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Educación: La influencia de los
sistemas de creencias.
Por René Fernández Montt ([1])
Miembro del Staff académico del Informe de Coyuntura
Financiera.
Miembro del Directorio del Expertos del Departamento
de Gestión y Políticas Públicas de
Miembro de Mensa Internacional.
Luis Juan B. Clara
Investigador económico. Estudios de Economía en
______________________________________________________________________________________________________
Resumen:
En este artículo haremos una revisión histórica de la influencia de los sistemas de creencias en la educación desde la antigüedad hasta los tiempos actuales en Chile. Nuestra pretensión dista de enjuiciar la labor de los distintos sistemas de creencias y su influencia en la educación, sino que buscamos establecer la importancia de ella y analizarla en función de los conglomerados religiosos de mayor relevancia en Chile.
Los
sistemas de creencias han desarrollado un rol protagónico en la evolución
histórica que ha tenido la educación en el mundo y particularmente en Chile. En
la mayoría de los casos la influencia ejercida por los principales
conglomerados religiosos ha contribuido a incrementar la oferta educativa,
potenciando los esfuerzos públicos por entregar una educación de calidad y que
transmita valores y principios universalmente aceptados. Por esta razón en el
presente ensayo se describirá la influencia histórica que han tenido los
principales sistemas de creencias como son
Los sistemas de creencias
y la educación en el mundo.
La antigüedad
En
tiempos pretéritos, la humanidad buscó el Conocimiento, e instituyó distintos
sistemas de enseñanza. Se puede mencionar por ejemplo como en Egipto, las
escuelas del templo enseñaban, además de religión, escritura, ciencias,
matemáticas y arquitectura.
Así,
como los sacerdotes eran quienes manejaban mayoritariamente la educación en
India. Es justamente en este país, donde se originó el budismo, que luego se
expandió por los países del Lejano Oriente. En la milenaria China la educación
se enfocaba en la filosofía, la poesía y los sistemas de creencias, en base
a las enseñanzas de Confucio, Lao-tsé y
otros filósofos.
Muchas
escuelas monásticas así como municipales y catedralicias se fundaron durante
los primeros siglos de influencia cristiana. La base de conocimientos se
centraba en las siete artes liberales que se dividían en el trivium (formado
por gramática, retórica y lógica) y el quadrivium (aritmética, geometría,
astronomía y música). San Isidoro de Sevilla aportó materiales básicos con su
Etimologías para el trivium y el quadrivium y su posterior polémica curricular.
Desde el siglo V al VII estos compendios fueron preparados en forma de libros
de texto para los escolares por autores como el escritor latino del norte de
África Martiniano Capella, el historiador romano Casiodoro y el eclesiástico
español San Isidoro de Sevilla. Por lo general, tales trabajos expandían el
conocimiento existente más que introducir nuevos conocimientos.
En
el Occidente europeo, durante el siglo IX ocurrieron dos hechos importantes en
el ámbito educativo, uno en el continente, en la época de Carlomagno, y otro en
Inglaterra, bajo el rey Alfredo. Carlomagno, reconociendo el valor de la
educación, trajo de York (Inglaterra) al clérigo y educador Alcuino para
desarrollar una escuela en el palacio de Aquisgrán. Alcuino asesor y guía de
Carlomagno, detestaba la vida palaciega y finalmente se recluyó.
El
rey Alfredo promovió instituciones educativas en Inglaterra que eran
controladas por monasterios. Irlanda tuvo centros de aprendizaje desde los que
muchos monjes fueron enviados a enseñar a países del continente.
Entre
el siglo VIII y el XI la presencia de los musulmanes en la península Ibérica
(al-Andalus) hizo de Córdoba, la capital del califato omeya, un destacado
centro para el estudio de la filosofía, la cultura clásica de Grecia y Roma,
las ciencias y la matemática.
Todos
estos importantes instructores y algunos otros como Pedro Abelardo o Tomás de
Aquino, facilitaron la creación de las universidades en el Norte de
Europa, Abelardo, que fuera castrado por
sus amores con Eloísa, era un maestro que tenía un gran predicamento con sus
alumnos, sus clases eran muy numerosas y tenía un trato muy cordial con ellos.
La educación en la edad
media
Esta
época se caracterizó por la apertura de varias universidades en Italia, España
y otros países, con estudiantes que viajaban libremente de una institución a
otra. Las universidades del norte, como las de París, Oxford, y Cambridge, eran
administradas por los profesores; mientras que las del sur, como la de Bolonia
(Italia) o Palencia y Alcalá en España, lo eran por los estudiantes. La
educación medieval también desarrolló la forma de aprendizaje a través del
trabajo o servicio propio.
Es
importante señalar que en aquellos tiempos la educación al igual que las
posiciones de poder se encontraba claramente determinada por las relaciones
políticas o por el origen social.
Durante
la edad media, fue importante el aporte de judíos y musulmanes, “Los centros de
Toledo y Córdoba en España atrajeron a estudiantes de todo el mundo civilizado
en la época.
Durante
el Renacimiento, muchos profesores de la lengua y literatura griegas emigraron
desde Constantinopla a Italia, caso del estudioso de la cultura griega Manuel
Chrysoloras en 1397. Entre los interesados en sacar a la luz los manuscritos
clásicos destacaron los humanistas italianos Francisco Petrarca y Poggio
Bracciolini.
Entre
otras personalidades del renacimiento que contribuyeron a la teoría educativa
sobresalió el humanista alemán Erasmo de Rotterdam, el educador alemán Johannes
Sturm, el ensayista francés Michel de Montaigne y el humanista y filósofo
español Luis Vives
De
esta época datan las primeras universidades americanas fundadas en Santo
Domingo (1538), en México y en Lima (1551).
Cabe
hacer notar que el desarrollo de estos modelos de enseñanza se constituyó en el
sistema de enseñanza secundaria que perduraría hasta el siglo XX.
Ante
la creciente influencia del protestantismo, y dentro del espíritu de
Esa
síntesis se realizaba en los centros de
En
El
siglo XVII tuvo un rápido crecimiento en el estudio de las Ciencias, siendo la
primera manifestación la de Londres
(Hospital de Cristo), y ya entrado el siglo XVIII la escuela de navegación y
matemática de Moscú dio el inicio de la escuela secundaria en Rusia.
La
importancia de la ciencia se manifestó en los escritos del filósofo inglés del
siglo XVI Francis Bacon, quien fundamentó los procesos del aprendizaje en el
método inductivo que anima a los estudiantes a observar y examinar de forma
empírica objetos y situaciones antes de llegar a conclusiones acerca de lo
observado.
Volviendo
al siglo XVII, René Descartes, el filósofo francés, subrayó el papel de la
lógica como el principio fundamental del pensamiento racional, postulado que se
ha mantenido hasta la actualidad como base de la educación en Francia.
El
educador francés San Juan Bautista de
Tal
vez, el más destacado educador del siglo XVII fuera Jan Komensky, obispo
protestante de Moravia, más conocido por el nombre latino de Comenio. Su labor
en el campo de la educación motivó que recibiera invitaciones para enseñar por
toda Europa. Escribió un libro ilustrado, muy leído, para la enseñanza del
latín, titulado El mundo invisible (1658). En su Didáctica magna (1628-1632)
subrayó el valor de estimular el interés del alumno en los procesos educativos
y enseñar con múltiples referencias a las cosas concretas más que a sus
descripciones verbales. Su objetivo educativo podía resumirse en una frase de
la página inicial de Didáctica magna: "enseñar a través de todas las cosas
a todos los hombres", postura que se conoce como pansofía. Los esfuerzos de
Comenio por el desarrollo de la educación universal le valieron el título de
'maestro de naciones'.
Ya
en este siglo se establecieron escuelas en Prusia, en Rusia y en
El
teórico educativo más relevante del siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau,
nacido en Ginebra. Su influencia fue considerable tanto en Europa como en otros
continentes.
Una
crítica que se le hace de algunos sectores a Rousseau era la falta de
aplicabilidad de algunas ideas, cayendo muchas veces en un enfoque muy teórico.
Pestalozzi, quien era un seguidor suyo, abrevió las ideas de Rousseau
haciéndolas más aplicables.
A
principios del siglo la feminista y educadora sueca Ellen Key fue importante
por su influencia en los educadores progresistas, escribió el libro El siglo de
los niños (1900), traducido a varios idiomas. Su teoría era dirigir la
enseñanza más a las potencialidades de los niños que a las necesidades de la
sociedad, o en preceptos religiosos. La idea no era nueva, pero tomó gran
empuje. Otros innovadores en la materia fueron los alemanes Lietz y
Kerschensteiner, el británico Bertrand Russell, la italiana María Montessori ,
el filósofo y educador John Dewey. Este último tuvo una gran influencia en los
Estados Unidos y su método llegó a ser tan importante que por mucho tiempo
siguió siendo el principal de ese país, e influyó en otros, como los de América
Latina.
El verdadero péndulo filosófico de los
pensadores de la antigüedad, en los que sus visiones se movían llevó
inexorablemente al surgimiento del pensamiento moderno, que no es más, en
términos políticos que el advenimiento de la
república inspirada en la razón y constituida por hombres libres,
fraternos e iguales ante la ley que esos
mismos hombres se daban. El siglo
de las luces, vio el surgimiento de las logias masónicas como agentes de cambio
de ruptura social, poniendo como centro de la vida social, al hombre libre y
autodeterminado por la razón alimentada por su ilustración, vale decir su
educación.
El
libre pensamiento
El término librepensamiento nos
remonta a los movimientos filosóficos del siglo XVII y XVIII y más
concretamente al período de
Todo cambio produce, inevitablemente
alguna rotura y las profundas modificaciones iniciadas en
En
esta época marcada por los descubrimientos y la caída del inocente velo
de la ignorancia, surge con fuerza la educación, ya no solo como un privilegio
de pocos. Con el surgimiento de la burguesía como clase social emergente, la educación
logra expandirse hasta nuevos círculos, donde además se hace necesario la
alfabetización para compensar el surgimiento de la imprenta que de manera
pujante empieza a divulgar nuevos conocimientos, aquí aparece el fin de una
etapa oscura, de adormecimiento de las artes y las ciencias.
Pero para el hombre común, incluso
para aquel que no sería parte activa de estos cambios, nuevos aires se estaban
gestando, y esta atmósfera que hizo temblar a la institución religiosa, aquella
que fracturó y dio nueva vida política a Francia y luego a toda Europa,
expandiéndose hasta América, fue dejando lentamente sus frutos. Aparecen las
primeras instituciones de carácter formador, las llamadas escuelas o academias
donde germinaba a paso agigantado el conocimiento, muchos pasaron dejando su
huella por estas y muchos de ellos luego encaminaron sus pasos por la
masonería, que en sus inicios en Francia proclamó sus ideales de Libertad,
Igualdad y Fraternidad.
La influencia católica
Es indudable que la misión educadora de
Fecundidad, gracias al aporte generoso de todos
los católicos y muy especialmente de las órdenes, congregaciones e institutos
religiosos.
Históricamente, puede señalarse a
De los establecimientos de
Es
innegable la labor de Jesuitas y católicos en la educación chilena. Incluso el
Opus Dei es una congregación que posee algunos de los colegios con mejores
resultados en
En
Chile, al igual que en muchos otros países de esta parte del mundo fue notoria
la influencia de los jesuitas. Las Obras de Don Bosco y de
La iglesia evangélica
A
lo largo del siglo XIX la presencia evangélica en Chile fue, desde un punto de
vista estadístico, bastante insignificante. De hecho, según el Censo de
Población de 1907, para entonces los protestantes en Chile apenas alcanzaban un
1% de la población total, y gran parte de ellos correspondía a residentes
extranjeros. El crecimiento de las iglesias evangélicas entre los chilenos
recién había comenzado a notarse hacia fines del siglo.
Considerando
su escasa significación numérica, llama la atención que la historia del siglo
registre varios episodios interesantes de participación evangélica en el
acontecer nacional. Diego Thomson, el primer misionero protestante en ingresar
oficialmente al país (1821), vino contratado por el gobierno de Bernardo
O’Higgins para organizar escuelas populares. Aparte de su conocida labor
educativa y de difusión de
Más
tarde, la necesidad de conquistar un espacio para la libertad religiosa en la
sociedad chilena exigió un alto nivel de participación en el debate político
por parte de los pioneros del cristianismo evangélico. La participación de las
jóvenes comunidades evangélicas, con el liderazgo indiscutible de David
Trumbull, misionero congregacionalista que eventualmente se transformó en el
fundador de la obra presbiteriana en Chile, fue crucial para la promulgación de
leyes tales como el matrimonio civil, los cementerios laicos y la creación del
registro civil (1883-1884). También fue muy importante su contribución al
desarrollo de la educación laica.
Podría
pensarse que este tipo de participación en la sociedad respondía únicamente a
intereses corporativos, es decir, al propósito de crear condiciones favorables
al crecimiento evangélico. Sin embargo, en esa época la participación
evangélica iba claramente más allá de la defensa de intereses propios. Los
evangélicos trataron de contribuir, en colaboración con determinados sectores
políticos (liberales y radicales) y sociales (artesanos y obreros), al
desarrollo de una sociedad más democrática y pluralista. Por ello, las
publicaciones y revistas evangélicas dedicaban muchas páginas a temas de
interés nacional. Antes de finalizar el siglo algunas personalidades
evangélicas habían sido elegidas como representantes en el poder legislativo.
En 1888 Ricardo Trumbull L., abogado presbiteriano y miembro del partido
radical, fue elegido diputado suplente por Concepción y Talcahuano, y en 1891
diputado titular por Rere y Puchacay. También en 1888 Víctor Korner A., miembro
de la congregación alemana de Valdivia, fue elegido diputado titular por esa
ciudad, en representación del Partido Liberal. Antes había sido diputado
suplente.
Estos
pocos ejemplos nos sugieren que los pioneros de la presencia evangélica en
Chile imaginaron un pueblo evangélico bastante involucrado en la construcción
de nuestra joven República. Ellos se vieron a sí mismos a la vez como
reformadores religiosos y reformadores sociales. Como se evidencia en escritos
de Trumbull, que representan bien el pensamiento misionero de la época, la obra
misionera estaba destinada no sólo a la conversión de individuos, sino a la
promoción de bases más firmes para el desarrollo de la sociedad chilena:
“Sabido
es que la sociedad religiosa modela a la sociedad civil, que según sea la
religión del hombre, así será su vida pública y privada [...].
El
lema “Chile para Cristo”, que ya encontramos en documentos del siglo XIX, tenía
entonces esta doble significación. Por estas mismas razones, gran parte de los
esfuerzos misioneros en este período se orientaron concientemente, aunque sin
mucho éxito estadístico, hacia aquellos sectores sociales que estaban en
mejores condiciones de influir en los destinos del país.
Fue
a lo largo del siglo XX que las iglesias evangélicas lograron echar raíces e
iniciar un notable crecimiento en la sociedad chilena. El último Censo de
Población del siglo (1992) mostró que protestantes y evangélicos en conjunto
alcanzaban el 13.2% de la población de 14 o más años de edad. ¿Se tradujo este
crecimiento numérico en un aumento de la capacidad evangélica de influir en los
destinos del país, como esperaban los pioneros?
En
efecto, durante las primeras décadas del siglo XX, algunos líderes evangélicos
e iglesias se destacaron en varios ámbitos de la vida nacional: el campo de la
educación, el trabajo con comunidades indígenas, la organización sindical, la
formación de partidos políticos, la promoción del voto y la participación
política de las mujeres, el ejercicio de cargos de gobierno provincial o
regional, etc. Se trata de una historia poco conocida por las recientes
generaciones evangélicas, pero que vale la pena rescatar. Sin embargo, a medida
que avanzaba el siglo, la tendencia más dominante y visible del mundo
evangélico pareció revertirse rápidamente, hasta el punto que un conocido
estudio sociológico del protestantismo en Chile, realizado entre 1965 y 1966,
lo caracterizó como “el refugio de las masas”.
Aunque
muchos aspectos del estudio de Christian Lalive han sido puestos en cuestión, su
caracterización del pueblo evangélico chileno no fue muy diferente de lo que
muchos observadores externos percibían sin necesidad de un estudio sociológico:
dirigentes sindicales, políticos y sociales solían reclamar que los evangélicos
no participaban en sus demandas y movilizaciones sociales, mientras que los
patrones solían preferirlos como trabajadores disciplinados y no conflictivos.
Tampoco esta percepción era contradicha por lo propios evangélicos. Por el
contrario, la prédica y enseñanza interna predominante parecía confirmar y
justificar este rechazo a la participación en los asuntos públicos: “el
cristiano no debe meterse en política”.
Conviene
aclarar, en todo caso, que esta tendencia evangélica dominante de abstenerse de
participar en la sociedad nunca significó una completa “separación del mundo”.
La participación responsable en el mundo del trabajo, la obediencia a las
leyes, e incluso la participación en los procesos electorales, siempre fue
considerada como una obligación para el cristiano. Lo que se desaconsejaba era
la participación activa en organizaciones sociales, sindicales o políticas, así
como en las acciones o movilizaciones sociales convocadas por estas. También se
recomendaba apartarse de algunas manifestaciones de la cultura popular o
nacional (las fondas, la cueca, etc.).
Es
cierto que ya hacia fines de la década iniciada en 1960 algunos sectores del
mundo evangélico comenzaron a mostrar un renovado interés por participar en los
asuntos públicos. Pero la interrupción del sistema democrático en 1973 y el
discurso muy negativo sobre la política y los políticos del Régimen Militar,
permitieron que la tendencia evangélica contraria a la participación social
volviera a ser dominante. Aunque durante la última década del siglo, coincidente
con el proceso de retorno a la democracia, volvió a dar lugar a un renovado
interés evangélico por la cosa pública, este interés se concentró
fundamentalmente en el logro de un nuevo estatuto jurídico para las iglesias y
organizaciones religiosas no católicas.
Haciendo
un balance global, el siglo XX nos muestra una situación paradójica: aunque fue
en este período que las iglesias evangélicas alcanzaron niveles significativos
de crecimiento, echando raíces permanentes en el suelo chileno, en este mismo
período el pueblo evangélico parece haberse sentido mucho menos llamado a
participar en la construcción de la sociedad chilena, en comparación al sentido
de responsabilidad social que mostraron los pioneros extranjeros del siglo XIX.
¿Qué
factores podrían ayudarnos a entender esta visión predominantemente negativa
respecto a la participación evangélica en los asuntos públicos en este período?
¿Por qué durante la mayor parte del siglo XX muchos evangélicos parecen haber
vivido su identidad evangélica a contrapunto con su identidad nacional? Sin
pretender agotar el debate respecto a estas preguntas, es parece pertinente
sugerir dos factores.
El
primero, más bien sociológico, se refiere a las características predominantes
del crecimiento evangélico en Chile durante el siglo XX. Si los pioneros del
siglo XIX aspiraban a alcanzar prioritariamente con la fe evangélica a los
sectores más cultos e influyentes de la sociedad chilena, en los hechos el
crecimiento evangélico más notable se concentró en los sectores más pobres
(urbanos y rurales) y excluidos. El protagonista principal de este crecimiento
parece haber sido el movimiento pentecostal chileno, originado en el
avivamiento de 1909-10. Aunque sin lugar a dudas las demás denominaciones
evangélicas también crecieron, si bien con ritmos diferentes, manteniéndose así
una considerable diversidad dentro del mundo evangélico, el pentecostalismo se
constituyó en el rostro más visible de lo evangélico en la sociedad chilena.
Debido al cisma de 1910, el pentecostalismo pasó a ser una forma de
protestantismo nacional y autónomo, bastante desconectado de la herencia y
pensamiento misionero de los pioneros. Por otra parte, su inserción en el
contexto de los sectores más excluidos social y culturalmente, sumado a su
condición de minoría religiosa, se expresó en una auto percepción de
marginalidad socio-cultural: somos considerados “ciudadanos de segunda clase”.
Ambos hechos atentaron contra la posibilidad de que el pentecostalismo
desarrollara una vocación de participación social.
El crecimiento de la naciente iglesia fue notable, a
pesar de sus miembros ser sometidos a escarnio y persecuciones, antes de la
separación de
Esta
famosa controversia, que comenzó a dividir al protestantismo norteamericano a
fines del siglo XIX, marcó gran parte de los debates teológicos del siglo XX y
tuvo un impacto específico en una polarización del movimiento misionero. Un
polo comenzó a concentrar la acción misionera exclusivamente en el esfuerzo
conversionista, mientras que el otro tendió a concentrarlo en la acción social.
Aunque siempre hubo mediadores que procuraron mantener el equilibrio entre las
dimensiones personales (o espirituales) y sociales de la proclamación del
Evangelio, parece que en todas partes las iglesias evangélicas se sintieron
forzadas a atrincherarse en uno u otro polo. En Chile, como en el resto de
América Latina, el impacto de esta controversia llegó incluso a provocar
divisiones eclesiásticas, y ciertamente produjo también una polarización
interna del mundo evangélico como conjunto. Y aunque en los Estados Unidos el
sector fundamentalista o conservador raramente ha sido verdaderamente
‘a-político’ – lo más frecuente es que ha sido abiertamente político – en Chile
la influencia conservadora, que tendió a ser dominante, se expresó en un
discurso con pretensiones a-políticas. Así, gran parte del liderazgo y la
membresía de las iglesias evangélicas de las diversas tradiciones confesionales
(no solamente pentecostales) asumieron y defendieron una concepción de la
misión que enfatizaba exclusivamente el crecimiento eclesiástico, renunciando a
otras formas más directas de influencia en la sociedad.
La masonería
Otro grupo religioso, o seudo
religioso, si es posible definirlo así, que ha ejercido una notable influencia sobre
el campo de la educación corresponde a
A comparación con las escuelas socráticas
para la masonería es fundamental la imagen de un gran Maestro que guiará a sus
discípulos, por la senda de la virtud y el ejercicio de la razón, desde esta
perspectiva ya aparece en la formalidad
aquel que guía y entrega sus enseñanzas con un propósito explicito o aún cuando
aparentemente no sea solo la imagen del que entrega conocimiento, sino que
también, aparece un ser carismático y que su sola presencia o actuar diferente
ya es motivo de exaltación, (tal es el caso de Jesús de Nazaret).
Creo que cuando se instala
Antes de la fundación de
El interés por la educación arranca de
la esencia misma de
Examinemos brevemente cómo las
anteriores expectativas fueron llevadas a cabo por los miembros, en otras
palabras si la historia nacional muestra a los masones que nos han precedido
como personas comprometidas y buenos ciudadanos, con una intervención decisiva
en la vida fuera de los muros de los talleres –en los ámbitos sociopolítico y
económico- con tolerancia y respeto aunque firmes en sus propósitos.
Luego de las luchas por la
independencia latinoamericana, los países experimentaron diversos procesos
antes de constituirse como Estados en forma, en Chile hubo un proceso de
anarquía luego de la abdicación de O’Higgins que desembocó en una especie de
restauración del ancien régime aunque sin rey y cuya principal figura
fue Diego Portales. Para no entrar en
detalles, señalemos simplemente que durante
El I.: H.: José Victorino Lastarria
Santander nación Rancagua en 1817, abogado y profesor del Instituto Nacional en
materias de derecho desde 1839 –
A partir de esta fecha se comenzará a
resquebrajar la unidad nacional de carácter hispánico, católico y
aristocrático, basado en el orden agrario y la subordinación de clases. Ante este proyecto se levantará uno de
naturaleza racional, laica, urbana y basada en la industria y el esfuerzo
personal. La escuela será la palanca
para despertar a Chile de la “siesta colonial” y no dejarlo permanecer más
“bajo del peso de la noche”. Se
configurarán dos bandos, el uno laico masónico y el otro católico ultramontano,
que se enfrentarán en varios campos, pero la educación será el campo de batalla
favorito. Quedará instalado un conflicto
entre el “Estado docente”, posición de
El interés de
En esos años había tres posiciones
sobre educación: La presidencial, que aspiraba a una escuela por encima de
sectarismos de cualquier carácter y centrada en el progreso material, esto es,
preparar para el trabajo y para proseguir estudios secundarios y superiores; la
de Lastarria, que pretendía hacer de la educación un instrumento de renovación
política y moral de la nación y la católica que concebía ala educación como un
escudo contra el vicio y la falta de fe, efectuar a través de ella la
evangelización y, al final, preparar para el trabajo. Esta última postura se denomina libertad de
enseñanza. Tal vez lo impopular de la
definición católica era que las clases bajas no tenían derecho a la misma clase
de educación que el resto de la sociedad o, sencillamente, que los pobres no
tenían para qué estudiar.
En realidad, el conflicto fue de
carácter social antes que educativo, ya que el catolicismo no separaba lo
educativo de una concepción integrada católica, aristocrática, misionera y
conservadora. Ante esta, e inspirada por
la filosofía positivista y las ciencias naturales y sociales, un nuevo grupo de
masones lucha por dos objetivos: la preparación del magisterio y la
actualización de los contenidos de la enseñanza. Es la época de Valentín Letelier, Eduardo de
Aparte de
A partir del Siglo XX la educación se
termina de consolidar como profesión y como materia, dejando las élites
inspiradas, como la masonería, dejando los argumentos en manos de sus
protagonistas, los maestros. Nuevas
materias, aportes de la ciencias y del conocimiento en general, luchas
políticas, alineaciones mundiales y proyectos económicos impidieron que hubiera
una “posición masónica” sobre el tema, quedando la educación, desde una
perspectiva masónica, en el campo de las iniciativas privadas o grupales, lo
que entre nosotros es la “acción masónica”.
DISCUSIÓN.
La relación entre la educación
y los sistemas de creencias ha estado presente en la historia desde remoto
tiempo. Los resultados de esta relación en muchos casos no es posible
visualizarlos claramente, el asunto es si efectivamente las instituciones que
se han gestado bajo un contexto religioso han sido capaces de transmitir
valores y principios a sus alumnos. En algunos casos, lo anterior es una
realidad patente, sin embargo en muchos otros esta condición no está
completamente clara, lo que nos hace pensar en los sistemas de creencias en
otro contexto de importancia. Es oportuno plantear su indiscutible valor como
guía de la conducta humana en función del deber de preocuparse por poner la
educación al alcance de todos los seres humanos, lo que involucra un esfuerzo
por gestionar recursos y aunar esfuerzos en una dirección normalmente
deficitaria de las políticas públicas.
Cierto es que
la educación es una institución fundamental del sistema social, clave para la
formación integral del hombre, lo que se refleja en la lucha contra la
ignorancia, la injusticia y la superación de la calidad de vida, así como lo
plantea Paulo Freire, “Educar es emancipar”.
Aquella
naturaleza de desarrollo a escala humana y espiritual en la que se sustenta los
principios aquí expuestos, en nuestros días, se ven confrontados por una
sociedad resultante entregada al materialismo pragmático, en la cual opera la
sociedad mercantil de consumo.
La sociedad de
la información con sus estándares de ultra especialización, promueve la
formación de profesionales con un sinnúmero de estudios más allá de los años de
estudios formales, que sin embargo, saben poco o casi nada de aspectos
estéticos, éticos, políticos o sociológicos según sea el caso.
Con decenas de
certificados bajo el brazo, adquiridos
en prestigiosas universidades de cualquier parte del mundo (profesional
global), su autoconciencia y su temple valórico no se ajustan a la idea de
ciudadano. Son ignorantes ilustrados con una enorme carga de conocimiento
utilitario, pero irreflexivos.
Los sistemas de
creencias están fundamentados en principios y valores, para los que una educación de calidad que permita a todos
los sectores sociales prepararse no sólo para subsistir sino para ser mejores
en esta sociedad del siglo XXI, son un fuerte estímulo. Ahora, la pregunta es:
¿Estos mismos valores y principios contribuyen a hacer de la educación una
herramienta con mejores resultados?
Con todo, es fundamental centrarse en
los beneficiarios de la educación, los jóvenes.
Primero veamos qué ofrece la sociedad hoy a los jóvenes. Habiendo distintas clases, nuestro interés
son las clases medias (ya que la clase media está constituida o es proyecto al
que aspira el pobre que se educa), la que no tiene recursos propios y a los que
el Estado no satisface ya que destina sus esfuerzos a los más pobres. La juventud se encuentra en un territorio
medio en cuanto a perspectivas de futuro; y las clases bajas, que lo necesitan
todo, también se han marginalizado. Tal
vez tengamos la precariedad más absoluta en los estratos que viven de su
trabajo, al haber caído la seguridad social, no haber Estado benefactor.
Según datos de varios estudios, la
juventud actual está carente de ideales, normas, responsabilidades, metas, y de
mejores ejemplos por parte de la sociedad en general. O sea, la anomia. Pero de acuerdo a estos
estudios, las oportunidades que ofrece el país, no corresponden al nivel de
expectativas que tienen nuestros adolescentes, etapa que incluso estaría
llegando hasta los 25 años. Una
generación que rechaza el compromiso, y
aquellos que ya son padres a temprana edad inculcan estos valores sesgados a
sus hijos, que son niños con otra
perspectiva de la realidad, y que serán el futuro.
Segundo, ¿qué debieran ofrecer los
sistemas de creencias a la juventud y a los niños? Los sistemas de creencias son por esencia una manera de vivir la fe y
por tanto está dedicada a promover la solidaridad y fraternidad universal,
libre de distinciones de etnia, religión, género o nacionalidad, ofreciendo de
esta forma al ser humano las herramientas necesarias para lograr su perfección
construyendo un mundo más solidario, fraternal y tolerante. Debemos, en consecuencia ser referentes para la juventud, en cualquier
ámbito que nos desempeñemos; si nosotros practicamos diariamente nuestros
principios veremos los frutos en esos jóvenes que buscan constantemente su
identidad, proceso natural que todos hemos experimentado. Se trata de un rol formador.
Uno de los hechos más relevantes que permitió conocer el
detalle del Censo 2002 fue el notorio aumento en los índices ligados al área de
la educación. En porcentaje de alfabetización, Chile pasó del 94,60% al 95,8%
en el 2002. Por otra parte, se ha producido un incremento muy significativo en
el nivel de instrucción de la población. El Censo del 2002 consigna que el
nivel prebásico casi se duplicó, con respecto a 1992, aumentando de 289.680
personas a 571.096. En la educación superior el número de personas que ha
cursado estudios ascendió de 1.072.198 en
Pero, estos no son los únicos datos interesantes que se
pueden extraer del análisis de las cifras de educación. Al cruzar estos índices
positivos con los niveles de religiosidad -en el tramo etáreo de
Incluso, en el tramo de quienes cursaron 6 años o
más de educación superior, los ateos, agnósticos y quienes dicen no tener
ninguna religión alcanzan su peak con un 20,35%.
Sobre esta relación inversa entre niveles de educación y religiosidad, el
Gran Maestro de
A ello agrega que “en la medida que los niveles
educacionales son crecientes, el mismo Censo demuestra que hay una mayor
cantidad de personas con profesiones que vienen de la educación superior, y que
una mayor cantidad de personas tiene acceso hoy día a la educación media. La
propia televisión, y los medios de comunicación, colaboran en ello”.
El académico del Departamento de Sociología de
A su vez, el académico de
No obstante la importancia que posee la cantidad de años
que se ha avanzado en promedio de escolaridad nacional, consideramos que es
insuficiente avanzar únicamente en este indicador. .Así, en este trabajo se
sientan las bases conceptuales para una posterior investigación cuantitativa
que analice la relación entre años de estudio, nivel de religiosidad y
confianza para desenvolverse en el trabajo y la vida.
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