Ficción y realidad en los primeros textos escritos en América. Notas
en torno a los relatos del descubrimiento y conquista expuestos por Mignolo.(1)
Marina
Ruano Gutiérrez
Universidad
de Guadalajara
Si algunos de los
personajes
históricos del descubrimiento de América pueden ser considerados como los primeros
autores de relatos de ficción en Hispanoamérica, es porque en la mayoría de las veces
el autor se coloca subjetivamente y con toda ventaja dentro de lo que está contando, como
narrador homodiegético, y son autores que retoman cualidades literarias porque forman
parte de su retórica, de su educación clásica, el uso de metáforas, hipérboles,
reticencias, inclusive versos y canciones. También tienen rasgos de ficción por su
ambigüedad discursiva y por los elementos migratorios, y porque dejándose llevar por sus
emociones escribían espontáneamente lo que habían vivido, o porque dejaban que
las maravillas del Nuevo Mundo los exaltaran, dándole una nueva clase de vitalidad el
texto, de emoción, como una conversación humana(2).
Y, además, porque
estos primeros textos eran crónicas sin estructura, es decir desproporcionadas, sueltas,
libres como el fluir de conciencia. Si no literatura sí fue el uso artístico de la
lengua, algunos en oratoria sagrada, con lo que escribieron su apreciación de la vida
indiana, en donde no ven lo que es sino lo que ellos quisieran que fuese.
Después
del descubrimiento de América
las formas de expresión se enriquecen y los modelos literarios
tuvieron que irse transformando, reelaborando y adaptando para dar cabida a todo lo que
querían expresar, se necesitan nuevas formas para el Nuevo Mundo, tenían que sumarle sus
anécdotas a los símbolos cristianos.
Según
Anderson Imbert, a pesar de que los españoles
venían de un pueblo lento en sus cambios, arraigados a la tradición y reacios ante
cualquier novedad, y tomando en cuenta que no eran individuos contemplativos y creadores
de belleza, sino hombres de acción, más contemporáneos de lo gótico que del
renacimiento, entonces cuando sus crónicas entran en una nueva realidad la transcriben
sin definirla. Porque los conquistadores que desembarcaron en las Indias, traían consigo
un idealismo medieval, aunque teñido de rasgos renacentistas, asentaron los gustos
predominantes en la península; cuando encontraban algo nuevo que describir lo hacían a
partir de los modelos que habían dejado en España,
y la arquitectura era un modelo a seguir cuando se trababa de hacer descripciones
geográficas, a manera de repetir o crear imágenes complementadas de exageración y
riqueza: una en las formas y la otra en las palabras.
Aunque su escritura (y su pensamiento) continuara
entrelazada a la tradición española, los conflictos propios del Nuevo Mundo los
impulsaron a una renovación, primero en el tratamiento de los temas y enseguida en las
formas.
Necesitaban
modelos nuevos para explicar ese mundo inventado, las formas fueron cambiando,
acomodándose a las circunstancias para poder comunicar sus
propias anécdotas. Porque cuando se encuentra, el descubridor o conquistador, en
un marco sociocultural diferente al suyo siente la necesidad de explicar lo desconocido, y
en esa improvisación mezcla la realidad y la
leyenda.
Siguiendo a Mignolo tenemos que:
a) Los tipos textuales como las cartas y la
historia respondían a una tradición y seguían los
latinismos léxicos, y la reminiscencia de la sintaxis latina.
b) Los tipos
textuales que difieren son las relaciones, porque están guiadas más bien por el producto
de las circunstancias y este es un acto que no se inscribe en ningún molde institucional,
y se ajustan a un modelo creado sobre la marcha, basado en las necesidades que brotan de
la información que desea obtener.
En suma, los
relatores particulares, considerados hombres de letras, no se basan en modelos de la
tradición clásica, sino en modelos forjados por las necesidades del caso: recoger y
ordenar la información sobre las nuevas tierras conquistadas.
Estas
obras en el momento en que se escriben son sólo tipo discursivo textualizado que, con
posterioridad, se incorpora a la formación textual literaria o historiográfica, ya que
su intención no fue la de hacer libro, sino que tenían la obligación de informar a La
Corona. La cultura los convierte de discurso
en texto, debido a la importancia del hecho cultural que relatan.
Y
si forman parte de la Historia Literaria o Historia de la Historiografía no es por la
intención de la escritura, sino por el cambio epistemológico en el cual se consolidan la
historia literaria y la historia de la historiografía y se recuperan, del pasado, aquellos textos que muestran desde la perspectiva
de la recepción, ciertas propiedades o historiográficas o literarias, aunque estas
propiedades no sean características en la producción de tales discursos.
Siguiendo
el esquema propuesto por Mignolo, la apariencia que guardan entre sí los primeros
escritos de América es que todos están determinados por el mismo referente: El descubrimiento y la conquista
de Indias.
Además
de dos aspectos que los unen en ciertas fronteras, estos aspectos son:
a)
El criterio cronológico: Época Colonial: del Diario de navegación, de Colón (1492), a la Historia del Nuevo Mundo, de J. B. Muñoz (1793).
b)
El criterio ideológico: Las Indias o Nuevo
Mundo.
Todos
corresponden a la misma unidad o familia textual, donde pueden caber ciertas diferencias
de formas y funciones, y es que se escriben con la obligación de informar a La Corona y
no con la intención de pasar a la dimensión de libro. Pertenecen a la misma dimensión
cognitiva-expresiva (lo que saben antes de enfrentarse al objeto nuevo).
Son
también parte de los tipos discursivos que no se relacionan estrechamente con una
formación textual (filosóficos, literarios, históricos,
) Y es la cultura quien
los convierte de discurso en texto, debido a
la importancia del hecho cultural que
relatan.
Los
textos que se pueden considerar significativos no son sólo los que están escritos en la
lengua de la cultura, sino también aquellos que, escritos en otra lengua, significan
de una manera o de otra en la cultura en cuestión. El
texto de Mignolo pone como ejemplo las cartas de Américo Vespucio y las de Angleria, porque forman parte de la cultura
hispana por referirse a un hecho crucial en la historia de esa cultura: el descubrimiento.
Entonces se puede decir que todos pertenecen a la misma dimensión cultural del texto.
Además
de que están todas ellas relacionadas de algún modo, con la estructura de poder de esa
cultura en el momento de escribir, y aun se les podría agregar el mismo punto de
referencia (España) y la misma unidad religiosa.
Dado
que el concepto de literatura depende de muchas cosas, específicamente del contexto
histórico que le da sentido, una obra literaria es aquella que la época o la posteridad
reconoce como tal, apegada a ciertos cánones estéticos.
Si
lo literario es sólo una particularidad de texto, que sigue modelos que tienen tradición
en libros de ficción e introducen
narraciones ficticias, finalmente lo que cuenta es la intención del autor y su conciencia
es escribir algo.
De
los textos propuestos que se podrían considerar propiamente literarios, y que el autor
los separa de las tres categorías consideradas (catas, relaciones y
crónicas), son los siguientes:
La
Araucana,
de Alonso de Ercilla.
En
el tipo discursivo épico, y en la formación discursiva poética. El cambio semántico y
de orientación conduce al discurso hacia la épica y hacia la poesía, y el acto se
inscribe en los preceptos de la poética más que en los de la historia, y el acto es:
a)
Cambio semántico: cambio de la generalidad de la verosimilitud, por lo particular de la
verdad.
b)
Cambio de destinatario: de- el gran Felipe, a- las damas.
c)
Cambio de tema: de- el valor, los hechos y las proezas, a- el amor.
El
cautiverio feliz,
de Pineda de Bascuñán.
El
intento no es sólo cantar (narrar una historia, la de su cautiverio), sino persuadir, y
para este objetivo se escriben este tipo de discursos, y el acto persuasivo sigue el
modelo del tipo discursivo de discurso del orador, sus miras no están puestas
en la historiografía sino en la oratoria.
Los
tres textos siguientes están entroncados en la novela picaresca, y el momento
en el que escriben les ofrece una variedad mucho
mayor de posibilidades discursivas con las cuales modelar su relato:
El
Carnero, de
Juan Rodríguez Freyle.
Sus
conexiones con la novela picaresca son los relatos de
la vida ciudadana colonial, que son una sucesión de cuadros que sirven de ejemplo
a las sentencias moralizantes.
Lo
caracterizan también, cierta ironía impuesta por el modo narrativo. Y su conciencia de
escribir algo, que tiene como objetivo guardar memoria de los hechos de la región de La
Nueva Granada.
Su
tipo discursivo o referente es escribir sus experiencias, relatar y hacer mención de los
hechos que le parecen dignos de memoria, y su
acto es producto de las circunstancias (en el siglo XVII ya no hay soldados de la
conquista, sino que hay vecinos).
Este
texto no se apega a la seca narración de los hechos acaecidos sino que se articula
mediante estructuras migrantes
que provienen de distintos tipos y formaciones discursivas,
aquí es donde se establecen conexiones con la picaresca y con la tendencia moralizante
que hace de la sentencia una estructura migratoria.
Los
Infortunios de Alonso Ramírez,
de Carlos Sigüenza y Góngora.
Su
inserción en la inscripción picaresca es menos dudosa que El Carnero. El título mismo está vinculado
infortunios con fortunas y adversidades de El Lazarillo de Tormes, y otro vínculo más es la
narración autobiográfica, en primera persona: autobiografía narrada por el
autobiografiado y escrita por Sigüenza y Góngora.
Relato
cuyo modelo no lo suministra la historiografía sino la tradición de la novela picaresca.
Estructurado sobre un modelo que no tiene tradición en los libros de verdad
sino en los libros de ficción.
Y, El
Lazarillo de ciegos caminantes, de Alonso Carrió de la Vandera o de Concolorcorvo
(Calixto Bustamante Carlos Inca).
Desde
el título mismo ya hay una referencia al tipo discursivo denominado novela picaresca, que
corresponde al trazado de los libros de viaje, populares en el Siglo XVII y XVIII, con un
narrador ficticio, Concolorcorvo (con color de cuervo) (3).
Además de que el detalle de la descripción, las estadística, etc., lo entroncan
también con las primitivas relaciones de Indias, sobresalen también la confrontación de
los textos, como dos tipos discursivos: el diario de Concolorcorvo y las memorias del
visitador. Y el diálogo como estructura discursiva: donde se contraponen los puntos de
vista de Concolorcorvo y del visitador.
Lo
literario, puede aparecer en cualquier tipo de texto. Sería la capacidad empírica
o aprendida de un autor para manejar recursos retóricos o literarios sin tener la
intención de hacer literatura.
Entre
los textos que sólo contienen pasajes literarios son:
Las
catas de Colón, presentan lo literario en las observaciones personales, y en
la quiebra del sujeto (la salvación divina como alternativa del fracaso humano).
A
pesar del testimonio de la imaginería y las observaciones, y de iniciar el discurso sobre
lo natural y lo moral, Colón de ninguna manera muestra una intención escritural, las
descripciones del paisaje y de la gente, se alteran con otras preocupaciones como la
cosmografía.
La
inscripción de sus cartas, que son los informes de una empresa política y comercial,
pertenece a la tradición del discurso cosmográfico y no del poético. En las cartas
encontramos oficio, arte, no literatura.
Las
Relaciones no son literatura porque se inclinan más hacia las exigencias prácticas, y se
ajustan más a la información que transmiten y organizan. Es el género que menos
conexiones tiene con la cultura letrada, y responden a los pedidos oficiales y no transcriben la observación libre.
En resumen, según
Mignolo, los relatores particulares eran considerados hombres de letras, escribieron
libros (descripción y compendios), ellos no hacían relaciones porque podían moverse
libremente por otros caminos. No se ajustan ni a las cartas ni a la historia sino al
modelo de informe o recopilación, es pues un tipo discursivo textual de rasgos bien
definidos.
A pesar de pensarse que la historia no puede
dejarse en manos de cualquiera sino de letrados, en la historiografía Indiana esto no
sucede, bastaba saber lo suficiente como para orientar la ruta de su trabajo. Importaba
más el arte del bien decir, que era regulado por la retórica y no por la poética.
NOTAS:
1. Walter Mignolo,
Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista.
2. Anderson Imbert, Historia de la literatura hispanoamericana, I La
Colonia. p. 18.
3. Varios autores aseguran
que existió de verdad y que acompañó a Carrió de la Vandera, pero que no tuvo nada que
ver en la redacción del libro.
REFERENCIAS:
ANDERSON Imbert, E., Historia de la literatura hispanoamericana, I La
Colonia, México, FCE, 1979.
FRANCO, Jean, Historia de la literatura hispanoamericana,
México, Ariel, 1986.
GUZMÁN Leal, Roberto, Historia de la cultura, México, Porrúa, 1994.
MICHEL, R. J., y LÓPEZ Sancho, L., ABC de la civilización hispánica, Francia,
Bordas, 1967.
MIGNOLO, Walter, Cartas, crónicas y
relaciones del descubrimiento y la conquista, en
IÑIGO MADRIGAL, Luis (coord.), Historia de la
literatura hispanoamericana. Tomo I. Época
colonial, Madrid, Cátedra, 1982.
PEDRAZA Jiménez, Felipe, (Coord.), Manual de literatura hispanoamericana, I Época
Virreinal, Pamplona, Cénlit, 2000.
TERÁN Elizondo, Ma. Isabel, Apuntes
para la clase de Tradición y Modernidad en la Literatura en México I: La literatura
novohispana, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2007.
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