Universidad
de Guadalajara
Departamento de Letras
1. La polémica desatada por la publicación de la Carta Atenagórica.
A raíz de la
publicación de la Crisis de un sermón con el
nombre de Carta Atenagórica, se desató una
polémica considerable, que llega hasta nuestros días. Grande debió ser la discusión,
que Sor Juana, en su Respuesta a Sor Filotea de la
Cruz, contesta con energía y coraje sobre la injusticia de las reprensiones y
acusaciones.
Hoy día, a la luz del descubrimiento de
nuevos documentos sobre la polémica, es posible formarse idea de lo que pudo ser el
contexto que vivió la poeta; la manera en que fue agredida, pero también defendida.
En su libro La Carta Atenagórica de Sor Juana, textos inéditos de
una polémica (2004), J.A. Rodríguez Garrido presenta dos discursos encontrados en la
Biblioteca Nacional de Lima.
Uno de los discursos es el denominado Defensa del Sermón del Mandato del Padre Antonio
Vieyra de un tal Pedro Muñoz de Castro, en él el autor cuestiona, primero con
respeto y luego con ironía, los argumentos de Sor Juana contra los argumentos del jesuita
Vieyra en la Crisis de un sermón.
El otro texto, Discurso Apologético en Respuesta a la Fe de Erratas
que sacó un Soldado sobre la Carta Atenagórica de la Madre Juana Inés de la Cruz constituye
una apasionada defensa del escrito de Sor Juana en contra del autor de la Fe de Erratas, autor anónimo que se hace llamar
el Soldado, el impugnador más severo conocido hasta ahora de la Carta Atenagórica y su autora. Este texto, junto
con la Carta de Serafina, son los documentos
que permitieron tener noticias acerca de la disputa. De la Fe de erratas se supo por las críticas a sus
comentarios en la Carta de Serafina. Hoy
siguiendo, los nuevos documentos, A. Alatorre y el propio Rodríguez Garrido hacen una
reconstrucción de lo que el Soldado pudo expresar.
El nivel de agresión es tan alto y
grosero, que, el autor del Discurso apologético
pide respeto para un ser tan excelso como Sor Juana, y con inteligencia relativiza los
preceptos de San Pablo aludidos por el Soldado: Mulieris in ecclesiis taceant, diciéndole que San
Pablo no prohíbe que estudien, además de que Sor Juana no estaba en el templo cuando
escribió su texto, sino en el silencio y soledad de su celda.
El problema, supone Rodríguez Garrido,
no fue tanto la escritura de la Carta, la cual
circulaba, al parecer ya en manuscritos, sino la publicación, y por ende, el estatus que
alcanzaba. Había que cuestionar, no sólo el discurso por sus ideas, sino lo que había
detrás del discurso: una mujer, una simple monja hablando de teología.
O. Paz (1982) ha dicho que el pleito se dio a causa de los obispos Aguiar
y Seixas y Fernández de Santa Cruz: Sor Juana criticó a Vieyra, de la Compañía de los
Jesuitas y el misógino Aguiar y Seixas, un admirador confeso del dicho padre, debió
molestarse en gran medida. El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz (Sor
Filotea) instigó a Sor Juana a escribir la Carta.
Sor Juana más imprudente que Ajmatova quedó atravesada entre los poderes de
los dos Príncipes, dice Octavio Paz, pensamiento que comparte Darío Puccini (1995).
Pero la visión de Paz, tan
armoniosa, no se ha podido comprobar, afirma Vallés Soriano en Aquélla Fénix más rara (2000). No hay textos que
inculpen directamente a ni uno ni otro obispo, independientemente de sus intereses,
explica el mismo autor, a la vez que niega feminismo y rebeldía de Sor Juana.
Disiento de la situación de monja
mártir e imprudente en que Paz coloca a Sor Juana. Tampoco creo que Juana Inés hubiera
sido atrapada en su propio discurso, en las trampas de la fe. Los villancicos
muestran una Sor Juana con una gran conciencia de los
huecos y los vacíos que la iglesia no cubre; como hermeneuta, cuestiona e interpreta,
pero con límites; desde allí intenta ajustar, restituir.
2. Los villancicos ¿un género de arte menor
para cultivar un género de arte mayor?
Cuando se ha
leído buena parte de la obra de Sor Juana lo que se capta es su pasión por el
conocimiento: pasión por las letras, por la historia, por la filosofía; por la
teología.
Especial es su pasión por lo humano[1];
en sus arrebatados y enredados versos amorosos, en su defensa de las mujeres y de los
hombres y mujeres santos. Esta pasión por lo humano se destaca, en toda su obra, pero de
un modo particular en sus versos sacros: loas, villancicos, jácaras y glosas.
En los villancicos, un género entre
religiosos y profano, Sor Juana agrega la nota de lo que para ella es importante y de lo que considera, la religión no destaca ni
justifica suficientemente.
El villancico, se definía como un
género de copla que se compone para ser cantado,
como las canciones que suelen cantar los villanos cuando están en
solaz, pero también como composición poética con estribillo para la música en
las fiestas religiosas[2].
Aunque es difícil definirlo por la diversidad de formas en que se ha manifestado, se puede decir que su común denominador es la presencia de estribillo. En los villancicos se reconoce una estructura básica: cabeza, mudanza, enlace, vuelta y otra vez el estribillo al final o en sus últimos versos (M. L. Tenorio, 1995:457).
Las partes dialogadas habían existido ya en los villancicos primitivos, pero la polifonía pudo aumentar a raíz de su sacralización, para favorecer el diálogo entre diversos personajes a manera de escenificación. A partir del siglo XVI adquirió carácter doctrinal. En los villancicos religiosos, como en los villancicos primitivos, las disputas o apuestas eran una forma común de presentar el diálogo, explica la misma autora[3].
Sor Juana escribe para celebrar en las
iglesias a los santos patronos. Los temas de los villancicos no necesariamente eran
nuevos; el villancico se había convertido en el género predilecto al que la gente
común, y la no tan común disfrutaba, pues llegaban a representarse con un buen
repertorio de instrumentos musicales y grandes coros[4].
Era, para una mente tan ágil y profunda,
imposible no reflexionar aún con éste género literario aparentemente sencillo, sobre
las vidas de los santos y la manera en que el pueblo y la iglesia los consideraban; podía
así, apasionarse por algunos casos, precisamente los más humanos, recordando su propia
naturaleza, y ofrecer argumentos para destacar su importancia, frente a lo que podría
adivinarse ingratitud, dureza en los juicios, injusticia o falta de reconocimiento.
Como veremos aquí, algunas de las
implicaturas y temáticas de la Crisis de un sermón,
se iban hilvanando en los llamados géneros de arte menor, los villancicos y algunas
glosas. No se puede pensar que el fuerte carácter y la fuerza de argumentos que se
observan tanto en la Carta Atenagórica como en
la Respuesta a Sor Filotea y en la Carta con que
rechaza a su confesor Núñez de Miranda con el que se dice había roto contacto desde
1680, hubieran aparecido de la nada y sin conexión con sus otros escritos.
Mucho se habla del carácter herético,
rebelde y feminista sobre su obra; del mismo modo que otros lo niegan. Pienso que hay una
línea muy clara entre su producción literaria y religiosa respecto de su pensamiento
sobre dios, los seres humanos y su visión de sí misma como mujer intelectual y libre.
Antes pensaba que la Carta Atenagórica era un escrito de lo más pulido
y que ella negaba por falsa modestia, o porque era un topoi, hoy sólo creo que ese texto era parte del
proceso de formación de una filosofía personal acerca de dios, los humanos y su propia
vida y que al escribirlo quedó, como quedamos todos los que tocamos un tema de
investigación: llenos de dudas y con la conciencia de no poder terminar de saber nunca,
ni de darle la forma más pulida a un texto: mucho más cuando se trata de teología, sin
maestros y sin universidad.
De no haberse visto tan agredida con la
publicación de la Crisis de un sermón,
seguramente Sor Juana habría producido más textos teológicos igual o más profundos,
que a diferencia de las letras, eran el reto a su intelecto, y que con su formación
humanista, habrían parecido a los ojos de los de su tiempo aún más heréticos, si en la
actualidad sigue causando esta misma idea.
De qué modo los villancicos, y algunas
glosas han ayudado para formar las ideas que
se exponen en la Carta Atenagórica. Establecer
contacto entre las ideas de los villancicos y la Carta
Atenagórica es una empresa que requiere muchísimo tiempo y abundantes y detalladas
lecturas; aquí sólo intentaré realizar un análisis sobre algunos juegos de villancicos[5]
en los años que se indican en los incisos: un juego dedicado a san José, otro a san
Pedro, a la virgen María y a Santa Catalina. Aún de ellos, haré una selección[6].
Me guiaré por las siguientes ideas:
1. El pensamiento herético,
para mí liberal y profundamente humanista, de Sor Juana culmina en la Crisis de un sermón. Pero desde los villancicos,
jácaras y glosas ha ido, como en un crisol, fundiendo sus ideas respecto del mundo, los
humanos y dios.
2. Qué es lo que hay de
herético en los villancicos que pudiera reflejarse en la Carta Atenagórica, que a la vez no pueda ser visto
como un fenómeno de duda intelectual y sorpresa al indagar en los vericuetos de la
Biblia, las hagiografías y toda la información apócrifa de las vidas de santos y la
santidad de la virgen María impuestos por la iglesia.
3. En los villancicos, no sólo los de santa
Catarina de Alejandría, en los de san Pedro, los de san José, pero sobre todo los de la
Virgen María, se observa la insistencia de colocar humanos santificados a la altura de
dios, al grado de insistir, como dirá en la Carta
Atenagórica que algunos tienen finezas que dios no tuvo.
4. Al colocar a la virgen en un mismo, y en
un más alto lugar que dios, podría hacerse la implicación que se ve en la Crisis de un sermón: la necesidad de Dios. No es
el derecho a la duda lo que se castiga, dios hubiera ya desaparecido la humanidad; pero
sí la iglesia, en cuanto doctrina, que manipula un discurso y que a través de rituales
muy específicos, concede un privilegio de habla.
2. 1 Grandeza y humanidad de los santos humanos,
frente a la grandeza de Dios.
En el primer
inciso presentaré una glosa y los villancicos que Sor Juana escribió para San José. En
el segundo, los dedicados a San Pedro. La lectura se basa en Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas de la colección Sepan
Cuantos de Porrúa [7]
a). Glosa y villancicos dedicados a San José. Los villancicos fueron cantados en 1690
en la Catedral de Puebla, para honrar a este santo.
La siguiente es una glosa en décimas: en la estructura muestra en el centro o cabeza una glosa de cuatro versos que guardan el
tema principal el cual, se desarrollará en el cuerpo mediante cuatro décimas que son
cerradas con cada uno de los versos de la glosa:
Glosa a San José. (pág. 128)
Cuán grande, Josef, seréis
cuando
vivís en el Cielo,
si
cuando estáis en el suelo
a Dios por menor tenéis
¿Qué trata este poema? La grandeza de José, el esposo de la virgen María. José
es el tema, o macrotema, si se quiere, y también el tópico. La glosa, que luego se
glosa o se desglosa al final de cada una de las cuatro décimas, repite cada
uno de los versos del estribillo, a manera de copla.
Lo que me parece importante es la
función, qué pretende la autora no sólo al decir lo que dice, sino al acomodarlo del
modo en que lo acomoda y repetir lo que repite. No es gratis que en los textos religiosos:
rosarios, mantras, doctrinarios o catecismos, etc., la repetición sea el elemento
nemotécnico e hipnótico que destaca un tema, normalmente lo ideológico, y a base de la
repetición frecuente graba lo pretendido en la mente de los participantes o lectores.
No se debe olvidar que la intención
religiosa de glosas y villancicos es facilitar el aprender historias; Sor Juana, tiene
razón M. L. Tenorio (1995), evangeliza al pueblo, con sus cantos de villano,
alegres, divertidos y teatralizados, como insiste Schmidhuber (1995). Los villancicos a
diferencia de los autosacramentales, son menos serios, jocosos, menos aparatosos, cantados
con formas fáciles de aprender.
La dislocación de la
información al nivel del texto, siguiendo la perspectiva funcional de la oración[8]
tiene por objeto hacerla resaltar en su dos posiciones principales: temática y remática.
Los textos deben analizarse completos para no caer en el juego de tematizar o
topicalizar sólo lo que a uno le conviene; a pesar de eso, por el tiempo,
aquí traeré a cita en ocasiones sólo las partes más significativas para ejemplificar,
pero la referencia son los villancicos y glosas completos.
Volviendo a nuestro asunto. En el poema
lo que interesa es destacar la grandeza de José en la primera posición: el tópico
pragmático es a la vez el sujeto gramatical. En el texto, la grandeza de José es el
tema. Por la modalidad de interrogación de la glosa principal, y de la primera décima
¿Quién
habrá, José, que mida
La
santidad que hay en Vos,
Si el llamaros Padre Dios
Ha de ser vuestra medida?
¿Qué
pluma tan atrevida
En
vuestro elogio hallaréis?
Pues
si lo que merecéis,
El que os quiere definir,
Por Dios ha de medir,
¿cuán grande,
Joséf, seréis?
Dios es también
tema, y luego en la tercera décima, Dios se convierte en sujeto y tópico:
El
Señor os quiso honrar
Por
tan eminente modo
Que Aquél que lo manda todo
De Vos se dejó mandar.
Si
favor tan singular
Mereció
acá vuestro celo,
No
hay por qué tener recelo
De
que por Padre os tendrá
Cuando
estás glorioso allá,
Si cuando estáis en el suelo.
Compiten dos temas: la grandeza de José
y la grandeza de Dios. La glosa y la primera décima son modalizadas como preguntas de
carácter retórico, que no esperan respuesta porque son argumento a la vez: si a
Dios por menor tenéis y si el llamaros Padre Dios ¿quién podría
negar su santidad, humildad, dignidad y perfección sin par como exaltan todas las
décimas y la glosa?
El otro tema es
la grandeza de Dios quien lo honra: que Aquel que lo manda todo de Vos se dejó
mandar, y aunque José se quiera humillar: mas Dios con obedecer, nos quiso
dar a entender lo que Vos queréis negar.
En tres décimas y la glosa domina el
tema de José que se convierte en el sujeto gramatical, lo que hace que la atención del
lector se centre en la importancia de José, luego de quien se habla es de José, y Dios
hace que luzca su grandeza.
*En la primera décima, la autora ya ha
dejado sentir en un par de versos que al definir Dios a José: por Dios os a de
medir. Es necesario mantener en mente esta clase de afirmaciones porque irán en
aumento, destacar esas notas, y repetirlas, es lo que se le puede alegar de herético: que
un santo sea un Dios, lo profano o lo politeísta.
Villancico
III (pág. 272)
Estribillo
1.-¿Quién oyó? ¿Quién oyó? ¿quién miró?
¿Quién
oyó lo que yo:
Que el Hombre domine, y obedezca a
Dios?
¿Quién
oyó? ¿Quién oyó lo que yo?
2.- Yo lo vi en Moisés,
Cuando revocó
La sentencia, porque
Moisés lo pidió.
1.- ¡No, no, no, no
Que es el que yo digo
Prodigio mayor!
Que allí, de Piadoso
Concedió perdón;
Pero aquí, Obediente
Mostró sujeción.
En este polifónico villancico hablan
seis voces cuyos turnos se marcan con números. La principal, número 1 inicia con el estribillo, y pregunta si existió en la tierra un
hombre que a la vez domine y obedezca a Dios. Las voces le contestan varios
casos de la Biblia: el de Moisés a cuya petición dios revoca su sentencia, la petición
de Josué de que dios detuviera el sol, el caso de Jacob, el de Elías, etc. A todos la
voz de 1 alega que el prodigio a que alude es
mayor, pues en otros casos Dios concede, actúa sobre la materia, demuestra su poderío, o discute y pelea
con humanos.
A cada propuesta 1 se opone con enfática y muy reiterada negación,
que entre lo métrico y musical del poema cumple su función de fijar una idea: que el
prodigio que contará es el mayor, a tal grado, que Dios es obediente sujeto.
La expectativa, propia de los juegos de
adivinanzas, -o de enigmas que tan bien
dominaba sor Juana[9]-,
crece enormemente haciendo que las voces a coro pregunten:
Tod.- Pues ¿quién puede ser
tan grande Varón
que de los Mayores
celebras Mayor?
La voz de 1 responde y cierra, poniendo por encima de Dios,
los santos y profetas bíblicos, precisamente a José, el esposo de María, un humano:
José,
de quien ésos
Sólo
tipo son,
pues excede a todos
en la perfección.
El villancico cierra con la misma
pregunta de la entrada, que discutida y bien argumentada es ya sólo retórica, queda como
un eco que de modo sintético (un terceto) vuelve a destacar el concepto más
importante
Quién oyó? ¿Quién oyó lo que
yo:
que el hombre domine
y obedezca Dios?
Hablamos de cinco respuestas en este
dialogado villancico que responden a la voz principal, la cual hace el
llamado, esta voz participa siete veces destacando la idea de superioridad de su prodigio,
a estas siete se agrega este eco final como
cierre.
De modo que inicio, planeación,
desarrollo y cierre mantienen en expectativa la respuesta que dará 1 con lo que toda la atención se capta con la
estructura reiterada, enfática y planeada a nivel de tópico en el cuarteto del estribillo-cabeza (primera posición), y el terceto
sintético del cierre-vuelta, que tiene la
misma estructura menos un verso.
No hay al final un tema nuevo o rema: si
cierra como entró, no hay avance remático: no hay novedad a nivel de la idea, pues el
concepto se repite, y eso cumple la función que se desea.
El concepto que domine y
obedezca a Dios es muy importante, de nuevo la idea de dominar es primero;
pero José también obedece del mismo modo. El asunto es que tanto en las preguntas como
en las respuestas lo que se discute es el hombre
que domine a Dios, y esta es la idea que salta a la vista. Nadie dará ejemplos de la
obvia o forzada obediencia de la humanidad frente a la divinidad. La pregunta implícita
es de qué está hecha la Naturaleza de José.
José es humildad,
dignidad y perfección sin par, pero también otros bellísimos y santos atributos: Pureza y
castidad dobles:
Villancico V (pág.
273)
Cualquiera Virgen intacto
Es Virgen sólo una vez;
Pero el ser Virgen dos veces,
Sólo es lauro de José.
(...)
El
tener Dios Madre Virgen
le debe: pues a merced
Lo
fue de José, cediendo
Su matrimonial poder.
(...)
Cedió el derecho que pudo
Lícitamente tener,
Por enlazar en sus triunfos
La palma y el laurel.
Al guardar virgen a su esposa, dado que
no ejerció el derecho que pudo lícitamente tener; José no sólo la honra y
se honra a sí mismo. Así su honradez y castidad es doble. Fineza mayor: no
reclamar, pudiendo, sus derechos conyugales. ¿Otra deuda de dios? Calleja que insiste en
hacerla santa, aquí critica el estilo tan directo de sor Juana. La iglesia
quiere borrar de los santos y de Dios toda muestra de la carne, como si fueran
asexuados[10].
Las maravillas que Sor Juana exalta en
José, del que se dice ya era viejo cuando casó con la virgen, son: que recibe por
esposa, la esposa de otro, de un muy otro según le avisó el ángel, y
además preñada. Él la guardará con todo el celo, la dulzura, obediencia y madurez, de
hombre viejo, que pudo muy bien reclamar sus lícitos derechos del santo
matrimonio. La insistencia del José caduco como lo canta la misma Sor
Juana, no era motivo suficiente para creer que José no deseara ya, ni pudiera tener
posibilidad de tomar la virgen como mujer.
Cómo es posible que la Biblia no le
conceda ningún comentario, ninguna voz a este humano extraordinario se preguntan todavía
muchos fieles católicos, cuando conocen de su conducta, cuando celebran sus fiestas de
santo patrono, cuando saben que la Biblia no habla prácticamente nada de él.
En el villancico IV (Segundo nocturno, pág. 273)
destaca no sólo lo caduco de José, su posible esterilidad, y también su
silencio:
(...)
¿por qué calla José,
sin verse, en la lectura
de la Sagrada Historia
ni una sola palabra que él
pronuncia?
(...)
Virgen y silencioso,
Ni halaga ni fecunda
El tálamo, de prole,
Ni el aire, de sus ecos y dulzuras.
¿Qué imagen se nos da de José? La
misma que los feligreses tienen de él, bastará salir a cualquier pueblo, o templo a
preguntar.
Qué podría reclamársele a Sor Juana,
si la iglesia misma inventó y divinizó los santos. Las historias de sus maravillas
llenan el panteón católico. Sor Juana expone el problema, se ha dejado solo a José,
cuya labor de Padre de Dios, de hombre autocontenido en los
placeres del amor y la fecundidad, no son exaltados: esto podría ser una injusticia a un
hombre de tales finezas:
Pues virtud tan austera,
Bien merece que supla
Dios su falta, y que Él sólo
Sucesión y Palabra substituya.
¿La falta de Dios o la falta de palabras
de José?, es ambiguo, pero la solución es clara: que en recompensa a su silencio y
soledad, sea Dios su propia palabra:
¡Y así,
todos entiendan que José calla
Porque el Verbo Divino es su Palabra!
Es el mismo juego, destacar, tematizar,
topicalizar; pero aquí, sí hay novedad. Hay cuestionamiento, hay exposición de un
problema. Pero también hay una solución. Me parece que éste será su estilo; descubre
puntos que no se justifican, y le pueden parecer criticables, causar dudas, pero Sor Juana
no se puede apartar de la iglesia.
Y si su manera de inquirir puede causar
suspicacias, pues cada vez es más fuerte, conforme avanzamos, ella tiene solución en la
misma religión. No es el dudar lo que convierte a alguien en hereje, cuántos santos
dudaron: Tomás y San Pedro, los mayores, la monja lo sabe. Encontrar fundamentos y
explicaciones a los vacíos o huecos es
trabajo teológico. Sor Juana cuestiona, pero también restituye: propone.
El siguiente villancico del mismo año,
lo transcribo completo; aquí podremos observar esta semblanza de justicia y restitución
sobre el mismo personaje:
Villancico VI (pág.
274)
Estribillo
1.-
Dios y Josef apuestan.
2.-
¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?
1.-Oigan
a Dios, oigan;
Oigan
a José,
que aunque es hombre, se pone
a cuentas con Él
Y
no sé cuál alcanza,
Pero
sólo sé
Que Dios gusta de que
Le
alcance José.
¡Dios
y Joséf apuestan!
2.-
¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?
Que aunque es hombre, se pone
A cuentas con Él;
Nuevamente, el estribillo cantará las
maravillas de José en una apuesta con Dios. El estilo es el mismo, la ansiosa pregunta y
la respuesta dada con exclamativas es doblemente expresada: ¡Que aunque José es
hombre, se pone a cuentas con él.
Humano frente a divino cara a
cara, cómo podría hacerse eso; Sor Juana dice más: que no sabe cuál
alcanza, es decir, cuál gana. Enseguida responde, lo excelso de Dios que le da
chanza: Dios gusta de que José le alcance. Así se asegura de
darle al César su moneda.
Pero en el desarrollo del texto, la
discusión parece sugerir otra cosa: la igualdad de argumentos. Así a la fineza de Dios
de hacerlo Esposo de la Reina de los altos Coros, José responde:
1.- José dice: Yo pago
Conque esa mesma
Señora, aunque es Casada,
Guardo Doncella.
José paga tal honor, conservando
doncella a esa mesma Señora, aunque es Casada. Pareciera, que tal
honor aquí no es tanto, pues le da por esposa a una mujer casada y preñada,
aunque no lo dice.
Dios generoso responde sobre la
calidad del botín:
2.- Dios le dice: Ese obsequio
Es bien te premie
Conque, después del Parto,
Virgen te quede.
¿Qué pretendía Dios al dejársela
virgen? Pero José no tocará la mujer de semejante Señor y le ofrece una
fineza que Sor Juana no deja de alabar. Ahora José puede hablar:
1.-Yo, de tener progenie
Quise privarme
Para que Tú tuvieses
Virgen por Madre.
Así el dogma católico se sostiene. Dios
lo compensa haciéndolo Padre de Dios (Hijo). Esto es igualarse. La potestad
la tiene Dios, las finezas José
2.- Yo pago con ventajas
Esa
fineza,
Sujetando
a ti toda
Mi
Omnipotencia.
1.- Yo a tu Madre Sagrada
Guardé
el decoro,
Que
es la mayor fineza
para un celoso.
2.- Yo te hice el beneficio
De
asegurarte,
Que
es, a quien tiene celos,
El
Bien más grande.
En el cierre de la
discusión-negociación las voces se intercalan, creando un juego que destaca
la maravilla divina entre los poderdantes, pues ya se puede decir, se han
colocado al mismo nivel:
1.- Yo te di, para Madre,
Mi
misma Esposa.
2.- Yo, para esposa tuya,
Mi
propia madre.
1.-
Luego ninguno alcanza,
Pues
en la cuenta
Tanto vale la paga
Como la deuda.
Sor Juana resuelve en este silogístico
villancico igualdad para los dos: ninguno gana,
de aquí se puede igualmente desprender otra implicatura: cómo es posible que Dios no gane, por qué juzga con tan humanos y
mundanos preceptos. Este Dios más parecido a los dioses griegos se pone al nivel de los
hombres. Quizás esta cercanía, este juego, este sentir humano a Dios, es parte del
éxito de los villancicos frente a otros géneros religiosos. El tipo de disputa es la
prototípica, la que se da entre ángeles, pastores y diablos.
En esta discusión, realmente mundana: el
toma y daca de los dos apostadores, tiene como botín a la Virgen: ¿es un objeto que se
disputa? Sí, pero el más preciado: tenemos
dos humanos frente a Dios.
Pasa aquí un fenómeno muy especial a
nivel de la polifonía. La voz de 1 es la voz
que anuncia la apuesta, la de 2, la que pregunta
en el estribillo; dentro de las coplas, la voz del turno 1 parece ser la misma, que habla en discurso
indirecto sobre Dios y José: Dios y José, parece que andan de apuesta, y de
aquí en adelante las voces o turnos hablan en discurso indirecto: 2 toma el discurso de Dios: Dios le
dice, 1, la voz de José: José
dice. A partir del quinto cuarteto, la voz de 1 emplea discurso directo: Yo, de tener
progenie quise privarme (es la voz directa de José), y 2, la voz de Dios, también: Yo, para
compensarte ese servicio.
Hacia el final sus voces se intercalan en
el mismo cuarteto, y ya no se sabe, si no es por el número, cuál es Dios y cuál es
José: el juego se produce porque Dios ya no sólo es Dios-Padre, sino Dios-Hijo a la vez,
y José pareciera ser Dios-Padre, que, divino, le ha dado para madre a Dios
(hijo) su propia esposa. Sor Juana matiza de divinos a los tres. En el cierre,
vuelve a hablar el turno 1 que es el que anuncia
la apuesta y el que da la solución; que coincide con la voz de José, y que no es casual,
sea la voz de Sor Juana que ha lanzado el problema.
Nadie debería suponer que José puede
ganarle a Dios, pero ni que éste se rebajara a hacer apuestas. Cualquier cosa se
justifica por el tipo de texto: no se debe olvidar que es un villancico. Como quiera que
sea ya se ha puesto en relieve otra vez: humanidad frente a divinidad.
Quizá esto no tuviera tanta importancia,
pero es tanta la reiteración, la insistencia, que no hay villancico dedicado a san José,
donde no se incluya la nota de que José tiene a Dios por menor: sor Juana no está
desprotegida con semejante afirmación: Jesús era hijo de José. Así en la Jácara del
Villancico VIII.-Ensalada (pág.275):
Y
hele aquí Tutor de Dios, Sin saber cómo ni cuándo:
Miren, si es Dios su Menor,
Cómo será su tamaño.
En el Villancico IX (pág. 277) expone
con gran inteligencia otra vez, la superioridad de José, sobre los santos bíblicos. La
humanidad de José se pone a prueba, al grado que parece divinidad
1.-
Santo Tomás dijo
Que ver y creer.
2.- Pero José dice_
Creer y no ver.
Mas José, que sólo
Asiente a la Fe,
Ve el Vientre de María
Como que no ve.
Creer y no ver.
En el villancico X (pág. 278) continúa
cantándose la condición de los humanos celos; que José no pudo dejar de tenerlos. Se
resalta tanto el tema que parece que la autora quiere que sintamos, como humanos, con él,
y a la vez nos maravillemos:
Para no ver el Preñado,
José, que le daba enojos,
De María, los dos ojos
Ha cerrado.
Contra su vista severo
Dijo airado, porque vía:
¿Testigos contra María?
No los quiero
En el Villancico XI (pág.278), continúa
la temática, pero la lectura es confusa, pues primero dice que el sueño quita los celos:
Estribillo
¡Ay qué prodigio!
¡Ay qué portento!
¡Vengan a verlo todos,
Vengan a verlo!
Que si, a todos, los celos
Quitan el sueño,
A mi Joséf el sueño
Quita los celos.
Sin embargo, en las coplas da a entender
que si despierto trata de ignorar, en el sueño está consciente:
Despierto, Joséf ignora,
Y dormido sabe: luego
Duerme cuando está velando,
Vela cuando está durmiendo.
(...)
Si Dios le ha de asegurar
De la Encarnación del Verbo,
¿por qué no llega el aviso
Antes de temer el riesgo?
(...)
¿Es, acaso, por probarlo
Con el dolor más acerbo,
Porque más tormentos pase
Quien ha de gozar más premio?
Dos cosas son dignas de notar además de
destacar los humanos, e imposibles de controlar, celos. Con la primera parece que Dios le
quiere hacer sentir el dolor con más fuerza, por qué no le avisa. ¿Qué necesidad tiene
Dios, qué pretende? ¿ensañarse? La solución vuelve a darla en los versos resaltados, y
es muy del tipo de las respuestas a sus preguntas en la Carta Atenagórica.
La otra es el clarísimo partido y la
gran simpatía de Sor Juana por este santo bello y silencioso, así dice: mi Joséf, como si lo abrazara. Tan fino y tan
humano que es divino:
Pues
sienta él entre los Santos
Solamente este tormento;
Que es padre de Cristo, y debe
Parecerse al Padre Eterno.
Qué tipo de deber, le podríamos
preguntar, ¿Una obligación, una necesidad, una conjetura? Por todo el contexto, una
mezcla de todo: no es simple conjetura; debiera ser necesidad y obligación, resultado de
tantos atributos y de ser Padre de Dios.
Quiero cerrar este juego de exposiciones
y encubrimientos, podríamos decir con el siguiente villancico, en el que la
modalidad de enunciación descubre la posición protección de Sor Juana:
Villancico XII (pág. 279)
Estribillo
¡Oigan la fineza, que Dios hace
en la ostentación de su gran poder!
Coplas
A poder Dios hacer otro
Dios, tan bueno como Él
A lo que imagino yo,
Hiciera sólo a Joséf:
Y se ve,
Pues en cuanto pudo
Le dio su Poder.
Pero entonces, imagino
Que no fuera la merced
Tan grande, siendo su igual,
De quererlo obedecer:
Pues más fue,
Siendo Joséf hombre,
Sujetarse a él.
¿A poder?, por qué elige este modal Sor
Juana, por qué no a querer, que al final de cuentas Dios puede hacer lo que
le venga en gana. Pero además, ¿qué Dios no hizo otro como él? ¿y su Hijo?
Sor Juana continúa con el mundo de las
hipótesis; de poder, habría hecho solo a Joséf, imagino yo. La dislocación al centro de
esta oración no es simple estilo, focaliza el hecho de que está en un plan de
suposiciones sólo y sólo ella, y es su defensa.
Sólo Joséf podría ser otro Dios tan
bueno como Dios, y Dios lo sabe, pues en cuanto pudo le dio su Poder, ¿no pudo antes, o no
quiso? ¿Duda sobre duda? Qué resultaría aquí de decir que Dios no quiso.
La segunda copla se vuelve confusa, o no
la entiendo, quién obedecería a quién. Podría tener dos sentidos:
a) ¿De ser
José-Dios, no sería tan gran merced obedecer a Dios-Dios; pero su merced es
mayor, pues es hombre y puede sujetarse.
b). De ser
José-Dios, Dios-Dios no querría, sabiéndolo su igual, obedecerlo, y en consecuencia,
adorarlo.
Esto sí que sería un enredo: ¿cómo
querría Dios hacer otro igual, Sor Juana una destapado un cloaca. Aunque ha abierto
tamaña duda, continúa del lado de José, ponderando su grandeza sobre la grandeza de
Dios, o a pesar de la grandeza de Dios:
Más sustentaba que Dios,
A mi modo de entender,
Pues Dios lo sustenta todo,
Y él daba a Dios de comer:
Y tuvo, a fe,
Súbditos mejores,
Pues que Dios lo fue.
Sor Juana no deja de hacer notar que es
así como lo entiende. La estructura lógica de esta séptima va así: una oración
comparativa a favor de José, una oración modal para justificar la autora a mi modo
de entender, una oración a favor de Dios, y otra que la invalida a favor de José,
y la conclusión para ¿proteger las dudas?: el mismo Dios fue su súbdito, no hay sino
expresar la sorpresa:
¡Válgame Dios, los primores
Que nuestro Dios sabe hacer!
¡Qué toda nuestra grandeza
Venga de la pequeñez,
Y que esté,
Nuestro ser, por bajo,
En tal alto Ser.
El contraste, las oposiciones siempre:
tan pequeños y tan grandes; esto es primor de Dios, que nuestro ser, por bajo
(precisamente) esté, en la altura del Ser.
Era obvio que a
estas alturas la profundidad en la reflexión sobre los santos y la divinidad le causaba
grandes dudas, enormes vacíos que nadie le podía explicar si no era por las
prohibiciones; otros quizás le pedían lo escribiera en un texto más serio.
Estos villancicos fueron escritos un año
antes de la Carta Atenagórica; ya se puede
ver cuáles eran las venas que irían a surtir tan caudaloso río. Desde ahora Sor Juana
se previene, y cierra así este atrevimiento de mujer sentada en los
hombros de gigantes, de mujer que ha quitado la clava a Alcides, con
miedo o precaución, que aquí son lo mismo:
Yo
no entiendo tan gran Santo;
De mí solamente sé
Que
desde luego detesto
Lo
que no sonare bien;
Y
estaré
A
lo que corrija
Nuestra
Santa Fe.
Sor Juana es una hermeneuta, y se permite
interpretar, pero tiene límites, no puede rebelarse, no sólo porque no es una atea, no
al menos todavía, ni después de la publicación de su Carta; el círculo religioso es demasiado poderoso
para poderlo sobrepasar. Se encuentra en una etapa en que enlaza todas sus lecturas, en
que hacen mella las lecturas de Erasmo y Séneca, más que las del propio Jerónimo.
Aunque niegue a Calvino y Lutero, una mujer de semejante nivel de reflexión, en su
interior no puede simplemente acusarlos de bárbaros herejes.
Sor Juana sabe que tiene derecho a
cuestionar, a dudar; y que por la duda no se castiga, si no, Cristo mismo habría
destrozado a santo Tomás, a san Pedro y a todos los judíos que lo negaron.
Cristo no, pero la iglesia sí; así que
hay que sujetarse a sus cánones. Los villancicos tienen marcados rasgos de herejía si se
la entiende a ésta como el hecho de que un individuo se oponga a los designios del grupo
del poder. Sor Juana tendría que repetir en su Respuesta
a Sor Filotea, respecto de la Carta Atenagórica
no quiero ruidos con el santo oficio, si el censor cree que herética,
por que no la denuncia.
b). Villancicos a San Pedro cantados en la Catedral
Metropolitana, en los años de 1684 y 1691.
Después del
análisis arriba, aquí tocaré sólo, a nivel de temática y de adjetivación, los
villancicos a este santo.
Villancico IV (pág. 351)
1.-A la muerte hace cara Pedro
fuerte.
2.- Si a la muerte hace cara, poco
teme.
3.-Debe a Cristo la vida;
Pagársela quiere.
4.-Si a la muerte se entrega,
Ni teme ni debe.
Todos.- Aquéste sí es valor, amor
es éste:
¡Pues tal fineza, en Pedro se
celebre!
(...)
Por amar padece Pedro
Tiranas severidades;
Penas que fueron de amor,
Nunca pudieron ser males.
(...)
De Cristo y Pedro finezas
Se extremaron tan iguales,
Que hasta en la muerte, a los Dos
Hizo el amor semejantes.
Tierno Cisne, solicita
En los últimos discantes*
La dulzura de una muerte
Que sólo quien ama sabe
Si Pedro quiere morir para pagar su deuda, con el deseo se
ve en su fuerza que no tenía nada que temer, ni a la muerte. Nuevamente destaca la
igualdad de finezas en Pedro y Cristo. Nótese la delicadeza y suavidad con que describe a
Pedro.
Villancico VIII (pág. 375)
Estribillo
¡Óiganme, que a San Pedro
Mi Musa canta
Sus glorias, como quien
No dice nada!
Coplas
¿Por qué será que a San Pedro,
Cualquiera que sus versos canta,
Si no dice su culpa
No piensa que tiene gracia?
Luego le sacan el Gallo,
Luego a la Mozuela sacan,
Luego anda la Negación
Por esquinas y plazas
Eso de Musas gallinas,
Eso es de plumas villanas,
Que no saben hacer rostro
Si no es cuando dan en cara.
¿No hay que decir otras cosas?
¿No hay un millón de alabanzas?
¿Excelencias no le sobran,
Sin que le saquen sus faltas?
Este es otro
villancico, que cuestiona los villancicos y los decires que siempre critican en Pedro,
precisamente lo humano: la culpa. Por qué no alabar a este hombre magnífico.
En los
Villancicos a San Pedro la Catedral Metropolitana en 1692, después de la publicacion de
la Carta Atenagórica, el concepto, las ideas no se borran:
Villancico II (pág. 376)
Estribillo
Cuando Pedro, como hombre a la mar,
Se tira a negar,
Los Arroyos, las Fuentes y Ríos
Todos van al Mar,
Ellos a reír
Y Pedro a llorar.
Coplas
El Arroyo no olvida
De su origen la fuente,
La fuente de su vida;
Antes, es el corriente
De su rizada plata,
La confesión más grata
Que a su Principio llega:
Mas si Pedro lo niega
Con ingratos desvíos,
Los Arroyos, las Fuentes y Ríos
Todos van al Mar,
Ellos a reír,
Y Pedro a llorar.
(...)
¿Qué se destaca, la culpa de Pedro, el llanto por no haber podido sostenerse en
el que le dio la vida? Qué encuentra de parecido sor Juana con Pedro: las lágrimas, la
culpa callada, el que le anden publicando sus faltas. Es el contexto de las críticas
grotescas a su persona y a la Carta Atenagórica.
Villancico III (pág.
377)
Estribillo
¡Vengan las Aves,
Dulces, acordes, con todos sus aires!
¡Vengan las Aves,
Suaves, dulces, canoras;
Vengan las aves todas:
Que lleva los compases
Pedro, aquel Gallo de todas la Aves!
1.- Pero si llora
¡No será Gallo ya, sino Paloma!
2.- Pero en su canto,
¡No será ya Paloma, sino Gallo!
1.- ¡No, sino Paloma!
2.- ¡No, sino Gallo!
¡Gallo!
1.- ¡Paloma!
1.- Aunque generoso Gallo
Entre las Aves del Cielo,
Pedro anegado llora
Triste Paloma gimiendo.
pero en su canto,
¡No será ya Paloma, sino Gallo!
2.- Aunque hijo de la Paloma,
Sin degenerar polluelo,
El más pintado se canta
Gallo de las Aves, Pedro.
-Pero si llora,
¡No será ya Gallo, sino Paloma!
1.- A los ojos del Sol mismo,
Aun sus ojos Aguileños
Sobre arroyos de cristal
Ojos de Paloma fueron.
-Pero en su canto,
¡No será ya Paloma, sino Gallo!
2.- Cándida gime Paloma,
Mas tan Serpiente en su aliento,
Que lo coronan su Gallo
Las Águilas del Imperio..
-Pero si llora,
¡no será Gallo ya, sino Paloma!
¿Qué hace en este villancico Sor Juana?
Mostrar en las lágrimas de Pedro toda su humanidad, y más que eso: toda su femeneidad
sin demeritar su masculinidad. No es cobarde quien llora, no es ése el sentido de Paloma,
la Virgen es la Paloma, y como veremos es un ser tan excelso como Dios.
Sor Juana tiñe de suavidad y ternura al hombre que llora,
pues son precisamente las lágrimas las que lo hacen divino: el llanto se asocia a las
mujeres, la suavidad, la ternura. Antes le llamó tierno cisne.XXX
2.2 Grandeza de María y Santa Catalina de Alejandría
frente a la grandeza de Dios.
a) Villancicos a la Virgen María, cantados en la
Catedral Metropolitana de México, en su Asunción triunfante, este año de 1690.
El juego es el
mismo: descubrir las maravillas humanas de María, exaltarlas, ponderar sus virtudes
además de adornarla con lo mejor de las divinidades griegas y luego compararla con Dios y
lo divino. Pondré sólo un par de ejemplos.
En el Villancico I (pág. 280), se discute si
1.-Si subir María al Cielo
Fue
subir o fue bajar,
Quiero
preguntar.
En el diálogo, el turno de 2 responde que María subió al cielo, mientras el turno de 3 insiste en que el cielo subió a María, pero luego ella bajó al cielo: (con un doble sentido: ella lo
bajó para nosotros):
Que subió a María el Cielo,
Y bajó al Cielo María:
Pues dio Ella más alegría
que el Cielo le pudo dar;
Luego es bajar.
Pero la discusión no se queda en lo
mismo y la información remática aprovecha
para destacar la superioridad de María sobre el propio Cielo, sin perderse el tema, la
apuesta, digamos:
2.- No niego yo, que le excede
María al Cielo en belleza;
Mas hay en el Cielo alteza
Que en la tierra haber no puede,
Y de fuerza se concede
Que al llegarla a conseguir
Es subir.
Que María excede al Cielo en belleza se
toma como información conocida, como si fuera un tópico
o lugar común, pero esta hipérbole es sólo la opinión de Sor Juana; la línea de su
argumentación, que puede muy bien haberla tomado de tantos otros cantos sacros que se
hacen a la virgen, pero en ellos casi siempre lo que se dice es que María es tan
hermosa como el cielo.
En su villancico sor Juana expresa que
María excede al Cielo en hermosura, da al Cielo más alegría que la
que éste le pudiera dar: lo que recibe del cielo es la alteza, que la
Pureza y todas las grandezas ya las posee, el Cielo no se las da, no le son
novedad:
3.- A todos
de esa manera
Es, pero no a su Pureza:
Pues no puede haber grandeza,
Que ella antes no tuviera.
Si Al que no cabe en la Esfera,
Pudo Ella sola enclaustrar,
Luego es bajar.
Podríamos decir que lo humano en María
ya es divino, pero además ella encierra enclaustra -en su vientre- al
dueño del orbe que de tan magno no cabe en él. Imaginemos a la magnitud de María[11].
El cierre viene a ajustar tanta
ponderación dando a entender que María sube para ascender a los brazos de su Hijo, y eso
es lo más importante: cubre así, las dudas que pudiera ocasionar el divinizar
tanto a María:
1.-Yo la paz quiero ajustar,
Pues
la guerra ocasioné;
Y
diré
Que
su gloriosa Asunción
Se
ha de entender del blasón
De
ascender con regocijo
A
los brazos de su Hijo,
Que
es el Trono, en mi sentir,
A
donde puede subir;
Que
a mérito tan sin par,
Lo
demás fuera bajar
En el villancico II (pág. 281) las
coplas hablan de la visión de san Juan sobre una ciudad que ve descender del cielo, como
esposa adornada para su esposo regio; en la cual no hay templo, porque Dios es su templo y
su Cordero. Sor Juana saca la implicatura, de que la ciudad es Templo de Dios y a la vez
Dios es Templo suyo: resuelve el misterio dando a entender que María es la ciudad. Así:
Dios
entró en el Castillo
Cuando se hizo Hombre el Verbo,
Y hoy María entra en Dios
A gozar la corona de su Reino.
Con que hoy, en su Asunción,
Nos dice el Evangelio
Que, cuando entra María
Es Dios quien entra en Trono más
excelso.
El cierre no es ya la
comparación sino la igualdad. Con el Villancico
III (pág. 281), mediante una comparación profana entre la virgen y los dioses
griegos y con el tono del Cantar de los cantares,
resulta que María es, suavemente, hermosamente, fuertemente igual y superior a Dios
mismo:
Estribillo
1.- ¿Quién es aquesta Hermosura
Que
su salida apresura
Cual
la Aurora presurosa
Y
como la Luna Hermosa
Y
como el Sol escogida,
Como
escuadrón guarnecida
De
toda fuerte armadura?
¿Quién
es aquesta Hermosura?
Coplas
2.-¿Por qué dices que al Aurora
se
parece en su carrera?
1.- Porque ella es la luz primera
Que de la luz los campos dora:
Es
del Sol la precursora,
Cuyo
divino arrebol
Es
engendrado por el Sol,
Y es Madre del Sol también.
Todos.- ¡Está bien!
La argumentación es sólida: el
arrebol se lo da el Sol, pues ella precede al Sol del que recibe su luz
hermosa, pero no es menos, pues ella es Madre del Sol; así que están hechos de la misma
naturaleza:
2.- ¿Por qué su beldad sin tasa
A
Luna, y no a Sol, se encumbra?
1.- Porque abraza el Sol y alumbra
Pero ella alumbra y no abraza:
Y
es luz que al ardor no pasa,
Pues
su beldad peregrina
Sin
abrazar ilumina
Y
hace favor sin desdén.
Todos.- ¡Está bien!
Esta divina Madre no castiga, no lastima,
sólo hace bien, sin desdén: es así más perfecta para nosotros que el Sol, que, al
aplicar la justicia quema, abraza[12]:
1.- Cristo es Sol, que en luz propicia
Conserva
su Majestad,
Entre
luces de piedad,
Los
rayos de la justicia;
María
sólo acaricia,
Y
como es sólo Abogada,
Sólo
defender le agrada
Y
atender a nuestro bien.
Todos.- ¡Está bien!
No es la abogada ciega y entrometida de
Berceo, que toma decisiones por el Hijo y espanta diablos lo mismo que restituye
virginidades y masculinidades. Pero Berceo con toda su belleza e ingenuidad, jamás
tendrá la inteligencia ni la originalidad y magnitud de pensamiento y palabras de Sor
Juana.
Aquí cierra Sor Juana su extraordinario
y bien logrado argumento ¿quién lo podrá rebatir?:
1.- Por eso la Esposa pura,
De sus labios celestiales,
Sólo destila panales
Con leche y miel de dulzura.
Más el Esposo, la amargura
Tal vez de mirra destila,
Porque en sus labios afila
Cortes de espada también.
Todos.- ¡Está bien!
Pero Sor Juana no se conforma con decir
que Dios lastima con sus palabras y sus hechos, a diferencia de la miel, leche y dulzura
de panales. La Madre no puede ser menos que el Hijo: ella fue electa como Apolo, el
Sol y se dice a sol: con un juego
fonético se crea el significado: ¿María se autoelige? ¿no se parece esto al mayor
atributo de Dios, el autocrearse?:
2.- Mas, digo, ¿por qué razón
Es electa como Apolo?
1.- Porque Sol se dijo a solo,
Y es sola en la perfección:
Una sola en el blasón,
Una sola en la pureza,
Una sola en la belleza,
Y en la dignidad también.
Todos.- ¡Está bien!
Finalmente tanto poder es semejante Escuadrón: al infierno espanta y doblega al
Dragón envidioso sin trabajos:
2.- Mas
¿por qué belleza tanta,
Es a Escuadrón comparada?
1.- Porque está bien ordenada
Y a todo el infierno espanta:
Cuya vencedera Planta
Quebrantó el cuello orgulloso
De aquel Dragón envidioso
Que cayó con un vaivén.
Todos.- ¡Está bien!
Estas descripciones pueden hacer pensar,
como ocurre con la Carta Atenagórica: para
qué hace falta dios, si María lo puede todo, si prácticamente se autoelige, no la
eligen como dice la Biblia. En otros villancicos comparará a la virgen con Diana,
con Minerva. La Virgen está armada, dice, la Virgen es retórica. Qué imagen de la
Virgen construye. Al hacerlo, construye su imagen también, no en lo divino, pero en el
hecho de compartir el género: en la maravilla de ser mujer y poseer fuerza y sabiduría,
además de todos los atributos asociados a lo femenino, con los que dignifica y magnifica
a los varones santos: castidad y dolor.
La ascensión de Sor Juana
llega con Santa Catalina de Alejandría; de quien se sabe imagen, reflejo.
b). Villancicos a Santa Catarina de Alejandría se
cantaron en la Catedral de la ciudad de Antequera en Oaxaca, en 1691.
Es el mismo año
de la publicación de la Carta Atenagórica. Los
villancicos a Santa Catalina refuerzan su concepto de la mujer y el derecho al estudio:
las almas no tienen género.
Villancico VI (pág. 290)
¡Víctor, víctor Catarina,
Que con su ciencia divina
Los sabios ha convencido,
Y victoriosa ha salido
-con su ciencia soberana-
De la arrogancia profana
Que a convencerla han venido!
¡Víctor, víctor, víctor!
Coplas
De una mujer se convencen
Los Sabios de Egipto,
Para prueba de que el sexo
No es esencia en lo entendido.
¡Víctor, victor!
Esta es la historia de Sor Juana, sometida a prueba similar por el virrey en la
Corte, siendo, como Catalina, en realidad Hipatia de Alejandría, apenas una adolescente.
Ésta es una de las citas más importantes para entender el concepto de femenino y
masculino en Sor Juana:
Prodigio fue, y aun milagro;
Pero no estuvo el prodigio
En vencerlos, sino en que
Ellos se den por vencidos.
¡Víctor, víctor!
Pero Sor Juana no es ciega, admira en los hombres sabios, hombres que también tuvo
la fortuna de conocer. Ésta es la prueba contra los hombres necios, porque
Sor Juana no tiene, ni en lo religioso una actitud negativa contra todos los hombres. No
envidia al macho, como pretende Pfandall (1983), la lucha es por el derecho al
saber; en un mundo donde se niega a las mujeres tal derecho, hay que cantar como prodigio
o milagro a aquéllos que no se avergüenzan de poner la razón sobre el
arbitrio:
¡Qué bien se ve que eran Sabios
En confesarse rendidos,
Que es triunfo el obedecer
De la razón el dominio!
¡Víctor, víctor!
(...)
No se avergüenzan los Sabios
De mirarse convencidos;
Porque saben, como Sabios,
Que su saber es finito.
¡Víctor, víctor!
¿Conocería Sor Juana, la historia real de Santa Catalina de Alejandría, o
Hipatia de Alejandría, la sabia que los cristianos martirizaron y quemaron en la
Biblioteca allá por el siglo IV, precisamente porque, no quiso acceder a la fe cristiana?
Parece que no, pues san Cirilo, el que guió tan terrible asesinato mandó destruir
toda evidencia y cambiando la historia, inventaron la leyenda de una sabia que prefirió
morir que renegar de su fe, con lo que la proclamó santa, y luego él, se canonizó. Sor
Juana no da señas de haber conocido la historia verdadera; pero de haberla sabido, mejor
era callarlo.
Estudia, arguye y enseña,
Y es de la Iglesia servicio,
Que no la quiere ignorante
El que racional la hizo.
¡Víctor, víctor!
Cerraremos con la siguiente orgullosa nota. Es cierto que Sor Juana observa a los
hombres y mujeres iguales; pero al menos una historia como la de Catalina, y como la suya,
no se ha visto. La posición de la mujer, como en la descripción de la Virgen, va arriba,
por quienes niegan también éste, en mi opinión, necesario feminismo que le
devuelve la certeza de que no está equivocada en un mundo tan contrario:
(...)
Nunca de varón ilustre
Triunfo igual habemos visto;
Y es que quiso Dios en ella
Honrar el sexo femíneo.
¡Víctor, víctor!
3. Conclusiones:
Sor Juana
reconoce en los santos, precisamente lo que suele asignarse como atributos
femeninos, asociados con la cobardía y la debilidad, y por tanto, despreciables; pero no
lo son, al contrario, son los atributos del ser más excelso: la Virgen María. Pureza,
obediencia, castidad, dignidad, dulzura,
silencio, hermosura del alma, eso es San José; lágrimas, tristeza, culpa, dolor,
arrepentimiento, ternura, eso es San Pedro.
La Virgen María es todos los rasgos de los santos dados en su naturaleza de mujer,
además de la belleza, sabiduría, fuerza y perfección sin par; el Cielo lo
único que le dio fue Alteza; reconocimiento, podríamos decir. Santa Catalina de
Alejandría es la encarnación humana y hecha mujer de la inteligencia, la hermosura y la
sabiduría; así honra Dios al sexo femenino.
Los conceptos sabiduría, inteligencia, fuerza,
valor, perfección no son ya más atributos exclusivos de los
hombres, ni del mismo Dios; pero los hombres también tienen derecho de ser definidos con
la belleza de los atributos femeninos.
Sor Juana
destaca que lo humano, el llanto, el dolor callado es lo que hace divinos a los humanos;
el reconocimiento de sus imperfecciones es lo que los diviniza frente a Dios que parece no
saber de estos fenómenos. La tentación de la carne, por la que tanto sufrió san
Jerónimo, la que venció José; a Cristo, dada su naturaleza divina, no le causaban
ninguna inclinación; los humanos tienen finezas que el mismo Cristo no tuvo, dirá
en la Carta Atenagórica.
Al exaltar los
atributos arriba señalados, al descubrir en la Virgen tanta perfección; al notar cómo
se hace divino un ser humano, la pregunta vuelve una y otra vez, ¿se necesita a Dios?
Siguiendo a Ruth
Wodak (1997) podríamos suponer, respecto al género,
por lo que ya hemos visto, que para Sor Juana la diferenciación entre los dos sexos no se
determina por simples cuestiones biológicas; cuando dice que el alma no tiene
sexo quiere ir más allá de las divisiones arbitrarias, validadas por la fuerza de
un poder social y físico.
Al reparar en
las etiquetas, es decir, en los atributos de santos y santas, y al
notar, inteligentemente, no sólo que los atributos de las mujeres no son negativos, y que
las mujeres poseen lo que muchos hombres creen que les deviene por el sexo, se
coloca en la perspectiva de igualdad o de un feminismo moderado: la crítica es a los
hombres necios del mismo modo que se reconoce a los hombres sabios
y se critica a las mujeres cándidas y banales.
Sor Juana no cree en las cualidades típicas del género, y siguiendo
los ejemplos de grandes mujeres y hombres pone en tela de juicio el tradicional mito de
que el saber es algo intrínseco a los varones.
¿Quién
autoriza a Sor Juana para hablar? El saber,
el arte, son en realidad, quienes la autorizan; los que la convierten en un ser autónomo, que le permite cuestionar las propias
estructuras que la han formado (C. Castoriadis, 2005). El saber le ha permitido un lugar
en la corte, el reconocimiento de hombres como el obispo de Puebla, de escritores como
Sigüenza y Góngora, de admiradores como las monjas portuguesas y aquéllos con los que
discute en las bachillerías en el convento; le ha permitido la fama que ha
cruzado fronteras y va al ultramar donde se cantan sus villancicos, a Lima, a Colombia de
donde le escriben para admirarla o criticarla también.
Al reflexionar sobre el discurso religioso Sor
Juana establece una discontinuidad sobre el orden del poder establecido, pues
no se ajusta a los rituales y privilegios de habla impuestos. Ha tocado las puertas de la peligrosa materialidad
discursiva.
Las doctrinas, explica Foucault (1980),
como medio de control, aunque ponen a difusión lo que pudieran ser secretos, dogmas por
ejemplo, denuncian a la vez al sujeto que habla y al enunciado. Cuando
el sujeto ha dicho uno o varios enunciados inadmisibles a esa "apertura", el
sujeto es excluído, denunciado, rechazado o acusado de herético. Sólo hay para el
individuo dos caminos: la ortodoxia o la herejía.
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VAN DIJK, T (1982) Texto y contexto. Madrid:Rei
WODAK,
Ruth (1997) Introduction: some important issues in the research of gender and
discourse in Gender and Discuourse.
London: Sage
[1] Ver Humanismo de Sor Juana en Benassy Berling (1983) por ejemplo.
[2]
Ver M. L. Tenorio (1995), siguiendo
a Rengifo Covarrubias, el diccionario de Autoridades.
[3] Tenorio encuentra que el término villancico se registra en las canciones de serranas del Marqués de Santillana. Si algo caracteriza a las serranillas es precisamente lo divertido de las situaciones que presenta, que por cierto, tienen su origen, más jocoso y festivo en el Arcipreste de Hita.
[4] La fama que Sor Juana llegó a tener
era tan grande que en México las iglesias se disputaban el honor de cantar sus versos, y
en España, para el mismo tiempo, varias ciudades celebraban también sus fiestas
religiosas con villancicos y loas de la poeta. (Tenorio (1995), Tello (1995)
[5] Aunque el seguimiento debe hacerse,
como seguramente ya lo habrán hecho muchos sorjuanistas, en glosas, loas, autosacramentales, etc. (ver
Mauricio Beuchot, 1995), dado lo complejo y amplio de cada género me centraré sólo en
una pequeña parte de los villancicos; pues su obra en este género es copiosa.
[6] Hay varios juegos de villancicos a los mismos santos, desde 1676.
[7]
Obras que ni
aquí, ni en otra colección están completas.
[8] Ver Dane?s () y van Dijk ( )
[9] Sor Juana Enigmas ofrecidos a la casa del placer (en edición de Alatorre, A.)
[10]
Para los
protestantes ninguna de estas discusiones tiene sentido, dado que José y María son sólo
humanos, medios para la encarnación de dios, que lejos de semejantes finezas se dedicaron
a la progenie.
Para los católicos la
virginidad de María es divinidad, hecho sobrenatural, misterio y dogma. Aunque este
hecho no tiene fundamento explícito en la Biblia, la iglesia se ha valido de
historias y argumentos apócrifos para justificar la presencia de santos y divinidades. La
historia de José, como la de todos los santos, sirve como ejemplos de conducta e
instrumentos de evangelización; según la iglesia, no son dioses, sino mediadores,
abogados para los humanos ante Dios, y no se les debe adoración, sino
veneración.
[11] Para una semblanza detallada del valor inmaculado de la virgen en los villancicos, colocada por Sor Juana a la altura de la Trinidad, véase Margo Glantz (1995)
[12]
En la actualidad, la iglesia sigue
comparando a María con la luna; el concepto de que María como la luna solo ilumina
dulcemente, se maneja todavía en algunas iglesias, pero nunca se la compara con el Sol.