Sincronía Summer 2009


La estirpe de las siete Celestinas: de Fernando de Rojas a Sor Juana Inés de la Cruz

 

Guillermo Schmidhuber de la Mora

Universidad de Guadalajara


 

 

 

Desde la aparición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea —título de la edición de La Celestina de 1499—, el personaje de Celestina ha continuado vivo, no únicamente como resultado del prístino vigor con que fue dotado esta alcahueta en la novela-dialogada, sino también porque posteriormente otros autores tuvieron la audacia de revivirla en otras obras literarias.

     Durante el primer siglo de su existencia, Celestina fue matriarca de una estirpe literaria, a partir de su primera aparición en el cosmos de la ficción, engendró una nutrida descendencia literaria. Después de la novela inicial, seis obras han cumplido con el propósito de prolongar la vida literaria de Celestina, o de darle una progenie heredera de sus obras: hija, prima, sobrina. Los títulos de las obras y los nombres de lo autores continuadores son los siguientes:

 

·        Feliciano de Silva escribió Segunda comedia de Celestina, en la que se trata de los amores de un caballero llamado Flides y de una doncella de clara sangre llamada Polandria, obra publicada en 1534. Esta novela presenta a la Celestina original, quien mediante el ardid de una muerte fingida, parece resucitar de la primera obra, para narrar con diálogos las vicisitudes amatorias de la pareja de Felides y Polandria.

 

·        En 1536 aparece Tercera parte de la Tragicomedia de Celestina: una prosiguiendo los amores de Felides y Polandria: conclúyense sus desposorios y la muerte y desdichado fin que ella hubo, cuyo autor fue Gaspar Gómez, natural de Toledo, novela dialogada que continúa la obra de Feliciano de Silva.

 

·        En 1542 se publica Tragicomedia de Lisandro y Roselia, llamada Elicia y por otro nombre cuarta obra y tercera Celestina, sin nombre de autor. Narra las vicisitudes de la pareja de amantes Lisandro y Roselia. La protagonista de esta novela dialogada es una sobrina de Celestina llamada Elisa, quien continúa el negocio de la alcahuetería.

 

·        Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo publica La hija de Celestina, en Milán en 1616, mediante diálogos son narradas las peripecias de Elena, hija de la Celestina original, y de un caballero por nombre Pierres.

 

·        Juan Navarro de Espinosa es el autor del Entremés famoso de La Celestina, escrito posiblemente en 1637 y publicado en 1643, en Alcalá de Henares.[1] Es un jocoso entremés en que una prima de Celestina, quien es también su tocaya, da cátedra de amor a varias doncellas curiosas.

 

·        En el ocaso del Barroco aparece La Gran Comedia de La Segunda Celestina, Fiesta para los años de la reyna nuestra señora, años de 1676, publicada en forma de suelta con el nombre del autor: Agustín de Salazar y Torres, quien había muerto un año antes sin haberla podido terminar. En 1991 Octavio Paz y Guillermo Schmidhuber propusieron que las mil líneas finales de la comedia eran de la autoría de sor Juana Inés de la Cruz. Es una comedia barroca que presenta una Celestina, hija de la Celestina original, quien ya no es hechicera, sino una mujer racionar que logra la felicidad para tres parejas que terminan casamentadas.

 

Estas obras son celestinas por el nombre del personaje y por pertenecer a mundos de ficción vinculados con el cosmos de la Celestina de Rojas.

     Otras obras han tenido a una alcahueta —no a Celestina— entre sus personajes, pero no hay relación directa entre esos cosmos de ficción y el de la Celestina original. Menéndez y Pelayo enumera a los autores que contribuyeron con la tradición no nominal celestinesca: Juan de Encina, Gil Vicente, Torres Naharro, Jaime de Huete, Francisco de las Natas, Lope de Rueda y Juan de Encina.[2] Lope de Vega rinde pleitesía a la alcahueta española en El caballero de Olmedo y La Dorotea, pero sin bautizar de Celestina a sus oficiosas mujeres. Luis Hurtado de Mendoza escribió la Tragedia Policiana, que fue publicada en 1548, en la que da vida a una maestra de Celestina.[3] Otros dramaturgos que incluyeron personajes con oficio celestino fueron Gaspar de Ávila, Tirso de Molina, Pérez de Montalbán y Agustín Moreto. Un entremés de Quevedo también le dio nuevos quehaceres, Entremés de la hechicera o La vieja Muñatones. Calderón de la Barca escribió una Celestina que nunca fue publicada y hoy está perdida, acaso por el descuido de su editor póstumo, Juan de Vera Tassis y Villarroel.[4] Todos estos personajes celestinescos poseen las características de la encubridora de Calixto y Melibea: su profesión vergonzante y su versada hechicería; sin embargo estos personajes no pertenecen al mundo de ficción iniciado por La Celestina de Fernando de Rojas.

 

El linaje de las siete Celestinas

 

La Celestina es la obra matriz de la literatura castellana. Medieval y renacentista, por la confluencia de épocas en que fue creada, y realista y trágica, a la vez, por el estilo. El personaje secundario de una alcahueta se fue convirtiendo en la protagonista-actante de una serie de novelas-dialogadas y de obras dramáticas que presentan las vicisitudes de varias parejas de amantes que unas veces gozan plenamente de su pasión y, otras, pierden la vida en el intento.

     Al ser de profesión alcahuetas, las Celestinas no podían tener puro su nacimiento. Las elucubraciones para resolver los problemas de autoría de La Celestina —la primera del linaje— han llenado muchas páginas de libros especializados: La primera edición conservada de 1499 fue anónima y carecía de título. En la edición de 1500, titulada Comedia de Calisto y Melibea, se menciona el hecho que Fernando de Rojas, tras de leer el primer acto escrito por un amigo suyo, decidió completarlo con los quince capítulos restantes. Siguieron las ediciones de 1500 y 1501, y fue posiblemente en la edición de 1502 cuando se le añadieron cinco actos nuevos, con interpolaciones en casi todos los restantes; además, el título cambió de Comedia por Tragicomedia. La obra que hoy leemos bajo el famosísimo nombre de La Celestina está formado por 21 actos más el prólogo, las octavas acrósticas y los argumentos que anteceden cada acto.

     La maldición de la anonimia o la incertidumbre paternal autoral ha perseguido a varias de las obras que constituyen la estirpe celestineña; más adelante se analizarán a detalle las cuestiones autorales de La tercera Celestina, que apareció anónimamente en 1542, y cuyo acertijo autoral no fue resuelto hasta 1872 con la adjudicación de la autoral a Sancho de Muñoz; la paternidad de la obra fue otorgada tras un lapso de trescientos treinta años de su primera publicación. Posteriormente, el caso de La gran comedia de la segunda Celestina, que lleva la fecha de 1676 tras el título, y cuyo autor Agustín de Salazar y Torres murió antes de haberla podido terminar, labor que fue llevada a cabo por un autor anónimo que quedó escondido en la historia literaria, hasta que en 1991, Octavio Paz y Guillermo Schmidhuber presentaron la propuesta de la coautoría de sor Juana Inés de la Cruz.

 

 

I. Tragicomedia de Calixto y Melibea (1499)

 

La Tragicomedia de Calisto y Melibea, de Fernando de Rojas (d. 1541), tiene influencia de dos fuentes literarias: la comedia latina y la comedia humanística que surgió en Italia en el siglo XIV y alcanzó su cima en la siguiente centuria; era una emulación en lengua castellana de la comedia latina clásica en torno a la vida cotidiana amorosa. Las diferencias estriban en que la comedia humanística no proponía un desenlace trágico, por lo que Rojas tuvo que tomarlo de los libros de aventuras sentimentales, como Cárcel de Amor. Como fuentes parciales hay que considerar otros veneros, como el uso de sentencias y cuentos populares a imitación de Petrarca, el enriquecimiento del diálogo con el refranero castellano y la cosmovisión cruda de la novella italiana.

     En el desenlace final de La Celestina inicial, los enamorados Calisto y Melibea mueren trágicamente, mientras que los criados Sempronio y Pármeno son ajusticiados por el asesinato de la encubridora. La estructura narrativa incluye un resumen del argumento general y otro al principio de cada acto, que constituyen descripciones internas que son generalmente redundantes, aunque otras veces otorgan una perspectiva en contrapunto. Los personajes son presentados con una humanidad completa, tanto física como sicológica, logrando un alto grado de verosimilitud. Celestina ha sido considerada como personaje con tanta realidad, que desvirtuó la intención original de la tragicomedia que narra dialógicamente la relación amorosa de Calisto y Melibea, y acabó colocando el nombre de este personaje como el título de la obra. [5]

 

 

II. Segunda comedia de Celestina (1534)

 

Feliciano de Silva (1491-1554) escribió Segunda comedia de Celestina, en la que se trata de los amores de un caballero llamado Felides y de una doncella de clara sangre llamada Polandria, cuya primera publicación fue en 1534 y, posteriormente en 1536, en Salamanca y Venecia, con una cuarta edición en Amberes en 1550.[6] Su autor es  hoy  más recordado por la crítica literaria que leído por los entendidos, especialmente a causa de la cita derogatoria que de Silva hace Cervantes en el Quijote:

 

Es pues, de saber que este sobre dicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso—que eran los más del año—se daba a leer libros de caballerías (...) y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer los requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura...” Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por enten­derlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.

 

La referencia citada por Cervantes en el Quijote pertenece a la Segunda comedia de Celestina, y según la opinión de varios críticos está tomada del monólogo inicial de Felides;[7] por lo que no pertenece a las novelas de caballería de Silva como parece afirmar el manco de Lepanto. La popularidad de esta obra fue interrumpida por la censura cuando fue incluida en el Índice de Valdés de 1559.

     Al llevar a cabo la edición moderna de esta obra, Consolación Barranda cita la popularidad de Silva en su tiempo y propone como prueba de ello las trece ediciones del Lisuarte de Grecia (Sevilla 1514), las nueva del Amadís de Grecia (Cuenca, 1530), seis de la primera y segunda parte del Florisel de Niquea (Salamanca, 1532), seis de la tercera parte de este libro (Medina del Campo, 1535), dos de la cuarta parte (Salamanca, 1551) y cuatro de la Segunda Celestina (Medina del Campo 1534).[8] Sin embargo, la fama de Silva sería opacada por la cita infamante de Cervantes que, injustamente, parece ser lo único que hoy se recuerda del tan leído autor en su tiempo. Este autor murió en Ciudad Rodrigo en 1556. Para el nuevo mundo resulta interesante apuntar que el hijo de Feliciano, Diego de Silva, participó en la conquista de Perú y llegó a ser alcalde de Cuzco, quien es más conocido en la historia por la protección que le brindó al Inca Garcilazo, el autor de los Comentarios reales, de quien fue padrino de confirmación.[9]

Según la opinión expuesta por el autor, esta obra no es una comedia representable sobre la escena, sino una elaboración perteneciente al género narrativo del arte dialógico que es inherente al teatro. La trama concuerda con la obra de Fernando de Rojas en cuanto a presentar los amores de una pareja —ahora de Felides y Polandria— con la intervención de Celestina; la diferencia sustancial estriba en la presentación de otras parejas amorosas, especialmente entre los criados—once parejas según el conteo de Consolación Baranda—, que sirven de contrapunto para manifestar las variadas formas del amor en diferentes estamentos sociales. Celestina es la misma persona de la Tragicomedia de Rojas, ya que no fue asesinada por Pármeno y Sempronio, sino dejada por muerta debido a la argucia de Celestina de fingir su muerte para salir malherida más no muerta, del trágico desenlace causado por la ira de los personajes rojeños. En la obra de Silva se menciona la muerte de Calixto y Melibea como un suceso que consternó a la misma ciudad —Salamanca— que también aceptó que Celestina había resucitado. Si los primeros amantes literarios servidos por Celestina acabaron trágicamente en la muerte, en esta segunda aparición literaria, la pareja culmina su amor con la felicidad.

     Segunda comedia de Celestina es una obra con merecimientos para ser leída hoy por ser una digna reelaboración literaria, su punto de partida es el mismo significante de novela dialogada, con el logro de alcanzar un significado diferente por la poliglosia de personajes pertenecientes a varios estratos sociales.

 

 

III. Tercera parte de la Tragicomedia de Celestina, de Gaspar Gómez de Toledo (1536)

 

La siguiente reelaboración de Celestina fue de Gaspar Gómez de Toledo y llevó por título Tercera parte de la Tragicomedia de Celestina: una prosiguiendo los amores de Felides y Polandria: conclúyense sus deseados desposorios y la muerte y desdichado fin que ella hubo. Es obra de la qual se pueden sacar dichos sutilísimos y sentencias admirables, por muy elegante estilo dichas; agora nuevamente compuestas por Gaspar Gómez, natural de la muy insigne ciudad de Toledo. Dirigida al magnífico caballero Feliciano de Silva

     En la historia literaria esta Celestina no alcanzó la fama de las anteriores. Sin embargo, sus logros no debieran olvidarse. Acaso la fama de las celestinas previas hizo mella en el lucimiento de la de Gaspar Gómez. Poco recuerda la historia literaria de este autor y de las razones por las que retomó el tan famoso tema celestineño.

 

 

IV. Tragicomedia de Lisandro y Roselia (1542)

 

En 1542 se publica Tragicomedia de Lisandro y Roselia, llamada Elicia y por otro nombre cuarta obra y tercera Celestina, sin el nombre del autor ni lugar de impresión;[10] sin embargo, años más tarde se descubrió la autoría en un acertijo escondido en un poema añadido al texto que descifró Juan Eugenio Hartzenbusch siguiendo la indicación incluida en la última de las octavas reales:

 

    Si el nombre glorioso quisieres saber

Del que esto compuso, tomad el trabajo

Cual suele tomar el escarabajo

Cuando su casa quiere proveer.

Del quinto renglón debéis proceder,

Donde notamos los hechos ufanos

De aquel que por nombre entre los humanos

Vengador de la tierra pudo tener.

 

En el verso 7º de la cuarta octava real, hay una cita de Hércules (Alcides) y leyendo a partir del verso quinto hacia arriba—como el escarabajo camina—, las letras primeras de veintiún versos completan la siguiente frase: “Es-ta–o-bra–con-pu-so–San-cho–de–mu-n-non–na-tu-ral–de–Sa-la-man-ca”. Sancho Muñón escondió su nombre en un acróstico imperfecto en un poema agregado a su obra; un acertijo similar al acróstico con el que Fernando de Rojas ocultó su nombre en un poema agregado a la tragicomedia.

     Menéndez y Pelayo, en su prolijo estudio sobre la Celestina y sus imitaciones, apunta que “Todo induce a creer que es la misma persona que D. Sancho Sánchez de Muñón que en 26 de abril de 1560 tomó posesión de la plaza de Maestresala de la Catedral de México...cancelario de aquella reciente universidad...recibió o incorporó el grado de teología...hizo imprimir una Doctrina cristiana... Las noticias de su vida alcanzan hasta 1601”.[11] Sin embargo, esta información no es fidedigna porque se trata de dos personajes distintos, uno el autor literario y otro el maestresala, como lo ha demostrado el historiador mexicano Luis González y González.[12] Por su parte, Beristáin y Souza no menciona a este autor emigrante en su Biblioteca hispano americana setentrional (1883).[13]

     Los amantes, Lisandro y Roselia, caen en manos de otra ilustre alcahueta, Elicia, quien es sobrina de la Celestina rojeña. El argumento de la tercera cena incluye la siguiente acotación para presentar a los personajes: “...Nueva Celestina, Elicia, sobrina de la barbuda, cuyo saber en arte de alcahuetería mucho encarece. Vanla a llamar Eubulo y Oligides, y en el camino declaran toda la vida y origen de ésta, y por muchas razones concluyen en que va sin ningún color de verdad la fábula que de la resurrección de la vieja Celestina anda” (Lisandro y Roselia 16). Esta Celestina no logró el éxito de lectores de sus antecesoras, pero nos presenta La Celestina con mayor número de citas textuales de palabras o circunstancias de la Celestina rojeña. Ya no es una tragicomedia, sino simplemente una comedia.

 

 

V. La hija de la Celestina (1616)

 

La progenie celestineña fue iniciada por La hija de Celestina, de Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo, en 1612, en Lérida, editada por Luis Manescal, y el mismo año otra impresa en Zaragoza. En Milán en 1616 se hizo la tercera impresión con el título de la obra en la portada y con los titulillos de las páginas como: La hija de Pierres y Celestina. Bajo el título de La ingeniosa Elena existen dos ediciones fechadas en 1614 y 1737. Esta novela presenta a Elena, hija de madre Celestina y de un caballero por nombre Pierres.

     Un descendiente del autor de La hija de Celestina, por nombre Joaquín López Barbadillo, llevó a cabo la edición moderna de 1907 y escribió una Introducción. Alonso Gerónimo Salas Barbadillo nació en Madrid en 1581; fue hijo de un agente de negocios de la Nueva España. Estudió Cánones en la Universidad de Henares y posteriormente vivió en Valladolid. Su religiosidad le hizo escribir un largo poema a la Virgen de Atocha y estuvo entre los promotores de la causa de la canonización de San Isidro. En Simancas se conserva la diligencia de una riña el 20 de enero de 1609 entre Salas Barbadillo y un caballero persa, por nombre Boniat Bey y más tarde Diego de Persia, quien encabezaba en embajada de Abbas el Grande. Habiendo estado esa noche en un lupanar—digna escenografía para Celestina—los caballeros riñeron y el madrileño hirió al persa. “Cada testigo declaró cosa distinta, y no hubo más. La causa se archivó”.[14] Posteriormente sufrió un destierro en Alcalá, delito por el cual logró indulto, pero posteriormente pasó a Zaragoza por alguna otra marrullería. Murió en Madrid el 10 de julio de 1635.

     La aprobación de impresión de La hija de Celestina está fechada el 24 de abril de 1612 y al aprobarla, el capellán y catedrático de la universidad de Zaragoza, Gregorio Juan Palacio afirma que “He visto esta obra intitulada La hija de Pierres y Celestina, y no hay en ella cosa contra nuestra Santa Fe Católica; antes bien, el autor muestra su agudo ingenio y entreteniendo con singulares gracias el gusto, enseña cuánto se han de guardar los hombres de una ruin mujer”.

Según esta novela, la Celestina no murió asesinada por Pármeno y Sempronio, como se cuenta en La Celestina de Rojas, sino sobrevivió tres crónicas más para morir en un solitario camino a manos de unos ladrones y sin el cuidado de su hija.

 

 

VI. Entremés famoso de La Celestina (1643)

 

En la colección de entremeses publicada en 1643 con el título Entremeses nuevos, de diversos autores, para lo honesta recreación, se incluye el Entremés famoso de La Celestina, de la autoría de Juan Navarro de Espinosa. La publicación corrió a cargo de Fracisco Ropero [sic], en Alcalá de Henares; y a pesar de que la portada ostenta la frase “con licencia”, en las páginas interiores, la edición no contó con aprobaciones ni licencia, sino únicamente con un índice de los contenidos de sus 119 páginas.[15] En su Catálogo del teatro antiguo español, Barrera y Leirado apunta la siguiente entrada:

 

Juan Navarro de Espinosa era en Madrid, por los años de 1642, censor de comedias. Montalbán incluye entre los ingenios de Madrid a “Juan Navarro, poeta dos veces divino, por ser sus versos de alabanzas de los santos, para cuyos asuntos tiene admirable agudeza, espíritu y gracia”. Escribió Juan Navarro en 1635, a la muerte de Lope de Vega, una canción; y después cuatro décimas a la de Montalbán. En el Romancero de avisos para la muerte tiene un romance; y varias quintillas en el Certamen a la dedicación de la Iglesia de Santo Tomás, de esta corte, año de 1656. Murió aquí, [Madrid], en la parroquia de Santa María, el 23 de octubre de 1658. [16]

 

El Entremés famoso de la Celestina presenta varios aspectos que habría que resaltar:

 

 

     El Entremés famoso de la Celestina es un antecedente de La gran comedia de La segunda Celestina, obra comentada en el apartado siguiente. Fundamentamos la relación de antecedente, no de causa a efecto, sino de previa existencia con paralelismos sorprendentes:

 

 

 

VII. La Gran Comedia de la Segunda Celestina (1676)

 

En el periodo final del barroco aparece La Gran Comedia de la Segunda Celestina, Fiesta para los años de la reyna nuestra señora, años de 1676, publicada en forma de suelta con el nombre del autor, Agustín de Salazar y Torres (1636-1675).[17] Varios cambios se avisan del personaje que inició la estirpe celestina. Ahora es la hija y vive en Triana, un barrio de Sevilla; ya el núcleo urbano no es Salamanca, como la crítica española ha propuesto y aceptado para la primera Celestina. En esta comedia, la aparición escénica de Celestina ha sido cuidadosamente preparada para que el público esté impaciente esperando ver al personaje. En esta obra Celestina deja de ser personaje medieval, poseedora de pócimas y fórmulas secretas; también ha abandonado el renacimiento que había humanizado a la pareja de amantes y había personificando a Celestina como una alcahueta de carne y hueso que muere a manos de dos criados ambiciosos.

En la última Celestina el personaje es una mujer inteligente, que utiliza la estulticia de los enamorados y el favor de las damas para conseguir su diario sustento. Ella no cree en la magia ni en ningún encantamiento. Es una matrona con más sentido común que aquél de las parejas de estúlticos enamorados. Nunca miente, sino alienta. No embauca, sino tienta. No despoja, sino cobra. Si las damas son inteligentes, más inteligente es esta vieja que supo de amores y que no ha olvidado, mujer de juventud apasionada y de vejez sin regodeo, quien conoce el corazón de los humanos, pero también de cómo ellos perciben otras de sus partes corporales. Sabiduría de vieja, rebujos de comadre, antojos frustrados de muchacha y ternura cicatrizada de quien no olvida que fue niña. El arte de amar para aquéllos que no creen en el amor, ni menos en el arte.   

     En la segunda mitad del siglo XVII, el Medioevo había agotado sus posibilidades diacrónicas de sobrevivir más allá de su período histórico y el Renacimiento había restituido el valor a todo lo humano, dando igual aprecio al cuerpo que al alma, con la revaloración de la razón y el libre albedrío, menguando el aprecio a la intuición, sin que hubiera un espacio para la mágica. La Celestina poscalderoniana es teatral, es una vieja que platica como cualquier matrona sin que en sus parlamentos parezcan los diálogos de un relato. Esta Celestina aprecia la inteligencia de la mujer, la suya y la de las damas personaje.

     La indagación sobre la autoría de La gran comedia de La segunda Celestina, tratando de dilucidar los elementos comprobatorios de la coautoría de Sor Juana. Un análisis primero fue presentado en mi libro Sor Juana dramaturga, las comedias de “falda y empeño”, editado en 1996 por la Universidad de Puebla, y en una versión amplificada en The Three Secular Plays of Sor Juana Inés de la Cruz, con la colaboración de Olga Martha Peña Doria, libro publicado en 1999 en inglés por la Kentucky University Press. Los argumentos esclarecedores de la autoría sorjuanina fueron analizados por la evidencia documental, la evidencia temática y la evidencia lingüística. A casi dos décadas desde el descubrimiento de La gran Comedia de La segunda Celestina, la coautoría de sor Juana ha sido aceptada por la crítica internacional,

    La gran comedia de La segunda Celestina es diferente a las otras obras cuyo personaje proviene de la obra de Fernando de Rojas, por la razón de que fue co-escrita por una mujer y que esta comedia presenta al personaje central como una anti-Celestina, ya que esta intermediaria triunfa en sus empeños sin recurrir a la magia, sino haciendo uso de labores de razón para alcanzar la felicidad amatoria de las parejas, y lo que es más definitorio, sin que haya alteración del orden moral ya que terminan en matrimonio.

 

 

Comentario final

 

La estirpe de las siete Celestinas es una aventura de recreación literaria que pone de manifiesto la fuerza creadora de la literatura hispánica. Bien es sabido que el personaje de don Quijote ha sido recreado por otros autores además de Cervantes; paralelamente el personaje de la Celestina ha continuado a través de los siglos con vitalidad literaria. Cinco novelas dialogadas y dos obras dramáticas constituyen un legado de dos continentes que puentea un lapso de 177 años que va de la edición de Sevilla de La Celestina en 1499, hasta la escritura de La gran comedia de La segunda Celestina en 1676. El iniciador de la estirpe Celestina fue Fernando de Rojas y la autora que cierra el ciclo fue Sor Juana Inés de la Cruz. Un puente literario que unió la apertura del Renacimiento con la culminación del barroco, periodo calificado de Siglo de Oro de la literatura española.



[1] Agradezco a la profesora Ruth Sánchez Imizcoz, de la University of South Sewanee, en Tennessee, Estados Unidos, el haberme informado sobre el entremés celestino.

[2] Ver Menéndez y Pelayo, Marcelino. Orígenes de la novela. (Buenos Aires: EMECÉ, 1945) Vol. III. pp. 440-464.

[3] Tragedia Policiana, en la cual se tractan los muy desgraciados amores de Policiano e Philomena...Impresa en Toledo, en casa de Fernando de Santa Cathalina: acabose al primero día del mes de Marzo, año de1548.

[4] Menéndez y Pelayo apunta en Orígenes de la novela, nota 2, p. 457: “La cita él mismo [Calderón] en la lista de sus comedias que envió al duque de Veragua, y publicó don Gaspar Agustín de Lara en el prólogo de su Obelisco fúnebre, pirámide funesta a la inmortal memoria de D. Pedro Calderón de la Barca (Madrid 1684)”.

[5] No es el lugar de presentar una apología de La Celestina, de Rojas, sino únicamente de presentar información que será útil para comprender la genealogía literaria que inicia.

[6] Esta rarísima edición de Amberes está catalogada en la Biblioteca de París erróneamente al citar la autoría de Salazar y Torres, confundiendo la Comedia de Solís con La gran comedia de la  Segunda Celestina, cuyo análisis cierra este capítulo. Registro de catálogo Yg. 3717 P91/2727.

[7] Consolación Baranda apunta las opiniones confirmatorias referidas al texto de Silva: Menéndez Pelayo, Hendrix Bataillón, Rodríguez Marín y Márquez Villanueva, ver Introducción a la edición  Segunda Celestina (España: Cátedra, 1988)  p. 27. El primer parlamento de Felides menciona doce veces el concepto razón/sinrazón. Las primeras cuatro son: “¡Ay de ti, Felides!, que ni la grandeza de tu coraçón te pone el esfuerço, ni la sabiduría consejo, ni la riqueza esperança, para esperar en la razón que para amar tuviste, la que en tal razón se niega para esperar el remedio, por el merecimiento, valor y hermosura de mi señora; porque quanto por una parte pide la razón de amarse, por la otra niega, en la razón de tal servicio, la poca que para esperar remedio hay”.

[8] Baranda p. 28.

[9] Baranda p. 13.

[10] Joaquín López Barbadillo da por segura la edición salmantina fue de Juan de Junta, ver su Nota preliminar a La tercera Celestina (Madrid: AKAL editor, 1977) ix.

[11] Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, tomo IV, p. 99.

[12] Ver Luis González y González, “Un espía en la Universidad. Sancho Sánchez de Muñón, maestrescuela de México  (1560-1600)”, en Saber y poder en México. Siglo XVI al XX  (México: UNAM, 1997) p. 105-162, cuya edición es de Margarita Menegus.

[13] José Mariano Beristáin y Souza, Biblioteca Hispano Americana Setentrional [sic] (Amecameca: Tipografía del Colegio Católico, 1883).

[14] Joaquín López Barbadillo, Introducción a Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo, La hija de Celestina (Madrid: AKAL Editor, 1978) p.15.

[15] Para una edición moderna ver, Emilio Cotarelo y Mori, Colección de Entremeses, Loas, Bailes, Jácaras y Mojigangas desde fines del siglo XVI a mediados del XVIII  (Madrid: Editorial Bailly Bailliere, 1911). Además en una edición moderna, con estudio preliminar e índices de José Luis Suárez (Universidad de Granada, 2000,  dos volúmenes).

[16] Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado, Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español (Madrid, 1860) p.360) pp. 284-5.

[17] Sor Juana Inés de la Cruz y Agustín de Salazar y Torres. La gran comedia de La segunda Celestina. De Agustín de Salazar y Torres. Cuarto suelto con loa y comedia, sin fecha ni lugar de publicación, 48 páginas. Únicamente he podido localizar dos ejemplares: 1) Colección de libros raros, University of Pennsylvania (Comedias Varias, volumen 14, numero 672); y 2) British Museum (11728. f. 33, cuarto). Las ediciones modernas son: La segunda Celestina. Ed. Guillermo Schmidhuber y Olga Martha Peña Doria. México: Editorial Vuelta, 1990. Con prólogo de Octavio Paz (“¿Azar o justicia?”) y un estudio crítico de Guillermo Schmidhuber. Y La gran comedia de La segunda Celestina (facsímile), en Segundo tomo de las obras de sor Juana Inés de la Cruz y La segunda Celestina. México: Frente de Afirmación Hispanista, 1995; con introducción de Fredo Arias de la Canal y prólogos de Guillermo Schmidhuber de la Mora. Incluye también el facsimilar de Protesta de la  fe y renovación de Votos Religiosos, que hizo, y dejó escrita con su sangre la M. Juana Inés de la Cruz Monja Profesa en S. Jerónimo de México. Thomas Austin O’Connor ha editado la comedia Agustín de Salazar y Torres, Sor Juana Inés de la Cruz y Vera Tassis, El encanto es la hermosura y el hechizo sin hechizo, La segunda Celestina. Binghamton, New York: Medieval and Renaissance Texts and Studies, 1994.


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