Sincronía Invierno 2004


La resurrección del autor en la novela El amante bilingüe, de Juan Marsé.

Juan Manuel Sánchez Ocampo


 

Cuando comienza la escritura el autor entra en su muerte, decía en Francia Roland Barthes hacia1968. Es sabido que más que encontrar verdades absolutas, el desafiante teórico impulsaba con sus frases lapidarias a reflexionar, a comparar con nuestras lecturas la prudencia de sus afirmaciones. Deja claro en su ensayo "La muerte del autor", que mientras lo escribía pensó en escritores enterradores como Mallarmé, en obras donde el lenguaje parece sobreponerse al resto de elementos textuales. Cerca de su país, en España, hacía poco más de quince años un joven novelista trabajaba en el polo opuesto:

 

Teresa notó en las nalgas un pellizco de maestro, muy lento, pulcro y aprovechado. No dijo nada pero se volvió disimulando, roja como un tomate, y tuvo tiempo de ver una silueta encorvada,(...) Al mismo tiempo oyó a su lado la voz de una muchacha que le decía a su amigo: "le conozco, se llama Marsé, es uno bajito, moreno, de pelo rizado, y siempre anda metiendo mano. El domingo pasado me pellizcó a mí y luego me dio su número de teléfono por si quería algo de él, qué te parece el caradura."

 

Este tipo de estrategias literarias donde el autor implícito hace referencia al autor de carne y hueso conlleva una incógnita cuya respuesta habita en el límite oscuro que separa la teoría de la historia literaria, en ese espacio donde sólo el autor puede dar algo de luz. Sin embargo, los escritores suelen ser reacios a proporcionar datos que esclarezcan algún sentido de su obra; pensé que fiel al perfil del personaje Marsé que aparece en la cita tomada de la novela Las últimas tardes con Teresa, si le preguntara al autor una mujer bonita: ¿en este pasaje se refiere a usted mismo o a un homónimo? no se negaría a contestar, por eso se agradece a la casualidad que uniera hace años en un salón de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara a Juan Marsé, premio Juan Rulfo y a Gaby, una de las más dedicadas estudiantes de aquella generación de Letras. Marsé, caballeroso, no tuvo más remedio que responder y dijo que en efecto, él se las había ingeniado en esa novela para ser algo más que la mano que mueve la trama y aparecer en toda su potencialidad de personaje autor, y es más agregó: "En la primera versión de Las últimas tardes había anotado a pie de página mi teléfono, pero mi editor lo quitó porque le había parecido excesiva la licencia."

Es evidente que el juego textual en esta obra de 1965, no pretende guiar a través de profundidades semióticas al que lee, la presencia del pellizcador de nalgas es breve y de poca importancia para el resto de la historia. Los juegos especulares complejos habría que esperarlos unos años más, al cabo de los cuales Marsé aparece de nuevo, pero ahora con algunos disfraces en otra novela: El amante bilingüe (1990), obra que trata del hielo abrasador de manera tan original como lo hace La invención de Morel.

Los escritores han encontrado diversas formas para hablar del dolor que provoca la traición amorosa, una de las más crueles la encontramos en "Homenaje a Otto Weininger" cuento de Juan José Arreola que dice: Como a buen romántico, la vida se me fue detrás de una perra. En la lengua coloquial, cuando los hablantes identifican algún amante dolido con un perro, apenas recuerdan que la expresión se debe tomar en sentido figurado, los referentes que proporcionan las relaciones amorosas han sido y siguen siendo tantos que la frase es ahora sepulcro de una metáfora muerta.

En El amante bilingüe, como en el cuento mexicano citado, la animalización también aparece, sólo que de manera lúdica: un personaje está sentado en la acera de una calle catalana tocando el acordeón por lo que quieran cooperar los paseantes, se acerca a él una pareja formada por un elegante sociolingüista que le avienta unas monedas, y por Norma, la mujer que lo hundió en una desesperación de diez años de profundidad, ella, sin reconocer al músico callejero

se disponía también a arrojarle una moneda y el sociolingüista intentó evitarlo, pero no llegó a tiempo, la moneda ya volaba en el aire y el acordeonista abrió la boca y la pilló con los dientes.

La moneda hueso le sabe a gloria por venir de la mano de la amada. En otro momento la animalización es más clara, el mismo personaje

Aullando como un perro, se incorporó de un salto y hundió los nudillos despellejados en los bolsillos del pantalón, se agarró los genitales y empezó a dar vueltas alrededor de la hoja de periódico y del acordeón, que, retorciéndose él también en el suelo, soltaba un débil gemido.

 

El músico es pobre, de cabello blanquecino y escaso, su cara desfigurada por el fogonazo de una bomba molotov, nariz curvada, hombros desplomados, de estatura baja, su propósito, conseguir a una mujer rica, culta, de labios gruesos, bi lengua diabólica, culo respingón, clítoris ardiente, y hermoso pelo castaño.

Quién toca el acordeón, el que atrapa el hueso–moneda en el aire y aulla como perro, el de la descripción fantasmagórica, el de la misión imposible, se llama Juan Marés, y su amigo de la infancia que le empieza a usurpar la identidad, se llama Juan Faneca, es necesario mencionar aquí que el primer nombre de Juan Marsé fue Juan Fonseca, nombre que en la vida literaria ha empleado a veces como seudónimo. Signos inertes que germinan, mediante la desconstucción, sentidos disparados.

Nuestro autor no teme en esta novela afiliarse a la estirpe de escritores que se lanzan purulentos a la hoguera para dar luz con cuerpo y vida a esas letras que a veces parecen no querer salir de la noche de la impersonalidad.

Si el lector de este artículo cree en el lenguaje como personaje, no deje de leer El amante bilingüe por esta apología a la presencia del autor en la obra que hago aquí, en esta novela el lenguaje es un actante principal, junto con Juan Marés y Juan Faneca, el catalán y el español juegan a combinarse para formar claroscuros.

Otra forma de invitar a la lectura de esta obra pudo decir: su atmósfera es gaudiana, melancólica, carnavalesca; que guarda instrucciones para usar la esquizofrenia como pócima que alivia –luego de agudizar- la soledad; que la novela es la historia de un pez dorado al fondo de una alberca cenagosa luchando por salir al sol.

Ya lo sé, ciega a la culpa, la crítica de la crítica, suele ser implacable con los menores dislates: ocampojm2000@yahoo.com.mx

Referencias explícitas:

Arreola, Juan José

Bestiario

Barthes, Roland

"La muerte del autor" (en El susurro del lenguaje)

Marsé, Juan

El amante bilingüe

Ultimas tardes con Teresa


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