Notas sobre semántica: Los
determinantes en el análisis literario
Claudia Macías de Yoon
Universidad Nacional de Seúl
Resumen
El estudio del componente semántico de la lengua ha sido
el menos atendido
si se compara con el que se ha realizado en los componentes sintáctico
y fonológico.
Existe la certeza de que los significados se encuentran organizados y
es
posible dar evidencias de la existencia de las reglas semánticas, al
igual que ocurre
con las de sintaxis. Sin embargo, el hecho de querer describir con
puntualidad
una lexemática (semántica estructural) no agotaría la totalidad de
significados
expresados por una lengua. El presente trabajo comprende una revisión
de los
aspectos del componente semántico que se han considerado en algunos
modelos de
análisis literario y propone un acercamiento al inicio de los discursos
literarios con atención a la función de los determinantes (artículos
definidos)
en la semántica del relato que inauguran.
Palabras claves: semántica, determinantes, análisis
literario, semiótica
Adquisición de la lengua: capacidad de un ser
creativo. Utilización del sistema de la lengua: capacidad de un ser
creativo. Salirse
del patrón cotidiano es signo de la creatividad del hombre. La
creatividad se
refleja tanto en el uso cotidiano de la lengua como en la manifestación
artística.
La creatividad lingüística se aplica al texto literario y significa,
según
Geoffrey Leech, “una ruptura real de las ataduras conceptuales con que
el
lenguaje nos sujeta”, centrando su definición en el significado del
texto (Leech,
61). Es decir, la posibilidad de imprimir al significado un carácter
que algunos
llamarían irracional o ilógico, principalmente en la escritura
literaria.
El estudio del componente semántico de la lengua ha
sido el menos atendido si se compara con el que se ha realizado en los
componentes sintáctico y fonológico. Existe la certeza de que los
significados
se encuentran organizados y es posible dar evidencias de la existencia
de las
reglas semánticas, al igual que ocurre con las de sintaxis. Según
afirma César González
al estudiar la semántica de Jakobson, entre las razones que han
dilatado la
elaboración de dichas reglas está el hecho de querer describir con
puntualidad
una lexemática (semántica estructural), la cual no agotaría la
totalidad de
significados expresados por una lengua. Otra razón sería lo extenso del
trabajo, pues la descripción de la totalidad de significados de una
lengua
implicaría describir todos los contenidos culturales que se expresan a
través
de dicha lengua (González, 71). Ya sean esas las razones u otras, lo
cierto es
que desde hace medio siglo ha aumentado el interés por el estudio de
dicho
campo, prueba de ello son los trabajos de Frege, Austin, Grice, Searle,
Ducrot,
entre otros, que han permitido abrir nuevos caminos para el estudio de
la semántica.
Con respecto al estudio semántico del texto de creación
literaria, los modelos que se han propuesto adolecen de limitaciones.
El
presente trabajo comprende una revisión de los aspectos de la semántica
que se
han considerado en algunos modelos de análisis literario.
I
Louis Hjelmslev habla del origen del término ‘semántica’,
en el siglo XX,
aunque señala que el estudio no era nuevo, pues durante la época de los
griegos, de los romanos y en la Edad Media los estudios que se
realizaban eran
predominantemente semánticos. En 1897 Michel Bréal, profesor de
Gramática
comparada en el Colegio de Francia, publicaba una obra intitulada Essai de Sémantique en la que ponía los
cimientos de la semántica como rama de la lingüística. Stephen Ullmann
señala
el año de 1883 como fecha de introducción del nuevo término en los
estudios
lingüísticos con la publicación de “Les lois intellectuelles du
langage”, en L’Annuaire de l’Association pour
l’encouragement
des études grecques en France, donde Michel Bréal bautiza a la
nueva área con
el nombre de semántica, término derivado del griego y que comprende el
estudio
de las formas lingüísticas, incluyendo el contenido semántico de las
palabras. Hjelmslev
señaló que la obra de Bréal rompía con el pasado e iluminaba una senda
para el
futuro, ya que Bréal pensaba elaborar una forma aplicada de la
lingüística que
fuera paralela a la teórica, mediante el estudio del contenido
semántico de las
formas lingüísticas. Lo anterior era posible gracias a la estructura de
la
lengua que permite formar nuevos signos con los componentes del mismo
signo, y
con base en la arbitrariedad que existe en la relación entre forma y
sustancia,
y entre contenido y expresión. De esa manera se podían ‘manipular’
tanto la
forma del contenido lingüístico como el sistema semántico lingüístico.
A propósito,
Hjelmslev cita un párrafo de El poder del
lenguaje sobre el pensamiento, de Esaias Tegnér, profesor de la
Universidad
de Lund:
El movimiento del aire,
expresado en nuestra escritura por las dos letras ga y
en latín por una solitaria y diminuta i, carece tal vez
de energía suficiente para agitar una pluma.
Pero puede transportar a un ser humano o a todo un ejército hasta los
confines
de la tierra. Y si las ondas sonoras toman la forma de las palabras:
país, libertad,
honor, y si en el momento oportuno llegan a oídos propicios, las ondas
pueden [...]
trocarse en tormenta que derribe tronos y cambie el destino de las
naciones. (Tegnér
apud Hjelmslev, 123-124)
Solo en casos concretos y en determinados niveles se
conoce cómo
funciona la estructura del significado, pero gracias a los desarrollos
retóricos,
estilísticos y de análisis literario ha sido posible descubrir la
riqueza de
formas que se pueden utilizar para expresar todo tipo de ideas. Además,
la “lingüística
del texto” creada entre las dos o tres últimas décadas del siglo XX se
ha
dedicado a trabajar unidades mayores a la oración para explicar su
significado
y la trama del discurso. La colaboración de la lógica matemática en los
estudios
lingüísticos ha destruido “muchos errores y falacias teóricas de la
lingüística”
con la definición del significado de “cuantificadores, determinantes,
clasificadores lingüísticos y de otros elementos”, permitiendo con ello
la explicitación
formal de un gran número de tipos de oraciones (Garza Cuarón, 624).
En cuanto a la
semántica del texto, se puede afirmar sin temor equivocarnos que en un
texto
literario todo significa, pero lo complicado está en indicar cómo se
producen
esos efectos de significación. Los modelos de análisis fonológico y
sintáctico
no han logrado
revelar el mecanismo del significado. César González
piensa que el error está en que la identificación de las unidades
semánticas ha
partido únicamente de los aspectos del significante, siendo que la base
de esta
identificación o diferenciación tiene que ser
semántica. Por otra parte, la denominación del trabajo
de Hjelmslev, “Para una semántica
estructural”, explicita la intención de comprobar que
las significaciones forman también una estructura clasificable.
González
recuerda la idea de Saussure sobre la palabra como unidad integrada a
una
estructura mayor, y señala que, por consiguiente, no es completamente
válido
que el análisis semántico se limite al estudio del significado de esas
unidades
menores. Si la semántica es la ciencia del contenido, tendría que
ocuparse
tanto de la forma del contenido como de los límites de dicho contenido,
además
de describir las unidades, su composición y sus posibilidades de
combinación. A
lo antes expuesto podemos agregar la idea de Hjelmslev donde afirma que
“la
descripción semántica debe, pues, consistir ante todo en un
acercamiento de la
lengua a las otras instituciones sociales”
(Hjelmslev, 142). Por su parte, Jakobson señala:
La poésie met en relief les éléments constructifs de
tous les niveaux linguistiques, en commençant
par le réseau des traits distinctifs et jusqu’ à l’agecement du texte
entier. Le
rapport entre le signifiant et le signfié fonctionne à tous les niveaux
linguistiques
et acquiert une valeur particulière dans le vers où le caractère
introverti de
la fonction poétique atteint son apogée. C’est, pour le dire en termes
baudelairiens, une complexe et indivisible totalité, où tout demeure
significatif,
réciproque, converse, correspondant et où un croisement perpétuel du
son et du
sens établit entre les deux une connexion tantôt
paronomastique et anagrammatique, tantôt figurative (parfois
onomatopoétique).
(Jakobson, 487)
La concepción de
la semántica de Jakobson y de Hjelmslev están muy cerca de la de
Saussure, según
afirma César González, al tiempo que critica a los dos primeros de
confundir el
valor con la significación. No obstante, está de acuerdo con otros
lingüistas
en la necesidad de tomar en cuenta los esquemas sintácticos para
obtener el
significado de un signo, es decir una semántica sintagmática.
Volviendo al
texto literario, la idea es encontrar un modelo de análisis semántico
que
permita dar cuenta de la manera en la que se produce la significación
de ese
texto, pensando en él como el ‘mensaje’. Si el interés es llegar a la
organización semántica profunda, se podría tomar la hipótesis de
Bernard Pottier
que propone “el desglose del texto en secuencias de enunciados
narrativos” para
determinar las estructuras del contenido, ya que “el establecimiento de
las
clases paradigmáticas de significación tiene evidentemente por objeto
extraer
los ejes semánticos según los cuales se organizan los contenidos”
(Pottier, 69-70).
La semantización de todos los niveles lingüísticamente analizables del
mensaje
poético es una de las invariantes propias de la lengua poética. Ello
confiere
al mensaje una especial complejidad de significados. Todo aquello que
en cualquier
otro tipo de mensaje lingüístico serviría solo como medio de
transmisión,
adquiere significación, esto es la causa de que el contenido del
mensaje poético
sea inseparable de su forma.
Margarita Pease
Cruz presenta un estudio en donde sostiene que es mejor utilizar un
método de
análisis por niveles, sin olvidar que el texto funciona como totalidad,
teniendo
presente siempre la idea de que el aspecto semántico es el más
importante
porque cubre cada una de las “subestructuras textuales”. Y al recalcar
el
aspecto semántico, determina tres niveles de estudio: a) nivel
fonosemántico,
b) nivel morfosintáctico-semántico, c) nivel lógico-semántico” (Pease,
93-94).
Tomaremos solo
un aspecto de dicho análisis al estribillo del poema de San Juan de la
Cruz ,“vivo
sin vivir en mí”, en donde se presenta un problema ideológico complejo
porque
la vida en ese caso no posee los rasgos típicos de la lengua natural,
sino los
rasgos que corresponden a ‘morir’. En este sentido, se remite a la
acepción
cultural cristiana, según la
cual la muerte traerá consigo la vida verdadera. Al
decir “vivo sin vivir en mí” se ha introducido un nuevo código que hace
que
esta predicación, aparentemente ilógica, sea posible y significativa.
Pero el significado
que le es propio hay que aprehenderlo de un tercer sistema, ideológico
o
cultural, que explica en qué sentido preciso “vivo sin vivir en se debe
interpretar (Pease, 104). En este estudio se muestra que hay una
intención semántica
en los niveles fonológico, morfosintáctico y lexicológico del mensaje,
de
manera que los significados son más asequibles para un lector
competente luego
de haber realizado el análisis.
En este momento resulta oportuno recordar el concepto de
semantización
de Pascual Buxó: “capacidad que poseen tanto los componentes mínimos
del signo
(los fonemas) como los signos llamados sincategoremáticos (los morfemas
gramaticales) y las matrices sintácticas del sistema de la lengua
natural para ‘impregnarse’
de valores semánticos que se establecen en correlación con los
componentes de los
demás niveles discursivos en aquella clase de textos construidos
conforme al
principio del paralelismo (Buxó, 57). La definición coincide con la
idea
expuesta por Pease, y Buxó señala que cuando ocurre dicha semantización
de los
elementos extrasemánticos, en lugar de darse una delimitación de esos
elementos
se produce un entrecruzamiento complejo.
Resulta evidente que tanto Buxó como Pease se basaron en
Iouri Lotman, quien
dice además que como todos los elementos de un texto artístico son
“elementos semánticos”,
entonces, el concepto de texto es idéntico al concepto de signo, sin
implicar que
el texto literario deje de ser un ‘texto’ por el hecho de ser un solo
signo (Lotman,
53). Entonces, considerando que un texto es el entretejido de unas
redes sintácticas
que sujetan la coherencia de un sentido que es abarcadoramente
semántico, un
texto coherente sería aquél que comprendiera en sus redes sintácticas
en correspondencia
con las semánticas la dispersión de los elementos léxicos, de las
frases y de
las oraciones que se desplazan discursivamente en la realización del
lenguaje articulado.
II
En su Tratado de semiótica general,
Umberto Eco habla sobre el relieve semiótico del texto lingüístico,
señalando
las razones que validan la atención hacia el uso estético del lenguaje:
Un texto estético supone un
trabajo particular, es decir, una manipulación de la expresión; dicha
manipulación provoca (y es provocada por) un reajuste del contenido;
esa doble
operación, al producir un tipo de función semiótica profundamente
idiosincrásica
y original, va a reflejarse de algún modo en los códigos que sirven de
base a
la operación estética con los que provoca un proceso de cambio de
código; toda
esa operación, aunque se refiera a la naturaleza de los códigos,
produce con frecuencia
un nuevo tipo de visión del mundo.” (Eco, 416).
Y cuando se refiere a las figuras retóricas dice que al
usarlas de modo
creativo no sirven solo para embellecer un contenido ya dado, sino que
contribuyen
a delinear un contenido diferente. Bernard Pottier habla de una
semiótica que
se expresa en la elección de las clases a la que se refiere lo
definido, que
jerarquiza los rasgos semánticos a imagen de nuestra descripción del
mundo y que
nos restituye la definición sinonímica. Esta semiótica es también la de
una
civilización y de una lengua particulares, es decir, da cuenta de las
dificultades de una reducción y de las diferencias de ideología entre
los pueblos
(Pottier, 227).
Benveniste
afirma a propósito de la noción de ‘nivel’: “nos parece esencial en la
determinación del procedimiento de análisi”, agrega que solo dicha
noción de
nivel “es adecuada para hacer justicia a la naturaleza articulada del
lenguaje
y al carácter discreto de sus elementos; ella sola puede permitirnos,
en la
complejidad de las formas, dar con la arquitectura singular de las
partes del
todo.” (Benveniste, 118). Aquí nos interesa atender al nivel semántico
del análisis
semiótico, y al hablar de ello debemos responder al menos a dos
preguntas: ¿cómo
significa un texto? (pregunta de tipo formal), ¿qué significa?
(pregunta de carácter
sustancial).
Los aspectos
semánticos
formales responden a la significación que desde el punto de vista
lingüístico
tienen las frases que aparecen en un texto, dejando de lado los
problemas de connotación,
metaforización, etc. Sabemos la importancia que para el estudio de las
obras de
la literatura tiene la organización significante del discurso y su
significación
profunda. Actualmente se distingue entre los procesos de significación
-en donde
un significante evoca un significado- y el de simbolización -en el que
un
primer significado simboliza un segundo. Gottlob Frege demostró que
existe algo
más que la sola referencia en el significado, y ese algo sería el
sentido que
puede variar según se trate de estilo directo o indirecto, de
enunciados
simples o compuestos.
Por otra parte, los aspectos semánticos sustanciales nos
llevarían al significado
de la obra para saber en qué medida el texto refleja el mundo, a qué
referente(s)
remite, aunque dicha referencia no sería una copia de lo que el texto
podría
representar. Entramos así en discusión sobre lo verdadero y lo
verosímil, lo real
o verdadero en literatura que se da cuando existe una adecuación entre
lo
puesto de manifiesto en el texto y los hechos extraliterarios. Todorov
dice que
el aspecto semántico del relato es lo que se representa y se evoca, los
contenidos más o menos concretos que aporta. Morris señala que la
semántica
estudiaría la significación de los signos tanto en su situación
independiente (semántica
léxica) como en sus combinaciones (semántica contextual). Con base en
todo lo
anterior, el análisis semiótico propone un modelo de análisis semántico
que
comprende tres perspectivas distintas interrelacionadas entre sí: la
simbólica,
la social y la dialéctica (Romera, 61). Trataremos de explicitarlas
brevemente.
Lo simbólico
En toda obra literaria es evidente que tras lo que el
autor-creador está
exponiendo existe un alusión constante en forma de símbolos, imágenes o
mitos a
otro significado que estaría registrado en un nivel más profundo que el
discurso no nos permite percibir en una primera lectura. Ese sentido
profundo
existe en una serie de elementos simbólicos que aparecen expresados en
unas
palabras que producen identificaciones con figuras o elementos reales.
Los elementos
simbólicos (hechos históricos o ficticios, personajes, acciones)
permiten
acceder a una realidad más profunda, la cual no se encuentra escindida
de su
contexto o naturaleza propiamente históricos sino que, por el
contrario,
permiten acceder y comprender de manera más cabal la realidad del
hombre. Como
señala Mircea Eliade, la función del símbolo es justamente “la de
revelar una
realidad total, inaccesible a los demás medios de conocimiento”, ya que
el
simbolismo añade un nuevo valor a un objeto o a una acción, sin que por
ello
queden afectados sus valores propios e inmediatos: “aplicándose a un
objeto o a
una acción, el simbolismo los <abre>” (Eliade, 63-64). El signo
literario,
al no poder encerrar en sí mismo a la vez todos los sentidos o
significados,
actúa simbólicamente, por lo que cuantificar y tratar de encontrar sus
multivalencias serían el objeto de estudio en el análisis literario.
Lo social
Se ha definido este apartado diciendo que existe una
homología entre
literatura y sociedad, y si entendemos por sociedad la totalidad de
relaciones
que se producen dentro de ella (grupo, clase, individuos que viven en
relación
o en lucha, en oposición o en paz, pero siempre en relación), veremos
que la obra
literaria es un reflejo de la materialización de estas relaciones.
Lo dialáctico
El escritor como intelectual debe hacer un análisis de la
dialéctico de
la sociedad que trata de reflejar. A la literatura no le toca solo
mostrar sino
que le corresponde también decir, nombrar, transformar la palabra en
acto. La
anterior afirmación tiene su base en la teoría de J. L. Austin, quien
habla de
la expresiones lingüísticas:
a) expresiones que no describen ni registran nada, y que
no son
verdaderas ni falsas;
b) el acto de
expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella, acción que
a su
vez no sería normalmente descrita como consistente en decir algo.
Austin en su clásico ejemplo, “Al decir ‘sí, juro’, no
estoy informando acerca
de un juramento, lo estoy prestando”, propone la denominacion de
“oración realizativa
o expresión realizativa o, para abreviar, un realizativo” para este
tipo de
expresión que indica que “emitir la expresión es realizar una acción y
que esta
no se concibe normalmente como el mero decir algo” (Austin, 45-47). En
semiótica se habla, entonces, de convertir la palabra, en un enunciado
realizativo
ya que al formular tal enunciado es efectuar la acción. Así, la tarea
sería dilucidar
qué nos presenta el texto literario y cuáles son las intenciones que
subyacen
en el mismo.
III
Edmon Cros toma como base de sus reflexiones sobre la
semántica textual
el concepto de Lotman acerca de la correspondencia texto-signo, en lo
referente
al entrecruzamiento complejo de los elementos semánticos por la
semantización
de los elementos extrasemánticos. Cros deduce que el texto genera su
propia semántica
que desplaza y homogeneiza la significación de todos sus elementos
inscritos.
Cros pone como ejemplo de lo anterior, La
muerte de Artemio Cruz en donde el referente que da origen a la
ficción es
muy sencillo: un anciano que agoniza recuerda, frente a un espejo, lo
que ha
sido su vida. Parece muy sencillo, señala, pero “este elemento, el
espejo,
focaliza y semantiza toda la producción de sentido: desdoblamiento del
narrador, que se proyecta como el objeto de su propia mirada,
desdoblamiento sistemático
de todos los personajes, difracción del tiempo en un presente, un
pasado, un
futuro, juegos correlativos de los pronombres personales (Yo, Tú, Él),
imágenes
dislocadas, contradictorias o complementarias de los hechos,
fragmentación del
relato, modulaciones de la temática del reflejo...” (Cros, 126). El
espejo
funciona en este contexto como el “signo icónico” de la conciencia y
como la
metáafora del presente narrativo. De esta manera, los elementos
extrasemánticos
están semantizados, no directamente sino a través del foco del espejo.
Para Cros lo que caracteriza la semántica textual es que
no está inscrita
dentro de los signos individuales, sino en las relaciones que estos
signos
mantienen entre sí fuera, más allá o por encima de los encadenamientos
sintagmáticos.
De este modo, el texto de ficción codifica una primera sintaxis de
mensajes y
en este marco, el signo instituye su significación en una “zona de
coincidencia
balizada por oposiciones y contigüedades que multiplican sus
posibilidades
expresivas” (Cros, 129). Cuando relaciona el concepto de texto con el
de signo
Cros deduce que existe una estructura del significante autónoma con
respecto de
la estructura del significado que es portadora de lasignificación.
Además, de
acuerdo con Lotman, en la transformación de un texto a un solo signo o
como a
una cadena de signos organizados, Cros supone que ese conjunto de
signos debe organizarse,
en un nivel distinto del sintagmático, de manera autónoma con respecto
de las
convenciones y del significado, en forma de encadenamientos de
significación
específica. Para percibir lo que también dice el significante, fuera de
toda
relación con el enunciado, rompe con la semántica contextual y reduce
el
concepto texto/signo a palabras/signos.
Sin duda, el análisis sociocrítico ofrecía un modelo que
nos llevaba, en
primer lugar, a la comprensión del texto literario y, en segundo lugar,
a la
explicación de la génesis de la estructura que permitía interpretar de
manera
coherente el conjunto del texto estudiado. En el primer momento se
limitaba al
texto en sí mismo. En el segundo momento, acudía a datos exteriores
sociopolíticos,
socioculturales, y se ha mantenido sobre esta propuesta en la última
publicación de Edmond Cros, La
sociocrítica (2003). Pero nuevamente es necesaria la confrontación
de estos
principios de análisis semántico del lenguaje artístico, en este caso,
con lo
que supone realmente el estudio semántico del lenguaje.
IV
La aplicación de los estudios lingüísticos a la
literatura no es asunto
nuevo, solo que en esta ocasión se trata de sugerir un camino para
iniciar la
lectura y, en la medida de lo posible, acercarnos al mecanismo de la
significación
(semántica) en el texto literario. Las ideas han sido tomadas de los
trabajos
de investigación sobre el sentido de las frases sustantivas del
español, en
cuanto a su función referencial, y del análisis de rasgos de los
elementos léxicos
siguiendo la propuesta de Josefina García Fajardo (Un
estudio del significado, INAH, 1989; “El significado de los
determinantes espanoles”, Nueva revista
de filología hispánica, 39 (2), 1991; “Los demostrativos. Funciones
y
valores referenciales”, en Sintaxis
histórica de la lengua española, 2 (1), 2006) sobre el componente
semántico..
Estas sugerencias tienen como límite el análisis de la literatura en
español como
idioma de origen del texto y el que de momento solo pueden funcionar en
los
casos de acercamiento a ciertos momentos del análisis textual. Las
premisas en
las que se basan los ejercicios siguientes están tomadas de los textos
teóricos
de García Fajardo y son:
1. Las reglas sintácticas solo
nos indican cómo combinar las formas léxicas y no cómo combinar sus
significados para intepretar la oración completa.
2. Reconocemos que
independientemente del significado léxico existe otro tipo de
significado, y
que este depende exclusivamente del conocimiento compartido del sistema
de la
lengua y no solo de la experiencia personal en relación con la
conceptualización
de cada elemento lógico.
3. El significado de una
expresión compleja es una función del significado de sus partes y de la
forma
en que estas partes han sido estructuradas para construir la expresión
compleja.
4. El registro de los significados
léxicos y los mecanismos de su combinación, basados en el sistema de la
lengua
que todo hablante conoce consciente o inconscientemente, producen el
sentido, siguiendo
a Frege en este concepto, de las expresiones lingüísticas. Mediante
dicho
sentido es posible relacionar cada expresión lingüística con su
referente
en
cada situación particular de uso.
5. Al combinar el significado
del núcleo de la frase sustantiva con el significado de un adjetivo, la
delimitación de la extensión depende de dos factores; el primero es el
lugar
que ocupa el adjetivo con respecto al sustantivo; el segundo es el tipo
de
determinante de la frase.
6. El adjetivo delimita la
extensión de la frase con descarte de miembros (mediante la exigencia
de que estos
cumplan con la propiedad que se mencione a través del adjetivo),
únicamente en
el caso de que el adjetivo esté pospuesto al sustantivo. Esta forma de
delimitar
la extensión es propia no solo de los adjetivos léxicos pospuestos,
sino de
cualquier estructura pospuesta al sustantivo que sea modificadora de
este.
(Serían excepción en este caso las oraciones relativas explicativas y
en
general las aposiciones explicativas que funcionan semánticamente en
parte como
los adjetivos antepuestos).
7. Cuando el adjetivo
antecede al sustantivo no funciona como delimitador de la extensión; la
propiedad que se menciona mediante el adjetivo, en este caso, se
relaciona con
el conjunto como totalidad expresando la presuposición de que en el
universo
del discurso el conjunto entero al que se refiere el sustantivo tiene
la
propiedad en cuestión.
8. Una vez delimitada la
extensión de la frase, por procesos originados en el sistema mismo de
la
lengua, al interactuar la extensión con la información del contexto, en
el uso
de la expresión, se llega al referente de la frase.
9. Los distintos elementos léxicos
de una misma categoría comparten en su significado algo que saldrá a la
luz al combinarse
el significado de uno de estos elementos dentro de la
estructura
semántica de una expresión mayor. Si se enfoca el significado de cada
elemento
léxico y no el significado de construcciones mayores, pasará
inadvertido que
dentro del significado de un artículo definido, por ejemplo, existe un
sentido
que origina en el sentido de una frase la presuposición de unicidad y
el sentido
de conjunto, que a su vez, originaría en la oración dos tipos de
predicación.
10. Los rasgos semánticos
diferentes no impiden la relación entre significados. Estos rasgos nos
permiten
saber a qué referente se nos remite, y si está o no dentro de la
concepción de
nuestro mundo o de otros mundos posibles.
Durante
el
análisis literario de cualquier texto es frecuente encontrarse con
ciertos
significados cuyo mecanismo no es posible explicar cayendo, entonces,
en la
opinión subjetiva sobre dichos significados. Si la intención es
dilucidar el sentido
diferenciado, el sentido de la interpretación personal del texto,
tendríamos a
la mano ciertos instrumentos que, si bien no llegan a conformar un
método, serían
de gran valor en el análisis semántico de los textos artísticos.
Presentamos a
continuación unos ejercicios breves de la aplicación del análisis
semántico de
los determinantes e indefinidos en fragmentos de obras literarias.
(1) El reino de
este mundo, Alejo Carpentier:
De
pronto el negro se detuvo, respirando
hondamente. Un chivo, ahorcado,
colgaba de un árbol vestido de
espinas. El suelo se había llenado de advertencias: tres piedras en
semicírculo,
con una ramita quebrada en ojiva a
modo de puerta. Más adelante, varios pollos negros, atados por una
pata, se mecían,
cabeza abajo, a lo largo de una rama
grasienta. Por fin, al cabo de los Signos, un
árbol particularmente malvado de tronco erizado de agujas negras, se
veía
rodeado de ofrendas. (Carpentier, 74)
De la cita anterior tomaremos el primer sintagma nominal:
‘el negro’. El
artículo definido ‘el’ da sentido de unicidad y delimita la extensión
del
sustantivo; se sabe que ‘el negro’ es el protagonista Ti Noel, sin
necesidad de
nombrarlo, porque lo más importante y lo que interesa destacar es la
característica
racial del sustantivo al que modifica, ‘negro’. La relación que se
establece entre
este sintagma con los subsiguientes está en términos del mismo campo
semántico:
un rito de magia negra.
Los artículos indefinidos ‘un’ (chivo), ‘un’ (árbol),
‘una’ (ramita), ‘varios’
(pollos), ‘una’ (pata), no remiten a un referente específico sino a
cualquier elemento
del género, con lo cual se simboliza el carácter generalizado de dicha
práctica
ritual. En cambio, ‘una’ rama ‘grasienta’, aun diciendo que puede
tratarse de
cualquier rama, tiene la restricción de ser ‘grasienta’ delimitando su
extensión
dentro del género. De igual modo ‘un’ árbol particularmente ‘malvado’
restringe
la selección a un árbol con esa cualidad. Nos detendremos en esta
última frase:
“árbol particularmente malvado de tronco erizado de agujas negras”.
¿Cómo es
posible que puedan combinarse dos elementos como árbol y malvado? Si
comparamos
algunos de sus rasgos semánticos veremos:
1. árbol / materia – materia vegetal – genera vida
2. malvado / cualidad – cualidad humana – el hombre
también genera vida
3. maldad / provocar muerte – antónimo – vida
Con el último rasgo en común de que ambos pueden generar
vida, entonces
ambos también pueden generar muerte. Si el árbol había sido utilizado
para un
ritual de muerte, por su concordancia con el hombre (generar vida o
muerte)
puede recibir el calificativo de malvado.
(2) Rayuela,
Julio Cortázar, fragmento:
La
página contiene una sola frase: “En el fondo sabía que no se puede ir
más allá porque
no lo hay.” La frase se repite a lo largo de toda la página, dando la
impresión
de un muro, de un impedimento. No hay puntos ni comas ni márgenes.
[...] Pero
hacia abajo y a la derecha, en una de las frases falta la palabra lo. (Cortázar, 420)
1. el fondo /
profundidad – abstracto
2. no lo [el
fondo] hay / ausencia – abstracto
3. lo [el
fondo] / correspondencia
4. falta la
palabra lo / ausencia total
Pondremos nuestra atención en el determinante ‘lo’, que
funciona aquí
como un pronombre anafórico; su antecedente es ‘más allá’ y es
correferencial
con esta frase. Al faltar ‘lo’ significa -se simboliza- la ausencia de
un más
allá. Cortázar destaca con cursivas el último ‘lo’ acentuando su
importancia en
el sentido de la frase que remite a una cuestión ontológica: no hay más
allá.
(3) La casa de
los espíritus, Isabel Allende, fragmento:
El
funeral del Poeta se convirtió en el
acto simbólico de enterrar la libertad.
(Allende, 343)
1. El funeral
/ concreto – ritual – comunidad
2. del Poeta
/ concreto – animado – humano
3. el acto
simbólico / abstracto – ritual
4. enterrar /
concreto – ritual - comunidad
5. la libertad / abstracto – cualidad de animado
6. funeral // enterrar – analogía 1
7. el Poeta // la libertad – analogía 2
Los cuatro artículos definidos nos señalan que estamos
ante ‘el’ funeral
específico de alguien reconocido. No es un poeta más sino el Poeta,
como nombre
propio. Es el acto simbólico que al
unirse al determinativo de ‘la’ libertad, termina por delimitar el
sentido de
la situación específica que le interesa comunicar al texto: el funeral
de Pablo
Neruda. La semántica de la frase acentúa el carácter ritual del hecho y
la
analogía entre el Poeta y la libertad. Enterrar a uno es acabar con la
libertad.
(4) “El herido”, un verso del poema de Miguel
Hernández:
Porque
donde unas cuencas vacías amanezcan. (Hernández, 139)
Revisaremos la correspondencia de los rasgos que permiten
encontrar un sentido
a esta metáfora.
1. unas cuencas vacías / ausencia de ojos – indefinido,
cualquier ser
animado
2. amanezcan / tiempo del despertar – despertar aunque no
haya ojos
Las cuencas nos remiten a ojos
vacíos. Los ojos son propios de cualquier animal. El hombre es un
animal, las cuencas
pertenecen a un hombre. El hombre puede despertar
aunque sus ojos estén vacíos. El despertar ocurre usualmente al momento
del
amanecer. Se cambia el sentido de amanecer
por despertar, y cuencas por hombre.
Estamos ante una doble metonimia que delimita su sentido solo a un
hombre que
tenga los ojos vacíos.
(5) Versos del
poema “Nocturno en que nada se oye”, de Xavier Villaurrutia:
y
mi voz
ya no es mía
dentro
del
agua que no moja
dentro
del
aire de vidrio
dentro
del
fuego lívido que corta como el grito
(Villaurrutia, 53)
El adjetivo posesivo mi señala
al yo que habla en primera persona.
Su voz se pierde en un espacio determinado por los tres elementos que
se indican:
el agua “que no moja”, el aire “de
vidrio”, el fuego “lívido”. En los tres casos hay
una correspondencia de rasgos semánticos que remiten a un referente que
no
corresponde a nuestra idea de mundo, sino que se localiza en otro mundo
posible,
pero un lugar bien determinado en donde la naturaleza presenta
características
opuestas al mundo real:
1. agua moja // antónimo / no moja
2. aire incorpóreo// antónimo / de vidrio
3. fuego rojizo// antónimo / lívido
4. fuego quema// fuego corta / analogía por el dolor
Esta serie de oposiciones están en concordancia con el
tema total del
poema que habla de la muerte, en donde se acaba toda la lógica porque
el tiempo
también se ha terminado.
(6) La muerte de
Artemio Cruz, Carlos Fuentes:
[...]
y se acercaban las botas a la choza
donde yacía la mujer sobre la tierra
suelta, bajo el techo de palmas, se acercaban las
botas y Lunero detenía boca abajo
ese cuerpo, le pegaba con la palma
abierta para que llorara, llorara mientras se acercaban las
botas.
(Carlos
Fuentes, 315)
Además de que tenemos aquí una metonimia (botas-hombre)
no se trata de cualquier
par de botas, sino de las botas mencionadas
tres veces en el fragmento. El determinante limita el sentido y el
referente
también. Por otra parte, el rasgo semántico de poder de las
botas contrasta con la mujer que yace en “la tierra suelta”,
identificando a ‘la’ choza y a ‘la’ mujer con “la tierra”, símbolo de
maternidad pero a la vez de pobreza, completando el sentido de la mujer
que
yace dando a luz ante el hombre poderoso que amenaza con su llegada.
(7) De Violeta
Parra en la canción “Volver a los 17”:
Volver
a ser de repente tan frágil como un segundo.
La primera parte del sintagma, “volver a ser” se está
combinando con “tan
frágil como un segundo”, el sujeto vuelve a ser frágil y esto es
posible por la
correspondencia de rasgos semánticos de dos vocablos:
1. de repente / abstracto – tiempo - efimero
2. frágil / abstracto – efímero
2. un segundo / abstracto – cualquier tiempo – efímero
Ambos términos, frágil y segundo, expresan la noción de
efimeridad
marcada desde la primera proposición “de repente” que remite a una
unidad de
tiempo también efímera. Este rasgo es compatible a pesar de que los
demás no lo
sean y al estar presente en tres elementos transmite un sentido
metafórico que
no resulta extraño para el lector.
García Fajardo propone el análisis semántico de las
frases iniciales de
obras literarias como una posibilidad de entrar a la interpretación del
texto
literario; siguiendo esa línea, hemos seleccionado tres textos
canónicos que,
desde sus primeras frases demuestran por qué se han ganado el lugar que
ocupan
en la historia de la literatura hispanoamericana.
(8) Rayuela,
Julio Cortázar:
¿Encontraría
a la Maga? Tantas veces me había
bastado asomarme, viniendo por la rue
de Seine, al arco que da al Quai de
Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota
sobre
el río me dejaba distinguir las
formas, ya su silueta delgada se
inscribía en el Pont des Arts, a
veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el
pretil de hierro, inclinada sobre el agua. (Cortázar,
13)
El personaje
femenino principal de la novela responde a su apodo que representa su
carácter
y su presencia desde este primer momento la
Maga queda enmedio del cuadro que se dibuja de París, en la detallada
descripción del espacio que servirá de marco a la novela. No hace falta
decir
el nombre del río ni explicar que está inclinada sobre sus aguas. Todo
el
espacio tiene sus cualidades propias, su luz (‘la luz
de ceniza y olivo’), sus formas (‘las formas’) y sus
puntos de referencia: la calle, el arco, el
barandilla, el Sena.
(9) Cien años de
soledad, Gabriel García Márquez:
Muchos
años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano
Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo.
(García Márquez, 55)
Los tres
determinantes del párrafo que inicia la novela marcan los elementos
claves más
significativos: el coronel Aureliano Buendía que morirá fusilado
(revolución) y
la referencia al hielo que conocerá yendo de la mano de su padre
(génesis). En este
fragmento no hay ningún indeterminativo aunque el tiempo está
significado
vagamente por adjetivos que no precisan periodo alguno, ‘muchos años’,
‘tarde
remota’ que está determinada por el demostrativo ‘aquella’,
singularizando en
la memoria ese momento del encuentro con el mundo exterior. Por el
contenido
semántico de esta frase podemos deducir que el lugar es tropical y por
ello no
se conocía el hielo.
(10) Pedro
Páramo, Juan Rulfo:
Vine a Comala
porque me dijeron que acá vivía mi padre, un
tal Pedro Páramo.
(Rulfo, 149)
Este último
ejemplo lo hemos seleccionado como contraste. No hay ningún
determinante por lo
cual destaca el sentido que le da al segundo nombre propio la frase ‘un tal’ que por su ubicación, antes del
nombre del protagonista que da nombre a la novela, determina desde
ahora el
desconocimiento de este narrador hacia Pedro Páramo, su padre.
El ejercicio
sería interminable como atractivo ya que podemos seguir encontrando
casos en
los que el acercamiento semántico nos permita descubrir otra entrada al
sentido
de los textos literarios.
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