Los valores académicos
Raúl Mercado Pérez
Nuestra sociedad está cada vez más enfocada a
sobrevalorar los bienes materiales en demérito de lo que caracteriza al ser
humano, que es el actuar conciente y libre en sociedad valorando las
consecuencias de sus actos.
Toda acción para ser valorada, requiere estar
desarrollada en un ambiente de libertad, en la que el individuo realiza una
disertación mental para tomar una decisión y hacer una elección entre las
opciones presentadas y las posibles consecuencias de sus actos (Savater, 2005).
Si bien, en nuestro medio se destacan explícitamente
los actos moralmente buenos para la sana convivencia de una sociedad, en la práctica y cada vez con mayor
frecuencia, se desarrollan actividades que se contradicen entre sí, pues
verbalmente se fomenta la cordialidad, pero en aras del desarrollo de la
economía, el poder o de otro tipo de justificantes, se implementan acciones
reprobables (guerra, saqueo, desprestigio, falta de respeto, injusticia,
autoritarismo, etcétera).
Estas anómalas situaciones han permeado todas las
esferas de la vida humana, llegando a áreas a las que tradicionalmente se
consideraban ajenas a ello: filosofía, sociología, religión y muchas otras más.
Asimismo, la familia, ámbito de transparencia y cordialidad, ya es objeto de
este tipo de afecciones. La vida académica y profesional no es la excepción,
pues en ella se manejan diversos intereses que modifican la esencia de su
desarrollo ético.
En la escuela, así como en muchas otras
organizaciones, se han presentado vicios entre profesores y alumnos que desmerecen
el sentido de su labor y preparan a los futuros profesionistas para el
ejercicio viciado de sus actividades, mismos que pudieran ser loables,
contaminando lo que está a su alrededor. Se entiende que estos actores son
también el reflejo de lo que está ocurriendo en diversas células sociales y
representan en su ámbito laboral lo que piensan respecto a los valores. Ante
esta situación y de no actuar pronta y
atinadamente para hacer conciencia y aminorar esta anomia social, se generarán
situaciones aún más caóticas.
El tema de los valores ha despertado mucho interés en
los últimos años (Wuest, 1997), debido en parte, a la denominada crisis de
valores de las nuevas generaciones[i].
Muchas han sido las aseveraciones hechas respecto a querer explicar los motivos
de por qué ha surgido esta situación: se dice que por descuido de la educación
en las familias; incorporación de las madres al trabajo fuera de casa;
exacerbación de la competencia y el consumismo como práctica cotidiana; medios
de comunicación como delineadores de las conductas; entre muchos otros. Lo
cierto es que el fenómeno es multifactorial y como tal debe de ser tratado
desde distintas disciplinas y enfoques.
Las instituciones han entrado en constantes cambios
debido a la también cambiante realidad en que están inmersas. Entre ellas, la
educación no ha podido excluirse de esta transformación constante. La
globalización económica y cultural ha replanteado muchos de los esquemas a los
que hemos estado acostumbrados, llegando a rebasarnos en innumerables
situaciones al no encontrar respuesta adecuada a sus efectos.
La educación ha sido uno de los ámbitos más endebles
generados por estos cambios. Los resultados obtenidos no han sido los mejores a
causa de la enturbiada realidad que confronta nuestra cultura con la diversidad
mundial. Así, lo que antes valía o era importante, ahora lo resaltamos; lo que
frecuentemente era cercano a nosotros, ahora ya no lo es y viceversa. La
velocidad de los cambios es extremadamente rápida y sin una respuesta adecuada,
seguramente lo que sigue es un mayor caos.
La educación debe incluir el desarrollo de las
facultades físicas, intelectuales y sobre todo valores morales del educando, de
forma que actúe siempre con actitudes y conductas positivas ante la vida, a
pesar de una realidad tan cambiante y adversa a su formación. Así debe incluir
un conjunto actividades que comprendan valores enfocados a la formación
integral. El periodo escolar es la época más importante en el desarrollo de la
personalidad humana. Si la institución escolar quiere educar para la vida, no
puede dejar de lado ni improvisar la educación sobre los valores.
Muchas organizaciones tienen una estructura
verticalista: el proceso educativo está centrado en el maestro, y la toma de
decisiones se efectúa a partir del cuerpo directivo. Es posible que en
determinados momentos o clases se ha hablado de la importancia que tiene la
participación en el desarrollo de la persona, de la necesidad de participar
para construir entre todos una nueva sociedad. Pero esta formación es teórica,
mientras que la vivencia de los alumnos es que el éxito lo obtienen aquellos
que acaten más y mejor las disposiciones y los reglamentos en cuya elaboración,
no han tomado parte. Sobre todo, en una organización de este tipo, el alumno al
no participar en las decisiones que le afectan, no adquiere las actitudes en un
hábitat requeridos para esa participación.
Uno de los mensajes más importantes es plasmado en las
estructuras organizativas, pues es en estas entidades donde se pretende formar
hombres autónomos, libres, participativos, con autoestima, capaces de
colaborar, de juzgar y de controlar el poder, por lo que es preciso crear
estructuras participativas y democráticas.
Una estructura verticalista o autoritaria[ii]
transmite desigualdad, impersonalidad y de algún modo está diciendo a la
persona "tu no eres importante". Con personas no participativas no
hay diálogo, no hay comunidad, no es posible el desarrollo humano integral.
(Fromm, 1995)
También son trascendentes las formas en que se
implementa la educación, ya que la forma es también fondo y dicen mucho las
estrategias tomadas en la formación. De este modo, llamaremos «vehículo» a los
medios utilizados para transmitir los valores, clasificándolos en concretos y
abstractos.
Los primeros son los evidentes (normas establecidas
explícitamente) y los segundos son los que son implícitos (contexto subliminal
cargado de mensajes simbólicos), que en conjunto generan «conglomerados
educativos». Así, podemos encontrar señalamientos claros con una carga valoral
específica, pero con una carga simbólica que apunte en sentido contrario.
Desde las perspectivas Socioantropológica (Agnes
Héller) y Psicopedagógica (Lawrence Kohlberg), lo anterior puede representarse
a través de tres tipos de comportamientos valorales: lo normativo (los
parámetros de conducta establecidos por los individuos u organizaciones); lo
afectivo (relaciones en la implementación de las normas, tanto formales, como
informales); y lo procedimental (los medios y estrategias tomadas para su
implementación).
Así, tanto en el aula como fuera de ella se conjugan
formación y socialización que tienen una amplia carga de valores. Cómo se
asumen las reglas de la organización, mediante que medios, quién se las
transmitió y cómo se implementaron, qué reglas se ponen en juego, etcétera,
serán, entre otros aspectos como se van a ir transmitiendo los valores.
Recordemos que los valores se transmiten, entre otros
medios a través de normas, las cuales son prescripciones obligatorias para un
determinado grupo de individuos, cuya transgresión genera ciertas
consecuencias, pudiendo llegar a sanciones de diverso tipo (Sánchez, 2001). De
esta forma, las normas concretas generarán sanciones concretas o materiales y
las normas abstractas motivan a que a través de juicios de valor se emitan
mensajes valorales explícitos e implícitos. Toda norma funda un deber y este se
basa en la voluntad libre de ejercitar ciertas conductas.[iii]
Los
valores
La palabra valor viene del
verbo latino valere, que significa estar sano, ser fuerte. De allí se derivan
también con-valecencia, valentía, in-validez, etcétera. Sin perder su noción
original de fuerza, su significado se ha ido ampliando a través de los siglos:
a partir de la esfera orgánica y somática se ha trasplantado al ámbito
psicológico, al ético, al social, al económico, al artístico, al deportivo.
Tenemos que precisar el
concepto moderno de valor.
Citemos dos definiciones:
-Valor es todo lo que
favorece el desarrollo y la realización del hombre como persona.
-Es lo que hace mejor al ser humano
Más allá de la definición
que prefiramos, queda claro que en los valores existen elementos cognoscitivos,
afectivos, conativos o volitivos y operacionales y que son producto de la cultura
ubicándola en un tiempo y espacio determinados.
Los
valores académicos
Un valor académico fundamental tiene que ver con las
diferentes modalidades de representación que elaboran los seres humanos; estas
se pueden organizar en tres grandes grupos, cada uno de ellos con sus propias
características diferenciales y su propia tipología y con múltiples relaciones entre
ellos: mitos y religiones; imaginarios y narraciones libres; y teorías.
Los académicos investigan, pero lo hacen guiados por
diferentes teorías y en interacción con otros académicos que trabajan en temas
análogos y con métodos muy parecidos. Esta modalidad de vida, y el tipo de
interacción tan específica, recibe el nombre de "interacción entre
pares" y crea "rituales", también muy específicos, que se
aprenden poco a poco, después de un proceso exigente. Este primer ejemplo, el
de aprender a representar mediante teorías, resulta bastante complejo porque
las teorías deben competir con las otras modalidades de representación,
especialmente con los imaginarios o creencias espontáneas. La imaginación es
una de las facultades intelectuales más fundamentales de todo ser humano,
especialmente para todo aquello que tiene que ver con el bienestar individual o
colectivo.
Estas últimas representadas en creencias son las que
adopta una persona o un grupo de personas, las cuales le permiten orientar las
acciones pero, muy especialmente le ofrecen respuestas a las dificultades e
inquietudes que diariamente van apareciendo. Un caso típico es el de buscar un
culpable para cada situación molesta o desagradable o también, para cada
momento de satisfacción; hay entonces malos y buenos espíritus, o malos y
buenos compañeros de trabajo, o malos y buenos gobernantes, etc. La enorme
ventaja de los imaginarios es doble: se construyen con gran facilidad y
producen satisfacción o tranquilidad inmediata. Las teorías, por el contrario
son demasiado exigentes y la satisfacción que producen solo se experimenta
después de mucho trabajo con ellas. A propósito de la palabra "trabajo",
es muy popular el imaginario que le otorga la connotación de "difícil y
dispendioso". A nivel académico esta palabra, por el contrario, tiende a
significar algo muy diferente, es lo normal, no es un castigo. Todo lo
contrario, el académico nato es feliz trabajando, se siente satisfecho con lo
que hace y muy especialmente con lo que construye gracias a su trabajo. Adoptar
esta característica como un valor es también el resultado de un proceso
prolongado que debe iniciarse lo más pronto posible.
Hay otros valores académicos fundamentales; por ejemplo, leer y escribir
informes de investigación. Esta es una de las claves para que la interacción
entre pares sea efectiva; todo académico debe habituarse a colocar sus puntos
de vista, o las soluciones que propone a un determinado problema, en algún
medio accesible a todo el mundo y muy especialmente a sus pares y así, estos
últimos pueden evaluarlos y criticarlos. El conocimiento es entonces una
actividad pública; no tiene dueño, aunque algunos, como el monopolista del
ciberespacio, quieran adueñarse de él. He aquí otro valor académico: el
conocimiento pertenece a todo el mundo y una de las garantes de que ello sea
así es que este se pueda colocar en medios materiales de libre acceso.
Bibliografía:
-Fromm, Erich (1995) Ética y psicoanálisis. Ed. FCE, México.
- Mercado, Raúl (2007) La Ética y la tutoría. UdeG, México.
-Sánchez Vázquez, Adolfo (2001) Ética. Ed. Grijalbo, México.
-Savater, Fernando (2005) Ética para Amador, Ed. Ariel, España.
-Savater, Fernando (2005) Ética y ciudadanía, Ed. Monte Ávila,
Venezuela.
-Wuest Silva, Teresa (1997) La
dimensión ético-valorativa en la formación docente inicial en Formación,
representación, ética y valores, UNAM, México.
[i] Sobre todo en el ámbito
escolar, donde desde los 80’s se han hecho diferentes propuestas para
incorporar al currículo de manera explícita.
[ii] Por Autoritario entiéndase
una autoridad irracional en la que se impone el poder físico o mental sobre las
personas de manera que pueda controlarlas, no dando margen a la crítica,
disertación o debate. Contrario a ello, está la Autoridad (en muchos de los
casos legítima), la cual tiene su fuente en la “competencia” o disertación de
ideas y procesos, donde la posibilidad de elegir está presente en múltiples
ámbitos de la vida.
[iii] Es la obligatoriedad moral
la que conduce a los individuos a comportarse de cierta manera aceptada socialmente en un tiempo y espacio
determinados.