El panóptico
dictatorial: La representación de la violencia política en El Señor Presidente
(1946) y La noche de Tlatelolco (1971)
Donald
Gene Pace
Claflin
University
Jeremy Bentham inventó la
palabra panóptico para expresar una idea arquitectural. Según él, para mejorar la vigilancia en
instituciones como prisiones, se puede construir un edificio con una torre en el centro y
colocarlo en un lugar desde el cual se puede ver a todos los presos; [a]ll that is
needed, then, is to place a supervisor in a central tower and to shut up in each cell a
madman, a patient, a condemned man, a worker or a schoolboy» (Foucault, Discipline and
Punish 200).[1] De esta imagen se deriva el principio panóptico
que encierra lo que Flynn termina the marriage of power and visibility (279);
una unión conceptual que se relaciona con lo que Levin llama ocular-centrism
(Introduction, Modernity and the Hegemony of Vision 7). Según Bentham, es importante que el poder
panóptico se manifieste de forma visible pero a la vez sin poder comprobar (DP
201): si nunca se puede confirmar que alguien está vigilando, entonces cada preso
siente como si alguien siempre está espiando.
El panóptico provee
aumentadas posibilidades para acumular conocimiento y poder. A discourse in the Foucaultian
sense is best understood as a system of possibility for knowledge (Ashcroft,
Griffiths, and Tiffin 167), y este conocimiento está íntimamente relacionado con el
poder. Foucault dice que [k]nowledge
follows the advances of power y la combinación de power-knowledge
fortifica otra conjunción que amenaza la libertad individual:
domination-observation(DP 204, 305).
Según la perspectiva expansiva
del teórico francés, el panóptico proporciona una manera en que los oficiales
encargados de una ciudad o una instituciónya sea una prisión, una escuela, un
hospital o un negociopueden ejercer control hegemónico sobre habitantes, presos,
estudiantes, internados, o empleados con el apoyo de los grupos mismos. Porque hay castigos para los que chocan contra el
discurso predominante, estos objetos-humanos temen el ojo penetrante del panóptico que
les pueda entregar a los que administran el castigo.
Una clave del panopticismo,
según Foucault, es la visibilidad, o supuesta visibilidad desde la torre. La vigilancia es fundamental. Visibility is a trap (DP 200). Según Foucault, bajo un sistema panóptico,
Inspection functions ceaselessly. The gaze is alert
everywhere (DP 195). El
panóptico impone a power that insidiously objectifies those on whom it is applied
[because] in the central tower, one sees everything without ever being seen (DP
220). Foucault dice que [p]ower is
tolerable only on condition that it masks a substantial part of itself. Its success is proportional to its ability to hide
its own mechanisms (citado en Schrift 189).
La clasificación de los
ciudadanos es una etapa básica en el control panóptico, y en la disciplina social. Según Foucault the contemporary
disciplining society tries to act as a gigantic panopticon and devotes much of its efforts
to classifying its citizens (Spires 40). Este
proceso involucra identifying, classifying, and segregating . . . citizens . . . The
state is intent on developing classificatory systems whose primary purpose . . . is to
account for every citizen (40).
El principio panóptico es
bien conocido en varias disciplinas académicasincluso la historia, la sociología,
la ciencia política, la arquitectura, y la literaturapero hasta ahora hace falta un
estudio de la manera en que el panóptico se representa en la literatura latinoamericana. Este ensayo intenta utilizar las ideas teóricas
de Foucault que se relacionan con el panóptico para analizar la representación de la
violencia política en las novelas de dictadura y de literatura testimonial.[3] Hace hincapié en las maneras en que los gobiernos
autoritarios (1) clasifican a los ciudadanos, (2) disciplinan a los que no comparten la
visión discursiva de ellos, e (3) intentan establecer un medio ambiente en que cada
persona teme la vigilancia panóptica. El
ensayo propone examinar dos obras de intelectuales políticos,[4]
de distintos países latinoamericanos y de dos períodos: El Señor Presidente
(1946) de Miguel Ángel Asturias y La noche de Tlatelolco[5]
(1971) de Elena Poniatowska (1933- ).[6] La novela de Asturias es una ficción experimental
y representa el poder, la violencia, y el poder panóptico de una manera ficticia. El libro de Poniatowska representa estos temas de
un modo mucho más histórico.
* *
*
Bajo una foto al principio
del La Noche de Tlatelolco, Poniatowska emplea el término Señor
Presidente. Este libro se trata de la
violencia en México bajo Díaz Ordaz, el presidente del país durante los años
1964-1970, y un títere político del Partido Revolucionario Institucional (PRI).[13] Cómo pregunta uno de las muchas víctimas de
violencia que entrevistó Poniatowska, ¿Puede hablarse de sólidas tradiciones
democráticas cuando de hecho no hay más que un partido político? (NT 20). El tema principal de este libro de testimonio es
la brutalidad de los militares del estado contra un grupo largo de estudiantes y otros que
quieren una política más justa y abierta. La
masacre de 2 de octubre de 1968 sucede unos pocos días antes del comienzo de los juegos
olímpicos en la Ciudad de México.
Una de las personas
entrevistadas en La Noche de Tlatelolco habla de las orejas y los
chivatos que hay en todas partes y de cómo reinaba un
ambiente de temor, de absoluta desconfianza (NT 71), una expresión similar a
la descripción de los bosques en El Señor Presidente. La representación de la violencia contra los
estudiantes se presenta principalmente como un tejido de fragmentos cortos. Poniatowska pinta un cuadro de
descontento general. Foster explica que
Poniatowska and the students, teachers, intellectuals, and members of the general
public whom she interviewed insist that a general pattern of repression of dissent had
emerged in Mexico (Latin American Documentary Narrative 45). Al
principio del libro, parece que hay una simple dicotomía entre opresores
(culpables) y oprimidos (inocentes) pero Poniatowska demuestra que hay
diferencias internas que existen dentro del Movimiento (Jörgensen,
Intertextualidad en La Noche de Tlatelolco 83). Esta técnica editorial no sólo da más
integridad al testimonio colectivo que presenta La Noche de Tlatelolco sino deja
que la autora (que de hecho escribe muy poco)[14] habla (a través de los
testimonios de otros) sin recrear el mismo juego autoritario-monológico contra el
cual Poniatowska escribe (83).
Según Foucault, el enlace
entre las instituciones públicas y el control del discurso predominante fue un fenómeno
típico. Las instituciones tienen prestigio y
poder, y pueden ayudar con la clasificación de la gente y así preparar la vía para el
castigo de los que contravienen el discurso principal.
En La noche de Tlatelolco, el PRI mantiene su poder discursivo a través del
control de unas instituciones importantes. Por
ejemplo, Poniatowska sugiere una relación hegemónica entre el PRI y la iglesia
preponderante. Amargamente nota que el
convento al lado del lugar de la masacre del 2 de octubre no abre sus puertas para cuidar
a los heridos. Según una antropóloga, que
venía en nombre de un grupo de madres de los muchachos muertos y heridos, los
representantes de una iglesia cercana ni están dispuestos a convocar misas por falta de
tiempo, aunque opina ella que será la única iglesia en México que tiene todo el
tiempo cubierto (NT 270). Puede
ser que el ambiente de miedo haya afectado la iglesia.
Poniatowska demuestra que el PRI ejerce poder mediante las armas militares, el
control de la prensa, el habla pacífica acompañado por acciones bélicas, la
manipulación de los medios de comunicación, y la apropiación de los mitos[15]
del pueblo. En parte, la dificultad en
cambiar el discurso político procede del desafío de cambiar las instituciones de poder.
Los estudiantes quieren
romper el silencio asociado con la política, la disciplina y la desigualdad. Ellos y otros que intentan cambiar el discurso
principal efectúan protestas públicas, convocan reuniones en lugares simbólicos
(incluso la Plaza de las Tres Culturas[16]), imparten mensajes en
cartelones y volantes, hacen la letra V (victoria) con las manos, y protestan la
matanza. Como hemos visto en El Señor
Presidente, el grito es una síntoma de la angustia que sienten los oprimidos. Claman
DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DI (NT
20), pero el cambiar el diálogo político es cosa sumamente desafiante porque el PRI
controla las instituciones de poder, y también gasta mucho dinero para fortalecer su
control hegemónico del pueblo: Se desperdician millones de pesos en esta propaganda
para que la masa ignorante y crédula engulla las virtudes excepcionales del candidato
propuesto por el PRI (NT 21).
En la novela de
Poniatowska, los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas aspiran estrenar una
protesta política en un escenario[17] público y mítico pero se
estrellan contra el PRI y un pasado autoritario. Más
parecidos a súbditos neo-aztecas que neo-griegos, los estudiantes son víctimas
expiatorias de una tradición mítica, de una red de tecnología militar, de un nexo de
conocimiento y poder, y de la vigilancia del panóptico PRI. Como neo-aztecas, algunos de los soldados se
habían escondido en las ruinas aztecas. Octavio
Paz lamenta que el brutal pasado ya vive de nuevo. Paz
percibe una relación entre los sacrificios humanos por el PRI el los de los aztecas (Paz,
Laberinto de la soledad I: 229; Santí,
El sueño compartido II: 128-129). Es
obvio que el PRI se preocupa por mantener el control sobre el discurso mediante la
tecnología. Después del masacre de octubre
de 1968, hay una rápida tecnificación de los cuerpos represivos; los granaderos
usan escudos, garrotes, máscaras y sustancias químicas modernas; se modernizan también
los cuarteles; los viejos mosquetones son sustituidos por rifles automáticos y en Ciudad
Sahún han comenzado a fabricarse los tanques antimotín (NT
113).
Después de la masacre de
Tlatelolco, el público en general se manifiesta su consentimiento del poder hegemónico
del PRI por su silencio. In the immediate
aftermath of the massacre, Mexico City returned to an appearance of normality, to a state
of silence and ignorance which, to Elena Poniatowska, signified a tacit complicity with
the official violence (Jörgensen, Framing Questions: The Role of the Editor
in Elena Poniatowskas La noche de Tlatelolco 81).
Según la representación
en La noche de Tlatelolco, el partido dominante intencionalmente miente al público
en cuando a su propia culpabilidad por la brutalidad del 2 de octubre. De está manera intentan convencer al público que
la disciplinaque incluye encarcelamiento, sufrimiento, y muertees necesaria y
merecida. A fin de mantener el poder
hegemónico, el PRI desvía la atención pública para que no se culpe a los que controlan
el discurso del panóptico. Según un
testigo, el PRI provoca la violencia[18] y entonces la atribuye a los
estudiantes; el PRI los clasifica como desleales y subversivos. Sabíamos que la policía usaba grupos de
pandilleros y malvivientes que al grito de ¡Vivan los estudiantes!, cometían
atropellos contra la población (NT 85).
Él explicó que esas tácticas no eran nuevas para la policía ni
desconocidas para la población. . . . Pero en general se supo distinguir muy bien entre
los actos de los estudiantes . . . y las francas provocaciones e intentos de desprestigiar
urdidos por la policía (85).
El PRI también procura
persuadir al país que los estudiantes son peligrosos francotiradores. Entre los encabezados de importantes diarios el
día después de la masacre son estos: de El Nacional, El Ejército tuvo que
repeler a los Francotiradores (NT 165); de El Universal,
Tlatelolco, Campo de Batalla. Durante
Varias Horas Terroristas y Soldados Sostuvieron Rudo Combate (165); y de la
publicación Novedades, Balacera entre Francotiradores y el Ejército en
Ciudad Tlatelolco (164). Según La
Prensa del 3 de octubre, Los francotiradores no se conformaron con rociar de
proyectiles a mujeres, niños y gente del pueblo que había asistido al acto y comenzaron
a disparar contra elementos del ejército y la policía que rodeaban ya la plaza para
impedir que se efectuara una manifestación . . . Al caer heridos los primeros elementos
del ejército y policías se dio la orden de contestar el fuego (NT 195).
Hay similitud entre el tono
lúgubre y el contenido trágico de El Señor Presidente y La noche de
Tlatelolco. El texto que esculpe
Poniatowska refleja el tono de tragedia de los que aguantan la represión del poder
panóptico del PRI. Foster dice que the overall tone of
Noche creates the sense of a tragic event that transcended the power of the
participants to control it» y que la masacre no fue un accidente aislado but
rather the dramatic example of repression inherent in the Mexican system of
government (Latin American Documentary Narrative 46).
El medio ambiente de
incertidumbre, desilusión, y terror que el PRI infunde surte su efecto en decisiones de
grupos e individuos. Poniatowska incluye una
referencia breve acerca de dos prominentes Mexicanos que renuncian sus puestos influyentes
como grito pacífico contra el discurso bárbaro del PRI.
La renuncia del rector [Javier Barros Sierra] es un acto de civismo sólo
comparable al de Octavio Paz renunciando a la Embajada de México en la India, semanas
después, porque no podía representar a un gobierno que asesina a su pueblo (NT
75; Paz, Laberinto de la soledad, I:
218-29). Según el rector, Los
problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por
la fuerza, la violencia o la corrupción. Ésa
ha sido mi norma constante de acción y el objeto de mi entrega total, en tiempo y
energías, durante el desempeño de la rectoría (NT 75). Paz se exiliaba durante diez años y criticó el
PRI con su potente pluma de afuera. El grito de los propios
estudiantes se lanza contra all the major political institutions of the country and
their inadequacies (Shapira, 1968 Student Protest 562). Poniatowska incluye una nota editorial que habla del eco
del grito de los que murieron y el grito de los que quedaron. Aquí está su indignación y su protesta. Es el grito mudo que se atoró en miles de
gargantas, en miles de ojos desorbitados por el espanto el 2 de octubre de 1968, en la
noche de Tlatelolco (NT 164). Uno
de los hermanos de Poniatowska murió en la masacre; como dice Eduardo Duhalde,
Escribir sobre el Estado Terrorista, cuando éste se asienta sobre el dolor y la
sangre de nuestros hermanos, no es tarea fácil ni agradable (cited in Foster,
Argentine Sociopolitical Commentary, the Malvinas Conflict, and Beyond:
Rhetoricizing a National Experience 16).
[1] En las siguientes notas, se usará la abreviatura DP en lugar de Foucault, Discipline and Punish.
[2] La traducción ingles se publicó en 1977.
[3]
Los libros de dictaduraque incluyen one of the key phenomena of Latin American
society, the dictador (Foster, Alternate Voices 2)constituyen un
género distintivamente latinoamericano, aunque fue un libro del español Ramón del
Valle-Inclán, Tirano Banderas (1926)con tema de la dictadura
latinoamericanael que tuvo la mayor influencia en los precursores del género. Fernández examina el tema de la dictadura en
Las dictaduras en El Señor Presidente.
El texto de Poniatowska que se estudia en este trabajo forma parte de una
significante tradición literaria latinoamericana. Foster arguye: Although the nonfiction
narrative has a certain prominence in English, I contend that it is both an integral part
of contemporary Latin American writing, and, in fact, symptomatic of the goals of the
Latin American writer (Alternate Voices xv).
Según Gugelberger y Kearney, Testimonial discourse . . . speaks for those
who previously were not allowed to speak (10), da [v]oices for the
[v]oiceless, y forma part of a global reordering of the social and economic
contexts of power/difference within which literature is produced and
consumed (6). Randall escribe que la literatura
testimonial es un resultado de movimientos sociales en Latinoamérica, y llama el
testimonio a new form that crossed the boundaries of literature and journalism
(108). Franco describe el libro de Poniatowska como un
collage of eyewitness accounts and newspaper reports (Decline and Fall
196). La novela de la dictadura y el
testimonio son dos géneros relacionados a la literatura Latinoamérica: examining
Latin American womens recent testimonial literature as a direct offshoot of and
response to the military repression of the 1970s must also inform our analysis of this
discourse (Sternbach 91).
[4] Según Jameson, All third-world texts are
necessarily . . . allegorical [and] in the third-world situation the intellectual is
always in one way or another a political intellectual (69, 74).
[5]
Tlatelolco es el nombre indio por el lugar en que se halla la Plaza de las Tres Culturas. In Mexican colonial history, the
night the Aztecs of Tenochtitlán massacred Cortéss tropos, 30 June 1520, is known
as la noche triste. In Mexican
contemporary history, the night of 2 October 1968 is known as la nueva noche triste
. . . It is also referred to as la noche de Tlatelolco (Young 71). Se identifica La noche de Tlatelolco, por Poniatowska,
como NT en las demás notas de este trabajo.
[6] Los dos textos, aunque no todos son novelas en el sentido
tradicional, nos permiten vislumbrar the profound, structural interrelation of
nation, novel and individual such that the relation of the individual as social form to
the novel as narrative form is homologous with its relation to the nation as
phenomenological, perhaps even ideological form (Larsen, Determinations 181).
[7] Según Gutiérrez Mouat, Asturias cuenta que de niño tuvo que mudarse de la ciudad al campo obedeciendo a un capricho de Estrada Cabrera, que había dejado cesantes a sus padres (647). Himelblau presenta un excelente resumen de El Señor Presidente, incluso su ambiente histórico, en El Señor Presidente: Antecedentes, Sources, and Reality.
[8] Se empleará SP como abreviatura por El Señor Presidente en las siguientes referencias.
[9] Lo mismo podría haberse declarado a los protagonistas en La noche de Tlatelolco: ¡No se pregunten, estudiantes democráticos y pacíficos, si son culpables o inocentes: pregúntense si cuentan o no con el favor de Díaz Ordaz, que un inocente a mal con el PRI, es peor que si fuera culpable!.
[10] Los guatemaltecos y mexicanos son piezas en un tablero de ajedrez en la cual la mayoría son personas sin cara, los otros, con reglas arbitrarias establecidos por historical a priori (Foucault, The Order of Things xxiv), por la voluntad de los soberanos políticos, y bajo la vigilancia del panopticismo.
[11] En Discourse of violence, Patricia E. OConnor habla de la utilidad de discourse análisis of the language of surviving victims (312), y de la relación entre silence y violent acts (313) .
[12] Figura mítica de la cultural mexicana.
[13] Durante el Siglo XX, el Partido Revolucionario Institucional casi siempre controló la política de México. Cuando Vicente Fox, un candidato de otro partido, ganó la presidencia el 1998 fue una victoria singular. Elena Poniatowska y Octavio Paz, dos elocuentes escritores, combatieron el control del discurso por PRI. Poniatowska, a reporter at the time, interviewed many survivors to establish that there had been no provocation by the students and that the number of dead far surpassed the oficial count. Her primary purpose was to denounce the regime and to alert the world to the truth of Mexican conditions (Jaksic 597). Información biográfica sobre Poniatowska está en Jörgensen, Elena Poniatowska.
[14] Las referencias a la autora Poniatowska en verdad son citas de otros que aparencen en el libro de testimonios recogidos por ella. Sin embargo, la organización de las citas es una obra maestra.
[16] The three cultures refer to the Aztec
ruins, the colonial church, and the modern apartment buildings for middle-class residents;
it is meant to symbolize the síntesis of different elements within the nation
(Franco, Decline and Fall 196).
[17] En las palabras de Foucault, We [Mexican students]
are much less Greeks than we believe. We are
neither in the amphitheatre, nor on the stage, but in the panoptic machine, invested by
its effect of power, which we bring to ourselves since we are part of its mechanism
(DP 217).
[18] The overwhelming majority of Tlatelolco literature
vindicates the student movement and condemns Díaz Ordaz and his government for the
violent supression of the students demands and activities (Jörgensen, The
Writing of Elena Poniatowska: Engaging Dialogues 75).
[19]
Se emplean imágenes médicas-sociales en varios textos literarios latinoamericanos,
incluso Pueblo enfermo, Enfermedades sociales: los problemas contemporáneos, por
Manuel Ugarte; y Radiografía de la pampa, por Ezequiel Martínez Estrada (Alonso, The
Spanish American Regional Novel 13). Alonso emplea el término diagnostic
probing (13).
[20] El pensamiento hegeliano contribuye al entendimiento del
concepto de omnipresencia: . . . openness for Hegel involves being able to turn from
the presence of one set of objects to the presence of others, and so being able to open
out onto a whole surrounding, omnipresent space (Houlgate 119).
[21] Larsen opina que the recent proliferation in Latin
America of so-called testimonial narratives like that of Rigoberta Menchú, as well as the
fictional and quasi-fictional texts that adopt the perspective of the marginalized (see,
inter alia, the works of Elena Poniatowska, Eduardo Galeano, and Manlio Argueta), give
some evidence of postmodernity insofar as they look for ways of giving voice
to alterity (Reading North by South 176).
[22] The major effect of the Panóptico, explica
Foucault, es to induce in the inmate a state of conscious and permanent visibility
that assures the automatic functioning of power (DP 201).
[23] Foster escribe que the fact that the 2 October
[1968] massacre took place in the Plaza de la Tres Culturas has been interpreted as
symbolic of Mexicos ties to the blood sacrifices of its Aztec roots (Alternate
Voices 14).
[24] Vemos aquí lo que Mary Louis Pratt termina contact
zones, zonas fluidas y dinámicas que constituyen social spaces where cultures
meet, clash and grapple with each other (citado en Larsen, Reading North by South
136).
[25] El tema de cazadores-cazados se desarrolla en Himelblau, Tohil and the President y Urza, Metáfora y deshumanización.
[27] Véase Benedict Anderson, Imagined Communities.
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