Novelística decimonónica mexicana
Marina Ruano Gutiérrez
Universidad de Guadalajara
Santa, Clemencia, Monja y casada, virgen y mártir, La parcela, El hombre de la situación, y la posible innovación de las manifestaciones decimonónicas en la novelística mexicana.
Para revisar las
características de la novela decimonónica mexicana, se considera conveniente
realizar un recuento del concepto del romanticismo desde el punto de vista de
los especialistas en el tema, los distintos estudios señalan el proceso que el
romanticismo ha experimentado a través de la historia. Así, para Anderson Imbert (1979) el
romanticismo surge como una oposición al clasicismo, el vocablo aparecía como
sinónimo de pintoresco, extravagante y absurdo, el término del romanticismo fue
empleado en Alemania desde 1802, en Francia desde 1816, en Italia y en España a
partir de 1818, y en Inglaterra desde 1823. El contacto se dio con los
emigrados liberales de España e Hispanoamérica que se establecieron en Londres,
y tenían como visión la imaginación, la naturaleza y el espíritu. E. Allison Peers (1973) especifica que en
España las características principales del romanticismo fueron crear novedad en
el enredo, curiosidad en la expresión, con caracteres y costumbres muy
ridiculizados, debía haber escenas de cada y espada y cuadros de moral. Y que a
partir de 1840 se da una renovación en la variedad de tipos. Por su parte, Felipe
Pedraza (1982) establece que el género romántico por excelencia es el drama
histórico, que surge como una rebelión contra las normas impuestas por el
neoclasicismo de la literatura francesa.
En Hispanoamérica los países de rica producción literaria
durante la época colonial, como México, Perú y Colombia, opina Emilio Carilla
(1967) que son más conservadores y por lo tanto el romanticismo allí fue menos
ruidoso y los modelos españoles son mucho más numerosos, pues la independencia
política no presupone una independencia cultural. Mientras el resto de
Hispanoamérica fue más influenciado por el prototipo de los franceses. A lo
cual María Edmeé (Carilla, 1967) indica, que con la llegada del romanticismo a
Hispanoamérica, la división social se manifestó en la literatura, y que fueron
los de la clase media los de mayor espontaneidad y sinceridad, desbaratando
reglas y rompiendo disciplinas en un libertinaje retórico y prosódico, que
tanto desagradaba a lado aristocrático de los clásicos. Mientras que para
Daniel Poyán (1957), la acción escénica va descendiendo inicia desde el
castillo y palacio románticos europeos, pasa a través de los grandes salones y
las casas ricas, hasta parar finalmente en las calles de México.
I
En América se dio el
romanticismo conservador, por lo patriótico y nacional. La novela histórica de comienzos
del siglo XIX, Benito Varela (2008) manifiesta, que surge en medio de
situaciones complejas por las tensiones debidas a los nacientes estados
político y económico, que reaccionan contra el dominio colonial, y concentra
como personajes centrales a conquistadores e indígenas, donde se imponen
temáticas como los procesos de la inquisición.
En la novela
mexicana las características del principio del romanticismo, proyectadas en José
Joaquín Fernández de Lizardi (México;1776 -1827), autor ubicado y educado a la
luz de la ilustración, según Benito Varela (2008) son las ideas liberales de
Europa, enlazado por un lado con el iluminismo de los ideales franceses, y por
otro lado con la novela picaresca. Es decir que sus novelas conservan la
intencionalidad didáctica, con ideas de educación y progreso, la critica a las
instituciones, y se aplican los valores morales de la clase rica. Esta novela sigue
los modelos neoclásicos en los que la intensión de la literatura es ser útil a
la sociedad, reformar el poder político y educar al pueblo ignorante, culpa a
la iglesia de la ignorancia del pueblo, se manifestaban en contra de la
superstición y el fanatismo, porque a Lizardi, como escritor ilustrado, le
preocupaban la independencia, la reforma del estado eclesiástico y la libertad
de imprenta.
Lo que une a estas novelas con la tradición es, además de
las estructuras lingüísticas tradicionales y la narración en primera persona,
como un recurso para exponer las ideas moralizantes del autor que expone, a
decir de Benito Varela (2008), son también la fe religiosa, y sobresalen las
oposiciones como: razón y sinrazón, virtudes y vicios, sabiduría e ignorancia.
Los principios
del siglo XIX transcurrieron en una época en que se crearon las “tertulias
literarias” y las revistas literarias eran su órgano de difusión, Brushwood
(1989), menciona a la “sociedad literaria” a la que pertenecía el padre
Hidalgo, en estas reuniones se discutían cuáles debían ser los nuevos ideales
de la nación, y Lizardi fue uno de los que defendió estos ideales dando “paso
de las ideas a la acción”. (Brushwood, 1989, 146).
El Periquillo Sarniento como un ejemplo de las primeras novelas
románticas en México, donde hace su aparición el narrador autodiegético, que toma
parte de las acciones, al mismo tiempo que critica el comportamiento de la
sociedad, presenta la visión de la vida cotidiana y la gran división de las
clases sociales. Brushwood (1989, 146) opina que la novela ofrece un cuadro
fascinador de la ciudad de México a principios del siglo XIX. La novela describe
los cuadros de costumbres, con el realismo del protagonista y de los
escenarios. Esta novela incorpora como elementos nuevos la temática mexicana,
avanza hacia lo mexicano imponiendo la defensa de los valores autóctonos y de
crítica social, hace uso de los dichos populares, sentencias y anécdotas con un
tono humorístico y satírico. Asimismo, intercala palabras indígenas, se rebela en
contra del arte del buen decir, y emplea el vocabulario del pueblo, pletórico
de expresividad. Referente al lenguaje de Lizardi, Luis G. Urbina apunta, que
“su estilo es llano hasta la chabacanería… exacto hasta la grosería… y su
léxico está pletórico de modismos y vocablos regionales”.
La novela en
México nació guardando cierto parecido con la novela española: en parecerse a
la novela picaresca, en aparecer narrada en primera persona, en presentar una serie
de aventuras en las que los “antihéroes” pasan de oficio en oficio y de un patrón
a otro. Pero, difiere de la novela española en que Lizardi continúa con las
ideas del siglo XVIII, y en que El
Periquillo no se presenta precisamente como un pícaro sino como un débil de
carácter influenciado por la sociedad de masas de su época. Y es diferente de
las novelas españolas también en el momento en que la obra de Lizardi avanza
hacia el prerromanticismo con el empleo de lo sentimental, en la presencia de
hombres ricos y virtuosos, en la condición que les tocaba vivir a las mujeres
menos afortunadas, elemento empleado por Lizardi para llamar la atención sobre
los males de esa sociedad. Aquí sobresale el aspecto llamado satanismo, manifestado por el hombre que
es injustamente condenado, sumergido en un caudal de horrores, y lo único que
tiene como respuesta es la blasfemia y el sarcasmo. Otro de los aspectos es el titanismo, ostentado por el “rebelde” quien
está fuera de toda moral e intenta resolver su situación con la ruptura de las
leyes, como un medio para mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de
su miseria.
Manuel Payno
(México; 1810-1894), publica su novela El
hombre de la situación en 1861, aparentemente, sin más propósito que distraer
a los lectores. En esta novela no sólo se critica la falta de educación del
pueblo sino que también se intenta de alguna manera solucionarla. En ese
sentido la novela retoma otra vez temas didáctico-moralizantes, pero con el
sentido de cambios que ayuden a mejorar la recién construida nación mexicana.
La crítica de Payno reflexiona sobre los españoles “nuevos” los que recién en
esos momentos llegaron a América, con la única intención de volverse ricos sin
tener que trabajar. Eso causa tención entre los criollos que ya para entonces
se sentían más americanos y habían logrado sobrevivir integrándose en la nueva
sociedad. La novela se manifiesta en contra de aquellos españoles, parlanchines,
oportunistas y acomodaticios, que llegaban para ocupar los cargos políticos más
importantes.
A través de tres generaciones de los protagonistas
llamados Fulgencios, Payno construye una reflexión histórica desde las últimas
décadas del virreinato hasta las que siguen a la independencia, y viaja, mostrando
así, esa “compleja composición de tipos sociales” (Payno, 2004, 236),
procurando dar a conocer, por medio de los personajes, los distintos vicios y
muchas corruptelas. En esta novela, los personajes ya no son maniqueístas, es
decir que no se exhiben los buenos contra los malos, sino que todos ellos aparecen
provistos de las diversas características, haciéndolos más creíbles. Aunque en
esta novela se repiten los cuadros de costumbres, iniciados por Lizardi, Anderson
Imbert (1979) asegura que El hombre de la
situación es más un documental que seguía las convenciones románticas, por
el sentido de las aventuras y por las miradas irónicas a la sociedad. Payno
pinta las costumbres rurales, y emplea el arte de escribir tal como habla el
pueblo, sin adornos, este tipo de imitaciones a la lengua popular es todavía
más abundante en Payno que en Lizardi.
Payno critica
los atrasos de la sociedad mexicana tomando como base al personaje Fred,
mexicano, hijo de Fulgencio, recién llegado de Londres, “inglés hecho y derecho”
(Payno, 2004, 176). Esta novela innova en la estructura convencional al dejar
el final “abierto”, sin llegar a una conclusión, para que cada lector la
complete con sus propias reflexiones. A diferencia de Lizardi en esta novela de
Payno sobresalen más los discursos entre los personajes que las descripciones
del paisaje.
En general, en este
tipo de novelas, tanto de Lizardi como de Payno, se cuentan una serie de
aventuras como en las novelas picarescas, y comienzan a aparecer los personajes
conocidos como “parásitos” que lograban su supervivencia por medio de una serie
de trampas y sin necesidad de trabajar. Los temas que emprenden su
manifestación en estas primeras novelas, y que se desarrollarán en novelas
posteriores, son la presencia de la religión católica, la inquisición, el
contraste del español con el indio, y la defensa de los criollos. Asimismo abunda
la descripción de la tragedia, sobresalen las víctimas y se impone como tema la
abundancia de quejas y lágrimas como elementos que servirán de modelo para las
futuras novelas románticas. De este tipo de novelas de corte histórico, con
héroes en acción, surgirán después temas para la novela indigenistas con los
grandes conflictos étnicos. Y a Payno le corresponde ser el novelista de
transición entre el prerromanticismo y el romanticismo propiamente dicho.
II
El romanticismo en México
surge como un descontento contra los elementos tradicionales, se inclina por la
ruptura de los moldes, mezclando lo grave con lo ridículo, opta por la quiebra
de la estructura, o atraviesa el fragmentarismo, por medio del cual el autor le
ofrece al público lo que su libre inspiración le dicta, no como mero capricho,
sino con la finalidad de conseguir una manera original de expresarse. En los personajes románticos el destino
juega un papel muy importante, ya no es el pícaro que puede ascender en la
escala social, sino que el romántico se mantiene siempre al margen de las leyes
y finalmente es arrastrado por la casualidad y el azar y es arrollado de manera
trágica por la gran masa social. Los personajes son más maniqueos, existen los
de comportamientos antisociales, corruptos por naturaleza que carecen de nombre
propio, pero también están los típicos héroes románticos, de origen
desconocido, de comportamiento noble y notablemente ricos, viven enamorados de
una dama noble que le corresponde, pero diversos obstáculos se oponen a la
felicidad de los amantes. Los personajes femeninos de las novelas, con algunas
excepciones, acostumbraban a ser sujetos pasivos y superficiales. Las pasiones
entre ambos podían ser lícitas o ilícitas, angélicas o demoníacas. Lo anterior,
enmarcado con decoraciones tétricas, obscuras, en donde sobresalen los temas
del amor, la muerte, el sueño, la poesía, y el semblante de la naturaleza
acompañando el estado anímico del personaje.
En estas novelas con temas políticos, se mezclan asuntos
históricos con asuntos contemporáneos, aquí los temas del descubrimiento y la
conquista resultaron apropiados para la creación de personajes singulares. Vicente
Riva Palacio (México; 1832-1896) en su novela Monja y casada, virgen y mártir, que al igual que El libro rojo, que publicara junto con
Manuel Payno, estuviera vinculada con la pasión histórica y el desentrañamiento
como registro de la muerte que México vivió durante ese proceso de
civilización. (Payno, 2004). La novela de Vicente Riva Palacio, Monja y casada, virgen y mártir,
conserva la intención tradicionalista de libertad y justicia nacional, y repite
pasajes costumbristas. Los diálogos son más bien de tono declamatorio,
tradicional también en la aceptación de la religión católica
El dato histórico de esta novela se
centra en la construcción del convento de Santa Teresa en la ciudad de México
allá por el año de 1615. La novela registra personajes históricos tales como el
último emperador azteca Cuauhtémoc (Guatimotzín), Quesada el oidor de la Real
Audiencia, Sor Juana Inés de la Cruz. Entre los personajes que conforman la
novela se encuentran las damas, doña Beatriz, la amante fiel, y su ahijada Doña
Blanca (tan pálidas como hermosas), quienes después de perder sus vienes hubieron
de quedar enclaustradas en un convento como única manera de conservar su
supervivencia y su honra.
Riva Palacio incorpora en su novela la otra parte de la
sociedad, la menos afortunada, la del pueblo, la hechicera llamada la Sarmiento,
o las muchachas que no tenían otra salida que dedicarse a la prostitución para
sobrevivir. Se repiten los temas sobre los procesos inquisitoriales, las
disputas por las herencias, los crímenes y las cuitas amorosas. Menciona también,
aparte de las marcadas diferencias de clases sociales, las existentes clases
raciales que convivían en el México de las primeras décadas, entre ellos los negros,
los mulatos, los indios, los zambos, que por lo general vivían como esclavos o
sirvientes de algún rico. Y entre unos y otros, entre ricos y esclavos, están
los hombres de mala conducta, que no alcanzan un nombre propio apenas sí un
apodo como el Ahuizote y el Mariguana. Con lo anterior, la obra de Riva Palacio
se enlaza con el realismo, y el resultado aparece precisamente con la visión
que tenía de abarcar a todos los estratos de la sociedad, recreando personas
con caracterizaciones reales.
Ignacio Manuel
Altamirano (México; 1834-1893), pertenecía a la segunda generación de literatos
románticos que se hallaba conformada por los miembros del Liceo Hidalgo. A
Altamirano se le conoce, por sus escritos, como uno de los principales
cronistas del México decimonónico. Su novela Clemencia (1869) no era considerada, para su autor, como un simple
pasatiempo sino que contenía fondo histórico y doctrina política en la que se manifestaban
sus deseos nacionalistas y se criticaba el militarismo y la falta de educación
del pueblo. Esta es una novela de tinte histórico, situada en la ciudad de
Guadalajara, en época de la intervención francesa, entre los años de 1863 y
1864. Los espacios naturales o paisajes son muy significativos y continuamente
guardan alguna relación con la historia, pero también se detiene en las
habitaciones que son descritas con el mayor grado de precisión, espacios en
donde, como en los cuentos de horror, se da la composición de claroscuros.
En esta novela
se encuentra coincidencia con el orden temporal, no aparece alteración del
texto entre discurso e historia. La trama de las acciones siguen un orden
cronológico: primero se hace la presentación del célebre personaje, el cargo u
oficio que lo caracteriza, y en seguida “viene el llamado a la aventura, a la
cual sin saberlo, asiste de inmediato”. Las generalidades de este tipo de
novelas románticas consisten en que
al principio se presentan las características físicas, intelectuales y de los
quehaceres ordinarios de sus personajes, constantemente en un tono didáctico y
una marcada religiosidad, sin dejar de señalar que es más importante la
sencillez de corazón que la riqueza o la inteligencia. Prevalecen como valores
sociales, la autoridad de los padres, la honestidad, el amor, y lo superfluo de
la belleza. Los tonos son de melancolía, de nostalgia, de sufrimiento, y lo supremo
del relato aparece con la muerte o conversión religiosa por parte del héroe.
Las narraciones
de la novela se encuentran escritas en primera persona, Benito Varela (2008)
afirma que eso funciona como un recurso para exponer las ideas moralistas del autor,
la narración presenta un tono de nostalgia por el pasado histórico, recordando
muchas veces esas historias que pasaban contadas de generación en generación. De
acuerdo con Todorov (1999) el que está contando es quien fija los elementos históricos
de la sociedad y ejerce un marcado dominio sobre la narración. Sobresale en
esta novela el protagonismo femenino propio de cuentos y leyendas de México e
Hispanoamérica. El lenguaje empleado para la expresión de los personajes
consiste en la sencillez, en lo popular, basado muchas de las ocasiones en
sintagmas fijos, provenientes algunas veces de la tradición oral, de la palabra
viva de los distintos grupos étnicos de México, indígenas y mestizos
principalmente. Además de considerar que el lenguaje popular tiene un mayor
poder de convencimiento y la seguridad de que quede grabado en la memoria. El
lenguaje convencional de esta novela aparece como un anticipo de la novela
realista de las últimas décadas del siglo XIX.
La novela de Clemencia, en particular, avanza hacia
la novela realista porque, juntamente con la historia, trata asuntos de
carácter sociológico, e innova al expresar ideas nacionalistas recreando los
episodios turbulentos del país. Altamirano se interesa por el arte de la
composición en la literatura, existe una preocupación por depurar el estilo, y
perfeccionar la forma que con todo propósito había sido modificada por los escritores
románticos anteriores a él. El progreso
de puede ver también en la estructura del argumento, y en los
caracteres bien definidos de los personajes, y la habilidad que ostentan para dialogar
entre ellos. Aunque la novela conserva el tono religioso, en ocasiones se
manifiesta en contra de los santos. Y los problemas étnicos los resuelve
dándole a cada personaje un oficio que desempeñar, y obtengan con ello la
oportunidad de no ser esclavos.
III
La culminación de las
letras decimonónicas irrumpió de lleno en el México moderno, acompañada de la
creación de las vías férreas, también se veía nacer el teléfono, la luz eléctrica,
con ella los tranvías, y hacen su aparición también los primeros automóviles.
Entre otras cosas se extiende la banca, la agricultura, la minería, el
comercio, la industria. Se transforman los Puertos de Veracruz, Tampico y
Salina Cruz… El realismo en la novela mexicana se identifica por la particular forma
de escribir, atiende a la estructura y al equilibrio de los elementos
estilísticos, ya no existe espacio para la espontaneidad ni las palabras mal
sonantes. A los modernistas los seguían los abundantes recuerdos de muertes y
torturas de años y años de luchas ininterrumpidas. Los escritores de esta época
llegaron a recopilar numerosos documentos históricos “como las colecciones de
acuerdos, órdenes, decretos sobre tierras y casas, solares de los indígenas,
bienes de comunidades y fondos legales de los pueblos”. (González, 1987, 176).
La novela
realista en México inicia con José López Portillo y Rojas (Guadalajara, México;
1850-1923), una de sus principales obras se titula La parcela (1898). En esta novela histórica el autor expone su
juicio sobre la literatura, y aunque se aparta de lo romántico sentimental y
llorón, tampoco se involucra por completo con las características del
naturalismo. El propósito de la novela era presentar una literatura mexicana
nacionalista, que simpatizara con las clases sociales menos favorecidas de
México, en la narración aún se conservan ciertas señales que hacen resaltar las
fábulas y las leyendas del pueblo. Para la novelística de López Portillo, el
mejoramiento social dependía del mejoramiento individual, en ella se protesta
sobre algunos problemas sociales y asentados personajes, se estipulaba que con
el esfuerzo de la clase media podía llegar a crearse el futuro del país. En La Parcela no sólo se mencionan las
distintas clases si no que ya se hace una distinción muy notable entre una y
otras, así como el lugar que ocupan en la sociedad, de manera económica, se
dividían, generalmente, en las clases favorecidas y la clase inferior. En la
época existían cuatro clases sociales: los grandes propietarios, la clase media
urbana compuesta por profesionistas, los rancheros, y los peones (que ocupaban
el 90% de la población). (González, 1987, 176). El indio pasó a ser la clase
trabajadora y la más explotada, y no deja de haber un menosprecio por la vida
campesina, y marcada subjetividad cuando se les describe.
La Parcela es
una novela con temática mexicana, en la que se presenta la disputa que
sostienen dos terratenientes, de unas porciones de tierra ubicadas entre Cocula
y Tequila (Jalisco), y para aligerar el relato se intercala una trama
sentimental, que es el amor idealizado que se profesan los jóvenes Gonzalo y
Ramona, hijos de los terratenientes anteriores y por tanto rivales
(intertextualidad de Romeo y Julieta), pero con final feliz. Esta novela carece
del rasgo tan marcado de lo didáctico-moralizador que caracterizaba a los
prerrománticos y románticos anteriores, aunque preserva un tono marcadamente
conservador. En la novela la religión permanece situada como una estructura
ideológica: Dios es bueno con los ricos, también se percibe una señalada
preferencia por el color blanco de la piel, y concurren personajes maniqueos.
El naturalismo
en México, según Benito Varela (2008), surge con la aparición de la novela Santa (1902), la obra más conocida de Federico
Gamboa (México; 1864-1939).
Considerada como novela experimental, en ella aparecen como elementos
distintivos los celos, el adulterio, y la rebelión. Habla tanto de la vida de
la ciudad como de los ambientes rurales, en especial se ocupa de la gente pobre
y sin participación en la sociedad realizando una revisión de los valores.
Aunque ésta sea considerada la novela de una cortesana,
Santa, nombre por demás llamativo y morboso para una meretriz, esta novela presenta
como un ejemplo la travesía de una muchacha de campo que, por pobreza e
ignorancia, fue a parar sin más remedio a un lugar de esos de “dudoso aspecto” como
único medio para ganarse un techo y el sustento diario, después de haber sido
arrojada de su casa por su propia familia, al considerarla deshonrada. Más que
una mujer fatal es una víctima de las circunstancias y de la enajenación
religiosa en que los españoles sumieron al pueblo de México. Está enamorada del
personaje El Jarameño, sin ser correspondida, a su vez el pianista y ciego
Hipólito está enamorado de ella, a quien le corresponde sólo en los últimos
momentos de su vida. Todo lo que le ocurre a Santa no es nada agradable, hasta
que finalmente muere de manera trágica, muerte propia para una heroína romántica
y no como una protagonista del naturalismo.
Entre los aspectos que hacen que esta novela avance hacia
la modernidad, están primeramente el tratamiento de los personajes femeninos,
que no son ya pasivos, sumisos, etc. Ahora se acentúa la doble moral, que
aunque siempre ha existido, pareció haberse exaltado con los desenfrenos
románticos durante el siglo XIX, aunque siempre encubiertos por la religión, el
dinero y la elegancia.
Los
protagonistas femeninos de la novela decimonónica no son los mismos que presentan
algunos estudios relacionados con el tema, en que la mujer, desde el punto de
vista romántico, surge como “mujer fatal” (Herrera), hacedora de su propio
destino y perturbadora de la paz masculina. En países como México, altamente
conservadores y profundamente religiosos, en las novelas los personajes
femeninos sólo tenían dos opciones, la primera opción sólo propia para las
protagonistas bellas y nobles, que tenían la posibilidad de llagar a ser las
esposas o amantes fieles de un rico o un caballero, en caso de que el amante
por causas de alguna riña muriera, entonces ella conseguía ingresar a un
convento, como los casos de los personajes de Doña Beatriz o Doña Blanca, en Monja y casada, virgen y mártir. La otra
alternativa concurre con las mujeres
“sin opción”, son pobres, sin familia, en una época en la que no existe la manera
de escalar dentro de una sociedad controlada por la iglesia y la clase social
aristócrata, a estos personajes femeninos no los queda otra opción que, al
igual que Santa, dedicarse a la prostitución. Interesa señalar que el personaje
de Santa no es una mujer fatal sino una mujer víctima de las circunstancias
sociales de su tiempo. Entre unas mujeres y otras, monjas y prostitutas, se
encuentran aquellas mujeres que tuvieron la fortuna de emplearse como
sirvientas en los trabajos domésticos, que no por ello dejaban de ser usadas
sexualmente por los patrones, sin llegar siquiera a ser la figura de la amante.
Con todo ello,
la descripción estereotipada de la mujer romántica, mezcla del desencanto y el
amor, constantemente es la misma, eternamente idealizada: Muy religiosa, de
buenas costumbres, blanca, delgada, de cabello largo, pálida como una muerta,
frágil, delicada, enfermiza, y el rasgo de la belleza como sinónimo de
castidad. El vestuario (al igual que el paisaje) en este tipo de novelas
siempre va de acuerdo al desarrollo anímico del personaje, por lo general viste
de blanco. Pero en las novelas mexicanas el vestido negro es el símbolo del
porvenir de la mujer, es el sufrimiento eterno, tendrá problemas amorosos,
perderá al amante, y en contra de su voluntad se meterá a un convento, como una
azucena marchita.
REFERENCIAS:
-ALLISON Peers, E., Historia del
movimiento romántico español, dos tomos, Madrid, Ed. Gredos, 1973.
-ALTAMIRANO, Ignacio Manuel, Clemencia, México, Ediciones Leyenda,
S.A., 2007.
-ANDERSON Imbert, Enrique, Historia de la literatura hispanoamericana,
T. I La colonia. Cien años de república, México, F.C.E., 1979.
-BRUSHWOOD, John. S., México en su novela, F.C.E., 1998.
-CARDWELL, Richard A., Studies in romanticism,
XII, "Don Álvaro or the force of cosmic injustice", 1973.
-CARILLA, Emilio, El romanticismo
en la América Hispánica, Tomos I y II, Biblioteca Románica Hispánica,
Madrid, Gredos, S.A., 1967.
-CHÁVEZ, Víctor, “Capítulo I.
Antecedentes, Contexto histórico”, s/d.
-DÍAZ-PLAJA, Guillermo, "Perfil
del teatro romántico español" en Estudios escénicos, número 8,
1963.
-FERNÁNDEZ de Lizardi, José Joaquín, El periquillo sarniento, México, porrúa,
1987.
-GAMBOA, Federico, Santa, México, Ediciones leyenda, S.A., 2007.
-GONZÁLEZ Casillas, Magdalena, Historia de la literatura jalisciense en el
siglo XIX, México, UNED, Gobierno de Jalisco, Secretaría General, Unidad
Editorial, 1987.
-HERRERA, Arnulfo, Algunos mitos de los románticos mexicanos,
México, UNAM, s/f.
-LÓPEZ Portillo y Rojas, José, (edit.
y prólogo de Antonio Castro Leal), La
Parcela, México, Porrúa, 1987.
-OLEA Franco, Rafael (Ed.), Literatura mexicana del otro fin de siglo,
El Colegio de México, 2001.
-PAYNO, Manuel, El hombre de la situación, México, Alfaguara, 2004.
_______, y Vicente Riva Palacio, El libro rojo, México, Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, 2005.
-PEDRAZA Jiménez, Felipe B., y
Rodríguez Cáceres, Milagros, (coords.), Manual de literatura española IV,
Época romántica, Navarra, Cenit ediciones, 1982.
-POYÁN Díaz, Daniel, Enrique
Gaspar. Medio siglo de teatro español, Vol. I, Madrid, Gredos, 1957.
-RIVA Palacio, Vicente, Monja y casada, virgen y mártir, México,
Porrúa, 1982.
-SÁNCHEZ, Roberto G., "Cara y
cruz de la teatralidad romántica, Don Álvaro y Don Juan Tenorio" en Ínsula,
número 336, suplemento, 1974.
-TODOROV, Tzvetan, Introducción a la literatura fantásticas,
México, Ediciones Coyoacán, 1999.
-URBINA, Luis, G., Boletín del Instituto Tecnológico Autónomo
de México, www.boletin.itam.mx
-VARELA Jácome, Benito, Evolución de la novela hispanoamericana en
el siglo XIX, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com ,
extraído el 18 de agosto de 2008.