Sincronía Summer 2011



El jarabe, expresión popular del periodo revolucionario (1913).

Guadalupe Mejía Núñez

Universidad de Guadalajara

 







Esta creación española que vino a ser la capital de Nueva España siempre es vista y valorada en función de criterios puramente europeos. No se trata ahora de procurar verla a través de una mirada que no fuera occidental, sino más bien intentar descubrir lo que en ella podría no serlo, partiendo ya no de las referencias tradicionales sino de las que son más específicamente indígenas u otras.1



El presente texto pictórico, objeto de nuestro estudio se titula “El jarabe” realizado en 1913 por el pintor mexicano Saturnino Herrán,2 quien inició con la temática de lo nacional en el ámbito pictórico:


Saturnino Herrán recogió por esos años el viejo y ahora renovado ideal de una pintura mexicana que representara las aspiraciones y el carácter nacionales. De alguna manera estaba claro que el péndulo regresaba y México volvía a tratar de entenderse así mismo como diferente y no como igual a Europa; el ideal estaría en lo propio y no en el reflejo del viejo mundo. 3


Fue en esta búsqueda que Herrán pintó el jarabe. El año en que está fechada esta pintura, es la época en que el músico mexicano José Martínez publicó su composición “el jarabe”, obra escrita en base a fragmentos de la música regional del estado de Jalisco.

los compositores de la época, acordes con la problemática que vivía el país, en su inestabilidad política buscaron la referencia musical de sus composiciones en la música de corte popular, la música del jarabe se escribió en pleno periodo de lucha armada (1913), año en que México vivía su Decena Trágica con los asesinatos del presidente Francisco I Madero y del vicepresidente Pino Suárez.

En lo concerniente al término jarabe, éste viene del árabe “Xarab” y significa mezcla, en su doble acepción, el término jarabe hace alusión a una mixtura de productos herbolarios con fines curativos, o bien, a la amalgama de fragmentos musicales que articulados forman una melodía de carácter popular,4 de ahí que el término se utilizara para hacer referencia a un compuesto de carácter popular musical.


Retomando la descripción pictórica del “jarabe”, nos encontramos con una pareja de bailarines, sobre un lienzo de construcción vertical, pintado al óleo, en medidas de 1.61x 84 cms.5

En un primer plano, se aprecia la figura de una mujer mestiza; en segundo nivel se ubica el varón con características de un hispano; detrás de él, dos músicos de rasgos indígenas, así como un sarape en tonalidades beige con rojo vienen a complementar el escenario pictórico, Al fondo: viviendas de construcción rural y las montañas del paisaje mexicano.

La significación del texto se genera en la medida en que sus elementos integrantes organizan sus relaciones; así observamos que la ejecución del baile forma parte del conjunto escenográfico; la posición de la mujer mestiza en 3/4, le otorga autonomía con respecto al conjunto iconográfico, mientras su desplazamiento al frente, en actitud de singular donaire, cautiva la mirada del espectador.

Por lo que respecta al varón, hombre de características hispanas, su posición del tronco inclinado hacia delante, la cadera desplazada hacia atrás y la mirada en declive vienen a denotar una postura corporal de timidez e inferioridad, ante la posición erguida y altiva de la joven mestiza, Adriana Zapett, estudiosa de la pintura de Herrán lo define como un varón de corte hispano menos definido que su compañera:


El jarabe es una obra de gran fuerza en las pinceladas que ponen de relieve el carácter dominante e impetuoso de la mujer de pueblo al bailar una danza típica, mientras su acompañante de corte hispano aparece menos definido.6



Es evidente que en la obra pictórica se incorporan elementos de influencia española al tema de lo nacional, sobre el origen del “jarabe” mucho se ha especulado, ciertamente se dice tener sus antecedentes en el “jarabe gatuno” de la España del siglo XV, quien a su vez recibió influencia de las danzas africanas y cuando llegó a México durante el periodo colonial, adquirió matices propios de las danzas indígenas; así observamos a la joven mestiza bailar descalza, llevar el cabello trenzado, usar faldón, blusa blanca y un rebozo entre sus brazos, características todas ellas que la identifican con la vestimenta de las mujeres del pueblo.

El varón por su parte, representa lo hispano, se trata de un criollo, al cual identificamos por la boina y el chaleco. Las chaparreras que lleva sobre su pantalón eran propias de los hombres (caporales) que montaban a caballo para realizar el trabajo en las haciendas, durante ese periodo, el criollo (hijo de españoles nacido en tierras mexicanas) vivía un proceso de aclimatación en la región donde había nacido. Roberto Heredia Correa en su libro “albores de nuestra identidad nacional” señala como el término nostratum implicaba para el criollo “…ya no solo la adhesión a un territorio y a unas tradiciones comunes con los grupos indígenas, sino la incorporación –o, más exactamente- la apropiación del pasado indígena como parte de su historia.”7

Herrán no solamente pinta una mujer del pueblo, su ubicación en un primer plano, pondera la imagen femenina, como metáfora de la nación mexicana. Asimismo, su representación se articula con la imagen de una nueva Eva con características propias del mestizaje, al respecto Roger Bartra señala:


La idea de las dos Evas, la pecadora y la virtuosa, es antigua en la cultura mexicana; fue desde el siglo XVII una de las matrices dialécticas ligadas a la configuración de un espacio mexicano diferente al español; la nueva España debía ser el nuevo paraíso en donde una nueva Eva pariese sin pecado a la nación criolla. esa mujer comenzó siendo pues, criolla: tal vez para lavar los pecados de su antecesora india.8



Y con respecto a la figura masculina, Bartra descrive la postura del varón inclinado:


En nuestro edén subvertido –habitado ya por un Adán agachado- hacia falta una Eva mexicana. las materias primas para su creación ya existían, desde el siglo XVI pero no es sino después de la independencia que se inicia una catálisis tierna y violada, protectora y lúbrica, dulce y traidora, virgen maternal y hembra babilónica.9



Efectivamente, la representación que Herrán hace del jarabe en 1913, responde a las características de un “Adan agachado” así como a la creación de una “Eva mexicana” que reúne características de una “virgen maternal y hembra babilónica.” A partir de entonces, México trabajó en la construcción de un modelo femenino en el que se hacía evidente la imagen de la femme fatal:10 atractiva, exuberante, misteriosa y amenazante; atributos que venían a romper con el imaginario colectivo de la mujer tradicional: tierna, sumisa, y abnegada.

La inestabilidad social por la que atravesaba el país, traía consigo la ruptura de los roles tradicionales, México requería de un modelo femenino: fuerte, trabajadora, madre y compañera del hombre.

En el texto pictórico, las connotaciones icónicas pretenden darnos la visión de un conjunto, en el que se hace evidente la representación de un bailable popular, así Herrán propone a través de la protagonista, la imagen de un estereotipo que viene a funcionar en el texto, como eje integrador de los diversos elementos icónicos.

La pintura expresa una visión de nación que se anticipa a lo que vendría a proponerse durante la década de los veintes con el proyecto de José Vasconcelos en apoyo a la creación de un arte mexicano.

Observamos por consiguiente, un mayor peso de lo nacional sobre lo hispano, lo cual se transcribe como el periodo revolucionario que vive México y cuyo arte reivindica en una búsqueda por lo propio, en donde se hace evidente la presencia de un sincretismo cultural.

Desde esta perspectiva, el modelo pictórico establece una cohesión en torno a diversas expresiones artísticas (música, baile, pintura, literatura) todas ellas constituidas a partir de un activo mestizaje, cuya protagonista viene a ser la representación de una joven nación mestiza, como producto de identidad nacional.


Por lo que respecta al espacio de la representación bailable, se hacen evidentes los movimientos de pies y mímica que constituyen esta danza, en ellos están implícitos: galantería (por parte del hombre) y la coquetería femenina.

las secuencias iniciales que anteceden a un ritardando musical, viene a ser, en la representación coreográfica, el momento en que el varón corteja a la mujer en un espacio reducido y circular.

Durante el aplazamiento del tiempo musical, se llega al momento climático del baile, cuando el varón pasa su pierna sobre la cabeza de la mujer (ella por su parte, se inclina para que el pueda abarcarla).

A partir de ese momento, hay una aceptación y ambos bailan entrelazados por los brazos, alrededor del sombrero.

El baile concluye cuando el varón levanta el sombrero del suelo para ocultar parcialmente sus rostros mientras la besa.

La música del Jarabe Juan S. Garrido en su historia de la música popular señala que en 1919 se publicó el primer arreglo para orquesta del jarabe tapatío que viene a ser el jarabe nacional cuya conformación definitiva se la dio el director de bandas militares Miguel Ríos Toledano así como el compositor José de Jesús Martínez quienes fueron ligando los distintos sones que componen esta danza popular y le fueron dando la continuidad que actualmente tiene.

Poco después, llego a México la bailarina rusa Ana Pavlova11 a quien le gusto la ejecución del baile folklórico, lo aprendió e hizo una coreografía para el jarabe nacional en donde las bailarines visten de China poblana y los varones de charro.

La música del jarabe ha prevalecido desde entonces, Durante varios años se acompañó de estrofas cantadas, mismas que aumentaron o disminuyeron según el entusiasmo y aceptación del público, algunas de ellas se han conservado en la tradición oral, y vienen a reafirmar el origen y la tradición de este baile: 12


En Jalisco se baila el jarabe

como nadie lo sabe bailar

al compás de guitarras y bajos

el jarabe se va a zapatear.


Por ahí viene mi suegra enojada

con un palo queriéndome dar

a que diantre de vieja malvada

el chamuco se la ha de llevar.


Si quieres vámonos para Tepic

si quieres vámonos te llevare

para ver a esa mujer

que sabe bailar muy bien.


Si quieres bailar también

entonces vámonos te llevare.


Vamos a tomar atole

todos los que van pasando

que si el atole esta bueno

la atolera está cantando.


Vamos a tomar atole

todos los que van pasando

que si el atole esta bueno

el atole va a escasear



Y bien que te lo decía

y no me querías creer

nomás sales a la calle

y te vuelves a caer.


El palomo y la paloma

se fueron los dos a misa

la paloma reza y reza

y el palomo risa y risa


Da la vuelta y vámonos.



Otras de las estrofas que acompañaron a este baile y se repitieron entre los niños que jugaban y bailaban con este baile decían:

Yo pinté un águila y se me borro

  yo pinte un águila y se me borró

con la esperanza sí, sí

con la esperanza no, no

con la esperanza de casarme yo. 


Ya porque me ves con gorro piensas que no valgo nada

tengo mis cincuenta duros y mi gorra apachurrada.


Yo pinté un águila y se me borró

yo pinté una águila y se me borró...

con la esperanza sí, sí

con la esperanza no, no

con la esperanza de casarme yo.13 


Con el paso de los años, la letra fue perdiendo importancia y sólo prevaleció la música. A partir de la Revolución surgió en México una conciencia por lo nacional, Herrán en su interpretación pictórica captó una danza que se bailaba entre la gente del pueblo. A partir de entonces, se le ha identificado como jarabe nacional o jarabe tapatío, Pero fue durante la década de los veintes cuando el baile adquirió popularidad y constituyó un arquetipo de la música mexicana, es por ello que López Velarde en su poema Suave Patria califico a los mexicanos de “raza de bailadores de jarabe” y lo popular se asumió entonces, como inspiración de una estética nacionalista.

María Guadalupe Mejía Núñez

Departamento de Letras CUCSH

Universidad de Guadalajara.





Bibliografía


Bartra, Roger, La jaula de las melancolías, Grijalvo, México, 1987.

Bornay Erika, Las hijas de Lilith, Edit. Catedra, Madrid, España, 1998.

Carrión, Jorge, Mito y Magia del mexicano, Edit. Nuestro Tiempo, México, 1978.

Emerich, Luis Carlos, Las Edades de Saturnino Herrán. Editorial del Gobierno del Estado de Aguascalientes, Aguascalientes, 2007.

Garrido, Juan S, Historia de la música popular. Edit. Extemporáneos (2ª edición), México, 1981.

Granados Roldán, Otto, “El nacionalismo mexicano: una reflexión” en Saturnino Herran, jornadas de Homenaje. UNAM, México, 1989, pp 159-167.

Günther Rebel, El lenguaje Corporal, Edit EDAF SA. España,2004.

Heredia Correa, Roberto, Albores de nuestra identidad nacional. UNAM, México, 1991.

Manrique, Jorge Alberto, “el proceso de las artes en México de 1910 a 1970” en Historia general de México, T.4, El Colegio de México, México, 1976.

Pérez Montfort, Ricardo, Expresiones populares y estereotipos culturales en México, siglos XIX y XX. Publicaciones de la Casa Chata. CIESAS, México, 2007.

Rebel, Günther, El Lenguaje Corporal, traducción del alemán por Eduardo Knör. EDAF, España, 2004.

Solange, Alberro, Del Gachupín al Criollo O de cómo los españoles de México dejaron de serlo. El Colegio de México, México, 2006.

Zapett, Adriana, Saturnino Herrán, Ediciones de Arte, INBA, México, 2002.


1Alberro Solange, Del Gachupín al Criollo o de cómo los españoles de México dejaron de serlo. El Colegio de México, México, 2006. P.155.

2 Pintor mexicano, originario de Aguascalientes 1887 y murió en la ciudad de México en 1918. Inicialmente su pintura siguió el modelo de pintores españoles como Zulluaga, Chicharro y otrs más. A partir de 1908 su pintura se concreto a temas del México prehispánico, colonial, popular y criollo.

3 Jorge Alberto Manrique “el proceso de las artes en México de 1910 a 1970” en Historia general de México, T.4 Ediciones del Colegio de México, México 1976.

4 Diccionario del Español de México, editado por el COLMEX., México, 2004.

5 El cuadro original se encuentra en El Museo Regional de Aguascalientes, al igual que la mayoría de sus obras.

6 Adriana Zapett: Saturnino Herrán, Ediciones de Arte, INBA, México, 2000

7 Roberto Heredia Correa, Albores de nuestra identidad nacional, Edit UNAM. México,1991 p.124

8 Roger Bartra, la jaula de las melancolías, edit. Grijalbo, México, 1987, pp. 179-180

9 Ibidem, p.180

10 El término de Femme fatale fue adoptado por el historiador de arte Patrick Bade en 1979 para un trabajo que realizó sobre en artes visuales sobre ese arquetipo femenino cit en Erika Bornay, “Las hijas de Lilith”, ensayos Arte Catedra, Madrid, Españan,1998 , p. 18.

11 bailarina rusa que residió en México, hacia 1919 incluyó en sus presentaciones el baile del jarabe tapatío con el traje regional de la china poblana. El arreglo instrumental fue escrito por Felipe Alonso. El baile adquirió entonces una

12 En la tradición oral han circulado deiversas estrofas que acompañaban al jarabe, entre ellas están las anteriormente mencionadas.

13 Estrofas recordadas en la memoria colectiva de quienes lo bailaron en su infancia.


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