Sincronía Winter 2008


EL PADRE PLACENCIA EN AMATITÁN, PARROQUIA DE TEQUILA

José Concepción Martín


 

Alfredo Ramón Placencia Jáuregui nació en Jalostotitlán, Jalisco, el 15 de septiembre de 1875 y murió en Guadalajara el 20 de mayo de 1930. Fue sacerdote católico y poeta de renombre. Realizó su carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de San José, en Guadalajara, de 1887 a 1899. Recibió la ordenación sacerdotal en 1899. Los datos de las parroquias en que ejerció su ministerio los tomo de la página 9 del libro del padre José Rosario Ramírez, Alfredo R. Plascencia. Antología.

Su primer destino fue Nochistlán, Zacatecas. Después: San Pedro Apulco (Zacatecas); los siguientes en Jalisco: Bolaños, San Gaspar (Jalostotitlán), Parroquia de Jesús (Guadalajara), Amatitán (Tequila), Ocotlán, Temacapulín (Cañadas), Portezuelo (La Barca), Jamay, El Salto, Acatic, Tonalá, Atoyac, San Juan de los Lagos, Valle de Guadalupe y El Sagrario (Guadalajara). Después incursionó en la arquidiócesis de Los Ángeles, California, y en la República de El Salvador. Finalmente regresó una vez más a Guadalajara, donde murió, en la casa número 162 de la calle General Arteaga.

Para Amatitán, perteneciente a la parroquia de Tequila en aquel tiempo, los datos que recojo en esta colaboración están tomados de las series "Parroquias", Tequila, y "Correspondencia recibida", del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (AHAG).

1906. El 11 de noviembre de 1903, Placencia fue destinado a Amatitán, donde duró hasta el 8 de mayo de 1910. Encontré en el AHAG algunos comprobantes de esos años, entre ellos uno de 1906, en el que consta que volvió por un tiempo no especificado a la Capilla de Jesús. Documento interesante sobre un amasiato que se quiere convertir en matrimonio. El 27 de abril, Placencia escribe a su arzobispo, don José de Jesús Ortiz Rodríguez:

Ilustrísimo (…) Señor: Agustín Quiñones, constituido en peligro de muerte, ha solicitado ante mí, como encargado provisionalmente de esta parroquia, por ausencia del señor cura (…) Manuel Muñoz, si lo caso según el orden de la Santa Iglesia, con M. Dolores Jaramillo, con quien lleva de catorce a quince años de vivir en amasiato y la cual asegura ser viuda; por lo cual humildemente ruego a su Ilustrísima(…), una vez hecho por mi parte lo que por esa Superioridad se me prescriba para el caso, tenga a bien conceder su licencia para proceder a la celebración del matrimonio solicitado y dispensar toda otra formalidad prescrita para los matrimonios ordinarios. (…) (AHAG, fuente no identificada.)

Firman Alfredo R. Placencia y Agustín Quiñones. Parroquia de Jesús, Guadalajara, abril 27 de 1906.

1908. Para la estancia de Placencia en Amatitán, la fuente básica es la caja 5 de la parroquia de Tequila (1880-1927) del AHAG. No encontré ahí documentos para la actividad de Placencia en 1907 en Amatitán. En cambió, sí hallé algunos de 1908: El 24 de abril, solicita al arzobispo Ortiz boleta de sínodo, para que se le renueven sus licencias ministeriales. La petición fue firmada en Amatitán. El 27 de abril, el Arzobispo firma la orden dirigida al párroco de Tequila, don Luis Navarro, para que examine al presbítero Placencia, quien ya casi completaba sus treinta y tres años de nacido. Don Luis contesta al Arzobispo el 3 de mayo: "Conforme lo prescriben los estatutos de esta Arquidiócesis, he sinodado al presbítero (…) Placencia, vicario de Amatitán. La calificación merecida es Supremo. (…) Tequila, mayo 3 de 1908".

Por lo que se refiere a su vida sacerdotal, el informe más detallado de don Luis, del mismo 3 de mayo, es muy elogioso:

(…) el referido sacerdote, desde que está al frente de la Vicaría de Amatitán, ha sido sumamente exacto en el cumplimiento de todos sus deberes; observa una conducta irreprochable; ha procurado con verdadero celo la salvación de las almas dedicándose a la predicación y al confesionario; ha prestado sus servicios de muy buena voluntad para todo aquello que los he solicitado, y en fin, ha observado religiosamente todo lo prescrito por la disciplina de esta arquidiócesis asistiendo siempre que puede a las conferencias, frecuentando el sacramento de la penitencia, etc.(…)

1909. Es todo lo que hallé de Placencia en 1908. De 1909, hay una petición al arzobispo Ortiz:

Amatitán, 29 de octubre de 1909. Ilustrísimo Señor (…): Estando ya para traerse a la iglesia de la Vicaría, (…) la imagen del Señor de la Ascensión, y tomada en cuenta la suma y muy generalizada veneración que ha dicha imagen alcanzado, quiero rogar (…) se digne, para más fomentar la piedad de los fieles, conceder alguna indulgencia a las personas que devotamente lo visitaren.

Así mismo (…) se sirva decretar quede perpetuamente establecida la celebración de una misa solemne por todos los viernes del año, y que dicha Imagen se tenga siempre cubierta, a excepción de los días que quedan indicados. (…) (Parroquias, Tequila, caja 5, carpeta 16.)

El arzobispo Ortiz contestó a Placencia el 3 de noviembre:

(…) se conceden cien días de indulgencia a los fieles que devotamente visitaren la imagen del Señor de la Ascensión, cada vez que esto hicieren, cuando se haya hecho la traslación de aquella a la iglesia de la Vicaría de Amatitán. Y puede celebrarse solemnemente la misa, de que habla el padre vicario, habiendo recursos para ello (…) Se concede, por último, que la predicha imagen se descubra solamente los viernes, con excepción de los casos en que lo prohíban los sagrados ritos. (…)

Firman el arzobispo Ortiz y el prosecretario presbítero don Arcadio Medrano.

1910. A principios de 1910, Placencia anda en Guadalajara, atendiéndose de una dolencia. El 12 de enero le expone su situación, sus planes y sus peticiones al arzobispo Ortiz:

(…) siéndome necesario el reposo para atender a la curación de un mal de la vejiga de que hace como mes y medio fui atacado y de que no he podido sanar en medio de los trabajos propios del ministerio, ruego a Su Señoría (…) se digne concederme una licencia de tres meses, los cuales pasaré en mi tierra, en donde cuento con la facilidad que necesito para curarme.

No sin pena pido esta gracia, por ir ya a comenzar la Cuaresma, por ver que no podré (…) atender a mis fieles debidamente en este estado de salud.

Con todo, a fin de ayudar en cuanto me fuere posible al señor cura de mi tierra, suplico (…) el permiso para confesar mujeres. (…)

No he encontrado la respuesta del arzobispo Ortiz, pero seguramente el Prelado concedió a Placencia el permiso de ir a su tierra, pues desde allá manda a Guadalajara, el 24 de febrero, esta interesantísima carta manuscrita de tres páginas al prosecretario don Arcadio Medrano:

Muy estimado señor:

En respuesta a su atenta fechada el 22 de este, creo un deber de conciencia decir a usted lo que pienso de mí mismo, porque entiendo que es obligación de todo buen hijo cuidar la espalda a su padre.

Estoy segurísimo, señor, de que Dios no ha llegado a pensar nunca en que sea yo catedrático; porque ni tengo de antemano adquirido el caudal de conocimientos que fuera del caso, ni tampoco me reconozco de tales aptitudes intelectuales que pueda, a la vez que servir la clase, prepararla de tal manera que logre evitar un mal papel que a mí me mataría de vergüenza y que, estoy seguro de ello, acarrearía alguna censura para el señor Arzobispo, lo cual no quiero ni pensar.

Si yo le dijera a usted que no me halaga esa distinción, mentiría, porque no soy un santo; pero tengo que agradecer a nuestro Señor que ha levantado sobre mí el abismo sin fondo de mis defectos, una inmensidad de respeto y de amor hacia el señor Arzobispo, cosa que me obliga a sacrificarme de buen grado y a abdicar un nombramiento que mucho me honra, a la vez que algo siquiera me vindica a los ojos de algunos que hayan podido pensar algo malo de mi persona.

Lo dicho, señor, no incluye, como usted comprende, una desobediencia; no es más que una confesión franca y leal de mi incapacidad en que creo, confesión que, estoy segurísimo, será vista con buenos ojos por Dios; porque Dios es muy razonable, yo lo conozco.

Las únicas clases que pudiera medianamente servir serían las de Literatura y Primer curso de Latinidad, y nada más; intentar el desempeño de cualquiera otra sería una desvergüenza y una temeridad.

Este es, señor, mi sentir. Por lo demás, dígnese usted hacer presente al señor Arzobispo mi incondicional obediencia, respeto y subordinación, así como asegurarle que no veré con malos ojos ningún otro destino, así sea el más despreciable, con tal de que me conste por otra parte que ha sido restituido este pobre a la buena estimación primitiva de Su Señoría, porque eso siempre lo exigiré.

Cuánto le agradeceré a usted me hiciera el servicio de dar cuenta al señor Arzobispo con esta carta mía, no en la forma oficialmente acostumbrada, sino leyéndosela punto por punto. Creo que el imponerse así de ella Su Ilustrísima, me servirá.

La vicaría del Valle de Guadalupe está sola, si yo estuviera seguro de merecer la confianza del señor Arzobispo, la pediría; pero no quiero sufrir otra decepción; todavía no renuncio a la esperanza del cielo.

Perdone usted las repetidas molestias de su seguro servidor (…) (Correspondencia recibida, caja 63, carpeta 2.)

Esta carta manuscrita provoca muchos interrogantes: ¿No estaba feliz en Amatitán el padre Placencia con su amado párroco el padre Luis Navarro? ¿Estaba Placencia en Guadalajara porque ya lo habían cambiado de Amatitán o sólo porque se estaba tratando de su mal de vejiga? ¿Qué más decía la carta que envió a Placencia a Jalos el 22 de febrero don Arcadio Medrano? ¿Qué materias le ofrecían para impartir en el Seminario? ¿Por qué sugiere Placencia que se le dé como destino la vicaría de Valle de Guadalupe?

Las razones del padre Placencia no fueron atendidas. Fue enviado al Seminario de Ciudad Guzmán. Prueba de ello es la carta mecanografiada de dos páginas enviada desde dicha ciudad a Guadalajara, directamente al arzobispo Ortiz, el 11 de marzo de 1910, más patética que la anterior. Un resumen le quitaría fuerza. Transcribo:

Ilustrísimo y reverendísimo señor:

En el desamparo en que me encuentro, la memoria de los seres que lo engendraron es la única que puede, en mi concepto, valerme, para que Su Señoría (…) lea con benignidad las letras del hijo que cuenta a su padre la historia penosa de sus dolores.

No acierto a entender por qué ha sido tomada como una desobediencia la manifestación que hice de mi ineptitud para el desempeño de la cátedra que Su Señoría ha tenido a bien encomendarme; me parece (…) que en poco más de diez años que cuento de servicios, más de alguno de mis superiores hubiera descubierto ese espíritu en mí, lo cual no ha sucedido hasta ahora, por la gracia de Dios.

Aparte, Ilustrísimo Señor, de las razones que expuse a Su Señoría por el conducto del señor prosecretario, tengo la siguiente, que es palpable al señor cura Carrillo y que dicho señor me ha hecho el insigne servicio de explicar: Estoy enfermo de los ojos, y de tal manera que me sería absolutamente imposible estudiar tanto cuanto fuera necesario, y menos si se toma en cuenta que el año está sumamente adelantado. Tomar en tales circunstancias la clase equivaldría a entorpecer los notables adelantos que ha el curso alcanzado bajo la dirección del padre Arreola.

Si al contestar la primera carta del señor prosecretario no hice mérito alguno de esta razón, fue, Ilustrísimo Señor, porque no juzgué necesario, toda vez que el señor Medrano me decía con claridad absoluta que podía aceptar o no el nombramiento, sin que mi libre manifestación (son palabras de él) menoscabara en nada el mérito de mi obediencia.

Ahora, pues, en tanto expongo esta razón, en cuanto que la hallo justísima y digna de que la tenga por tal el prudente concepto y la caridad de Su Ilustrísima.

Por fortuna es mi mal de tal naturaleza que no ha menester de que médico alguno lo testifique; bastaría que me viera Su Señoría, para que quedara plenamente convencido de la verdad de él.

Tan estoy pronto, (…) a acatar la ordenación de Su Señoría, que sólo le suplico me haga la caridad, mientras termina este año, de permitirme curarme por unos días en Guadalajara, y en mi tierra después, encargándome de mi clase en noviembre del próximo año escolar, pues creo que la curación completa de mi mal bien es posible para de aquí a entonces.

Como pues lo ve Su Ilustrísima, no es mi conducta ni una rebeldía ni una obstinación; no es más que la voz de mi impotencia física y moral que viene a buscar a la puerta de la benignidad de su padre que se le atienda y que se le oiga.

Nada perderá Su Ilustrísima con consolar a este pobre que cualesquiera que sean sus defectos siempre será su hijo.

Ilustrísimo Señor: otros tienen quien abogue por ellos; yo no; yo estoy solo.

Eso, sin embargo, no me desalienta.

Esta circunstancia entiendo que más me ayudará para que Su Ilustrísima se ponga de mi parte y me despache en lo que con tanta justicia pido.

Si Su Señoría usa conmigo de esta misericordia que pido, ¿quién puede condenarlo…?

El estado de mi ánimo, Ilustrísimo Señor, es desesperante. Mi propio pensamiento me mata. Cuando son las seis de la tarde, materialmente no puedo pensar ya. Así, aun cuando pudiera contar con mis ojos, ¿juzga Su Ilustrísima que puedo estar capaz de estudiar…?

Ilustrísimo Señor: permítame que vuelva a conjurar en favor mío la memoria, la ceniza y la sombra de sus padres. Si ellos vivieran, yo les suplicaría de rodillas que se interesaran por mí, y estoy seguro de que Su Señoría los atendería y despacharía.

Dios me favorezca, Ilustrísimo Señor, de que su contestación vaya a ser otra distinta de la que espero.

También me levantaría mucho el ánimo (…) si me dijera qué es lo que debo hacer para contentarlo.

Para concluir, (…) quiero protestarle mi respeto, obediencia e incondicional subordinación (…) (Correspondencia recibida, caja 63, carpeta 2.)

El padre José Rosario Ramírez dice en su Antología (p.20) que el padre Placencia duró en Amatitán hasta el 8 de mayo de 1910. Sin embargo, por las cartas anteriores de 1910, se puede sacar la conclusión de que desde los primeros días de enero ya no regresó a Amatitán. Estuvo en Guadalajara, en Jalos, en Ciudad Guzmán.

B I B L I O G R A F Í A

 

-ARCHIVO HISTÓRICO DE LA ARQUIDIÓCESIS DE GUADALAJARA (AHAG):

-Serie Correspondencia recibida, caja 63.

-Serie Parroquias, Tequila, caja 5.

-RAMÍREZ, José R. Alfredo R. Plascencia. Antología. Seminario de Guadalajara, 1992.


Sincronía Winter 2008