La soledad del lumpen proletariado en María dos Prazeres de Gabriel García Márquez.-
María-Elvira Luna-Escudero-Alie,
Howard University & The Johns Hopkins U./SAIS
Literature_courses@yahoo.com
La soledad es uno de los grandes temas o mejor dicho, el tema de Gabriel
García Márquez, siempre presente en sus novelas, cuentos, y entrevistas, e incluso
en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, al
que tituló: "La soledad de América Latina". El relato María dos Prazeres como
todo buen cuento es plurisignificativo; pero es sobre todo, un cuento de la
soledad. Dejemos que sea el propio García Márquez quien nos ilustre sobre el
significado de la soledad:
"Es sobre el único tema que he escrito [la soledad], desde el primer libro hasta el que estoy escribiendo, que es ya una apoteosis del tema de la soledad; el del poder absoluto, que es lo yo considero debe ser la soledad total. Es un proceso que vengo tratando desde el principio. El del coronel Aureliano Buendía el de sus guerras y el de su marcha hacia el poder es verdaderamente una marcha hacia la soledad. Todos los miembros de la familia no sólo están solos -lo he dicho muchas veces en el libro, tal vez más de lo que hubiera debido- sino que es la antisolidaridad, inclusive, de los que duermen en la misma cama. Pienso que los críticos que más han acertado son los que han llegado a la conclusión de que todo el desastre de Macondo que es también un desastre telúrico viene de esa falta
de solidaridad, la soledad de cada uno tirando por su cuenta".
Entrevista con Rita Guibert
La soledad, de acuerdo al propio GGM es el resultado de la carencia de
solidaridad entre los seres humanos. Es desde esta perspectiva de la soledad, en
su engranaje social, en tanto producto de la falta de solidaridad entre los seres
humanos, que hemos analizado el relato María dos Prazeres de García Márquez.
Con respecto a la soledad, es relevante también, destacar las siguientes palabras
de GGM de su discurso mentado: La soledad de América Latina (1982), en donde
se entretejen claramente los hilos de la soledad y la solidaridad:
"[ ] Es comprensible que insistan en medirnos [los europeos de los países desarrollados] con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos.
La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. [ ] La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo [ ]".
El relato María dos Prazeres, fue publicado en 1992 en la colección Doce cuentos
peregrinos; pero fue escrito en realidad en 1979. Este cuento nos narra la historia
de una prostituta brasilera de 76 años, mulata, afincada en Barcelona.
Este relato está narrado desde la omniscencia, en tercera persona del singular, y
nos comunica la angustia de la protagonista: María dos Prazeres, por dejar todo
arreglado y así esperar tranquila la muerte inminente que sus tormentosos sueños
le han presagiado. Ella deja todos los trámites arreglados con el "vendedor de
entierros":
"María dos Prazeres, que había recibido a tantos hombres
a cualquier hora, se sintió avergonzada como muy pocas veces.
Acababa de cumplir setenta y seis años y estaba convencida de
que se iba a morir antes de Navidad, y aun así estuvo a punto
de cerrar la puerta y pedirle al vendedor de entierros que esperara
un instante mientras se vestía para recibirlo de acuerdo con sus
méritos." (GGM, 127).
Lo que a María dos Prazeres, ahora que se siente en vísperas de la muerte, le
preocupa y atormenta es su profunda soledad; el hecho de no contar con nadie
que pueda ir a visitarla, una vez muerta, al cementerio. Con el propósito de vencer
su soledad, al menos cuando esté muerta, María ha entrenado a su perro Noi
para que sepa el camino del cementerio e identifique el lugar exacto donde estará
su tumba. El elemento real maravilloso se cuela en este breve relato, y así estamos
frente a un perro que sabe llorar:
-"¡Collons!,- exclamó él- ¡Ha llorado!
-Es que está alborato por encontrar alguien aquí a esta hora-lo
disculpó María dos Prazeres en voz baja-. En realidad entra
en casa con más cuidado que los hombres. Salvo tú como ya he visto.
-¡Pero ha llorado, coño!-repitió el vendedor, y en seguida cayó en
la cuenta de su incorrección y se excusó ruborizado-: Usted perdone,
pero es que esto no se ha visto ni en el cine.
-Todos los perros pueden hacerlo si los enseñan-dijo ella-.Lo que pasa
es que los dueños se pasan la vida educándolos con hábitos que
los hacen sufrir, como comer en platos o hacer sus porquerías a
sus horas y en el mismo sitio. Y en cambio no les enseñan las
cosas naturales que les gustan, como reír y llorar. ¿Por dónde
íbamos?"(GGM, 131).
María había dispuesto siempre de su cuerpo en tanto herramienta de trabajo, y
ahora quería organizar también los homenajes que se le rendirían a su cuerpo sin
vida:
"Al cabo de muchas tentativas frustradas, María dos Prazeres
consiguió que Noi distinguiera su tumba en la extensa colina
de tumbas iguales. Luego se empeñó en enseñarlo a llorar
sobre la sepultura vacía para que siguiera haciéndolo por
costumbre después de su muerte. Lo llevó varias veces a
pie desde su casa hasta el cementerio, indicándole puntos
de referencia para que memorizara la ruta del autobús de
las Ramblas, hasta que lo sintió bastante diestro para mandarlo
solo.[ ] Poco después de las cinco, con doce minutos de
adelanto, apareció el Noi en la colina, babeando de fatiga y
de calor, pero con unas ínfulas de niño triunfal. En aquel
instante, María dos Prazeres superó el terror de no tener a
nadie que llorara sobre su tumba." (GGM, 135,136).
Aunque la vida de María dos Prazeres ha sido una vida triste, Gabriel García
Márquez nos deleita en su relato con esas pinceladas de buen humor en su
expresión más fina: la ironía, que tanto caracterizan su estilo zumbón.
"-Tengo la manía de adivinar el oficio de la gente por las
cosas que hay en su casa, y la verdad es que aquí no acierto-dijo él-
¿Qué hace usted?
María dos Prazeres le contestó muerta de risa:
-Soy puta, hijo. ¿O es que ya no se me nota? " (GGM, 132)
María, la protagonista de este relato es pues un ser marginal en lo relativo a su
función social: por ser una prostituta (y en tanto tal, pertenece al lumpen
proletariado), a su diversidad u "otredad"cultural: es brasilera y cree en
supersticiones que aluden quizás a la macumba, a su origen étnico: es una mulata,
y a su condición de inmigrante en Cataluña, proviniente de un país del Tercer
Mundo. La soledad de María es tan patente que cuando se cree próxima a la
muerte, se aferra aun más a su perrito Noi; su única compañía.
"Tan pronto como cerró la puerta cargó el perrito
y empezó a mimarlo, y se sumó con su hermosa
voz africana a los coros infantiles que en aquel
momento empezaron a oírse en el parvulario
vecino. Tres meses antes había tenido en sueños
la revelación de que iba a morir, y desde entonces
y desde entonces se sintió más ligada que nunca a
aquella criatura de su soledad." (GGM, 132-133)
Las relaciones capitalistas de compra y venta han estado siempre presentes en la
vida de María dos Prazeres; fue vendida por su madre en el puerto de Manaos
a los catorce años, y en su labor de prostituta ella obviamente vendió sus servicios
sexuales, y además el cuento comienza con una conversación con el "vendedor de
entierros", acerca de los detalles de la tumba que María quiere comprarse.
María es una mujer solitaria que a sus 76 años sólo se comunica bien con su perro
Noi. A pesar de las múltiples relaciones de comercio sexual que María ha
establecido en su vida, y de su vacua amistad con el conde de Cardona,
ella está sola, y únicamente su perro Noi, la quiere y hasta cierto punto,
comprende. En efecto, los niveles de contacto que María detenta con su perro,
exigen una explicación casi patológica o real-maravillosa, desde luego. Ella habita
en la alienación y todas las relaciones sexuales pagadas que ha tenido a través de
su larga trayectoria en el oficio más viejo del mundo, parecen haberla convertido
en una autómata que ya no siente ni desea nada y que sólo espera la muerte
anunciada en sus sueños y premoniciones.
Es interesante mencionar que además de Noi, María dos Prazeres había contado
con la aparente amistad del conde de Cardona:
"[ ] El conde llegaba puntual entre las siete y las nueve de la noche
con una botella de champaña del país envuelta en el periódico de la
tarde para que se notara menos, y una caja de trufas rellenas. [ ]
Después de la cena, larga y bien conversada, hacían de memoria
Un amor sedentario que les dejaba a ambos un sedimento de desastre.
Antes de irse, siempre azorado por la inminencia de la media noche,
el conde dejaba veinticinco pesetas debajo del cenicero del dormitorio.
Ese era el precio de María dos Prazeres cuando él la conoció en un
hotel de paso del Paralelo, y era lo único que el óxido del tiempo
había dejado intacto." (GGM, 138).
La relación de María dos Prazeres con el conde de Cardona se basaba en
la fuerza de la costumbre, y en las urgencias de la soledad:
"Ninguno de los dos se había preguntado nunca en qué
se fundaba esa amistad. María dos Prazeres le debía a él
algunos favores fáciles. [ ] Ella le había contado al
conde [ ] que el primer oficial de un barco
turco la disfrutó sin piedad durante la travesía del
Atlántico, y luego la dejó abandonada sin dinero, sin
idioma y sin nombre, en la ciénaga de luces del Paralelo.
Ambos eran conscientes de tener tan pocas cosas en común
que nunca se sentían más solos que cuando estaban juntos,
pero ninguno de los dos se había atrevido a lastimar los
encantos de la costumbre. Necesitaron de una conmoción
nacional para darse cuenta, ambos al mismo tiempo, de
cuánto se habían odiado, y con cuánta ternura, durante
tantos años."(GGM 138,139).
Veamos ahora cómo María dos Prazeres termina debido a divergencias
políticas- su larga relación de amistad sui-géneris con el conde de Cardona:
"[ ] El general Francisco Franco, dictador eterno de España, había
asumido la responsabilidad de decidir el destino final de tres
separatistas vascos que acababan de ser condenados a muerte.
El conde exhaló un suspiro de alivio.
-Entonces los fusilarán sin remedio-dijo-porque el Caudillo
es un hombre justo.
María dos Prazeres fijó en él sus ardientes ojos de cobra real,
Y vio sus pupilas sin pasión detrás de las antiparras de oro, los
dientes de rapiña, las manos híbridas de animal acostumbrado
a la humedad y las tinieblas. Tal como era.
Pues ruégale a Dios que no-dijo-, porque con uno solo que
fusilen yo te echaré veneno en la sopa.
El conde se asustó.
-¿Y éso por qué?
-Porque yo también soy una puta justa.
El conde de Cardona no volvió jamás [ ]". (GGM, 139, 140)
Mientras María se prepara para morir, intentado interpretar señales naturales
como indicios de la llegada de la muerte, el final del cuento, que será también el
"cráter" del mismo, nos indica que sus premoniciones apuntaban más bien hacia
otra cosa. Efectivamente, hacia el final del cuento, María encuentra sin buscar
algo que podría ser el amor; ese "rapto de locura", como lo llamaba Platón, y que
ella había confundido con la muerte, en esas premoniciones que la acosaban, y
por las cuales había comprado su tumba en el Panteón de Montjuich, cerca de las
tumbas de unos famosos anarquistas catalanes muertos durante la Guerra Civil
Española, como Buenaventura Durruti.
María se enfrenta entonces a su inesperado destino:
"María dos Prazeres había conocido muchos hombres como ése,
había salvado del suicidio a muchos otros más atrevidos que ése, pero nunca
en su larga vida había tenido tanto miedo de decidir. Lo oyó insistir sin el
menor indicio de cambio en la voz:
-¿Subo?
Ella se alejó sin cerrar la puerta del automóvil, y le contestó en castellano para
estar segura de ser entendida.
-Haga lo que quiera". (GGM, 143).
A María le cuesta decidir si debe recibir en su casa y en su vida al joven de
veintitantos años que con tanta premura y desenfado la seduce. Y María no se
atreve a decirle que no y así arrojarlo de su vida; pero tampoco se anima a
responderle afirmativamente, y por tanto lo que hace es entregar su suerte al azar:
"Entró en el zaguán apenas iluminado por el resplandor oblicuo de la calle, y empezó a subir el primer tramo de la escalera con las rodillas trémulas, sofocada
Por un pavor que sólo hubiera creído posible en el momento de morir.
[ ] En una fracción de segundo volvió a examinar por completo el sueño
premonitorio que le había cambiado la vida durante tres años, y comprendió
el error de su interpretación. <<Dios mío>>, se dijo asombrada. <<¡De modo
que no era la muerte!>> [ ] y entonces comprendió que había valido la pena esperar tantos y tantos años, y haber sufrido tanto en la oscuridad, aunque sólo hubiera sido para vivir aquel instante". (García Márquez, 143-144)
Ese "instante de maravilla", para prestarnos una frase de Octavio Paz, el que
María cree suficiente para compensar su larga soledad, representa acaso el amor.
Sin embargo, la ilusión de María no es tanto, creemos, por la esperanza del amor,
o del encuentro sexual con ese joven atractivo, sino quizás por encontrarse por
primera vez frente a alguien que parece haberse interesado en ella como ser
humano, y no sólo como objeto para el placer. Alguien que se solidariza con ella
y al hacerlo la arranca de la soledad.
Bibliografía.-
García Márquez, Gabriel. Doce Cuentos Peregrinos. Editorial Oveja Negra. Bogotá: 1992.
Guibert, Rita. Entrevista a Gabriel García Márquez.