El personaje histórico en la dramaturgia de Aurelio
Luis Gallardo
María Guadalupe Sánchez Robles
Universidad
de Guadalajara, México
En la turbulenta historia del siglo XIX
mexicano, la promulgación de la Constitución liberal de 1857 agudizó los conflictos
políticos en el país, al provocar una fuerte reacción de los conservadores, que
exigían la desaparición del nuevo código legal restaurador de la república federal,
representativa y democrática. Incapaz de gobernar con una Constitución que le parecía
demasiado radical, en 1858 el presidente Comonfort la suprimió, renunció a su puesto y
lo entregó a Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia, cargo que
equivalía al de vicepresidente. Después de recibir el poder ejecutivo, Juárez salió
inmediatamente hacia el Occidente de México; allí instaló su gobierno, formó su
gabinete y publicó un manifiesto por el cual restablecía el gobierno constitucional.
Comonfort se rindió a los conservadores y salió del país. A su vez, Félix Zuloaga
tomó posesión del Palacio Nacional y fue reconocido como presidente por el grupo
conservador.
De esta manera, la República
tenía dos gobiernos; uno conservador en la capital, con Zuloaga como presidente y otro
liberal, en provincia, con Juárez al frente del ejecutivo. La guerra civil era entonces
inevitable para decidir cuál de los dos grupos habría de regir a la nación. Así
empezaría la Guerra de Reforma o de Tres Años (de 1958 a 1961), lapso en el que
coexistieron los dos gobiernos que mantuvieron a México dividido en sendas facciones,
cada una de las cuales defendía su ideología e imponía sus leyes y exigencias, propias
de un estado de guerra.
El
gobierno de Zuloaga contaba con la ayuda de la iglesia y el ejército, puesto que
defendía los intereses de estas dos poderosas instituciones. Para costear los gastos de
guerra, el clero puso a disposición de los conservadores parte de su riqueza y ayudó
además con la amenaza de excomunión a quienes siguieran a los liberales. El gobierno de
Juárez, en cambio, tuvo que improvisar un ejército con una mayoría de civiles, aunque
algunos liberales notables eran militares. La llamada república itinerante,
fue albergada por los estados de Guanajuato, Jalisco y Veracruz.
Aunque la victoria final habría
de ser para los liberales, el primer año de la Guerra de Reforma estuvo marcado por los
triunfos del bando conservador. En 1859, el general Leonardo Márquez, entonces gobernador
de Jalisco, encabezó el combate contra las fuerzas republicanas al mando del general
Santos Degollado, estacionadas en Tacubaya en espera de que el pueblo de la ciudad de
México se levantara en armas en contra del presidente conservador, el general Miguel
Miramón. La lucha resultó muy reñida y Degollado fue derrotado por Márquez el 11 de
abril de 1859. Marquéz recibió órdenes de Miramón de pasar por las armas
inmediatamente a todos los prisioneros, de oficiales para arriba; pero en un exceso de
revanchismo, mandó fusilar por parejo a 53 personas distinguidas, incluyendo a enfermeras
y practicantes de medicina que prestaban servicio a los heridos, así como a algunos
vecinos de opiniones liberales que cayeron en sus manos. Entre los practicantes estaba el
poeta veracruzano Juan Díaz Covarrubias. Por esta vil y cobarde acción, a Leonardo
Marquéz se le conoció como el Tigre de Tacubaya y a los victimados, como los Mártires
de Tacubaya. La carnicería causó horror y sirvió de trágica musa a diversos escritores
de la época.
En el Teatro Principal de
Guadalajara, se estrenó en el mismo año de 1859, el drama histórico en cinco actos Los
Mártires de Tacubaya, del poeta y dramaturgo Aurelio Luis Gallardo (1831-1869). Ahí
comenzó su carrera uno de los actores más destacados de aquellos tiempos: Desiderio
Guzmán, creador del papel del general Leonardo Márquez. Posteriormente, el Tigre de
Tacubaya sería interpretado por el actor Serapión Mendiola, quien según consigna
Magdalena González Casillas en su Historia de la literatura Jalisciense
(1987:159), se quitaba el disfraz apenas corrido el telón, para evitar ser
linchado. El público, indignado, aplicaba los peores epítetos al general imperialista y
las autoridades se vieron en la necesidad de recoger la edición y prenderle fuego en
Escrito en la plenitud
decimonónica y al calor de la lucha entre liberales y conservadores, el drama de Aurelio
Luis Gallardo despliega entre versos octasílabos y endecasílabos los tópicos más
importantes del romanticismo en boga: patriotismo, libertad, muerte, destino, lucha,
religión, amor imposible, honor, infierno y gloria.
Los Mártires de Tacubaya lleva a escena a por lo
menos seis personajes cuya participación en los hechos consigna la historia: los
mártires Manuel Mateos, joven abogado; el general Marcial Lazcano; el poeta y practicante
de medicina Juan Díaz Covarrubias; el jefe del cuerpo médico militar Manuel Sánchez; el
oficial Ildefonso Portugal y, desde luego, el general conservador Leonardo Márquez. Las
acciones bélicas corresponden puntualmente con los documentos de época, como el parte
que el mismo Leonardo Márquez rinde sobre la ejecuciones, los cuadernillos panfletarios
que circularon de ambos bandos y los testimonios de los historiadores Manuel Cambre en su
obra La Guerra de Tres Años (1986) y Luis Pérez Verdía, en el segundo tomo de su
Historia Particular del Estado de Jalisco (1989).
De los personajes: Sor Dolores,
Carolina Baz, Madama Adelina Smith, Luis Zubieta, Ferriz, Sargento Cázares, Fray Manuel,
Amador y los niños Víctor y Samuel podemos suponer que pertenecen totalmente a la
ficción, o mejor dicho, que son tan ficticios que parecen reales.
En cuanto al protagonista,
Márquez, el Tigre de Tacubaya, participa igualmente de realidad y ficción.
Vayamos por partes:
1. Acto primero. Acotación
escénica: Gran barricada a espaldas del jardín del Arzobispado. Una pieza de
batalla. Varios soldados sobre el muro. Se oyen tiros y gritos. Es la lucha de
Tacubaya. Destaca su fidelidad histórica a través de elementos románticos como el
patriotismo: si es preciso que muera,/ que sea al pie de mi bandera; el sino: Al destino desafiemos/ tal vez así
alcanzaremos/ la victoria apetecida; las consignas ideológicas: ¡Viva la
Religión! ¡Muera la Constitución! por el lado conservador, o Anda, a ver si tus
esclavos, con matar, matan la idea por el bando constitucionalista, o la fatalidad
buscada: la muerte estoy esperando/ que harto me pesa el vivir. Mejor
que verte, tirano,/ quiero abrazar al verdugo. El primer acto consigna la pérdida
de la batalla por parte de los liberales. Lazcano y Mateos son vencidos por Márquez.
Fusilan a Lazcano.
2. Acto segundo. Acotación
escénica: Hospital improvisado. Catres por ambos lados. Hermanas de la Caridad
asistiendo a los heridos. Porque doquiera se advierte/ cuán sangriento fue el
combate,/ y sobre nosotros bate/ sus negras alas la muerte, dice el poeta
Covarrubias a Sánchez, mientras atienden a las víctimas. Hablan de premoniciones y
reflexiones sobre la muerte y el bien y el mal. En el campo de lo ficticio, destaca el
diálogo amoroso entre Sor Dolores y el médico Sánchez.
DOLORES.-
Consagrada al Señor no puedo ahora
ni
en suspiros decir cuánto te quiero,
siendo
mi única antorcha salvadora
tú
la esperanza de mi amor primero.
Con
santo arrobamiento el cielo quiso
que
en mi frente brillase tu mirada,
y
desde entonces, Ay! me fue preciso
alejarme
de Dios, desventurada!
SANCHEZ.-
Por eso en tí, no más creo en el mundo
y
hombre alguno sintió tan hondo anhelo,
que
a ti te miro en mi dolor profundo
como
divina aparición del cielo! (Gallardo
s/f: 13-14)
El amor imposible queda para la otra vida. De
vuelta a la realidad, llegan Mateos y Portugal. Los prenden. Los oficiales reaccionarios
piden a los médicos que huyan, pero ellos no aceptan dejar a los heridos. Aparece
Márquez. Los apresa y anuncia que hará rodar sus cabezas, al filo de media
noche.
3. Acto tercero. Acotación
escénica: Sala de profundis en el Convento de San Diego de Tacubaya; una lámpara
de hierro colgada del techo; una cortina negra cubriendo el fondo, la cual se descorrerá
a tiempo. Crucifijo de cuerpo entero sobre una mesa, sillones antiguos; es de noche.
El acto inicia con el monólogo del Tigre de Tacubaya:
MÁRQUEZ.
En
alas de esta victoria,
ambición
a dónde vas?
No
puedo alcanzar la gloria
porque
ha marcado mi historia
el
dedo de Satanás!
Porque
en todas partes veo
manchas
de sangre, sí, sí;
sangre
aquí en el alma leo,
y
sangre, sangre deseo
en
mi ardiente frenesí!
Que
tengo instintos de fiera!
Parece
que me nutrió
en
su seno una pantera!
Que
siempre mi vida entera
con
el crimen se manchó! (Ibid: 21)
Ordena a sus oficiales Cázares y Ferriz matar
a los 52 detenidos, incluyendo los médicos. Cázares se niega y es condenado a muerte.
Llega Fray Manuel, un monje del convento, quien solicita permiso para auxiliar a los
prisioneros, pero Márquez se lo impide:
MARQUEZ.-
Ellos sin religión...
no
importa mueran
sin
los auxilios necesarios: fía
que
aunque un sacerdote me pidieran,
como
estar allí Dios, lo negaría!
FRAY.-
Blasfemo ¡... en vano
de
su faz te ocultas!
MARQUEZ.-
Quién domará
la
fuerza de mi brazo?
FRAY.-
Ese terrible Dios a quien insultas,
y
a cuyo eterno tribunal te aplazo! (Ib: 34-35)
4. Acto
cuarto. Acotación escénica: Loma árida y desierta; en el fondo varias rocas y
arbustos que se supone dan a un precipicio; grandes fogatas. Es de noche. Márquez
recorre el campamento. Ordena a Ferriz matar a todos los prisioneros y le promete a
cambio, ascenderlo a comandante. Viene otro monólogo de Márquez, enloquecido:
Márquez
solo.
Ah!
Solo, solo me quedo!...
Qué
voy hacer, pese a mí,
si
para el crimen nací!...
por
qué, por qué tengo miedo?
Remordimientos,
atrás!
Aquí
una negra serpiente
me
muerde fiera, inclemente!...
Perdón
para ellos? ... jamás!
No
sé... negras sombras,
espectros
que espantan
de
cóncavas tumbas
allí
se levantan,
dando
en siniestro
confuso
tropel!
Su
risa estridente
sus
pálidas tocas,
El
lúgubre grito
que
exhalan sus bocas,
tiene
algo espantoso
de
muerte tal vez!
En
círculo eterno
se
estrechan, se agitan,
y
ríen, y blasfeman,
y
cantan, y gritan,
y
llega el demonio
rugiendo
al compás!
Allá
está el abismo,
repiten
bailando,
y
pasan y toman
sus
huesos chocando.... (Ib: 38-39)
Los
reos Sánchez, Portugal y Covarrubias reflexionan antes de morir: cantan a la patria y a
sus amadas. Como última voluntad, Sánchez pide ver a su hermano y se le niega;
Covarrubias, escribir una despedida a su familia y se le impide, al igual que ver a un
sacerdote. Entonces el poeta regala su reloj como recuerdo al verdugo, Ferriz, quien llora
y pide perdón. Covarrubias, Sánchez y Portugal mueren abrazados. Otra patrulla se
encargará de ejecutar a Mateos por la espalda. Márquez separa a los niños Víctor y
Samuel de su madre, Madama Adelina Smith. Junto con ella, buscaban a su padre, el
ingeniero Smith. Márquez ordena que sigan las ejecuciones y la madre impotente sentencia:
Su sangre inocente caiga entonces sobre ti.
5. El
quinto acto tiene la misma decoración que el tercero, en el Convento de San Diego.
Amanece y Márquez se proclama dueño de México. Llega Carolina Baz, quien le pregunta
por Juan Díaz Covarrubias; luego Sor Dolores, quien reclama a Sánchez y Adelina Smith, a
sus hijos. Márquez trata de engañarlas, pero cuando Madama Smith lo amenaza con su
propio puñal, el sanguinario recorre la cortina del fondo y les muestra los cadáveres.
Termina la representación con una nueva maldición de la dama:
...
La
risa del demonio
horriblemente
brilla
en tu faz
sardónica
y sombría;
la
señal de Caín
marca
tu hueste
Maldito
del Señor
Ay
de ti un día!!! (Ib: 57)
Ni
las advertencias de Fray Manuel ni las maldiciones de Adelina Smith alcanzaron en la vida
real al Tigre de Tacubaya. Por el contrario, la historia nos presenta al general
conservador Leonardo Márquez como un personaje equilibrado, que fue vitoreado en México
y Guadalajara tras su victoria, que trató de atribuir a Miramón la responsabilidad de la
matanza y que terminada la Guerra de Reforma, ahora al servicio del Imperio, fue enviado
en 1864 por Maximiliano a Constantinopla como embajador extraordinario, con el encargo de
comprar para México los Santos Lugares. Después fue nombrado lugarteniente del Imperio
con amplísimos poderes. Ante la derrota de su ejército, renunció a su cargo y
desapareció misteriosamente. El temido Tigre de Tacubaya permaneció oculto seis meses,
protegido por su madre y finalmente se escapó disfrazado de arriero rumbo a Veracruz, se
embarcó a Nueva Orleans y de allí continuó a La Habana, donde permaneció hasta 1895.
Gracias a un indulto porfirista volvió a México, pero tras la caída de Díaz, regresó
a Cuba, donde murió en 1913, a los 93 años.
Cumplida la tarea de reflexionar sobre el personaje
histórico en el teatro, valdría la pena preguntarnos ahora de qué manera invade el mito
la realidad extratextual. En otras palabras, ¿por qué al autor de los Mártires de
Tacubaya, Aurelio Luis Gallardo, la obra le costó la aprehensión y el destierro a San
Francisco, California, de donde nunca volvió? ¿Por qué el actor Desiderio Guzmán,
quien estelarizó el papel del Tigre de Tacubaya, murió trágicamente después de
golpearse la cabeza en un poste cuando se dirigía al Teatro Principal de Guadalajara? Y
finalmente, ¿por qué la tarde del 10 de noviembre de 1889, el general Ramón Corona,
gobernador de Jalisco fue apuñalado por el demente Primitivo Ron, cuando se dirigía con
su familia al mismo teatro a ver la representación de Los Mártires de Tacubaya de Aurelio Luis Gallardo?
ÁLVAREZ,
José Rogelio, int. Documentos inéditos e impresos
muy raros referentes a
CAMBRE,
Manuel, La Guerra de Tres Años. Apuntes para la
historia de la Reforma. Universidad de Guadalajara, 1986.
Enciclopedia
de México,
12 vols. 3ª ed. Impresora y Editora Mexicana,
México, 1977.
GALLARDO,
Aurelio Luis, Los Mártires de Tacubaya. Drama
histórico en cinco actos, versión mecanografiada, s/f.
GONZÁLEZ
CASILLAS, Magdalena, Historia de la Literatura
Jalisciense en el siglo XIX, UNED, Gobierno de Jalisco, Guadalajara, 1987.
HERNÁNDEZ
LARRAÑAGA, Javier, El Teatro Principal de
Guadalajara, La leyenda...olvidada, Ágata, Guadalajara, 2004.
HIDALGO,
Aurelio, El Teatro Degollado, Publicaciones del
Gobierno del Estado, Guadalajara, 1966.
Los
asesinatos de Tacubaya,
impreso en México y reimpreso en la imprenta de Benito García, Colima, 1859.
Los
demagogos y sus escritos, o sea contestación al cuaderno titulado Los asesinatos de
Tacubaya,
Tipografía de Dionisio Rodríguez, Guadalajara, 1859.
MORA,
Basilio, Notas para la Historia del Teatro en
Jalisco, UNED, Gobierno de Jalisco, Guadalajara, 1985.
PÁEZ
BROTCHIE, Luis, Jalisco. Historia Mínima,
Ayuntamiento Municipal, Guadalajara, 1985.
PÉREZ
VERDÍA, Luis, Historia particular del Estado de
Jalisco, vol. III, edición facsimilar de la de 1911. Universidad de Guadalajara,
1989.