiesen venir detrás de él.” (pp. 31-32). El juicio contra los falsos héroes comprende, entonces, a los del pasado y a los del futuro.
            El texto expone con claridad su objetivo al consignar la historia de Wilson:

Entre las muchas omisiones en las que incurren los archivos británicos respecto de esta aventura, llama poderosamente la atención que en ningún caso se reconozca a Maurice Wilson el mérito de haber sobrevolado en solitario los ocho mil kilómetros que median entre Gran Bretaña y el Raj británico. (p. 30)

El cuento de Padilla cuestiona la historia que reconoce como héroes a Mallory y a Irvine, pero que consigna la hazaña de Wilson por sus excentricidades sin reconocer el mérito de su empresa. Gutmann se pregunta si realmente era un místico, un demente o un ingenuo, para concluir que ninguna descripción llega al fondo para explicar la extraña aventura de Wilson: “Was he a crazed mystic? A pioneer of light-and-fast alpine tactics? A naïve, wannabe mountaineer? In fact, none of these descriptions get to the heart of this most bizarre Everest hopeful.” (Gutmann, 2010).[8]
            Ciertamente, “ninguno fue tan utópico y temerario como el inglés Maurice Wilson” (Álvarez, 2017), afirman en consenso los críticos del alpinismo. Ahora bien, cuando “tampoco obtuvo permiso para ir al Tíbet, tuvo que invernar en Darjeeling.” (Álvarez, 2017). Así lo confirman los registros especializados; cuando Wilson no obtiene permiso del gobierno de Nepal de volar sobre su territorio, vende su avión y se dirige hacia dicha población: “he sold the airplane for five hundred pounds and traveled overland to Darjeeling, where he learned that he had been denied permission to enter Tibet”. (Krakauer, 1997, p. 89).[9]
            Darjeeling era un lugar perfecto para preparar el ascenso al Himalaya, ciudad considerada como una joya de la corona del Raj: “If there is one perfect place from which to fathom the scale of the Himalaya, it is the northern edge of Darjeeling, the Indian hill station that was one the crown jewel of the Raj.” (Powter, 2006, p. 188).[10] El cuento de Padilla no cita esa ciudad en el relato dedicado a Maurice Wilson pero, en cambio, le dedicará un texto que llevará justamente el nombre del poblado por excelencia de los sherpas y de los pundit exploradores.

Las antípodas del heroísmo en “Darjeeling”
Darjeeling se encuentra a 2,134 m de altitud, en el noreste de la India, colina famosa por su producción de té de alta calidad al pie de los montes del Himalaya: “En este pueblo nació Tensing Norgay, el primer sherpa que ascendió al Everest y que tiene fundada una escuela de escalada para los indios donde se encuentra el museo del Everest.” (Salcedo, 2015, pp. 136-137). Su nombre podría ser familiar para quienes practican montañismo o para los que acuden a consultarse al estilo naturista en el Centro de Síntesis Darjeeling de Bilbao (Marc, 1993, p. 262); también, para los lectores de la exitosa novela El cielo sobre Darjeeling de Nicole C. Vosseler (2006), traducida del alemán en 2012, que acaso puso de moda el ‘turismo del té’ por esa población de la India; sería un nombre familiar para el público que apreció “The Darjeeling Limited” (2007), dirigida por Wes Anderson, o tal vez para los admiradores de Vivien Leigh, la inmortal Scarlett O’Hara de “Lo que el viento se llevó”, que nació el 5 de noviembre de 1913 en Darjeeling, posesión británica en aquel entonces: “I was born in one of the most romantic places in the world -Darjeeling-” (Coldnoon, 2016).[11] Los británicos eligieron Darjeeling como capital de veraneo y construyeron un tren de vapor que sigue funcionando (Collin, 1922, pp. 8-9). Prácticamente, todos los exploradores del Everest hacen alto obligado en Darjeeling, según lo consignan los historiadores.
            Sin embargo, el cuento de Ignacio Padilla que elige como título el nombre “Darjeeling” no tiene nada que ver con ninguno de los tópicos antes mencionados. Ernesto Ayala-Dip (2002) afirma: “En un cuento como ‘Darjeeling’ aflora enseguida una ínfima deuda que Padilla contrae con Borges al recrear el tema de la traición; la pieza tiene esa irónica trascendencia de los cuentos del maestro argentino”. Igual afirmación encontramos en Julio Puente García: “En esta misma colección, Padilla reescribe otros cuentos clásicos de la literatura latinoamericana como lo es ‘Tema del traidor y del héroe’ de Borges, solamente que en un contexto imperial en el cuento ‘Darjeeling’” (2016, p. 148). Borges escribió cuentos con un trasfondo histórico falso, en Ficciones, de ahí su título. Tanto el citado por la crítica como “La forma de la espada” y “Tres versiones de Judas” se encuentran en la segunda parte del libro de Borges subtitulada “Artificios”. Revisaremos primero el cuento de Ignacio Padilla para después señalar los puntos de coincidencia y de divergencia comparando con los tres de Borges que tratan el tema del traidor.
            El primer punto a considerar es la posición en las antípodas que escoge Padilla al tomar para su cuento un relato con referente histórico. El cuento inicia con el nombre “Kintup”, el segundo nombre propio después del título: “Kintup era ya el peor sastre del Raj británico cuando le visité en su taller de Darjeeling.” (p. 53). El pundit (experto) Kintup tenía la misión de marcar y echar al río Tsangpo quinientos troncos, para verificar la confluencia de este cauce con el río Brahmaputra, donde esperaría un observador para confirmar dicha confluencia, en 1866. El narrador-personaje es alumno del coronel Eric Bailey, quien lo manda con el encargo de pagarle por su trabajo más una generosa compensación, treinta años después.
            Eric Bailey es un personaje histórico que tiene en común con Ignacio Padilla haber estudiado en Edimburgo: “Frederick (‘Eric’) Marshman Bailey was born at Lahore on 3 February 1882, […] and was educated at Edinburgh Academy” (Anon, 1967, p. 615). Estuvo en la expedición bajo el mando de Younghusband y comprobó la confluencia de los ríos Tsangpo y Brahmaputra:

He was with the Tibet Expedition (Younghusband’s mission to Lhasa) 1903-04. [...] In 1913, Bailey and Captain H. T. Morshead, R. E., of the Survey of India, explored some exceptionally difficult country in southeastern Tibet and among other things proved that the Tsangpo did flow into the Brahmaputra. (Anon, 1967, p. 615)[12]

Igualmente histórico es el referente de Kintup. Derek Waller, en su libro The Pundits: British Exploration of Tibet and Central Asia, habla de este experto explorador, justamente con la misión de investigar la convergencia de los ríos citados. El perfil registra como primer rasgo del pundit que era analfabeto, sin educación, pero con una brillante inteligencia: “Kintup was illiterate [...], although uneducated, Kintup was highly intelligent.” (Waller, 1990, p. 233). Asimismo, la historia que Padilla ficcionaliza cuenta con el registro de la misión en los anales de la Real Sociedad Geográfica británica, en donde se registran los nombres homónimos a los personajes del cuento: F. M. Bailey (Waller, 1990, p. 222) y los pundits Kintup y Nain Singh (Waller, 1990, p. 223), los dos últimos parten a su misión justamente desde Darjeeling.
            En el cuento de Padilla, Kintup es un humilde sastre que se niega a recibir mil rupias ante la sorpresa del alumno que ha hecho un largo viaje hasta Darjeeling para encontrarlo. El discípulo de Bailey observa extrañado que el acto del pundit lo engrandece ante los ojos de su maestro: “no alcancé entonces a comprender, la negativa de Kintup a recibir dinero de su maestro y su empeño en seguir viviendo en la miseria habían exaltado su imagen en la mente del coronel al rango de esa divinidad entre épica y maternal” (p. 55). Esta admiración de Bailey por Kintup es la confirmación del sentimiento expresado poco antes: “el coronel había dejado ver que su admiración por el pundit se mezclaba con un odio velado hacia una Real Sociedad Geográfica que nunca había reconocido sus méritos” (pp. 54-55).
            Hasta aquí, el cuento presenta enfrentados a dos personajes: el pundit orgulloso que rechaza el pago y al coronel Bailey que queda exaltado en la narración por su generosidad. Sin embargo, Bailey pide repetidamente a su discípulo que le narre el encuentro con el pundit, incluso en el momento en que agoniza:

Luego de exigirme una vez más que le describiese mi encuentro con Kintup, me aferró el brazo y emitió una carcajada que parecía ya venir de ultratumba. “Ese pundit -exclamó-, ese maldito pundit es el mayor hijo de puta de toda la creación”. Y diciendo esto entregó su alma al diablo con una mezcla de júbilo y sarcasmo. (p. 56)

La frase maldiciendo al pundit se repetirá al final en una posición invertida, como veremos. A la muerte de Bailey, el narrador-personaje destaca los honores del funeral: “Nunca en mi vida he vuelto a ver exequias tan suntuosas como las que organizó la Real Sociedad Geográfica para honrar al coronel Eric Bailey.” (p. 56). Se coloca una medalla de oro sobre su féretro, se deposita en un “nicho en Westminister” (p. 57) y los diarios divulgan “sus abundantes logros militares” (p. 56).
            El segundo punto es el estilo del discurso con una configuración cercana al género detectivesco. El discípulo de Bailey se da a la tarea de investigar por su propia cuenta la verdad sobre el pundit: “la única forma de conocer su verdad era volviendo al Nepal para arrancársela al propio Kintup” (p. 59). El objetivo que lo mueve es “entender el sacrificio de un hombre al que nadie recordaba ni recordaría jamás” (p. 60). El narrador-personaje debe completar el trabajo cartográfico de su maestro y acepta viajar a Nepal. Comienza, entonces, a investigar sobre la historia de Kintup, ya que descubre que la petición de arrojar los quinientos troncos habría representado poner en riesgo su vida al tener que cruzar la frontera de Nepal de manera secreta e ilegal: “En una palabra, la misión de Kintup era casi un suicidio que él sin embargo había acometido con una fuerza de voluntad rayana en la monomanía” (pp. 58-59). En dicha frontera se jugaban los intereses de los británicos contra los rusos “por ganar la carrera cartográfica del Nepal a fuerza de espionaje y zancadillas de toda índole” (p. 58). A estas circunstancias, el relato agrega el descubrimiento de que nadie en la Real Sociedad Geográfica sabía de la expedición de 1866 ni menos de Kintup; dice el narrador-personaje:

[...] tuve oportunidad de preguntar al propio Younghusband, entonces presidente de la Real Sociedad Geográfica, por el hombre que había verificado la confluencia de los ríos Tsangpo y Brahmaputra, éste respondió sin titubeos que ese descubrimiento se debía a la heroica labor de una expedición encabezada en 1868 por el capitán Thomas G. Montgomerie. (p. 59)

La respuesta de Younghusband anula el mérito del trabajo de Kintup, quien había cumplido con una misión iniciada dos años antes, en 1866. Por otra parte, esta afirmación nos permite ubicar el cuento en el periodo en que ocupó la presidencia Sir Francis Younghusband: “President of Royal Geographical Society, 1919-1922.” (Speake, 2003, p. 1313), con lo cual se precisa el momento histórico del narrador-personaje y el contexto en cuestión en este cuento. Las pesquisas lo llevan a buscar a otro pundit registrado en la misión con la clave N-S: “necesitaba encontrar a un pundit sin nombre en el último rincón del mundo” (p. 62); “pude saber que el tal N-S era además primo de Kintup” (p. 92). En este punto, el cuento de Padilla se distancia de Borges ya que, en vez de recurrir a fuentes escritas (literarias o filosóficas, como era típico del escritor argentino), el narrador-personaje comienza a ampliar su búsqueda en la información oral:

El anciano debió compadecerse de mis mortificaciones y desvelos, pues una tarde me sugirió con discreción que antes de marcharme preguntase por N-S entre los antiguos pundits que a su vuelta del Nepal se habrían incorporado a la nómina de la embajada rusa en la India. (p. 63)

A cambio de algunas libras entre los viejos pundits, completa los datos que necesita: “constaté que un pundit llamado Nain Singh había participado efectivamente en la exploración del Tsangpo y que, a su vuelta, había trabajado durante algunos años al servicio de los rusos” (p. 63). El capítulo octavo del libro de Derek J. Waller se titula, precisamente, “The Tsangpo-Brahmaputra Controversy: Lala, Nem Singh and Kintup” (1990, p. 214 y ss.). El nombre del segundo pundit coincide con las iniciales y el apellido del personaje del cuento de Padilla: N-S, Nain Singh, además de incluir al protagonista, Kintup.
            El encuentro con Nain Singh cierra el cuento, con un tercer recurso borgesiano. El relato del primo de Kintup le cuenta la verdad que tanto había buscado: “Nain Singh, vendió a su primo como esclavo a un mercader de caballos que pagó por él la cantidad de treinta rupias” (p. 65). Ante la indignación del discípulo de Bailey, el viejo pundit “apartó ceremoniosamente treinta rupias y me las devolvió con la petición de que se las hiciese llegar al sahib Eric Bailey” (p. 67). La sorpresa mayor para el discípulo del coronel, además de la devolución del monto por la venta de Kintup, será una pregunta: “entonces me preguntó a quemarropa si Bailey había sido enterrado en Rusia” (p. 68). Al negarlo y responderle “que el coronel había sido honrado y enterrado en Londres” (p. 68), se repite la carcajada y la frase que Bailey pronunciara insultando a Kintup antes de morir: “ese maldito Bailey era el mayor hijo de puta de toda la creación” (p. 68), y con dicha frase se cierra el cuento. Junto con el personaje que escucha la historia de Nain Singh, el lector ha tenido que esperar al final del relato para descubrir que el traidor era el coronel Bailey quien, además, había ordenado a N-S que vendiera a Kintup para deshacerse de ese pundit.

El traidor y el héroe, ¿dos personajes o uno solo?
De los tres textos de Borges, el único protagonista con referente histórico es Judas Iscariote. Nils Runeberg, teólogo sueco y autor de Kristus och Judas, protagonista del cuento, ha causado más de alguna confusión en ciertos estudiosos de los evangelios apócrifos, como ocurre con Ramón Teja quien cita el “ensayo” de Borges como fuente fidedigna:

Me limitaré aquí a recordar el fascinante ensayo de J. Luis Borges Tres versiones de Judas. [...] Así dilucidó Nils Runeberg el enigma de Judas.
[...] Con el descubrimiento del Códice de Tchacos, ¿acaso no ha llegado la hora de Runebert? Si el escandinavo y el argentino Borges lo hubieran conocido, se habrían sentido ‘redimidos’. [...] Quedarían convencidos, por decirlo en palabras de Erfjord, también citado por Borges. (Teja, 2010, pp. 203-204, 214-215).

El estilo ensayístico del cuento de Borges engaña a los lectores, además de que el propio autor se refiere a su texto como “artículo”: “Quienes recorran este artículo, deben asimismo considerar [...]” (Borges, 1944d, p. 516). Louis Annick dice, a propósito del nombre del hebraísta del epígrafe citado en “Tres versiones de Judas”, que Erfjord tiene relación con los apellidos de la familia de Borges, por lo cual, para los conocedores de las numerosas biografías que han aparecido del escritor argentino, sería más fácil identificar ciertas alusiones:

Es similar la situación respecto del nombre Erfjord (Gunnar, un tlönista) puesto que Erfjord era el [apellido] de la tía de Norah y Haydée Lange y esta última era la mujer de Francisco Eduardo Borges, hermano del padre de Jorge Luis (todo queda en familia). Hay un Erik Erfjord dans [sic] “Tres versiones de Judas”, presentado como un hebraísta danés, autor del epígrafe del libro de Nils Runeberg. (Annick, 2007, p. 186)

La mayor ironía es que el editor del libro donde se publica el artículo de Ramón Teja, Pius Ramón Tragán, subraya “la calidad académica de las conferencias ofrecidas por los docentes universitarios” (2010, p. 5), las cuales se compilan en su libro. Desde el prólogo a la sección de “Artificios (1944)”, Borges afirmaba que “Tres versiones de Judas” era una “fantasía cristológica” (Borges, 1944a, p. 476).
            En “La forma de la espada”, el protagonista es un ficticio independentista irlandés, John Vincent Moon, que habla con Borges, alter ego del escritor, y en “Tema del traidor y del héroe”, Fergus Kilpatrick, es irlandés y ficticio también. La coincidencia con el cuento de Padilla estaría en el ambiente británico, aunque Borges prefiere Irlanda y Padilla se mueve en Inglaterra, y en la época en que se ubican los cuentos: siglo XIX y principios del XX.
            La muerte del coronel Eric Bailey en “Darjeeling” es semejante en la gloria que recibe a la de Fergus Kilpatrick: los diarios divulgan “sus abundantes logros militares” (p. 56). En el cuento de Borges, el nieto que investiga su historia “[p]ublica un libro dedicado a la gloria del héroe” (1944c, p. 494). Pero tanto el nieto Ryan como los lectores saben ya que Kilpatrick era un traidor, a diferencia del cuento de Padilla donde el narrador-personaje todavía no ha descubierto la traición cuando muere su maestro y, si bien el narrador lo sabía desde el inicio del cuento, guarda la información hasta el final para provocar mayor efecto en los lectores.
            En “Darjeeling”, como en “Tema del traidor y del héroe”, protagonista y traidor están muertos cuando se descubre la verdad. El discípulo de Bailey dice:

Llegué al Nepal a principios de diciembre sólo para enterarme de que el viejo sastre había muerto poco después de mi visita. El joven nepalí que había heredado su puesto en el taller de Darjeeling no supo decirme en qué circunstancias había fallecido su antecesor. (p. 60)

En el cuento de Borges, “Ryan, dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial” (Borges, 1944c, p. 492). El discurso detectivesco estaría entre lo que Padilla llamaba: “Las legítimas lecciones de Borges” (2007b, p. 66). En “La forma de la espada”, John Vincent Moon cuenta su propia historia a Borges, misteriosamente, con la intención de destacar cómo se descubre la traición. Y en “Tema del traidor y del héroe”, Ryan investiga sobre la vida de su abuelo. Sin embargo, en este segundo cuento, como afirma Álvarez Sanagustín: “Ryan tiene la perspectiva, pero no detenta la voz que queda en poder del narrador primero, del narrador que se sitúa en el nivel metadiscursivo que cobra así un relieve especial.” (1996, p. 102).
            El recurso de la historia que desenmascara al héroe en “Darjeeling” es muy semejante al de “La forma de la espada”, ya que el final se desencadena a partir de una pregunta:

Aquí el narrador se detuvo. Noté que le temblaban las manos.
-¿Y Moon? -le interrogué.
-Cobró los dineros de Judas y huyó al Brasil. Esa tarde, en la plaza, vio fusilar un maniquí por unos borrachos.
Aguardé en vano la continuación de la historia. Al fin le dije que prosiguiera.
Entonces un gemido lo atravesó; entonces me mostró con débil dulzura la corva cicatriz blanquecina. (Borges, 1944b, pp. 489-490)

Igualmente, hay semejanza en el tópico de las treinta monedas simbólicas del traidor. En “Darjeeling” serán “treinta rupias” (p. 68), en “La forma de la espada” se habla de “los dineros de Judas” (Borges, 1944b, p. 489), y en “Tres versiones de Judas”, de “los treinta dineros y el beso” (Borges, 1944d, p. 517).
            Pero el punto central que diferencia el texto de Padilla de los de Borges es que el héroe y el traidor son dos personajes, mientras que en el caso de los tres cuentos borgesianos ambos caracteres (actantes) se suman en un solo personaje. En “La forma de la espada”, el protagonista dice: “-Le contaré la historia de mi herida” (Borges, 1944b, p. 486). Luego, el personaje se desdobla: “Entonces yo volví, derribé de un golpe al soldado, sacudí a Vincent Moon, lo insulté y le ordené que me siguiera” (Borges, 1944b, p. 487), para finalmente revelarse como el traidor: “yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme.” (Borges, 1944b, p. 490). En “Tema del traidor y del héroe” ocurre un proceso semejante: “Fergus Kilpatrick había encomendado a James Nolan el descubrimiento de ese traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick”; la solución para no comprometer la lucha independentista es que Kilpatrick muera: “un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe” (Borges, 1944c, p. 494). Un caso extremo lo representa Borges en “Tres versiones de Judas”: “Dios totalmente se hizo hombre, pero hombre hasta la infamia [...]; eligió un ínfimo destino: fue Judas.” (Borges, 1944d, p. 519). El cuento “Darjeeling” tiene al coronel Eric Bailey como traidor y al pundit Kintup como héroe. Si bien al inicio del discurso los papeles actanciales parecen alternarse, nunca se llega al punto de sumar en un mismo personaje ambas identidades: Bailey y Kintup permanecen como personajes independientes con sus propios caracteres.

Conclusión: Memoria y reescritura, el juicio de la historia
En 1994, el historiador Patrick French publicó Younghusband: The Last Great Imperial Adventurer, que le mereció el Somerset Maugham Award y el premio de la Royal Society of Literature W. H. Heinemann. French nació en Inglaterra en 1966 y estudió la Maestría en Literatura Inglesa en la Universidad de Edimburgo, entre 1994 y 1995, en la misma generación de Ignacio Padilla. En su libro, French incluye un retrato de Younghusband, cuando radicaba en Darjeeling, tomado pocos días antes de que partiera para invadir el Tíbet, según se afirma en esta cita: “A studio portrait of Colonel Francis Younghusband, taken at Darjeeling a few days before he set off to invade Tibet” (French, 1994, credit 18). La mención a Sir Francis Younghusband, que se repite desde “Las antípodas y el siglo”, no es casual. El juicio a la Real Sociedad Geográfica (RSG) se registra en el cuento “Darjeeling” con nombres, lugares y fechas reales. Un reciente estudio sobre el ilustre presidente de la RSG lo denomina como el aventurero del cambio de siglo:

In Kashmir as it was (1907), Francis Younghusband, the turn of the century adventurer, moves from a topographical description of the Himalayas to their geological history to a contemplation on the “vastness of time” to the future of the human race, which may evolve to “beings of a higher order” who could finally be untethered from Earth itself. (Chakravarty, 2019)[13]

Cabe señalar que fue condecorado con la medalla de honor: “Patron’s Medal 1890- Lieutenant F. E. Younghusband. For his journey from Manchuria and Pekin to Kashmir, and especially for his route-surveys and topographical notes.” (The Royal Geographical Society, 2011, p. 8).[14]
            Los relatos de Padilla se colocan en las antípodas del concepto de traidor de Borges para cuestionar el registro de la historia, y en “Darjeeling” concretamente, de la historia y las condecoraciones a los héroes de las expediciones inglesas en territorio tibetano. En “Tema del traidor y del héroe”, el narrador afirma: “Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible...” (Borges, 1994c, p. 492). Sin embargo, Ignacio Padilla se atreve y lo logra. La historia no podrá menos que reconocer el carácter de héroe que le correspondía a Kintup, como ocurre en “Darjeeling”.
            Padilla propone en su cuento la reivindicación del viejo pundit como el héroe olvidado por los anales de la Real Sociedad Geográfica, pero también como el pundit traicionado por Eric Bailey, quien queda consagrado como héroe a su muerte. Dos citas de “Darjeeling” inciden en la premisa de la unión entre el heroísmo y lo absurdo, ambas atribuidas a Eric Bailey: “Los héroes de nuestro tiempo [...] están irremisiblemente condenados a ser hermanos del absurdo” (p. 55); “Al fin conseguía comprender la convicción de mi maestro de que el verdadero heroísmo emerge por fuerza en el inmenso trecho que media entre el valor y el absurdo.” (p. 67).
            En el cuento “Darjeeling”, la confrontación cultural entre el coronel inglés Bailey y el humilde pundit Kintup deriva en una reescritura de la historia, donde se descubren los verdaderos heroísmos mediante el viaje a las fuentes y al encuentro con los testigos sobrevivientes, los cuales guardaban testimonios que habían quedado al margen del registro oficial de la historia: “Creo inútil decir que la mayor parte de mis superiores ignoraba no sólo los detalles de aquella remota expedición, sino la existencia misma del pundit” (p. 59).
            Ahora bien, “Darjeeling” es también ficción. No hay testimonios de la traición de Bailey por haberse convertido en espía ruso, como dice el cuento. Selecciona a Nain Singh, el único galardonado por el Reino Británico: “Patron’s Medal 1877- The Pundit Nain Singh. For his great journeys and surveys in Tibet and along the Upper Brahmaputra, during which he determined the position of Lhasa and added largely to our knowledge of the map of Asia” (The Royal Geographical Society, 2011, p. 7).[15] Paradójicamente, este pundit recibirá tan alta condecoración mucho antes que el legendario Francis E. Younghusband, quien la recibirá hasta 1890. Nain Singh venderá a Kintup con el agravante de presentarlo en el cuento como primo del pundit. Además, existe un artículo del propio coronel sobre Kintup: “The Story of Kintup”, publicado en 1943, e incluyendo una foto del pundit, donde confirma que era analfabeto y que no era nativo de Darjeeling: “Kintup, to give him his real name, was an inhabitant of Sikkim, unable to read or write a word in any language” (Bailey, 1943, p. 427).[16] En dicho artículo, menciona al otro experto, Nain Singh, con el nombre exacto que incluye Padilla en el cuento. Bailey registra que, ciertamente, Kintup fue traicionado y vendido como esclavo: “Kintup’s suspicions were aroused, and he found to his horror and dismay that the Lama had sold him as a slave and decamped.” (1943, p. 429).[17] El coronel consigna el problema que significaba su incapacidad para registrar los datos que Kintup observaba por ser analfabeto, razón por la cual se dudaba siempre de la información que el pundit proporcionaba. Pero llama la atención que Bailey hable de que, treinta años después, fue a buscarlo y que lo encontró trabajando en Darjeeling y que trató de reconstruir su historia: “In the thirty years which had elapsed all trace of him had been lost. He was eventually found working in Darjeeling and was interviewed and his story again obtained from him.” (Bailey, 1943, p. 430).[18] Lamentablemente, el tono de Bailey no es tan generoso al momento de incluir el último párrafo que cierra su artículo sobre Kintup:

In giving every praise to Kintup and his like, let us not forget the Survey officers who chose and trained these remarkable men and organized the whole exploration. It was not done in any haphazard way but systematically, so that the accounts of one man could be checked by those of others. (Bailey, 1943, p. 431)[19]

Eric Bailey recibió una condecoración en vida, según consta en “Patron’s Medal 1916- Captain F. M. Bailey. For explorations on the border of India and Tibet […] and especially for tracing the course of the Tsangpo-Brahmaputra” (The Royal Geographical Society, 2011, p. 12). Igualmente, Sir Francis Younghusband como ya mencionamos, y solamente el pundit Nain Singh. Pero ningún reconocimiento ni mención para Kintup.
            Ignacio Padilla declaró en entrevista: “Yo defiendo fundamentalmene el derecho del escritor a situar su historia donde sienta que ésta será mejor contada.” (Villagomez, 2007, p. 316). Es posible que durante sus estudios en Edimburgo hubiera leído sobre este y otros casos que llamaron su atención. Lo que podemos afirmar es que Padilla era muy sensible al registro de la historia y así lo expresaba:

¿Cómo no pensar, ante este panorama, que se ha llegado después de la fiesta de la historia? ¿Para qué tomarse la molestia de creer en algo si quienes lo hicieron antes fueron silenciados por la bota claveteada de la intransigencia? (Padilla, 2007a, p. 30)

En “Darjeeling”, se revisa el mito y el registro de la historia desde dos memorias: la memoria histórica occidental británica registrada, y la oriental, memoria colectiva representada por el pundit sobreviviente que desacraliza al héroe de la Real Sociedad Geográfica y que permite rescatar la historia heroica de Kintup. Terminaremos con estas palabras del primero de los autores del Crack que partió el 20 de agosto de 2016 para hacerse eterno: “nadie ha querido aquí pontificar, sino jugar en serio para sacudir a las conciencias tranquilas, abotargadas, de la literatura en ese entonces” (Padilla, 2004, pp. 142-143).

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[1] Citaremos por esta edición de Las antípodas y el siglo, para todos los cuentos. En adelante, solo se indicará entre paréntesis la página de donde proceda la cita.

[2] La cita señala que esa oportunidad lo llevó a leer un periódico sobre la expedición al Everest de 1924, y decidió que la escalada de la montaña le permitiría probar su teoría basada en la siguiente creencia: “Si se tiene suficiente fe, se puede alcanzar cualquier meta que sea buena”. (Traducción nuestra).

[3] Durante la segunda expedición, George Mallory le escribe a su amigo en un momento de pesimismo: “A veces pienso en esta expedición como un fraude de principio a fin, inventada por el entusiasmo salvaje de un hombre, Younghusband”. (Traducción nuestra).

[4] Los registros históricos de los ascensos al Everest registran que Maurice Wilson, además, “viajaría a su base en un vuelo en solitario desde Inglaterra. Antes de su muerte en las heladas laderas del norte del Everest en el verano de 1934, Wilson se había convertido en una de las figuras más controvertidas en la historia del montañismo, alternativamente venerado y vilipendiado por comentaristas de la prensa, el público, el gobierno y las instituciones dedicadas al montañismo”. (Traducción nuestra).

[5] “Desmovilizado en 1919, [...] trabajó como encargado de una tienda de ropa femenina en Nueva Zelanda”. (Traducción nuestra).

[6] Algunas fuentes afirmaban que Wilson era un travesti que mantenía un diario sexual secreto, información apenas relevante para su intento de alcanzar el Everest.

[7] “Supuestamente, Shipton afirmó [...] que el cuerpo del escalador Maurice Wilson había sido encontrado en posesión de un 'diario sexual' incriminatorio y de varias prendas de vestir de mujer”. (Traducción nuestra).

[8] “¿Era un místico loco? ¿Un pionero de las tácticas alpinas ligeras y rápidas? ¿Un ingenuo que quería ser alpinista? De hecho, ninguna de estas descripciones llega al fondo de esa extraña ambición de escalar el Everest”. (Traducción nuestra).

[9] Maurice Wilson “vendió el avión por quinientas libras y viajó por tierra hasta Darjeeling, donde supo que también le habían negado el permiso para ingresar al Tíbet”. (Traducción nuestra).

[10] Geoff Powter afirma: “Si hay un lugar perfecto desde donde se puede emprender la escalada del Himalaya, ese es el extremo norte de Darjeeling, la estación en la colina de la India que era una de las joyas de la corona del Raj”. (Traducción nuestra).

[11] Vivien Leigh decía que había nacido “en uno de los lugares más románticos del mundo: Darjeeling”. (Traducción nuestra).

[12] Frederick Bailey participó en la expedición del Tíbet (misión a cargo de Younghusband a Lhasa) de 1903-1904: “En 1913, Bailey y el Capitán Henry T. Morshead, Royal Engineering (R. E.), del proyecto de reconocimiento de la India, exploraron un país excepcionalmente difícil en el sureste de Tíbet y, entre otras cosas, probaron que el Tsangpo unía su cauce con el Brahmaputra”. (Traducción nuestra).

[13] En Cachemira, en 1907, Francis Younghusband, el aventurero del cambio de siglo, pasa de una descripción topográfica del Himalaya y de su historia geológica a una contemplación de la “inmensidad del tiempo” para el futuro de la raza humana, que puede evolucionar en “seres de un orden superior” que finalmente podrían liberarse de la Tierra. (Traducción nuestra).

[14] “Medalla Oficial 1890. Teniente F. E. Younghusband. Por su viaje desde Machuria y Pekin hacia Cachemira y, especialmente, por sus estudios de rutas y notas topográficas”. (Traducción nuestra).

[15] “Medalla Oficial 1877. El experto Nain Singh. Por sus grandes viajes y encuestas en el Tíbet y a lo largo del Alto Brahmaputra, durante los cuales determinó la posición de Lhasa y contribuyó en gran medida a nuestro conocimiento del mapa de Asia”. (Traducción nuestra).

[16] Bailey confirma que Kintup era su verdadero nombre, un habitante de Sikkim, incapaz de leer ni escribir una palabra en ningún idioma.

[17] “Los datos de su venta como esclavo cambian. Pero era verdad que Kintup descubre con horror y consternación que el Lama lo había vendido como esclavo y se había marchado”. (Traducción nuestra).

[18] “Transcurridos treinta años, todo rastro de Kintup se había perdido. Finalmente, se le encontró trabajando en Darjeeling y se le entrevistó; así, su historia se pudo obtener de él mismo nuevamente”. (Traducción nuestra).

[19] Bailey señala que al dar todos los elogios a Kintup, no debemos olvidar a los oficiales del Proyecto de reconocimiento geográfico que eligieron y entrenaron a esos hombres notables, ya que dichos oficiales organizaron toda la exploración: “No fue de manera casual sino de forma sistemática, de modo que las cuentas de un hombre pudieran ser verificadas con las de otros”. (Traducción nuestra).