MITOLOGIA ANTIGUA Y CULTURA MEDIATICA EN EL CINE CONTEMPORANEO
Maximiliano Korstanje
“La antropología visual retoma la importancia
de la imagen y, como especialidad o subdisciplina, se desarrollará después de
la segunda Guerra Mundial a partir del interés de científicos sociales y
cineastas por el documental social y por el cine y la fotografía etnográfica,
de la mano de antropólogos como Margaret Mead y Gregory Bateson en Estados
Unidos y como André Leroi-Gourhan, Luc de Heusch y Jean Rouch en Europa”. (Ardévol,
1998:1)
Resumen
Los grupos humanos basan sus
solidaridades y reciprocidades en cuanto a valores fundantes que le dan su
sentido de ser y estar. Estos valores conforman lo que nos hemos decidido en
llamar “matriz identitaria” y es transmitida de generación en generación a
través de los siglos. La matriz de identidad no solo transmite las pautas y
valores culturales de cada sociedad, sino que además transforma sus procesos
económicos y políticos generando un alter-ego en lo que los antropólogos han
denominado, la otreidad. El presente trabajo, precisamente, explora la conexión
que existe entre la mitología germánica antigua, sobre todo el culto a las
filgias, y el cine de terror moderno. Desde una nueva perspectiva, consideramos
que la matriz nórdica de movilidad y temor al otro, continua vigente en el cine
y otras industrias culturales.
Palabras Claves: Matriz Identitaria, Cine
estadounidense, Culto a las Filgias, Zombies.
Abstract
Human groups based their
reciprocities and solidarities in terms of certain values which gives sense to
their “being-there”. These values formed what anthropologist denominated the
“matrix of identity” which is transmitted orally or in writing from generation
to generation in the threshold of time. This matrix not only provides societies
with guidelines and rules to order the principle of territoriality but also
transforms their economic processes. Under such a context, the present paper,
precisely, explores the connection between the Norse-mythology and above all
the Cult of Fylgias, and the modern terror movies. From a new perspective, we
argue that the Norse-cultural matrix based on the mobility and terror,
continues vividly in the modern cinema and other cultural industries.
Key Words: Identity Matrix, American
Cinema, Cult of Filgiur, Zombies.
Introducción
Dentro de las disciplinas que
conforman las Ciencias Humanísticas, la antropología ha sido una de las
precursoras en utilizar soportes visuales como forma científica de análisis.
Este material, pronto, se convirtió en un nuevo “estilo de registro” como lo
eran las notas de campo (Mead, 1983; Brisset, 1999). Empero, existe todavía una
manifiesta resistencia de los académicos en considerar el cine como una
herramienta etnográfica seria (Henley, 2001). Lo cierto es que de alguna manera
estos detractores, parecen no haber comprendido aún que la imagen es parte
elemental de la vida social, y deja de ser un mero producto de la percepción
para transformarse en una forma de relación simbólica, como sugiere el profesor
Hans Belting “una imagen es más que un
producto de la percepción. Se manifiesta como resultado de una simbolización
personal o colectiva. Todo lo que pasa por la mirada o frente al ojo interior
puede entenderse así como una imagen, o transformarse en una imagen.” (Belting,
2007:14)
Visto el tema desde una
perspectiva histórica, a la vez que la antropología (y sobre todo la etnología)
hace uso de las diferentes tecnologías en materia visual como documentos
etnográficos, también es importante la perspectiva de los actores involucrados
en el uso de estos medios e imágenes. Pero en este punto, el cine pasa de un
mero entretenimiento (estilo de ocio), a una forma metodológica específica de
hacer etnografía. En este sentido puntual, Ardévol señala: “la reflexión de la relación entre cine y
antropología debe situarse, por tanto, a distintos niveles simultáneos de
análisis y considerar el cine, al menos como técnica de investigación, modo de
representación y medio de comunicación. Al mismo tiempo hay que tener en cuenta
que la imagen es un objeto teórico de estudio desde la antropología y a la vez
producto de la actividad antropológica; no sólo estudiamos imágenes del mundo,
sino que las producimos; el proceso de investigación también es un proceso
cultural” (Ardévol, 1998:3).
El siguiente trabajo es un
intento por explorar las limitaciones y beneficios que tiene el análisis
fílmico como algo más que un mero entretenimiento cultural, sino como un fiel
método que capta y refleja los matices simbólicos de las relaciones humanas en
tanto que un “estar-ahí” específico de una cultura y un tiempo. Por lo pronto,
existe, desde nuestra perspectiva una innegable conexión entre el cine de
terror moderno, asociado a los zombies o vampiros, con el antiguo culto a las
Fylgias que caracterizó la vida de las tribus germánicas del siglo I D.C. En
este punto, el cine nos permite no solo visualizar instituciones sociales
residuales que han perdurado en el tiempo sino también la influencia de la
ficción (usando la metáfora del espejo) en nuestra propia sociedad.
Discusión
teórica
El complejo funcionamiento de las
sociedades modernas puede comprenderse mejor si se toma al cine desde una
perspectiva política, discursiva e icónica. Desde los primeros intentos de
Kracauer, el cine permite crear un puente entre el pasado y el presente; así
desde la articulación entre el análisis de las imágenes, el lenguaje, el
sonido, los montajes y los tópicos del rodaje surgen ciertas prácticas
significantes plausibles de ser estudiadas (Marzorati, 2008). Existe un debate
interesante sobre la función que el montaje tiene para el cine etnográfico;
para algunos la cámara debe sólo limitarse a filmar los hechos directos tal
como suceden, mientras para otros la ficción también habla de una interacción
cultural entre dos actores (Birri, 1962; Young, 1975; Ardévol, 1998; Brisset,
1999). Los procesos de transculturación se apoyan en concordancia con el acceso
a los medios tecnológicos disponibles para su difusión. Diariamente, miles y
miles de palabras e imágenes son transmitidas por los medios masivos de
comunicación en lengua inglesa a todos los rincones del planeta. En este
contexto, el cine etnográfico, parece estar preocupado por “las culturas
moribundas” y a la pérdida de las tradiciones (Rossi, 1987). Sin ir más lejos,
algunos advierten que el cine estadounidense y anglo-canadiense se configura no
sólo en un mecanismo de evasión y distensión; sino también en una forma de
dominación ideológica, el cual ha penetrado en todos los mercados del globo. El
cine “tercermundista” latinoamericano, se ve relegado a una posición de
pasividad y subordinado al cine industrializado y comercial que distorsiona la
imagen real que Estados Unidos desea transmitir al mundo (Birri, 1962; Solanas
y Getino, 1962). Según Solanas y Getino (1962), la estructura colonial y
neocolonial denota dos significativos de cultura y en consecuencia de cine: la
dominante y la nacional. Desde esa perspectiva, los autores están convencidos
de que la cultura nacional empuja hacia la liberación. Asimismo,
Los autores sostienen e invocan
la necesidad de un tercer cine que exprese los valores nacionales, una
personalidad liberada construida por una manifestación cultural autóctona; en
otras palabras el cine debe ser comprendido como un mecanismo no sólo capaz de
subvertir el orden dominante sino también que promueva la descolonización
cultural (Solanas y Getino, 1962:34). Este punto, antes mencionado, trae
aparejada la necesidad de discernir entre la realidad y la ficción;
precisamente uno debería (inevitablemente) cuestionarse: ¿qué relación tiene el
cine etnográfico con el cine de ficción?, ¿puede considerarse al cine ficción
parte inherente del etnográfico?, ¿es el cine ficción una forma de legitimación
ideológica de prácticas de mayor complejidad?, ¿qué validez científica posee el
cine ficción?.
En primer lugar, parece algo
improbable al considerar (estrictamente) el cine ficción como una forma de
dominación simbólica, desde el momento en que presupondría una posición
unívocamente pasiva del sujeto frente a los estímulos de este género. Por otro
lado, la tensión entre objetividad y subjetividad se torna estéril si se
plantea en esos términos (bipolares). Desde el punto de vista político, tampoco
la dominación parece un proceso estático ya que tranquilamente los “sometidos”
pueden (y de hecho anhelan) tomar posesión de las tecnologías disponibles para
cambiar su situación (Turner, 1991;
Asch, 1992; Appadurai, 2001). Todo cine, desde el documental hasta la
ficción, es una introspección de nuestra propia vida cultural. Nos habla de una
forma de ser, de vivir, de sentir y de comportarse. Un film es una visión de
nuestras propias pautas culturales, nos indaga e interroga sobre la realidad
experimentada expresada en una imagen reflexiva. La producción fílmica pone a
nuestra disposición diferentes imágenes de nosotros mismos, las cuales son
sentidas, experimentadas y procesadas configurando la propia imagen que nos da
la imagen de nuestra imagen (Ardevól, 1996: 80). Al respecto y como
acertadamente señala Prelorán “con la
expresión cine etnográfico aludimos a una documentación fílmica sobre los
comportamientos humanos, de tal manera que las actitudes de la gente y el
carácter de sus culturas sean representadas e interpretadas” (Prelorán,
1987:73). Según el autor, si bien el filmador etnográfico evita, clasifica y
jerarquiza ciertas imágenes en detrimento de otras, existen ciertas reglas
metodológicas específicas que lo validan como herramienta científica.
En concordancia con Prelorán, nuestra
tesis es que a diferencia del etnográfico, el cine ficción tiene un discurso
específico que es transmitido mágicamente por la performance de las diferentes
escenas y personajes. Sin embargo, ambos pueden ser analizados bajo cierto
rigor y exhaustividad. Al respecto, Prelorán advierte “hay quien opina que no se puede describir una clase de películas como
etnográficas en y por sí mismas; uno sólo puede describir como son utilizadas.
Por lo tanto, cualquier película deviene una película etnográfica dado su
propósito y su uso. Bajo esta perspectiva, toda película comercial hecha en el
mundo nos dice algo de la cultura que la generó; viejas películas nos permiten
ver cómo costumbres, modas y actitudes han cambiado a través de los años, y se
han convertido en invalorables documentos históricos y etnográficos” (Ibid:
78)
En resumidas cuentas, el cine
(entonces) adquiere diversos sentidos acorde a las tramas sociales en las
cuales se encuentra inserto: a) puede ser una forma de ocio y entretenimiento,
b) puede convertirse en una forma de dominación política, c) un mecanismo de
liberación cultural, d) una metodología etnográfica de registro, y e) una
perspectiva de análisis antropológica sobre una cultura determinada[1].
En el último sentido dado, comprendemos al cine de terror estadounidense o
anglo-canadiense como un material, en primera instancia plausible de ser
analizado, y en segundo lugar, como un espacio donde ciertos elementos
discursivos se encuentran en vinculación directa como la mitología nórdica en
la antigüedad clásica. Desde esta perspectiva, puede afirmarse, que el cine no
sólo puede ser estudiado como una forma de ocio moderno, sino también como un
mecanismo de comunicación y de expresión antropológica. A diferencia del cine
etnográfico, en el antropológico se observa un conjunto de imágenes (visuales)
que son interpretadas acorde a una hipótesis previa que además les da
coherencia y orden. (Henley, 2001). Como acertadamente sugiere Asch, analizar
la constitución cinematográfica en Hollywood puede no ser cine etnográfico,
pero si antropológico. (Prelorán, 1987; Asch, 1992; Ardervól, 1998). Por otro lado, la narratología o mejor dicho,
la posición del interlocutor con su voz también debe ser un aspecto a
considerar en los análisis fílmicos. Es precisamente, en la narración que las
diferentes imágenes se van articulando como un todo orgánico e inteligible para
el espectador. En ocasiones, existe una tensión entre lo que observamos en la
película la narración de las experiencias del personaje. Poder comprender estas
diferencias, asume un gran paso en el estudio antropológico del film
(Gaudreault y Jost, 1990). Pero también el discurso se encuentra parte del
orden normativo legimante del creador de esa película; el hecho de filmar no
implica hacerlo sobre cualquier tema, existen guiones o expresiones culturales
que construyen el discurso (Nichols, 1997).
La mitología de
los pueblos germánicos.
Las tribus germánicas son
originarias (en un principio) del norte de
La primera rama se puede
considerar una lengua muerta, en la cual entra el gótico como fuente principal.
Existen estimaciones que apuntan a los godos, visigodos o ostrogodos como las
tribus donde se hablaba esta lengua. El segundo grupo, el nórdico ha
sobrevivido al paso del tiempo y se encuentra presente en las actuales lenguas
sueca, feroés, danesa, noruega e islandesa (su matriz es el escandinavo
arcaico). Por último, el grupo de las lenguas occidentales abarca al alemán,
ydisch, afrikáans, holandés, y el inglés entre otros. Si bien no existe
consenso entre los investigadores sobre cual es la lengua madre de estos
idiomas, se observa una gran correlación con el frisón y el sajón antiguo. También el escocés parece una lengua
vinculada (transculturalmente) al sajón, aun cuando su raíz sea céltica. [2]
La etimología de la palabra germano está sesgada por un pasado no
siempre muy claro, pero existen dos pistas interesantes: la primera de ellas,
hace referencia a la palabra heer (guerra) y mann (hombre), por lo tanto
germano significaría “guerrero”. Sin embargo, por el momento, todo parece
indicar el término deriva del celta (galo) carmanos
que significa “los que gritan”. Es posible, los antiguos galos hayan
observado esta distinción en los germanos antes de lanzarse hacía la guerra
como método de intimidación; lo cierto es que originalmente el vocablo ha sido
usado por Posidonio de Apamea y difundido por Caius Julius Caesar cuando
escribe sus Testimonii[3]. Ahora bien, también se observa cierta
similitud también con la palabra latina cormanus
– cor (corazón) y manus (mano)-, cuyo significado es “quienes hablan con la mano en
el corazón”. Más específicamente, si bien se conoce el momento en el
cual es usado por primera vez (
Paralelamente, Nerto y Freyja (dioses de la
agricultura y el amor respectivamente) fueron reemplazados por el temible Odín
(dios de la guerra). La mirada romana y los prejuicios de la época, de un
Imperio que anhelaba volver a la austeridad y a la pureza espiritual pérdida,
le dieron a los nórdicos una imagen oscilando entre la admiración (por su valor
y austeridad de costumbres) y el desprecio (por su falta de razón y supuesto
primitivismo) (Robert, 1992) (Meunier,
2006) (Gerlomini, 2007). Su forma de
organización, se dividía en tres estamentos: los nobles, capaces de heredar
propiedades y riquezas, los hombres libres, cuya distinción era la capacidad
legal de portar armas, y los esclavos, el más bajo de los escalafones. Todos los
hombres libres, eran llamados dos veces al año a multitudinarias asambleas
(denominadas Thing) donde discutían los destinos de su tribu. Las diferencias
surgidas por dos hombres libres se dirimían (en última instancia) con un duelo
que culminaba con la muerte de uno de los dos involucrados, el holmganga. Aun cuando estas tribus no dejaran un corpus
escrito de su mitología, diferentes tradiciones orales fueron transmitiéndose
de generación a generación, conformando lo que actualmente se conoce como la
mitología germánica. No obstante, las formas y leyendas como así también los
dioses adquieren diferentes interpretaciones, sentidos y connotaciones
dependiendo de los diferentes pueblos que componían este grupo social. [4]
El dios de
Dice al
respecto Cornelio Tácito “Mientras los germanos no
hacen la guerra, cazan un poco y sobre todo viven en la ociosidad dedicados al
sueño y a la comida. Los más fuertes y belicosos no hacen nada; delegan los
trabajos domésticos y el cuidado de los penates y del agro a las mujeres, los
ancianos y los más débiles de la familia, languidecen en el ocio; admirable
contradicción de la naturaleza, que hace que los mismos hombres hasta tal punto
amen la inercia y aborrezcan la quietud” (Tácito, XV).
En la actualidad, otro aspecto a
favor de la mencionada hipótesis, es la forma femenina que toma el artículo
cuando debe anteceder al trabajo como sustantivo. En moderno alemán die (la)
hace referencia a, die arbeit (el
trabajo), det arbejde (danés) o det arbete (sueco); mientras en lenguas romances
derivadas del latín la forma masculina antecede a la palabra trabajo tal que: (el) trabajo (español), (il) laboro
(italiano), (le) travail (francés). El mundo trascendental de los nórdicos,
se dividía en tres esferas: la primera era
Por el contrario y lejos de lo
que muchos piensan, estas tribus eran muy respetuosas de la hospitalidad, y
como lo demuestran las leyendas vinculadas a la enemistad entre Hrungnir y
Thor, cuando éste último precisamente es privado de darle batalla al gigante,
tras haber sido invitado al banquete por el propio Wodan en Asgaard. Luego de
embriagarse, Hrungnir (el gigante) dijo tener el poder de matar a todos los
dioses excepto a Sif y a Freyja (de quien se encontraba enamorado); al
enterarse por los ases de ello, Thor hizo su aparición pero Hrungir le recordó
que atacarlo mientras se encontraba desarmado y bajo regla de hospitalidad, era
signo de deshonor; por ese motivo, ambos se dieron cita a un duelo en
Griotunagard entre los límites de la tierra de los giganes (Riesenheim) y de
los Ases (Asenheim) fuera del área de hospitalidad; de haber Thor incursionado
contra el gigante mientras éste disfrutaba del banquete, hubiera tenido que
vérselas con el mismísimo Woddan. Obviamente, a pesar de sus constantes y
recurrentes ataques de furia, éste era un lujo que Thor no podía darse
(Meunier, 2006:85-86).
A diferencia de otras mitologías,
el héroe germano no es virtuoso, prudente ni mucho menos sabio; como lo
demuestran las leyendas de Thor o Donar (dios del Trueno) y su inseparable
compañero Locki (dios del Fuego) en tierras de los gigantes (Utgard) donde Thor
es derrotado precisamente por su falta de compostura y arrogancia. Sin embargo,
éste al igual que los héroes es sumamente fuerte y valeroso aunque en ocasiones
estas virtudes no le sirvan para evitar los engaños de los que (frecuentemente)
podría ser presa; como cuando Thrym le roba su martillo a Thor o cuando Thor
embaucado por Hrungnir en tierras lejanas (Meunier, 2006:75-90) (Korstanje,
2007). Otros aspectos propios de estas creencias, tenían relación con la
adoración de la naturaleza (sobre todo el agua y el fuego) como fuente de
recursos y suma protectora; en efecto, estas tribus consideraban la pequeñez
humana como un rasgo principal frente al cosmos y a los dioses; asimismo, la
venganza también se encuentra presente como forma de reciprocidad (en la
mayoría de los casos ejercida por parentesco). Un daño era para los nórdicos,
plausible de ser respondido siempre con mayor intensidad al recibido; por ese
motivo como veremos a continuación, intentaban no dejar enemigos vivos quienes
pudieran perjudicarlos luego de una contienda. En este sentido, también “la
predestinación” como creencia estaba ampliamente difundida entre los pueblos
daneses y escandinavos. Antes de ir a la batalla, las valkirias ya sabían de
antemano quienes iban a caer en ella. [6]
Al respecto, Mario Meunier afirma
“los dioses están en lucha con las
potestades demoníacas. Su suerte está ligada a la vida de Balder. Pero a éste
sólo puede darse muerte por medio de un objeto (muérdago, arma) que se halla en
manos de fuerzas subterráneas. Su enemigo lo consigue, y por medio de él causa
a Balder la herida mortal. Pero éste, conforme a la tan divulgada creencia
popular, renace en su hermano, el cual es vengador de su muerte” (Meunier,
2006:98)
En ocasiones, también se le otorgaban
sacrificios humanos al dios Tyr para saber su voluntad con respecto a la
batalla, pero en otros estas prácticas comienzan a ser reemplazadas por
técnicas de adivinación de mayor complejidad como el sueño o las runas. Tanto
la cosmogonía (creación del mundo) como la escatología (fin del mundo)
escandinava nos habla de la re-encarnación y la venganza como dos elementos
centrales. En ocasiones, estos rituales se llevaban a cabo al lecho de algún
árbol sagrado o dentro de algún bosque. Pero lejos de lo aquello que escribió
Tácito, estas tribus tenían una mitología no tan “simple” y “primitiva”, sino
por el contrario “ambigua” y sumamente compleja. En parte, los germanos no
creían en la inmortalidad de sus dioses, ya que éstos podían caer en fragor del
combate y morir como un humano. Pero a la vez, su espíritu era re-encarnado en
alguno de sus hijos para vengar su muerte. Esto se observa, en la muerte de
Balder, de Heimdallr y del mismo Odín (el ocaso de los dioses). Al respecto,
Meunier afirma “en estrecha relación con
Odín estaba también Vidar. Es hijo de Odín y de la giganta Gris y resuelve
vengar a su padre cuando le mata el lobo de Fenris en la gran batalla de los
Ases con sus enemigos.” (ibid: 106)
Existen indicios de poesía islandesa
(Voluspa) los hombres fueron creados, por intervención de tres dioses: Odín, Hoenir y Lodurr. El primero
(Od-ín) les dio el alma, pero Hoenir les entregó el espíritu (filgia) y Lodurr
su color vital y brillante. En un principio, los árboles cumplieron un rol
protagónico en la vida de los hombres, aconsejándolos, guiándolos en su destino
y protegiéndolos. Su contralor, el fin de se mundo creado
hacía referencia al Ragnarok o también conocido como el “ocaso de los dioses”. Las
incursiones bélicas en la mitología nórdica están por doquier. Los dioses se
caracterizaban por ser enemigos acérrimos de los “demonios” (Vanes). No
obstante, en estas narraciones épicas los dioses pueden morir. La muerte de los
dioses, Odín, Balder, Freyr y Thor es comprensible por medio de la comparación
a la “corrupción de las costumbres del hombre” de la cultura judeo-cristiana. Empero
en la mitología nórdica, la muerte de los dioses es vengada por sus hijos: Hod, Vali y Magni quienes dan muerte a
los demonios restaurando el orden de los antiguos Ases. El mundo parece
encontrar una renovación tras hundirse en las olas del mar o por acción del
fuego y emerger impoluto y renovado (Meunier, 2006: 111-115).
Cabe mencionar que si bien
existen algunos elementos los cuales pueden sugerir una comparación y vínculo
entre el Ragnarok germánico y el retorno de Jesucristo en las creencias
cristianas (Wilkinson, 2007); son más las diferencias entre ellas de lo que se
cree. En realidad, la mitología cristiana y su antecesora la judía, mencionan
una y otra vez al perdón o la expiación como posibles formas de renovación
mientras que por el contrario en la mitología nórdico-germánica, la venganza
ocupa ese lugar. Por otro lado, la venganza se deba (generalmente) por parte de
los sucesores en linaje y parentesco; los hijos vengaban a sus padres (caídos);
lo cual también traza una distinción con la mitología latina en donde padres e
hijos se enfrentaban asiduamente por cuestiones de poder y prestigio (Sola,
2004). Sin embargo por un tema de espacio y tiempo, en este trabajo nos
ocuparemos exclusivamente del culto a las filgias (muertos), dejando de lado
otras figuras de la mitología nórdica, las cuales si bien pueden ser
interesantes no hacen al tema en estudio.
Para comprender el culto a las
Filgias (Fylgja), el cual ha dado origen al cine de terror americano moderno,
hay que primero introducirse en la conceptualización de la trascendencia. Los
antiguos nórdicos creían en la dualidad del hombre; una especie de segundo “yo”
que coexistía en el mismo cuerpo con el espíritu. A esta Filgia no se la
identifica directamente con el alma (espíritu), sino más bien con un
“compañero” el cual una vez personificado, puede trabajar, hablar, tomar forma
incluso hacer daño a los enemigos [7].
Ciertas personas, mientras se encontraban dormidas, tenían la habilidad de
liberar su filgia para recorrer lejanas regiones y paisajes. Al respecto el
profesor Meunier sostiene “cuando el
dotado de esta facultad hace salir a la filgia de su cuerpo, éste queda como
muerto, mientras la filgia viaja en forma de animal y recorre lejanas regiones.
Se cuenta que muchos hombres, y también Odín, poseían esta facultad” (ibid:
47).
En este sentido, al momento de
morir, la filgía seguía disfrutando de una vida similar a la que tenía
anteriormente (continuación de la vida en la muerte). Se creía que éstas tenían
la facultad de atormentar a los hombres en vida, arruinando sus cosechas,
devorando a quienes se extraviaban en terrenos desconocidos y sembrando el
terror por doquier. Por lo general, para desterrar a estos espectros, se
acostumbraba a quemarlos o decapitarlos, ya que la cabeza es el lugar donde
residía el macht. Meunier no se
equivoca cuando afirma “en los muertos
también, como cuando vivían, la cabeza es el asiento de la fuerza que
sobrevive. Por lo tanto, a los cadáveres de esos hombres se les cortaba la
cabeza, la cual era machacada o quemada. Sólo cuando se había hecho esto y
desunido de este modo definitivamente la filgia del cuerpo, se impedía
totalmente la aparición del fantasma” (ibid: 52). Los sepulcros, enterrados
en la tierra, también poseían una función profiláctica y protectora ante la
presencia de los muertos. Se cree, aun cuando no esté demostrado que los
nórdicos habrían sufrido grandes epidemias (quizás por sus constantes guerras),
y en consecuencia hayan sido éstas las que difundieron la costumbre de enterrar
a los difuntos con la creencia claro en la filgia.
Aunque, los difuntos tenían la
capacidad, entre otras cosas de anunciar el futuro, lo cierto es que sólo
decapitándolos se aseguraba su entrada al “reino de los muertos” o “Valhalla”
(donde residía Odín). Si el guerrero había sido en vida un hombre de honor y
valor, en el otro mundo era (en consecuencia) invitado a grandes festines donde
comía, bebía y disfrutaba de la hospitalidad de “gran Dios de la guerra” (ibid:
57). La pasión de los germanos por la comida y la bebida era tal en su
mitología como en su vida diaria que sorprendió al mismísimo César y puede
verse reflejado el hecho también en las crónicas de Tácito. (César, VI)
(Tácito, XXIII)
Según la creencia, el momento
del día por excelencia, en el cual aparecen los muertos, es la noche, sobre
todo las noches de invierno. “De noche es
cuando los muertos aparecen, especialmente en la grande y larguisima noche
invernal, cuando la naturaleza está muerta. Es el tiempo en que aparecen
también gran cantidad de fantasmas. Así se cuenta, que el fantasma de Glamr,
regularmente durante la larga noche invernal sembraba la alarma por toda la
comarca, entraba en las casas, mataba hombres y animales mientras permanecía
tranquilo siempre a salir el sol y todo el tiempo que éste brillaba en lo alto
del cielo” (Meunier, 2006:52).
La imagen, lejos de poseer un
cuerpo, requiere de un medio para presentarse y re-presentarse a sí misma; en
el antiguo culto a los muertos practicado por los diferentes pueblos en la
antigüedad, se intercambiaba por el cuerpo en descomposición un recordatorio
(duradero) hecho en barro o piedra. El renacimiento y la historia del arte como
disciplinas, excluyeron de alguna manera “todas aquellas imágenes que tuviera
un carácter artístico incierto” o relacionadas a la muerte; como ser las
máscaras funerarias o los cabellos de los difuntos. La formación en el siglo
XIX de
Conclusión
En los años 60, para ser más
exactos en 1968, el director de cine estadounidense George Andrew Romero,
estrena su film La noche de los muertos
vivientes. Si bien ha habido intentos anteriores de vincular el mundo de
los muertos al cine hollywodense, Romero ha sido bautizado como el “padre del
cine zombie”. El discurso de la película muestra como los muertos retornan a la
vida, devorando a los vivos quienes a su vez se trasforman en zombis. Al margen
de la violencia y los actos de canibalismo, el éxito de taquilla llegó a ser
tal, que diez años más tarde en 1978, Romero estrenará El amanecer de los muertos, film que cuenta la historia como un
centro comercial se transforma en el refugio de un par de sobrevivientes que
son atacados constantemente por una multitud de zombis. Producto de un extraño
virus -transmisible por contacto directo con la saliva o la sangre- esta
especie de muertos caminantes, sólo son vulnerables si se les dispara o se les
corta su cabeza. Esta última obra terminó recaudando unos cuarenta millones de
dólares y se convirtió en la inspiración de toda una nueva camada de filmes
tales como Tales from the Darkside
(1985), el día de los muertos (1985), la noche de los muertos vivientes (1990),
Cementerio de Animales (1989) y las tres adaptaciones del video juego Resident
Evil al cine.
Todas estas películas tienen
aspectos que las hacen comparables en su estructura discursiva: a) un virus que
se rápidamente se propaga por medio de seres que se encuentran muertos en vida
o la idea de un retorno de la muerte sin alma, b) la capacidad de eliminar a
estos seres sólo con la decapitación o la incineración, c) un hambre voraz de
estos zombis por la carne humana, d) una última lucha entre el bien (los
humanos) y el mal (los zombies) por la subsistencia e) la presencia de un héroe
mítico cuyo valor y habilidad (macht) lo lleva a evitar el exterminio de la
humanidad (Valhalla) y e) una zona neutra en donde ni zombis ni humanos pueden
entablar batalla (hospitalidad). Toda cultura posee sus valores, mitos, héroes
y rituales los cuales condicionan las prácticas sociales en un tiempo presente;
las sociedades occidentales (por lo general) se creen herederas de la cultura
griega y luego romana, pero esto es sólo una idea sin fundamento como bien lo
expuso Eric Wolf (2004). A lo largo de
dos mil años de historia, diversas tribus, etnias y grupos humanos se han
configurado (entremezclados) para constituir un ambiente de diversidad tanto en
Europa como en Estados Unidos. En la mitología de los diferentes pueblos
occidentales, existe un sincretismo de tal magnitud, que no lícito referirse a
una forma mitológica pura. No obstante a ello, ciertos parámetros o aspectos
culturales antiguos (que bien podrían llamarse dominantes) continúan
influenciando la forma de comprender el mundo en la cotidianeidad. De alguna u
otra forma, estos símbolos han persistido desde épocas remotas y han persistido
y resistido al paso del tiempo. En el sentido de Mircea Eliade, nos inclinamos
a pensar que los mitos como procesos ejemplares posicionados en un tiempo
a-histórico, sirven como guiones culturales destinados a condicionar (en mayor
o menor medida) ciertas prácticas
profanas del presente. Es posible, que tanto Romero como Witt no conocieran
in strictu sensu los detalles de la mitología del pueblos sajones, suevos,
jutos o frisios; aun cuando sus trabajos así lo reflejen.
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[1] Espistemologicamente,
Ardevól distingue cuatro granes líneas de investigación cinematográfica:
descriptiva, proyectiva, participativa y explorativa. (1998:87-89)
[2] La lengua escocesa sigue desconcertando a los estudiosos ya que por un
lado mantiene raíces comunes con el anglo-sajón o germánico occidental y con el
lenguaje gaélico o celta. La palabra libro denota la siguiente estructura y sus
cognados: book (inglés), boek (afrikáans), bók (feroes e islandés), buch
(alemán), bóka (godo), bog (danés), bok (sueco y noruego), y beuk (escocés). Pero, también existen estructuras comunes del
escocés con el celta; por ejemplo la palabra cabeza en proto-céltico kwennos
adquiere la siguiente forma: kione (manés), penn (bretón), pen (galés), pennos
(galo moderno), ceann (irlandés) y ceann (escocés). Como se ve en el último ejemplo,
existe en esta última palabra una similitud del escocés con la rama del
goidélico y no con el germánico. Esto
sugiere la idea que no existe una pureza étnico-lingüística como se creía en el
siglo XIX. Como acertadamente afirmaba Polakovic (1978),
[3] Los generales romanos acostumbraban a guardar todas sus experiencias
en los campos de batalla en lo que llamaban testimonios o testimonii. Así Julio
César guardó (como un verdadero etnógrafo) sus vivencias en las Galias y
Germania en
[4] Las tribus
nórdicas eran variadas y a grandes rasgos para el I AC pueden identificarse las
siguientes tribus: marcómanos, sajones, suevos, gépidos, ubios, jutos, anglos,
lombardos, godos, vándalos, harudes, burgundios, cuados, batavos, semnones,
teutones, frisios, cimbros, francos, trebocos, camavos, rugios, y naristos
entre otros muchos.
[5] Según Gerlomini aún no es probable la relación de la mitología
germánica con las inefables prácticas de “exterminio” del tercer Reich III,
durante la segunda gran guerra. Lo cierto parece ser, que ciertos aspectos de
su mitología como el trabajo, la libertad y el poder pueden verse plasmados en
los carteles colgados sobre los portones de los siniestros campos de
concentración. Die “Arbeit macht Frei”. El trabajo es liberador. Donde, Trabajo
(arbeit), poder (macht), libertad (freiheit). Aunque la idea de pureza étnica
no estaba presente en los germanos arcaicos, sino por el contrario es un legado
de Roma. En esta tribu exótica y físicamente diferente, los romanos vieron y
construyeron una imagen ambigua: por un lado, se los admiraba como una forma de
volver a la austeridad (pureza) y el coraje que Roma había perdido con el paso
de los años, pero ésta admiración no era étnica sino espiritual. Aun cuando,
físicamente las romanas gastaban fortunas en la compra de cabelleras nórdicas,
mientras que los hombres pagaban altas sumas por los esclavos dálmatas o
frisios, esto no se debía a otra cosa que una búsqueda constante de retornar a
las costumbres “virtuosas” de Catón. Por otro lado, a los nórdicos se los
estereotipaba como una tribu de salvajes desprovistos de cualquier tipo razón y
habilidad para el comercio. Hecho, que obviamente ameritaba la presencia romana
como una forma de civilidad y adoctrinamiento. Sólo en el ejercicio del
comercio (intercambio) el salvaje puede ser “humanizado”. No todo bárbaro es
salvaje. La condición de bárbaro (barbaroi) hacía referencia a la extranjería
(con una cultura diferente) más que a
[6] Existe, una gran concordancia entre el cisma protestante y la mitología escandinava, sobre todo en el caso del luteranismo que sostenía la humildad del hombre con respecto a Dios, y en consecuencia el futuro de éste predestinado a su voluntad divina. Recordemos la inexistencia, tanto de la predestinación como de la pequeñez humana en las mitologías judaica, greco-latinas y/o celtiberas.
[7] La
diferencia central entre