¿AVANCE O ALINEAMIENTO EN EL
HOMBRE MODERNO?: UNA VISIÓN DESDE EL DESENCANTO
Sánchez
López Eduardo
Correo Electrónico: sale7918@hotmail.com
¿Con
qué derecho un cristiano o un marxista me acusan de pesimista? No he sido yo quien ha
inventado la miseria de la criatura, ni las terribles formulas de la maldición divina. No
he sido yo quien proclamó la condenación de los niños sin bautismo. No he sido yo quien
dijo que el hombre era incapaz de salvarse por si mismo y que, en el fondo de su bajeza,
no tenía otra esperanza que la gracia de Dios. ¿Acaso las
fatalidades económicas de este universo no resultan todavía más terribles que los
caprichos divinos?
¿Cuando
llegará señor, el día que vengas a nosotros, para reconocer tus errores ante los
hombres?
José Saramago
¿Con
que derecho os ponéis a rezar por mi? No tengo necesidad de intercesores, me las
arreglare solo.
No
tolero que se preocupen por mi salvación. Vuestras Plegarias dirigidlas a otra parte, de
todas formas no estamos al servicio de los mismos dioses.
Si
los míos son impotentes, no hay razón para creer que los vuestros lo sean menos.
E. M. Cioran
¿AVANCE
O ALINEAMIENTO EN EL HOMBRE MODERNO?: UNA VISIÓN DESDE EL DESENCANTO
Hoy
en día parece difícil decidir y definir nuestro entorno y modo de vida. Ideas acerca de
la modernidad, posmodernidad, desmodernización, globalización, autopistas de la
información, etc., abundan en el ámbito académico y político, ciertamente mucha tinta
se ha gastado sobre definiciones y conceptos pero poco se ha aportado al acercamiento con
el individuo, el cuál sufre, vive y enfrenta cambios en sus principales hábitos de vida
a nivel familiar y laboral. La mayoría de estos impactos se dan de manera abrupta,
generando que el individuo se deba adaptar y transmutar a algo nuevo, de donde desconoce
su naturaleza y los efectos que a largo plazo influyen en él y en la gente con quien
convive.
El
futuro del hombre en la Tierra y su papel en la sociedad no se ha vuelto más alentador de
como era visto en la primera mitad del siglo XX. Por lo que la necesidad de encontrar
solución y esperanza al hombre moderno sea una urgencia para la humanidad. Adorno, Bloch,
Marcuse, Benjamín, Sartre, Horkheimer, Luckacs, entre muchos otros estudiosos,
vislumbraban el mundo al que nos enfrentamos, existía una preocupación por el periodo en
que estaban viviendo y lo más importante es que se conocían las causas y componentes que
afectaban al individuo e intentaban buscar un remedio al problema.
Lamentablemente,
estos pensadores no pudieron transmitir de manera masiva todas sus visiones, críticas y
aportes a la mayoría de la población. Incluso en el ámbito universitario se desconocen
textos de gran calidad y aporte como es El
Principio Esperanza de Ernst Bloch, Ontología
del Ser Social de Gyorgy Lukacs, La
Sociedad de Adorno y Horkheimer, Marxismo
y Filosofía de Kart Korsch, entre muchas obras mas.
Hoy,
las nuevas generaciones, las que nacieron en el seno mismo de la modernidad, en la
rapidez, en el instante, no son capaces de vislumbrar los peligros que la modernidad ha
traído consigo. Los críticos son menos y sobretodo, son callados por una amplia mayoría
que le han hecho creer en una supuesta parcialidad y certidumbre. Cosa que esta muy lejos
de ser cierta.
Actualmente
la forma de pensamiento ha cambiado, se ha asumido una forma de vida -la occidental- como
el patrón y modelo a seguir para todo el planeta. Lamentablemente se ha aceptado este
modo de vida a pesar de las contradicciones generadas por el sistema. De hecho, el
cuestionamiento o crítica al mismo ya no es tan sustancial, puesto que los actuales
políticos e intelectuales no han sido capaces de generar un pensamiento que florezca
hacia mejores alternativas de vida.
Hoy
en día, sigue predominando la idea de modernidad. Nuevos estudios se destinan a mostrar
de qué manera nos distinguimos como seres modernos, cómo tenemos problemas y cómo
estamos sometidos ante las diversas contradicciones. Para Marshall Berman, por ejemplo,
ser modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones. Es estar dominado por
las organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar, y a menudo de destruir,
las comunidades, los valores, las vidas, y, sin embargo, no vacilar en nuestra
determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar el mundo y hacerlo
nuestro[1].
Ser
modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría,
crecimiento, transformación de nosotros y el mundo y que, al mismo tiempo amenaza con
destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Esta situación ha
provocado que el individuo se refugie en la información y los productos de la sociedad de
masas o que se repliegue en identidades culturales. El individuo está ansioso de
encontrar certidumbre y presenta un desencanto ante el progreso provocando un sujeto lleno
de contradicciones. Seguimos viendo a la tecnología como el paladín que nos lleve a ser
inmortales, pero al mismo tiempo creemos fuertemente en las supersticiones. Un mismo
hombre es capaz de ir a misa, leer su horóscopo, ir al médico y comer en el Mc Donalds.
De
los muchos problemas que amenazan al ser humano ya no están únicamente las armas de
destrucción masiva, las cuales han evolucionado diametralmente por lo que ahora su
capacidad de alcance, efectividad y destrucción se ha incrementado. Junto con ellas se
agudiza el problema ecológico, así como el epidemiológico entre muchos otros. El
carácter de los problemas se hace peligroso puesto que su alcance es global y ninguna
nación esta exenta de los daños que se puedan generar, de ahí la importancia de que
toda la humanidad participe en el combate a los mismos.
¿Cuál
es el origen de los problemas que aquejan hoy al ser humano? La tesis más fuerte viene
desde la Ilustración en donde el miedo y la naturaleza tratan de ser controlados y
explicados para siempre. Con la ilustración se intenta liberar a los hombres del miedo,
ya que se utiliza al intelecto y este vence a la superstición. A partir de ese momento la
materia debe de ser dominada sin la ilusión de fuerzas superiores o inmanentes. La razón
domina el mundo. Todo se convierte en algo mensurable, en algo comprobable. La
ilustración disuelve los mitos y entroniza el saber de la ciencia, que no aspira ya a la
felicidad de la sabiduría y la verdad, sino a la explotación y el dominio sobre la
naturaleza desencantada. La ciencia y la técnica son ahora las que nos llevarían a un
mejor conocimiento de la realidad. Con la ilustración la razón es vuelta dogma y acaba
con la fuerza que tenía la religión.
Para
Alain Touraine en la actualidad existen dos conductas que el individuo ha asumido como
respuesta crítica a la modernidad. Por un lado se encuentran los sujetos críticos
quienes afirman que el uso de la razón no ha aportado las respuestas necesarias a la
humanidad. Hay incluso algunos individuos que quisieran deshacerse de los progresos
modernos de la técnica con tal de verse libres de los conflictos actuales (familiares,
educativos, laborales, ecológicos, culturales, etc.)[2].
Por el contrario, otros sujetos con pensamiento mas radical optaran por cerrar filas y
tratarán de identificarse con un discurso defensivo siendo capaces de justificar acciones
autoritarias con tal de obtener sus objetivos, podrán incluso llamar a retornar al orden
(fundamentalismo), movilizando mitos de los orígenes para imponer una concepción
nacionalista y culturista de la modernización[3].
Por
el otro lado, encontramos sujetos que miran a la modernidad con un entusiasmo ciego y
acrítico, donde parece que nada podrá cambiar el rumbo que han tomado las cosas. No hay
capacidad de respuesta o juicio de acción en y sobre el mundo. Por tanto existe una
enorme indiferencia de la sociedad por los problemas mundiales. Wright Mills menciona que
existe un desinterés creciente en la población y que esta anomia social[4] difícilmente se puede combatir mientras no tengamos
los medios de comunicación necesarios para hacerle un verdadero frente.
Y
es que son estos medios de comunicación de masas, manejados por un puñado de individuos,
los que adoctrinan y manipulan. Gracias a ellos, se promueve una falsa conciencia de la
cual el individuo es incapaz de distinguir entre lo benéfico y lo perjudicial, puesto que
han eliminado su capacidad de reflexión, su pensamiento está atrofiado. El
problema se agrava si el individuo no se cuestiona y sólo recibe del mundo las
concepciones que se le han impuesto. El resultado es un sujeto con la conciencia limitada,
que no deduce más allá de su mundo inmediato y donde los productos que se le ofrecen se
convierten en un modo de vida. Así surge el modelo de pensamiento y conducta
unidimensional en el que las ideas, aspiraciones y objetivos son rechazados o reducidos a
los deseos de otros[5].
El
marketing ha resultado de gran importancia para el control y obtención del poder ya que
ha sido la mejor forma de crear necesidades. Para Herbert Marcase es posible distinguir
entre necesidades verdaderas y falsas. Estas últimas son las que los intereses sociales
particulares se imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el
esfuerzo, la agresividad, la miseria, y la injusticia. Su satisfacción puede ser lo mas
grata para el individuo, pero esta satisfacción no es algo que deba ser mantenido y
protegido si sirve para impedir el desarrollo de la capacidad (la suya propia y la de
otros) de reconocer la enfermedad del todo y aprovechar las posibilidades de curarla[6].
La
mayor parte de estas necesidades falsas son las ideas que indican como divertirse,
comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, o de cómo amar y odiar lo que otros
odian y aman. Las únicas necesidades que pueden exigir satisfacción son las vitales:
alimento, vestido y habitación en el nivel cultural que esté al alcance. La pregunta
sobre cuáles son las necesidades verdaderas y falsas solo puede ser resuelta por los
mismos individuos, pero sólo en última instancia; esto es, siempre y cuando tengan la
libertad para dar su propia respuesta. Mientras se les mantenga en la incapacidad de
ser autónomos, mientras sean manipulados y adoctrinados su respuesta a esta pregunta no
puede ser considerada propia de ellos[7].
El
medio más eficaz para la creación de estas falsas necesidades es la industria cultural,
la cual le impone al individuo cómo debe comportarse de acuerdo a su nivel económico,
político, social y cultural que le ha sido asignado previamente sobre la base de índices
estadísticos. Así, el hombre es reducido a simple material estadístico y los
consumidores son distribuidos en un mapa geográfico de las oficinas de investigación de
mercado. Nuestra libertad se consume, se simplifica al escoger productos mecánicamente
diferenciados pero que son lo mismo. Las diferencias entre la serie Chryler y la
General Motors son en el fondo ilusorias... lo que los conocedores discuten como méritos
o desventajas sirven sólo para mantener la apariencia de competencia y de posibilidad de
elección[8].
En
nuestros días, la mayoría de las personas adultas son adictas a la energía eléctrica,
a las ropas de telas sintéticas, a la comida chatarra y a los viajes. Viven más tiempo
pero, si debemos creer a los osteopalentólogos que escudriñan los cementerios para
estudiar los huesos, la segunda mitad de la humanidad contiene una gran proporción de
gente desnutrida y físicamente impedida. Y un gran número de individuos en el mundo
aceptan sin cuestionamiento su condición humana como dependiente de bienes y servicios,
dependencia que ellos llaman necesidad.
Los
nuevos avances tecnológicos han supuesto un apoderamiento de la naturaleza y se han
valido de ella para alcanzar simplemente fines de mercado. De esta manera, el hombre se ha
convertido en un simple agente de consumo inmerso en una dinámica que no le permite ver a
los objetos en sí. Los grandes monopolios empresariales han insertado al hombre en la
dinámica de trabajo y consumo, ellos marcan las pautas de cómo vestir, qué comer, cómo
querer, cómo amar, qué música escuchar, cómo divertirse, cómo ser libres. Se te
permite razonar hasta un cierto limite; Razonad todo lo que queráis y sobre lo que
queráis pero ¡obedeced![9].
Esta frase a poco más de doscientos años sigue vigente hoy en día.
Nadie
puede negar que los avances en los medios de comunicación y transporte han cambiado nuestras vidas. La computadora, la televisión, el
fax, el teléfono celular, el sintetizador, la contestadota electrónica y otros aparatos,
permiten atravesar fronteras, meridianos y paralelos, culturas y lenguas, mercados y
regímenes de gobierno. La lengua universal es el inglés. Y permiten transmitir,
modificar, inventar y transfigurar signos y mensajes que sé mundializan. Recorren el
mundo de modo instantáneo[10].
Los vertiginosos progresos en materia de miniaturización y abaratamiento de las
tecnologías digitales han dado lugar a una impresionante invasión de microprocesadores
en prácticamente todos los ámbitos de la vida. Miles de productos tecnológicos se han
incorporado al diseño de incontables artículos y ahora son prácticamente invisibles.
Esta colonización silenciosa está derribando las barreras entre lo orgánico y lo
inorgánico, entre lo que consideramos vivo y lo inanimado para dar lugar a categorías
intermedias de seres semivivos y artefactos casi inteligentes. La revolución digital y
las telecomunicaciones han dado lugar a nuevas necesidades, como el teléfono celular y la
computadora personal, los cuales no solamente son herramientas útiles sino que tienen
además un enorme impacto en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos.
Las
nuevas tecnologías no nos están haciendo la vida más simple sino que nosotros estamos
haciendo que la vida sea imposible sin ellas. Así, el ser humano se ha convertido en un
ser perezoso e inútil[11].
Un ser humano que ya no hace gran cosa por iniciativa propia, que está ayudado hasta por
el menor de los gestos. La última generación tecnológica está encaminada a solo dar
órdenes por medio de la voz, ya no será necesaria esa aburrida acción de apretar
botones. Si quiere uno viajar, un carro con dirección automática es la mejor opción.
Tenemos una enorme tendencia a dejar que las máquinas memoricen por nosotros, registren
por nosotros. Esto va desde la agenda con números de teléfonos y direcciones
electrónicas a gestión de bibliografías, textos, citas de negocios, cuentas y planning.
Nuestra voz grabada de una vez por todas, responde por nosotros. Las puertas están ya
diseñadas para que no nos molestemos en jalar o empujar, ahora se abren de manera
automática.
Además,
la tecnología hace que las personas se sientan inútiles y acepten su sometimiento. Lo
que los nuevos aparatos hacen perfectamente, el hombre siente que lo hace de manera torpe,
con vacilaciones y errores, como si imitara imperfectamente a un modelo. El ser humano se
hace consciente de su impotencia y se deja invadir por un sentimiento de inutilidad. La
propia memoria se ha vuelto perezosa, esta llena de agujeros, se decide entonces cederle
toda la responsabilidad a las máquinas. Comunicar resulta cómodo cuando la cuestión se
reduce a conectar enchufes, a relacionarse por medio de monitores. Para el sujeto todo es
positivo, ya que todo está en su sitio. El único temor que se genera en el individuo es
la carencia de las máquinas: la descompostura. Hay pánico, cuando la computadora no
funcionó, cuando se descompone la televisión o cuando se daña el teléfono. La falta se
hace irritante e incluso angustiosa. La descompostura es un sufrimiento. El miedo a la
descompostura, una pesadilla[12].
Se creé
que no se puede hacer nada sin la luz eléctrica.
Las
personas que no tienen relación de parentesco son incapaces de generar una plática que
trascienda las relaciones interpersonales. Únicamente se generan conversaciones vacías y
recurrentes. Antes de llegar a contar un problema o expresar sus sentimientos prefieren
revivir ciertas anécdotas o platicar sobre algún programa de televisión. En menor
grado, dejan de platicar con sus familiares, puesto que no están acostumbrados a realizar
esa actividad. Cuando están en familia ven la televisión en silencio, no obstante, son
las mujeres quienes presentan más contacto familiar con sus padres.
Si
partimos de la idea que la tecnología nos brinda seguridad, real o imaginaria, de cierto
modo esta tecnología nos encierra en un lugar cómodo y caliente y sobretodo, protegido.
Ya no tenemos que ocuparnos de los enemigos, la tecnología se ocupa de vigilar mediante
sofisticados dispositivos. Reconocimiento de la voz y la mirada, la huella digital,
cámaras con código de acceso, nada que temer a los intrusos. ¿Pero quiénes son los
intrusos de hoy en día? ¿Cómo nos identificamos con el otro? ¿Cómo aseguramos ser los
que somos? ¿Cuándo debo presentar evidencia de que yo soy yo? La licencia de
conducir es la ciudadanía. Es nuestra carta de identidad. No tenemos cuerpo. Nuestro cuerpo tiene cuatro
ruedas, bebe gas y petróleo y come ciudades. La revolución más extraña de nuestro
siglo es esta evolución perversa e invisible del cuerpo humano en automóvil.
¿Y
la vida? Nuestras máquinas se encargarán de vivirla por nosotros. Tenemos un automóvil
que hace las veces de nuestro cuerpo, un aparato de TV por imaginación y un equipo de CD
para nuestra expresión musical. No podemos objetar que estos aparatos nos facilitan
las cosas, y por lo tanto son necesarios. La tecnología nos ayuda en mucho. Hemos
avanzado e iremos más y más adelante. Gracias a la tecnología el cirujano puede remover
con rayo láser una catarata y restituirnos la vista. Podemos contar con la inteligencia
artificial de una computadora para realizar operaciones de ingeniería y matemática que
le hubieran tomado a Isaac Newton meses de cálculos.
Con
el uso de la nueva tecnología no necesitaríamos trabajar más. Todo nuestro tiempo
sería dedicado al ocio ¿Y entonces qué haríamos? Dedicar todo nuestro tiempo a los
placeres de la mente y los placeres del cuerpo, puesto que los goces más variados,
elevados y duraderos son los espirituales, aun cuando en la juventud podamos habernos
engañado tanto respecto de ellos... lo que uno es contribuye más a nuestra
felicidad que lo que uno tiene o lo que uno representa[13].
Por
el contrario, el tiempo libre del individuo esta encaminado a consumir. Aquí, la
industria cultural juega su papel más importante ya que va a modificar los patrones de
vida de las personas. Por lo que queda claro que no existen los medios de comunicación
puesto que el receptor no se convierte nunca en un emisor. Son más bien medios de In-formación,
es decir, forman a las personas. La radio convierte a todos en oyentes para
entregarlos autoritariamente a los programas, entre sí iguales, de las diversas emisoras
y no se ha desarrollado ningún sistema de replica[14].
¿Existen
diferencias entre el consumidor de televisión y el de Internet? Hay algunas. El usuario
de Internet suele ser más activo, trabaja más en la edición del material, puede
seleccionar, ir y venir, interrumpir la comunicación. A veces el consumidor de
televisión lo imita, porque el control remoto permite ese juego, pero en general tiene
fidelidades más rígidas. La interactividad de Internet es más desterritorializada. Hay
estudios que muestran la facilidad de los internautas para sociabilizar desde posiciones
indefinidas, incluso simuladas, inventándose identidades. En universidades de Estados
Unidos está de moda investigar fenómenos de autismo y desconexión social, debido a que
la gente prefiere estar ante la pantalla más que en relación con interlocutores y en
lugares físicamente localizados.
Para
Mario Vargas Llosa, la industria cultural es peligrosa, él señala que si el cine y la
televisión siguen siendo de esa terrible pobreza, es decir, de una tecnología muy
avanzada y de un contenido extremadamente indigente, el individuo continuará enajenado en
una cultura de estereotipos, una cultura de tópicos donde no hay realmente
originalidad, donde no hay ruptura de lo establecido. Donde las personas educadas en
conocimientos y en lo imaginario a través de la cultura de la imagen van a ir siendo
separadas irremediablemente de los libros, porque ese tipo de imágenes tienden a crear un
público pasivo, un público que se deja bañar, que se deja sumergir en esas imágenes
con un mínimo esfuerzo.[15]
Ese
tipo de público indudablemente irá repeliendo los libros porque ellos exigen una
participación activa, un esfuerzo de imaginación, un movimiento de la conciencia que ese
tipo de imágenes no le piden[16].
Roger Chartier admite que la aparición de la pantalla de televisión y la computadora han
provocado que el libro deje de ser el único objeto que aporta información y elementos
para comprender el ambiente[17].
Los
medios de comunicación de la era electrónica están imponiendo la adoración unánime de
los valores de la sociedad de consumo y nos están otorgando el derecho de elegir entre lo
mismo y más de lo mismo, en un tiempo que se vacía de historia y en un espacio universal
que tiende a negar la identidad de sus partes. En
esta época de modernidad, el hombre vive en un narcisismo alterado porque es incapaz de
reconocerse a sí mismo en el otro. Cree que es él por ser él mismo y todo lo demás no
es parte de su mundo sin darse cuenta de que su identidad está tan fracturada tanto como
los cráteres fracturan a la Luna. Lo curioso es que su comportamiento está determinado
por los patrones de conducta establecidos por los principales organismos internacionales,
elaborados por otras voluntades ajenas a la suya y, sin embargo, sigue creyendo que es la
suya la que le permite hablar, vestirse, caminar, vivir de tal o cual forma.
El
último discurso que se maneja hoy en día se simplifica de la siguiente manera: El
que no está conmigo es mi enemigo. Esto puede ser interpretado de distintas formas
como El que está en contra del mercado es el enemigo. O El que está en
contra de Occidente es el enemigo. Mayor prueba de intolerancia no puede haber. La
modernidad entonces se asume conocedora. Ser rico y afortunado, bien parecido y saludable
es la manera en cómo uno triunfará en la vida y no esos supuestos valores morales o toda
esa palabrería hueca sobre el amor fraternal, la compasión y la salvación. Queda claro
entonces que las nuevas pautas de conducta y modas no son producto nacional sino que las
importamos y las digerimos como vienen. Entran a nuestra casa con el discurso de Aldea
Global.
Si
el mundo es una aldea global, algunos viven en residencias en las colinas y otros en
chozas. Unos mandan imágenes y sonidos por toda la ciudad con sólo oprimir sus
interruptores a fin de que otros los reciban nada más con tocar sus botones. Si
hay una aldea, habla en inglés, viste de jeans, bebe Coca-Cola, come bajo los arcos
dorados, camina sobre las suelas de Niké, toca guitarras eléctricas, reconoce a Mickey
Mouse, a Bart Simpson, a E.T., a Pamela Anderson y a Steven Spielberg.
Creo
en la necesidad de atacar la deshumanización de la vida, el materialismo que aísla al
individuo, que destruye a la familia, que fomenta el egoísmo, la soledad, el
escepticismo, el esnobismo, el cinismo y otras formas de vacío espiritual. Ninguna
sociedad industrial moderna ha sido aún capaz de responder con acierto a este desafío;
en todas ellas, los altos niveles de vida y el progreso material al alcance del mayor
número han debilitado esa solidaridad social que, paradójicamente, suele ser muy intensa
en las comunidades menos desarrolladas.
Lo
urgente e inmediato es humanizarnos más. Que los sujetos rescaten su cuerpo del
cautiverio del automóvil, que rescaten su imaginación del aparato de televisión, que
rescaten sus habilidades manuales de los fabricantes, que rescaten sus mentes de los
argumentos de necesidad No podemos negar que la tecnología es necesaria pero no en
exceso. Ya no creemos en el progreso[18].
Es cierto que seguimos preguntándonos cuáles serán los nuevos productos técnicos que
modificarán nuestra manera de vivir y cuándo vencerán la medicina y la biología a las
enfermedades que afectan mortalmente a tantos de nosotros. Pero aunque sigamos
defendiéndonos contra las corrientes irracionalistas que mezclan las verdades demostradas
y las afirmaciones arbitrarias ya no ponemos el corazón en ello[19].
Mi
urgencia no tiene un programa político, puesto que la idea no está encaminada a que
mañana vivamos mejor que hoy, sino sólo de otra manera. Ya no se trata de derrocar un
poder absoluto o de contrarrestar el poder capitalista sino de encontrar un punto fijo en
un mundo en movimiento en el cual nuestra experiencia esta fragmentada y donde el lugar
que antes ocupaban las instituciones fue reemplazado por las estrategias de las grandes
organizaciones financieras, técnicas y mediáticas. Lo que es necesario es que la
sociedad genere un análisis crítico sobre la forma en como está conformada y ordenada
nuestra vida. Esto se logra mediante la educación de la conciencia, el saber, la
observación y el sentimiento que aprehende lo que sucede alrededor.
* * * * *
Bibliografía
Benvenuto, Sergio. El
Malestar de la Aldea Global. Letra Internacional. No. 68. España. Otoño de 2000.
Bloch Ernest. El principio
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Luckacs, Georg. El Asalto a la
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Sfez, Lucien. El Perezoso Ser
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Shopenhauer, Arthur. Aforismos
sobre el Arte de Saber Vivir. Valdemar. Madrid 2000. p. 328
Touraine, Alain. ¿Podremos Vivir
Juntos? México. Fondo de Cultura Económica. 2ª Edición. 1997. pp. 335.
Vargas Llosa, Mario.
Liberalismo y Política. En la Revista Vuelta 144. Noviembre de 1988
Wright Mills. La imaginación
Sociológica. México. Fondo de Cultura Económica. 1961.
[1] Marshall Berman, Todo lo Sólido se Desvanece en el
Aire. México. Siglo XXI Editores. 1981. P. XI
[2] Touraine, Alain.
¿Podremos Vivir Juntos? México. Fondo de Cultura Económica. 2ª Edición. 1997. pp.
99-109.
[3] Ibídem. pp. 110-117
[4] Wright
Mills. La imaginación Sociológica. México. Fondo de Cultura Económica. 1961. P. 45
[5] Marcuse, Herbert. El hombre Unidimensional. 2ª
Edición. Joaquín Mortiz. México 1987. p. 35
[6] Marcuse, Herbert. Op. Cit. p. 42
[7] Ibidém p. 36
[8] Horkheimer, Max y Adorno, Theodor. Dialéctica
de la Ilustración. Editorial Trotta. 4ª Edición. Madrid 2001. Pág. 168
[9] Kant, Emmanuel. Filosofía de la Historia. Fondo de
Cultura Económica. 1985. p. 28
[10] Ianni,
Octavio. La era del Globalismo. Siglo Veintiuno. México 1997. p. 26
[11] Sfez, Lucien. El Perezoso Ser Humano. Le Monde Diplomatique. Año 4 No. 45 / Abril 20 Mayo 20 de 2001. Pág. 24
[12] Ibidém. P. 24
[13] Shopenhauer, Arthur. Aforismos sobre el Arte de
Saber Vivir. Valdemar. Madrid 2000. p. 35
[14] Horkheimer, Max y Adorno, Theodor. Op. Cit.
Pág. 167
[15] Vargas Llosa, Mario. Liberalismo y
Política. En la Revista Vuelta 144. noviembre de 1988
[16] Idém.
[17] Ignacio Ramonet. El Poder Mediático. Editorial
Sans Frontières. Año 2 / No. 23 / Marzo 20 de 2001
Abril 20 de 2001 Pág. 45
[18] La idea de no creer en el progreso se refuerza
cuando el individuo se da cuenta de que es ajeno a los procesos económico-políticos que
rigen su vida. Cuando observa que continúan las relaciones de dominación y cuando las
instituciones y partidos políticos que los representan solo son vistos como un medio para
alcanzar poder y dinero. Touraine,
Alain. Op. Cit. Pp.14-19.
[19] Ibidem. pp. 37