Sincronía Spring 2007

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El efecto lúdico: manifestaciones y funcionamiento del juego en La vuelta al día en ochenta mundos, de Julio Cortázar

 

Javier Ponce 

Universidad de Guadalajara                               

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              Siempre seré un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez éste lleva consigo al niño, y nel mezzo del camin se da una coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo.

 

              Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos

 

 

 

     En los libros collage escritos por Julio Cortázar aparecen diversos recursos técnicos empleados para crear el efecto lúdico en sus textos. Una muestra palpable de ello es La vuelta al día en ochenta mundos[1], el cual es la manifestación viva del juego en todo su esplendor, incluso antes de que se pensara en su unidad como libro. Cuenta el Dr. Saúl Yurkievich[2] que una de las razones de la creación del libro fue la pelea interna que se dio entre los editorialistas del Fondo de Cultura Económica. Algunos de ellos se molestaron y decidieron crear su propia editorial, a la cual llamaron Siglo XXI. Al constituirse esta nueva organización requerían, por supuesto, de libros inéditos para comenzar a publicar, y que mejor obra que la de Julio Cortázar. El escritor argentino no tenía un libro terminado, así que esto representaba un reto para él. Decidió reunir, a manera de collage, textos inéditos y algunos ya publicados para completar el volumen. De tal manera surgió La vuelta al día. La anécdota también explica un poco lo caótico que puede resultar la obra para algunos lectores. Aunque, claro, es necesario decirlo, presenta una unidad y una estética claramente definida: la de la escritura lúdica de Cortázar, la de "por lo menos dos aperturas al mundo".

     Hablamos del carácter lúdico en el libro de Cortázar, pero antes de continuar, pensamos que sería pertinente preguntarnos después de haber leído con cuidado el libro, qué es lo lúdico, cómo se produce y, finalmente podremos responder, qué función tiene en la estructura textual.

     A través de la lectura de La vuelta al día pudimos darnos cuenta que lo lúdico es la superposición, ruptura o inclusión de contextos, lo cual se puede presentar en los distintos niveles de la gramática textual, "porque un juego, bien mirado, ¿no es un proceso que parte de una descolocación para llegar a una colocación, a un emplazamiento[3]". Desde el punto de vista funcional y comenzando de los niveles más elementales podemos partir de la "descolocación" de los sintagmas fijos. A través de cualquiera de los ensayos, poemas o cuentos, el narrador deconstruye las frases hechas para dotarlas de nuevos significados: La vuelta al mundo en ochenta días de Verne se transforma en La vuelta al día en ochenta mundos de Cortázar. Pero el juego no es el juego en sí mismo, sino que tiene una función y un sentido importante dentro del texto. La vuelta al día significa una mirada a la realidad, incluyendo en ella, y entre muchos otros mundos, al literario y al cotidiano; pero una mirada no sólo desde una perspectiva única y homogénea, sino desde diversas, casi ochenta, formas de abordarla: "hay un mundo, hay ochenta mundos por día[4]".

     El narrador, a nivel de la frase, no sólo toma las posibilidades o competence del lenguaje, sino que llega a establecer una semirruptura con la lengua. Permanecen la palabras, aunque la sintaxis se destruya casi en su totalidad. Pero esta destrucción sirve para dotarlas, en su conjunto, de un nuevo sentido, inexistente en el lenguaje natural. Tal es el caso de la narración "Por escrito gallina una":

 

          Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. [...][5]

 

 

 

     Es clara la alteración de la sintaxis, pero también es evidente que el lector, a nivel consciente o inconsciente le da un ordenamiento al texto, esto sin dejar de percibir el desorden del mismo, y así lo reestructura para lograr el establecimiento del sentido. Perfectamente se puede volver a armar: "Escrito por una gallina"/ Lo que pasa con nosotras es exaltante. Hurra, rápidamente estamos posesionadas del mundo. Era un inofensivo cohete lanzado por los americanos desde Cabo Cañaveral.... En este caso de la mutación del lenguaje se refuerza el sentido de la mutación del personaje. Además, otra parte importante del juego, es la participación del lector. Si no se descifra el código del juego, se empobrece el texto y no se da el efecto lúdico en su conjunto.

     El efecto de juego también se manifiesta en el nivel  discursivo. Aquí el narrador emplea varias formas para manifestarlo. En una de ellas se codifica el lenguaje a través de metáforas o ideas que, si lo analizamos denotativamente, convierten el texto en un absurdo. Pero si se lee con cuidado y se estudia la estructura textual, podemos percibir el nacimiento de una nueva realidad que explica mejor, en tanto a poesía, el surgimiento de un texto literario. En "Verano en las colinas[6]" el narrador comenta que acaba de construir una jaula para "el obispo", luego dice que el obispo es además mandrágora. Enseguida habla de que los restos de una araña han sido incorporados a los alimentos destinados al obispo, los cuales "merecerían la aprobación del pintor Alberto Gironella[7]". Menciona además que no podrá colgar la sala en el living, sino que "quedará inquietamente suspendida sobre mi mesa de trabajo[8]". Hasta aquí todo puede ser coherente, pero más adelante escribe: "Ya he encerrado al obispo: con dos llaves inglesas apreté el dogal de hierro que le ciñe el cuello, dejándole apenas un punto de apoyo para el pie derecho[9]". El texto nos sitúa en un absurdo en el que pareciera que el narrador es cruel con el ave, pero volvemos a leerlo y encontramos una pregunta realizada por otro personaje y fuera de contexto: "--¿Va a ser un libro de memorias? [...] ¿y dónde vas a instalar la jaula del obispo?[10]". Aquí, en la asociación de contigüidad producida por las dos frases, está la clave de la lectura. El narrador se refiere a un libro que tiene planeado escribir y de tal manera nos resulta coherente la analogía entre las metáforas del obispo, su jaula y su alimento, y el trabajo de la creación de un texto literario. Más adelante aparecen frases que confirman lo dicho: "me inquietaba el tratamiento en cuanto a mandrágora", refiriéndose a la deconstrucción de "tratamiento del tema", etc., etc. En este sentido, el texto se nos muestra como una adivinanza. Tenemos que especular acerca de las respuestas hasta encontrar la verdadera, la del sentido que le dará unidad y coherencia a la narración/ensayo.

     Otro recurso importante es la superposición o inclusión de dos o más discursos en un mismo párrafo o frase. En ocasiones, comienza su texto con un discurso serio (científico o filosófico), para inmediatamente añadir otro, de tipo menos formal o coloquial, que contrasta con el primero. Hablando sobre la manera de observar la realidad, se escribe:

 

          Quiero decir que un claro sentimiento del absurdo nos sitúa mejor y más lúcidamente que la seguridad de raíz kantiana según la cual los fenómenos son mediatizaciones de una realidad inalcanzable pero que de todas maneras les sirve de garantía durante un año contra toda rotura[11].

 

 

 

     En este fragmento se puede observar de manera clara la yuxtaposición de discursos; por un lado está la solemnidad y dificultad de entender a la filosofía hablando sobre lo caótico de la realidad, y por el otro el sencillo y al alcance de todo el mundo lenguaje de la publicidad. Aquí el juego surge del contraste del tono de los dos discursos.

     Finalmente escribiremos acerca de otro nivel superior, donde se sale de la unidad del libro y se toman aspectos de otras artes o autores. En el texto se toma muy en "serio" el concepto de collage de los dadaístas y surrealistas y su irreverencia hacia el arte formal. De tal manera incorporó textos (en el sentido semiótico del término) propios y ajenos. Entre los suyos aparecen ensayos, poemas, cuentos y narraciones breves, y tomó prestados algunos poemas, gráficas e ilustraciones de diversos autores; dibujos y fotografías de Julio Silva, e incluso, imágenes publicitarias ("citar es citarse[12]"). Además, involucra en su texto aspectos técnicos o conceptuales de otras artes y los traslada, a través de paralelismos, a la literatura: Del jazz toma los conceptos de improvisación, las ausencias, los silencios y de la pintura, el del collage. De tal manera, el libro deja de ser propiamente literario y es fundamental en su estructura la apertura a otros textos. Aquí la unidad es un poco más dispersa, incoherente y caótica. Se tiende no a la cohesión, sino a la dispersión, al desorden, a la entropía. Pero el mismo texto se justifica:

 

          ¿que importa que [...] se narre sin solución de continuidad una acción capaz de seducir al lector, si lo que subliminalmente lo seduce no es la unidad del proceso narrativo sino la disrupción en plena apariencia unívoca?[13]

 

 

 

     En suma, la escritura de Cortázar en La vuelta al mndo en ochenta días es una adivinanza que requiere la participación activa y la capacidad del lector de abrirse no a un mundo, sino a ochenta para poder entender el juego de la realidad y la realidad del juego.



    [1]Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos, 2 T., 19ª ed., 13ª de bolsillo, Ed. Siglo XXI, México, 1984.

    [2]en la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, realizada en la Universidad de Guadalajara, México, del 22 al 25 de septiembre de 1997.

    [3]Julio Cortázar, op. cit., T. I, p. 33.

    [4]Ibid. p.13.

    [5]Ibid. p. 170.

    [6].Ibid. pp. 15-19.

    [7]Ibid. p. 17.

    [8]Idem.

    [9]Idem.

    [10]Ibid. p. 16.

    [11]Ibid. p. 27. Las cursivas son mías.

    [12]Ibid., p. 9.

    [13]Ibid. p. 39.