Sincronía Winter 2011


Un presidente mexicano como personaje teatral en dos obras escritas por mujeres en los años veinte y treinta

 

Olga Martha Peña Doria

Universidad de Guadalajara


 

Al hablar del teatro mexicano en las primeras décadas del siglo XX hay que recordar a una de las pioneras en el campo político, social e intelectual, Amalia González Caballero de Castillo Ledón, (Santander Jiménez, Tamaulipas, 1898-1986) quien junto con Antonieta Rivas Mercado (México D. F. 1900-1931) les tocó vivir el movimiento cultural mexicano llamado Nacionalismo, período iniciado en 1920 en el que se dio un vuelco en el campo artístico con el fin de encontrar las raíces mexicanas que se habían perdido durante la dictadura de Porfirio Díaz, quien gobernó al país de 1884  a 1911. Ambas dirigieron sus objetivos para presentar textos dramáticos de carácter político en donde mostraron el devenir político del México en las tres primeras décadas del siglo.

Cinco fueron los textos dramáticos de Castillo Ledón dados a conocer a partir de 1929, desafortunadamente su labor en el campo político le impidió dedicar más tiempo a este género. Su primer éxito fue Cuando las hojas caen y es hasta 1934 que escribe y estrena Cubos de noria, con la que vuelve a triunfar. La obra se estrenó el 28 de abril del mismo año en el teatro Virginia Fábregas de la capital mexicana, siendo considerada por su autora como la primera obra dramática de carácter político, al poner en escena a un personaje de importancia  como fue el ex-presidente mexicano Plutarco Elías Calles, quien gobernó al país de 1924 a 1928. El investigador Armando de María y Campos hizo una crítica de esta obra y señaló que “alcanzó éxito de taquilla y de expectación pública por su carácter eminentemente político” (de María y Campos, 1957: 263). El Director así como el primer actor de este estreno fue Alfredo Gómez de la Vega,  quien también estrenó El gesticulador de Rodolfo Usigli[1] en 1947. El elenco de Cubos de noria estuvo formado por Isabela Corona, Isabel Sánchez Peral, Miguel Angel Ferriz, Francisco Jambrina, María Luisa Álvarez, Áurea Porcel, María del Carmen Martínez Rafael Icardo, Rafael Gutiérrez, Emilio Romero, Paulino Quevedo y el dramaturgo y en ese entonces actor, Rodolfo Usigli quien desempeñó el papel de Altamirano, uno de los seguidores del General. Es precisamente Usigli quien en 1963 escribió una nota-carta-ensayo, dirigida a Amalia de Castillo Ledón en donde pondera la obra y reflexiona acerca de la presencia en el teatro de un personaje histórico-político que a su juicio es el primero que se presenta en el teatro mexicano. Debido a la importancia histórica de esa carta que me fue proporcionada por Beatriz Castillo Ledón, hija de doña Amalia, doy a conocerla en su totalidad:

Primera en muchos órdenes de la cultura, la sensibilidad y la acción social en México, Amalia Castillo Ledón no es nuestra primera escritora en términos cronológicos. De sor Juana a Isabel Prieto de Landázuri, hay mujeres mexicanas a quienes la poesía dramática ha atraído y fascinado como una forma de literatura mayor y, sobre todo, como la más alta de la expresión humana, y para quienes el amor de un teatro en sueños que no alentaba nuestro ambiente nacional era como el amor de la patria en gestación, bajo una tiranía secular para nuestras heroínas históricas.

            Antes de que Amalia Castillo Ledón estrenara Cuando las hojas caen en la temporada de la Comedia Mexicana que le debió en rigor su nacimiento y su vida, habían escrito y presentado piezas de teatro otras dramaturgas como María Teresa Farías de Isassi, Eugenia Torres, Catalina D´Erzell, María Luisa Ocampo. Después vendrían Julia Guzmán, Margarita Urueta, Margos de Villanueva, Luisa Josefina Hernández, Elena Garro y otras.

            Pero sí corresponde a Amalia el derecho a ser considerada la primera mexicana que escribió una pieza política en la que, a la vez que se llevaba limpiamente la psicología y la sensibilidad de nuestras mujeres, se criticaba a un régimen político que minaba la moral del país y era nocivo por igual para sus mujeres y para sus hombres. En el prólogo a mis Tres comedias impolíticas, rindo homenaje a Amalia como precursora del género. Alberto Bianchi fue a la cárcel por haber escrito una pieza contra la leva en el régimen de Sebastián Lerdo de Tejada; Rodolfo Usigli, mucho más tarde, sufriría persecuciones de diferentes órdenes por “El gesticulador”. Amalia Castillo Ledón, belleza y adorno de México en todos los aspectos—el plástico, el intelectual, el moral, el cívico—recibió injurias y amenazas de vitriolo por su comedia Cubos de noria, que planteaba con acierto el conflicto entre el ser humano y la política. Su lugar dentro del teatro mexicano está ganado a pulso y a sonrisa. Una sonrisa que cantó más de un poeta ilustre, y un pulso que le permitió luchar sin desmayo, y victoriosamente, por la conquista de la plenitud de derechos cívicos para las mujeres de México.[2]

 

            Usigli, escribió esta carta a petición de Amalia para acallar las críticas suscitadas por un comentario que hizo la autora respecto a su obra, al haber dicho que era la primera pieza de ambiente dramático político que se llevaba a escena. Armando de María y Campos,  en su libro  El teatro de género dramático en la Revolución Mexicana, dedica un capítulo a esta obra y aclara que “No tiene ejemplares a máquina de él ni su autora, ni el director de la compañía que llevó a escena esta comedia, Alfredo Gómez de la Vega. Todos los datos que presento en esta información se los debo a la autora...”(  Es decir que a pesar de no tener el texto asevera lo contrario de la autora. Sin embargo aclara el crítico que “la obra causó revuelo entre los elementos políticos de aquella época. Se pidió inclusive, la suspensión de la puesta   por algún diputado que se creyó directamente aludido; pero el Departamento del Distrito Federal encontró que no había motivo para suspenderla por no faltar al respeto, a la vida privada, a la moral o a la paz pública, de acuerdo con el artículo VII de la Constitución, referente a los derechos del hombre” (de María y Campos, 1957: 264).

           

            El texto inédito de  Cubos de noria me fue proporcionado por la hija de la autora y así  pude conocer la obra, aunque cabe aclarar que el cuarto acto no fue localizado  pero me baso en el relato que hizo la autora a De María y Campos.

           

            Cubos de noria está dividida en cuatro actos, los personajes son: Chole, joven maestra de una escuela y su hermana Rosa, huérfanas de padres  pero debido a su mundo de amistades reciben ayuda y favores de un personaje de mucha influencia política como era el General Gómez Partida que no es otro que el ex-presidente mexicano Plutarco Elías Calles[3]. El otro personaje protagónico es  Andrés, el novio, un joven con muchos deseos de ascender en el mundo de la política, Eva, otro de los personajes, es la  sobrina del General, y después esposa de Andrés, Eric, novio de Rosa y a su vez  secretario privado del General, así como  amigas y grupo de políticos, como diputados, senadores y el Gobernador de Zacatecas y su esposa.         

            El General Gómez Partida está muy bien caracterizado en su papel como “el hombre más influyente en la política”.[4] Asimismo la autora pone en las acotaciones que hable exactamente igual como hablaba Elías Calles, a quien el anecdotario histórico recuerda como un poco tartamudo y arrastrando las palabras. Para Eva, el General representa el poder, el temor pues así se expresa de él “¡Quién sabe qué pasa con los que perjudican a mi tío! Parece que Dios los castiga, porque se los traga la tierra; no los vuelve uno a ver jamás. No te creas, quién sabe si tengan miedo, porque mi tío sabe hacerse respetar” ....Una vez le pregunté por Nicolás y me contestó que “le había dado garantías” (p.184).

           

Chole, la protagonista, es una mujer fuerte, con ideales socialistas, que ha tenido que luchar en la vida para salir adelante y que quiere ser líder del movimiento feminista,  por eso para Andrés ella representa “una dualidad de fuerza y rebeldía hermanada con una gran ternura, capaz de todos los sacrificios y del amor más puro” (p. 182). En cambio Andrés es un joven ambicioso que prefiere acabar con el amor a una mujer con el fin de  ver cumplidas sus aspiraciones políticas, mismas que las logra a través de Eva, de quien no está enamorado, pero es el gancho que le ayudará a ascender a la vida pública. Al triunfar en su cometido es nombrado diputado pero no por ello llega a ser feliz. Pronto se da cuenta que la política es muy diferente a los ideales que él tenía por ayudar al pueblo. Aquí es donde se encuentra con mayor fuerza la crítica social al gobierno de esa época. A los políticos, representados por el General, les interesa el poder y el dinero pero no ayudar al país a salir adelante.

 

             Eva, la sobrina del General  es una mujer con poca inteligencia que solamente piensa en enamorar políticos, aunque ella está comprometida con el gobernador de Puebla. Según comentarios de Beatriz Castillo Ledón, hija de la autora, este personaje es un retrato de una de las hijas de Elías Calles, quien era una chica coqueta y escasa de inteligencia.  Andrés al hablar sobre ella se expresa así; “Es bella, frívola, inconstante, sensual. Es una de esas criaturas que nacieron para agradar, como una gata de angora, y que no necesita pensar para ser importante” ( p. 204)

            Durante el tercer acto, que es el único que se desarrolla en el mundo de los políticos, la autora presenta una escena en casa de Andrés y Eva en donde están el General, el gobernador de Zacatecas y su esposa, así como diputados y senadores quienes tienen dos mesas de poker para divertirse. Ya ha sido eliminado de su puesto como diputado Andrés, debido a que defendió una ley que no fue aceptada por el General y sus secuaces. La autora muestra el poder, la ambición y la falta de lealtad entre el mundo legislativo, quienes abandonan a Andrés al ver que cayó de la gracia de su líder político por no aceptar la corrupción ya que él es un hombre honesto que creía que por esa vía va a ayudar al país. El líder del partido nos muestra la frialdad con que se manejan los políticos al decirle a Andrés; “¡Hermano, la política es un hecho práctico, no un gesto sentimental” (p.225) Asimismo presenta a un jugador de frontón, juego que estaba de moda en esa época y lo pone como el nuevo amante de Eva pero a su vez da una visión de la corrupción existente en el mundo de ese deporte. Asimismo se hace referencia muy clara al problema religioso que hubo en el país entre los años 1926 a 1930, aunque la obra la escribe en 1934, y a pesar de que la guerra cristera ya había terminado pero no así la persecución religiosa. Cabe aclarar que el ex-presidente Calles fue el que más luchó en contra de la iglesia en México y así, cuando el jugador Sarachaga hace un juramento para indicar que no sabe nada acerca de quién ganará el juego del día siguiente el General le dice fuertemente la palabra mocho[5]. De la misma forma cuando llega su secretario particular a avisar que ya llegaron las personas de la comisión a hablar con él responde; “Son los...los...e.. los disgustados con la ley de cultos?” .... y cuando decide por fin ir a recibirlos dice “...e...e.. mejor me voy a torear  a los curas”.( p. 215).

 

            Otro personaje histórico al que se hace referencia es al General Álvaro Obregón[6], asesinado en 1928 y es a través del diputado Chagüina que hace el papel del gracioso-antipático de la obra, quien imita al ex-presidente presentándose ante el grupo con el brazo derecho escondido, que recuerda la falta de mano del General quien la perdió en una contienda. La autora lo describe así en la acotación; “Preocupado exclusivamente de su parecido ilustre, sólo trata de esconder en la espalda el brazo derecho, de mostrar su papada y de no quitarse el sombrero “tejano” para acentuar el parecido. De vez en cuando se acaricia los bigotes hirsutos, que lo acercan físicamente al héroe de Celaya[7]. Habla ampulosamente” (p. 218).

 

            La puesta en escena de Cubos de noria tuvo mucho éxito y  Beatriz Castillo Ledón, la hija de doña Amalia  relata en las memorias que escribió sobre la vida y obra de su madre, -todavía inéditas- el incidente de la visita del ex-presidente; “La inusitada obra atrajo a todos los políticos de la época que deseaban desengañarse de no estar mencionados en ella. La obra transcurría dentro del marco del callismo, ya que don Plutarco era la figura fuerte del momento. Amalia lo estimaba y cultivaba amistad con sus hijas. Ocurrió que a los pocos días del estreno y ante el asombro de todos, se presentó en una platea el propio General Elías Calles con su familia, quien rió de buena gana, encontrando la obra deliciosa. En el entreacto Amalia fue a saludarlo, y él la invitó a permanecer con ellos hasta el final. El incidente, como era de esperarse, dio más popularidad a la pieza, pues se comentó en todos los diarios”.[8]

             José María González de Mendoza, escritor, después Embajador, y en ese momento muy interiorizado en la política, le envió a Amalia un minucioso análisis de su obra en una carta fechada el 8 de abril de 1934 diciendo:

 

La obra está escrita con soltura, armada con habilidad; presenta tipos bien plantados, vivos, abunda en “remarques” ingeniosos, en réplicas ligeras; mezcla sagazmente la sentimentalidad, a la ironía y aún a la sátira. En fin, a los hombres nos revela secretillos de la psicología femenina—que todos nos jactamos de conocer ilusoriamente en muchos casos—, y a las mujeres les presenta en Chole un paradigma que ganará sus simpatías. En el fondo la pieza es intensamente feminista, y solo una mujer pudo haberla escrito. Me parece que la obra supera la soltura de diálogo y en teatralidad a la anterior Cuando las hojas caen. [9]

 

            Armando de María y Campos comenta en su libro El teatro de género dramático en la Revolución Mexicana: “Cubos de noria tuvo “buena prensa”, como se dice cuando no hay nota periodística discordante. Y no podía haberla por la calidad de los políticos aludidos y por la condición de dama de la autora (1957, 267)

 

            Asimismo incluye un comentario de un reconocido crítico de teatro como fue Roberto el Diablo, quien comenta con azoro los cambios que se están dando en el teatro y en el país:

 

“Halaga, en verdad, observar que, como fruto sazonado del “régimen institucional”, ya sea posible, en nuestro medio abordar el examen de los personajes y los hechos que constituyen el mundo oficial. Lo que todavía no se permite decir a los lectores de la prensa, se tolera ya que lo escuchen los espectadores teatrales. Y eso no puede dudarse que es un positivo avance en nuestra vida cívica.

            Quienes conocemos de tiempo atrás a la triunfante comediógrafa tamaulipeca, sabíamos que la trayectoria que había de seguir como autora era esta que señala en su segunda producción. Primero, su temperamento artístico, luego, la posibilidad que ha tenido de ver de cerca las altas esferas gubernativas, la llevaban como de la mano para cristalizar en la escena el fruto de sus observaciones a través de su fina sensibilidad de mujer, que siente bullir en su espíritu románticos impulsos de reivindicación colectiva. Porque esa es la fuerza motriz que generó Cubos de noria: el generoso anhelo de una humanidad mejor.

            Por eso las sátiras en que abunda el diálogo de los intérpretes, respecto a hombres y procedimientos de nuestra realidad circundante, no son sólo prurito de marcar defectos y censurar errores, sino apasionado deseo de que se subsanen tales vicios y corruptelas. Y ha tenido que ser una voz femenina la que se levante primero en tal sentido, como para desvirtuar toda dolosa intendencia de baja y torpe politiquería.

            ¡Ojalá que los que pretenden seguir sus huellas sepan también inspirarse en similar alteza de miras, y no tomen el escenario como válvula de escape para vaciar sólo su impotencia o su despecho”. (1957, 269)

 

A pesar de haber recibido buena crítica la obra tuvo corta temporada en escena, siguiendo la tradición del teatro mexicano.[10]

 

            La autora repite el final desolador de su primera obra, Cuando las hojas caen, con el final de Cubos de noria, al dejar que Chole se quede en la absoluta soledad y sin esperanza de encontrar la felicidad. Le cierra la salida al dejarla en un contexto de ayuda social muy loable pero en un poblado de la sierra en el que podrá sufrir en silencio pero sin ningún hombro para compartir su dolor y ante todo vivirá con la humillación que le infringió Andrés, quien ciego de ambición decidió cambiar el rumbo de su vida uniéndose a una mujer que no era para él. Ambos expiarán la culpa pero separados por el destino.[11]

 

            Por otra parte, la dramaturga, literata, periodista y una de las primeras feministas y también mecenas de México, Antonieta Rivas Mercado escribió poco después del asesinato del expresidente de México (1920 a 1924), General Álvaro Obregón, una pieza que solamente tituló Un drama  en donde  presenta a un personaje histórico en la escena apodado el Turco, que viene a ser el presidente de la República del momento histórico de la obra, así como de la vida real,  Plutarco Elías Calles. Aunque la obra por razones políticas nunca se representó, sí se publicó en la revista La Antorcha en 1932 después de su muerte a causa del suicidio que realizó en la catedral de Notre Dam en Paris.  La autora ubica la obra  en “una república hispanoamericana de la zona sometida al imperialismo... en época contemporánea”. (p. 199)[12]

 

El conflicto dramático gira alrededor del asesinato de Obregón pero en la obra le pone al personaje Olerón. Al pertenecer el texto a lo que se llama teatro testimonio o realismo testimonial es la primera obra dramática mexicana que se escribe siguiendo esta técnica en la que los personajes pertenecen al momento histórico; y así pone en la escena a José de León Toral[13], asesino de Álvaro Obregón, presidente electo y ex-presidente de México, a la madre Conchita[14], la supuesta cómplice, así como magistrados, abogados, ministros, diputados y policías quienes se convierten en los narradores de lo que no vemos en la escena como es la tortura que le están infringiendo a Toral. En la vida real el presidente Elías Calles nunca habló con el asesino ni le ofreció ningún tipo de garantías para que no declarase como sucede en la obra.  Los abogados acusador y defensor tienen largos y monótonos monólogos en donde se atacan y se lucen con su conocimiento. Estas extensas acusaciones y defensas fueron tomadas por la autora de los periódicos de la época al ser muy exhaustivo el manejo de los parlamentos de los personajes.

 

            En esta obra se observa el uso de la violencia en la escena al narrar lo que está sucediendo atrás de la escena. Aunque esta obra presenta un conflicto dramático tomada de la realidad la autora pone elementos antihistóricos para evitar la persecución. Sin embargo como la obra fue escrita en el período posterior al asesinato para los lectores es parte de la realidad. Asimismo el tiempo de la obra no lo marca la autora sino que el lector lo dilucida por el código histórico.  

                        El General.- ¿Dónde se han metido, infelices? ¡A poco no oyen!

                        Tinterillo.- Fuimos a ayudar allá…

                        El Licenciado.- … ¿Y qué dice? ¿Qué dice?

                        Tinterillo.- Nada.

                        El Lic. y el General.- (A un tiempo) ¿Nada?

                        Tinterillo.- Ni siquiera se queja.

                        El General.. No lo han de estar haciendo bien. Allá voy… (p.205)[15]

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                        Tinterillo.- Pues lo llevamos al cuartito donde está el excusado, que tiene

                        una silla de peluquero, y entre el respaldo y la ventana lo colgamos de las

                        muñecas y las piernas y luego, poniéndole el cañón de un máuser por abajo,

                        le dimos de vueltas.

                        El Licenciado.- (Que ha seguido el relato atentísimo) ¿Y…?

                        Tinterillo.- (Con un poco de angustia) Nada. Tiene los ojos cerrados y ni se

                        queja… (p.206)

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                        Sanete.- ¿Sigue allá?

                        Tinterillo.- Sí señor.

                        Sanete.- ¿Nada nuevo?

                        Tinerillo.- Nada, sino que ha comenzado a quejarse.

                        Sanete.- Quejarse. Eso está bueno. ¿Cuánto hace que comenzaron?

                        Tinterillo.- Va para hora y media.

                        Sanete.- ¡No es posible! ¡Qué animal! No se vayan a sobrepasar. (p.207)

 

            De las cinco escenas, solamente la cuarta no es teatro testimonio. La autora presenta un enfrentamiento entre el primer Magistrado y el segundo en donde le va a dar la orden para que declare culpable y pedir la muerte para el asesino y veinte años de prisión para la madre Conchita, como lo fue en la realidad. Desafortunadamente la autora no terminó la obra debido a su temprana muerte. Antonieta escribió otro texto dramático al que tituló Episodio electoral, obra en un acto y que versa sobre las elecciones electorales de 1929.

 

            Queda patente que las dos primeras piezas de carácter político que se escribieron en el período nacionalista de los años veinte y treinta fueron resultado de la pluma de dos mujeres que presentaron en la misma década a un protagonista que representaba al presidente mexicano saliente quien fue el fundador del Partido Nacional Revolucionario, que duró en el poder por más de setenta años, por lo que la pertinencia de estas obras rebasa la historia pequeña para adentrarse en la historia con mayúscula que forjó el siglo XX en México. Asimismo otro gran dramaturgo como fue Rodolfo Usigli escribió entre 1933 y 1935 Noche de estío en donde también aparece como protagonista  el mismo Plutarco Elías Calles. Estos textos fueron inusuales dentro del teatro mexicano en donde jamás se había utilizado como personaje teatral a un presidente del país.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

De María y Campos, Armando, 1957. El teatro de género dramático en la Revolución Mexicana. México, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.

 

PEÑA DORIA, Olga Martha. 2005, Amalia de Castillo Ledón. Sufragista, feminista, escritora. El alcance intelectual de una mujer. México, Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes .

 

RIVAS MERCADO, Antonieta (1932) Un drama. Revista La Antorcha, México, 1932.

 

SCHNEIDER, Luis Mario, 1987. Obras completas de Antonieta Rivas Mercado. México, Lecturas  Mexicanas, Ed. Oasis.



[1] Rodolfo Usigli (1905-1979) es considerado el padre del teatro mexicano y es uno de los grandes dramaturgos de México.

[2] La carta original forma parte de los archivos de la autora y están en posesión de su hija Beatriz.

[3] Plutarco Elías Calles fue presidente en México en el período de 1924 a 1928.

[4] Todas las citas del texto fueron tomadas del libro Amalia de Castillo Ledón. Sufragista, feminista, escritora. El alcance intelectual de una mujer, libro que reúne los cinco textos dramáticos de la autora y fue publicado por Olga Martha Peña Doria.

[5] La palabra mocho es un mexicanismo muy común que se expresa ante una persona muy religiosa y conservadora.

[6] El General Álvaro Obregón fue presidente de la República de 1920 a 1924. Fue asesinado en 1929 cuando estaba haciendo campaña para volver a ser presidente, situación que incomodó a muchos mexicanos porque estaba prohibido por la Constitución. 

[7] Se le consideraba héroe de esa ciudad porque había ganado una contienda durante la Revolución Mexicana (1910-1917)

[8] La hija de Castillo Ledón me proporcionó una copia del libro que publicará sobre sus recuerdos de su madre.

[9] Archivos de la autora

10 La primera obra que logró cien representaciones fue Cuando las hojas caen de la misma autora  por la que recibió la pluma de oro por la crítica de México en 1929.

[11]Cuando comencé a estudiar esta obra recurrí a su hija Beatriz para solicitar el texto pues don Armando de María y Campos había declarado en su libro que no se localizaba ninguna copia. Al entregarme la copia me di cuenta que eran tres actos y no cuatro como lo relataba doña Amalia. Hablé con su hija y buscó el cuarto acto. En el otoño del 2000, me dio la noticia de haberlo encontrado. Para mi sorpresa éste difiere en su totalidad de lo que la autora narró a De María y Campos,  aunque tengo en mi poder la crítica de algunos periodistas de la época y coincide con lo que la autora narró y no con lo encontrado actualmente. Es posible suponer que este acto fuera escrito por Beatriz, la hija, y no la autora.

[12]Las citas están tomadas del texto de la autora publicado por el investigador Luis Mario Schneider.

[13] Toral fue un profundo católico quien le tocó vivir el período de la persecución religiosa. Él decidió que era necesario acabar con esos problemas y asesinó a Obregón en un restaurant de la ciudad de México, aprovechando sus dotes de dibujante. En el momento en que hacía el retrato al presidente electo le disparó seis tiros. Fue arrestado, juzgado, atormentado y fusilado el 9 de febrero de 1929.

[14] Concepción Acevedo de la Llata la “Madre Conchita” fue una monja de la orden de las Capuchinas Sacramentarias. Fue denunciada por el gobierno de Plutarco Elías Calles por ser religiosa y tuvo que abandonar el convento al haberse cerrado. En 1928 se reunía con diversas personas para comentar sobre el movimiento cristero y tener misa. Ahí conoció a José de León Toral el asesino del presidente electo Álvaro Obregón. Durante el tormento que le infringieron él confesó que había conversado con la monja acerca de la necesidad de que muriera el futuro presidente. La madre Conchita fue encarcelada, torturada y declarada culpable en un juicio injusto, y estuvo presa en las Islas Marías hasta 1942. Ella murió en 1979 después de haber ofrecido muchas entrevistas, escribir  artículos y libros sobre su sufrimiento.   

[15] Las citas están tomadas de La Antorcha, números 14,15 y 16, correspondientes a los meses de mayo junio y julio de 1932.


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