Sincronía Spring 2010

EL EXPERTO ALIMENTARIO FRENTE AL LEGO: UNA APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA

LAY-EXPERT: AN ANTHROPOLOGICAL PERSPECTIVE

 

Dra. Julia Navas López[1]

Universidad Católica San Antonio de Murcia

Campus Los Jerónimos s/n

30107 Guadalupe (Murcia)

España

Email: jnavas@pdi.ucam.edu

www.alimentacion.ucam.edu

RESUMEN

Desde una perspectiva antropológica se analiza la relación experto-lego en el contexto alimentario. Reflexionamos sobre la construcción del rol experto y cómo la legislación sanitario-alimentaria legitima el papel hegemónico del mismo. En el mismo sentido, analizamos la legitimación y aceptación de la autoridad experta frente a las distintas tipologías en la relación experto-lego.

Concluimos que el experto depende del lego para mantener su posición. Asimismo, al analizar los tipos de control experto-lego nos encontramos con cuatro modelos: el paternalista, el clientelista, el modelo de mutualidad y el modelo ausente. Uno de los aspectos interesantes de este trabajo es la justificación del uso del lenguaje científico por parte del experto en la legitimación de éste frente al lego.

Palabras clave: antropología, experto alimentario, relación experto-lego, alimentación, nutrición

 

ABSTRAC

We analyse to relationship expert-lay from an anthropological perspective in the food context.

We reflect on the construction of the expert role and how the health-food legislation legitimizes the role of the hegemonic.

In the same vein, we analyze the legitimacy and acceptance of authority expert form various types in the relationship expert-lay.

We conclude that the expert depends on the lay to maintains its position.

We find four models: paternalistic, client, the model of mutuality and the absent model.

One of the interesting aspects is the justification by expert for the use of scientific language  in the relationship expert-lay.

 

Key word: anthropology, food expert, relationship expert-lay, food, nutrition


INTRODUCCIÓN   

El presente ensayo es una reflexión derivada de la investigación que culminó en la tesis titulada La construcción social del experto alimentario: una aproximación antropológica al estudio de las crisis alimentarias[2] .

El objetivo del trabajo es analizar la relación que establece el experto alimentario, desde su posición hegemónica, frente al consumidor considerado bajo el punto de vista del experto como lego en cualquier situación alimentaria. El análisis se inició coincidiendo con la crisis alimentaria desarrollada en España desde octubre de 2000 hasta julio de 2002 (crisis alimentaria de la encefalopatía espongiforme bovina o crisis de las vacas locas), y continuó durante octubre de 2007 hasta julio de 2008 adaptándose a la situación alimentaria de ese momento calificada como de “tranquilidad alimentaria”.

Para ello, se organizó el trabajo de campo sobre una base etnográfica mediante entrevistas semiestructuradas a expertos de la Consejería de Sanidad de la Región de Murcia (España) y a consumidores (Asociación de Consumidores murciana- FACUA CONSUMUR). El guión de las entrevistas abarcaban las siguientes dimensiones: rol del experto; el rol y la legislación sanitario-alimentaria; el experto y “su estatus científico”- el lego y su “estatus profano” en la estructura sanitario-alimentaria; legitimación y aceptación de la autoridad.

 Es desde la antropología de la alimentación desde donde se realiza esta reflexión: el experto alimentario se va construyendo en la medida en que se construye el considerado por éste último como lego.

EL ROL DEL EXPERTO

Se entiende el experto como aquella autoridad legitimada por un tipo de conocimiento alimentario específico de base científico-experimental, que le capacita para intervenir en el comportamiento alimentario de la población, ya sea en su aspecto más sanitario, advirtiendo de los riesgos y peligros de ciertas situaciones, como en su aspecto  nutricional, calificando y distinguiendo conductas adecuadas y consideradas por él mismo como dentro de la normalidad o, por el contrario, aquellas comportamientos desviados o anormales que necesitan ser reconducidos hacia un comportamiento que asegure la salud de la población. Es por ello, que se convierte en un moralizador y normalizador, juez o profeta con capacidad para redirigir el sistema alimentario en una u otra dirección.

Asimismo, se define el rol como el conjunto de comportamientos que lleva a cabo el individuo según la posición que ocupa en la estructura social (Piña, 2005). El rol, en definitiva, prescribe el modo de comportarse cuando se está en una determinada situación social (Yuste, 1982:37), al tiempo que cada individuo incorpora como propio el proceso institucional. De esta forma, el individuo que asume un determinado papel es producto de una aprehensión de esquemas de percepción y acción que provienen de un proceso de institucionalización, y de este modo, se establece una pauta común, una forma de pensar y sentir acordada. Por supuesto que la base de estas maneras estandarizadas proviene de la necesidad del ser humano de mantener unas respuestas comunes a la vez que desarrollan, paralelamente, argumentos justificatorios de su idoneidad. Esto deriva en la necesidad de hablar de una memoria de actuación colectiva[3] tanto en el individuo como en la colectividad concreta de expertos, y a referirse a la interiorización que éstos últimos hacen respecto de visiones y respuestas comunes, consecuencia de la propia socialización derivada de su pertenencia al grupo de expertos.

En las diferentes situaciones alimentarias, el experto asume un rol que se pone de manifiesto a través de su discurso y actuación y, de este modo, se puede observar en comportamientos considerados como repetitivos. Son muchos los expertos que durante las entrevistas responden a las cuestiones planteadas con expresiones a modo de “clichés” tales como :(…) la seguridad alimentaria está garantizada”, “(...) el seguimiento de las recomendaciones asegura un estado saludable”, “(...) nunca como ahora hemos estado tan seguros”, “(...) el control higiénico-sanitario asegura la calidad alimentaria”, “(...) los organismos sanitarios están, ahora más que nunca, preparados para asumir cualquier peligro alimentario”... Cada una de las explicaciones forma parte de un discurso aprehendido que no fue variado en ningún momento, independientemente del contexto alimentario en que fueron entrevistados, antes, durante y después de la crisis alimentaria de las vacas locas. Esto muestra por un lado, la relación entre las respuestas estereotipadas y el rol asumido, y, por otro, el reflejo de unos esquemas perceptivos institucionalizados.

El análisis se centra ahora en la figura del experto como rol y, en particular, en el nexo entre el individuo experto y su estatus, las instituciones que están presentes y por supuesto, la interrelación del papel que juega con los demás roles de la estructura social. Por tanto, se retoma el concepto de acción social. La acción social nos permite establecer un nexo entre los individuos y sus status, las instituciones y los roles que éstos ejercen.(…) En las acciones sociales se produce el paso de lo subjetivo a lo intersubjetivo. (…) supone la intersubjetividad o el paso de una comprensión del mundo en términos de las respuestas y preocupaciones o intereses de una persona, a la comprensión del mundo a través de la interacción y la construcción de significados compartidos (Luckmann, 1996:145),. La acción social del experto se entenderá como una manera de pensar, sentir y de actuar cuya orientación estará estructurada siguiendo un modelo que comparten la colectividad constituida como “comunidad de expertos”.

De este modo, se aborda el estudio del experto teniendo en cuenta la influencia que sobre él ejerce la estructura social, pues es en ésta en la que se crea y recrea. El experto detenta su estatus en función de dicha estructura, y establece sus relaciones con individuos de su posición, es decir, con otros expertos, así como con sujetos de otro estatus cognitivo. Interesa analizar, los mecanismos que mantienen y regulan estas relaciones, así como los enfrentamientos o conflictos que surgen entre el experto y aquel sujeto considerado como lego.

Las competencias del experto alimentario como poseedor de conocimientos, le sitúa en una posición privilegiada con respecto a los otros. En este contexto, el lego debería conocer las reglas que operan en el mundo del experto para poder introducirse en él, aunque como posteriormente se verá, existen muchas dificultades.

 “(...) la verdad es que cuando sale por la tele explicándonos las cosas parece fácil(...) Yo que no he estudiado respeto mucho cuando los veo con sus batas blancas, pero me gustaría poderles entender mejor... Además, ellos están en su mundo y cuando les preguntan gente como yo que no sabemos, parece como si no quisieran responder porque hablan para ellos” (Consumidor Ama de casa, 65 años)

El consumidor, en su rol de lego, demanda del experto la posibilidad de acceder en la medida de sus posibilidades al saber experto: “me gustaría poderles entenderles mejor”, y, al mismo tiempo, da explicación a esa actitud del técnico: “parece como si no quisieran responder porque hablan para ellos”. La expresión hablan para ellos es una manifestación del papel del experto percibido por el consumidor como límite que enfrenta ambos roles.

Se advierte que es innato en el ser humano llevar a cabo pautas automáticas que le liberen de decidir y redefinir constantemente los significados o las razones de las acciones y, de este modo, en el experto se produce la descarga[4] en sus actuaciones que favorece, por un lado, su tranquilidad ante el enfrentamiento a determinados problemas alimentarios y, por otro, se asegura el respaldo del grupo consolidado por la institución.

Entonces, se está ante un experto que según sea demandado responderá con clichés producto de su inconsciencia grupal[5], y desde una perspectiva antropológica, la observación de una actuación institucionalizada explica dicha inconsciencia cuya finalidad es evitar el desequilibrio resultante de poner en entredicho la manera de actuar del experto, que más allá de lo científico responde a pautas aprehendidas e institucionalizadas de comportamiento.

Las instrucciones del rol del experto conllevan la aceptación de acciones y pensamientos programados dentro de la institución:

La institución, con su conjunto de acciones programadas, se asemeja al libreto no escrito de una obra teatral. La realización de la obra depende de que actores de carne y hueso desempeñen reiteradamente los “roles” prescritos. Los actores encarnan los roles y actualizan la obra representándola en un escenario determinado. No la obra ni la institución existen empríricamente fuera de esta realización recurrente. Decir pues que los roles representan instituciones es decir que posibilitan que ellas existan, una y otra vez, como presencia real en la experiencia de individuos concretos” (Berger y Luckmann, 1984: 99).

De este modo, acercarnos al experto supone aproximarnos a la institución que mantiene, protege y asegura su rol.

EL ROL Y LA LEGISLACIÓN SANITARIO-ALIMENTARIA

Para determinar los esquemas perceptivos del experto basta con escucharle en las entrevistas. En todas ellas existe una continua referencia a lo que se puede comprobar o no científicamente.  

Se entiende que la visión del experto se sostiene, por un lado, mediante el soporte legislativo-administrativo que va habilitándole en su labor, y por otro lado, mediante la tecnología o la capacidad de aplicar un conocimiento reducido a una serie de técnicas que le legitiman potenciando su distinción frente al que considera que no sabe.

“El técnico realiza su labor apoyándose principalmente en los aspectos legislativos que desde la Agencia se van facilitando, así como las nuevas técnicas que aseguran la comprobación de todos los niveles presentes en los alimentos (…). Ten en cuenta, que hasta hace relativamente poco trabajábamos con técnicas que, en ciertos sentido, se aproximaban pero no aseguraban…hoy en día ya podemos facilitar a nuestros técnicos algo más fiable” (Experto, Licenciado en Veterinaria, además de trabajar en la Consejería ocupa un cargo político en la Agencia Española de Seguridad Alimentaria-AESA)

La legislación sanitario-alimentaria proporciona por un lado, el respaldo de la actuación del experto y por otro, la coordinación y legitimación de la administración sanitaria para conseguir que sus técnicos lleven a cabo una misma actuación, salvando así la evidencia de debilidades en el sistema de vigilancia alimentaria estatal.

Examinando la consolidación de la relación experto-lego a partir del conocimiento tecnológico, se advierte cómo tomando como ejemplo cuando se pregunta al experto por los riesgos alimentarios, remite, en la mayoría de los casos, a la definición de riesgo y al concepto de peligro. Mientras que el riesgo hace referencia a una amenaza potencial dotada de cierta probabilidad, el peligro es definido como amenaza cuantificada de carácter más o menos inmediato. Es en este momento cuando el experto ejerce su rol y posición al asegurar que el lego no conoce la diferencia entre riesgo y peligro:

“(...) ¿Qué qué es un riesgo alimentario? Bueno, pues, como tú sabrás, bueno ya no hablamos de riesgo en el [ARICPC[6], .ahora se debe hablar de peligro, cuando se habla ya del [APPCC, así parece que el peligro es algo más cuantificable, por eso se cambió la denominación (…)De todas formas para el que no entiende esto no lo puede saber pero ya sabes que para nosotros es muy importante (…) al que no conoce el tema le da igual riesgo y peligro y, además no es consciente de ello, si todos los días estuviera pensando en los riesgos y peligros que hay, no podría vivir (…) .” (Experto, veterinario)

Conforme va variando la legislación, se modifica la priorización del peligro frente al riesgo en lo referente a uno de los sistemas que analizan la seguridad alimentaria. Éstos son  paralelos a la justificación del experto. De ahí se deduce su necesidad de incluir límites cuantificables en la seguridad alimentaria a través de definiciones que fortalecen su posición protectora y dominante apoyada por su saber.

En la necesidad de establecer límites, el informante vuelve a hacer referencia a la importancia del soporte legislativo que asegura el mantenimiento de su esquema de percepción y acción en lo referente a la seguridad y salubridad de los alimentos:

“(...) bueno hoy se habla mucho de seguridad alimentaria, y yo pienso que se ha hecho mucho, la prueba la tenemos en la creación del Libro Blanco de la Seguridad Alimentaria. (…) Yo pienso, si seguimos así, ahí está la clave de nuestro avance(...)” (Experto, Licenciado en Medicina)

En la misma línea se deduce de las afirmaciones de los informantes que el desarrollo del papel del experto va unido inexorablemente a una legislación que lo apoya y legitima, y en una tecnología que le permite reafirmar su posición.

EL EXPERTO Y “SU ESTATUS CIENTÍFICO”- EL LEGO Y SU “ESTATUS PROFANO” EN LA ESTRUCTURA SANITARIO-ALIMENTARIA

La interacción del rol experto en la estructura sanitario-alimentaria permite establecer ciertas semejanzas con el desarrollo de la institución familiar que también está determinada por los roles que ejercen los individuos que la integran, padres, hijos, hermanos... La familia será una estructura social en la medida en que conste de miembros relacionados entre sí, que tengan asignados y que desarrollen sus roles, de tal modo que cada individuo interiorice la estructura a partir de las interrelaciones que establece en ellas.

En el caso de la estructura que se ha denominado como sanitario-alimentaria, los miembros integrantes de la misma ocupan una posición asociada a un determinado rol. Experto y lego interiorizan sus roles asumiendo los propios y reconociendo los de los demás. El análisis de la posición del experto en la estructura sanitario-alimentaria deriva en el estudio del lugar que ocupa el lego en dicha estructura y su relación con la institución legitimadora del experto que lo condiciona como lego.

A medida que se va definiendo el rol del lego se construye el rol del experto y viceversa. El experto alimentario depende inevitablemente de los legos que le apoyan o reconocen y, en el mismo sentido, la interacción entre experto y lego en esos momentos es jerárquica por estar basada en un principio de autoridad que, en este caso, se obtiene a partir de poseer el saber experto científico frente al conocimiento profano calificado por el experto como popular e inconsistente. Pero, por otro lado, se advierte que dicha interrelación depende del contexto que va a ir modificándose a modo de negociación y de este modo, los consumidores lejos de ser una masa pasiva, mantienen una posición variable construyendo así su realidad y la del experto. De esta manera, el lego, desde una perspectiva experta, es el sujeto que ocupa una posición dentro de la estructura social cuyo rol se define como el que no sabe o, en otras palabras, el que no tiene el saber experto por lo que debe ser enseñado y educado, para su beneficio.

 “Mira, yo creo que a la población hay que enseñarles y explicarles las cosas”  (Experto: Licenciado en Biología)

Desde una posición lega, el experto se mantiene:

“(…) cuando decían que había que confiar, yo creo que debemos hacer caso a lo que dicen los que saben…porque nosotros no sabemos, y si no ¿qué hacemos?(...) Pero también ellos tienen que estar seguros de lo que dicen, no decir una cosa y mañana otra..porque, al final parece que no saben, ¿entonces a quien tenemos que recurrir los consumidores? ¿al político? Ese seguro que no sabe” (Consumidor, mujer 48 años, estudios superiores)

El consumidor demanda la transmisión del saber experto sin vacilaciones ni contradicciones porque el conocimiento científico sólo es uno. Cuando el experto no cumple con las expectativas, sobreviene la ruptura de posiciones y parece que la interacción jerárquica se diluye. De este modo, van variando las posiciones según los acontecimientos alimentarios.

Ambos actores, experto y lego, están motivados por una tendencia a obtener un óptimo de gratificación (Hortal, 2002), y de esta forma, utilizando la teoría de la emoción de Vygotski (Del Río Pereda, 1996: 311) se advierte que el conocimiento no es un objeto que se pasa de uno a otro, sino que es algo que se construye a partir de operaciones y habilidades cognoscitivas que se inducen en la interacción social.

El desarrollo intelectual de un individuo no se puede entender como independiente del medio social en el que está inmerso, tanto el conocimiento del lego como el del experto están unidos al medio social que lo ha construido y lo mantiene. Vygotski habla del proceso complejo de pasar de lo interpersonal a lo intrapersonal, al que denomina internalización, y es a partir de aquí cuando formula la ley genética general del desarrollo cultural, por la cual el desarrollo cultural primero aparece en el plano social para, posteriormente, pasar a la esfera psicológica. Concibe la internalización como un proceso donde ciertos aspectos de la estructura de cualquier actividad que se ha realizado en un plano externo, pasan a ejecutarse en el plano interno, y fruto de dicho proceso se asumen ambos roles, experto y lego, en la estructura sanitario-alimentaria.

A ese respecto, cabe señalar que si el plano interno es reflejo del plano social, la manera de entenderse experto y lego sólo es una respuesta aprendida en el sistema social y una pluralidad de actores individuales que interactúan entre sí en una situación (Parsons, 1999: 19). De este modo, la relación experto-lego en la situación planteada está mediada y definida por un sistema de símbolos culturalmente estructurados y compartidos.

En el análisis del experto y el lego, se debe considerar que si se conocen los esquemas de percepción de ambos, sus prácticas serán predecibles. Y, por otra parte, ambos conceptos, el de experto y lego, se entenderán como categorías abstractas producidas colectivamente por la sociedad o también denominadas representaciones colectivas a las que hacía alusión Durkeim (1995: 5-6). Para este autor, el mundo social puede ser entendido y explicado como una estructura moral conformada por una convención de costumbres, ideales y normas cuya organización puede ser objeto de la comprensión racional. De este modo, experto y lego conforman la estructura sanitario-alimentaria, sostenida por una serie de normas que la convierten realmente en una estructura moral, donde experto y lego interactúan.

Las funciones de ambos actores al entrar en contacto con los distintos acontecimientos alimentarios, tienden a equilibrarse y a reglamentarse, y esta adaptación sólo se convierte en regla de conducta cuando un grupo la consagra con su autoridad. Nuestro estudio, muestra que es obligatoria la autoridad en cualquier situación alimentaria tanto para el experto como para el lego, ya que esto supone el mantenimiento de un equilibrio necesario para ambas partes. Por un lado, el experto realiza su papel manteniendo la potestad del saber experto, mientras que, por otro, el lego adapta su conducta a esa autoridad, pues el consumidor no es una masa pasiva, sino que actúa con distintos matices teniendo en cuenta o no, esa autoridad experta.

Por otro lado, la estructura sanitario-alimentaria mantiene por sí misma una supremacía moral necesaria que permite la creación de modelos de conducta, tanto para el experto como para el lego, que regirán sus relaciones, así como reglas jurídicas en esta estructura que conjuntamente con las reglas morales, obligan al individuo a obrar según fines que no le son propios, a hacer concesiones, a consentir compromisos y a tener en cuenta intereses superiores a los suyos (Durkheim, 1995: 268).

En el mismo sentido, desde la teoría de las representaciones sociales, se considera que tanto la figura del experto como la del lego en la estructura sanitario-alimentaria se vinculan a conceptos como ideología, acción o modos de comportamiento, configurando el tradicional debate entre la relación o causalidad de representaciones y prácticas sociales. Estas representaciones sociales, como bien afirma el psicólogo social Moscovici (1981, 181), son un conjunto de conceptos, declaraciones y explicaciones originadas en la vida cotidiana durante el transcurso de comunicaciones interindividuales.

“(…) si le preguntáramos a una persona de la calle, lo que te estoy planteando, seguro que me daría la razón,el consumidor prefiere creer en nosotros, porque el no sabe ni tampoco tiene por qué saber..entonces no entiendo cuando se plantea la relación con el consumidor de problemática…ahora si se meten por medio políticos y medios de comunicación (…)” (Experto, Licencidado en Biología)

El comportamiento del experto tiene un significado social. La posesión del saber científico no se puede aislar de lo social.

En la misma línea, Jodelet entiende el análisis de las representaciones en relación con los procesos de dinámica social y dinámica psíquica: debemos tener en cuenta, de un lado, el funcionamiento cognitivo y el del aparato psíquico, del otro, el funcionamiento del sistema social, de los grupos y las interacciones, en la medida en que ellas afectan la génesis, la estructura y la evolución de las representaciones (1989:41). De este modo, en la construcción de las representaciones sociales intervienen los procesos mentales cognitivos de carácter individual, y los procesos de interacción y contextuales de carácter social y en este sentido, tal y como advierte este autor, las representaciones sociales constituyen el producto y el proceso de apropiación de la realidad como elaboración psicológica y social, que tanto el experto como el lego hacen de la misma.

Siguiendo con las reflexiones de Denise Jodelet, el ser humano necesita identificar y resolver los problemas que le plantea el mundo que lo rodea, y por eso se fabrican representaciones que guían la manera de nombrar y definir en conjunto diferentes aspectos de la realidad cotidiana, y la forma de interpretarlos y de enfrentarlos (1989:31). Para esta autora, pensar en representación es primero, establecer imágenes que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencia que permiten interpretar lo que sucede, e incluso, dar un sentido a lo inesperado. En segundo lugar, facilita el hecho de configurar categorías que sirvan para clasificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con quienes se tiene algo que ver. Y, por último proporciona la elaboración de teorías que permiten establecer hechos sobre ellos" (1993: 472).

En la misma línea, Lahlou (1998: 11-13) reflexiona sobre el proceso representación-representación social. Para Lahlou representación y estructura están íntimamente unidas y, de esta forma, términos como representación, construcción, percepción y acción, designarán tanto el proceso como los resultados. Expresiones como “este es un alimento que cumple las garantías que regulan la calidad alimentaria”, son comunes en el experto y fruto de un proceso que proviene de la estructura sanitario-alimentaria a partir de la representación o la manera de interpretar la realidad cotidiana. Lo social se inserta a partir de ciertos códigos, valores, ideologías relacionadas con posiciones sociales específicas, y a través de un contexto, en este caso el sanitario-alimentario, se sitúan los individuos y los grupos, el experto y el lego, cada uno con su bagaje cultural (Jodelet, 1993: 497), poseedores de códigos que expresan valores e ideologías. El experto expresa esta serie de códigos en su discurso, pues palabras como calidad y conocimiento, facilitan su posición en la estructura sanitario-alimentaria y, de esta forma, tanto experto como lego expresan su identidad a partir del sentido que confiere su representación.

LA LEGITIMACIÓN Y ACEPTACIÓN DE LA AUTORIDAD: TIPOLOGÍAS EN LA RELACIÓN EXPERTO-LEGO

El lego no es competente “técnicamente” y ha de aceptar al experto alimentario por su conocimiento y por la autorización que éste le confiere. Las investigaciones a partir de disciplinas como la psicología social se centran en el análisis de la conformidad y la obediencia a la autoridad, así como en modelos cuyas bases se apoyan en el poder social. Éstos han ayudado a explicar la trasgresión de las normas, las prescripciones y regímenes terapeúticos (Raven, 1988 y Harrison, Caplan, French y Wellous, 1982; Myers, 2004). Bajo el punto de vista de la Antropología, se analiza el término incumplimiento que refleja el intento del experto por mantener el poder legitimado, que una y otra vez queda justificado sobre la base de que el problema está en un fallo del lego.

“(...) en cierto modo es que los científicos lo hemos hecho mal, no hemos actuado con coherencia a la hora de explicar lo que sabíamos...pero aunque el consumidor se queja, bueno pues sí, pero en otros momentos aun teniendo claras las recomendaciones que se han hecho desde la ciencia, no han hecho caso (...) pongamos por ejemplo las enfermedades cardiovasculares y su relación con la alimentación, ¿acaso los expertos en alimentación no le han dicho claramente las prácticas correctas? Pues sí, ellos saben que tienen que comer verduras y frutas (...) pero no lo hacen..al igual que ellos se quejan de que no lo hemos hecho bien, tampoco ellos lo hacen (...)” (Experto: Diplomado en Nutrición)

 “(...) con esto de las vacas locas, es que ha sido un lío, unos decían una cosa y otros al día siguiente la contraria,...¿qué qué me parece? Pues que los científicos son eso, científicos, y deben decirnos la verdad y si no la saben pues que la digan (...)” (Consumidor, mujer51 años, estudios básicos)

Se reafirma la posición de autoridad del experto en tanto que es un científico. Esta cuestión remite a la polémica entre el saber experto y el saber profano. Un ejemplo muy ilustrativo es el que se produce en la relación médico-paciente (Soler y Gutierrez, 2008) respecto a si debe o no ser informado, cuándo y cómo. Del mismo modo que sobre el médico recae todo el peso de la responsabilidad del cuidado al paciente, el experto alimentario bajo la perspectiva lega en una situación alimentaria, tiene una responsabilidad similar. Este proceso va más allá del mero estudio del cumplimiento o no por parte del lego de las prescripciones expertas. Desde la Antropología se ha interpretado que, tras este aspecto, existe un cierto paternalismo experto cuya finalidad última es el mantenimiento de su hegemonía. Este aspecto es referido por la Antropología que entiende la medicina como una ciencia social (Comelles y Martínez, 1993: 10-23), y todos los procesos en los que se establece la interacción médico-paciente son analizados desde esta perspectiva social y cultural. La posibilidad de dejar al margen los aspectos más científico-técnicos y centrarse en los procesos de interacción, permite a esta disciplina social dar prioridad a las relaciones establecidas durante la clínica donde el objetivo del experto está centrado en las modificaciones de conducta del lego. De este modo, el lego debe cambiar su comportamiento a partir del mensaje del experto que actúa como autoridad.

Llegado a este punto, se utilizan las aportaciones de Roter (2000) respecto a los tipos de control. Estos autores establecen las tipologías según la relación médico-paciente, que hacemos extensivas a la interacción experto-lego. Los cuatro prototipos de control son el paternalista, el clientelista, el de mutualidad y el ausente, de los que se destacan los dos primeros por ser los más útiles en la aplicación a nuestro objeto de estudio.

El control tipo paternalista supone que el experto domina la toma de decisiones respecto a la información, aunque se suponga que éstas son tomadas para conseguir los beneficios máximos del lego. Este caso supondría seguiría al pie todas y cada una de las normas establecidas por el experto,  el lego queda en  segundo término y, en cierto modo, no interesa su opinión. Al respecto, las entrevistas demuestran que en todo momento, el experto evita el aislamiento del lego al igual que en la relación padre-hijo, donde la autoridad paterna no abandona en ningún momento a su hijo, le acompaña, le prescribe y dirige continuamente. Desde una perspectiva experta, en su elección muchos confiesan que es el mejor modelo:

“(…) Mira, yo estoy deacuerdo en que se le diga la verdad, pero el que no entiende, digamos que se pone nervioso (…). Pues; ¿porqué molestarle? Es mejor que no se entere, le privamos del sufrimiento de pensar si lo que come es seguro y nosotros hacemos mejor nuestro trabajo. Ya sé que es muy duro lo que estoy diciendo (…)” (Experto, químico)

Entendemos que esto no es más que un intento de dirigir al lego evitando así cualquier cuestionamiento de la labor experta.

El modelo clientelista se manifiesta con mayor frecuencia en las entrevistas realizadas durante la crisis de las vacas locas y después en una situación de tranquilidad alimentaria. En éste se invierte la relación de poder, y es el lego el que solicita del experto información sobre el tema alimentario en cuestión. A ese respecto, Reeder (1972) advierte ya el cambio en esta relación en la que el consumidor es el cliente que exige al profesional. Así consideramos que cuando aparece una crisis alimentaria, la relación experto alimentario-lego queda sumida en una transacción mercantil, donde es el lego el que se convierte en consumidor de información mientras que el experto alimentario es obligado a convertirse en un proveedor de la misma.

“(...) la verdad es que cuando ocurren estas cosas, tenemos que saber estar al nivel, la verdad es que se nos exige demasiado (...) Estamos a merced de un consumidor que quiere que le digamos todo, pero realmente no sabemos todo” (Experto, Licenciado en Veterinaria)

En este caso, el consumidor es percibido por el experto como un cliente alimentario que le exige, por un lado, soluciones y, por otro, toda la información. A diferencia del anterior modelo, el experto percibe al lego en su estatus de cliente, igual o superior a él en el momento en que está a merced de un consumidor que quiere que le digan todo.

“(...) ahora parece que ya se sabe todo lo que hace unas semanas no se sabía (...) ¿entonces para qué son científicos? Estamos de acuerdo en que no todos podemos serlo pero no somos tontos (...) tenemos derecho a saber y a que nos expliquen” (Consumidor, hombre 67 años, estudios superiores)

Las exigencias expresadas por este consumidor dan idea de una situación que en nada se parece a la sumisión y pasividad del lego en el modelo paternalista. Por el contrario, el lego como cliente es capaz de cuestionar la labor del experto poniendo en peligro la legitimación de este último.

“Dicen que ahora se tiene en cuenta al consumidor y yo pienso que eso es lo que parece, pero lo que cuentan son otros intereses (...) aunque ahora los medios de comunicación reconozco que nos ayudan ya que nos dan la información , que no es poco (...) antes se hacía y deshacía sin tenernos en cuenta porque no lo sabíamos” (Consumidor, mujer, 56 años, estudios medios)

Pasar de ser sujeto pasivo a ser cliente del sistema le permite una situación más favorable en cuanto al conocimiento de la información.

Tanto en el modelo paternalista como en el clientelista, cada una de las partes, profesional y profana, asumen conductas más jerárquicas determinadas por un reparto de poder (Rodríguez, 1995) en ambos sentidos.

El modelo de mutualidad supone una alternativa moderada respecto de las anteriores tipologías, donde tanto el experto como el lego tienen responsabilidades únicas, y entre ellos se establece una relación consensual, no obligatoria, con una voluntad clara de negociar por lo que cada participante se beneficiará de la relación. Durante los momentos álgidos de la crisis de las vacas locas, no se observó en las entrevistas esta relación consensuada entre el experto y el lego.

Por último, el modelo denominado ausente se caracteriza por una desaparición total de control, tanto por el enfermo como por el médico y, si se aplica a nuestro caso, en la relación experto-lego, no se encuentran datos que muestren el desarrollo de dicho modelo, pues las referencias al control sobre todo durante la crisis alimentaria están siempre presentes.

Uno de los aspectos más interesantes que ponen de manifiesto la supremacía del experto como autoridad frente al lego, es el uso que el experto alimentario da a la jerga médica. En el discurso científico, el uso de este lenguaje forma parte de la conducta del profesional:

“(…) es que es algo difícil, lo que nadie se plantea es que es difícil intentar explicar lo que es un prión, para alguien que no sabe nada de micro o de química, ¿entiendes?(…) después se quejan que no entienden pero creo que deberían entendernos a nosotros”(Experto: Licenciado en Biología)

Justificar el uso del lenguaje científico forma parte de su legitimación. En primer lugar, porque el experto alimentario considera que es el único camino para explicar el proceso científico, y, en segundo lugar, porque el rol experto se mantiene a partir de la falta de entendimiento por parte del consumidor.

cuando hablan así, la verdad es que al principio no te enteras, pero luego te explican por la tele una serie de cosas y ya vas cogiendo “el tranquillo”(…)También al principio los científicos hablan así porque no quieren que nosotros nos enteremos (…)” (Consumidor, mujer, 66 años, estudios básicos)

La percepción del consumidor no es que él no sabe, sino que es responsabilidad del experto hacerse entender y, a ese respecto, considera como una simple argucia del experto alimentario porque en el fondo quiere que no se enteren los consumidores y, de este modo, señala cierta culpa del experto en esta falta de entendimiento lego.

Entre las razones argumentadas por el experto tanto para no dar cierta información, como para expresarse utilizando la jerga científica, es la incapacidad del lego para entender y, de esta forma, el anterior experto manifiesta: “es difícil explicar para alguien que no sabe nada”.

Para Freidson (1970), el profesional considera al profano como incompetente para comprender o afrontar emocionalmente la información y, en cierto sentido, esto justifica el mantenimiento de infantilización del lego, pues el experto alimentario no considera al lego como un adulto responsable capaz de entender y, en consecuencia, desarrolla su proteccionismo evitando la alteración emocional ocasionada por el miedo o la intranquilidad con respecto a lo que puede o no debe comer. En la misma línea, Rodríguez (1995:137) afirma que el saber produce estrés en el paciente y aumenta la probabilidad de una reacción emocional negativa.

“Hay que llevar mucho cuidado con lo que dices, porque puedes alarmar a la población porque se pueden imaginar lo que no es (...), y si no pase nada, eso no interesa a nadie”(Experto: Médico)

 “cuando se nos acusa de que estamos con miedo y no compramos,  puede parecer que nos hemos vuelto locos y que lo que diga la tele (…) es lo que vamos a hacer (…) en el fondo a veces he pensado que lo único que les interesa es que compremos y no dejemos de comprar (…)”(Consumidor, mujer 48 años, estudios superiores)

Bajo una percepción experta al consumidor le cuesta entender y afrontar emocionalmente la información.

Al respecto, Mckinlay (2005: 3-11) advierte, refiriéndose al profesional médico pero que se hace extensible al experto alimentario, que los médicos subestiman lo que los pacientes son capaces de entender y, de este modo, también reflexiona sobre cómo los pacientes no se sienten preparados para comprender el vocabulario técnico, pero sin embargo, el médico continúa usándolo.

Si se tiene en cuenta, por un lado, que el uso de la jerga experta demuestra su competencia profesional (Rodríguez, 1995: 136), y, por otro, que un profano informado tiene mayor capacidad para cuestionar la labor experta, va a existir en el experto un intento por mantener su autoridad a través del saber expresado en lenguaje científico, al tiempo que el profano no le queda más remedio que aceptar esa autoridad. Por otro lado, el control del experto a través de su jerga, le permite mantenerse en los medios de comunicación haciéndose un hueco en el espacio público junto con los demás actores sociales.

REFLEXIÓN FINAL

La relación experto-lego se manifiesta en la esfera pública percibiéndose en los distintos ámbitos donde se desarrolla el conocimiento científico, pero es  cuando éste ha de conectar con lo social cuando desde la antropología se analiza especialmente esta conexión. Esta  reflexión da paso a la profundización en la relación que establece el experto con la institución que lo mantiene así como con los medios de comunicación a través de sus discursos.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Sincronía Spring 2010



[1] Dra. en Antropología Social y Cultural. Actualmente imparte la materia: Antropología de la Alimentación en el Departamento de Tecnología de Alimentos y Nutrición.

[2] Este artículo es una reflexión muy reducida de la investigación realizada para la tesis doctoral. En prensa en la editorial Icaria (2009-10).

[3] Luckmann (1996:142), nos remite a este término para hacer referencia al conjunto de recuerdos transmisibles con relativa facilidad. Para este autor, la institucionalización comporta una utilidad social de conjunto, porque organiza económicamente la acción social como un desfile de conjunto de muchos hombres, (...)  la institucionalización se parece a la introducción de pasos similares. Esta estandarización de conductas constituyen la base del orden social.

[4] Para el filósofo y sociólogo alemán Arnold Gehlen (1956: 236-240), la descarga es una función secundaria de las instituciones, por la cual “las instituciones descargan a los individuos de la motivación subjetiva y de las constantes improvisaciones en las decisiones a tomar en cada caso, convirtiéndose entonces en una respuesta “socialmente aceptada”. De este modo, la respuesta como forma de actuar, sentir y pensar, queda en el mismo acto armonizada, coordinada con el resto de individuos con los que interactúa”.

[5] La inconsciencia grupal hace referencia  a las formas de pensar, sentir y actuar que “destapadas” en un intento de hacer consciente lo “automático”, ponen en entredicho su soporte científico.

[6] La Directiva 93/43 relativa a la higiene de los productos alimentarios establecía el ARICPC (Análisis de Riesgos y Control de Puntos Críticos) como sistema para analizar los riesgos alimentarios dentro del ámbito de la seguridad alimentaria, así como la localización en el espacio y en el tiempo de los puntos