Sincronía Spring 2010

Recuperación y valoración de la memoria histórica en un convento femenino de Guadalajara a principios del siglo XX: Sor María de los Dolores de las Llagas de Jesucristo Rivera y sus “Noticias históricas de la fundación…”

 

Josefina María Moreno de la Mora

Universidad de Guadalajara

 

La crónica conventual femenina

Inmerso en el contexto de una sociedad patriarcal que lo norma y determina, el ámbito conventual (si bien de manera incipiente y limitada), se presenta desde la época colonial como espacio propicio para el desarrollo femenino al poseer un esquema organizacional que permite a algunos de sus miembros ejercer cargos de autoridad y tomar parte en  decisiones que atañen a la comunidad, así como la asignación de determinados individuos a tareas específicas  relacionadas con la administración, la enseñanza y hasta la preservación de la memoria colectiva.

            Josefina Muriel[1] identifica la crónica conventual como una de las formas de escritura eminentemente femeninas que se desarrollaron en la Nueva España. Considera que el modelo seguido por las cronistas de los conventos, colegios de niñas y beaterios deriva del establecido por sus pares masculinos, aunque presenta algunas variantes. Establece como características generales: 1) es escrita por obediencia a los superiores; 2) su finalidad es dejar memoria de las obras realizadas; 3) se sustenta en una visión providencialista de la historia, y 4) narra vidas ejemplares de quienes fueron miembros de la comunidad, con fines edificantes.

            Asimismo, menciona que:

Las cronistas se sucedían en el cargo de acuerdo con la voluntad de la priora […]. En ocasiones la priora o la secretaria ejercían el oficio de cronista, sin que existiese formalmente el cargo.

En general, las crónicas son iniciadas por las fundadoras de los conventos y continuadas por sus sucesoras.[2]

Por la naturaleza de estos escritos, en su mayoría permanecieron inéditos, resguardados en los archivos o bibliotecas de las instituciones en donde se generaron. Algunos fueron publicados, en su mayoría por hombres que ejercían alguna posición jerárquica (y que en ocasiones no dieron crédito a sus autoras); otros se perdieron o dispersaron tras la exclaustración derivada de las leyes de Reforma.

            En el caso del convento de monjas dominicas de Santa María de Gracia, en Guadalajara, la crónica se sustituye por un escrito elaborado trescientos dieciséis años después de la emisión de la cédula real que autorizó su fundación. Aunque conserva el estilo y los elementos propios de este tipo de documentos, posee características y variantes que garantizan su pertinencia como objeto de estudio.

 

Sor María de los Dolores de las Llagas de Jesucristo y sus Noticias históricas de la fundación…

El documento intitulado “Noticias históricas de la fundación del convento de religiosas dominicas de Santa María de Gracia de Guadalajara, y hechos más notables acaecidos en él. Escritas en el año de 1904, por una religiosa del mismo, Sor Ma. de los Dolores de las Llagas de N. S. Jesucristo (en el siglo Rivera) hermana del Sr. Dr. D. Agustín Rivera” (cuyo original obra en poder de las religiosas del actual convento), fue publicado por primera vez en 1924, en el Boletín Eclesiástico, en dos partes y con anotaciones de José Ignacio Dávila Garibi. En 1998 se hizo una  edición privada, facsimilar de la anterior, bajo el título de El convento de Santa María de Gracia de Guadalajara,[3] que se toma como fuente primaria para esta investigación.[4]

Consta de una dedicatoria, un prólogo y se anuncian tres partes que la autora denomina “centenarios”, que corresponden a cada uno de los tres siglos que han transcurrido desde la fundación del convento. Sin embargo, aunque en el caso de los dos primeros se incluye la denominación de “Primer centenario” y “Segundo centenario”, al introducir el texto que corresponde a la tercera parte (la única que se fundamenta en las vivencias de la autora) se omite este título.

La dedicatoria se dirige “a Dios Nuestro Señor en el grande misterio del Augusto Sacramento del Altar”.[5] En el prólogo afirma realizar la obra a instancias de don Ignacio Díaz Macedo, primer obispo de Tepic, con anuencia de sor Filomena del Nombre de María, priora del convento. El primer centenario está dedicado al origen de la fundación del convento y el colegio de niñas que se deriva de él; se enumeran los antecedentes, se transcribe la cédula real del 13 de junio de 1588 en que se autoriza su fundación, se enumera a las primeras religiosas, se describen los festejos por la erección del primer claustro en 1661, con la separación del colegio de niñas de San Juan de la Penitencia[6], del cual se describen su normatividad, el uniforme de las estudiantes, así como breves datos biográficos de las alumnas más notables desde su fundación hasta mediados del siglo XIX.

El segundo centenario inicia con la historia y reglamentación de la orden dominica, narra la proliferación de conventos de esa orden cuando algunos grupos de religiosas  salieron de Santa María de Gracia para realizar nuevas fundaciones. Describe las tomas de hábitos, los entierros (realizados en el cementerio que se encontraba dentro del propio edificio) y rasgos biográficos de religiosas notables por su longevidad, sus virtudes o los donativos económicos que hicieron al convento.

La parte que correspondería al tercer centenario se intitula: “Estado que guardaba el edificio en 1852, tal como yo lo conocí, y lo que ha quedado hoy y de las guerras dentro del monasterio y la exclaustración”. Inicia la relación de los hechos vividos por la autora a lo largo de 52 años, en los cuales describe la paulatina alteración de la cotidianidad conventual debida a los episodios de violencia ocurridos a partir de 1858  que culminan con la exclaustración, razón por la cual el documento adquiere valor testimonial.

En este peculiar texto se observa la presencia de todas las características establecidas por Josefina Muriel que se mencionaron con anterioridad, aunque se observan variantes específicas.

1)      Es escrita por obediencia a los superiores

Se establece en el prólogo que la obra fue escrita a instancias del primer obispo de Tepic; a pesar de que el convento no se encontraba dentro de su jurisdicción.

 La explicación a este hecho se encuentra en las vivencias de sor María de los Dolores durante las sucesivas batallas y las consiguientes exclaustraciones, en donde se consigna:

Sor Ma. Pomposa de Jesús y de apellido Negrete […] y yo fuimos hospedadas desde la primera exclaustración en la buena casa y excelente familia de los señores Lic. D. Rafael Díaz y la Sra. Dña. Nieves Macedo, Padres del Ilmo. y Rvmo. Sr. D. Ignacio Díaz Macedo, actual Obispo de Tepic; en cuya casa nos dieron tres piezas grandes para nuestra habitación, y [fuimos] tratadas por toda la familia con el mayor cariño y respeto. […] y en la última exclaustración volvimos a la buena casa de los señores Díaz, en donde permanecimos más de tres años.[7]

Al establecer la cronología de los acontecimientos narrados[8] y contrastarlos con la biografía de Ignacio Díaz Macedo realizada por el poeta jalisciense Antonio Zaragoza,[9] se deduce que el futuro obispo convivió con sor María de los Dolores entre 1863 y 1869, lapso en que él tuvo de diez a dieciséis años.

 Zaragoza refiere anécdotas narradas por Ignacio Díaz, e indica como lo impresionaron e influyeron en su carácter y en su decisión de ingresar a la vida sacerdotal. Entre ellas destaca por su crudeza el ataque al palacio de gobierno en Guadalajara, perpetrado el 10 de enero de 1859 en contra de los conservadores Miramón y Márquez. El padre del futuro obispo se encontraba en el lugar por ser magistrado del Supremo Tribunal. El edificio quedó prácticamente destruido y, aunque el magistrado se salvó, muchos de quienes estaban presentes no corrieron con la misma suerte. El pequeño Ignacio, quien tenía seis años, fue llevado por una sirviente a ver llegar las carretas llenas de cadáveres al panteón de Belén, “pero llegando a la puerta del cementerio, al contemplar aquellos restos de carne humana, aquellos restos informes, el niño echó a llorar a gritos y tomando las faldas de su conductora la obligó a retirarse de aquel lugar”.[10]

            De esta manera, la petición de Ignacio Díaz a Sor María de los Dolores de escribir un documento sobre la historia de su convento que incluyera los violentos sucesos vividos, adquiere un matiz distinto de la simple orden de un superior; es una petición amistosa en que se le sugiere elaborar un documento que permita conservar la memoria de  los acontecimientos que afectaron a la sociedad, en un lapso en que ambos compartieron tales vicisitudes.

2)      Su finalidad es dejar memoria de las obras realizadas

Si bien el “primer centenario” se aboca a enunciar los méritos del colegio de Niñas de San Juan de la Penitencia, y el segundo narra las excelencias del convento de Santa María de Gracia, la tercera parte del texto se desarrolla de manera más prolija.

            “Estado que guardaba el edificio en 1852, tal como yo lo conocí, y lo que ha quedado hoy y de las guerras dentro del monasterio y la exclaustración” es la relación del proceso mediante el cual el espacio privado por excelencia que constituye el claustro es violentado por elementos externos que paulatinamente alteran el orden establecido hasta disolverlo.

            El primer incidente que altera la paz cotidiana ocurre en 1846. En un primer momento se permite la entrada a las dependencias exteriores  del convento a algunos soldados del ejército conservador con el fin de resguardar la seguridad tanto de las monjas como del cercano palacio de gobierno. Cuando comienza a haber heridos en ese bando, se abren las puertas de las dependencias internas para que salga el capellán a confesarlos y algunas religiosas para atenderlos. Quince heridos aprovechan la circunstancial apertura de las puertas para entrar a refugiarse en el claustro. Toda la comunidad debe abandonar el edificio; las niñas del colegio regresan a sus casas; las sirvientas pueden decidir si acompañar a las religiosas o ir a sus casas, y las monjas son hospedadas en el beaterio por un breve lapso.

            Los incidentes posteriores (1858) incluyen incursiones del ejército liberal dentro del claustro, saqueos, e incluso amenazas y tortura psicológica a las religiosas por parte del general Refugio González:

Al peso de la noche tomó de la mano D. Refugio González a la Madre Priora y la llevó sola a un ambulatorio oscurísimo que ni de día penetraba la luz […] en donde entre muchas amenazas, le hizo la de que se le desterraría si no decía en donde estaba el parque […]; luego mandó llamar a la Madre Secretaria Sor María Josefa de San Joaquín y de apellido Vallarta […] haciéndole las mismas amenazas y a todas las alumbraba con un cerillo y les decía que vieran la cara de un hombre muy malo.[11]

En 1863 se decreta la exclaustración de las órdenes religiosas, razón por la cual es disuelta la comunidad.

 3) Se sustenta en una visión providencialista de la historia

Sin abandonar del todo la visión providencialista que conlleva elaborar un documento en el cual se afirma que las constituciones de la orden dominica fueron dictadas por la Virgen del Rosario a Santo Domingo, Sor María de los Dolores muestra atisbos de la ideología positivista que predomina en su época, ya que  manifiesta un propósito muy claro en sus Noticias históricas…; debe ser objetiva y basarse en fuentes que ella considera fidedignas, a la vez que cobra consciencia de la importancia de su papel como historiadora:

Procuraré hacerlo con la imparcialidad con que debe escribir todo historiador tomando datos de los célebres historiadores, como son el M. R. P.e Fr. Antonio Tello en su crónica Miscelanea de la Nueva Galicia y Santa Provincia de Xalisco, y del Sr. Lic. D. Matías de la Mota Padilla que escribió su historia en el año de 1742.[12]

En efecto, los rasgos de objetividad se manifiestan mediante la transcripción de documentos oficiales como la cédula real que autoriza la creación del convento, y la correspondencia mantenida entre los obispos de Chiapas y Guadalajara, con la autorización de la Curia Romana, para que las religiosas exclaustradas se trasladaran a abrir un colegio de niñas en aquel estado; asimismo, de manera recurrente cita las fuentes de las cuales obtuvo información, y se observa que el uso de los adjetivos calificativos es bastante moderado.

4)      Narra vidas ejemplares de quienes fueron miembros de la comunidad, con fines edificantes

En el primer centenario se presentan breves apuntes biográficos de las alumnas más ilustres del colegio de San Juan de la Penitencia. Algunas de ellas contrajeron matrimonio al abandonar la institución, otras ingresaron al propio convento de Santa María de Gracia; pero el común denominador que las hace “ilustres” es el estatus social de su familia, ya sea de origen o por matrimonio; de manera que las colegialas distinguidas lo son en función de ser hijas, sobrinas, esposas o madres de hombres ricos o notables de la época. Si a la notoriedad de la familia se agrega la generosidad en los donativos a la institución, el elogio es superlativo:

En el año de 1742 entró a este colegio una Señora Da Juliana Campa Cos, hija del Conde de San Mateo de Valparaíso D. Fernando Campa Cos, Caballero de la Orden de Alcántara Coronel de la Infantería Española de los Ejércitos del Rey, viuda del Sr. Lic. D. Juan Manuel Olivar Rebolledo, Oidor de la Real Audiencia en ésta ciudad; dicha Señora que poseía las dotes de la naturaleza, abandonó el mundo, y acabó los días de su  vida en este colegio habiendo gastado cerca de cuatro mil pesos en redificar la fábrica del colegio que se estaba destruyendo.[13]

En el segundo centenario se observa el mismo patrón en relación con las religiosas. Incluso, la propia Sor María de los Dolores, en el título que da al documento, busca la reafirmación de su identidad al indicar que es hermana de Agustín Rivera, sacerdote conocido por sus ideas liberales, que fue invitado por el régimen de Porfirio Díaz a pronunciar una oración funeraria en honor de los héroes de la Independencia en los festejos del centenario, y fue nombrado Doctor en el marco de la inauguración de la Universidad Nacional.[14]

            No obstante, incluye también algunas notas biográficas de religiosas que murieron “en opinión de santidad”. Son historias que le fueron transmitidas por tradición oral, y se les atribuyen hechos milagrosos que tienen como obvio sustrato la leyenda áurea (raíces secas que florecen, cadáveres que huelen a rosas, etc.)

            En el único caso en que refiere haber sido testigo de los hechos, narra la muerte de una sirvienta llamada Ignacia, quien llevada por su celo religioso pide a una compañera que la ayude a morir crucificada. Ésta accede y la deja amarrada a una cruz, encerrada en un cuarto, durante tres días. Cuando la rescatan está gravemente enferma. Muere poco tiempo después, y al quitarle la ropa para amortajarla descubren que está totalmente cubierta por cilicios.

            Para introducir esta anécdota la autora advierte “referiré un caso practicado por devoción, pero muy exagerado y acompañado de tontería”,[15] y concluye: “Este hecho lo dejo a juicio de mis lectores”,[16] dejando así evidencia tanto de la preocupación de la autora por narrar los hechos de manera objetiva, como de la huella dejada en las comunidades religiosas por la llamada Ilustración española, de carácter católico, encabezada por Feijoo y su denuncia de las prácticas religiosas populares que considera supersticiosas.   

 

Epílogo

Para continuar con el seguimiento a la presencia de  los lineamientos establecidos por Josefina Muriel en las crónicas conventuales novohispanas, también se presenta el rasgo de la devaluación de la identidad de la autora; aunque ésta es conocida, la obra es difundida a instancias de un hombre: el historiador regional especializado en temas eclesiásticos Ignacio Dávila Garibi, quien publicó el texto de Sor María de los Dolores por vez primera en 1924.

En 1998, a petición de las religiosas del actual convento de monjas dominicas en Guadalajara (quienes le facilitaron los documentos originales),  el historiador regional Ramón Mata[17] publicó una historia del convento en donde reproduce amplios fragmentos del texto y reelabora otros. Menciona en el prólogo a Sor María de los Dolores.

            También en 1998 se publica la Crónica del convento actual de Santa María de Gracia de monjas dominicas[18], documento que abarca los acontecimientos ocurridos en la comunidad de 1950 a 1956 y que es digno de un estudio posterior (ya que a pesar de haber sido escrito en la segunda mitad del siglo XX, también se ciñe a los lineamientos descubiertos por Josefina Muriel para la crónica conventual novohispana).

Llama en particular la atención el hecho de que no se menciona su antecedente sino de manera circunstancial, en el momento en que la cronista entra en conocimiento de su existencia (aunque no le confiere demasiada importancia ni parece causarle curiosidad conocer su contenido).

Se lee en una entrada correspondiente a 1956 un fragmento que resulta sumamente significativo para comprender la percepción que sobre la identidad de Sor María de los Dolores y la importancia de su obra tienen sus hermanas de religión, medio siglo después:

El día 8 de diciembre vino el padre Esparza a felicitar a la Madre Concepción y le regaló un tomo de unas crónicas que encontró en los libros de la biblioteca del Arzobispado referente a la fundación del Convento de Santa María de Gracia en 1588. […] Estas crónicas las escribió una religiosa antigua que se llamaba Sor María de los Dolores de las Llagas de Cristo, de apellido Rivera, hermana de un sacerdote Rivera, muy buen escritor.

Así, a pesar de la manifiesta intención historiográfica de la autora, su fundamento en fuentes documentales precisas, su acucioso rescate de la tradición oral, su conmovedor relato de los sucesos vividos y su interés por preservar la memoria histórica de la comunidad, en la segunda mitad del siglo XX su esfuerzo es valorado solo en función del criterio que la hace “ilustre”: su cercano parentesco con un intelectual cuyo signo ideológico es diametralmente opuesto al de Sor María de los Dolores.

Bibliografía

Crónica del convento actual de Santa María de Gracia de monjas dominicas. Guadalajara,

            Rotaimpresos Nueva Galicia, 1998.

MATA TORRES, Ramón. Convento de Santa María de Gracia de Guadalajara,

            Guadalajara, Rotaimpresos Nueva Galicia, 1998.

MURIEL, Josefina. Cultura femenina novohispana, México, UNAM, 2000.

RIVERA Y SANROMÁN, Sor María de los Dolores de las Llagas de Jesucristo. El

            convento de Santa María de Gracia de Guadalajara, Guadalajara, Rotaimpresos

            Nueva Galicia, 1998.

Rosales Cortés, José Antonio “La vida cotidiana en Guadalajara durante la Guerra de

 Tres Años”, Estudios Históricos, núm. 83, sexta época, Guadalajara, Centro de

Estudios Históricos “Fray Antonio Tello”, 2007, pp. 39-72.

ZAFRA OROPEZA, Aurea.  Agustín Rivera y Agustín de la Rosa ante la filosofía

            novohispana. Guadalajara, Ediciones de la Noche, 1994

ZARAGOZA, Antonio. Homenaje de respeto a la memoria del Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. Don

 Ignacio Díaz y Macedo, dignísimo primer Obispo de Tepic, Tepic, Tipografía de

Señor San José, 1907.



[1] Josefina Muriel, Cultura femenina novohispana, México, UNAM, 2000, pp. 44-47.

[2] Ibid., p. 47.

[3] Sor María de los Dolores de las Llagas de Jesucristo Rivera, El convento de Santa María de Gracia de Guadalajara, Guadalajara, Rotaimpresos Nueva Galicia, 1998.

[4] En la obra citada, p. 58, Josefina Muriel afirma no tomar en cuenta esta obra por haber sido escrita fuera del periodo colonial, pero la menciona por considerar su valor histórico.

[5] Rivera, op. cit., p. 8.

[6] Ya que con anterioridad las educandas convivían con las religiosas en el edificio que habitaban  al constituirse la comunidad antes de la construcción del convento.

[7] Ibid., p. 90.

[8] José Antonio Rosales Cortés, “La vida cotidiana en Guadalajara durante la Guerra de Tres Años”, Estudios Históricos, núm. 83, sexta época, Guadalajara, Centro de Estudios Históricos “Fray Antonio Tello”, 2007, pp. 39-72.

[9] Incluida en el Homenaje de respeto a la memoria del Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. Don Ignacio Díaz y Macedo, dignísimo primer Obispo de Tepic, Tepic, Tipografía de Señor San José, 1907. Es también un documento valioso por  rescatar las memorias de la infancia del obispo en el ámbito doméstico durante los disturbios sociales.

[10] Idem.

[11] Sor María de los Dolores de las Llagas de Jesucristo Rivera, op. cit., p. 80.

[12]Ibid., p. 8.

[13] Ibid., p. 18.

[14] Aurea Zafra Oropeza.  Agustín Rivera y Agustín de la Rosa ante la filosofía novohispana. Guadalajara, Ediciones de la Noche, 1994, pp. 41-50.

[15] Rivera, op. cit., p. 54.

[16] Ibid., 55.

[17] Ramón Mata Torres. Convento de Santa María de Gracia de Guadalajara, Guadalajara, Rotaimpresos Nueva Galicia, 1998.

[18] Crónica del convento actual de Santa María de Gracia de monjas dominicas. Guadalajara, Rotaimpresos Nueva Galicia, 1998, p. 43.