Sincronía Fall 2011


La creación literaria: Del lápiz y el papel al hardware y al software

Oswaldo Ortegón Cufiño

University of Kentucky


Resumen

Se discute el efecto de las técnicas tradicionales de escritura en la forma y el contenido de escribir ficción.  Desde el manuscrito hasta las más recientes experiencias con el internet, el escritor tradicional lucha para expresar su saber.  La plasticidad del cerebro para responder a los diferentes y progresivos estímulos del medio atrofia sus tradicionales habilidades de escritura y también genera otras.  Con base en la experiencia de algunos escritores, particularmente latinoamericanos, se estudia la relación entre el manuscrito y la palabra mecanografiada; luego, la aparición y reducción de los borradores de los textos de ficción por el uso de la máquina de escribir y la inminencia del internet; a consecuencia de lo anterior, el desvanecimiento de la forma manuscrita para hacer ficción.  Se comenta cómo la llegada del internet ilustra la aparición de una nueva metáfora.

 

Summary

This paper discusses the impact of traditional writing techniques on the form and content of writing fiction.  From the handwriting until the most recent experiences with the internet, the traditional writer struggles trying to express his knowledge.  The plasticity of the brain responds to the different and progressive environmental stimulus atrophies some handwriting skills, but also generates others.   Based on the experience of some writers, particularly Latin Americans, this study the relationship between the manuscript and the typewritten word; after that, because of the use of the typewriter and for the imminence of the internet the emergence and reduction of the rough drafts of fiction texts; consequently, the deteriorating of the manuscript form to write fiction.  It comments on how the arriving of the internet illustrates the appearing of a new metaphor. 

Palabras clave:

Hipermedia, hipertexto, manuscrito, escritura a mano, escritura a máquina, borradores, tradición, internet, inconsciente.

Key words:

Hypermedia, hypertext, manuscript, handwriting, typing, drafts text, tradition, internet, unconscious.

 

 

 

El repentino advenimiento de las tecnologías informáticas y sus efectos sobre las producciones literarias es un tema en discusión en el mundo académico y social.  En la literatura de creación como en otras formas de expresión artística se observa la influencia de las tecnologías informáticas y de la comunicación a niveles indiferenciables para el lector tradicional, quien como muchos escritores, busca afanosamente la forma de conocerlas, entenderlas y asimilarlas para ponerse a tono con cada uno de estos nuevos momentos “modernos” y responder a sus necesidades.  A este respecto el escritor boliviano, Edmundo Paz Soldán[1] (1967 - ) precisa que: “El choque entre las fuerzas de la diversidad y de la tradición es un tema común en los pilares de la literatura latinoamericana de finales de siglo XX y comienzos del XXI” (Paz 01). 

Tradición y diversidad entre dos formas de imaginar y darle tratamiento a la creación escrita: La que vincula la escritura con el uso acostumbrado del papel y del lápiz junto con las formas mecánicas como la máquina de escribir, y, la que depende de los procesadores de palabras, del computador, de los desarrollos informáticos y del internet.  Los nuevos desarrollos informáticos han creado una nueva frontera para diferenciar a los emigrantes digitales de los nativos digitales[2].  Aunque crear nuevos mundos o tener nuevas visiones de mundo es una forma de romper las fronteras del presente a través de la escritura, emigrar a la era digital para escribir y crear ficción no deja de ser para muchos escritores un acto traumático por la exigente capacidad de “adaptación” que el ser emigrante exige, y más, cuando el contacto con el ciberespacio y con las recientes tecnologías informáticas, también supone experimentar otras formas de sentir, de vivir y de re-crear el mundo con nuevos lenguajes. 

Teniendo en cuenta que el constructo cultural de cada individuo es uno de los aspectos que más pesa cuando se es inmigrante, algunos escritores en su proceso de adaptación al mundo mecánico e informático de investigación y de escritura, expresan ciertas dificultades, algunas veces tratando de ignorar “el nuevo mundo” en el que se encuentran inmersos, y en otras, asumiendo con resignación el grado de dificultad del proceso de aprendizaje y asimilación de los desarrollos informáticos.  La edad, la disposición al encuentro con lo nuevo, la experiencia como escritores, y el mundo en que habitan, son factores determinantes en la valoración de la práctica relacional del escritor con “el nuevo mundo” digital.

1.      Objetivo:

En este trabajo discuto cómo el advenimiento de las técnicas de escritura, el Internet y las nuevas tecnologías de la información afectan la forma tradicional de escribir ficción.  La experiencia de algunos escritores latinoamericanos y angloamericanos permite observar los efectos de los rápidos avances técnicos e informáticos tanto en la forma de escribir como en sus contenidos.  Se observa cómo la plasticidad del cerebro para adaptarse a los diferentes y nuevos estímulos del medio atrofia algunas habilidades para escribir y genera otras.

2.      De la “hipermedia” del manuscrito a la explosión significativa de la palabra mecanografiada.

En Hispanoamérica se ha puesto de moda hablar con cierta periodicidad sobre nuevas generaciones de escritores.  Ya sea que el hecho obedezca a impulsos de instituciones públicas o privadas o a proyectos editoriales con un fuerte componente comercial, es evidente la llegada de nuevas e imparables oleadas de escritores jóvenes haciendo ficción sobre el rápido acontecer mundial, sin que a veces se disponga del tiempo suficiente para asimilar gran parte de su producción editorial.  Se han visto los trabajos de los escritores de la generación del Crack, de los miembros de la antología MacOndo, de la generación Nocilla[3] y del Bogotá 39[4], por solo citar los más sonados entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, todos ellos en contraste de la consistente tradición de los escritores del Boom.  Entre unos y otros, el encuentro con la novedad tecnológica de cada momento ha producido reacciones diferentes.   Por ejemplo: Jorge Luis Borges (1899-1986), quien tuvo serios problemas de visión hasta quedar ciego, tenía un “insólito modo de trabajar”.   Afirma María Esther Vázquez, su  secretaria desde 1959 que:

Él dicta cinco o seis palabras, que iniciaban una prosa o el primer verso de un poema e inmediatamente se las hace leer. […] La frase se relee una, dos, tres, cuatro, muchas veces hasta que encuentra la continuación y dicta otras cinco o seis palabras. […] He llegado a leer una docena de veces un trozo de cinco líneas. […] Sucede así que de dos o tres horas de trabajo se logra media carilla que ya no necesita correcciones” (28). 

 

Borges, a través de una necesitada forma de oralidad, apelaba a la nemotecnia, y Vázquez, su ayudante, utilizaba la máquina de escribir y la repetición de lo escrito para corregir y darle continuidad al trabajo.  La necesidad y las circunstancias moldearon esta forma particular de trabajar.  

         Este “choque entre las fuerzas de la diversidad y de la tradición”, no solamente genera enfrentamientos en la época actual, ni responde a necesidades especiales como en el caso de Borges, sino que ha sido una actitud constante del escritor para enfrentar el advenimiento de la técnica y de la tecnología (Paz).  Esta experiencia es explícita en el caso del escritor argentino Juan Filloy (1894-2000), quien a pesar de conocer el uso de la máquina de escribir y de la llegada de los computadores, se negó hasta el final de sus 106 años de vida a dejar la escritura manual para la elaboración de sus más de 27 obras.  Afirmaba Filloy en 1992:

“Nunca he dejado de escribir a mano.   Nunca, porque los dedos son los extremos terminales de un impulso nervioso que viene del cerebro.   Prefiero la escritura manual; es más estilística, más refinada.   Con la máquina, expeditiva y diáfana, si bien es cierto, todo se agiliza, el estilo se vuelve más seco y pobre.  Por eso yo hago primero mis manuscritos y recién entonces los transcribo (Ambort 16).  

Esta costumbre de escribir a mano para sentir la intimidad del pensamiento y la calidez del mundo proyectado en el papel la comparte la escritora norteamericana Mary Gordon (1949- );   para ella: “Writing by hand is laborious, but… it involves flesh, blood, and the thingness of pen and paper, those anchors that remind us that however thoroughly we lose ourselves in the vortex of our invention, we inhabit a corporeal world”[5] (Burns 121[6]).

Si bien, Filloy y Gordon ubicados en esquinas geográficas opuestas, con diferencias de edad, de género y modos de concebir el mundo prefieren en sus ratos de inspiración la escritura manual más que la mecánica por la posibilidad que les ofrece de conectar de manera más segura los laberintos de su pensamiento a la fidelidad de la palabra escrita, a Filloy, la máquina de escribir también le permitía hacer legible la lectura de sus manuscritos y extender en un espacio posterior el eco de sus ideas.  Quizás, a la escritora estadounidense, le sucede algo similar cuando tiene que alistar sus manuscritos en la computadora como parte del proceso editorial que le dará vida pública a sus creaciones literarias.  Esta combinación de técnicas de escritura en donde pensamiento y sensibilidad física para la formulación de la palabra escrita resulta indesligable, parece haber sido también utilizada en su justa proporción por Borges, pues como comenta Vásquez, mientras ella le leía lo ya escrito, “el índice de su mano derecha sigue sobre el dorso de su mano izquierda la lectura como si recorriera una página invisible” (29).   

En el modo tradicional de trabajar de estos escritores combinando dos técnicas diferentes de escritura, se observa por un lado, la habilidad que desarrollaron siguiendo las formas cognoscitivas enseñadas del manuscrito, y, por otro lado, la resistencia de algunos de ellos a la transmutación de sus grafías en frías y homogéneas letras distribuidas linealmente a lo largo de un texto, como suele suceder en la moderna producción editorial iniciada por Gutenberg.  Sin que se discuta esta necesidad, no se duda que el mayor grado de intimidad presente en la escritura manuscrita está relacionado con la forma como se aprendió a dibujar en letras y trazos caligrafiados diversas formas individuales de sentir y de vivir el pensamiento, pues el manuscrito, lejos de describir tipos de personalidad o estereotipadas formas de comportamiento, como desde el punto de vista psico-grafológico[7] se ha querido indicar, más bien parece ser útil para entender manifestaciones muy personales de la organización del pensamiento y de la expresión del temperamento.  Es quizás lo que los autores citados buscan reconocer en sus escrituras manuales.  Martin Heidegger (1889-1976) alentaba esa discusión en 1957, cuando el uso masificado de la máquina de escribir desafiaba las formas tradicionales del manuscrito:

“This “history” of the kinds of writing is at the same time one of the major reasons for the increasing destruction of the word.   The word no longer passes through the hand as it writes and acts authentically but through the mechanized pressure of the hand.   The typewriter snatches script from the essential realm of the hand –and this means the hands is removed from the essential realm of the word[8] (Heim 81, 195).

Para Heidegger, también la palabra en manuscrito es una impronta de alma de escritor.  Es como si el escritor en sus manuscritos, con letras de diferentes tamaños, colores, intensidad, formas, estilos, organización espacial, borrones y tachones, todo ello articulado en su imaginario, (tal vez lo mismo que exploraba Borges con su dedo índice de la mano derecha sobre el dorso de la izquierda) lograra expresar esos restos del sentir inconsciente obstruidos por el fluir de la palabra escrita.  Si bien, en el decir de Freud, el inconsciente estructurado como un lenguaje se manifiesta a través de sueños, chistes, actos fallidos e, incluso, a través del lenguaje corporal, el fluir del manuscrito evidencia la presencia de esos elementos sensoriales antes mencionados que, para Heidegger, se pierden con el uso de la escritura mecánica.  Ésta parece podarlos haciéndolos más imperceptibles al trabajo del escritor y a la vida del lector. 

Los efectos de estos cambios entre el manuscrito y la máquina de escribir no han pasado inadvertidos a los lectores de cada época.  Marshall McLuhan (1911-1980) comentaba que:  “The poet or novelist now composes on the typewriter.  The typewriter fuses composition and publication, causing an entirely to the written and printed word.  Composing on the typewriter has altered the forms of the language and of literature in ways best seen in the later novels of Henry James[9]” (260). 

McLuhan complementa a Heidegger, pues mientras que el filósofo alemán advierte los cambios y efectos entre una y otra forma de escritura, McLuhan distingue alteraciones en la forma del lenguaje y en los contenidos, como en el caso de Henry James (1843-1916), quien en 1890 dejó el manuscrito y optó por dictarle sus novelas a su secretaria.  Tal oralidad en la escritura produjo repeticiones involuntarias, omisiones y restricciones como manifestación de la pérdida de privacidad en la expresión del pensamiento.[10]  Aunque en apariencia todos los textos lucen similares una vez impresos en tipografía o litografía, aquella “modernidad”  textual transmuta ostensiblemente los contenidos por el uso de formas más simplificadas de lenguaje.   Debido a estos saltos escriturales, habría entonces cambios en la forma del decir del escritor que afectan también el sentir del lector, pues el ejercicio re-creativo del lector al contacto con la palabra escrita implica la exploración de múltiples significados diferentes a los que puede ofrecer el manuscrito, el dibujo, la gráfica o la fotografía.  La letra estimula entonces el surgimiento de innumerables posibilidades imaginarias para darle larga vida al texto.  Para el escritor, si bien el encuentro con la máquina disminuye la exploración de significados textuales usualmente presentes en el manuscrito, la palabra mecanografiada estimula el uso de un número más extenso de significantes útiles para el enganche del pensamiento.  Ya Walter Jackson Ong lo advertía: “Technologies are not mere exterior aids but also interior transformations of consciousness, and never more than when they affect the word”[11] (82).  

La confrontación generada por este encuentro entre la forma manuscrita y la mecanográfica en el arte de escribir reconduce, por un lado y por todos conocido, a la creación y masificación del pensamiento a nivel mundial, y por el otro, reprime, y por tanto, pospone la expresión de las formas manuscritas como primera expresión de la hipermedia a los tiempos presentes.  Exteriorizar el pensamiento e intentar hacerlo vivencial, ha sido uno de los grandes desafíos para el hombre.  Las experiencias de caza evidenciadas en los gráficos del arte rupestre inspiraron posteriormente el dibujo de diferentes grafías escriturales para representar el reconocimiento expresivo de la voz ante las multitudes.  Para cada sujeto, dibujar los sonidos de la voz ya codificada para hacerla entendible y organizar las ideas a niveles inteligibles, ha significado, hasta la masificación de las técnicas escriturales, un verdadero trabajo de arte.  Para muchos de nuestros experimentados escritores empeñados en narrar a través de las formas manuscritas, pintar con palabras la descripción el pensamiento ha significado el desarrollo de un trabajo multimodal en el cual se diseña, se organiza, se pinta y se colorea.  ¿Acaso los repisones, rayones, tachones, círculos y líneas de colores, subrayados, insertos, asteriscos enunciativos de elongaciones textuales, corchetes, gráficos y dibujos, como los que se observan en algunos de los borradores de Borges y Cortázar, o, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante y García Márquez, no son formas multigráficas de texto, imágenes y mapas, sonorizadas luego por el ritmo narrativo de los textos[12]?

Octavio Paz (1914-1998) en su desespero por encontrar la forma más precisa para exteriorizar y representar ese saber inconsciente a través de un multimedio, fue más avezado que


algunos de sus colegas del boom y utilizó en su proceso de escritura la máquina de escribir, la escritura a mano, la grabadora de voz para la lectura y escucha de sus borradores, y el auxilio de su secretaria. 
Decía en 1990 que: “I used to type, but now I write everything in longhand. 

If it is prose, I write it out one, two, or three times and then dictate it into a tape recorder.  My secretary types it out, and I correct it.  Poetry I write and rewrite constantly[13] (MacAdam 99).

 El forcejeo de estos escritores por formas expresivas similares a los desarrollos informáticos de la hipermedia y del hipertexto[14] se observa además, en uno de los dibujos de Borges representando un monstruo de siete cabezas.  Si bien el dibujo expresa en principio una profunda crítica política mundial a las dictaduras, el fascismo y las ideologías, al mismo tiempo representa la forma laberíntica constitutiva del mundo, del ser humano y de su funcionamiento mental por la forma como “la monstruo peronista” de cuatro temibles garras contiene elementos de cada uno de aquellos influyentes líderes mundiales.  La cabeza de cada uno de estos líderes representa al mismo tiempo –y como lo hace el hipertexto- la forma exponencial del pensamiento, dependiente de un centro, interdependiente de los demás e independiente en si misma en su desarrollo espacial.  

Como bien se observa hoy, se han provechando los desarrollos informáticos para intentar revivir aquel sentir cenestésico expresado en los borradores u originales de las creaciones literarias obstruido o reprimido, como diría Lacan[15], por la forma práctica como se estandarizó, homogenizó y masificó el uso del lenguaje.  La insistencia de los desarrollos informáticos por simular el funcionamiento de la mente, también se hace evidente en este proceso, desarrollado de manera especial, pero no única, por los escritores, entre quienes mejor se evidencia la lucha entre el pensamiento, la oralidad y el texto. 

3.      Los borradores

Andrés Rivera (1928- ), otro de los escritores argentinos del siglo XX y fiel a la tradición, amplía con su forma de escribir el margen de creatividad que surge del encuentro entre el manuscrito y los tipos móviles de escritura.  Precisa que: “Escribo a mano, en cuadernos.   Corrijo lo que escribo a mano y después hay dos o tres borradores a máquina.   Los paso yo mismo.  Primero, porque nadie va a entender las correcciones.   Segundo, porque mientras tipeo también corrijo” (Escritores). 

La resistencia al cambio que se observa en el comentario de algunos escritores tiene una función significativa por la máxima originalidad perseguida en el contenido de sus narraciones.   Aunque muchos con el manuscrito buscan más pureza en la transmisión de su pensamiento, el cambio de una forma de escritura personal a otra masificada proporciona también beneficios a veces inesperados.  Para Rivera, entre un paso y el otro, surgen -dice-, dos o tres borradores a máquina.  Además del interés por hacer más comprensible su texto, se presenta un salto comunicativo entre borradores que a la postre hace visible otras facetas desconocidas de la complejidad de su pensamiento.  La máquina de escribir como herramienta de escritura generalizada, permite la creación de varios sub-textos que, con ciertas diferencias en comparación a la obra final, también tienen un valor literario al manifestar otras visiones de mundo del escritor.  Este hecho se observa más claro en el énfasis del comentario de Rivera, cuando afirma que sus manuscritos “los paso yo mismo” a máquina, para jugar hasta el último instante con sus interferencias mentales que alteran, redefinen y reelaboran su trabajo creativo.

Si por el método de trabajo de Rivera se infiere la búsqueda de un alto grado de fidelidad entre lo que piensa y quiere que se conozca, dejando como se anota varios borradores, para Wendell Berry (1934- ), reconocido escritor norteamericano, su esposa complementa el espacio que queda entre el manuscrito y la mecanografía en su vieja (Royal Standard 1956) máquina de escribir.  La esposa de Wendell al tiempo que transcribe, edita la producción creativa de su esposo.  A pesar de las críticas sociales por el “abuso” de Wendell a su compañera, se valora más la forma como juntos logran hacer ficción[16].     

Mario Vargas Llosa (1936- ) aporta otra particularidad con su forma de trabajar.   Combina(ba) el manuscrito de las mañanas con transcripciones y correcciones en la tarde como parte de una rutina diaria para mantener activo y dinámico su trabajo creativo.  Hacia mediados de los años noventa comentaba que: “First, I write by hand. […] Then I start typing what I have written, making changes as I go along; this is perhaps the first stage or rewriting.  But I always leave a few lines untyped so the next day, I can start by typing the end of what I had written the day before.  Starting up the type writer creates a certain dynamic –it is like a warm –up exercise[17]” (Hunnewell 285).

Vargas Llosa vuelve (ía) a diario al manuscrito del día anterior y lo traslada (ba) a la máquina para restablecer los hilos que orquestan (ban) su forma de trabajar.  Reconocía que entre los saltos del día que iban de la escritura a mano de la mañana al golpeteo de la máquina en la tarde, se revivían mundos para reelaborar y completar; mundos que a la mañana siguiente retoman (ban) su camino impulsados por el despertar de la máquina que luego discurren con el lápiz y el papel.

En la experiencia de estos escritores mencionados se observa cierto tipo de alteridad en la originalidad de las ideas al encuentro con la tecnología en demostración de la distancia que separa la verbalidad, como forma más natural de expresar su intimidad, con el lenguaje común de la escritura y lectura.   Borges y James hablan a su secretaria para que les escriba; Filloy, Gordon, Rivera, Wendell, Paz y Vargas Llosa, re-crean de nuevo en el camino entre el manuscrito y la máquina dejando una larga y valiosa huella de su trabajo creativo;  Octavio Paz, además de los borradores mecanografiados, deja un registro de su voz en la grabación de sus escritos como prueba de aquella sonoridad interior en búsqueda de palabras, y Vargas Llosa juega con la costumbre y con la tecnología para darle continuidad e hilaridad a su diario trabajo creador.  La sencilla pero desafiante máquina de escribir generó tempranamente tensiones entre la variedad y la tradición con cambios, en esta primera etapa, tanto en la forma como en los contenidos (McLuhan 260).  Nuevas formas de pensamiento y de sensibilización social creadas a partir de estos cambios estimularon durante esta larga época de producción editorial formas particulares de escritura y de lectura sostenidas casi hasta finales del siglo XX.  Tanto lector como escritor se mantuvieron fieles al esquema.

4.      ¿El fin de los borradores?

Los borradores como parte del desarrollo y perfeccionamiento del proceso creativo han sido objeto, en muchos casos, de diversos tratamientos pedagógicos y de valoraciones científicas a lo largo de la historia debido a la forma como las tecnologías de la escritura interfieren, facilitan y re-crean los procesos creativos.

Fernando Iwasaki[18] (1961- ), un escritor más contemporáneo que Filloy, Rivera y Wendell, comenta que uno de los riesgos del uso de las nuevas tecnologías de la información por parte del escritor de hoy es “la disminución en la cantidad de borradores físicos” (Entrevista).  En efecto, el uso de procesadores de palabras, de programas de computación equipados con todo tipo de ayudas pedagógicas para los procesos de escritura, ha abierto la posibilidad a los escritores, desde hace más de dos décadas, para que un texto sea reelaborado y editado sobre sí mismo innumerable número de veces, disminuyendo como bien lo afirma Iwasaki, la posibilidad de tener más borradores físicos.  Si bien hoy las tecnologías de la información ayudan al escritor a reducir el consumo de papel y de lápiz para hacer más eficiente el proceso de escritura, las consecuencias negativas por la mengua de los borradores guarda cierta correspondencia con el tratamiento que se le daba a la producción de textos en los tiempos de Cervantes.  En la investigación de Joaquín Aguirre, El borrador de Cervantes: Cómo se escribió el Quijote (2003), el autor comenta que sobre el texto del borrador del Quijote, tiene que “hablar de “visos” porque no existe prueba documental; los borradores una vez utilizados, se destruían, se arrojaban al cesto de los papeles.  Solo aparece noticia de uno, el empleado por Martorell en el “Tirant lo Blanch” que aparece en el listado de un notario[19]” (10). 

Hace más de cuatrocientos años los borradores de un proyecto literario los desaparecían luego de las innumerables inscripciones hechas por el copista, correctores de estilo, escribanos y demás personal presente en los talleres tipográficos ejerciendo labores de calidad y control gubernamental.  El autor, quien corregía dos o tres veces sobre copias tipográficas y no sobre sus manuscritos, se desentendía finalmente de aquellos originales que luego el editor tiraba a la basura[20].  La necesitada cercanía del escritor con la imprenta acortaba los tiempos del proceso de edición generando un gran descuido de los borradores.  A ello se suma que el objetivo principal de un escritor en aquellas sociedades con lectores de mayoría burguesa, consistía en tratar de publicar un texto final, en muchos casos, enmascarando una protesta o disentimiento sobre el saber político o religioso de la época en un relato dramático, romántico o jocoso.

Para aquellos escritores, el alcance del objetivo se superponía al medio, y a pesar de la cantidad de gente participante en el proceso de edición e impresión de un texto se desconocía el valor documental y creativo de los borradores.  Además, la carencia de instituciones educativas consolidadas e independientes al poder del gobierno y de la iglesia con proyectos afines a la filología, la lingüística o la literatura hacía poco probable la necesidad de conservar borradores de autores políticamente sospechosos o de quienes se debatía institucionalmente su valor moral y social.   Hoy, cuando las posibilidades de acceso a lo que se publica son infinitamente mayores y se tienen múltiples posibilidades de hacer varias copias de archivos en modernos procesos de edición, la pérdida de los borradores se repite, luego que la relectura de un escrito sugiera re-elaboraciones sobre el mismo archivo sin que al final, en muchos casos, queden rastros de lo que esta era o fue en su comienzo.  “En la computadora, -dice el escritor colombiano Oscar Collazos[21] (1942 - ), encontré un instrumento inmejorable para corregir sin dejar huellas” (1).  Las copias de archivo hechas por un autor de una idea inicial ya por seguridad ante los imprevistos de la informática o por la acción intencionada de conservarlos para re-trabajarlos, son menos atractivas que en décadas anteriores donde primaron técnicas más obsoletas de escritura.   

Aquella originalidad textual y de contenido que el manuscrito o la máquina de escribir solían dejar parece esfumada por el hacer de la informática, no obstante el interés de algunas universidades de prestigio de conservar algunos de estos, de obras destacadas de autores reconocidos.  Se ha creído que los borradores: “Enseñaban mucho sobre el método, exponían las manías de los autores, probaban que, en muchos sentidos, un texto siempre es perfectible.  Y que la corrección puede ser un ejercicio infinito” (Collazos 1).  

La reducción del proceso de edición y los efectos efímeros de la informática contrastan con la originalidad de los borradores mecanografiados, y el interés que suscitaban ya no parece ser tal.  “Durante años -dice el veterano escritor Collazos- pensé que el computador era un instrumento diabólico hasta el día en que le escuché a García Márquez (1927- )  un elogio” (1).   Un reconocimiento a un instrumento nuevo de escritura que transformó de nuevo la mecánica para hacer ficción en la medida que afecta los procesos creativos, por la manera de pensar e interactuar de los escritores.  Los borradores de un trabajo creativo en el mundo digital corresponden a pruebas finales impresas en modernas máquinas láser devueltas por un editor a su autor para que, en un último repaso, corrija manualmente y autorice su publicación[22].   En los borradores finales de El general en su laberinto (1989), primera obra escrita por García Márquez en el procesador de palabras, el nobel colombiano que nunca utilizó la escritura manual como forma original de escritura, dejó sin embargo huellas manuscritas en tintas de lápices rojo y verde buscando cambios en vocablos que aún no decían lo que él íntimamente todavía quería expresar[23].  El resto de los secretos sobre cómo se escribió el trabajo se han perdido en la memoria artificial del computador, aquel instrumento moderno de repisado escritural también llamado ordenador.  La mayoría de los borradores físicos, testigos de gran parte de su trabajo creativo, corresponden a sus viejas relaciones con la máquina de escribir.  

Experiencia similar comparte Oscar Collazos, quien inició su vida como escritor en máquina de escribir, y aunque aconsejado por el chileno José Donoso (1924 -1996) de conservar los borradores para vendérselos a alguna universidad norteamericana, la suerte no lo acompañó.   “En los viajes y desplazamientos, -dice- se fueron perdiendo”.  “Hoy, ya no tengo borradores; guardo últimamente dos o tres versiones de mis libros, pero sólo por fetichismo” (1).

La edición en computador y la proximidad con los procesos de impresión, publicación y distribución en la era de la escritura electrónica demolió el interés por la vida de los borradores, y terminan como en el siglo XVII, en las canecas de la basura o en discos magnéticos envejecidos por las rápidas transformaciones informáticas, como lo demuestra el escritor Sergio Ramírez:

Yo tengo en mi computadora, y en el respaldo paralelo que llevo, todos mis archivos electrónicos de al menos los últimos diez años: artículos, conferencias, prólogos, críticas, obras de creación y borradores, fotografías, etc.  Pienso que todo esto habrá que ponerlo alguna vez en papel, que al fin y al cabo es la única manera duradera de conservar lo escrito.  Te lo digo por experiencia.  En 1984 tuve mi primera computadora con procesador de palabras, una IBM que trabaja con floppies en un sistema que se llamaba Symphony.  No había disco duro.  Conservo esos floppies, unos veinte, donde está mi novela Castigo Divino, pero no hay manera ahora de leerlos, es un lenguaje muerto, porque el sistema está muerto” [24].

Prolongar estas experiencias de escritura en el papel para darles una existencia más duradera es el reclamo expreso y tácito de muchos escritores empeñados en que la posteridad conozca más de su maestría, como escritores, historiadores y relatores de la vida.  La corta, rápida y asfixiante  experiencia de la informática durante los últimos veinte años, a pesar de sus beneficios, resulta contradictoria, debido a que si bien agiliza procesos como los de la escritura, deja pocas, útiles y evidentes huellas de cómo se construyó su historia.  La experiencia comentada de Ramírez es al mismo tiempo reveladora de las precauciones a futuro en la efímera era de los computadores, pues no basta con que se puedan hacer copias de archivos digitales sobre los trabajos en el presente si en los años venideros los mismos avances informáticos sepultan nuevas posibilidades de lectura.

5.      Entre la tradición y el Internet.

En el viejo arte de escribir ficción se ha mantenido una friega intensificada ahora por la irrupción del Internet.  Para muchos escritores la indetenible emigración hacia el mundo digital pone en discusión su fidelidad a la tradición con su aceptación al cambio.  Los efectos del Internet en todos los órdenes de la vida individual y social no se comparan con los de la prensa escrita, la radio y la televisión tanto por la rapidez en el acceso y formas de penetración como por la composición y manejo de sus contenidos[25].  Algunos escritores evidencian esta discusión.  Por ejemplo, mientras Edmundo Paz Soldán reconoce las bondades de este fenómeno y hace literatura con las ayudas del Internet y sobre el Internet, Fernando Iwasaki (1961- ) comentaba que, en ese sentido él es “muy antiguo, y que solo usa el Internet para el correo electrónico”.   Además (1):

“No me gusta leer los blogs, ni me gusta entrar, ni sé chatear. Si tengo que hacer una búsqueda en Internet, yo no entro a wikipedia o a google para buscar una palabra o una ciudad, pues para eso tengo un atlas.  En ese sentido soy muy antiguo.  La Internet es estupenda para mandar un correo electrónico y que te respondan, para comprar una entrada de un musical en Manhattan, o un viaje barato para ir a un lugar exótico.  Para eso me sirve muy bien la Internet.  Para otras cosas no.  No bajo música ni películas y tampoco sé chatear y preferiría no saberlo debido a que tendría menos tiempo para las cosas que me interesan.  Yo creo que se pierde mucho tiempo respondiendo correos electrónicos no deseados (01).

De las palabras de Iwasaki se infiere que él tiene conocimiento de los usos, beneficios y abusos del Internet.  Pues a través de este medio, no solamente observa semanalmente sus artículos publicados en varios periódicos de Hispanoamérica, para cerciorarse de que “fueron publicados y me paguen” –dice-, sino que además, sostiene una página Web de su autoría creada y actualizada con regularidad por él mismo desde hace varios años.  En su visión con el Internet y las tecnologías informáticas, Iwasaki dice “ser muy antiguo” aunque en la práctica demuestre ser diferente (1).

Esta posición ideológica del escritor peruano respecto a la adquisición y uso de las tecnologías de la información, responde en un sentido muy literal a la afirmación de Paz Soldán sobre el “choque entre las fuerzas de la diversidad y de la tradición” que se viene dando en el mundo (Paz 01).  Esta antigua rivalidad del hombre con los desarrollos tecnológicos de los procesos de escritura, es más evidente hoy por la rapidez del avance de la tecnología y la lentitud con que reaccionamos a estos cambios.  Si se tiene en cuenta la afirmación de Castells: “The Internet has posted the fastest rate of penetration of any communication medium in history”, es evidente también que muchos de nuestros escritores presentan un incuestionable rezago a las dimensiones de este arrollador desafío (383).   

A pesar de la disposición humana al ajuste[26] de los cambios propuestos por el entorno, no resulta igual de fácil para todas las personas asumir el significado que en ellos el ambiente moderno propone, debido en parte, a la comodidad con que sabe desenvolverse en su medio y al sentimentalismo con que el ser humano se aferra a su tiempo.  Y es que como lo indica el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez (1942- ) en su apresurado recorrido de adaptación a las diferentes técnicas de escritura, “La modernidad no es más que la nostalgia por instrumentos perdidos, la emoción ante la imagen de lo que fue mientras el tiempo marca a zancadas sus distancias” (Ramírez).  Tal sensación de añoranza es la que se siente en Iwasaki en su bacilar aceptación del Internet y sus afincados procesos de investigación y escritura.  Un vivir en el presente escribiendo sobre historia con algunas de las herramientas que la historia en movimiento le provee definen esta nostalgia bullente en la lucha entre presente y pasado, entre tradición e innovismo.  

La forma como los escritores también se adaptan a los cambios obligados de la tecnología es la más clara manifestación de la plasticidad de cada cerebro para responderle al medio, y con ello, lograr diferentes procesos de desarrollo neuronal luego convertidos en nuevas y reveladoras formas de inteligencia.  La acción y movilidad del medio produce novedosas reacciones cerebrales que de manera armoniosa amplían el escenario escritural con combinación de esquemas mentales y sensoriales como los que utilizaba el escritor colombiano R.H. Moreno Durán (1945-2005), de quien dice Araujo Vélez[27]:  Se acostumbró a escribir a mano las primeras versiones de sus obras […]”.  Luego habla el escritor:

“Después de la primera versión hago otra a máquina, y después vuelvo y subrayo con colores diferentes.  Yo tacho y saco flechas.  A los seis meses vuelvo sobre ese trabajo, entonces corrijo con otro color.  El texto final está lleno de colores, papeles pegados, cosas, y ya lo vuelvo a pasar en limpio, de nuevo a máquina. Después escribo todo eso en el computador”.

En el trabajo de ficción del fallecido escritor se observa un largo camino entre el manuscrito y el computador como prueba del proceso de adaptación de su historia al presente de su vida.  Todas las formas posibles de escritura como el dibujo, los gráficos, las líneas, el manuscrito, los colores, papeles pegados como ventanas gráficas al texto, el ruido de la máquina de escribir, el papel, el teclado y la pantalla multicolor del computador se aúnan a su proceso creador.  Aunque la multimedia del computador bien hubiese podido omitir el uso de los pasos iniciales mencionados, recurre a los primeros y acostumbrados “multimedios” como prueba de una necesitada sensibilidad personal que le dará la vida que él quiere a sus textos de ficción.   La multimedia tecnológica no logra reemplazar su prosódico hablar interior perceptible luego en el fluir del relato.

Como se anota, la plasticidad neuronal de cada persona posibilita el desarrollo de diversos procesos de ajuste al medio que varían de acuerdo a las características de este y a la disposición personal para asumirlos.  Si bien el experimentado escritor, R.H. Moreno Durán usó el computador para finalizar sus trabajos, Oscar Collazos dejó de escribir a máquina casi a finales del siglo XX para dar paso al computador.

 Me decidí a comprar un clon bastante tarde: en 1998.  Lo usé como procesador de palabras.  Para aprender, le pagué clases al hijo de 13 años de una vecina, que nunca entendió por qué un escritor era “tan bruto” al memorizar sencillas operaciones.  Perdí un capítulo de la novela que estaba escribiendo porque no tuve la preocupación de guardar.  Rabié durante un tiempo hasta que empecé a ver las ventajas.

¿Los nativos digitales dándoles cátedra a los inmigrantes digitales?  Esa parece ser la lección.  Si para un niño soñador de 13 años de edad de finales de siglo XX manejar un computador parecía ser una actividad normal y rutinaria, para un experto en hacer ficción como el escritor Collazos, el mundo virtual causaba grandes estragos.  La hoja de papel de la máquina de escribir usada en la captura de la invención literaria sería realmente útil en la era del computador en la parte final del proceso creador como prueba final de la realización de un mundo figurado.  En el mundo del Internet, lo que no se guarda se pierde.  El niño y su sabiduría es entonces una metáfora que sintetiza semejantes diferencias.  Admitir tales cambios en una avanzada edad adulta justifica la explosión de más de una rabieta.  Sin embargo hoy, a más de una década de aquella penosa experiencia, Collazos admite ser “un inmigrante que nunca emigrará, que se ha adaptado bien a las costumbres de los nativos”.  […] Utilizo un computador –dice-; dos con el portátil que me acompaña a mis viajes y, a veces, a mis clases.  Soy un adicto a Internet y en mi computador de mesa guardo textos que cada cierto tiempo reescribo”.  El medio, más que el mensaje, sería entonces la mediación por las posibilidades de juego, creación y de sentido que se generan.  Más que un ejercicio lineal, se estaría hablando de un proceso reticular o de entretejido permanente.  Una nueva mentalidad es dependiente de una forma de comunicación diferente.

Esta mentalidad globalizante es promovida por el escritor boliviano, Edmundo Paz Soldán quien no solo representa los efectos del Internet y demás desarrollos de las tecnologías de la información en obras como El Delirio de Turín (2002),  Sueños digitales (2004) y Los vivos y los muertos (2009), sino además le reconoce a esta herramienta (instrumento) el haber facilitado a los nuevos escritores dispersos por el mundo, ser vistos y escuchados como comunidad.  Este concepto es importante, asegura Soldán, si se tiene en cuenta que, “después de la generación del boom de los años setenta esta situación no se daba” (01).  Y agrega: “Con el internet el diálogo es muy fluido, muy constante, recibo cada rato manuscritos de amigos que quieren que les revise un texto, que les haga comentarios y viceversa” (02).  No solamente el Internet es para Edmundo Paz parte de su hacer como escritor, sino de su ser mismo como ser social, pues además de utilizar esta herramienta virtual como medio de comunicación social, él también participa en chats, sostiene y dialoga en blogs, dedica más de dos horas diarias leyendo y contestando correos electrónicos, y lee y escribe menos, debido al tiempo que dedica a atender los compromisos que le genera la Wide Web World[28] (Paz 03).

6.      ¿Adiós al manuscrito?

Es un hecho que las nuevas tecnologías de escritura han desplazado al tradicional manuscrito.  Las habilidades y destrezas para escribir ficción a mano, tan de moda en el pasado, y como sinónimo de expresión profunda de la intimidad del pensamiento se ha traslado casi por completo al computador.  Aunque todavía algunos escritores[29] de obras creativamente hechizantes como las de J.K. Rowling, autora de las series de Harry Potter persisten en escribir a mano para luego reescribir sus trabajos a máquina o en computador, estas nuevas herramientas tecnológicas han ido remodelando a la humanidad tanto en su forma de pensar como de trabajar.  Y es que la dependencia de las partes del cuerpo con el cerebro, su ordenador natural, hace que para enfrentar los cambios del medio se desarrollen otros circuitos cerebrales que le dan vida a nuevas habilidades personales con la consecuente atrofia de algunas existentes[30].  Sensaciones de incapacidad, pereza o falta de interés en la ejecución de tareas otrora  posibles, evidencian este hecho, como lo manifiesta Edmundo Paz Soldán cuando se ve obligado a tomar el lápiz y el papel:

Hace rato que no escribo a mano.  Eso me ha pasado casi sin darme cuenta.  Mis primeras dos novelas, -estoy hablando de hace diez años- las hice a mano.  Para mi tercera novela que salió en 1998, la primera y la última versión las escribí directamente en el computador.  En uno de mis viajes sucedió que mi computadora se rompió y, en un cuaderno donde tomo a veces algunas notas, quise escribir parte de un texto literario y, me pareció bien raro.  De pronto me di cuenta que habían pasado más de cinco años sin escribir a mano” (03).

 

La experiencia de Paz Soldán es una muestra de lo que en general le vienen pasando a todos nuestros escritores.  Si hay algún tema reiterativo hoy en los personajes consultados es esa silenciosa transformación en los hábitos de escritura, acompañada de las diferentes formas ofrecidas por el Internet para investigar y pensar.  Es evidente que la movilidad del computador cambia y moldea a los tradicionales escritores, como también lo hace con quienes nos hemos hecho dependientes de él.  El computador en cualquiera de sus presentaciones está hoy en los aviones, los autobuses, los taxis, en la cafetería, en el salón de clases, en la sala, en la alcoba, en la cocina, en el motel, en la calle, en la finca, y, en general, en todos aquellos lugares en donde el lápiz y el papel han sido necesarios e indispensables para almacenar el pensamiento.  Si finalmente el lenguaje como el dinero, son medios para acercar y excluir, el computador y sus desarrollos acortan todas las distancias.   Así lo demuestra la escritora canadiense Margaret Atwood visionaria del LongPen, instrumento de escritura digital elaborado para escribir o autografiar sus libros desde cualquier lugar del mundo donde su presencia física fuese necesaria.   Virtualmente ella está con sus lectores hablando e intercambiando opiniones mientras una máquina movida a su voluntad dedica una frase al lector y estampa en tinta su nombre.  El Internet crea entonces una cercanía más efímera entre autor y lector, al perderse la esencia de la presencia viva del escritor firmando con su puño y letra sus obras.

Para los nuevos escritores inmersos desde su niñez en el mundo del computador sus experiencias con el manuscrito registran cierta curiosidad.  No solamente hay rareza por la nostalgia expresada por sus viejos colegas sobre esta forma de escribir, sino que la consideran como poco usual y hasta anticuada.  Para estos nuevos “hijos de la computadora”, como se autodenomina el joven cuentista y novelista colombiano, Juan Álvarez[31], las innovaciones informáticas motivan nuevas formas de experimentación escritural al utilizar diferentes programas de composición escrita en computador y variadas plataformas para la lectura y corrección de borradores, como el I Pod o el Kindle.  Las formas tradicionales impresas para hacer correcciones que antes generaban más confianza por su cercanía a la realidad textual del libro se han ido esfumando en la medida que el libro electrónico consolida su presencia.  La escritura a mano, -dice Álvarez-, “si al caso para tomar notas” cuando la necesidad lo requiere, pero no para ponerse a escribir ficción.  La comodidad del computador parece insuperable.

7.      La nueva metáfora

El mundo del Internet ha generado nuevas comunidades sociales compartiendo diversidad de intereses, lejanas experiencias humanas, lenguajes y cultura.  Las nuevas formas de comunicación han traído consigo la evolución de la lengua dando formación a especies de pidgins escriturales que facilitan el contacto entre sus miembros en el silencioso pero al mismo tiempo ruidoso mundo del Internet.  Una vez un usuario se pone en contacto con el lenguaje del computador y con sus múltiples posibilidades de acceso comunicacional, la adquisición de una nueva terminología gráfica acompañada de sonidos, imágenes, voces y video facilitará su ingreso a estos mundos sociales donde el espíritu experimenta otra transformación.  Claro ha quedado que una vez sumergido en el mundo del Internet, el sujeto de la aldea local adquiere una renovada y progresiva visión de globalidad que cambia su forma de pensar, de sentirse y de apropiarse del mundo.  Lo local es entonces glocal.  Ese ser sabedor de todo lo que acontece en su gran alrededor es el sujeto de creación de las nuevas obras literarias del escritor de hoy.  

Si del Macondo del banano y de los Buendía nos trasladaron al McOndo de las hamburguesas, de los computadores Apple, de la narco novela, de la vida light, de la discusión abierta del feminismo y del homosexualismo, de las historias de ficción del planeta globalizado donde el sujeto de cualquier lugar con sus raras formas de ser ya no es extraño a nosotros, entonces se está hablando de múltiples posibilidades escriturales de representar la realidad con las herramientas lingüísticas y semióticas del momento.  En la diferenciación y estudio de los elementos que coadyuvan en la formación del concepto de metáfora, Umberto Eco precisa que:

“The success of a metaphor is a function of the sociocultural format of the interpreting subjects´ encyclopedia.  In this perspective, are produced solely on the basis of a rich cultural framework, on the basis, that is, of a universe of content that is already organized into networks of interpretants, which decide (semiotically) the identities and differences of properties[32] (127).

 

En la nueva metáfora las formas de escritura constituyen en si mismas imágenes que simbolizan extraños mundos figurados con palabras rehechas en la realidad del instante producto de un universo intercomunicado, como el de los blogs, o el de la literatura hipertextual de construcción interactiva, continua y permanente gracias al Internet[33].  Una muestra de toda esta nueva realidad literaria son los títulos de los cuentos: “Fw, dos puntos, metaxeso” (2001) de Juan Álvarez, “El ojo Silva” (2001) de Roberto Bolaño, “Sun-woo” (2009) de Oliverio Coelho y “Huracán” (2006) de Ena Lucía Portela. Estos jóvenes escritores hacen ficción con mundos del más allá, aprehensibles a su tacto.  Los continuos retos y enigmas del mundo globalizado estimulan en ellos la experienciación y experimentación de nuevos desarrollos funcionales cognitivos formulando nuevas metáforas.  La escritura manuscrita está para ellos en el teclado. 

8.      Conclusiones

   Desde mucho antes de que se escribiera El Quijote hasta nuestros días, los escritores han tenido que adaptarse a los avances de las tecnologías de la escritura demostrando cambios en la forma de escribir con efectos en el contenido de sus relatos.  La adaptación a cada momento tecnológico ha sido diferente en cada uno de los espacios estudiados, debido en parte, a la resistencia al cambio de algunos escritores, a la falta de interés por la nueva tecnología, a los afectos o sentimientos que unen a la persona con particulares formas de escribir, al miedo o temor por lo novedoso por las interferencias que se pudieren causar en el flujo de las ideas, o, a la desconfianza por el encuentro con mundos lejanos y diferentes a su entorno.  

La aceptación voluntaria u obligada al desafío tecnológico representa cambios tanto en la forma de pensar como actuar físicamente, lo que prueba la organización neuronal del cerebro y su característica de plasticidad para adaptar el cuerpo a las exigencias del medio.  Las diferentes formas de estimulación a que se ve sometido, como las de la máquina de escribir, la computación y sus desarrollos con el Internet, demuestran para el caso de nuestros escritores, el inmenso potencial de desarrollo creativo generado por el contacto con las diferentes formas escriturales.  Intentar externalizar el pensamiento en cualquier forma de escritura supone la exploración de diversas y valiosas visiones de mundo del escritor, útiles en el estudio de técnicas de escritura y de más comprensibles formas de pensar y de narrar.  Los rápidos y personalizados procesos de edición en computador están terminando con esta práctica, pues como dice el médico psiquiátra Norman Doige: “Not only does the brain shapes cultura. Culture shapes the brain[34] (287). 

La experiencia del escritor como profesional en el uso y manejo de la lengua escrita como medio para universalizar la proyección de su pensamiento amplía la comprensión de la hipótesis lacaniana respecto al surgimiento del inconsciente y sus manifestaciones en el sujeto cuando este se ha puesto en contacto con el lenguaje.  Tal supra-represión que sufre el individuo a través del uso del lenguaje escrito ocasiona la manifestación de múltiples formas adicionales para comunicar lo reprimido de su vida inconsciente,  -ese rico saber no sabido-  como los dibujos, las letras, rayones, insertos y demás elementos simbólicos visuales y sonoros estudiados anteriormente, que a la postre se constituyen en el nacimiento de las formas multimedias de los sistemas informáticos.  Es importante anotar que si creemos en la presencia de un ser humano hecho “nuevo” por la transformación del medio, éste debe experimentar un renovado saber inconsciente que tiene además formas adicionales o diferentes de manifestación.

La máquina de escribir y los desarrollos informáticos han cambiado, en parte, la imagen externa que se tenía de los escritores en relación con sus herramientas de trabajo.  La afirmación de Heidegger respecto a que: “In mechanized writing all human beings look the same”,  adquiere hoy especial relevancia debido a la invasión de las técnicas informáticas en todos los órdenes de la vida de las personas asemejando la forma de investigar y de trabajar; al mismo tiempo, facilitando la participación mancomunada de varias personas desde cualquier lugar del mundo en proyectos creativos (Heim 195).   La imagen del escritor de hoy está llegando a ser  la imagen de todas las personas que aportan y constituyen formas para recrear mundos en la medida en que más humanidad tiene más acceso a la computación.

 

 

 

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[1] Las opiniones aquí mencionadas de Edmundo Paz Soldán corresponden a la entrevista realizada por mí a finales de octubre de 2008.

 

[2] La expresión es utilizada por el neurólogo Gary Small, para explicar cómo la tecnología ha dividido a las generaciones.  Véase: Small Gary y Vorgan Gigi.  Surviving the Technological Alteration of the Modern Mind.  Toronto: Harper, 2009. 23-46.

[3] La Generación Nocilla reunió a 40 escritores participantes en el I Encuentro de Nuevos Narradores bajo el título “Atlas literario español”.  La convocatoria fue de la editorial Seix Barral y la Fundación José Manuel Lara. Estos autores son cosmopolitas, han viajado, tienen una gran familiaridad con la televisión, están sometidos a influencias muy diversas -y casi ninguno tiene que ver con la palabra escrita-, conocen y se sirven de las nuevas tecnologías.  Agustín Fernández Mallo, Ricardo Menéndez Salmón, Luis Manuel Ruiz, Hipólito G. Navarro, José Ángel Mañas, Harkaitz Cano, Cristina Sánchez-Andrade, Milo Krmpotic, Félix J. Palma, Espido Freire, Juan Manuel de Prada, Paula Izquierdo o Lolita Bosch, son algunos de ellos.  Rojo, J. Andrés. “Hacia una literatura híbrida”  El País. Julio 30 de 2007. En línea: Noviembre 23 de 2007. http://generacionnocilla.blogspot.com/ 

[4]Bogotá 39 reunió en Bogotá en septiembre de 2007, a 39 escritores jóvenes provenientes de 17 países de Latinoamérica.  La reunión fue auspiciada por la fundación Hay Festival  de la Alcaldía de Bogotá.  Algunos de estos fueron: Gonzalo Garcés, Pedro Maizal,  Andrés Neuman, Rodrigo Hasbún, João Paulo Cuenca, Adriana Lisboa, Santiago Nazarian, Veronica Stigger, Álvaro Bisama, Alejandro Zambra, Antonio García, John J. Júñeles, Pilar Quintana, Ricardo Silva, Antonio Ungar, Juan Gabriel Vásquez, entre otros.  Bogotá 39. “Quienes son los nuevos escritores”  En línea: 23 se noviembre de 2010. http://www.hayfestival.com/bogota/default.aspx

[5] Es mi traducción: “Escribir a mano es laborioso pero supone músculo, sangre y el agarre del papel y el lapicero, aquellos anclas que nos recuerdan que aunque estemos extremadamente perdidos en los vericuetos de nuestra invención, nosotros habitamos un mundo real”.

 

[6] La cita corresponde al trabajo de: Burns Florey, Kitty. Scrip and Scribble: The Rise and Fall of Handwriting. Brooklyn: First melville house printing, 2009. 121

[7] A este respecto puede verse la interesante discusión sobre el origen, desarrollo, actualidad de la grafología y sus relaciones con la psicología elaborado por: Burns Florey, Kitty. “Father Michon and My Aunt Fanny”.  Scrip and Scribble: The Rise and Fall of Handwriting. Brooklyn: First Melville House Printing, 2009.  93-118.

 

[8] Es mi traducción: ‘La historia’ de los tipos de escritura es al mismo tiempo una de las mayores razones para la creciente destrucción de la palabra.  La palabra no pasa más a través de mano de la forma auténtica como se escribe y actúa, sino a través de la presión mecanizada de la mano.  La máquina de escribir arranca la escritura del dominio esencial de la mano, y esto significa que la mano es removida del dominio esencial de la palabra”. 

 

[9] Es mi traducción: “La máquina de escribir fusiona la composición y la publicación, causando una totalidad entre lo escrito y la palabra impresa.   La composición en la máquina de escribir ha alterado las formas del lenguaje y de la literatura en formas mejor observables en las novelas de Henry James”.

 

[10] En la edad media, cuando los escritores pudieron obviar al escribiente y cogieron el lápiz y el papel para escribir sin intermediarios se observaron  grandes cambios.  Se ilustra que: “Working alone in his chambers, the Benedictine monk Guibert of Nogent had the confidence to compose unorthodox interpretation of scripture, vivid accounts of his dreams, even erotic poetry –things he would never have written had he been required to dictate them to a scribe.  When, late in his life, he lost his sight and had to go back to dictation, he complained of having to write only by voice, without the eyes”.  Véase: Carr, Nicholas. What the Internet is Doing to Our Brains.  The Shallows. New York: W.W. Norton & Company Ltda, 2010. 65-6.

 

[11] Es mi traducción: “Las tecnologías no son solo meras ayudas exteriores sino que también implican la transformación interior de la conciencia, y nunca más que cuando ellas afectan la palabra”.

[12]En la página siguiente se pueden observar copias de páginas de borradores y notas personales de algunos escritores latinoamericanos en las cuales se evidencian las multigrafías anotadas.  En su orden corresponden a: Julio Cortázar, Jorge L. Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante, García Márquez, y de nuevo, Jorge L. Borges.  Estas copias son tomadas de: Angelou, Maya, Boorstin, Daniel y otros autores.  Latin American Writers at Work.  Ed. George Plimtom. Int. Dereek Walcott.  New York: Modern Library, 2003. 8, 49,75,110, 128,184, 218.

 

 

[13]Es mi traducción: “Escribía a máquina pero ahora escribo todo a mano.   Si es prosa, la escribo una, dos, o tres veces y luego la dicto a la grabadora.   Después secretaria lo transcribe y yo corrijo.  La poesía la escribo y reescribo constantemente”.

[14] Muchos trabajos se han fijado en la literatura como inspiradora del hipertexto y del internet, pero de manera especial en los textos de Borges.  Los trabajos más recientes son los de: Sassón-Henry, Perla.  Borges 2. From Text to Virtual Worlds.  New York: Peter Lang, 2007.  También: Sánchez Salas, Laura. “La literatura si predijo la internet”. Fábula: Revista literaria. 26(2009): 58-66.   Desde otro punto de vista, el ingeniero Vannevar Bush en su artículo “As We May Thing”, propuso la construcción de una máquina que llamó memex, y que ha a la postre ha resultado ser lo más parecido al computador y la internet.  Puede consultarse: Bush, Vannevar. “As We May Think”. Atlantic Monthly Group. July(1945) En línea: Mayo 30 de 2011: http://www.theatlantic.com/magazine/archive/1945/07/as-we-may-think/3881/4/

[15] No está de más recordar que para este autor, el encuentro del sujeto con el lenguaje crea la represión y por consiguiente el inconsciente.  

[16] Esta información se puede ampliar en: Berry, Wendell.  “Why I Am Not Going to Buy a Computer”. (1987). Field Observations.  En línea: 14 de abril de 2011.  http://home.btconnect.com/tipiglen/berrynot.html

 

[17] Es mi traducción: “En primer lugar, yo escribo a mano. [...] Entonces comienzo a escribir a máquina lo que he escrito a mano, haciendo cambios a medida que avanzo, lo que es quizás la primera etapa o la reescritura.  Pero siempre dejo unas cuantas líneas sin pasar a máquina por lo que al día siguiente, puedo empezar a escribir con el final de lo que había escrito el día anterior.  Con la puesta en marcha de la máquina de escribir se crea una cierta dinámica, es como un ejercicio de calentamiento”.

[18] Las opiniones registradas sobre este escritor corresponden a la entrevista realizada por Juan L. Suárez al escritor en Mayo de 2008.

 

[19] Dice Sonia Garza Merino que en España, “El original de los siglos XVI y XVII, al igual que en muchos siglos posteriores, es un manuscrito concebido para uso en talleres de imprenta como modelo para preparar una edición. […] La transcripción de un texto con el fin de obtener una reproducción de mayor calidad, invalidaba el borrador que servía de modelo; por eso apenas existe rastro alguno de las primeras versiones de autor”.  Para más información véase: Garza Merino, Sonia. “El original de imprenta, copia de amanuense”.  Imprenta y crítica textual en el siglo de oro. Ed. Francisco Rico. Valladolid: Universidad de Valladolid, 2000.  65-95

 

[20] Muy a propósito de este hecho, vale la pena comentar que la novela Basura (2000) de Héctor Abad Facio Lince se elabora a partir de unos borradores tirados a la caneca de la basura.  Igual el hecho anecdótico del cuento de Gabriel García Márquez, “Isabel viendo Llover sobre Macondo” que fue rescatado de la caneca de la basura por Jorge Gaitán Durán.  Al respecto, García Márquez es citado por: Hoyos Andrés. “La petite différence”. El Malpensante. (119). Bogotá: El Malpensante, 2010.  En línea junio 10 de 2011:

http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1743

[21] Las opiniones de Oscar Collazos expresadas en este trabajo corresponden a la entrevista realizada por mi al escritor vía internet en abril de 2011.

[22] Es importante anotar que los avances en los sistemas de impresión gráfica evitan los tradicionales procesos de fotocomposición y fotomecánica, lo que quiere decir que se va directamente del texto digital a la máquina impresora.

[23] Véase: Nepomuceno E. “El escritor y el ordenador. El original de 'El general en su laberinto' revela la intensidad de la reescritura”. El país. Cultura. Rio de Janeiro: 10-04-1989. 

En línea. Abril 15 de 2011.  http://www.sololiteratura.com/ggm/gargaboelescritor.htm     De otro lado, “Se dice que Mark Twain fue el primer escritor que usó la máquina de escribir para redactar una novela, Huckleberry Finn, hace ya más de un siglo. También se dice que en Colombia fue Gabriel García Márquez, con su capacidad de acomodarse a los nuevos tiempos, el primer escritor que le presentó a una editorial, hace unos veinte años, el manuscrito de una novela suya en un disquette de computador. Leyenda o realidad, Gabo y Twain figuran como pioneros de la máquina de escribir y del procesador de palabras, que ambos usan o usaron con sus dos dedos de chuzógrafos”.  La cita corresponde a: Abad Facio Lince, Héctor.  “Prohibidas las putas”.  Letras libres.  Junio de 2005.  En línea: Mayo 28 de 2011:  http://www.letraslibres.com/index.php?art=10552

 

[24] En la entrevista realizada por el suscrito a Sergio Ramírez vía internet, el escritor precisa además que: “Los borradores los archivo cada vez que termino uno, bajo una identificación propia, de manera que se pueda conservar un registro del avance de cada obra.  La biblioteca de la Universidad de Princeton adquirió mi archivo completo, pero en papel, aún no hay archivos electrónicos públicos, al menos en el caso de Princeton; en el caso de las cartas, no incluyen los e-mails”.  Además de la entrevista, Ramírez me envió el texto “La botella en el mar” en el cual trata sus experiencias personales con las diferentes tecnologías de escritura. 

 

[25] Sostiene Manuel Castells que, “The Internet has posted the fastest rate of penetration of any communication medium in history: in the United States, the radio took 30 years to reach 60 million people; T.V. reached this level of diffusion in 15 years; the Internet did it in just three years after the development of the world wide web (383). 

[26] Recuérdese que el neurólogo Sigmund Freud, gracias a sus permanentes análisis sobre las relaciones del ser humano con el medio y su cultura, fue el primero en hablar acerca de la formación neuronal del cerebro y de su plasticidad, en un texto manuscrito de 1895 que nunca publicó, titulado: “Project for a Scientific Pyschology”.  Freud llamó a su descubrimiento la ley de la asociación por simultaneidad, útil después en el desarrollo del concepto psicoanalítico de la libre asociación de ideas.  Otros aspectos útiles en el manejo del concepto de plasticidad se extraen de este texto.  Hoy, los avances en neurociencia han terminado por darle la razón como bien se analiza en varios textos.  Al respecto puede verse: Doidge, Norman. “Turning Our Ghosts Into Ancestors.  Psychoanalysis as a Neuroplastic Therapy”.  The Brain That Changes itself: Stories of Personal Triumph From the Frontiers of Brain Science.  New York: Penguin, 2007.  215-244.

[27]La cita es tomada de: Araujo Vélez, Fernando.  “R.H. Moreno Durán, o el hábito de la seducción”.  El Espectador.  En línea 23 de mayo de 2011.   http://blogs.elespectador.com/elmagazin/2010/12/01/r-h-moreno-duran-o-el-habito-de-la-seduccion/

 

[28] La Revista Arcadia presenta una lista de 15 escritores hispanoamericanos que han entrado de lleno en el mundo del internet.  Véase: “Quince escritores hispanoamericanos para seguir en twitter”. Revista Arcadia. En línea: Mayo 27 de 2011.

http://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/15-escritores-hispanoamericanos-para-seguir-twitter/24742

 

[29] Kitty Burns Florey reseña en su investigación la experiencia de varios escritores anglófono que todavía persisten en esta práctica.  Cita entre otros al ex presidente norteamericano Bill Clinton, quien escribió su autobiografía a mano y luego la transcribió.  Véase: Burns Florey, Kitty.  Script and Scribble: The Rise and Fall of Handwriting. Brooklyn: First Melville House Printing, 2009.  121 -3.

 

[30] A este respecto puede verse: Small Gary y Vorgan Gigi. “Brain Gap: Technology Dividing Generations”.  Surviving the Technological Alteration of the Modern Mind.  Toronto: Harper, 2009. 23-46.

[31] Las opiniones de Juan Álvarez corresponden a una entrevista escrita por Internet en mayo de 2011.  Álvarez respondió las preguntas por el mismo medio en un mensaje de voz.

[32] Es mi traducción: “El éxito de una metáfora es función del formato sociocultural de la interpretación enciclopédica de los sujetos.  En esta perspectiva, se producen únicamente sobre la base de un marco cultural muy rico, sobre la base, es decir, de un universo de contenido que ya está organizado en redes de intérpretes que deciden (semióticamente) de las identidades y diferencias de las propiedades”.

 

[33] Sobre el hipertexto y las formas literarias apoyadas en los desarrollos del Internet se pueden observar los trabajos de: Rodríguez Ruiz, Jaime Alejandro. El relato digital.  En línea: Junio 20 de 2011. http://www.javeriana.edu.co/relato_digital/  También los trabajos de: Gache, Belén. Escritura nómadas. Del libro perdido al hipertexto. Gijón. Trea Ediciones, 2006.  Y, Gutiérrez, Juan B. El primer vuelo de los hermanos Wright. Versión 1 1997, versión 2, 2006.  En línea: Junio 25 de 2011. http://www.literatronica.com/wright/el_primer_vuelo.htm

[34] Es mi traducción: “No solamente el cerebro le da forma a la cultura.  La cultura le da forma al cerebro”.


Sincronía Fall 2011