El problema de la memoria en textos de la literatura chicana
Claudia Macías Rodríguez
Universidad Nacional de Seúl
Para evocar el pasado en forma de imágenes,
hay que poder abstraerse de la acción presente,
hay que atribuir valor a lo inútil,
hay que poder soñar.
Henry Bergson, Materia y memoria
No te he dejado. No te dejo ni una vez.
¿Y sabes por qué? Porque cuando no estás aquí
te recreo en la memoria.
Sandra Cisneros, Ojos de Zapata
Palabras clave: memoria, imagen, recuerdo, chicanos, identidad
Las fronteras culturales entre México y Estados Unidos enmarcan una amplia variedad de límites y umbrales que participan en la definición de la identidad social. Una de las marcas culturales más importantes de la frontera es su recreación, su sincretismo, su mezcla. Conceptos que intentan definir campos sociales confirmados por poblaciones portadoras de tiempos, experiencias, expectativas y matrices culturales distintas. Con más frecuencia de la que creemos, la vida cotidiana se entrecruza con zonas fronterizas, grupos aislados o concepciones de todo tipo; sin embargo, dichas fronteras no deben considerarse como zonas de transición y de análisis vacío, sino como sitios de producción cultural creativa que requiere de investigación (Rosaldo, 1991: 190-191). Lomnitz-Adler señala que los grupos culturales de la frontera se distinguen por sus interacciones simbólicas y sus formas de compartir significados, lo cual implica una cultura de relaciones sociales, conformada por la conjunción de idioma y mitología que posibilitan su interacción (1995: 39). Muchos estudiosos latinoamericanos en Estados Unidos se han acercado al análisis cultural a partir de perspectivas que se inscriben en el campo de los estudios culturales y del multiculturismo, enriqueciendo la discusión sobre las identidades culturales de frontera. Éstos enfatizan el análisis de las relaciones interétnicas y los estudios de género. En lo que se refiere a las letras, señalan que los escritores latinos han logrado abrirse paso en los cánones literarios universitarios, autores como Sandra Cisneros, Julia Álvarez, Tomás Rivera y Rudolfo Anaya. (Cortés Koloffon, 2007). Todos ellos al lado de escritores como Rolando Hinojosa, caso especial sin duda, ya que no sólo es el primer escritor méxico-americano distinguido con el prestigiado Premio Casa de las Américas de novela (1976), sino que su escritura bilingüe, traducida o reescrita por el mismo autor, refleja si bien una realidad semejante, un sentimiento de optimismo y de lucha ante una realidad que les resulta inmanente. Sus obras testimonian la lucha de miles de latinos contra una cultura hegemónica que en la mayoría de los casos los menosprecia y en la que, sin embargo, en muchos casos logran alcanzar el éxito, mediante los registros de su memoria transformados en literatura.
La relación que se establece entre los recuerdos y las imágenes que los representan constituye un problema cuando se reconoce que la experiencia temporal y la operación narrativa no mantienen una relación tan directa, al quedar necesariamente atravesadas por la cuestión de la memoria. Paul Ricoeur trabaja sobre este problema de la memoria en su espléndido libro La memoria, la historia, el olvido (2000), el cual servirá de sustento teórico para este acercamiento a La casa en Mango Street de Sandra Cisneros, conjunto de relatos que ha rebasado no sólo las expectativas comerciales de venta sino que se ha constituido en un texto representativo de la literatura chicana.
¿Es el recuerdo una especie de imagen? El filósofo francés Paul Ricoeur rescata la pregunta que se ha venido planteando desde la época de los pensadores griegos: "La imaginación y la memoria poseen como rasgo común la presencia de lo ausente y, como rasgo diferencial, por un lado, la suspensión de cualquier posición de realidad y la visión de lo irreal, y, por otro, la posición de una realidad anterior." (Ricoeur, 2000: 67). Se trataría aquí del reconocimiento de los hechos pasados que no se pueden o no se quieren olvidar. La diferencia que habría entre recuerdo algo que se ha ido e imagen algo que permanece, ambos en la memoria. El reconocimiento de la imagen sería un recurso para ayudar a la memoria a convertir dicha imagen en recuerdo y dar paso al olvido. (Ricoeur, 2000: 556, 559-572.)
En 1994, diez años después de la publicación de La casa en Mango Street, Sandra Cisneros comparte sus reflexiones en torno a la técnica de su escritura al tratar de responder a las preguntas de sus lectores y confiesa, explicándose más a sí misma, el proceso que la llevó a salir de su casa paterna para dedicarse a la literatura:
¿Son verdaderas estas historias? ¿Tú eres Esperanza? Cuando comencé La casa en Mango Street pensé que estaba escribiendo una memoria. Pero al terminarla, mi memoria ya no era mía, ya no era autobiográfica. Se había desarrollado una historia colectiva poblada con varias experiencias de mi vida pasada y presente, en un tiempo ficticio y en el barrio de Mango Street. (Cisneros, 1994: xi-xii, la traducción es mía).
El sociólogo francés Maurice Halbwachs, introductor del concepto memoria colectiva, señala que "la memoria colectiva saca su fuerza y su duración de tener como soporte un conjunto de hombres, [que] son, sin embargo, individuos que se acuerdan en cuanto miembros del grupo. Diríamos de buen grado que cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva" (Halbwachs, 1950: 94-95). Dicho punto de vista cambia según el lugar que cada uno ocupa y ese mismo lugar cambia también según las relaciones que se mantienen con otros medios. Además, el carácter social de los recuerdos se acrecienta en la medida que "podríamos decir que la memoria, en general, depende de la palabra" (Halbwachs, 1925: 64), y la palabra no se puede concebir más que en el seno de una sociedad. El lenguaje se convierte así en el cuadro más elemental y más estable de lo que ya se denomina memoria colectiva.
En obras como La casa en Mango Street de Sandra Cisneros, traducida al español por Elena Poniatowska, Esperanza, la protagonista, toma conciencia desde niña de que el ser latina la marca como un individuo de una comunidad marginal, y que por ello reside en una zona pobre de Chicago. La pobreza es más una imagen que un recuerdo, la casa pobre es la imagen que más se actualiza en todo el transcurso del relato:
¿Dónde vives?, preguntó
Allí, dije señalando arriba al tercer piso.
¿Vives allí?
Allí. Tuve que mirar adonde ella señalaba. El tercer piso, la pintura descarapelada, los barrotes que Papá clavó en las ventanas para que nos nos cayéramos. ¿Vives allí? El modito en que lo dijo me hizo sentirme una nada. Allí. Yo vivo allí. (Cisneros, 1983: 13, cursivas del texto. Cito por esta edición)
Esta imagen hace que, muchas páginas adelante, Esperanza acepte como suya una casa también pobre, aunque no lo sea:
Ven acá, ¿cuál es tu casa? Y entonces hace que me trepe en una caja de libros. ¿Es ésa?, dice señalando una fila de edificios feos de tres pisos, a los que hasta a los pordioseros les da pena entrar. Sí, muevo la cabeza aunque aquella no era mi casa y me echo a llorar. (48)
Casa, calle, lugar preciso que marca la imagen que se resiste a convertirse en un recuerdo marca el inicio de la obra:
No siempre hemos vivido en Mango Street. Antes vivimos en el tercer piso de Loomis, y antes de allí vivimos en Keeler. Antes de Keeler fue en Paulina y de más antes ni me acuerdo, pero de lo que sí me acuerdo es de un montón de mudanzas. Y de que en cada una éramos uno más. (11)
Inicio que se eslabona con un final casi idéntico, a no ser por el cambio de temporalidad, ya que lo que parecería ser un recuerdo por la marca de los tiempos verbales en tiempo pasado se desvelará como lo que realmente es, una imagen en presente que se resiste al olvido:
No siempre hemos vivido en Mango Street. Antes vivimos en el tercer piso de Loomis, y antes de allí vivimos en Keeler. Antes de Keeler fue Paulina, pero lo que más recuerdo es Mango Street, triste casa roja, la casa a la que pertenezco sin pertenecerle. (117)
El recuerdo comienza a penetrar en la zona del olvido, según señala Ricoeur, mientras que la imagen sigue vigente en la memoria y actualizándose en cada oportunidad de representación que se dé, como en la imagen de la pobreza que citamos antes, o como en el capítulo "Pelos" que evoca imágenes muy vivas como son: "El ronquido, la lluvia y el pelo de Mamá oloroso a pan." (14). Un enunciado que no precisa de verbos porque es una imagen plena.
Los chicanos se encuentran en las fronteras permanentes de lo mexicano y lo norteamericano; el primero busca permanencia, el segundo pretende borrarlo. Los chicanos también son mexicanos, pero de manera diferente al mexicano que ha emigrado al otro lado de la frontera; la suya es una mexicanidad construida desde el sentimiento y no como adscripción de ciudadanía. En la novela podemos leer:
Un día íbamos pasando una casa que se parecía, en mi mente, a las casas que he visto en México, no sé por qué. Nada en la casa se parecía exactamente a las casas que yo recordaba. Ni siquiera estoy segura de por qué pensé eso, pero sentí que estaba bien. Miren esa caja, dije, parece México. (23, subrayado mío)
La memoria, tanto personal como colectiva, según Halbwachs, se enriquece con el pasado histórico que se hace progresivamente el nuestro. En el horizonte aparece el deseo de una memoria integral que reagrupa memoria individual, memoria colectiva y memoria histórica que permita la identificación del individuo con el grupo para encontrar su propia identidad, en un medio que parece oscilar entre dos espacios que se abren y se cierran, simultáneamente, creando un espacio límite, un espacio de fronteras. La diversificación de los elementos constitutivos de la identidad se configuran de manera más aguda desde esta mirada femenina, pues la conciencia de mujer "es una conciencia de las fronteras", según señala Gloria Anzaldúa. Sandra Cisneros declara por su parte: "Por eso vivo en la frontera, para denunciar. Necesitamos gente que no tenga miedo." (Sastre, 2003). Precisamente, la sociedad chicana de Mango Street no tiene miedo de ser ni de defenderse de los que pretendan atacarla. En este sentido, la realidad permanece no como un recuerdo sino como una imagen viva de "Los que no", como se titula un capítulo y un título que servirá de frase final de la novela. El movimiento chicano en ningún momento ejerció hegemonía sobre toda la población de origen mexicano en los Estados Unidos:
Tanto la población de origen mexicano como los/as mismos/as chicanos/as no sólo se definían en relación con su grupo étnico, sino que también exhibían marcadas divisiones de clase, de regionalismo, de generación, de género, de orientación sexual y, por supuesto, diversos niveles de transculturación. Durante su auge en la década de los setenta, los/as chicanos/as sólo llegaron a representar un sector, aunque quizás el más politizado de la población de origen mexicano en los Estados Unidos. (Tinker y Valle, 2002: 295)
De los cuarenta y tres fragmentos, veintidós aparecen narrados en presente, en forma de imágenes, y los podríamos agrupar de la siguiente manera:
1. Familia
1.1. "Pelos", con la descripción de la cabellera de cada uno de sus hermanos, de su madre y de su padre, y la bella imagen que ya hemos citado arriba.
1.2. "Niños y niñas", sobre la relación entre sus hermanos, y la autodefinición que suma su situación actual con su deseo de libertad: "soy un globo rojo, un globo atado a un ancla" (15).
1.3. Entran también en este apartado "Un sandwich de arroz", "Chanclas", "Caderas", "Papá se despierta cansado en la oscuridad", éste último narrando el impacto de la muerte de su abuelo en el padre de la narradora.
1.4. "Una casa propia", que suma las ilusiones en un motivo que aparece con obsesión a lo largo de los relatos.
2. Mujeres
2.1. "Alicia que ve ratones", en una denuncia por la hija sometida a los abusos del padre: "No le tiene miedo a nada, excepto a esas pielecitas de cuatro patas. Y a los papás." (36)
2.2. "Elenita, baraja, palma, agua", con la presencia de una bruja doméstica que lee el futuro de Esperanza aunque sin convencerla de sus capacidades visionarias.
2.3. "Rafaela que los martes toma jugo de coco y papaya" en un esfuerzo por liberarse de la cárcel en que se ha convertido su propia casa, bajo la autoritaria presencia del esposo.
2.4. "Sally", "la chica con ojos como Egipto" (89); "Bella y cruel", "Alicia y yo charlamos en los escalones de Edna",
3. El barrio
3.1. "Nuestro día bueno", con la imagen animada gracias al diálogo inserto en donde la protagonista entra en sociedad con el grupo de amigas que viven en la misma Mango Street.
3.2. "Gil. Compraventa de muebles", la tienda de cosas usadas y su viejo dueño con piel de color, también miembro del grupo segregado del barrio: "El dueño, él es un negro que no habla mucho" (24).
3.3. "Los que no", representando la fuerza de la sociedad conformada por los vecinos de Mango Street, los cuales hacen respetar su identidad aunque tengan que recurrir al miedo de los ajenos.
3.4. "A veces Mango dice adiós".
Casi la mitad de la novela aparece narrada en presente, asumiendo con preferencia los tópicos más sentidos por la comunidad marginada: la familia, recluida en una casa humilde; las mujeres, la mayoría sometidas a los cánones de la sociedad, y el barrio, un sector que representa la marginación pero también la fuerza de los que él habitan. En una revisión de los fragmentos que aparecen en forma de imágenes, podríamos observar los siguientes como más significativos:
Papá, sus gruesas manos y sus gruesos zapatos, que se despierta cansado en la oscuridad, que se peina el pelo con agua, bebe su café y antes de que despertemos ya se ha ido, hoy está sentado en mi cama. Y yo pienso qué haría si mi Papá muriera. Rodeo a mi padre con mis brazos, y lo abrazo, lo abrazo, lo abrazo. (61)
Son los únicos que me entienden. Soy la única que los entiende. Cuatro árboles flacos de flacos cuellos y codos puntiagudos como los míos. Cuatro que no pertenecen aquí pero aquí están. (82)
Vives exactamente aquí, 4006 Mango Street, dice Alicia y señala la casa que me avergüenza. No, ésta no es mi casa, digo yo y sacudo mi cabeza como si con sacudirla pudiera borrar el año que he vivido allí. Yo no soy de aquí. No quiero nunca querer ser de aquí. [...] No, dice Alicia. Te guste o no, tú eres Mango Street, y algún día tú también volverás. (115)
El primero como la imagen que conserva viva en la memoria la filiación a un pasado que se muere dejando en la orfandad a sus herederos. Haber nacido en los Estados Unidos es una marca que desarraiga y enajena. La imagen del padre lejos de su propio padre en el momento de su muerte es uno de los costos de la distancia y de la división de las familias divididas por la emigración. El segundo, la identificación de la realidad fragmentaria, en cuanto a su propia definición de identidad, con la naturaleza. La protagonista está asida a un suelo en el que ha nacido, pero con el cual no se siente plenamente identificada. Y en el tercero, la presencia del barrio, finalmente, como principio y fin del relato mismo y de la realidad que encierra en su estructura.
La casa en Mango Street es una obra engañosa, difícil de clasificar. Unos críticos la señalan como novela y otros como un libro de cuentos cortos, y algunas veces de cuentos incompletos, pero los bosquejos y viñetas de los personajes se suman, como Sandra Cisneros ha escrito, para "contar un cuento largo, cada uno sumando al total como las cuentas de un collar." Este cuento largo está integrado por cuarenta y tres fragmentos que oscilan entre la visión de una niña y la percepción de una narradora que se rebasa a sí misma, narrando en un lenguaje aparentemente simple acompañado de una riqueza poética que contribuye a su imprecisión.
La obra parece apartarse de un tema a otro, de una tía inválida a una chica llamada Sally con "ojos como Egipto", combinando tiempos y recuerdos con imágenes de presente o que se actualizan en presente. Pero esta aparente falta de cohesión encubre una exploración artística de temas de alejamiento y pérdida, de escape y regreso, la atracción de un romance y el fin de la desigualdad sexual y la opresión, de identidad individual y de memoria colectiva, como cuando dice: "Minerva es apenas un poco mayor que yo y ya tiene dos hijos y un marido que se fue. Su madre sacó adelante a sus hijos solita y, por lo que se ve, sus hijas también van por ese camino." (92)
Por otra parte, la novela es también una obra sobre una cultura, la de los chicanos o méxico-americanos, que por mucho tiempo ha quedado oculta por estereotipos rebajados y afectados. Aunque Cisneros usa el lenguaje en forma de metáfora repetida, por el abismo entre los chicanos y la cultura dominante, lo que mantiene a Esperanza, a su familia y amigos atrapados en su barrio, es algo más obstinado que el lenguaje, es una mezcla de imágenes que evocan el racismo, la pobreza y la vergüenza:
Vives exactamente aquí, 4006 Mango Street, dice Alicia y señala la casa que me avergüenza. No, ésta no es mi casa, digo yo y sacudo mi cabeza como si con sacudirla pudiera borrar el año que he vivido allí. Yo no soy de aquí. No quiero nunca ser de aquí. (115)
La discusión de esta obra puede hacer ver que los antepasados de muchos chicanos no vinieron a los Estados Unidos porque así lo escogieron, sino que se encontraron en un territorio extranjero como resultado de una política expansionista de los Estados Unidos en un territorio que antes había sido mexicano.
La obra también captura el dolor de otros, los que Cisneros, en su introducción al celebrarse el décimo aniversario de la edición (publicada por Knopf y con 3 millones de copias vendidas en los EE.UU.) ha llamado, cito: "la vergüenza de ser pobre, de ser mujer, de no ser suficientemente buena." Esto sugiere de dónde proviene el dolor de otros y demuestra cómo puede cambiarse a un motivo de celebración en vez de vergüenza. En términos de la memoria, Ricoeur habla de un acercamiento al pasado histórico que consiste "en un recorrido iniciático a través de los círculos concéntricos constituidos por el núcleo familiar, los compañeros, las amistades, las relaciones sociales de los parientes y, más que todo, el descubrimiento del pasado histórico a través de la memoria de los antepasados." (Ricoeur, 2000: 516). Y de cómo el reconocimiento es capaz de volver en recuerdo una imagen que había permanecido como una huella indestructible en la memoria, para pasar a lo que llama la memoria feliz: "considero el reconocimiento como el pequeño milagro de la memoria", dice Ricoeur, que "cuando se produce, entre los dedos que hojean un álbum de fotos, o en el reencuentro inesperado con una persona conocida, o en la evocación silenciosa de un ser ausente o desaparecido para siempre, se escapa la exclamación: «¡Es él! ¡Es ella!»" (Ricoeur, 2000: 644).
Al final de la novela, Esperanza declara que se considera demasiado fuerte como para estar atada a Mango Street para siempre. Casi todos los personajes en este libro de Cisneros sueñan con escapar. Quieren escapar y dejar atrás su pobreza y su marginación. Cisneros escapa pero vuelve y ofrece una visión de la cultura chicana en La casa en Mango Street, el panorama que su personaje principal ve desde su calle en Chicago, en una mezcla de imágenes que perduran como huellas difíciles de olvidar y como recuerdos que se entretejen en esa memoria. Sandra Cisneros explora en una novela corta los temas de la identidad étnica, la pobreza y otros aspectos del mundo bicultural de los latinos que viven en los Estados Unidos. Lisa Wagner afirma: "Cisneros escribió esa novela en inglés, pero frecuentemente incluyó estructuras y elementos léxicos del español. Es precisamente con estas formas del lenguaje que Cisneros hace accesible a los lectores no hispanohablantes un mundo ajeno y consigue presentar la idea que no se puede llegar a conocer una cultura mediante una simple traducción de una lengua a otra." (Wagner, 2007).
La obra bien podría denominarse la memoria colectiva hecha palabra, y como dijo el New York Times Review: "Cisneros seduce con una prosa precisa, escueta, creando caracteres inolvidables que quisiéramos levantar de la página." Elena Poniatowska reconoce, traduce su obra y dice:
Sandra Cisneros va de éxito en éxito. Ninguna escritora chicana ha triunfado en grande como ella. Es un icono de los 37 millones de latinoamericanos en Estados Unidos. En Los Angeles, donde sitúa su primera célebre novela, La casa en Mango Street, la detienen en las esquinas para abrazarla, pedirle autógrafos, darle las gracias. (Poniatowska, 2006)
Cisneros ha convertido en palabras la vida de tantos que no tienen oportunidad de expresarse. Por algo su obra ha sido bien recibida en Italia, donde se vive un fenómeno de emigración semejante al de México, según la misma autora señala agregando que los italianos se reconocen a sí mismos en su obra: "en la xenofobia, en la lucha de los inmigrantes, en el maltrato que reciben, en su mala economía (Poniatowska, 2006).
Esperanza representa a la comunidad chicana que vive en conflicto, entre los deseos de sus padres que desean íntimamente el retorno a la tierra de origen y sus propios pensamientos que ya no encuentran una patria real. Parte de dichos conflictos viene de la idea que se tienen que adaptar a la cultura en que viven, pero al mismo tiempo, de que nadie les permitirá olvidar su pasado. Ricoeur afirma que "los recuerdos se distribuyen y organizan en niveles de sentido, en archipiélagos, eventualmente separados por precipicios", pero que por otro lado, "la memoria sigue siendo la capacidad de recorrer, de remontar el tiempo, sin que nada prohíba, en principio, proseguir, sin solución de continuidad, este movimiento." (Ricoeur, 2000: 129)
Esperanza se propone abandonar Mango street a la cual dice no pertenecer y planea convertirse en escritora. Hacia el final del relato, la narración sugiere que Esperanza efectivamente deja su casa, su barrio y se da cuenta que las experiencias que ha vivido allí y las personas con las que ha convivido serán siempre parte de ella misma, como lo afirma en las últimas líneas de su novela: "No sabrán, por ahora, que me he ido para volver, volver por los que se quedaron" (118), un regreso que hace mediante el ejercicio de plasmar las imágenes y los recuerdos de su memoria en su literatura.
Bibliografía
Cisneros, Sandra (1994), The House on Mango Street. Knopf, Nueva York, 2004.
Cisneros, Sandra (1983), La casa en Mango Street, trad. Elena Poniatowska y Juan Antonio Ascencio. Alfaguara, México, 1995.
Cortés Koloffon, Adriana (2007), "El spanglish: la frontera del idioma", La Jornada semanal, núm. 657, 7 de octubre, en http://www.jornada.unam.mx/2007/10/07/sem-adriana.html [con acceso el 30 de diciembre de 2007].
Halbwachs, Maurice (1925), Los marcos sociales de la memoria, trad. Manuel A. Baeza y Michel Mujica. Anthropos, Barcelona, 1994.
Halbwachs, Maurice (1950), La memoria colectiva, trad. Inés Sancho-Arroyo. Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2004.
Lomnitz-Adler, Claudio (1995), Las salidas del laberinto cultura e ideología en el espacio nacional mexicano, Joaquín Mortiz-Planeta, México.
Poniatowska, Elena (2006), "Sandra Cisneros en Tepoztlán", La Jornada, 24 de enero, en http://www.jornada.unam.mx/2006/01 /24/a05a1cul.php [citado el 12 de diciembre de 2007].
Ricoeur, Paul (2000), La memoria, la historia, el olvido, trad. Agustín Neira. Ed. Trotta, Madrid, 2003.
Rosaldo, Renato (1991), Cultura y verdad nueva propuesta de análisis social. CNCA/Grijalbo, México.
Sastre, Noelia (2003), "Sandra Cisneros escribe para tender puentes", El Universal, 9 de noviembre, en http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=3 1956&tabla=cultura [citado el 20 de diciembre de 2007].
Tinker Salas, Miguel y María Eva Valle (2002), "Cultura, poder e identidad: La dinámica y trayectoria de los intelectuales chicanos en los Estados Unidos", en Estudios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder, Daniel Mato (coord.). Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de Venezuela, Caracas, pp. 295-306.
Wagner, Lisa (2007), "Ni aquí, ni allá: Lenguaje e identidad en Caramelo", Espéculo, Revista de Estudios Literarios, núm. 37, noviembre 2007-febrero 2008, en http://www.ucm.es/info/especulo/numero37/caramelo.html