Sincronía Winter 2011


The Curious Incident of the Dog in the Night-time: La Novela como Potencial de Reclamo de Justicia (y Reconocimiento) Individual

Mariana Mussetta

Universidad Nacional de Villa María

Argentina


 

Abstract: The Curious Incident of the Dog in the Night-time, novela escrita por el británico Mark Haddon en 2003,  nos presenta a un peculiar narrador y protagonista adolescente que sufre el síndrome de Asperger, condición que lo lleva a una cosmovisión sorprendente y única. La obra no sólo transgrede parámetros literarios y lingüísticos a nivel formal sino que también rompe con convenciones artísticas, culturales y sociales,  ya que impacta con nociones particulares sobre la muerte de seres cercanos, los lazos familiares, la normalidad,  las relaciones interpersonales, y la mentira, entre muchas otras. Es por esto que, al construir así una particular e inquietante visión del mundo, la novela se presta especialmente para ser analizada desde los modos en que contribuye en términos de Fluck a la articulación de un sentido de justicia individual y de reclamo de reconocimiento.

 

Palabras clave: justicia – justicia individual – reconocimiento – ficción experimental – transferencia

 

Introducción

En su artículo “Fiction and Justice” de 2002,  Fluck sostiene que una de las razones por las cuales la ficción—y en particular la novela—ha tenido y sigue teniendo éxito en el mundo occidental desde el siglo 18 y hasta la actualidad es su potencial de hacer coincidir la justicia social y lo que él llama “justicia individual”: es decir, una manera de reconfigurar la realidad que “hace justicia” a las expectativas y propia percepción del individuo—entendido éste en el sentido sociológico del término como la unidad social más pequeña. Los textos ficcionales,[1] según su postura, ofrecen significativas contribuciones a la noción cultural de justicia, y a su vez autorizan reclamos de justicia individual. Sin embargo, su trabajo no pretende explorar la relación entre ética y literatura, ya que no se propone explorar un posible poder moralizador en la literatura. Su propósito dista de afirmar que ésta puede ser leída como una forma efectiva de filosofía moral. Más bien pone el foco en la relación entre ficción y justicia, independientemente del tema que traten los textos, ni de la forma de abordarlo, ni siquiera de la necesidad de ajustarse a modos miméticos, cuestionados a partir del modernismo y, con mayor razón aún, a partir del giro lingüístico y las corrientes posestructuralistas que han permeado la ficción de la segunda mitad del siglo 20 y principios del 21. El presente trabajo se propondrá analizar la novela de Haddon The Curious Incident of the Dog in the Night-time (TCI) desde la intersección de ficción y justicia y a la luz de la teoría de Fluck, quien afirma que toda ficción posee el potencial para articular reclamos de justicia individual y de reconocimiento que no pueden darse de otra manera.

TCI nos presenta a un peculiar narrador, Christopher Boone, el protagonista, un adolescente que sufre el síndrome de Asperger y que se propone escribir una historia de detectives al intentar descifrar el “asesinato” del perro de su vecina, lo que lo lleva a vivir aventuras y a descubrir verdades inquietantes sobre sus padres y sobre el mundo que lo rodea. El hecho de que la novela despliegue dicción extremadamente simple y esté absolutamente desprovista de lenguaje metafórico y figurativo tiene una razón de ser: Christopher se siente completamente incómodo con cualquier tipo de indeterminación de significado, y sólo puede entender el lenguaje literal.  Es por eso que tiene serias dificultades para comprender metáforas y bromas, y no tolera mentiras de ningún tipo. Sigue estrictas rutinas, y es incapaz de desarrollar relaciones afectivas o de interpretar el tipo de lenguaje gestual necesario para interactuar socialmente. Por otro lado, posee una memoria prodigiosa y la habilidad de resolver complicados problemas de matemática: le produce placer resolver acertijos que confundirían a un académico experimentado. Como la mayoría de las personas que sufren de Asperger, es verdaderamente un genio pero adolece de las más básicas habilidades interpersonales.

Haddon nos abre las puertas a la intrincada mente de este personaje recurriendo a un texto altamente heterogéneo, explorando géneros diversos--como el detectivesco, el diario, la ficción epistolar, y la literatura científica--con un profuso uso de experimentación gráfica y elementos paratextuales que, lejos de ser ilustraciones accesorias, son parte fundamental e indisoluble de la obra literaria. Siguiendo la tradición metaficcional Shandeana[2] al igual que la ficción de Nabokov, Vonnegut, y Federman,[3] la novela no sólo transgrede parámetros literarios y lingüísticos a nivel formal sino que también rompe con convenciones artísticas, culturales y sociales,  ya que impacta con nociones particulares sobre la muerte de seres cercanos, los lazos familiares, la normalidad,  las relaciones interpersonales, y la mentira, entre muchas otras. Es por esto que, al construir así una particular e inquietante visión del mundo, la novela  se presta particularmente a ser analizada desde los modos en que contribuye en términos de Fluck a la articulación de un sentido de justicia individual y de reclamo de reconocimiento.

 

Justicia Individual y Reconocimiento

Citando a Fraser, Fluck hace hincapié en los debates acerca de la justicia que han llevado su definición de la arena de la distribución a la arena del reconocimiento. Esta redefinición de justicia lleva a re describir lo que constituye discriminación y victimización, y coincide con Shklar en que esto a su vez resulta en un creciente sentido de injusticia en la gente. En este sentido, afirma que la cultura en general y la literatura en particular han jugado un rol crucial en la articulación de este sentido de injusticia y del clamor del individuo por justicia. Es más, cuanto más amplia se vuelve la definición de poder, y cuanto más radicalizados se tornan los reclamos de realización personal del individuo, más importante se vuelve la ficción como parte de la búsqueda de la justicia individual. En la práctica política, intentar instalar la justicia supone complicados problemas en lo que hace a nociones de discriminación e imparcialidad. La ficción, en cambio,  puede darse el lujo de ser radicalmente subjetiva. De esta manera, la ficción ha jugado un papel pionero en la introducción de reclamos del individuo en la cultura, y, más recientemente, en la ampliación del concepto de justicia. Aún en historias de ficción en donde no se producen cambios políticos o reformas judiciales para contrarrestar la injusticia de la que ha sido víctima un personaje, puede producirse una compensación cultural, que consiste en una precepción cultural diferente, un reconocimiento de la persona como valiosa. De esta forma, la ficción no sólo es un medio privilegiado para articular un sentido de injusticia, sino que también puede compensar experiencias de injusticia individual mediante un mayor reconocimiento y la posibilidad de establecer justicia a nivel simbólico.

En una entrevista con The Observer, Haddon responde categóricamente a una pregunta sobre su interés en trastornos mentales como eje de sus obras:[4]

Todos ven el mundo de manera diferente…Ojalá nunca hubiera permitido que la editorial incluyera la palabra "Asperger's" en la tapa de Curioso Incidente…en realidad no es sobre Asperger's, es sobre la diferencia. Es sobre la aceptación de los otros. Es sobre esa oblicua, vista marciana del mundo.[5] (2010)

 

El tema del reconocimiento de la diferencia y de la individualidad aparece claramente como el verdadero motor que impulsa a Haddon a escribir. En el caso particular de TCI, que resulta ser un registro de los descubrimientos de Christopher en forma de diario en lo que él afirma ser una historia de detectives de su autoría,[6] la elección de género se presta especialmente para ver la vida con los ojos de Christopher, quien, siendo el narrador de la historia,  ofrece numerosos y diversos modos que  dan lugar al reconocimiento de su singularidad, y contribuyen a contra arrestar el fenómeno de misrecognition (reconocimiento erróneo), entendido en el sentido de Charles Taylor como aquella imagen restringida, degradada, o despreciable que la sociedad o los demás le devuelven a un individuo o grupo.[7]

De los cuarenta y nueve capítulos que componen la novela, la mitad están reservados para que Christopher Boone nos cuente cómo es, qué piensa, qué siente, y en qué consiste su forma particular de ver el mundo. Tales capítulos aparecen equitativamente distribuidos entre los que revelan los hechos que hacen desarrollar la historia, y la trama no cobraría su verdadera dimensión sin los primeros. Hay uno dedicado a explicarnos por qué piensa que la gente le resulta confusa, otro donde hace un listado de sus “problemas de comportamiento,” otro donde nos cuenta el verdadero motivo por el que le gustan las matemáticas, o porqué nunca miente. A la luz de la información provista en dichos capítulos, inteligentemente intercalados con los que permiten desarrollar el argumento propiamente dicho, tenemos como lectores un acceso exclusivo a su intricada mente, ya que ninguna de las personas que lo rodean cuentan con esta valiosa información, y, a diferencia de ellos, quienes deben inferir qué piensa y qué siente Christopher a través de su comportamiento, a los lectores se nos provee razones de ese comportamiento. Esto da como resultado un  insight que permite iluminar la brecha del reconocimiento erróneo—a pesar de sus buenas intenciones-- de la que es víctima.

Sin embargo, la ventaja de ver la historia desde los ojos del protagonista se vuelve “desventaja,” un desafío altamente difícil: que percibamos lo que realmente sucede y lo que las otras personas piensan y sienten a través del relato de alguien que es incapaz de leer el lenguaje  gestual, o detectar, discriminar, y entender los sentimientos más básicos de los otros, con empatía cero. Es aquí donde Haddon despliega su maestría literaria, recurriendo a la ironía dramática y a un excelente manejo de la dimensión interpersonal del lenguaje en donde Christopher nos relata su interacción con los otros. Mientras que sus interlocutores abundan en elecciones lingüísticas indirectas e incongruentes, Christopher sólo puede interpretarlas literalmente, ya que es incapaz de comprender lenguaje indirecto o indeterminado, y por supuesto su forma de hablar es estrictamente congruente, lo que a menudo confunde a los que lo escuchan. Además, al reportar sus diálogos con otras personas, lo hace sin hacer valoraciones de ningún tipo, recurriendo solamente a un par de verbos neutros como “preguntar” o “decir.” Sin embargo, la descripción “objetiva” de las manifestaciones físicas de sus interlocutores—que gritan, se llevan las manos a la boca,  o respiran profundo—así como la cuidadosa reproducción de sus pausas y falsos comienzos que indican duda, o el reporte verbatim de la repetición de ciertas palabras o del uso de malas palabras arrojan luz sobre lo que el resto de los personajes piensan y sienten. De esta manera, Christopher sigue siendo creíble como narrador, a la vez que provee al lector pistas que ayudan a delinear los otros personajes. A todo esto se le suma una serie de razonamientos lógicos que Christopher intercala entre las instancias de reporte directo de diálogo, en donde nos manifiesta el por qué de cada respuesta que da, y lo que piensa y siente a medida que se desarrolla la conversación. Todo esto contribuye a una ironía dramática en donde se da lugar a un sentido de injusticia en términos de la incomprensión de la que Christopher es víctima, de la brecha entre lo que necesita y de lo que, aunque bienintencionados, las personas que lo rodean le ofrecen.

Otro modo particularmente notable explorado por Haddon para articular el sentido de injusticia individual es el caso de la incapacidad de la madre de Christopher para entender su singularidad. Por un lado, posee una visión distorsionada de las capacidades de su hijo, proyectando en él una dimensión ética en la que Christopher no se reconoce: “Yo no digo mentiras. Mamá solía decir que eso era porque yo era una buena persona. Pero no es porque soy buena persona. Es porque no puedo decir mentiras” (24). Christopher reniega de esto, y revela una clara afirmación de identidad, que los que lo rodean aún no comprenden. Significativamente, el recurso de Haddon de expresarlo a través del significado de su nombre es poderoso: el verdadero nombre que Christopher quiere para sí para debe ser único, fuera de cualquier estereotipo: “Mamá solía decir…Christopher era un lindo nombre porque era una historia acerca de ser bueno y gentil…pero yo quiero que mi nombre signifique yo” (20). Es interesante aquí resaltar cómo el reclamo de justicia individual se articula no desde la visión del personaje noble y de altos valores morales que no son suficientemente apreciados, sino más bien lo contrario. Christopher exige ser reconocido en su incapacidad de experimentar sentimientos de solidaridad, generosidad, bondad, o empatía. Desde su incapacidad, él también reconoce erróneamente a los otros, y es así como la articulación del sentido de injusticia se expande y complejiza, ya que el resto de los personajes también son víctimas de la incomprensión de Christopher.

La conclusión a la que arribamos es que todos, de una u otra manera, somos reconocidos erróneamente por los demás: la singularidad de Christopher nos interpela en nuestras propias singularidades, en nuestra propia manera de ser únicos y ver el mundo. Podríamos decir que el fenómeno de reconocimiento en la novela funciona de esta manera: conocer a Christopher nos hace comprensivos de la incomprensión de los demás,  ya que de alguna manera nosotros también nos admitimos limitados en nuestra comprensión de los otros. Según Christopher, decir que Orión, la famosa constelación, delinea a un cazador y su arco en virtud de la forma en que están dispuestas sus estrellas es absurdo ya que podríamos con las mismas estrellas delinear infinita cantidad de figuras posibles, como una cafetera o un dinosaurio. Luego concluye: “Orion no es un cazador ni una cafetera…son explosiones nucleares a billones de millas. Y esa es la verdad” (157).  Su simple reflexión nos sitúa en el meollo del misterio del reconocimiento de la individualidad propia y ajena: si bien las estrellas son siempre las mismas, las formas en que cada uno las combina en su singularidad--como metáfora de nuestro intento de darle sentido al mundo--son infinitas.

 

Articulación de Justicia Individual: El Proceso de Transferencia

Fluck enumera tres razones por las cuales los textos de ficción han jugado un rol cada vez más importante y efectivo en la articulación de una búsqueda de justicia individual: 1) el hecho de que la ficción ha sido una parte importante de la modernidad—si no una de sus fuerzas impulsoras--; 2) los procesos de transferencia simbólica que ésta promueve; 3) la forma privilegiada de articulación de elementos imaginarios realizada únicamente por la ficción, y que no pueden ser articulados de otra manera. En cuanto al primer punto, Fluck aclara que si bien el contar historias ha sido parte de la humanidad desde sus comienzos, es en la transición del feudalismo al capitalismo que la ficción se institucionaliza en occidente como forma de expresión individual. La novela se diferencia de formas más antiguas de ficción de dos maneras: distinta de la épica comunitaria y heroica  de la antigüedad y de la edad media, su origen se encuentra  en la literatura de introspección, la que, siguiendo una lógica de secularización y de de jerarquización, lleva a una literatura de self empowerment (algo así como autodeterminación) burguesa, donde los protagonistas dejan de ser reyes y aristócratas para convertirse en personajes de la burguesía. Por otro lado, el desarrollo de la imprenta hace de las novelas el primer medio masivo de Occidente, transformándolos en posesiones individuales y posibilitando nuevos modos de lectura que refuerzan la autodeterminación imaginaria del individuo. Al pasar la lectura de ser intensiva a ser extensiva, se alimenta el apetito por ella y el deseo imaginario.

La afirmación que sostiene que la ficción resulta útil en el proceso de autodeterminación imaginaria del individuo puede entenderse desde el modernismo estético, que fue crucial en reemplazar modelos miméticos de representación, y que pone el foco en el potencial de la ficción para la desfamiliarización y en su carácter de epistemología experimental que le permite al lector cruzar fronteras, explorar otros mundos y otras realidades. En este marco, el individuo se presenta asfixiado por las convenciones, que sofocan el ser interior auténtico e impiden la realización personal, y la necesidad de expresión personal/ individual  se explica desde al menos una rama del modernismo al afirmar que hay un costado reprimido del ser que procura alcanzar el autocontrol por medio del arte. Si bien Fluck coincide con esta postura, aclara que esta función de la ficción se reduce a trabajos audaces, pioneros, y transgresores--como por ejemplo The Awakening de Kate Chopin--y a su vez no da cuenta de la lectura de textos como éste por parte de lectores de generaciones posteriores, quienes ya no necesitan de esa literatura como medio indirecto de articulación en ese sentido. La transgresión a la que hace referencia Fluck pareciera relacionarse, según su ejemplo aquí, con el tratamiento de temas tabú, es decir, poniendo a prueba mandatos sociales y culturales a nivel temático. Sin embargo, como se verá más adelante, no es éste el único modo en que la ficción puede volverse transgresora, ya que los aspectos formales también pueden volverse locus de subversión. El hecho de que en la novela de Haddon se combinen ambos modos de transgresión la hace particularmente interesante. Más precisamente, la forma en que se expresa la visión particular del mundo que tiene el personaje principal es una de las maneras de hacer posible la articulación de la trangresión a nivel temático.

El hecho de que la lectura de ficción sea fuente de gratificación se explica más ampliamente, dice Fluck, no desde su función como transgresión tentativa sino desde el concepto de transferencia derivado de la teoría de Iser, y de allí se deriva la segunda razón por la cual la ficción cumple una importante función en la articulación de una búsqueda de justicia individual. Iser sostiene que al leer ficción, el texto literario representa dos cosas al mismo tiempo: el mundo mismo del texto y los elementos imaginarios agregados por el lector en el proceso de dar significado a las palabras en la página, y que esta doble referencia de la ficción puede considerarse una importante fuente de experiencia estética, ya que nos permite ser nosotros mismos y alguien más al mismo tiempo, dentro y fuera del personaje simultáneamente. Sin embargo, la experiencia estética no se equipara a la “identificación” del lector con algún personaje o evento del texto, sino que es producida por la actualización del texto todo en el acto de lectura. La “versión más expresiva de nosotros” se constituye en una extensión de nuestra interioridad—entendida como complejo que incluye desde asociaciones hasta sentimientos, desde sensaciones hasta imágenes mentales--sobre todo un mundo creado.

En TCI, la subversión manifiesta en la numeración de los capítulos con números primos como uno de los modos de experimentación gráfica y genérica de Haddon en la novela refuerza y profundiza esta transferencia, ya que la novela toda opera como analogía de la mente de Christopher.

Los números primos son los que quedan después de haber sacado todos los patrones. Yo

pienso que los números primos son como la vida. Son lógicos pero no podrías descubrir las reglas aún si pasaras todo tu tiempo pensando en ellos. (15)

 

Así, vamos sumergiéndonos en ese universo con lógica propia sin lograr asirla por completo. Christopher es único, su mundo es único, y nos volvemos cómplices de ese mundo al mismo tiempo que descubrimos que la singularidad de ese mundo logra articular nuestra propia interioridad, la que necesitamos para actualizar el texto en el seno de la ironía dramática.

Como tercer razón por la cual la ficción juega un rol preponderante en el moldeado de un sentido de justicia individual, Fluck afirma que la primera es fuente de reconocimiento de la subjetividad del lector, entendida ésta como el sentido del ser que un individuo tiene de sí mismo. El fenómeno de transferencia en la lectura de ficción produce un “efecto de articulación,” en donde se da lugar a la expresión de dimensiones aún no formuladas del ser. No debe ligarse este efecto exclusivamente a un cierto rol avant garde de transgresión cultural, ya que, de ser así, se aplicaría solamente a aquellas historias que violan tabúes culturales. En un sentido más amplio, lo que se articula en este proceso es lo “imaginario,” definido por Iser en términos fenomenológicos como “flujo indeterminado, difuso, y versátil de impresiones, imágenes, sentimientos y sensaciones corporales” (citado en Fluck 25), los que necesitan asociarse a significados culturales ya existentes para poder articularse.  La ficción involucra a esta interioridad radicalmente subjetiva a la vez que la representa en una dimensión que posibilita el reconocimiento público: es decir, puede unir la dimensión subjetiva a la pública por medio de un análogo estructural. La actualización del texto en el proceso de trasferencia permite establecer analogías entre elementos que, distantes en términos de espacio y tiempo, por ejemplo, están unidos por semejanza estructural.

            Con sus personajes no justamente reconocidos—no sólo Christopher sino también su madre, su padre, y aquellos con los cuales Christopher interactúa—así como con sus situaciones de incomunicación y malentendidos, la historia de Haddon posibilita al lector articular su interioridad para reconocer su subjetividad nunca reconocida en plenitud por los “otros.” Le permite espacios de reconocimiento  para “ver” su propio mundo interior en el mundo de la ficción, para que, al realizar analogías entre la ficción y su propia experiencia como individuo, la historia de Haddon toda tenga el color de su autopercepción como sujeto.

Para describir otra faceta de la intersección entre la dimensión subjetiva y la pública, o entre justicia y individual justicia social que se produce en la lectura de ficción, Fluck también recurre al concepto de afiliación grupal, es decir, el proceso de transferir a un solo personaje las características de un grupo mayor al que adherimos. De esta manera, decidimos lo que percibimos como justo o injusto al autorizar un caso particular a través de los reclamos de un grupo en búsqueda de reconocimiento del cual somos miembros, por el cual sentimos empatía, o que reconocemos como portador de una historia de opresión, discriminación, y falta de reconocimiento. Así, a la causa de Christopher se le da validez por ser emblemática de las personas con capacidades diferentes, de los incomprendidos, de los que son discriminados por tener una visión diferente del mundo: El caso de Christopher se trasforma entonces en una cuestión de política de identidad, y hasta de neuro-diversidad.[8] Si bien coincido con Fluck en que este punto da cuenta de la relación entre el deseo individual de articulación y reconocimiento por un lado con la justicia cultural--los reclamos de un grupo social particular—por otro, discrepo en cuanto al peso dado a la idea de afiliación grupal como previa al a lectura, es decir, la sugerencia de la necesidad de percibirse como afiliado a un determinado grupo a priori de la lectura de la ficción para poder realizar esta transferencia, cuando en realidad sucede que, en muchas ocasiones, la afiliación no es previa sino suscitada por la misma lectura. Si bien ciertos grupos ya establecidos, ampliamente reconocidos y fácilmente detectables como víctimas de injusticia (los débiles, los pobres,  o, en este caso, las personas con capacidades diferentes) son útiles en la ficción para disparar estas transferencias en la articulación de reclamos de justicia, también podría afirmarse que justamente es el poder de la ficción el que permite si no promover la creación de nuevas afiliaciones en el individuo que la lee, por lo menos poner a prueba las pre existentes, reconfigurándolas.

En el caso de TCI, Haddon logra con su historia cuestionar parámetros de normalidad dadas por hecho, y desafiar aquellos comportamientos y formas de pensar que caracterizan al grupo de los “normales” en contraste con quienes no lo son.  Christopher ve absurdo el hecho de tener que usar las palabras “special needs,”  o “learning difficulties” para referirse a sus compañeros, ya que afirma que, de una u otra manera, todos tenemos necesidades especiales—como usar anteojos o consumir edulcorante-- y dificultades de aprendizaje, por ejemplo, al querer comprender la teoría de la relatividad. Por otra parte, también se cuestiona  “la normalidad” en términos tradicionales de asociación al sentido común y la lógica. Cuando el Sr. Jeavons, psicólogo, le manifiesta su sorpresa a Christopher al ver que él, siendo una persona tan lógica, decida si un día va a ser bueno, regular, o malo según la cantidad de autos de un mismo color que vea pasar en la calle seguidos uno del otro, Christopher nos sorprende una vez más con la respuesta. En realidad, a él le gusta que las cosas estén en orden, y ése era un recurso más para lograrlo, de la misma manera en que la gente se pone triste si llueve o contenta si hay sol, cuando en realidad el estado del tiempo no afectará su trabajo en la oficina, o del mismo modo en que su padre siempre sube la escalera de a dos peldaños comenzando con el pie derecho, o se pone los pantalones antes que las medias. En fin, su conclusión nos lleva a admitir que todos compartimos pequeñas manías ilógicas que tienen poder sobre nuestra vida, y que el grupo de los normales no siempre esgrime el sentido común ni se rige por la lógica, con lo que se cuestiona la categoría normalidad, una certeza más que Christopher pone a prueba.

A pesar de que el reconocimiento de la subjetividad del lector es una de las razones por las cuales leer ficción sigue siendo gratificante, es a su vez fuente de infinita insatisfacción, subyacente en la inadecuación inherente de la representación: Dice Fluck que los códigos y signos lingüísticos con los que contamos para expresarnos no lograrán nunca expresar nuestra interioridad toda, y debido a que la promesa de un reconocimiento completo de la propia interioridad no se satisface nunca, se mantiene vivo el sentido de injusticia del individuo. La experimentación gráfica en la novela de Haddon puede entenderse desde ese lugar, como intento de recurrir a formas alternativas de expresión para extender los límites que las barreras lingüísticas convencionales le imponen al reconocimiento de la interioridad. El impacto de la subversión gráfica y tipográfica pone en juego la articulación de la interioridad del lector de manera particular, ya que las imágenes mentales, las sensaciones, asociaciones, y sentimientos del lector no son evocadas de la misma manera por un texto plano y neutro que por uno plagado de dispositivos gráficos específicos y diversos, tanto tipográficos como icónicos, que “hacen uso enfático de las posibilidades visuales de la página” (White 1): En TCI encontramos abundante uso de negrita, apéndices, notas al pie más extensas que el texto mismo de la página, listas, mapas, planos, gráficos, dibujos, fotos, diagramas, ecuaciones matemáticas, y representación facsímil de carteles, pósters, escritura manuscrita, y hasta patrones de la trama de prendas de ropa o tapizados. Lo fascinante de TCI es que en el proceso de descubrir la interioridad de Christopher, esta transgresión lleva al lector a bucear la propia interioridad por caminos insospechados.

 

El Rol de la F            icción en la Tensión Individuo vs Sociedad Moderna

Según Fluck, es justamente la búsqueda de justicia individual--definida como búsqueda de reconocimiento y autoestima--la que impulsa el proceso de transferencia en la experiencia estética de la lectura de ficción, y da cuenta de dos contextos históricos: la modernidad y la democracia, entendida aquí no como ideal político sino como modo de vida, para explicar por qué la cultura, y especialmente la ficción, juega un papel crucial en la articulación de los reclamos de justicia individual. Por un lado, la modernidad da lugar a un individualismo “inquieto” en constante búsqueda de reconocimiento para diferenciarse de los otros. Por otro lado, en vistas a la promesa de igualdad de la democracia, todos necesitan establecer su propio valor frente a los otros, y esto se complica porque la autoridad es difusa y provisional, y también lo son los destinatarios de esta auto representación individual. En fin, el individuo es presa de un sentimiento creciente de injusticia que surge de las condiciones democráticas, un sentido de frustración de pensar que ni los otros ni las autoridades públicas se esfuerzan lo suficiente para apreciar su propio valor individual. La democracia se percibe como “injusta” porque descuida o ignora al individuo.

La ficción, según Fluck, ofrece la solución para los problemas de reconocimiento y autoestima que se producen en las sociedades democráticas modernas. A un nivel obvio, la ficción se torna un modo de comunicación en donde se autoriza una perspectiva individual a través de medios performativos. Por otra parte, la ficción puede articular aspectos de la experiencia individual que se borran en las grandes clasificaciones sociales. Así, hasta un cruel asesino como personaje de ficción puede ser percibido como víctima de injusticia y de reconocimiento erróneo, siempre y cuando  la idea de injusticia sea evocada convincentemente a través de medios retóricos y narrativos.

Con su maestría, Haddon logra conmover al lector con un Christopher extremadamente frío, antisocial, y hasta violento cuando es molestado. La supuesta muerte de su madre no produce en él sentimiento alguno, ni tampoco cuando descubre “su abandono,” ya que la necesidad de volver con ella surge simplemente de ponerse a resguardo de su padre, en quien no confía después de saber que le ha mentido, y con el que no dudaría en usar su navaja si se le acercara. Sueña con un virus que mate a toda la humanidad excepto a los que tienen Asperger como él, y con no tener que encontrarse nunca más con nadie, o con ser lanzado solo al espacio. No posee “filtro social” alguno, y es incapaz de desarrollar estrategias para diferenciar lo que es moral y socialmente aceptable de lo que no lo es: puede hablar sobre el affair de su madre con el vecino del mismo modo en que habla del perro de la Sra. Alexander “haciendo caca,” o de cómo su compañero Steve  es menos inteligente e interesante que un perro, ya que no puede comer solo ni correr a buscar un palo.  En la literatura, dice Dimock, persiste un “residuo de justicia,” un sentido de desfasaje y de insuficiencia o déficit que señalan la inadecuación de cualquier orden racional establecido por la ley y la filosofía, ya que en la ficción a la justicia se le da una cara y una voz (10). Gracias al poder narrativo de Haddon, la cara y la voz de Christopher exigen reconocimiento, y se articula así su clamor de justicia individual.

                   

La Justicia Individual y la Ficción Experimental

Si aseveramos con Fluck que la búsqueda de justicia individual no sólo es un elemento crucial en la atracción que ejerce la ficción sino que explica su éxito creciente en el mundo occidental moderno, entonces hemos de preguntarnos qué sucede y cómo funciona esta articulación del sentido de justicia individual en aquella ficción que no se ajusta al modelo mimético Dickensiano o Jamesiano, y que utiliza  modos radicalmente experimentales de representación o formas abstractas,  y se aleja de las convenciones genéricas típicas del siglo 18 o 19, de su función moral y mimética: la ficción experimental modernista y postmodernista. Fluck asegura que su proyecto también informa a obras de este tipo, ya que los reclamos de reconocimiento informan distintos tipos de literatura de diferentes maneras, y agrupa a esta ficción experimental en tres grupos[9]: 1) Las novelas del siglo 20 que aún se apoyan en un nivel representacional, en donde la sociedad se reconceptualiza como sistema, y, por lo tanto, las instancias particulares de falta de comprensión, maltrato, o crueldad se vuelven metonimias de la falta de humanidad e injusticia de la sociedad como un todo. Esto incluye desde el realismo modernista de Heminway hasta autores de los cincuenta como Salinger o Bellow, hasta la literatura de la contracultura de Vonnegut o Heller, y que revive, con varias modificaciones, en la novela “étnica” contemporánea. 2) La ecuación del sistema social con un modo realista de representación, de manera que la lucha entre poder social y autoafirmación individual se traslada al nivel de subversión narrativa o lingüística. Ésta es la tradición que comienza con Gertrude Stein y continúa con escritores posmodernos radicales como Donald Bartheleme o Robert Coover. 3) El traslado del foco de empatía e identificación a la posición del lector, de manera que es el lector mismo quien debe recuperar una dimensión de significado y experiencia que ya no se expresa a nivel representacional. Tal es la tradición de Faulkner y otros escritores de la tradición sureña que, en la obra de Pynchon, según Fluck, se usa para otros fines.

Fluck asevera que, en los tres casos, el reconocimiento de la subjetividad continúa siendo el proyecto central. En el primero, la redescripción de la sociedad como sistema impersonal y burocrático incrementa en el individuo la sensación de victimización. En el segundo caso, la transferencia de la idea de opresión sistémica de la vida social a los sistemas de representación radicaliza la idea de un  ingenioso encierro sistémico en la prisión del lenguaje y el discurso y, por ende, el desenmascaramiento o subversión de dichos regímenes promete el camino hacia una “verdadera,” casi anárquica liberación. En el tercer caso, se ve claramente un paso radical hacia el reconocimiento de la interioridad del individuo, dado que el significado ya no reside en el nivel de representación sino en la forma de un constructo mental de lector, quien intenta dar coherencia a la información recibida.

El éxito de TCI puede explicarse, al menos en parte, porque puede ser encuadrado en las dos primeras categorías, y, en menor medida, en la tercera. Es decir, se presenta como fuente generadora de un sentido de justicia individual y de reconocimiento de la subjetividad de tres modos simultáneos. En primer lugar, la incomprensión de la que los personajes son víctimas se vuelve fácilmente metonimia de la inhumanidad e injusticia de la sociedad como un todo. Christopher no es reconocido en su singularidad, su padre no es debidamente reconocido en su entrega a su hijo, la madre de Christopher no es suficientemente comprendida en su falta de capacidad para lidiar con su hijo, y el señor y la señora Shears no han sabido entenderse ni logran después de la separación ser comprendidos por los otros: uno en su necesidad de estar con su amante sin la carga del hijo de ésta, otra malentendida por el padre de Christopher en su acercamiento. En fin, el ser víctima de incomprensión no es exclusividad del protagonista, sino que, de una u otra manera, todos son incomprendidos en sus debilidades y necesidades, ya que la sociedad como sistema impersonal no logra dar respuestas particulares a la necesidad de justicia y reconocimiento de sus individuos.

En segundo lugar, la subversión gráfica y genérica de TCI puede entenderse como el traslado del foco de la lucha entre poder social y autodeterminación individual  al plano lingüístico, al equiparar el sistema social con un modo convencional de representación ficcional. De esta manera, se exploran modos alternativos de liberación de convenciones sociales a través de la subversión de convenciones gráficas, estilísticas, y literarias.

En tercer lugar, y en menor medida, TCI también puede entenderse desde la descripción del tercer grupo, aquel en que se traslada el foco de empatía e identificación a la posición del lector, de manera que es el lector mismo quien debe recuperar una dimensión de significado y experiencia que ya no se expresa a nivel representacional. Si bien el estilo de Haddon dista ampliamente del de Faulkner, representativo de esta tercer categoría, resulta interesante explorar la dimensión que cobra la ironía dramática a lo largo de la historia, poniendo al lector en un lugar privilegiado para dar sentido a la grieta entre lo que Christopher nos cuenta que ve y siente y lo que intuimos sucede en la historia a través de las pistas que, inadvertidamente, nos provee.

 

Conclusión

En resumen, hemos visto cómo TCI logra dar forma a un sentido de justicia individual y reconocimiento que va mucho más allá de la “identificación” con sus personajes o de pretensiones de moralización social. Si bien Christopher nos conmueve por el reconocimiento erróneo del que es víctima, y nos reconocemos además en la incomprensión de los demás personajes, es el fenómeno de transferencia el que permite que nuestra interioridad toda se ponga en juego para articular nuestra subjetividad como sujetos, y es en esa dimensión única que la justicia individual toma su máxima expresión. En TCI, tal potencial se vuelve especialmente fecundo cuando, al presentar la sociedad como sistema frío e impersonal, romper con las barreras lingüísticas en la experimentación gráfica, y explotar el recurso de la ironía dramática, ofrece múltiples modos de reconocimiento de la propia subjetividad para “hacer justicia” al individuo en su singularidad.

 

Bibliografía:

Cadwalladr, Carole. “Mark Haddon: 'What I love about theatre is that it's like being a kid

Again.' The Observer. Sunday 28 March 2010. Web.

Chopin, Kate (1899). The Awakening and Other Stories. Cambridge: Cambridge University

Press, 1999.

Dimock, Wai Chi Residues of Justice: Literature, Law, Philosophy. Berkeley and

Los Angeles: University of California Press, (1997).

Fluck, Winfried. “Fiction and Justice.”  New Literary History, 2003, 34: 19-42.

Fraser, Nancy. “From Redistribution to Recognition? Dilemmas of Justice in a Post-

socialist Age.” New Left Review, 212 (1995), 68-93.

Haddon, Mark The Curious Incident of the Dog in the night-time. London: Vintage

Random House, 2003.

Skhar, Judith. The Faces of Injustice. New Haven: Yale University Press, 1992.

Taylor, Charles “The Politics of Recognition.” New Context of Canadian Criticism.

Ajay Heble, Donna Palmateer Pennee, J. R. Tim Struthers (eds). Peterborough, Ontario: Broadview Press, 1997.

White, Glyn. Reading the graphic surface: the presence of the book in prose fiction.

Manchester: Manchester University Press, 2005.



[1] Fluck aclara aquí que, si bien el término ficción bien puede entenderse de manera amplia y trascender “lo literario,” en su artículo él se refiere a aquellos textos culturalmente considerados “ficcionales” (fictive),  sea su modo de representación “realista” o no.

[2] El término proviene de Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, (1759-1767), obra de ficción de Laurence Sterne publicada inicialmente en nueve volúmenes que se caracteriza por la reiterada subversión de las convenciones gráficas.

[3] Véase, por ejemplo, Pale Fire de Nabokov,  Breakfast of Champions de Vonnegut, y Double or Nothing de Federman.

[4] TCI no es la excepción, ya que la novela A Spot of Bother (2006) explora la ansiedad extrema, el drama televisivo Coming Down the Mountain (2007) trata sobre el síndrome de Down, y la obra de teatro Polar Bears (2010) toca el tema de la depresión bipolar.

[5] La traducción es propia, así como de las citas directas de la novela.

[6] El contexto para la trama es tan simple como contundente: En un pasado cercano, los padres de Christopher no tenían una buena relación, y llegó un momento en que su madre no pudo más hacer frente a la condición de su hijo. Discutía mucho con su marido, y comenzó a salir con el señor Shears, un vecino, con quien eventualmente se marcha a Londres. El padre de Christopher, entonces, decide decirle a su hijo que su madre ha muerto de un ataque al corazón, para que no sepa la verdad. Con el tiempo, la señora Shears, quien ha quedado sola después de ser engañada por su marido, comienza a visitar a los Boone regularmente. Ilusionado con la posibilidad de una nueva relación amorosa y de una nueva compañera para cuidar de Christopher, le expresa sus sentimientos, es rechazado, y en un rapto de furia mata a su perro luego de una fuerte discusión. La narración comienza cuando Christopher descubre al perro muerto en el jardín y, como ama las historias de detectives, decide descubrir quién lo ha hecho, a pesar de la advertencia de su padre de que no lo haga. Al hacerlo, descubre que su padre le ha mentido dos veces, y esto trae consecuencias insospechadas para él, quien debido a su condición no es capaz de tolerar la mentira.

[7] Dado que la identidad se moldea en parte por el reconocimiento de los otros, Charles Taylor afirma en “The Politics of Recognition” que el reconocimiento erróneo puede hacer daño y transformarse en una forma de opresión, encerrando a una persona en una falsa, distorsionada, o reducida forma de ser (98). Si bien podría afirmarse que el reconocimiento total y pleno no logra darse nunca, se entiende aquí por reconocimiento erróneo al concepto estereotipado y reducido de grupos históricamente incomprendidos o discriminados, “subalternos,” y el grupo de las personas con capacidades diferentes bien podría asociarse a esta categoría.

 

[8] El concepto de neuro-diversidad se asocia a la idea que afirma que ciertos desarrollos neurológicos atípicos (neurodivergentes) constituyen una diferencia humana normal que debe ser reconocida y respetada como cualquier otra variación. Dichos desarrollos pueden incluir no sólo al espectro del autismo, sino también a la bipolaridad, el mal de Parkinson, la esquizofrenia, y otros.

 

[9] Fluck se encarga de aclarar que si bien los ejemplos que provee son exclusivamente de la literatura norteamericana, sus implicancias pueden ser fácilmente generalizables, y también sugiere que si bien su foco aquí es el género novela, su clasificación puede extenderse a otros géneros literarios.


Sincronía Winter 2011