INSURGENTES,
BICENTENARIAS Y RENOVELADAS
María
Guadalupe Sánchez Robles
Universidad de Guadalajara
Las
celebraciones del Bicentenario de
En
tanto, escritores e historiadores han traído a nuestro rígido
imaginario
nacional “humanizadoras” descripciones e interpretaciones de esa otra
lucha
alterna e inacabada: la de las mujeres. Tal es el caso de La
Insurgenta[1],
Premio Bicentenario Grijalbo de Novela Histórica. El autor, Carlos
Pascual,
quien presenta diversas facetas de la personalidad de Leona Vicario,
primera
periodista mexicana, justifica su elección:
Porque
Leona fue una mujer compleja, como todas ellas lo son. Porque no me
extraña que
haya vivido perseguida pues
aun ahora
se antoja seguirle los pasos. Porque nació como hija
de
Sin
esconder su oficio de dramaturgo, el escritor lleva a escena a
numerosos
personajes , tanto notables como del pueblo, que al día siguiente del
deceso de
Leona Vicario en 1842, acuden al Ayuntamiento de la ciudad de México
ante la
convocatoria pública para discutir si se realizarán en su honor
funerales de
estado o de ciudadano ilustre, y si será nombrada oficialmente
“Benemérita y
Dulcísima Madre de
Sobre
la ilustre heroína, todos los epítetos alusivos a su inteligencia,
belleza,
valentía, arrojo, fidelidad y alcurnia.
Para algunos hombres, una lástima que no hubiera nacido varón. Para
algunas
mujeres, la soberbia se sumó a sus éxitos y no reconoció el trabajo de
otras.
Pero
sin lugar a dudas, una de las comparecencias más destacadas en la obra, es la de una dama de sociedad, ya
entrada en años y famosa por proteger a
insurgentes: Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba, la
célebre
Güera Rodríguez, quien se opone rotundamente a la nominación de la
“Dulcísima
Madre de
Porque renunció a darles a las
mujeres un papel protagónico en la vida cotidiana. (…)Leona tenía una
pluma y
sí, en su momento, también una espada, pero decidió cambiarlas por un
bordado y
un rosario. Pudo haber sido nuestra
Madame de Staël: aristocrática, libertaria, revolucionaria y escritora
preclara. Pero no, Doña Leona se dejó atrapar por los
convencionalismos… ¡ella!
¡Ella a quien tanto admiré en su juventud! ¡Sus aventuras eran el
centro de
atención en mis tertulias! “¡Que se ha fugado
Las
obras seleccionadas son:
Para realizar este acercamiento
procedí como sigue: de cada una de las novelas mexicanas que se ocupan
del
personaje de interés, hice una selección de las citas textuales en las
cuales
aparece dicho personaje; una vez constituido el corpus de trabajo me di
al
análisis minucioso de los comportamientos localizables en dichos
fragmentos;
esto se refiere a cómo expresan lo que expresan los textos (si se hace
énfasis
en un signo o en una característica, por ejemplo); en cada uno de los
corpus
novelescos llevé a cabo la articulación definitoria de los variados
comportamientos textuales (como por ejemplo qué función tiene en ambas
narraciones el discurso de lo histórico); luego procedí a establecer
las series
de conflictos o juegos de oposiciones que cada uno de los textos
construye a
partir de la instancia narrativa (por ejemplo, rebeldía vs.
aristocracia) para
con toda la información obtenida dar lugar a una lectura final
propuesta, lo
que considero son los ejes de significación a partir de los cuales las
novelas
estudiadas dan forma a la reinterpretación de la figura de
A
partir de las articulaciones textuales que la “figura” de la
protagonista
histórica y literaria expresa en las obras citadas, he extraído lo que
considero que es la visión que cada libro tiene de doña María Ignacia.
Es,
pues, por las mismas estructuras y funcionamientos textuales que se
refieren al
personaje de
De acuerdo con las fuentes
históricas, María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba
(1778-1851) nació
y murió en la ciudad de México. Por intercesión del virrey conde de
Revillagigedo, en 1794 casó con José Jerónimo López de Peralta de
Villar
Villamil, con quien tuvo tres hijos, y enviudó once años después. Fue
partidaria de
Según la biografía novelada de
Artemio de Valle Arizpe [2],
en la que se apoya Adolfo Arrioja para escribir El águila
en la alcoba,
Poseía doña María Ignacia
Rodríguez de Velasco empaque, apostura; una gallardía de rosa de
castilla en
tallo alto. El ademán fácil iba de acuerdo con el dicho gustoso y
gracioso,
lleno de sabrosura, como toda ella; sus ojos (…) ¡Esos ojos azules,
cuánto
sabían decir! ¡Y cómo lo decían! Su luz interior le salía a doña María
Ignacia
al rostro en la gracia de los ojos en la seducción de sus sonrisas (…).
Como si
saborease sus palabras, se pasaba a menudo por los labios la
lengüetilla
regustadora. Siempre le bailaban los ojos de ansia, de una ansia por
algo
desconocido, hasta de ella misma. Era armoniosa de cuerpo, redonduela
de
formas, con carnes apretadas de suaves curvas, llenas de ritmo y de
gracia;
cuando caminaba y las ponía en movimiento, aun al de la sangre más
pacífica le
alborotaban el entusiasmo. Alta no era, su cabeza llegaba al corazón de
cualquier hombre. (p.19)
Inteligente y visionaria, se
opondrá después a la coronación de Iturbide como primer emperador de
México:
- Guardaos muy bien de aceptar
la corona, don Agustín, porque yo se que cuantos hombres entran a
Palacio
pierden la cabeza.
- Daré garantías, conservaré el
orden- repuso Iturbide.
- Pensad –observó la dama-, que
la primera cabeza que caerá será la vuestra. (p.148)
Y así fue. Valiente y decidida,
enfrenta
Al acercarnos a ambos textos,
es prioritario develar cómo las estrategias narrativas de estas novelas
se
denuncian a sí mismas en cuanto que realizan una distinción demasiado
obvia
entre el discurso meramente histórico y el ficticio; el primero se
ocupa de dar
cuenta de los sucesos referenciales de la “historia real” y el segundo,
del
relato de los personajes. La enunciación de nuestra protagonista se
encuentra a
caballo sobre las dos vías discursivas, aunque como veremos, se va
decantando
hacia la faceta de lo puramente narrativo, y que toma lo histórico como
pretexto, como telón de fondo para inscribirle en el texto y para irle
construyendo como figura sobresaliente en ambos relatos.
Un
discurso, el histórico, en el texto de Valle Arizpe,
se dedica a informarnos, literalmente, como si se tratase de un
texto
escolar, de los acontecimientos propios de lo que se considera historia
nacional. Mientras que el otro, ya situado el ambiente, nos narra y nos
describe a la figura que nos ocupa,
Los hechos “históricos” no son
narrados en el sentido estricto de la palabra y del funcionamiento
textual
concreto. Sólo son mencionados como una serie de retahílas informativas
que simulan
un tiempo y un espacio, los cuales pasan por reales, porque son
susceptibles de
ser consultados en un almanaque o en una enciclopedia. En
El
águila en la alcoba (Arrioja
Vizcaíno, 2005), la
relación histórica se distingue mucho más que en el otro texto de la
narración
ficticia, porque establece una clara perspectiva que diferencia lo
general de
lo particular, lo colectivo de lo individual. Así, cuando se habla de
lo
histórico nos topamos con el cromo de los datos conocidos –eso sí muy
ampliamente citados- y cuando nos refiere las acciones de los
personajes
literarios, observamos un acercamiento tanto a los detalles
particulares como a
las emociones de los actores. La combinación de discursos en la
estrategia
escritural de la obra de Adolfo Arrioja Vizcaíno va de la acumulación
de datos
al despliegue del recuento de acciones y características de los
personajes. La
historia no es narrada aquí, sólo mencionada. Lo histórico es un
subterfugio
para el trazo específico de la protagonista bajo una pretendida forma
novelesca, que no siempre se muestra eficaz o definitiva.
En las dos novelas, mucho más
en
En El águila en la alcoba, por otra
parte,
A través de la lectura de este
par de textos asistimos a la delineación de un personaje femenino
ideal. En el
caso de la novela homónima del personaje, el proceso por el cual accede
a la
calidad de ideal propone una serie de características exacerbadas de lo
femenino, considerado como ejemplo máximo de la seducción y de cierta
malignidad
y peligro; también es mitificada como modelo superlativo del individuo
unido a
la causa de
Uno
de los rasgos en particular que le son atribuidos a esta figura
femenina en el
material al cual nos hemos acercado, es el considerable poder que
ostenta y que
utiliza de manera abierta. En términos de jerarquía, ya sea
representada por su
estatus social (“una señora de tan altas prendas y elevada prosapia”),
(p.109),
o por su desempeño actancial en el relato. En cada una de las novelas
nuestra
protagonista realiza acciones que conectadas con el literal manejo de
la
información, influyen grandemente en el desarrollo y despliegue de la
secuencialidad narrativa; es ella quien genera o modifica los efectos
de más de
un comportamiento actancial, por ejemplo aplaca a los integrantes
represores de
En
este orden de representaciones, nos encontramos con que la idea de la
simulación se halla muy presente en la esfera de signos que
corresponden a
nuestra protagonista. Por medio de la estrategia narrativa de la
comparación
nos vamos enterando de la presencia de una serie de contradicciones
textuales
en conexión con el personaje de
En otro momento dentro de la
novela de Valle Arizpe se nos ofrece una curiosa comparación entre la
protagonista y lo femenino: ella es calificada y definida como “Juana
Tenorio”,
por el alcance y la amplitud de sus conquistas (hay un recuento: un
notario, un
médico, un abogado, un maestro, el protagonista principal de El águila en la alcoba, etc.). A partir
del referente masculino la mujer es definida y debe definirse a sí
misma en
esta representación que encontramos en las novelas analizadas: la mujer
no es
mujer, la única referencia válida para una hembra conquistadora de
galanes es
una marca masculina, el Don Juan. Como si se nos estuviera declarando
que para
ser mujer, primero hay que ser hombre. Más allá del evidente punto de
vista
masculino que rige la representación de la mujer textual, nos
encontramos con
este proceso de simulación o enmascaramiento que recorre la enunciación
novelesca.
Como
decíamos arriba, el proceso de mitificación al cual es sometida la
figura de
Se
acentúa la definición como sistema textual; se busca decir “quién o
qué” es aquello de lo cual se habla. Una
muestra perfecta de este comportamiento textual es el cuarteto de
versos que
¿Qué
cosa es Inquisición?
Un
Cristo, dos candeleros,
Y
tres grandes majaderos,
Esta es su
definición. (p.117)
Lo que podríamos llamar una
especie de subproceso textual es aquel que tiene lugar cuando a la hora
de
definir algo, la instancia narrativa (o los personajes mismos), agregan
o
eliminan información tras la información ya dada, en un procedimiento
de
distorsión. Este funcionamiento se evidencia en la distinción que hace
el texto
de El águila en la alcoba, en los
nombres “familiares” y “sociales” de los personajes (las autoridades o
los
personajes “históricos” o “lejanos” a la instancia narrativa son
denominados
con sus nombres con apellidos completos, mientras que los
pertenecientes a la
ficción o “cercanos” al narrador son mencionados solamente por sus
nombres de
pila). En la novela de Valle Arizpe, este proceso se nos presenta como
un
comportamiento típico: “un secreto dicho en secreto a uno, se descubre
en
secreto a otro, y de los dos secretos resulta un no secreto que empieza
a
esparcirse y pregonarse con el adorno de muchos añadidos” (p.117).
En
esta interacción entre lo aparente y lo real, entre lo mencionado y lo
añadido,
llegamos a identificar una sistemática textual que parece pertinente de
ser
indicada; tal sistemática es la de lo oculto y lo revelado. Se
despliega una
práctica, pero en realidad es otra la
verdadera práctica. En la superficie se muestran unos signos, pero en
lo
profundo son otros lo que en verdad ejercen el desarrollo de la acción.
Y no sólo
eso: el texto de Valle Arizpe muestra esta dicotomía
“apariencia-realidad”, a
la cual se une una descalificación hacia aquellos elementos que no
“saben
seguir el juego” de lo aparente que simula ser otra cosa, como lo
demuestra el
episodio del retrato en cera de
En
términos políticos, las apariencias en la narración sirven a propósitos
concretos; no solamente proporcionan un ámbito seguro dónde ejecutar
toda una
serie de picardías personales o las acciones pro-independencia de
Para cerrar este acercamiento a la figura a la
vez histórica y ficticia de
En primera instancia hemos
enunciado la
diferencia entre los discursos histórico y narrativo-literario; tal
diferenciación da lugar a que
Asimismo,
localicé la presencia y el accionar de un discurso mitificador, el cual
por
medio de la exageración y la exacerbación de las características
descritas y de
las acciones de la protagonista, va armando la imagen verbal de una
mujer
ideal, concebida como un personaje más perteneciente a la ficción que a
Esta
mujer “perfecta”, de una belleza incontenible, es seductora, peligrosa,
subversiva. Sin embargo, los signos que se acumulan alrededor de su
caracterización portan ciertas contradicciones, como la de manifestarse
al
mismo tiempo como aristócrata – rebelde (conservadora - amenaza).
Hablamos de
que podríamos verla como una suerte de “pícara evolucionada”,
representante de
un poder “maquiavélico”, portadora de un poder propio de una jerarquía
(social
y de acción), y por lo tanto poseedora de una superioridad
significativa con
respecto a los otros personajes de los relatos analizados.
El
mayor poder que una entidad textual como
A
pesar de que la textualidad literaria o pretendidamente literaria (como
es el
caso de El águila en la alcoba, que
es un libro de consumo comercial) dirige los
signos hacia la construcción de una mujer ideal y mítica, usando
cánones
masculinos que nunca abandona como referencia y modelo para determinar
a lo
femenino.
Nuestro
acercamiento dio lugar a la identificación de varias sistemáticas
textuales con
respecto a las novelas mismas y a la construcción de la protagonista.
En
primera instancia, la sistemática de la simulación y por lo tanto de la
ambigüedad (se pretende ser lo que no se es, o se es lo contrario de lo
que se
muestra); la sistemática de lo oculto y lo revelado se halla muy en
relación
con la antes citada, ya que se trata de evidenciar o aclarar no sólo lo
que se
encuentra escondido, sino también lo que realiza la acción de simular.
A través
de una estrategia comparativa, se instituye la sistemática de la
definición,
mediante la que se busca constituir una identidad de situaciones y
personajes.
Por su parte, la sistemática de la distorsión (añadir o quitar
información dada
sobre una circunstancia o un protagonista) busca modificar y
desestabilizar lo
que se enuncia. La sistemática de la descalificación (junto con la que
distorsiona) choca con la que propone establecer una identidad a cosas,
actos y
personajes; mientras, la distorsión confunde la información, quitándole
el valor
a lo que se sugiere como propietario de una identidad, de una
definición clara.
Como lectura propuesta puedo
decir que las novelas de Valle Arizpe y de Arrioja Vizcaíno
reinterpretan y
representan a
De lo anterior podemos abstraer
que la visión de lo femenino y en particular de la protagonista Güera
Rodríguez, oscila entre un sistema de signos que el texto busca
estabilizar,
concebir e identificar y otro sistema de signos que al mismo tiempo se
acerca a
la posibilidad de poner las apariencias sobre lo que es real, lo
deformado
sobre lo preciso, lo inválido sobre lo válido. A fin de cuentas, si
seguimos
esta línea de ideas, lo histórico es reconocido como un mito; la
historia
equivale a una mitología. Y por lo tanto, aquí, nuestra protagonista,
la
importante figura femenina de
Para
finalizar, quiero volver a
¿Por
qué quieren nombrar Benemérita a la señora Vicario? ¿Por qué esta
patria, antes
tan abierta y diáfana necesita ahora una “Dulcísima Madre”? ¿Por qué no
le dan
mejor una buena amante? Sería una nación más despierta y menos
dramática. ¡Y no
hablo de mí, por cierto! Yo soy una…una mujer entrada en años. Pero
habría
aceptado con gusto el tratamiento: ¡Doña Ignacia
Rodríguez! ¡La dulcísima amante de la patria! (p.116)
Claro
está, desde el otro extremo del imaginario femenino –pero de factura
masculina-
de
Cros,
E. (1992). Ideosemas y morfogénesis del texto. Literatura española
e
hispanoamericana. Frankfurt am Main, Alemania: Vervuert Verlag.
Álvarez,
J. R. (1993). Enciclopedia de México (Vol. XII). México,
México: Sabeca
International Investment Corporation.
Arrioja
Vizcaíno, A. (2005). El águila en la alcoba. México, México :
Grijalbo.
Editorial
Porrúa. (1986). Diccionario Porrúa de historia, biografia y
geografía de
México. (Vol. II). México, México : Porrúa.
Pascual,
C. (2010).
Valle
Arizpe, A. d. (1977).
[1] Para
la
elaboración de este trabajo se utilizó la primera edición de la
editorial Grijalbo,
México, 2010, de
[2] Para
la elaboración de
este trabajo se utilizó la primera edición de la editorial Diana,
México, 1977,
de