Sincronía Fall 2011


Novelística decimonónica mexicana

Marina Ruano Gutiérrez

Universidad de Guadalajara


 

Santa, Clemencia, Monja y casada, virgen y mártir, La parcela, El hombre de la situación, y la posible innovación de las manifestaciones decimonónicas en la novelística mexicana.

 

Para revisar las características de la novela decimonónica mexicana, se considera conveniente realizar un recuento del concepto del romanticismo desde el punto de vista de los especialistas en el tema, los distintos estudios señalan el proceso que el romanticismo ha experimentado a través de la historia.  Así, para Anderson Imbert (1979) el romanticismo surge como una oposición al clasicismo, el vocablo aparecía como sinónimo de pintoresco, extravagante y absurdo, el término del romanticismo fue empleado en Alemania desde 1802, en Francia desde 1816, en Italia y en España a partir de 1818, y en Inglaterra desde 1823. El contacto se dio con los emigrados liberales de España e Hispanoamérica que se establecieron en Londres, y tenían como visión la imaginación, la naturaleza y el espíritu.  E. Allison Peers (1973) especifica que en España las características principales del romanticismo fueron crear novedad en el enredo, curiosidad en la expresión, con caracteres y costumbres muy ridiculizados, debía haber escenas de cada y espada y cuadros de moral. Y que a partir de 1840 se da una renovación en la variedad de tipos. Por su parte, Felipe Pedraza (1982) establece que el género romántico por excelencia es el drama histórico, que surge como una rebelión contra las normas impuestas por el neoclasicismo de la literatura francesa.

            En Hispanoamérica los países de rica producción literaria durante la época colonial, como México, Perú y Colombia, opina Emilio Carilla (1967) que son más conservadores y por lo tanto el romanticismo allí fue menos ruidoso y los modelos españoles son mucho más numerosos, pues la independencia política no presupone una independencia cultural. Mientras el resto de Hispanoamérica fue más influenciado por el prototipo de los franceses. A lo cual María Edmeé (Carilla, 1967) indica, que con la llegada del romanticismo a Hispanoamérica, la división social se manifestó en la literatura, y que fueron los de la clase media los de mayor espontaneidad y sinceridad, desbaratando reglas y rompiendo disciplinas en un libertinaje retórico y prosódico, que tanto desagradaba a lado aristocrático de los clásicos. Mientras que para Daniel Poyán (1957), la acción escénica va descendiendo inicia desde el castillo y palacio románticos europeos, pasa a través de los grandes salones y las casas ricas, hasta parar finalmente en las calles de México.

I

En América se dio el romanticismo conservador, por lo patriótico y nacional. La novela histórica de comienzos del siglo XIX, Benito Varela (2008) manifiesta, que surge en medio de situaciones complejas por las tensiones debidas a los nacientes estados político y económico, que reaccionan contra el dominio colonial, y concentra como personajes centrales a conquistadores e indígenas, donde se imponen temáticas como los procesos de la inquisición.

En la novela mexicana las características del principio del romanticismo, proyectadas en José Joaquín Fernández de Lizardi (México;1776 -1827), autor ubicado y educado a la luz de la ilustración, según Benito Varela (2008) son las ideas liberales de Europa, enlazado por un lado con el iluminismo de los ideales franceses, y por otro lado con la novela picaresca. Es decir que sus novelas conservan la intencionalidad didáctica, con ideas de educación y progreso, la critica a las instituciones, y se aplican los valores morales de la clase rica. Esta novela sigue los modelos neoclásicos en los que la intensión de la literatura es ser útil a la sociedad, reformar el poder político y educar al pueblo ignorante, culpa a la iglesia de la ignorancia del pueblo, se manifestaban en contra de la superstición y el fanatismo, porque a Lizardi, como escritor ilustrado, le preocupaban la independencia, la reforma del estado eclesiástico y la libertad de imprenta.

            Lo que une a estas novelas con la tradición es, además de las estructuras lingüísticas tradicionales y la narración en primera persona, como un recurso para exponer las ideas moralizantes del autor que expone, a decir de Benito Varela (2008), son también la fe religiosa, y sobresalen las oposiciones como: razón y sinrazón, virtudes y vicios, sabiduría e ignorancia.

Los principios del siglo XIX transcurrieron en una época en que se crearon las “tertulias literarias” y las revistas literarias eran su órgano de difusión, Brushwood (1989), menciona a la “sociedad literaria” a la que pertenecía el padre Hidalgo, en estas reuniones se discutían cuáles debían ser los nuevos ideales de la nación, y Lizardi fue uno de los que defendió estos ideales dando “paso de las ideas a la acción”. (Brushwood, 1989, 146). 

El Periquillo Sarniento como un ejemplo de las primeras novelas románticas en México, donde hace su aparición el narrador autodiegético, que toma parte de las acciones, al mismo tiempo que critica el comportamiento de la sociedad, presenta la visión de la vida cotidiana y la gran división de las clases sociales. Brushwood (1989, 146) opina que la novela ofrece un cuadro fascinador de la ciudad de México a principios del siglo XIX. La novela describe los cuadros de costumbres, con el realismo del protagonista y de los escenarios. Esta novela incorpora como elementos nuevos la temática mexicana, avanza hacia lo mexicano imponiendo la defensa de los valores autóctonos y de crítica social, hace uso de los dichos populares, sentencias y anécdotas con un tono humorístico y satírico. Asimismo, intercala palabras indígenas, se rebela en contra del arte del buen decir, y emplea el vocabulario del pueblo, pletórico de expresividad. Referente al lenguaje de Lizardi, Luis G. Urbina apunta, que “su estilo es llano hasta la chabacanería… exacto hasta la grosería… y su léxico está pletórico de modismos y vocablos regionales”.

La novela en México nació guardando cierto parecido con la novela española: en parecerse a la novela picaresca, en aparecer narrada en primera persona, en presentar una serie de aventuras en las que los “antihéroes” pasan de oficio en oficio y de un patrón a otro. Pero, difiere de la novela española en que Lizardi continúa con las ideas del siglo XVIII, y en que El Periquillo no se presenta precisamente como un pícaro sino como un débil de carácter influenciado por la sociedad de masas de su época. Y es diferente de las novelas españolas también en el momento en que la obra de Lizardi avanza hacia el prerromanticismo con el empleo de lo sentimental, en la presencia de hombres ricos y virtuosos, en la condición que les tocaba vivir a las mujeres menos afortunadas, elemento empleado por Lizardi para llamar la atención sobre los males de esa sociedad. Aquí sobresale el aspecto llamado satanismo, manifestado por el hombre que es injustamente condenado, sumergido en un caudal de horrores, y lo único que tiene como respuesta es la blasfemia y el sarcasmo. Otro de los aspectos es el titanismo, ostentado por el “rebelde” quien está fuera de toda moral e intenta resolver su situación con la ruptura de las leyes, como un medio para mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria.

Manuel Payno (México; 1810-1894), publica su novela El hombre de la situación en 1861, aparentemente, sin más propósito que distraer a los lectores. En esta novela no sólo se critica la falta de educación del pueblo sino que también se intenta de alguna manera solucionarla. En ese sentido la novela retoma otra vez temas didáctico-moralizantes, pero con el sentido de cambios que ayuden a mejorar la recién construida nación mexicana. La crítica de Payno reflexiona sobre los españoles “nuevos” los que recién en esos momentos llegaron a América, con la única intención de volverse ricos sin tener que trabajar. Eso causa tención entre los criollos que ya para entonces se sentían más americanos y habían logrado sobrevivir integrándose en la nueva sociedad. La novela se manifiesta en contra de aquellos españoles, parlanchines, oportunistas y acomodaticios, que llegaban para ocupar los cargos políticos más importantes.

            A través de tres generaciones de los protagonistas llamados Fulgencios, Payno construye una reflexión histórica desde las últimas décadas del virreinato hasta las que siguen a la independencia, y viaja, mostrando así, esa “compleja composición de tipos sociales” (Payno, 2004, 236), procurando dar a conocer, por medio de los personajes, los distintos vicios y muchas corruptelas. En esta novela, los personajes ya no son maniqueístas, es decir que no se exhiben los buenos contra los malos, sino que todos ellos aparecen provistos de las diversas características, haciéndolos más creíbles. Aunque en esta novela se repiten los cuadros de costumbres, iniciados por Lizardi, Anderson Imbert (1979) asegura que El hombre de la situación es más un documental que seguía las convenciones románticas, por el sentido de las aventuras y por las miradas irónicas a la sociedad. Payno pinta las costumbres rurales, y emplea el arte de escribir tal como habla el pueblo, sin adornos, este tipo de imitaciones a la lengua popular es todavía más abundante en Payno que en Lizardi.

Payno critica los atrasos de la sociedad mexicana tomando como base al personaje Fred, mexicano, hijo de Fulgencio, recién llegado de Londres, “inglés hecho y derecho” (Payno, 2004, 176). Esta novela innova en la estructura convencional al dejar el final “abierto”, sin llegar a una conclusión, para que cada lector la complete con sus propias reflexiones. A diferencia de Lizardi en esta novela de Payno sobresalen más los discursos entre los personajes que las descripciones del paisaje.

En general, en este tipo de novelas, tanto de Lizardi como de Payno, se cuentan una serie de aventuras como en las novelas picarescas, y comienzan a aparecer los personajes conocidos como “parásitos” que lograban su supervivencia por medio de una serie de trampas y sin necesidad de trabajar. Los temas que emprenden su manifestación en estas primeras novelas, y que se desarrollarán en novelas posteriores, son la presencia de la religión católica, la inquisición, el contraste del español con el indio, y la defensa de los criollos. Asimismo abunda la descripción de la tragedia, sobresalen las víctimas y se impone como tema la abundancia de quejas y lágrimas como elementos que servirán de modelo para las futuras novelas románticas. De este tipo de novelas de corte histórico, con héroes en acción, surgirán después temas para la novela indigenistas con los grandes conflictos étnicos. Y a Payno le corresponde ser el novelista de transición entre el prerromanticismo y el romanticismo propiamente dicho.

II

El romanticismo en México surge como un descontento contra los elementos tradicionales, se inclina por la ruptura de los moldes, mezclando lo grave con lo ridículo, opta por la quiebra de la estructura, o atraviesa el fragmentarismo, por medio del cual el autor le ofrece al público lo que su libre inspiración le dicta, no como mero capricho, sino con la finalidad de conseguir una manera original de expresarse.            En los personajes románticos el destino juega un papel muy importante, ya no es el pícaro que puede ascender en la escala social, sino que el romántico se mantiene siempre al margen de las leyes y finalmente es arrastrado por la casualidad y el azar y es arrollado de manera trágica por la gran masa social. Los personajes son más maniqueos, existen los de comportamientos antisociales, corruptos por naturaleza que carecen de nombre propio, pero también están los típicos héroes románticos, de origen desconocido, de comportamiento noble y notablemente ricos, viven enamorados de una dama noble que le corresponde, pero diversos obstáculos se oponen a la felicidad de los amantes. Los personajes femeninos de las novelas, con algunas excepciones, acostumbraban a ser sujetos pasivos y superficiales. Las pasiones entre ambos podían ser lícitas o ilícitas, angélicas o demoníacas. Lo anterior, enmarcado con decoraciones tétricas, obscuras, en donde sobresalen los temas del amor, la muerte, el sueño, la poesía, y el semblante de la naturaleza acompañando el estado anímico del personaje.

            En estas novelas con temas políticos, se mezclan asuntos históricos con asuntos contemporáneos, aquí los temas del descubrimiento y la conquista resultaron apropiados para la creación de personajes singulares. Vicente Riva Palacio (México; 1832-1896) en su novela Monja y casada, virgen y mártir, que al igual que El libro rojo, que publicara junto con Manuel Payno, estuviera vinculada con la pasión histórica y el desentrañamiento como registro de la muerte que México vivió durante ese proceso de civilización. (Payno, 2004). La novela de Vicente Riva Palacio, Monja y casada, virgen y mártir, conserva la intención tradicionalista de libertad y justicia nacional, y repite pasajes costumbristas. Los diálogos son más bien de tono declamatorio, tradicional también en la aceptación de la religión católica

            El dato histórico de esta novela se centra en la construcción del convento de Santa Teresa en la ciudad de México allá por el año de 1615. La novela registra personajes históricos tales como el último emperador azteca Cuauhtémoc (Guatimotzín), Quesada el oidor de la Real Audiencia, Sor Juana Inés de la Cruz. Entre los personajes que conforman la novela se encuentran las damas, doña Beatriz, la amante fiel, y su ahijada Doña Blanca (tan pálidas como hermosas), quienes después de perder sus vienes hubieron de quedar enclaustradas en un convento como única manera de conservar su supervivencia y su honra.

            Riva Palacio incorpora en su novela la otra parte de la sociedad, la menos afortunada, la del pueblo, la hechicera llamada la Sarmiento, o las muchachas que no tenían otra salida que dedicarse a la prostitución para sobrevivir. Se repiten los temas sobre los procesos inquisitoriales, las disputas por las herencias, los crímenes y las cuitas amorosas. Menciona también, aparte de las marcadas diferencias de clases sociales, las existentes clases raciales que convivían en el México de las primeras décadas, entre ellos los negros, los mulatos, los indios, los zambos, que por lo general vivían como esclavos o sirvientes de algún rico. Y entre unos y otros, entre ricos y esclavos, están los hombres de mala conducta, que no alcanzan un nombre propio apenas sí un apodo como el Ahuizote y el Mariguana. Con lo anterior, la obra de Riva Palacio se enlaza con el realismo, y el resultado aparece precisamente con la visión que tenía de abarcar a todos los estratos de la sociedad, recreando personas con caracterizaciones reales.

Ignacio Manuel Altamirano (México; 1834-1893), pertenecía a la segunda generación de literatos románticos que se hallaba conformada por los miembros del Liceo Hidalgo. A Altamirano se le conoce, por sus escritos, como uno de los principales cronistas del México decimonónico. Su novela Clemencia (1869) no era considerada, para su autor, como un simple pasatiempo sino que contenía fondo histórico y doctrina política en la que se manifestaban sus deseos nacionalistas y se criticaba el militarismo y la falta de educación del pueblo. Esta es una novela de tinte histórico, situada en la ciudad de Guadalajara, en época de la intervención francesa, entre los años de 1863 y 1864. Los espacios naturales o paisajes son muy significativos y continuamente guardan alguna relación con la historia, pero también se detiene en las habitaciones que son descritas con el mayor grado de precisión, espacios en donde, como en los cuentos de horror, se da la composición de claroscuros.

En esta novela se encuentra coincidencia con el orden temporal, no aparece alteración del texto entre discurso e historia. La trama de las acciones siguen un orden cronológico: primero se hace la presentación del célebre personaje, el cargo u oficio que lo caracteriza, y en seguida “viene el llamado a la aventura, a la cual sin saberlo, asiste de inmediato”. Las generalidades de este tipo de novelas románticas consisten en que al principio se presentan las características físicas, intelectuales y de los quehaceres ordinarios de sus personajes, constantemente en un tono didáctico y una marcada religiosidad, sin dejar de señalar que es más importante la sencillez de corazón que la riqueza o la inteligencia. Prevalecen como valores sociales, la autoridad de los padres, la honestidad, el amor, y lo superfluo de la belleza. Los tonos son de melancolía, de nostalgia, de sufrimiento, y lo supremo del relato aparece con la muerte o conversión religiosa por parte del héroe.

Las narraciones de la novela se encuentran escritas en primera persona, Benito Varela (2008) afirma que eso funciona como un recurso para exponer las ideas moralistas del autor, la narración presenta un tono de nostalgia por el pasado histórico, recordando muchas veces esas historias que pasaban contadas de generación en generación. De acuerdo con Todorov (1999) el que está contando es quien fija los elementos históricos de la sociedad y ejerce un marcado dominio sobre la narración. Sobresale en esta novela el protagonismo femenino propio de cuentos y leyendas de México e Hispanoamérica. El lenguaje empleado para la expresión de los personajes consiste en la sencillez, en lo popular, basado muchas de las ocasiones en sintagmas fijos, provenientes algunas veces de la tradición oral, de la palabra viva de los distintos grupos étnicos de México, indígenas y mestizos principalmente. Además de considerar que el lenguaje popular tiene un mayor poder de convencimiento y la seguridad de que quede grabado en la memoria. El lenguaje convencional de esta novela aparece como un anticipo de la novela realista de las últimas décadas del siglo XIX.

La novela de Clemencia, en particular, avanza hacia la novela realista porque, juntamente con la historia, trata asuntos de carácter sociológico, e innova al expresar ideas nacionalistas recreando los episodios turbulentos del país. Altamirano se interesa por el arte de la composición en la literatura, existe una preocupación por depurar el estilo, y perfeccionar la forma que con todo propósito había sido modificada por los escritores románticos anteriores a él.  El progreso de puede ver también en la estructura del argumento, y en los caracteres bien definidos de los personajes, y la habilidad que ostentan para dialogar entre ellos. Aunque la novela conserva el tono religioso, en ocasiones se manifiesta en contra de los santos. Y los problemas étnicos los resuelve dándole a cada personaje un oficio que desempeñar, y obtengan con ello la oportunidad de no ser esclavos.

III

La culminación de las letras decimonónicas irrumpió de lleno en el México moderno, acompañada de la creación de las vías férreas, también se veía nacer el teléfono, la luz eléctrica, con ella los tranvías, y hacen su aparición también los primeros automóviles. Entre otras cosas se extiende la banca, la agricultura, la minería, el comercio, la industria. Se transforman los Puertos de Veracruz, Tampico y Salina Cruz… El realismo en la novela mexicana se identifica por la particular forma de escribir, atiende a la estructura y al equilibrio de los elementos estilísticos, ya no existe espacio para la espontaneidad ni las palabras mal sonantes. A los modernistas los seguían los abundantes recuerdos de muertes y torturas de años y años de luchas ininterrumpidas. Los escritores de esta época llegaron a recopilar numerosos documentos históricos “como las colecciones de acuerdos, órdenes, decretos sobre tierras y casas, solares de los indígenas, bienes de comunidades y fondos legales de los pueblos”. (González, 1987, 176).                    

La novela realista en México inicia con José López Portillo y Rojas (Guadalajara, México; 1850-1923), una de sus principales obras se titula La parcela (1898). En esta novela histórica el autor expone su juicio sobre la literatura, y aunque se aparta de lo romántico sentimental y llorón, tampoco se involucra por completo con las características del naturalismo. El propósito de la novela era presentar una literatura mexicana nacionalista, que simpatizara con las clases sociales menos favorecidas de México, en la narración aún se conservan ciertas señales que hacen resaltar las fábulas y las leyendas del pueblo. Para la novelística de López Portillo, el mejoramiento social dependía del mejoramiento individual, en ella se protesta sobre algunos problemas sociales y asentados personajes, se estipulaba que con el esfuerzo de la clase media podía llegar a crearse el futuro del país. En La Parcela no sólo se mencionan las distintas clases si no que ya se hace una distinción muy notable entre una y otras, así como el lugar que ocupan en la sociedad, de manera económica, se dividían, generalmente, en las clases favorecidas y la clase inferior. En la época existían cuatro clases sociales: los grandes propietarios, la clase media urbana compuesta por profesionistas, los rancheros, y los peones (que ocupaban el 90% de la población). (González, 1987, 176). El indio pasó a ser la clase trabajadora y la más explotada, y no deja de haber un menosprecio por la vida campesina, y marcada subjetividad cuando se les describe.

            La Parcela es una novela con temática mexicana, en la que se presenta la disputa que sostienen dos terratenientes, de unas porciones de tierra ubicadas entre Cocula y Tequila (Jalisco), y para aligerar el relato se intercala una trama sentimental, que es el amor idealizado que se profesan los jóvenes Gonzalo y Ramona, hijos de los terratenientes anteriores y por tanto rivales (intertextualidad de Romeo y Julieta), pero con final feliz. Esta novela carece del rasgo tan marcado de lo didáctico-moralizador que caracterizaba a los prerrománticos y románticos anteriores, aunque preserva un tono marcadamente conservador. En la novela la religión permanece situada como una estructura ideológica: Dios es bueno con los ricos, también se percibe una señalada preferencia por el color blanco de la piel, y concurren personajes maniqueos.

El naturalismo en México, según Benito Varela (2008), surge con la aparición de la novela Santa (1902), la obra más conocida de Federico Gamboa (México; 1864-1939). Considerada como novela experimental, en ella aparecen como elementos distintivos los celos, el adulterio, y la rebelión. Habla tanto de la vida de la ciudad como de los ambientes rurales, en especial se ocupa de la gente pobre y sin participación en la sociedad realizando una revisión de los valores.

            Aunque ésta sea considerada la novela de una cortesana, Santa, nombre por demás llamativo y morboso para una meretriz, esta novela presenta como un ejemplo la travesía de una muchacha de campo que, por pobreza e ignorancia, fue a parar sin más remedio a un lugar de esos de “dudoso aspecto” como único medio para ganarse un techo y el sustento diario, después de haber sido arrojada de su casa por su propia familia, al considerarla deshonrada. Más que una mujer fatal es una víctima de las circunstancias y de la enajenación religiosa en que los españoles sumieron al pueblo de México. Está enamorada del personaje El Jarameño, sin ser correspondida, a su vez el pianista y ciego Hipólito está enamorado de ella, a quien le corresponde sólo en los últimos momentos de su vida. Todo lo que le ocurre a Santa no es nada agradable, hasta que finalmente muere de manera trágica, muerte propia para una heroína romántica y no como una protagonista del naturalismo.

            Entre los aspectos que hacen que esta novela avance hacia la modernidad, están primeramente el tratamiento de los personajes femeninos, que no son ya pasivos, sumisos, etc. Ahora se acentúa la doble moral, que aunque siempre ha existido, pareció haberse exaltado con los desenfrenos románticos durante el siglo XIX, aunque siempre encubiertos por la religión, el dinero y la elegancia.

Los protagonistas femeninos de la novela decimonónica no son los mismos que presentan algunos estudios relacionados con el tema, en que la mujer, desde el punto de vista romántico, surge como “mujer fatal” (Herrera), hacedora de su propio destino y perturbadora de la paz masculina. En países como México, altamente conservadores y profundamente religiosos, en las novelas los personajes femeninos sólo tenían dos opciones, la primera opción sólo propia para las protagonistas bellas y nobles, que tenían la posibilidad de llagar a ser las esposas o amantes fieles de un rico o un caballero, en caso de que el amante por causas de alguna riña muriera, entonces ella conseguía ingresar a un convento, como los casos de los personajes de Doña Beatriz o Doña Blanca, en Monja y casada, virgen y mártir. La otra alternativa  concurre con las mujeres “sin opción”, son pobres, sin familia, en una época en la que no existe la manera de escalar dentro de una sociedad controlada por la iglesia y la clase social aristócrata, a estos personajes femeninos no los queda otra opción que, al igual que Santa, dedicarse a la prostitución. Interesa señalar que el personaje de Santa no es una mujer fatal sino una mujer víctima de las circunstancias sociales de su tiempo. Entre unas mujeres y otras, monjas y prostitutas, se encuentran aquellas mujeres que tuvieron la fortuna de emplearse como sirvientas en los trabajos domésticos, que no por ello dejaban de ser usadas sexualmente por los patrones, sin llegar siquiera a ser la figura de la amante.

Con todo ello, la descripción estereotipada de la mujer romántica, mezcla del desencanto y el amor, constantemente es la misma, eternamente idealizada: Muy religiosa, de buenas costumbres, blanca, delgada, de cabello largo, pálida como una muerta, frágil, delicada, enfermiza, y el rasgo de la belleza como sinónimo de castidad. El vestuario (al igual que el paisaje) en este tipo de novelas siempre va de acuerdo al desarrollo anímico del personaje, por lo general viste de blanco. Pero en las novelas mexicanas el vestido negro es el símbolo del porvenir de la mujer, es el sufrimiento eterno, tendrá problemas amorosos, perderá al amante, y en contra de su voluntad se meterá a un convento, como una azucena marchita.

 

REFERENCIAS:

-ALLISON Peers, E., Historia del movimiento romántico español, dos tomos, Madrid, Ed. Gredos, 1973.                                                                        

-ALTAMIRANO, Ignacio Manuel, Clemencia, México, Ediciones Leyenda, S.A., 2007.

-ANDERSON Imbert, Enrique, Historia de la literatura hispanoamericana, T. I La colonia. Cien años de república, México, F.C.E., 1979.

-BRUSHWOOD, John. S., México en su novela, F.C.E., 1998.

-CARDWELL, Richard A., Studies in romanticism, XII, "Don Álvaro or the force of cosmic injustice", 1973.

-CARILLA, Emilio, El romanticismo en la América Hispánica, Tomos I y II, Biblioteca Románica Hispánica, Madrid, Gredos, S.A., 1967.                     

-CHÁVEZ, Víctor, “Capítulo I. Antecedentes, Contexto histórico”, s/d.

-DÍAZ-PLAJA, Guillermo, "Perfil del teatro romántico español" en Estudios escénicos, número 8, 1963.                                                              

-FERNÁNDEZ de Lizardi, José Joaquín, El periquillo sarniento, México, porrúa, 1987.

-GAMBOA, Federico, Santa, México, Ediciones leyenda, S.A., 2007.

-GONZÁLEZ Casillas, Magdalena, Historia de la literatura jalisciense en el siglo XIX, México, UNED, Gobierno de Jalisco, Secretaría General, Unidad Editorial, 1987.

-HERRERA, Arnulfo, Algunos mitos de los románticos mexicanos, México, UNAM, s/f.

-LÓPEZ Portillo y Rojas, José, (edit. y prólogo de Antonio Castro Leal), La Parcela, México, Porrúa, 1987.

-OLEA Franco, Rafael (Ed.), Literatura mexicana del otro fin de siglo, El Colegio de México, 2001.

-PAYNO, Manuel, El hombre de la situación, México, Alfaguara, 2004.

_______, y Vicente Riva Palacio, El libro rojo, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2005.

-PEDRAZA Jiménez, Felipe B., y Rodríguez Cáceres, Milagros, (coords.), Manual de literatura española IV, Época romántica, Navarra, Cenit ediciones, 1982.

-POYÁN Díaz, Daniel, Enrique Gaspar. Medio siglo de teatro español, Vol. I, Madrid, Gredos, 1957.

-RIVA Palacio, Vicente, Monja y casada, virgen y mártir, México, Porrúa, 1982.

-SÁNCHEZ, Roberto G., "Cara y cruz de la teatralidad romántica, Don Álvaro y Don Juan Tenorio" en Ínsula, número 336, suplemento, 1974.

-TODOROV, Tzvetan, Introducción a la literatura fantásticas, México, Ediciones Coyoacán, 1999.

-URBINA, Luis, G., Boletín del Instituto Tecnológico Autónomo de México, www.boletin.itam.mx

-VARELA Jácome, Benito, Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com , extraído el 18 de agosto de 2008.


Sincronía Fall 2011