Sincronía Invierno 2005  


                            

ENTRE LA DESOBEDIENCIA Y LA SUMISIÓN: EL TEATRO DE AMALIA DE CASTILLO LEDÓN

 

Olga Martha Peña Doria

Universidad de Guadalajara


 

Amalia de Castillo Ledón, (Santander Jiménez, Tamaulipas, 1898-1986) una de las primeras feministas de México, fue uno de los pilares intelectuales más importantes del país y a la que le debemos en gran medida la obtención del voto de la mujer. Nos legó una vasta obra literaria compuesta por poesía, ensayo, artículos periodísticos, conferencias y cinco obras de teatro en donde la mujer es la generadora y receptora del conflicto dramático. Sus textos fluctúan entre la comedia y la pieza, géneros que estaban en boga en los años veinte y treinta del siglo XX. Una constante de su teatro es que nunca les permite la felicidad completa a sus protagonistas; al final las deja en una profunda soledad y sin derecho a encontrar el camino que las conduzca a ser mujeres completas. La primera de sus obras y por cierto, la más exitosa, fue Cuando las hojas caen, escrita aproximadamente entre 1918 y 1920, cuando ella era estudiante de Filosofía y Letras y representada hasta 1929. En esta pieza la autora hace una profunda reflexión acerca de la verdad a medias y la mentira, que conducen irremediablemente a la desdicha conyugal. Este conflicto es provocado, en parte, por la incapacidad para comunicarse entre los personajes. El silencio es el arma en la que se escudan para evitar confrontarse. Los falsos entendidos y la cobardía para enfrentarlos, provoca un triple conflicto dramático cuyo clímax asciende hasta llegar a la imposibilidad de lograr la felicidad de los personajes. Clara, la madre, Alicia, la hija y su esposo Jorge son los protagonistas de esta pieza en la que impera el silencio. Nadie es capaz de confrontarse para lograr una solución a un malentendido entre ellos. La autora nos presenta a dos mujeres débiles con un pasado dramático feliz y viviendo en una situación económica y social boyante que les impidió conocer las grandes pasiones. Jorge, un hombre cobarde que no supo rectificar a tiempo el error por lo que destruyó su felicidad y por consiguiente la de estas dos mujeres.

            La autora juega con una multiplicidad de significados en los parlamentos clave y eso hace que se mal interpreten las preguntas. Jorge está pidiendo en matrimonio a Clara pero ésta interpreta que le está pidiendo la mano de su hija. El silencio de Jorge y la ingenuidad de Clara provoca el conflicto. Alicia es solo una joven que nunca supo lo que era la vida hasta que se enfrenta con su fracaso matrimonial, y al sentirse derrotada cuestiona a la madre para que le aclare el porqué no le enseñó lo que era la vida.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                

 

Alicia.-            No quiero reprocharte, pero ¿por qué no me hiciste ver la vida desde niña, tal cual es; por qué no me señalaste siempre el lado triste de las cosas; por qué no me abriste los ojos y me hiciste ver las pequeñeces y las crueldad que hay por todas partes. (41-42)

 

Es decir, que el silencio de la madre para mostrarle el mundo de afuera le hizo el camino más fácil para ser una fracasada. Alicia aprendió de la madre a evadir la realidad escudándose en los silencios y al verse derrotada no tiene la capacidad para romper la distancia y eliminar el silencio:

 

Alicia.-            ...Lo que más me desespera es no saber qué es. Hay algo que se interpone entre él y yo. He querido vencerlo, he querido triunfar de ello o de ella. Todo es inútil. Me estrello contra su indiferencia, que es el peor de todos los desprecios. Y así vivimos, yo conteniendo mi desesperación, y él desparramando su fastidio.(43)

 

 La distancia que se marcó en el matrimonio es infranqueable y el silencio es el arma para lograrlo pues para Jorge, Alicia es solamente “una sombra de remordimiento que me rodea y me cerca siempre, igual que un fantasma” (49)

            La autora nos presenta un final desolador para ambas mujeres. Clara la madre contraerá matrimonio con un antiguo pretendiente pero al que no ama, solo busca la compañía y tranquilidad para su vida, Alicia, por su actitud pasiva, inactiva, sin quejarse, sin protestar, sin hacer ruido, y en decidido silencio se quedará esperando que algún día el marido decida romper el dique que los separa. Ella ya no lo pudo romper, pero no está capacitada para abandonarlo y rehacer su vida, y como buena mujer de los años veinte cree que un hijo vendrá a ser la solución a su fracasado matrimonio.

            Cubos de noria fue el siguiente éxito de Castillo Ledón al recibir crítica favorable durante su estreno en 1934. Se considera esta obra como la primera de ambiente político y así lo corrobora Rodolfo Usigli en una carta que le envió a la autora y que tengo la fortuna de conocer. En ella dice: “Pero sí corresponde a Amalia el derecho a ser considerada la primer mexicana que escribió una pieza política en la que, a la vez que se llevaba a la escena limpiamente la psicología y la sensibilidad de nuestras mujeres, se criticaba a un régimen político que minaba la moral del país y era nocivo por igual para sus mujeres y para sus hombres”.

            Es un texto dramático diferente al resto de su teatro. Es una obra valiente en la que se atreve a burlarse de los legisladores mexicanos, del General que no es otra persona que el Gral. Plutarco Elías Calles, quien fue Presidente de México de 1924 a 1928 pero que siguió ejerciendo un amplio poder político en el país. Un dato histórico[1] es que el General junto con su familia, se presentó al teatro durante la temporada de la puesta en escena y para angustia de la autora la invitó al palco en donde estaban pero según Amalia, rió de buena gana al saberse personaje de teatro. Esto politizó más la obra y el crítico teatral Roberto el Diablo publicó un artículo en Revista de Revistas y comenta; “Halaga en verdad observar que, como fruto sazonado del “régimen institucional”, ya sea posible, en nuestro medio, abordar el examen de los personajes y los hechos que constituyen el mundo oficial. Lo que todavía no se permite decir a los lectores de la prensa, se tolera ya que lo escuchen los espectadores teatrales. Y esto no puede dudarse que es un positivo avance en nuestra vida cívica”[2] 

            A pesar de tener un acto con tintes políticos, el resto de la obra nos presenta a la mujer que sufre el abandono de su amado por una ambición enfermiza por la política, y creyendo ingenuamente que con su trabajo como legislador daría mejores soluciones para el pueblo. Al final ella queda sola y vacía pues aunque regresa Andrés después de verse derrotado en el mundo político como en el amoroso, ella ya no lo recibe. Chole, la protagonista no tiene miedo a enfrentarse a la vida y decide dedicarla a hacer el bien entre los indígenas y esa es la felicidad que la autora le da como mujer; carente de amor pero con un deseo infinito por ayudar a los desprotegidos.    

Coqueta es una obra que le faltó revisión por parte de la autora debido tal vez a que nunca se representó ni editó. En esta pieza, escrita aproximadamente en 1941, la autora hace un análisis profundo de la belleza femenina de una mujer joven, Flora, y la situación difícil que provoca debido a sus encantos físicos. Castillo Ledón trata de hacer una teoría sobre la felicidad en la cual solo las mujeres sin belleza tienen derecho a ella, las más bellas siempre estarán sujetas a la maledicencia y los celos de todos por tener mejores atributos. Es decir que solo las feas pueden ser felices, las bellas, nunca.

            En la obra encontramos las ideas universitarias prevalecientes en el final de los años treinta y principios de los cuarenta. Es decir cuando hacen su entrada dos grandes corrientes del pensamiento: el materialismo y el espiritualismo. Al haber sido universitaria la autora le permite presentar con mayor credibilidad una escena en donde los estudiantes luchan entre ellos por la supremacía de estas corrientes. Todo el primer acto se desarrolla en la ciudad universitaria en medio de gritos de huelga así como pancartas que dicen “Reforma universitaria”, “Socialización de profesiones”, “Enseñanza dialéctica a base de materialismo”. Aunada al conflicto amoroso que viven Flora y Carlos.

En el segundo acto presenta una escena en donde Flora y Javier, amigo de toda la vida de Carlos, traducen del ruso las ideas stalinistas vigentes en esa época y une la escena con la llegada de un pintor que está pintando a Flora pero que sufre al no poder precisar la expresión de sus ojos que a juicio del artista son impenetrables. Carlos es un hombre enfermo de celos, inseguro, violento y tímido que vive obsesionado por la belleza de Flora, misma que en lugar de admirar le provoca celos incontrolables.

            Flora es una mujer débil que prefiere vivir en un mundo de dudas y celos y no es capaz de abandonar a ese hombre enfermo que la daña. Está incapacitada para tomar decisiones que la conduzcan a la felicidad, a la tranquilidad de vida. Tiene la oportunidad en sus manos para irse pero su papel de mujer de los años cuarenta, sus silencios para defenderse y la distancia que se ha elongado entre la pareja se lo impide. Sabe que tiene que vivir para siempre con el hombre que se ha casado, al que indudablemente quiere pero es un amor-deber

En Bajo el mismo techo, obra escrita en 1943, la autora presenta un cuadro familiar compuesto por Gabriela, la protagonista, su marido, cuatro hijos y la madre de ella. Todos viven bajo el mismo techo y aparentan tener una excelente relación familiar, pero al presentarse un pequeño conflicto, salen a flote los odios y rencores entre ellos. En medio de todo este dolor el discurso masculino es el que impera e impone sus reglas. El padre y los dos hijos son los que tienen el poder de la palabra. Gabriela es solamente la madre y la profesionista que trabaja, lucha y sufre la humillación de ser una mujer que ayuda a sostener el hogar, esto de acuerdo a la visión pequeña y cerrada de los tres hombres que conforman el hogar. Los silencios de Gabriela impiden su defensa y eso la debilita como madre y mujer. A pesar de ser muy querida por los hijos y el marido, ellos no aceptan tener en el hogar a una mujer que trabaje ni a unas hermanas que estudien y se preparen para el futuro. El conflicto dramático que presenta la autora gira alrededor de la infortunada decisión del padre de tomar el dinero de los ahorros para comprar una casa y gastarlo en arreglar un rancho en donde trabaja. Ese dinero había sido reunido entre la pareja y como buen macho tomó la decisión sin consultar con la esposa. Cuando el marido lo confiesa y recibe desconcierto de la familia, se limita a insultar y acrecentar su poder enfatizando en la ignorancia femenina;

 

Arturo.- ...Las mujeres son tercas y cuando creen ser cultas, son pedantes, intolerables...

 Miguel el hijo, en apoyo al padre agrega...

Miguel.- Las mujeres son inconscientes y estúpidas en estos menesteres y se inmiscuyen en lo que no les concierne....

No solo el padre insulta sino que acepta que el hijo lo haga igual que él, pero presumen de una “democracia familiar” en la que solo la manejan los hombres y en cuanto Gabriela intenta opinar es insultada.  

            A los hijos varones les humilla saber que la madre trabaje y ayude a sostener el hogar y por eso Bernardo el hijo mayor tiene una novia diferente a su madre y hermanas ya que ella opina que “El lugar de la mujer es el hogar solamente. Ya sabes que ni yo ni mi familia aprobamos esta situación, nos parece indigna” y agrega... “una señorita no debe trabajar fuera de su casa ni estudiar cosas de marimachos.”. Bernardo añade al discutir con sus hermanas sobre la libertad de la mujer

“Las dos son una libertinas que con el pretexto de estudiar se pasan la vida en las calles y en las bibliotecas, chacoteando con los hombres. Ustedes y mi madre deberían ser como la familia de Lena: distinguida, decorosa, quedarse en casa, como lo hace la gente decente” (15)

            Gabriela tiene miedo de perder a su familia principalmente al esposo y de ahí que prefiere doblar las manos y decidir que todas las mujeres tienen como único anhelo poseer una casa propia pero que ello no va a ser la felicidad de la familia. Ante el marido es sumisa, pasiva, débil e incapaz de contradecir las órdenes del esposo. Con ello vemos que a pesar de que ella lleva las riendas del hogar en ausencia de Arturo y casi lo sostiene económicamente el que manda es el hombre. Es decir que en ese hogar las mujeres son fuertes para tomar decisiones como trabajar y estudiar pero débiles para refutar a los varones de la familia. Carecen de lenguaje para luchar, prefieren el silencio que defender sus ideas.

            En Peligro-deshielos nos presenta la autora otro conflicto dramático en donde la mujer de nueva cuenta y a pesar de haber sido escrita en los años sesenta, pierde su fortaleza y se ve forzada a recurrir al silencio impuesto por el marido;

                        Gunar.- Si no tuvieras nada mejor que decir, más valdría que callaras. (39)

De nuevo el marido pide el silencio a la esposa

Gunar.- Por Dios, Astrid, cállate, no digas tonterías, déjame pensar. ¿No ves que estoy tratando de encontrar la mejor solución? (41)

            Una pareja que lo único que los une es la culpa. Una culpa de la que no pueden separarse al haberse destruido mutuamente como pareja y como personas. Un hecho fortuito como fue la muerte de la madre de Astrid y el robo del automóvil en donde la trasladaban, despierta el odio y el rencor que se tienen desde hace años. Al principio todo fueron silencios de parte de la mujer pero poco a poco se van despertando los sentimientos negativos que les unían. Del silencio, la pasividad y la inactividad en la que vivía Astrid se despiertan los rencores del pasado. Ya nada hay que los una, se rompió el pequeño hilo que los mantuvo juntos pero la muerte de la madre aceleró el proceso.

            Nos encontramos ante varias oposiciones; de una relación pasiva pasa a la activa al despertarse los sentimientos entre la pareja. De estar en un espacio abierto como eran las montañas, pasaran a vivir en un espacio cerrado, su pequeño departamento en donde estarán sin salida y con el temor eterno de saber que han encontrado el coche con el cadáver de la madre. Sin embargo, la autora le da a la obra una solución muy humana; la pareja aprenderá a convivir unidos por una tragedia que provocó la crisis matrimonial, el deshielo que se proponen establecer permitirá su salvación y los sacará de la oscuridad en la han vivido pero difícilmente podrán superar sus rencores.

            Rodolfo Usigli escribió una carta a doña Amalia en donde le comenta sus observaciones sobre esta pieza y en el último párrafo dice:

            “Pieza de madurez, de observación y de comprensión de todo lo humano, en la que flota y de la que trasciende un entrañable sentimiento de ternura cordial: en la que los personajes crecen en sí mismos en vez de caer en la nada, como ocurre con tantos de los que nos presentan sedicentes autores modernos. Pieza que pertenece al teatro en verdad”[3]

El teatro de Amalia de Castillo Ledón refleja no solo la sociedad de las primeras seis décadas del siglo XX, sino que demuestra que la mujer solamente podía escribir desde su propia experiencia y circunstancia partiendo del mundo que le rodeaba, su nivel de cultura, educación y formación. Por eso el teatro de Amalia es muy humano al presentar conflictos dramáticos acordes con el mundo que le rodeaba; mujeres fuertes como la autora, que tomaron decisiones, pero que al estar inmersas en el mundo masculino se debilitan y aceptan las decisiones masculinas implicando con ello que pierden al intentar ser mujeres que decidieron dirigir sus vidas hacia metas diferentes a sabiendas de que pueden quedarse solas y no lograr su felicidad. 

El discurso masculino en estas obras es opresivo a tal grado que impide que estas mujeres tengan la libertad de decidir sus vidas. Este discurso se repite a pesar de que las obras fueron escritas en cuatro décadas diferentes, los años veinte, treinta, cuarenta y sesenta. Es decir que la autora no vio cambio alguno en el proceso del discurso masculino ni en la capacidad de tomar decisiones de la mujer mexicana. En otras palabras el lenguaje patriarcal es el que tiene el poder sobre el lenguaje femenino. En todos estos textos la mujer prefiere el silencio a enfrentarse al hombre. Su capacidad para refutar ante lo injusto del conflicto es pequeña y no sabe cómo defenderla, sin embargo no tienen miedo a verse minimizadas como seres pensantes, prefieren la felicidad ajena a la propia. Si recordamos a cada una de estas protagonistas observamos que ni la belleza y riqueza de Flora, ni el trabajo y el desarrollo de la profesión de Gabriela y de Chole así como la falta de mundo e ingenuidad de Clara y Alicia y la imposibilidad de comunicarse de Astrid les provoca temor de verse castradas. Todas se conforman con una pequeña felicidad.

            De esta forma se observa que en las cinco obras  la autora lleva a sus protagonistas a vivir un mundo de soledad, incertidumbre, celos y falsos entendidos, asimismo hay una incidencia en presentar a la mujer débil, incapaz de salvarse para buscar su felicidad. Son piezas que dejan un sabor amargo y desolador, al observar el escaso crecimiento que tienen estas mujeres, incidiendo todas en refugiarse en su soledad y tristeza. Extrañamente ninguna de las cinco protagonistas y aliadas logra la felicidad. Ellas perdieron la capacidad de creer. Ellas creyeron en su pareja pero o las engañó como en Cubos de noria y Cuando las hojas caen, o las destruyó como en Coqueta, Bajo el mismo techo y Peligro deshielos. Asimismo se observa una confusión semántica en los gestos y actitudes de los hombres, por ejemplo en Jorge de Cuando las hojas caen; para él las miradas de amor y los gestos de emoción de Alicia al inicio del primer acto, se le confunden con agradecimiento por haberse enamorado de Clara su madre. En cambio para ella son miradas y gestos de amor a él. Aquí se observa un problema con distintos significados causados por las actitudes de ambos personajes. Asimismo este problema de actitudes y miradas se observa en Coqueta quien por tener unos ojos bellos y penetrantes provoca los celos del marido quien se destruye y a su vez destruye a su pareja confundiendo la belleza de los ojos con la coquetería. Esta confusión semántica se observa también en Gabriela, la protagonista de Bajo el mismo techo. El marido y los hijos varones, confunden el desarrollo profesional de ella y el deseo de tener a todos bajo el mismo techo, con una mujer poco favorecedora de la vida de familia. Para ella su trabajo le da fuerza para sostener su vida familiar, en cambio para ellos esa actitud fuerte la debilita como madre y esposa.

             Algirdas J. Greimas en su libro Semiótica de las pasiones presenta cuatro instrumentos conceptuales para el análisis de las pasiones;

 

 

 

 

 


                                                                      

 

 

 

Estos cuatro conceptos nos ayudan a entender la actitud de estas protagonistas. Ellas fluctúan entre el deber y el querer al anteponer el deber ser buena esposa o madre por todos los medios, contra el querer lograr su felicidad como mujeres; de la misma forma se observa una tensión entre el poder y el saber; ellas saben que tienen todo el poder para abandonar su vida de pareja pero tienen certeza de que serán rechazadas por la sociedad en la que viven. Es decir que viven sujetas a los cánones de la sociedad y eso hace que no puedan lograr su felicidad como mujeres.

            El teatro de Amalia de Castillo Ledón es un fiel reflejo de la actitud y el comportamiento de la mujer de los años veinte hasta los años sesenta del siglo XX, en el que anteponía el crecimiento personal y la felicidad de sus protagonistas en aras de tener una vida de pareja siguiendo los cánones que marcaba la sociedad mexicana de esa época.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Castillo Ledón, Amalia. Bajo el mismo techo. Sin editar, 1941

—. Coqueta. Sin editar, 1941

—. Cuando las hojas caen. México, Ed. Sytlo, 1945

—. Cuando las hojas caen. México, Edición de autor, 1964.

—. Cubos de noria. Sin editar, 1934.

—. Peligro/ deshielos. Edición de autor. México, 1963

 

De María y Campos, Armando. El teatro de género dramático en la Revolución Mexicana. México, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana,  1957.

 

Greimas, Algirdas J. y Jacques Fontanille. Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de ánimo. México, Siglo veintiuno, 2002.

 

Peña Doria, Olga Martha. Amalia de Castillo Ledón, feminista, sufragista, escritora. México: Instituto Tamaulipeco de Cultural, 2005.

 

 

 

NOTAS


[1] Comentarios realizados por Beatriz Castillo Ledón y corroborados en Revista de Revistas, 1934.

[2] Comentarios sobre la obra realizados por Armando de María y Campos en El teatro de género dramático en la Revolución Mexicana, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1957.

[3] Carta de Rodolfo Usigli enviada desde Oslo, Noruega, el 28 de agosto de 1963. Esta misiva se encuentra en los archivos de doña Amalia  y me fue proporcionada por Beatriz, su hija. 

 

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