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El
efecto lúdico: manifestaciones y funcionamiento del juego en La vuelta al
día en ochenta mundos, de Julio Cortázar
Javier
Ponce
Universidad
de Guadalajara
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Siempre seré un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que
desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito
llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez éste lleva consigo al niño, y
nel mezzo del camin se da una coexistencia pocas veces pacífica de por
lo menos dos aperturas al mundo.
Julio
Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos
En los libros collage escritos por Julio Cortázar
aparecen diversos recursos técnicos empleados para crear el efecto lúdico en
sus textos. Una muestra palpable de ello es La vuelta al día en ochenta
mundos[1], el cual es la
manifestación viva del juego en todo su esplendor, incluso antes de que se
pensara en su unidad como libro. Cuenta el Dr. Saúl Yurkievich[2] que una de las razones de
la creación del libro fue la pelea interna que se dio entre los editorialistas
del Fondo de Cultura Económica. Algunos de ellos se molestaron y decidieron
crear su propia editorial, a la cual llamaron Siglo XXI. Al constituirse esta
nueva organización requerían, por supuesto, de libros inéditos para comenzar a
publicar, y que mejor obra que la de Julio Cortázar. El escritor argentino no
tenía un libro terminado, así que esto representaba un reto para él. Decidió
reunir, a manera de collage, textos inéditos y algunos ya publicados para
completar el volumen. De tal manera surgió La vuelta al día. La anécdota
también explica un poco lo caótico que puede resultar la obra para algunos
lectores. Aunque, claro, es necesario decirlo, presenta una unidad y una
estética claramente definida: la de la escritura lúdica de Cortázar, la de
"por lo menos dos aperturas al mundo".
Hablamos del carácter lúdico en el libro de Cortázar, pero antes
de continuar, pensamos que sería pertinente preguntarnos después de haber leído
con cuidado el libro, qué es lo lúdico, cómo se produce y, finalmente podremos
responder, qué función tiene en la estructura textual.
A través de la lectura de La vuelta al día pudimos darnos
cuenta que lo lúdico es la superposición, ruptura o inclusión de contextos, lo cual
se puede presentar en los distintos niveles de la gramática textual,
"porque un juego, bien mirado, ¿no es un proceso que parte de una
descolocación para llegar a una colocación, a un emplazamiento[3]". Desde el punto de
vista funcional y comenzando de los niveles más elementales podemos partir de
la "descolocación" de los sintagmas fijos. A través de cualquiera de
los ensayos, poemas o cuentos, el narrador deconstruye las frases hechas para
dotarlas de nuevos significados: La vuelta al mundo en ochenta días de
Verne se transforma en La vuelta al día en ochenta mundos de Cortázar.
Pero el juego no es el juego en sí mismo, sino que tiene una función y un
sentido importante dentro del texto. La vuelta al día significa una mirada a la
realidad, incluyendo en ella, y entre muchos otros mundos, al literario y al
cotidiano; pero una mirada no sólo desde una perspectiva única y homogénea,
sino desde diversas, casi ochenta, formas de abordarla: "hay un mundo, hay
ochenta mundos por día[4]".
El narrador, a nivel de la frase, no sólo toma las posibilidades
o competence del lenguaje, sino que llega a establecer una semirruptura
con la lengua. Permanecen la palabras, aunque la sintaxis se destruya casi en
su totalidad. Pero esta destrucción sirve para dotarlas, en su conjunto, de un
nuevo sentido, inexistente en el lenguaje natural. Tal es el caso de la
narración "Por escrito gallina una":
Con
lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos
hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo
por los desde. [...][5]
Es clara la alteración de la sintaxis, pero también es evidente
que el lector, a nivel consciente o inconsciente le da un ordenamiento al
texto, esto sin dejar de percibir el desorden del mismo, y así lo reestructura
para lograr el establecimiento del sentido. Perfectamente se puede volver a
armar: "Escrito por una gallina"/ Lo que pasa con nosotras es
exaltante. Hurra, rápidamente estamos posesionadas del mundo. Era un inofensivo
cohete lanzado por los americanos desde Cabo Cañaveral.... En este caso de la
mutación del lenguaje se refuerza el sentido de la mutación del personaje.
Además, otra parte importante del juego, es la participación del lector. Si no
se descifra el código del juego, se empobrece el texto y no se da el efecto
lúdico en su conjunto.
El efecto de juego también se manifiesta en el nivel discursivo. Aquí el narrador emplea varias
formas para manifestarlo. En una de ellas se codifica el lenguaje a través de
metáforas o ideas que, si lo analizamos denotativamente, convierten el texto en
un absurdo. Pero si se lee con cuidado y se estudia la estructura textual,
podemos percibir el nacimiento de una nueva realidad que explica mejor, en
tanto a poesía, el surgimiento de un texto literario. En "Verano en las
colinas[6]" el narrador comenta
que acaba de construir una jaula para "el obispo", luego dice que el
obispo es además mandrágora. Enseguida habla de que los restos de una araña han
sido incorporados a los alimentos destinados al obispo, los cuales
"merecerían la aprobación del pintor Alberto Gironella[7]". Menciona además que
no podrá colgar la sala en el living, sino que "quedará inquietamente
suspendida sobre mi mesa de trabajo[8]". Hasta aquí todo
puede ser coherente, pero más adelante escribe: "Ya he encerrado al
obispo: con dos llaves inglesas apreté el dogal de hierro que le ciñe el
cuello, dejándole apenas un punto de apoyo para el pie derecho[9]". El texto nos sitúa
en un absurdo en el que pareciera que el narrador es cruel con el ave, pero
volvemos a leerlo y encontramos una pregunta realizada por otro personaje y
fuera de contexto: "--¿Va a ser un libro de memorias? [...] ¿y dónde vas a
instalar la jaula del obispo?[10]". Aquí, en la
asociación de contigüidad producida por las dos frases, está la clave de la
lectura. El narrador se refiere a un libro que tiene planeado escribir y de tal
manera nos resulta coherente la analogía entre las metáforas del obispo, su
jaula y su alimento, y el trabajo de la creación de un texto literario. Más adelante
aparecen frases que confirman lo dicho: "me inquietaba el tratamiento
en cuanto a mandrágora", refiriéndose a la deconstrucción de
"tratamiento del tema", etc., etc. En este sentido, el texto se nos
muestra como una adivinanza. Tenemos que especular acerca de las respuestas
hasta encontrar la verdadera, la del sentido que le dará unidad y coherencia a
la narración/ensayo.
Otro recurso importante es la superposición o inclusión de dos o
más discursos en un mismo párrafo o frase. En ocasiones, comienza su texto con
un discurso serio (científico o filosófico), para inmediatamente añadir otro,
de tipo menos formal o coloquial, que contrasta con el primero. Hablando sobre
la manera de observar la realidad, se escribe:
Quiero
decir que un claro sentimiento del absurdo nos sitúa mejor y más
lúcidamente que la seguridad de raíz kantiana según la cual los fenómenos son
mediatizaciones de una realidad inalcanzable pero que de todas maneras les
sirve de garantía durante un año contra toda rotura[11].
En este fragmento se puede observar de manera clara la
yuxtaposición de discursos; por un lado está la solemnidad y dificultad de
entender a la filosofía hablando sobre lo caótico de la realidad, y por el otro
el sencillo y al alcance de todo el mundo lenguaje de la publicidad. Aquí el
juego surge del contraste del tono de los dos discursos.
Finalmente escribiremos acerca de otro nivel superior, donde se
sale de la unidad del libro y se toman aspectos de otras artes o autores. En el
texto se toma muy en "serio" el concepto de collage de los
dadaístas y surrealistas y su irreverencia hacia el arte formal. De tal manera
incorporó textos (en el sentido semiótico del término) propios y ajenos. Entre
los suyos aparecen ensayos, poemas, cuentos y narraciones breves, y tomó
prestados algunos poemas, gráficas e ilustraciones de diversos autores; dibujos
y fotografías de Julio Silva, e incluso, imágenes publicitarias ("citar
es citarse[12]").
Además, involucra en su texto aspectos técnicos o conceptuales de otras artes y
los traslada, a través de paralelismos, a la literatura: Del jazz toma los
conceptos de improvisación, las ausencias, los silencios y de la pintura, el
del collage. De tal manera, el libro deja de ser propiamente literario y
es fundamental en su estructura la apertura a otros textos. Aquí la unidad es
un poco más dispersa, incoherente y caótica. Se tiende no a la cohesión, sino a
la dispersión, al desorden, a la entropía. Pero el mismo texto se justifica:
¿que
importa que [...] se narre sin solución de continuidad una acción capaz de
seducir al lector, si lo que subliminalmente lo seduce no es la unidad del
proceso narrativo sino la disrupción en plena apariencia unívoca?[13]
En suma, la escritura de Cortázar en La vuelta al mndo en
ochenta días es una adivinanza que requiere la participación activa y la
capacidad del lector de abrirse no a un mundo, sino a ochenta para poder
entender el juego de la realidad y la realidad del juego.