Sincronía Verano 2007


La hermenéutica y el conflicto intercultural. Notas para comprender la representación discursiva del pueblo mapuche en Chile.

Alberto Javier Mayorga Rojel

amayorga@uss.cl


 

Resumen

El análisis hermenéutico y semiótico del discurso que se visualiza en el fenómeno de la interacción social existente en las relaciones conflictivas entre el pueblo mapuche y los miembros de la sociedad chilena que no pertenecen al mencionado grupo étnico, nos permite identificar una representación del mundo indígena, particularmente del pueblo mapuche, construida sobre la base de elementos de significación discriminatorios que producen una representación textual de intolerancia acerca del movimiento indígena que es vinculado con implicaciones de carácter negativo para el desarrollo del país y donde las manifestaciones públicas de diversa índole, llevadas a cabo por un sujeto o colectivo que representa a la cultura mapuche, se clasifican como delitos que atentan contra el orden socioeconómico establecido para el bienestar del pueblo chileno.

De este modo, las representaciones sociales del discurso político y mediático, centradas en la diversidad, gestan un sistema ordenado de referencia dominante que pretende otorgar un sentido homogéneo al mundo social para instaurar nuevas categorías acerca de la realidad indígena en Chile, lo que conlleva, desde una perspectiva hermenéutica y semiótica, una ultrasimplificación sígnica del conflicto intercultural como mecanismo productor de esquemas interpretativos capaces de facilitar al colectivo dominante la distinción entre el "Nosotros" y los "Otros".

Palabras claves: Interculturalidad / Teoría del Discurso / Hermenéutica / Semiótica

 

 

En la relación intercultural entre la sociedad chilena y el pueblo mapuche, es evidente la situación de conflicto constante que se presenta a partir del contacto entre ambas culturas. Este contacto dinámico permite la generación del discurso como una acción inherente a todo conflicto social de carácter intercultural y que tiene como finalidad, en una dimensión manifiesta, comunicar las propuestas y demandas propias de una negociación a los distintos grupos o personas involucradas.

En el mencionado fenómeno intercultural, es factible asumir que la naturaleza del lenguaje, entendida como cualquier forma de expresión humana contenedora de significados, permite la creación de mundos, es constituyente de una realidad determinada y genera pertenencia. Así, el discurso, entendido como el articulador de significaciones, tiene la función, por una parte, de expresar la lucha existente entre los sujetos de diversas culturas y, por otro lado, ser la esfera concreta donde se lleva a cabo el conflicto que, a su vez, permite a los respectivos entes emisores la construcción de una realidad social vinculada a las preconfiguraciones del mundo existente en toda persona o colectivo.

En vista de lo anterior, es posible afirmar que en el caso de los fenómenos interculturales, el discurso es una construcción comunicativa simbólica ya que está determinada por un sistema que posee una forma codificada y contenedora de preconfiguraciones del mundo. Asimismo, es importante indicar que el discurso es una producción social y forma parte de un proceso donde se interrelacionan diversos colectivos sociales para el intercambio/confrontación de sus realidades consolidadas a través de sus concepciones preexistentes como cultura.

Además, en el marco de la interculturalidad, entendida como la relación entre individuos de distintas culturas en un mismo espacio social (Alsina, 1999) y que producto de la difícil convivencia genera un conjunto de fenómenos sociales entre los que se identifica el intercambio de discursos, la hermenéutica permite concebir la interpretación de los textos existentes en el plano intercultural como parte del mundo que está constituido por un conjunto heredado de textos que anteceden y determinan nuestro conocimiento del mundo y del hombre. Esta descripción elemental para la hermenéutica se complementa con una noción de discurso que se asume como fundamental y que nos permite observar en el conflicto intercultural todo evento comunicativo simbólico, donde interactúan determinados actores sociales que poseen roles establecidos (hablantes y oyentes) y que se relacionan en una situación específica, a través de un acto comunicativo determinado por el contexto social, político y económico.

El discurso visto desde la lógica intercultural actúa como un proceso completo de interacción que incluye, además del texto, el proceso de producción del cual el texto es un producto y el proceso de interpretación del cual el texto es un recurso. Involucra también los llamados recursos de los miembros constituidos por los conocimientos acerca del lenguaje, las representaciones del mundo natural y social (Fairclough, 1995).

Por lo demás, desde la perspectiva de Gadamer (1997), en el fenómeno de la interculturalidad se tiene que desarrollar un proyectar constante para la comprensión de un texto, donde el intento trae consigo el error de las opiniones previas del todo que se generan ante la presencia de un texto y, por ende, la tarea hermenéutica tiene como objetivo iluminar las condiciones necesarias para la comprensión a través de ese justo medio aristotélico que es contrario a la comprensión por medio del prejuicio engendrado en el azar de las propias opiniones previas omitiendo el sentido del texto.

En relación con esto está también la idea central que nos permite entender que el discurso no tiene una coherencia propia sino que posee coherencia a partir de la asignación que le dan los propios usuarios del lenguaje (van Dijk, 1999) y, como lo señala Courtés (1995), el contenido de un discurso es interpretable únicamente bajo las reglas impuestas en el juego que se establece entre el enunciador y el enunciatario.

El discurso en el ámbito intercultural, lugar donde se relacionan actores sociales de diversas culturas, puede poseer una construcción gramatical inaceptable pero la coherencia discursiva no equivale a una ausencia de contradicciones, sino más bien a la capacidad que deben poseer los sujetos o colectivos para recibir como coherente un texto, es decir que en tales relaciones interculturales el intercambio de discursos y sus correcta lectura interpretativa debe apoyarse en la competencia textual de las instancias destinador y destinatario. En consecuencia, la denominada competencia textual es la capacidad de comprender y generar coherencia en un texto independientemente de su forma lingüística (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1993).

Lo anterior permite la comprensión del discurso como un sistema de representación, es decir que éste es una forma de representar el conocimiento de algo y, por lo tanto, la acción social de construir una realidad es propia del proceso discursivo donde el significado y las prácticas significativas se realizan. Además, es factible afirmar que el discurso es el reflejo de una lucha interna entre significados dominantes y dominados, entre las estrategias de construcción del sentido de los múltiples contenidos expuestos y las variadas interpretaciones que puede hacer el receptor al tomar como elemento referencial las propias experiencias. Así, la producción y distribución del discurso permite a las instituciones controlar el poder, entendido como un elemento que se considera productivo porque genera realidad y conocimiento.

En el caso de la observación directa de un fenómeno intercultural, se debe tener en cuenta que el discurso generado por medio de la acción social posee determinados elementos de significación que, a manera de efectos de sentido en los receptores, construye socialmente una realidad legitimada por los actores relevantes de una comunidad (Courtes, 1995).Y como consecuencia se puede apreciar, en el marco de los conflictos interculturales, que los textos funcionan dentro de una competencia textual, es decir que los discursos están sujetos a un mecanismo generador de coherencia para permitir su funcionamiento, en el proceso de las relaciones sociales, por medio de la construcción social de un fenómeno.

Pero no debemos olvidar que la competencia textual, dentro de la acción interpretativa de los discursos presentes en los conflictos interculturales, está relacionada intrínsecamente con la competencia intertextual de todo lector que hace uso -consciente o inconsciente – de experiencias pasadas y de otros textos a la hora de enfrentarse a un nuevo texto (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1993). Por ende, esta capacidad complementaria de hipercodificar establece los límites dentro de los cuales es posible atribuir coherencia a un discurso intercultural.

Ahora, si tomamos el enfoque que asume Gadamer (1997), es factible comprender que en el caso de un discurso producido en un conflicto intercultural se debe estar dispuesto a dejarse decir algo por el discurso y para tal acción es necesario, en el proceso de comprensión, la presencia de una conciencia hermenéutica capaz de manifestarse receptiva para la alteridad del texto, lo que permite llevar a cabo la defensa del sentido razonable del texto y evitar toda imposición prejuiciosa que atente contra el quehacer hermenéutico.

Desde la hermenéutica, es posible desarrollar una relación directa con el discurso que se genera en las relaciones interculturales y entender que la denominada cuestión hermenéutica se sustenta en la existencia de una conciencia histórica que implica el hacer consciente los propios prejuicios a través del estímulo que se gesta del encuentro con la tradición y que lo guían en la comprensión del fenómeno. Por ende, la experiencia hermenéutica, según las palabras de Gadamer (1998: 218): "no consiste en que algo esté afuera y tienda a entrar dentro, sino más bien al hecho de ser captado por algo y justamente en virtud de lo que nos capta y posee, estamos abiertos a lo nuevo, a lo distinto, a lo verdadero".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las figuras nos muestran dos procesos complementarios en todo quehacer hermenéutico, donde se puede observar (fig.A) la función del intérprete (I) que en virtud de la comprensión debe ejecutar un proyectar (P) constante sobre el texto (T) para lograr que éste emita una primera unidad de sentido (S) que – desde una lógica de un reproyectar continuo - debe ser confirmada en el texto como mecanismo hermenéutico capaz de validar el ejercicio de interpretación y comprensión donde se busca establecer una adecuada unidad de sentido (S). La comprensión, a modo de proceso cíclico (fig.1), permite entender que el trabajo de reflexión hermenéutica (fig.B) posee una génesis donde los conceptos previos del intérprete que se producen en la dinámica entre el marco referencial (R), expectativas específicas (E) y la unidad de sentido inicial (S) que se proyecta (P), sustentado en la idea de Gadamer sobre el hecho de ser captado por algo, siempre serán reemplazados por otros más idóneos a modo de contrarrestar lo que en el hacer hermenéutico denominados como plano ambiguo. En este plano es donde ejerce su fuerza distractora la arbitrariedad de las ideas personales que impiden una comprensión correcta del texto y, a su vez, es el espacio donde el intérprete – consciente o inconsciente - no identifica el código correcto (C) y el contexto transversal en la comunicación.

En consecuencia, la hermenéutica aplicada en el discurso que se genera en el ámbito intercultural, corresponde al proceso de comprensión e interpretación de todo quehacer humano, donde los actos de explicación, traducción e interpretación estarán, intrínsecamente, vinculados a la acción de comprender el sentido de un texto para otro, en el marco de una situación dialógica que se entiende como la relación entre dos o más sujetos que, a partir de los postulados de Gadamer (1998), se constituyen en una fusión de horizontes, es decir, del sentido que produce el intérprete y, por su parte, el sentido del cual es portador el texto, o mejor dicho el otro que se expresa en el ejercicio hermenéutico.

El conflicto intercultural bajo el prisma de la hermenéutica y la semiótica.

El análisis hermenéutico y semiótico del discurso que se circunscribe al fenómeno de la interacción social existente en las relaciones conflictivas entre el pueblo mapuche y los miembros de la sociedad chilena que no pertenecen al mencionado grupo étnico, permite abordar la noción de discurso como una producción social que forma parte de un proceso donde se interrelacionan diversos grupos sociales para el intercambio/confrontación de sus realidades consolidadas a través de las concepciones preexistentes como cultura.

Como tal, la hermenéutica en comunión con la semiótica, permiten al investigador observar el discurso como acción social ejecutada por los grupos de poder para llevar a cabo una descontextualización de los acontecimientos que se enmarcan en el conflicto intercultural, como paso previo a la resemantización discursiva por medio de la aplicación e imposición de códigos en una comunidad interpretativa, lo que, posiblemente, permitiría la disminución de los procesos de significación polisémicos en el marco de una interpretación estocástica como producto de una multiplicidad de alternativas a nivel pragmático en el ámbito del discurso público.

Además, los aportes teóricos que se generan a partir de esta sinergia interdisciplinaria repercuten en una comprensión del fenómeno desde la lógica del "Otro" en relación con el orden cultural dominante y la perspectiva que se asume en el presente artículo, logra darnos una aproximación descriptiva para la evaluación de los variados eventos y discursos constituyentes del conflicto intercultural que son vistos como problemas sociales capaces de desfragmentar el campo de significación colectivo para institucionalizar un sentido común sobre la base de códigos dominantes pero no compartidos por los miembros de la cultura minoritaria.

Por lo tanto, es posible observar que en esta relación intercultural se producen una gran cantidad de discursos por parte de las autoridades del gobierno y de los diversos actores políticos de relevancia nacional que representan a la sociedad mayoritaria y por las nuevas generaciones de líderes mapuches que han gestado un nuevo ciclo reivindicativo de este pueblo, a partir del cambio en las relaciones con los poderes y miembros del Estado de Chile.

Por consiguiente, es factible observar que el discurso para la prensa y el discurso político, como tipos de discursos que conforman el discurso público, se generan dentro del marco de categorías ajenas a la cultura indígena, lo que conlleva a la constante interacción textual de carácter conflictiva con los discursos que surgen desde el colectivo dominante.

Sin duda, el conflicto intercultural existente entre los mapuches y la sociedad chilena ha desencadenado una serie de acciones sociales que se enmarcan dentro del sistema político, económico y social del país. Así, los discursos que corresponden a la cultura minoritaria y que son producidos por las organizaciones mapuches, buscan plasmar sus demandas ancestrales, como es el caso del derecho a las tierras, reafirmar su identidad como pueblo indígena y dar a conocer a la opinión pública su descontento por la marginación a la que han sido sometidos por la sociedad mayoritaria.

Sin embargo, debemos tener absoluta claridad que el discurso generado en las relaciones interculturales no está únicamente constituido por un conjunto determinado de proposiciones que se sustentan en abstracciones complejas de sentido sino que, además, éste se conforma a partir de una secuencia – a modo de efecto dominó - de acciones civiles en el marco de la interacción discursiva generada tanto por el sujeto como por el colectivo de ambos círculos sociales. Es decir, que sobre la base de las relaciones conflictivas entre diversas culturales, hay un inevitable contacto a través del mutuo afectarse.

Asimismo, al observar la interacción textual que se produce en el conflicto intercultural entre la sociedad chilena y el pueblo mapuche, se puede identificar la presencia mayoritaria de elementos propios de la cultura dominante en los respectivos discursos, lo que tiene por finalidad poner de manifiesto la acción inherente de los grupos de poder a partir de los significados subyacentes en todo discurso intercultural y que dan cuenta del control aplicado por el sistema político-económico dominante, donde la figura "activo-consensuador" de los agentes políticos y mediáticos de la sociedad mayoritaria buscan definir un marco referencial óptimo para la acción comunicativa intercultural. Al mismo tiempo, los discursos tanto políticos como mediáticos traen como consecuencia la producción de una otredad que se entiende como el "activo-subversivo" que jamás – desde la lógica del discurso público dominante – podrá ser imaginado desde un punto de referencia histórico-trascendental sino mas bien mediático-simulado, lo que fortalece la discriminación de toda cultura-indígena y justifica el accionar de los agentes dominantes para dar paso a un proceso de asimilación cultural por medio de políticas públicas descontextualizadas a partir de una falta de entendimiento sobre los elementos que forman parte de las diversas comunidades indígenas.

Lo anterior, nos permite establecer - desde una perspectiva tanto hermenéutica como semiótica - que en el marco de las relaciones discursivas interculturales, la representación del mundo indígena, particularmente del pueblo mapuche, ha sido construida sobre la base de elementos de significación discriminatorios que producen una representación textual de intolerancia acerca del movimiento indígena que es vinculado con implicaciones de carácter negativo para el desarrollo del país y donde las manifestaciones públicas de diversa índole, llevadas a cabo por un sujeto o colectivo que representa a la cultura mapuche, se clasifican como delitos que atentan contra el orden socioeconómico establecido para el bienestar del pueblo chileno.

De este modo, las representaciones discursivas, centradas en la diversidad, gestan un sistema ordenado de referencia dominante que pretende otorgar un sentido homogéneo al mundo social para instaurar nuevas categorías acerca de la realidad indígena en Chile, lo que conlleva, desde una perspectiva hermenéutica y semiótica, una ultrasimplificación sígnica del conflicto intercultural como mecanismo productor de esquemas interpretativos capaces de facilitar al colectivo dominante la distinción entre el "Nosotros" y los "Otros".

Por ello, es factible observar en los discursos políticos y mediáticos producidos por el colectivo dominante que la representación del mundo indígena se desarrolla por medio de sistemas semióticos capaces de construir una imagen sígnica distorsionada de la realidad donde la dimensión ultrasimplificadora de la representación social impone – desde las ideas planteadas por Lefenbvre (1983) - la presencia identitaria incorrecta en ausencia del objeto que se advierte. Esto quiere decir, que el discurso sobre el conflicto indígena asienta su mímesis o representación del Otro sobre la justificación histórica transcendental que se vincula con el sentido que se adscribe a las relaciones triádicas entre progreso-desarrollo-nación versus diversidad-diferencia-indígena.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El vínculo indicado presenta una oposición enraizada en lo que Barthes (1997) describe como los niveles de significación que se enmarcan en los diversos contextos donde interactúan los colectivos de cada cultura, por ende un signo presente en el acto comunicativo intercultural puede constituirse en el significante de un nuevo signo derivado del primer nivel de significación en la medida en que significa algo (significado), sobre algo (referente) de alguien (emisor) y para alguien (destinatario).

Este fenómeno que ha sido estudiado durante años en el campo de la semiótica y en unión con las ideas planteadas por Gadamer y Lotman, nos permitirá comprender que en los discursos emitidos por la sociedad mayoritaria en el marco del conflicto intercultural, no se contempla una preocupación evidente por los códigos culturales inherentes a toda acción comunicativa, lo que trae como consecuencia una deformación del texto en el plano del contenido a la hora de ser interpretado por un receptor incapaz de identificar la presencia de una determinada "memoria común"(Lotman, 1996). En este sentido, al tomar nociones hermenéuticas y semióticas para establecer un marco de comprensión, es posible desarrollar una relación directa con la idea de discurso que se genera en toda relación intercultural y entender que el denominado acontecimiento sígnico se sustenta en la existencia de una conciencia histórica múltiple que implica el hacer consciente los propios prejuicios y estereotipos a través del contacto que se gesta por medio del diálogo entre los "Otros" y "Nosotros". Por ende, la acción hermenéutica en conjunto con la semiótica, nos ayudan a identificar aquellos patrones de lectura dominantes que son establecidos por la sociedad en pro de un orden institucionalizado que legitima las decisiones políticas y prácticas discursivas de las elites como mecanismo coercitivo textual que oprime el nivel connotativo del discurso por medio de la ideología que desarma y fija una nueva significación a los signos organizados en el cuerpo del discurso que fortalece el conjunto organizado de creencias compartidas en una comunidad por la complementariedad intertextual que existe con el discurso público dominante.

Ahora, la ideología que modifica el discurso público en el ámbito intercultural tiene la facultad de categorizar al colectivo indígena sobre la base de creencias compartidas socioculturalmente en los grupos dominantes, lo que genera que todas las acciones civiles que ejecutan los actores legitimados por las comunidades indígenas sean vistas como un acto subversivo asociado a eventos terroristas que atentan contra el Estado de Derecho responsable de la convivencia armónica entre personas civilizadas y, por el contrario, se excluye toda referencia a la manifestación étnica como una respuesta socialmente aceptada por la lógica del funcionamiento democrático contra la discriminación, falta de participación ciudadana, ausencia de representación política, aumento de la pobreza, inexistencia de reconocimiento cultural y, por sobre todo, ausencia de políticas públicas claras en torno a la integración con equidad que sea contraria a la imposición de una asimilación cultural, usurpación de sus bienes simbólicos y desigualdad en sus derechos ciudadanos.

De esta manera, es factible considerar al discurso público dominante como legitimador de ideologías hegemónicas, ya que instaura normas y valores para cada grupo social. Pero, a su vez contempla un proceso complementario donde la legitimación de "Nosotros" busca deslegitimar a los "Otros", es decir, que en el conflicto intercultural ésta se considera como una estrategia discursiva utilizada por los grupos de poder para producir un deterioro social de las demás ideologías presente en el campo de la diversidad.

Además, el discurso que producen las instituciones dominantes tiende, en la mayoría de los casos y de manera sutil, a ejercer una deslegitimación que se fortalece con la acción de los medios de comunicación que difunden las normas y los valores considerados correctos y cierran los espacios de cobertura mediática para las opiniones de los grupos que se desvían de las normas hegemónicas, produciéndose una homogeneidad significativa de unidades de sentido que promueven la invisibilidad de la diferencia como elemento clave en el proceso de exclusión ciudadana (Hopenhayn, 2005).

Lo anterior, tiene directa relación con el fenómeno identificado por Hopenhayn como "Negación del Otro":

"El excluido de todos los beneficios de la modernidad ha sido por mucho tiempo el privado de los derechos ciudadanos. El blanco – primero conquistador, luego colonizador, luego patrón de fundo o dirigente republicano – estableció la diferencia y, al mismo tiempo, la jerarquía en la diferencia. Convertido en juez y parte, dispuso una jerarquía de derechos que por mucho tiempo estuvo correlacionado con el color de la piel, el género, los códigos culturales y al propiedad sobre el trabajo y el capital" (2005: 241) .

Entramos así en la comprensión de una modernidad dependiente de los centro de poder y en consecuencia construida sobre el margen, donde se observa que el sistema social y cultural de los sujetos o colectivos que interactúan discursivamente se organiza sobre la base de un sistema de significaciones que se genera a partir de las experiencias individuales o grupales, como consecuencia del proceso comunicativo presente en el intercambio de múltiples discursos insertos en el plano sociocultural. Por lo tanto, se reafirma que el lenguaje es un instrumento que los individuos utilizan para representar los significados por medio del acto comunicativo y, al tomar en cuenta estos significados, se constituye el plano del contenido conformador de los discursos.

Sin embargo, el discurso público en el marco de la situación mapuche en Chile, no busca la codificación del texto para que el sentido sea captado e interpretado correctamente por el "Otro", sino más bien utiliza códigos dominantes como mecanismo para llenar de un sentido favorable las ideas que se expresan en el campo del conflicto intercultural y, de esta manera, el codificador quiere reforzar el alcance explicatorio, la credibilidad y efectividad del sentido que está tratando de dar a los acontecimientos para ganar el consentimiento del receptor y evitar que el sujeto-decodificador ejerza su propia modalidad de interpretar – quizás - desfavorablemente el discurso (Hall, 1981).

Así el discurso debe visualizarse como un intercambio social de sentido entre sujetos y colectivos que se relacionan a partir de conflictos interculturales desencadenados por la diferencia, resistencia, apropiación e imposición de elementos culturales ajenos al colectivo dominado (Bonfill, 1989). Por lo que es factible asumir que el discurso es usado, en el caso de las relaciones interculturales, como acción persuasiva en la interacción discursiva entre los individuos o grupos que tienen diferentes marcos de referencia o experiencias de vida.

Tras esta observación en el marco de los diversos estudios realizados en el campo de la interculturalidad, es importante recalcar que la comunicación intercultural no busca explicar una cultura o de comparar dos culturas, sino que trata de analizar el proceso de comunicación entre personas pertenecientes a culturas distintas y es probable que en este escenario se den contextos de recepción dispares que no tengan relación con el contexto de producción del mensaje. Debido a ello la interculturalidad precisa abordarse desde una perspectiva tanto hermenéutica como semiótica que busque comprender la lógica funcional de cada cultura a partir de su propio universo simbólico y en relación con "Otros".

En consecuencia, el problema que surge en las relaciones interculturales no es que los sujetos al interactuar hagan un uso del discurso, sino que simplemente las lógicas de poder en el marco de la construcción de discursos y la interpretación que se lleva a cabo, se hace a partir de otros criterios vinculados a fenómenos como el etnocentrismo, racismo, discriminación, estereotipos negativos y exclusión social del "Otro".

Por consiguiente, a partir de las ideas expuestas se apela por una aproximación al conflicto intercultural a partir de los lineamientos teóricos propuestos por la hermenéutica y la semiótica, a modo de entender el conflicto asimétrico que se visualiza con mayor fuerza entre la sociedad chilena y el pueblo mapuche. De esta manera, los avances teóricos y prácticos en materia de estudios interculturales, permitirán generar un proceso unitario de comprensión, interpretación y aplicación, que asienta el entendimiento de los textos a modo de evidenciar las representaciones negativas que los diversos discursos dominantes proyectan y, a diferencia de los supuestos engendrados por la cultura dominante, tomar al lenguaje y el contexto como una condición previa en la creación de un texto que se centra en la perspectiva de la alteridad y del texto mismo, como un elemento que intercede en el proceso de comprensión.

1)Periodista, Licenciado en Comunicación Social y Magíster en Ciencias de la Comunicación.

Becario de la Fundación Volcán Calbuco / Programa de Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina. Mención Ciencia Política.

Secretario Académico, Coordinador de Tesis e Investigación y Docente de la Carrera de Periodismo. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad San Sebastián. Concepción, Chile.

 

 

Bibliografía

Barthes, R. (1997). Mitologías. Madrid: Siglo Veintiuno.

Bonfill, G. (1989). La teoría del control cultural en el estudio de procesos étnicos. Arisana, Nº 10, Caracas, Venezuela.

Courtés, J. (1995). Análisis semiótico del discurso. Madrid: Gredos.

Fairclough, N. (1995). Critical discouse análisis. The critical study of language. Londres: Longman.

Gadamer, H. (1997). Verdad y Método I. Salamanca: Ediciones Sígueme.

Gadamer, H. (1998). Verdad y Método II. Salamanca: Ediciones Sígueme.

Hall, S (1981). La cultura, los medios de comunicación y el efecto ideológico. En Curran, J (ed.), Sociedad y comunicación de masas. México: Fondo de Cultura Económica.

Hopenhayn, M. (2005). América Latina desigual y descentrada. Buenos Aires: Norma.

Lefenbvre, H. (1983). La presencia y la ausencia. Contribución a la teoría de las representaciones. México: Fondo de Cultura Económica.

Lotman, I. (1996). La semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. Madrid: Cátedra.

Lozano, J, Peña-Marín, C y Abril, G. (1993). Análisis del discurso: Hacia una semiótica de la interacción textual. Madrid: Cátedra.

Ricoeur, P. (2003). Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. Madrid: Siglo Veintiuno.

Rodrigo, M. (1999). Comunicación Intercultural. Barcelona: Anthropos.

Van Dijk, T. A. (1999). Ideología: Un enfoque multidisciplinario. Barcelona: Gedisa.


Regresar Sincronía Verano 2007

Regresar Sincronía Pagina Principal