Sincronía Summer 2011

Sincronía Current Issue


El mito del héroe en La muerte de Artemio Cruz

Oralia Prado Govea
Universidad de Guadalajara




 El mito en la obra narrativa del escritor mexicano Carlos Fuentes ha sido ampliamente estudiado por la crítica. Como ejemplo basta señalar los trabajos de Claude Fell en Mito y realidad en Carlos Fuentes (1971) y El mito en la obra narrativa de Carlos Fuentes (1987) de Francisco Javier Ordiz Vázquez quienes estudian la presencia de la mitología prehispánica y griega, entre otros tipos de mitos.
    También se han estudiado ampliamente el ataque y desintegración de las formas narrativas establecidas. La invención y creación verbal constantes; la lengua, personaje esencial de la novela, rebelada contra toda tradición lingüística y creadora. La incesante experimentación con el régimen del tiempo: tiempo regresivo, sujeto a los vuelos involuntarios de la memoria, más que progresivo. El cinematografismo de los procedimientos, multiplicidad de los planos y secuencias narrativas. La mutación y dinamismo del punto de vista (Loveluck,1999).
    A pesar de tan exhaustivos trabajos, ninguno ha estudiado
La muerte de Artemio Cruz desde el mito del héroe, aunque en la novela se encuentran claras alusiones y a veces referencias directas a este mito. Los sucesos en la vida del héroe siguen una definida línea arquetípica  que es presentada en La muerte de Artemio Cruz, bajo una nueva dimensión de su principio básico para crear a un personaje moderno.
       
Dado que el propósito de este estudio es encontrar qué función cumplen esos cambios en la acción de Artemio Cruz con respecto a la trayectoria clásica del héroe, se utilizará, por encontrarla adecuada, la teoría que el mismo autor ha venido elaborando por varios años. Aunque son varios los ensayos críticos del autor, se toman los postulados de Fuentes acerca de la novela moderna vertidos en algunos de sus ensayos críticos de Valiente Mundo Nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana (1990). Principalmente, Juan Rulfo: El tiempo del mito; Mariano Azuela: la “Ilíada” descalza; Tiempo y espacio de la novela, y La épica vacilante de Bernal Díaz del Castillo.
    En éstos, el autor explica sus concepciones acerca del mito, la épica, la tragedia, el papel de la historia y la importancia del pasado de la Hispanoamérica multirracial y policultural. Para Fuentes, “debemos recordar claramente, o no tendremos futuro” (1990, p. 83). En el olvido del pasado radica que se cometan constantemente los mismos errores. De ahí que Artemio Cruz represente a la tiranía de siempre, mientras que la historia de México y de América Latina se repite en sus mismos problemas.
    De esta posición se pretende desarrollar la hipótesis principal de este trabajo: el fracaso del personaje Artemio Cruz, se debe básicamente a que no lleva con él su pasado, no es consciente de su identidad; por lo tanto, vive para alcanzar el futuro que desea, como marca el paradigma de la Ilustración. Para hacerlo notar es que Fuentes utiliza la atmósfera mítica; con lo cual se perfila como personaje moderno, pero amputado de sí mismo.
    Con respecto al héroe, se dilucida cuáles elementos del mito se mantienen a partir del análisis de la trayectoria del personaje principal; y cuál es su presentación y función en la novela, para llegar a los elementos que constituyen a este personaje como perteneciente a la narrativa moderna.
    Para llevar a cabo el análisis de la trayectoria del héroe se utilizan principalmente los estudios del mitólogo Joseph Campbell (2006) expuestos en
El héroe de las mil caras y El mito del nacimiento del héroe del psicoanalista austriaco Otto Rank (1993).
    Estudiar
La muerte de Artemio Cruz, desde una óptica interesada en el mito del héroe y con las observaciones de Fuentes, proporciona bases para abordar los diferentes niveles de significación que su personaje protagónico ofrece.

  1. LA FAMILIA LITERARIA

    La épica es el resultado de la separación del hombre y el mito (Fuentes, 1990, p. 174), y por ende, de los dioses. Con este desprendimiento el hombre se convierte en actor: él es quien asume la acción. Esta acción surge como resultado del conocimiento del hombre sobre sí mismo, se sabe capaz de actuar por cuenta propia y viaja, se desplaza, abandona la tierra de origen y obliga a los dioses a acompañarlo. Así nace la épica. Además, el desplazamiento hace de la épica un puente entre el mito y la tragedia.
    En la épica hay un acto que es violación de la tierra pacífica: el quebrantamiento de la paz de los sepulcros a través del cual el hombre adquiere conciencia de sí. Con este acto la épica se convierte en tragedia ya que la sociedad reconoce que sus errores y aciertos pueden quebrantar los valores de la colectividad.
    La recuperación de los valores quebrantados se logra cuando “el héroe trágico regresa al hogar, a la tierra de los muertos, y cierra el círculo en el re-encuentro con el mito del origen.” (Fuentes, 1990, p.175). Pero además del regreso del héroe, para que la tragedia genere la reconciliación de la polis, son necesarios la catarsis que genera la resolución de los valores en conflicto y la transformación de la catástrofe en conocimiento. Es decir, el valor de la tragedia es que convierte la desgracia en conocimiento, el hombre debe experimentar un cambio a través del conflicto de valores.
El valor del mito radica en su carácter estructurante de la épica, la tragedia y de sí mismo. El mito es palabra, es el alma de la tribu. La épica es acción y la tragedia es enfrentamiento de valores.
    Hispanoamérica no ha podido recrear el círculo mito, épica, tragedia porque, durante la Conquista, se interpuso la utopía de implantar la Edad de Oro en América, donde los cronistas se encontraron con el “buen salvaje” y una naturaleza paradisiaca, que se frustró dado que este paraíso fue convertido en ruinas. Dado que la búsqueda del progreso material trajo consigo la pérdida de tradiciones, valores morales y filosóficos, en América Latina.
    El regreso al mito se ve obstaculizado también por el paradigma occidental de la modernidad que “nos hizo herederos de una religión, una política y una literatura nugatorias del triple valor clásico.” (Fuentes, 1990, p.177). Esto se debe a la visión lineal del tiempo impuesta por el judeo-cristianismo primero y el mercantilismo después, lo que provocó el rompimiento del círculo: mito, épica, tragedia. Es esta visión del tiempo la que hace que surja la novela.
    Ésta, como ya se observó, hace el mismo tratamiento sucesivo del tiempo que la épica; pero, paradójicamente la rechaza: en Europa hizo de ella una parodia, en Hispanoamérica la degrada. Por otra parte, reconoce el vacío que dejan en la literatura el mito y la tragedia y desea unirse de nuevo a ellos.
    En el caso de Hispanoamérica la búsqueda de la utopía, durante la Conquista, establece dos grandes tradiciones: la crónica, de Colón, Coronado, Cortés, Cabeza de Vaca, Pizarro y Valdivia, que apoya políticamente la versión épica de los hechos (de los conquistadores, personajes que creen asemejarse a los héroes de las novelas medievales europeas; al tiempo que en Europa ya son parodiados por Cervantes) y la crónica lírica “que crea otro mundo, la historia en la cual todo lo asesinado y sofocado por la historia épica tenga cabida.” (Fuentes,1990, p.180). La crónica lírica, que es vacilación, ambigüedad, se observa en las narraciones de Bernal Díaz del Castillo, descritas como épica vacilante que refleja el amor por el vencido, es el anuncio de la novela de nuestro tiempo en Hispanoamérica.
    Fuentes se cuestiona en qué medida el impedimento de cumplir el círculo: mito, épica, tragedia es consecuencia de la decisión moderna, del judeo-cristianismo y del mercantilismo, de exiliar la tragedia que no encaja con la visión hacia el futuro que promete el bienestar de las comunidades y sus instituciones.
    El sueño de construir una utopía en América se convirtió, durante la Colonia, en una pesadilla: la hacienda que irónicamente resultó ser el refugio de los que habían sido despojados. De ahí salen los que en 1910 fueron a la revolución.
    Es este el discurso que permitirá ver qué función tienen las alusiones al mito clásico del héroe, el cual será analizado frente a este paradigma de Fuentes.

  1. LA EXPRESIÓN ARTÍSTICA DE SU POÉTICA DE LA NOVELA

La novela hispanoamericana moderna, desde la visión de Fuentes, transgrede las normas habituales del quehacer narrativo. En términos generales, en ella se observa la desaparición de las formas que habían imperado a lo largo de más de un siglo y, sobre todo, del enfoque realista con sus técnicas tradicionales para expresar el poder voraz de la naturaleza que únicamente había servido para mostrar con simplicidad maniquea los problemas políticos y sociales.
    Los novelistas modernos rechazaron el simplismo realista y, conscientes de la incapacidad del lenguaje viejo, introdujeron el concepto de ambigüedad como recurso para mostrar tanto la complejidad interna del individuo como de sus relaciones sociales. Para expresar, entre otras cosas, esa ambigüedad utilizaron técnicas narrativas que eran la respuesta necesaria de la literatura a las dificultades que se presentaban en una sociedad en cambio constante.
    Fuentes mismo señala en
La nueva novela hispanoamericana, “la novela es mito, lenguaje y escritura. Y al ser cada uno de estos términos es, simultáneamente, los otros dos” (1969, pp. 24-25). Es decir, debe existir una alianza entre el uso del lenguaje y de las estructuras míticas, pues estos permitirán la renovación del discurso para que la novela sea el medio que recupere la historia perdida y plasme la identidad de Hispanoamérica como continente multirracial y policultural. 
    El rechazo del realismo decimonónico, la vuelta al lenguaje poético, la implantación de un lenguaje propio y el uso de estructuras narrativas novedosas son los postulados que Fuentes atribuye como fundamento teórico de la nueva novela hispanoamericana.
    Aquí se señalarán algunas de las principales técnicas narrativas que Fuentes utiliza en 
La muerte de Artemio Cruz y se verá cómo es que están estrechamente relacionadas con su poética de esta novela.

1. Tratamiento del tiempo

   
En La muerte de Artemio Cruz hay un relato base que consiste en la narración de un día de agonía en el personaje principal. En este día, 10 de abril de 1959, se presenta al personaje como un se
que en medio de su desintegración física -al mismo tiempo que expresa que pudo haber tomado decisiones diferentes- declara el desagrado que siente por su familia, el orgullo de sus actos despóticos y su negación a la muerte.
   
A partir de este delirio convaleciente, Artemio, mediante una analepsis, comienza a hacer un recorrido de su vida que es en realidad en lo que consiste la novela ya que narra toda la vida del personaje y alrededor de cien años de historia de México.
    Desde la distancia, 1959, Artemio recuenta los hechos acaecidos en México del 9 de abril de 1889 al 31 de diciembre de 1955. Estos hechos se presentan entrecruzando la realidad social y la realidad individual del personaje principal.
    A través de la memoria de Artemio Cruz se observan algunos de los períodos históricos determinantes para el destino del país y el curso de la vida de este personaje. Uno de los momentos más sobresalientes es la Revolución Mexicana, en la cual se presenta principalmente a los líderes como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón; los hombres del pueblo como los campesinos y el grupo de los yakis; las mujeres y niños abandonados en las paupérrimas poblaciones. Del periodo postrevolucionario destaca el ambiente político, social e ideológico; pues se señala la degeneración de la lucha provocada por las ambiciones políticas y el olvido de los ideales revolucionarios. Este aspecto también es señalado por Sergio Ramírez en
Fuentes de la imaginación crítica: “Toda la urdimbre de la Revolución Mexicana podía explicarse en la vida de Artemio Cruz, el muchacho alzado en armas que luego se hacía poderoso porque la revolución había llegado a ser para él un brillante negocio (…)” (2008). Aunque es conveniente aclarar que la novela se enfoca en la facción carrancista.
   
El último dato que se narra es el nacimiento de Artemio en una cabaña de mulatos. Así es como la analepsia permite que al final se toquen nacimiento y muerte.
    Esta analepsis se compone de doce segmentos, todos iniciados con una fecha: 1941, 1919, 1913, 1924, 1927, 1947, 1915, 1934, 1939, 1955, 1903, 1889. Como puede observarse, la analepsis no es lineal, pues por lo común la vida del personaje se narra hacia atrás, eso es lo que hace que la novela sea mítica.
    En términos generales el recuerdo de Artemio se da a la inversa pero no siempre; ya que tiene vaivenes que permiten generar una mayor complejidad y ambigüedad en la vida del personaje puesto que estos saltos en la narración hace que se originen reflejos que explican a Artemio durante sus diferentes etapas.

  1. Las voces narrativas

    En el relato base arriba descrito la voz de la enunciación está en primera persona. A través del repaso de sus acciones Artemio busca recomponerse. Es un yo que muestra a un Artemio incoherente y convaleciente:

No, Artemio Cruz no. Otro. En un espejo colocado frente a la cama del enfermo. El otro. Artemio Cruz. Su gemelo. Artemio Cruz está enfermo. El otro. Artemio Cruz está enfermo: no vive: no, vive. Artemio Cruz vivió durante algunos años… Años no añoró: años no, no. Vivió durante algunos días (Fuentes, 2007, p.18).

En el pronombre yo surge el recuento de la vida del personaje. Este recuerdo es expresado por Artemio mismo desdoblado recorriendo su vida en la cual se utiliza el pronombre . Aquí, Artemio se interpela a sí mismo.
    Entre otros aspectos de la voz
se encuentra la digresión que ayuda al personaje a cuestionarse y reflexionar acerca del rumbo que tomó su vida:

¿Quién no sería capaz, en un solo momento de su vida –como tú- de encarnar al mismo tiempo el bien y el mal, de dejarse conducir al mismo tiempo por dos hilos misteriosos, de color distinto, que parten del mismo ovillo para que después el hilo blanco ascienda y el negro descienda y, a pesar de todo, los dos vuelvan a encontrarse entre tus mismos dedos? (Fuentes, 2007, p.48).

    El recuerda un pasado narrado en futuro. El futuro pasado tiene relación con el tiempo mítico porque Artemio reflexiona sobre si el destino rigió su vida o fue libre para elegir: “Nadie se enterará, salvo tú, quizá. Que tu existencia será fabricada con todos los hilos del telar, como las vidas de todos los hombres. Que no te faltará, ni te sobrará, una sola oportunidad para hacer de tu vida lo que quieras que sea” (Fuentes, 2007, p.49). Como puede observarse por la cita anterior, hay una lucha entre la libertad y la fatalidad, lo cual vuelve humano a Artemio y contrario al personaje manifestado en la voz del yo.  Unido a lo anterior, a través del pasado futuro, a pesar de  que ya todo ocurrió, las acciones del personaje son presentadas como posibles y no como ocurridas. Con el uso del tiempo pasado futuro, la voz señala que a partir de la modernidad ya no hay un destino establecido -como el del mundo del héroe mítico, que se analizará en otro apartado- con lo cual Artemio es un personaje complejo perteneciente a la narrativa moderna.
    La otra voz es la del narrador omnisciente en tercera persona
él. Esta voz sirve como trasfondo mítico-poético de la novela mediante el que se expone irónicamente al personaje, pues, como se verá más adelante, Artemio se mueve en dos plataformas distintas: una que genera esta atmósfera de la novela y otra que va forjando a un personaje ambiguo muy de la narrativa moderna.
    La voz
él genera una novela moderna que critica la modernidad a través de la vida de Cruz y el rumbo del país, ya que ambos se mueven en los postulados de la Ilustración y el pensamiento ilustrado niega la tradición. Fuentes señala, a través de las ideas de Vico,  que el hombre hace la historia porque es producto de la vida en  una sociedad policultural y multirracial. Por lo tanto, la historia es la portadora del conocimiento de la humanidad. Si la historia es olvidada y se adquiere la visión futurizante del capitalismo, se deja de lado el conocimiento de las raíces humanas y se adquiere un excesivo individualismo en el que lo más importante es el propio bienestar. Durante el transcurso de la de la Revolución Mexicana, Artemio adquiere esa visión individualista y futurizante del capitalismo, y al finalizar la revuelta sus actos lo encaminan al comienzo de su fortuna.  
    A pesar del individualismo, la voz
él del narrador omnisciente, deja ver el lado humano, ambiguo y complejo de Artemio. Como sucede en la escena del abandono al soldado durante la batalla:

Él le dio la espalda al soldado y al muerto y volvió a correr hacia el llano. Era preferible. Aunque no oyera ni viera nada. Aunque el mundo pasara como una sombra desgranada a su lado. Aunque todos los rumores de la guerra y los de la paz -cenzontles, viento, bramidos lejanos- que persistían se convirtieran en ese tambor único, sordo, que englobaba todos los ruidos y los reducía a una tristeza pareja (Fuentes, 2007, p.111).

    Paralelo al pensamiento de Artemio, se presentan las contradicciones del México moderno que persiguió las rutas de la Ilustración. Él presenta una visión más amplia y contradictoria del desatino del país, y del personaje.
    Además, al iniciarse en la Revolución, Artemio no tiene claros los ideales que persigue y, como se verá más adelante, la base de su acción son los postulados de la Ilustración. Fuentes, en
Mariano Azuela: La “Ilíada” descalza (1990, pp. 174-193), expone que parte del fracaso del movimiento armado radica en que los hombres del pueblo que se levantaron en armas fueron sacados de debajo de la losa de los siglos.
    Por lo tanto, el sistema dominante lleva a Cruz a convertirse en lo que es y a la Revolución Mexicana a los resultados obtenidos; ya que el mercantilismo no permite la vida en comunidad porque impone el individualismo. La vida en comunidad surge a partir de la palabra pues ésta es el espíritu del pueblo. Sin embargo, la comunidad originaria de Artemio, al lado de su tío Lunero, fue sometida durante siglos hasta dispersarse su palabra:

(…) No hablaban. Pero el mulato y el niño sentían esa misma gratitud alegre de estar juntos que nunca dirían, que nunca, siquiera, expresarían en una sonrisa común, porque estaban allí no para decir o sonreír, sino para comer y dormir juntos y juntos salir cada madrugada, sin excepción silenciosa, cargada de humedad tropical y juntos cumplir las labores necesarias para ir pasando los días (…) (Fuentes, 2007, p.395).

Al carecer de palabra Artemio también está falto de una identidad cultural bien definida pues, al no conocer la historia de su comunidad, carece de raíces culturales. En esta cita destaca el silencio con lo cual se simboliza el aniquilamiento de la cultura y las tradiciones de Lunero e Isabel Cruz, pues si no hay palabra no existe la colectividad, el alma de la tribu se pierde. Lo que queda en la identidad de Lunero es casi intuitivo pero reconoce que al silenciar su pasado también oprime su identidad:

No debía decir nada, pensó el mulato; no diría nada, se iría como se iban los suyos, sin decir nada, porque conoce y acepta la fatalidad y siente un abismo de razones y memorias entre ese conocimiento y esa aceptación y el conocimiento y rechazo de otros hombres; porque conoce la nostalgia y la peregrinación (Fuentes, 2007, p.399).

Las citas anteriores también muestran el poder mítico de la anacronía utilizada por la analepsia; pues, a través del recuerdo, Artemio regresa a sus orígenes, aspecto que posteriormente será relacionado con el mito del héroe.
    Se puede afirmar que toda esta estructura, generada por la analepsis y las diferentes voces que componen la novela, expresa la visión mítico-heroica que se contrapone a la visión futurizante de la modernidad ilustrada y logra insertar a un personaje épico-moderno.

  1. EL MITO DEL HÉROE

Se apuntó antes que el primer componente de lo que Fuentes llama la rueda de fuego, son los mitos. Aquí se destacará específicamente uno: el mito del héroe. Se dilucidará cuáles momentos se mantienen y cual función tienen en la novela a partir del análisis de la trayectoria de su personaje principal.  
    La identidad cultural, propiciada principalmente, como señala Fuentes, por el mito que es el origen del lenguaje, está ausente en la novela hispanoamericana moderna porque la visión de la modernidad ha llevado a la destrucción del mito. Recuérdese que Fuentes,  siguiendo a Vico,  afirma que no debe olvidarse que la historia es, sobre todo, la historia cultural de cada pueblo.
    El personaje no advierte la ironía, solamente la reconocen los lectores, pues, como ya se mencionó, el personaje se mueve en dos trayectorias distintas: entre el plano de lo mítico heroico y las decisiones ambiguas que lo alejan de su carácter de héroe. El acto iniciático, percibido desde el nivel o perspectiva de los personajes es una fatalidad.
    Así pues, a través de la ambigüedad, el cosmos novelístico presenta una delgada línea entre destino establecido y la libertad para elegir; con lo cual, pretende plasmar la inestabilidad de la sociedad y la vacilación en la identidad del personaje de Artemio Cruz:

Nunca has podido pensar en blanco y negro. En buenos y malos, en Dios y el Diablo: admite que siempre, aun cuando parecía lo contrario, has encontrado en lo negro el germen, el reflejo de su opuesto: tu propia crueldad, cuando has sido cruel ¿no estaba teñida de cierta ternura? (…) no queremos que se pierda esa zona intermedia, ambigua, entre la luz y la sombra: esa zona donde podemos encontrar el perdón (Fuentes, 2007, pp.47-48).

Esta inestabilidad es contraria al rígido mundo del héroe y al pleno reconocimiento que el enviado del destino tiene sobre sí mismo. En la personalidad de Artemio destaca la incertidumbre hacia la sociedad en la que habita y hacia su propia identidad pues reconoce que está rodeado por la ambigüedad.
    El héroe mitológico se convierte en un iniciado porque, tras haber enfrentado a los seres que le impiden el paso hacia la zona desconocida, se dirige a alcanzar un objetivo específico. Por el contrario, Artemio no sabe hacia dónde se dirige, lo cual es completamente contrario al héroe. Lo que Artemio lleva de su pasado son vivencias, afectos y sentimientos; pero carece de palabra.
    Durante el desprendimiento de la vida que debe quedar atrás para iniciar la aventura, en la cima de la montaña, Artemio es un ser amado por los dioses y el universo, él es el núcleo del mundo:

Vas a vivir... Vas a ser el punto de encuentro y la razón del orden universal... Tiene una razón tu cuerpo... Tiene una razón tu vida... Eres, serás, fuiste el universo encarnado... Para ti se encenderán las galaxias y se incendiará el sol... Para que tú ames y vivas y seas... Para que tú encuentres el secreto y mueras sin poder participarlo, porque sólo lo poseerás cuando tus ojos se cierren para siempre... (Fuentes, 2007, p.441).

En este momento en el que Artemio comienza su aventura, se percibe la belleza de lo que su vida pudo ser; sin embargo, al final él sabe que es un héroe fracasado con lo cual se genera una ironía interna en el personaje.
    De este reconocimiento del fracaso, que es la catástrofe de Artemio, hay un conocimiento que genera la tragedia; sobre todo porque hacia el final de la novela se presentan el momento de la partida y el camino que Artemio siguió, como una posibilidad de cambio en el mundo moderno a través del autoconocimiento que el personaje tiene de su trayectoria.
    En ningún momento de la narración Cruz debe enfrentarse ante la lucha de dos valores igualmente importantes. Durante su agonía, en el diálogo interno del
, confiesa, al referirse a su otro yo con el que dialoga: “no te faltará, ni te sobrará, una sola oportunidad para hacer de tu vida lo que quieras que sea. Y si serás una cosa, y no la otra, será porque, a pesar de todo, tendrás que elegir” (Fuentes, 2007, pp.48-49).
    Su lucha de valores es consigo mismo. Su sistema de pensamiento lo traiciona al final pues reconoce su infelicidad y pone en tela de juicio el papel del destino, admite que fue libre para decidir su futuro y su vida ya que no es forzado a tomar sus decisiones, él elige lo que quiere hacer y ser. Esto lo sabe cuando ya no tiene tiempo, por lo que se convierte en una reflexión hacia un mundo futuro, aunque sea sin él, que aprenda de los errores.
    La reflexión de su vida le permitirá arrepentirse, desear haber tomado otro camino; por ello, su vida es trágica. Se genera un cambio en el personaje porque, a través de la memoria creada por la analepsis, Cruz experimenta una transformación como individuo y desea haber escogido otra vida.
    Después de que Artemio comienza el camino de las pruebas, no se sabe nada de su vida hasta que tiene veintiún años. En este momento se presenta el ayudante en la figura del maestro Sebastián.
La figura del ayudante, en el mito del héroe, es una figura protectora que proporciona al aventurero los conocimientos que necesita para triunfar sobre la prueba que le fue impuesta (Campbell, 2006, p.70).Tras la primera prueba, Artemio parte a realizar su destino. Deja atrás el periodo de la vida con Lunero y adquiere otro estado al lado del maestro Sebastián pues él lo introduce a las ideas propias de la Ilustración.
    Para Fuentes, seguidor del pensamiento de Vico, los postulados de la Ilustración son parte de la tragedia de México porque, como ya se mencionó, la imposición de la modernidad ha provocado que la utopía, traída por algunos de los conquistadores a Hispanoamérica, se frustrara al convertirse en una lucha de ambición por el poder, provocada por la realidad del mercantilismo. Así pues, contra el modelo de la ilustración se levanta en gran medida la novela.
    Siguiendo la línea del monomito, con los conocimientos proporcionados por su ayudante, Artemio se considera preparado para enfrentarse al mundo de la Revolución Mexicana, pues sabe leer, escribir y odiar a los curas. Cruz se dirige a la lucha sin consciencia de su causa, como lo muestra su argumento para unirse al movimiento armado: “el maestro Sebastián le pidió que hiciera lo que los viejos ya no podían: ir al Norte, tomar las armas y liberar al país. Si era un escuincle entonces, aunque estuviera por cumplir los veintiún años” (Fuentes, 2007, p.100).
    Además, durante el camino de las pruebas, Artemio es un personaje casi vacío pues no porta la semilla de su misión:

Nunca comprendió por qué, al tocar los cascos de su caballo el primer terreno llano, bajó la cabeza y perdió la noción de la tarea concreta que le había sido encomendada. La presencia de sus hombres se desvaneció, junto con el sentimiento firme de alcanzar un objetivo (Fuentes, 2007, p.104).

Este vacío se llena de las traiciones producto de las decisiones que Artemio toma: la violación de Regina; el compañero soldado que deja morir por cobardía; la usurpación del puesto de Gonzalo Bernal; el matrimonio forzado con Catalina; el enriquecimiento fraudulento; el abuso de poder hacia los sectores más desprotegidos... A pesar de la cobardía y despotismo de sus acciones, también se puede observar la ambigüedad de sus decisiones puesto que se percibe que su objetivo durante la Revolución no era convertirse en un tirano sino que añora,  quizá inconscientemente,  una vida como la que tuvo al lado de Lunero:

Cruzó los brazos sobre el pecho y trató de respirar regularmente. Una vez que dominaran al ejército desbaratado de Pancho Villa, habría paz. Paz. (…) Quizá la paz significaría buenas oportunidades de trabajo. En su recorrido en crucigrama por el territorio de México, sólo había asistido a la destrucción. Pero se destruían campos que podrían sembrarse de nuevo. En el Bajío, una vez, vio un campo precioso, junto al cual podría construirse una casa de arcadas y patios floreados y vigilar las siembras. Ver cómo crece una semilla, cuidarla, atener el brote de la planta, recoger los frutos. Podría ser una buena vida, una buena vida (Fuentes, 2007, p.253).

La nostalgia de una vida sencilla se va desvaneciendo debido a las traiciones que  comete y al terminar la Revolución, el mercantilismo aparece en su vida, Artemio se  convierte en el representante del nuevo cacique, y del perfil del militar que se aprovecha del poder para enriquecerse con la Revolución, como se muestra en los pasos que integraron su riqueza mal habida. 
    Artemio Cruz es el arquetipo de la clase dirigente nacida después de la Revolución. Esta clase vencedora y gobernante del México postrevolucionario es observada durante toda la narración ya que, a partir de ésta, se fortalece el sistema capitalista con lo cual cambian los modelos de producción y, como consecuencia, los métodos de dominación social, como se puede observar en las acciones tomadas por Cruz y el resto de los hombres despóticos para mantener el poder.
 
    En la nueva sociedad, el poder –que se repite con variantes- se mantiene a través de la represión de las masas trabajadoras, las relaciones comerciales con empresas estadounidenses, el manejo y control de la información, los contactos con los líderes… Con esto se muestra el desarrollo del sistema político postrevolucionario en México y la implantación de nuevos métodos de dominación social.
    Estas consideraciones del actuar de Artemio permiten afirmar que se va degradando la trayectoria del héroe clásico en el camino que el personaje recorre en la lucha armada. Cuando Artemio comienza su aventura, los momentos del mito heroico desaparecen porque a pesar de que las circunstancias son las necesarias para llevar a cabo las hazañas heroicas, las decisiones de Artemio no son las adecuadas en la trayectoria del héroe pues la vida de este personaje se inserta en el pensamiento de la modernidad y no porta con él las tradiciones de su comunidad originaria.
    Como ejemplo de lo anterior basta señalar que Cruz quiere borrar el pasado y se encamina hacia el futuro en el que cree se encuentra el progreso y tiene como paradigma de enriquecimiento el mercantilismo moderno de Estados Unidos.
    También se presenta el contraste entre el progreso material estadounidense y la realidad del México reflejado en el cosmos narrativo:

Desde la mesa, se veía la explanada del nuevo frente moderno de Acapulco, levantado con premura para satisfacer la comodidad del gran número de viajeros norteamericanos a los que la guerra había privado de Waikiki, Portofino o Biarritz, y también para ocultar el traspatio chaparro, lodoso, de los pescadores desnudos y sus chozas con niños barrigones, perros sarnosos, riachuelos de aguas negras, triquina y bacilos. Siempre los dos tiempos, en esta comunidad jánica, de rostro doble, tan lejana de lo que fue y tan lejana de lo que quiere ser. (Fuentes, 2007, p.213).

En esta cita, los comentarios de la voz de la enunciación él reflejan la insatisfacción de Artemio por el modelo de conducta que eligió. Esta insatisfacción es presentada a lo largo de la novela, con lo cual quedan asentados el fracaso de la utopía, la ambición por el poder, la tragedia de México impuesta por la modernidad y la ambigüedad en la visión de Artemio; pues como ya se mencionó, la novela se funda contra el modelo de la Ilustración y apuesta por la necesidad de un pasado vivo que permita abolir las injusticias que se han repetido incesantemente.
    Durante el trayecto de la vida de Artemio Cruz, se pierde la significatividad de los elementos del mito; porque durante el camino, se encuentra con la lucha armada de la Revolución; pero, al terminar el movimiento, el personaje encarna a un ser parecido al de la novela moderna; es decir, con una visión lineal del tiempo hacia el futuro pero que también muestra el otro rostro de la modernidad que no es de avance sino de degradación individual y social.
    Un profundo estado de sueño también es representación de la zona desconocida a la cual se ingresa tras haber aceptado el llamado a la aventura (Campbell, 2006, p.60). Para Artemio Cruz, la memoria es el umbral de regreso porque entra a una zona desconocida, representada por su consciencia y el recuerdo, para internarse en las profundidades del autodescubrimiento que lo llevará a reconocer su individualidad. La región de la memoria guarda el tesoro que Artemio necesita para otorgar el elíxir salvador de su comunidad:

Tú serás el nombre del mundo... Tú escucharás el "aooo" prolongado de Lunero... Tú comprometes la existencia de todo el fresco infinito, sin fondo, del universo... Tú escucharás las herraduras sobre la roca... En ti se tocan la estrella y la tierra... En tu corazón, abierto a la vida, esta noche; en tu corazón abierto... (Fuentes, 2007, pp. 441-442).

En su lecho de muerte, el personaje recorre de nuevo el viaje que hizo durante su vida a través de la memoria, redescubre el camino de la individualización. En este recorrido, las personas que debieron fungir como protectores arquetípicos, son, por el contrario, victimizadas por el propio Artemio. Por ello, el personaje está solo, no tiene ayudas, actos compasivos o signos que le demuestren que goza de la protección de los dioses.
    La individualización también es un tesoro difícil de conseguir, y al final de la larga jornada, el héroe anhela ofrecer a la mayor cantidad de personas posible los beneficios de sus sacrificios. La individualización se consigue cuando el héroe logra organizar el universo, dar vida a lo que carece de forma y energía (Da Costa y Da Costa, 2005).
    El caos provocado por la fragmentación de la memoria de Artemio –a lo cual se une el uso de la analepsis y las tres voces que componen el relato-, en su lecho de muerte, da origen al universo de la individualidad del personaje.
    En el pensamiento inconsciente de Artemio se genera un tiempo nuevo. De este caos provocado por el lenguaje surge el lenguaje creador de la identidad de Artemio Cruz, quien además es el portador de los tiempos simultáneos: los representados por los pronombres
yo, , él. De la fragmentación de este lenguaje inconsciente surge el universo de la individualidad de Artemio porque reconoce su vida.
    El retorno demuestra que el héroe adquirió un poder para salvar. Pero este no es el caso de Artemio, ya que en el camino se encuentra con el maestro Sebastián, representante del paradigma de la Ilustración. El maestro  tuvo la función de guía pero Artemio no adquirió los conocimientos para triunfar sobre la prueba y regresar; sino que es desposeído de su carácter anterior y envestido con la visión del futuro.
Artemio no regresa físicamente; por lo que no logra compartir el elixir salvador de la sociedad e instaurar sus conocimientos para beneficio de la humanidad.
    La memoria es el misterio fructificador de la vida descubierto por Cruz. A través de la memoria, Artemio se vuelve hacia sí mismo. Con este regreso sella el último eslabón: el retorno del héroe al hogar en el cosmos de la novela; pues en su viaje, a través del recuerdo, se genera el periplo.
    El fin último del monomito: la transfiguración del héroe para enseñar la renovación de la vida, no se cumple en
La muerte de Artemio Cruz. Por el contrario, la figura del tirano perseguidor está siempre presente: don Ireneo Menchaca sede el trono a Atanasio Menchaca, este tirano hacendado, es reemplazado por su igual, otro tirano hacendado, quien será suplantado, posteriormente en la novela, por don Gamaliel Bernal, para terminar en la figura de Artemio Cruz.
    El recorrido, por
La muerte de Artemio Cruz, que se ha hecho siguiendo la trayectoria del héroe mítico, y a la luz de algunos conceptos de la poética de la novela y de la concepción de la historia que sustenta Carlos Fuentes, ha permitido destacar aspectos importantes de esta novela.
    Con el manejo, en uno de los planos, de la segunda persona gramatical que permite la introspección del personaje, en una especie de desdoblamiento que posibilita la propia interpelación y, finalmente, el diálogo, la concertación con sí mismo, construye un personaje que expone sus traiciones, sus abusos, sus mentiras; pero también, sus afectos.
Entre estos aspectos, Artemio reflexiona sobre si el destino rigió su vida o fue libre para elegir con lo cual se genera una lucha entre la libertad y la fatalidad. Unido a lo anterior, a través del pasado futuro, a pesar de  que ya todo ocurrió, las acciones del personaje son presentadas como posibles y no como ocurridas.
    Pero, además, al utilizar esta técnica del desdoblamiento acompañada del recurso de la gran analepsis en que consiste esta novela, la hondura del personaje se agranda con los efectos del tiempo, ya que desde su derrota final (el enfrentamiento inminente con la muerte) realiza un viaje en el que recorre su vida en sentido inverso, viaje que le permite, dada la distancia, entender y aceptar su vida; sopesar lo que fue y lo que pudo ser, introduciendo, de esta manera, la mirada irónica. Consigue, de este modo, un personaje complejo, mediante el que se expone la ambigüedad de la condición humana.
    Sin embargo la novela es, sobre todo,  una crítica, un alegato, una visión irónica de la historia del país observado desde el periodo de la Revolución Mexicana y el inmediatamente posterior, donde mediante la intervención de la voz del narrador omnisciente (la tercera persona gramatical) introduce el discurso del héroe clásico como trasfondo irónico del actuar del personaje quien paradójicamente se mueve siguiendo pautas diferentes porque el fin último del monomito, la transfiguración del héroe para enseñar la renovación de la vida, no se cumple en
La muerte de Artemio Cruz. Por el contrario, la figura del tirano perseguidor está siempre presente.
    La organización temporal del relato da la pauta para explicar qué relación guarda la alusión a los mitos antiguos: se trata de una novela, que en términos generales, se mueve del fin al principio; de tal manera que nacimiento y muerte se tocan. Por lo tanto, es casi al final de la narración cuando el lector se encuentra con la descripción del abandono imaginado por Lunero. Al llegar aquí, el lector ya sabe de las traiciones, abusos de poder, despojos, violaciones… de todos los actos despóticos de Artemio Cruz así como de la ambigüedad de su vida y sus elecciones.
    De ahí que la concretización de la alusión al mito del nacimiento del héroe presente una calidad muy diferente a la concretización que hubiera hecho el lector si hubiera leído linealmente. La concretización no es la de una elaboración mental de un proyecto en el que se va a ver actuar al héroe. Lo que la hace –debido a la organización temporal de la novela- inevitablemente irónica. La alusión al mito heroico es el paradigma contra el que el lector mide las acciones de Artemio Cruz.               
    Si se retoma lo afirmado por Fuentes en
Valiente Mundo Nuevo, con respecto a que el paradigma de la modernidad, con su visión lineal del tiempo, da lugar al nacimiento de la novela pero ésta no se siente completa y necesita romper la visión futurizante, La muerte de Artemio Cruz puede verse como una metáfora que se revela a la imposición del tiempo lineal y retoma el ciclo mitológico iniciando por el fin, para de esta manera hacer una especie de examen de la vida que el personaje no tuvo.
    La vida de Artemio funge como espejo irónico en el que se tocan el origen y la muerte, al mismo tiempo que la visión del personaje se inscribe en la modernidad y el mercantilismo. Por tanto, Fuentes se revela a la visión del mundo moderno pero lo asume; así pues,
La muerte de Artemio Cruz es una novela moderna que critica la modernidad. En la novela hay una instauración de la cosmovisión mítica, paradójicamente es Artemio el portador del tiempo simultáneo del mito a través de la memoria, al mismo tiempo que porta la visión futurizante.

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