Sincronía Invierno 2007


Construcción de la imagen de la Virgen y algunos Santos por Sor Juana en los villancicos

 

Elvia Vega Llamas

Universidad de Guadalajara

Departamento de Letras


 

 

1. La polémica desatada por la publicación de la Carta Atenagórica.

 

A raíz de la publicación de la Crisis de un sermón con el nombre de Carta Atenagórica, se desató una polémica considerable, que llega hasta nuestros días. Grande debió ser la discusión, que Sor Juana, en su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, contesta con energía y coraje sobre la injusticia de las reprensiones y acusaciones.

Hoy día, a la luz del descubrimiento de nuevos documentos sobre la polémica, es posible formarse idea de lo que pudo ser el contexto que vivió la poeta; la manera en que fue agredida, pero también defendida.

En su libro La Carta Atenagórica de Sor Juana, textos inéditos de una polémica (2004), J.A. Rodríguez Garrido presenta dos discursos encontrados en la Biblioteca Nacional de Lima.

Uno de los discursos es el denominado Defensa del Sermón del Mandato del Padre Antonio Vieyra de un tal Pedro Muñoz de Castro, en él el autor cuestiona, primero con respeto y luego con ironía, los argumentos de Sor Juana contra los argumentos del jesuita Vieyra en la Crisis de un sermón.

El otro texto, Discurso Apologético en Respuesta a la Fe de Erratas que sacó un Soldado sobre la Carta Atenagórica de la Madre Juana Inés de la Cruz constituye una apasionada defensa del escrito de Sor Juana en contra del autor de la Fe de Erratas, autor anónimo que se hace llamar ‘el Soldado’, el impugnador más severo conocido hasta ahora de la Carta Atenagórica y su autora. Este texto, junto con la Carta de Serafina, son los documentos que permitieron tener noticias acerca de la disputa. De la Fe de erratas se supo por las críticas a sus comentarios en la Carta de Serafina. Hoy siguiendo, los nuevos documentos, A. Alatorre y el propio Rodríguez Garrido hacen una reconstrucción de lo que ‘el Soldado’ pudo expresar.

El nivel de agresión es tan alto y grosero, que, el autor del Discurso apologético pide respeto para un ser tan excelso como Sor Juana, y con inteligencia relativiza los preceptos de San Pablo aludidos por ‘el Soldado’: Mulieris in ecclesiis taceant, diciéndole que San Pablo no prohíbe que estudien, además de que Sor Juana no estaba en el templo cuando escribió su texto, sino en el silencio y soledad de su celda.

El problema, supone Rodríguez Garrido, no fue tanto la escritura de la Carta, la cual circulaba, al parecer ya en manuscritos, sino la publicación, y por ende, el estatus que alcanzaba. Había que cuestionar, no sólo el discurso por sus ideas, sino lo que había detrás del discurso: una mujer, una simple monja hablando de teología.

O. Paz (1982) ha dicho  que el pleito se dio a causa de los obispos Aguiar y Seixas y Fernández de Santa Cruz: Sor Juana criticó a Vieyra, de la Compañía de los Jesuitas y el misógino Aguiar y Seixas, un admirador confeso del dicho padre, debió molestarse en gran medida. El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz (Sor Filotea) instigó a Sor Juana a escribir la Carta. Sor Juana “más imprudente que Ajmatova” quedó atravesada entre los poderes de los dos Príncipes, dice Octavio Paz, pensamiento que comparte Darío Puccini (1995).

Pero la visión de Paz, tan ‘armoniosa’, no se ha podido comprobar, afirma Vallés Soriano en Aquélla Fénix más rara (2000). No hay textos que inculpen directamente a ni uno ni otro obispo, independientemente de sus intereses, explica el mismo autor, a la vez que niega feminismo y rebeldía de Sor Juana.

Disiento de la situación de monja mártir e imprudente en que Paz coloca a Sor Juana. Tampoco creo que Juana Inés hubiera sido atrapada en su propio discurso, “en las trampas de la fe”. Los villancicos muestran una Sor Juana con una gran conciencia de  los huecos y los vacíos que la iglesia no cubre; como hermeneuta, cuestiona e interpreta, pero con límites; desde allí intenta ajustar, restituir.  

 

 

2. Los villancicos ¿“un género de arte menor para cultivar un género de arte mayor”?

Cuando se ha leído buena parte de la obra de Sor Juana lo que se capta es su pasión por el conocimiento: pasión por las letras, por la historia, por la filosofía; por la teología.

Especial es su pasión por lo humano[1]; en sus arrebatados y enredados versos amorosos, en su defensa de las mujeres y de los hombres y mujeres santos. Esta pasión por lo humano se destaca, en toda su obra, pero de un modo particular en sus versos sacros: loas, villancicos, jácaras y glosas.

En los villancicos, un género entre religiosos y profano, Sor Juana agrega la nota de lo que para ella es importante y de lo  que considera, la religión no destaca ni justifica suficientemente.

El villancico, se definía como ‘un género de copla que se compone para ser cantado’,  como ‘las canciones que suelen cantar los villanos cuando están en solaz’, pero también como composición poética con estribillo para la música en las fiestas religiosas[2].

Aunque es difícil definirlo por la diversidad de formas en que se ha manifestado, se puede decir que su común denominador es la presencia de estribillo. En los villancicos se reconoce una estructura básica: cabeza, mudanza, enlace, vuelta y otra vez el estribillo al final o en sus últimos versos (M. L. Tenorio, 1995:457).

Las partes dialogadas habían existido ya en los villancicos primitivos, pero la polifonía pudo aumentar a raíz de su sacralización, para favorecer el diálogo entre diversos personajes a manera de escenificación. A partir del siglo XVI adquirió carácter doctrinal. En los villancicos religiosos, como en los villancicos primitivos, las disputas o apuestas eran una forma común de presentar el diálogo, explica la misma autora[3].

Sor Juana escribe para celebrar en las iglesias a los santos patronos. Los temas de los villancicos no necesariamente eran nuevos; el villancico se había convertido en el género predilecto al que la gente común, y la no tan común disfrutaba, pues llegaban a representarse con un buen repertorio de instrumentos musicales y grandes coros[4].

Era, para una mente tan ágil y profunda, imposible no reflexionar aún con éste género literario aparentemente sencillo, sobre las vidas de los santos y la manera en que el pueblo y la iglesia los consideraban; podía así, apasionarse por algunos casos, precisamente los más humanos, recordando su propia naturaleza, y ofrecer argumentos para destacar su importancia, frente a lo que podría adivinarse ingratitud, dureza en los juicios, injusticia o falta de reconocimiento.

Como veremos aquí, algunas de las implicaturas y temáticas de la Crisis de un sermón, se iban hilvanando en los llamados géneros de arte menor, los villancicos y algunas glosas. No se puede pensar que el fuerte carácter y la fuerza de argumentos que se observan tanto en la Carta Atenagórica como en la Respuesta a Sor Filotea y en la Carta con que rechaza a su confesor Núñez de Miranda con el que se dice había roto contacto desde 1680, hubieran aparecido de la nada y sin conexión con sus otros escritos.

Mucho se habla del carácter herético, rebelde y feminista sobre su obra; del mismo modo que otros lo niegan. Pienso que hay una línea muy clara entre su producción literaria y religiosa respecto de su pensamiento sobre dios, los seres humanos y su visión de sí misma como mujer intelectual y libre.

Antes pensaba que la Carta Atenagórica era un escrito de lo más pulido y que ella negaba por falsa modestia, o porque era un topoi, hoy sólo creo que ese texto era parte del proceso de formación de una filosofía personal acerca de dios, los humanos y su propia vida y que al escribirlo quedó, como quedamos todos los que tocamos un tema de investigación: llenos de dudas y con la conciencia de no poder terminar de saber nunca, ni de darle la forma más pulida a un texto: mucho más cuando se trata de teología, sin maestros y sin universidad.

De no haberse visto tan agredida con la publicación de la Crisis de un sermón, seguramente Sor Juana habría producido más textos teológicos igual o más profundos, que a diferencia de las letras, eran el reto a su intelecto, y que con su formación humanista, habrían parecido a los ojos de los de su tiempo aún más heréticos, si en la actualidad sigue causando esta misma idea.

De qué modo los villancicos, y algunas glosas han ayudado para formar  las ideas que se exponen en la Carta Atenagórica. Establecer contacto entre las ideas de los villancicos y la Carta Atenagórica es una empresa que requiere muchísimo tiempo y abundantes y detalladas lecturas; aquí sólo intentaré realizar un análisis sobre algunos juegos de villancicos[5] en los años que se indican en los incisos: un juego dedicado a san José, otro a san Pedro, a la virgen María y a Santa Catalina. Aún de ellos, haré una selección[6]. Me guiaré por las siguientes ideas:

1.    El pensamiento ‘herético’, para mí liberal y profundamente humanista, de Sor Juana culmina en la Crisis de un sermón. Pero desde los villancicos, jácaras y glosas ha ido, como en un crisol, fundiendo sus ideas respecto del mundo, los humanos y dios.

2.      Qué es lo que hay de ‘herético’ en los villancicos que pudiera reflejarse en la Carta Atenagórica, que a la vez no pueda ser visto como un fenómeno de duda intelectual y sorpresa al indagar en los vericuetos de la Biblia, las hagiografías y toda la información apócrifa de las vidas de santos y la santidad de la virgen María impuestos por la iglesia.

3.      En los villancicos, no sólo los de santa Catarina de Alejandría, en los de san Pedro, los de san José, pero sobre todo los de la Virgen María, se observa la insistencia de colocar humanos santificados a la altura de dios, al grado de insistir, como dirá en la Carta Atenagórica que algunos tienen ‘finezas’ que dios no tuvo.

4.      Al colocar a la virgen en un mismo, y en un más alto lugar que dios, podría hacerse la implicación que se ve en la Crisis de un sermón: la necesidad de Dios. No es el derecho a la duda lo que se castiga, dios hubiera ya desaparecido la humanidad; pero sí la iglesia, en cuanto doctrina, que manipula un discurso y que a través de rituales muy específicos, concede un privilegio de habla.

 

 

 

2. 1 Grandeza y humanidad de los santos humanos, frente a la grandeza de Dios.

En el primer inciso presentaré una glosa y los villancicos que Sor Juana escribió para San José. En el segundo, los dedicados a San Pedro. La lectura se basa en Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas de la colección “Sepan Cuantos” de Porrúa [7]

 

a). Glosa y villancicos dedicados a San José. Los villancicos fueron cantados en 1690 en la Catedral de Puebla, para honrar a este santo.

               La siguiente es una glosa en décimas: en la estructura muestra en el centro o cabeza una glosa de cuatro versos que guardan el tema principal el cual, se desarrollará en el cuerpo mediante cuatro décimas que son cerradas con cada uno de los versos de la glosa:

    Glosa a San José. (pág. 128)

Cuán grande, Josef, seréis

cuando vivís en el Cielo,

si cuando estáis en el suelo

a Dios por menor tenéis

 

               ¿Qué trata este poema? La grandeza de José, el esposo de la virgen María. José es el tema, o macrotema, si se quiere, y también el tópico. La glosa, que luego se ‘glosa’ o se desglosa al final de cada una de las cuatro décimas, repite cada uno de los versos del estribillo, a manera de copla.

Lo que me parece importante es la función, qué pretende la autora no sólo al decir lo que dice, sino al acomodarlo del modo en que lo acomoda y repetir lo que repite. No es gratis que en los textos religiosos: rosarios, mantras, doctrinarios o catecismos, etc., la repetición sea el elemento nemotécnico e hipnótico que destaca un tema, normalmente lo ideológico, y a base de la repetición frecuente graba lo pretendido en la mente de los participantes o lectores.

No se debe olvidar que la intención religiosa de glosas y villancicos es facilitar el aprender historias; Sor Juana, tiene razón M. L. Tenorio (1995), evangeliza al pueblo, con sus cantos de ‘villano’, alegres, divertidos y teatralizados, como insiste Schmidhuber (1995). Los villancicos a diferencia de los autosacramentales, son menos serios, jocosos, menos aparatosos, cantados con formas fáciles de aprender.

La ‘dislocación’ de la información al nivel del texto, siguiendo la perspectiva funcional de la oración[8] tiene por objeto hacerla resaltar en su dos posiciones principales: temática y remática. Los textos deben analizarse completos para no caer en el juego de ‘tematizar’ o ‘topicalizar’ sólo lo que a uno le conviene; a pesar de eso, por el tiempo, aquí traeré a cita en ocasiones sólo las partes más significativas para ejemplificar, pero la referencia son los villancicos y glosas completos.

Volviendo a nuestro asunto. En el poema lo que interesa es destacar la grandeza de José en la primera posición: el tópico pragmático es a la vez el sujeto gramatical. En el texto, la grandeza de José es el tema. Por la modalidad de interrogación de la glosa principal, y de la primera décima

¿Quién habrá, José, que mida

La santidad que hay en Vos,

Si el llamaros Padre Dios

Ha de ser vuestra medida?

¿Qué pluma tan atrevida

En vuestro elogio hallaréis?

Pues si lo que merecéis,

El que os quiere definir,

Por Dios ha de medir,

¿cuán grande, Joséf, seréis?

Dios es también tema, y luego en la tercera décima, Dios se convierte en sujeto y tópico:

El Señor os quiso honrar

Por tan eminente modo

Que Aquél que lo manda todo

De Vos se dejó mandar.

Si favor tan singular

Mereció acá vuestro celo,

No hay por qué tener recelo

De que por Padre os tendrá

Cuando estás glorioso allá,

Si cuando estáis en el suelo.

 

Compiten dos temas: la grandeza de José y la grandeza de Dios. La glosa y la primera décima son modalizadas como preguntas de carácter retórico, que no esperan respuesta porque son argumento a la vez: si “a Dios por menor tenéis” y “si el llamaros Padre Dios” ¿quién podría negar su santidad, humildad, dignidad y perfección sin par como exaltan todas las décimas y la glosa?

El otro tema es la grandeza de Dios quien lo honra: “que Aquel que lo manda todo de Vos se dejó mandar”, y aunque José se quiera humillar: “mas Dios con obedecer, nos quiso dar a entender lo que Vos queréis negar”.

En tres décimas y la glosa domina el tema de José que se convierte en el sujeto gramatical, lo que hace que la atención del lector se centre en la importancia de José, luego de quien se habla es de José, y Dios hace que luzca su grandeza.

*En la primera décima, la autora ya ha dejado sentir en un par de versos que al definir Dios a José: “por Dios os a de medir”. Es necesario mantener en mente esta clase de afirmaciones porque irán en aumento, destacar esas notas, y repetirlas, es lo que se le puede alegar de herético: que un santo sea un Dios, lo profano o lo politeísta.

Villancico III (pág. 272)

Estribillo

1.-¿Quién oyó? ¿Quién oyó? ¿quién miró?

¿Quién oyó lo que yo:

Que el Hombre domine, y obedezca a Dios?

¿Quién oyó? ¿Quién oyó lo que yo?

2.- Yo lo vi en Moisés,

Cuando revocó

La sentencia, porque

Moisés lo pidió.

 

1.- ¡No, no, no, no

Que es el que yo digo

Prodigio mayor!

Que allí, de Piadoso

Concedió perdón;

Pero aquí, Obediente

Mostró sujeción.

 

En este polifónico villancico hablan seis voces cuyos turnos se marcan con números. La principal, número 1 inicia con el estribillo, y pregunta si existió en la tierra un hombre que a la vez ‘domine y obedezca’ a Dios. Las voces le contestan varios casos de la Biblia: el de Moisés a cuya petición dios revoca su sentencia, la petición de Josué de que dios detuviera el sol, el caso de Jacob, el de Elías, etc. A todos la voz de 1 alega que el prodigio a que alude es mayor, pues en otros casos Dios concede, actúa sobre la materia, demuestra su poderío, o discute y pelea con humanos.

A cada propuesta 1 se opone con enfática y muy reiterada negación, que entre lo métrico y musical del poema cumple su función de fijar una idea: que el prodigio que contará es el mayor, a tal grado, que ‘Dios es obediente sujeto’.

La expectativa, propia de los juegos de adivinanzas, -o de enigmas que tan bien dominaba sor Juana[9]-, crece enormemente haciendo que las voces a coro pregunten:

Tod.- Pues ¿quién puede ser

tan grande Varón

que de los Mayores

celebras Mayor?

 

La voz de 1 responde y cierra, poniendo por encima de Dios, los santos y profetas bíblicos, precisamente a José, el esposo de María, un humano:

“José, de quien ésos

Sólo tipo son,

pues excede a todos

en la perfección”.

 

El villancico cierra con la misma pregunta de la entrada, que discutida y bien argumentada es ya sólo retórica, queda como un ‘eco’ que de modo sintético (un terceto) vuelve a destacar el concepto más importante

              “Quién oyó? ¿Quién oyó lo que yo:

              que el hombre domine

              y obedezca Dios?

 

Hablamos de cinco respuestas en este ‘dialogado’ villancico que responden a la voz principal, la cual hace el llamado, esta voz participa siete veces destacando la idea de superioridad de su prodigio, a estas siete se agrega este ‘eco’ final como  cierre.

De modo que inicio, planeación, desarrollo y cierre mantienen en expectativa la respuesta que dará 1 con lo que toda la atención se capta con la estructura reiterada, enfática y planeada a nivel de tópico en el cuarteto del estribillo-cabeza (primera posición), y el terceto sintético del cierre-vuelta, que tiene la misma estructura menos un verso.

No hay al final un tema nuevo o rema: si cierra como entró, no hay avance remático: no hay novedad a nivel de la idea, pues el concepto se repite, y eso cumple la función que se desea.

El concepto ‘que domine’ y ‘obedezca’ a Dios es muy importante, de nuevo la idea de dominar es primero; pero José también obedece del mismo modo. El asunto es que tanto en las preguntas como en las respuestas lo que se discute es el hombre que domine a Dios, y esta es la idea que salta a la vista. Nadie dará ejemplos de la obvia o forzada obediencia de la humanidad frente a la divinidad. La pregunta implícita es de qué está hecha la Naturaleza de José.

José es ‘humildad’, ‘dignidad’ y ‘perfección sin par’, pero también otros bellísimos  y santos atributos: ‘Pureza’ y ‘castidad’ dobles:

Villancico V  (pág. 273)

Cualquiera Virgen intacto

Es Virgen sólo una vez;

Pero el ser Virgen dos veces,

Sólo es lauro de José.

     (...)

El tener Dios Madre Virgen

le debe: pues a merced

Lo fue de José, cediendo

Su matrimonial poder.

(...)

Cedió el derecho que pudo

Lícitamente tener,

Por enlazar en sus triunfos

La palma y el laurel.

 

Al guardar virgen a su esposa, dado que no ejerció “el derecho que pudo lícitamente tener”; José no sólo la honra y se honra a sí mismo. Así su honradez y castidad es doble. ‘Fineza mayor’: no reclamar, pudiendo, sus derechos conyugales. ¿Otra deuda de dios? Calleja que insiste en hacerla santa, aquí critica el estilo tan ‘directo’ de sor Juana. La iglesia quiere ‘borrar’ de los santos y de Dios toda muestra de la carne, como si fueran asexuados[10].

Las maravillas que Sor Juana exalta en José, del que se dice ya era viejo cuando casó con la virgen, son: que recibe por esposa, la esposa de otro, de un ‘muy otro’ según le avisó el ángel, y además preñada. Él la guardará con todo el celo, la dulzura, obediencia y madurez, de hombre viejo, que pudo muy bien reclamar sus ‘lícitos derechos’ del ‘santo matrimonio’. La insistencia del José ‘caduco’ como lo canta la misma Sor Juana, no era motivo suficiente para creer que José no deseara ya, ni pudiera tener posibilidad de tomar la virgen como mujer.

Cómo es posible que la Biblia no le conceda ningún comentario, ninguna voz a este humano extraordinario se preguntan todavía muchos fieles católicos, cuando conocen de su conducta, cuando celebran sus fiestas de santo patrono, cuando saben que la Biblia no habla prácticamente nada de él.

En el villancico IV (Segundo nocturno, pág. 273) destaca no sólo lo ‘caduco’ de José, su posible esterilidad, y también su silencio:

(...)

¿por qué calla José,

sin verse, en la lectura

de la Sagrada Historia

ni una sola palabra que él pronuncia?

(...)

Virgen y silencioso,

Ni halaga ni fecunda

El tálamo, de prole,

Ni el aire, de sus ecos y dulzuras.

 

¿Qué imagen se nos da de José? La misma que los feligreses tienen de él, bastará salir a cualquier pueblo, o templo a preguntar.

Qué podría reclamársele a Sor Juana, si la iglesia misma inventó y divinizó los santos. Las historias de sus maravillas llenan el panteón católico. Sor Juana expone el problema, se ha dejado solo a José, cuya labor de ‘Padre de Dios’, de hombre ‘autocontenido’ en los placeres del amor y la fecundidad, no son exaltados: esto podría ser una injusticia a un hombre de tales finezas:

 

Pues virtud tan austera,

Bien merece que supla

Dios su falta, y que Él sólo

Sucesión y Palabra substituya.

 

¿La falta de Dios o la falta de palabras de José?, es ambiguo, pero la solución es clara: que en recompensa a su silencio y soledad, sea Dios su propia palabra:

                         ¡Y así, todos entiendan que José calla

                         Porque el Verbo Divino es su Palabra!

 

Es el mismo juego, destacar, tematizar, topicalizar; pero aquí, sí hay novedad. Hay cuestionamiento, hay exposición de un problema. Pero también hay una solución. Me parece que éste será su estilo; descubre puntos que no se justifican, y le pueden parecer criticables, causar dudas, pero Sor Juana no se puede apartar de la iglesia.

Y si su manera de inquirir puede causar suspicacias, pues cada vez es más fuerte, conforme avanzamos, ella tiene solución en la misma religión. No es el dudar lo que convierte a alguien en hereje, cuántos santos dudaron: Tomás y San Pedro, los mayores, la monja lo sabe. Encontrar fundamentos y explicaciones a  los vacíos o huecos es trabajo teológico. Sor Juana cuestiona, pero también restituye: propone.

El siguiente villancico del mismo año, lo transcribo completo; aquí podremos observar esta semblanza de justicia y restitución sobre el mismo personaje:

Villancico VI  (pág. 274)

 

Estribillo

1.- Dios y Josef apuestan.                               

2.- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

1.-Oigan a Dios, oigan;

Oigan a José,

que aunque es hombre, se pone

a cuentas con Él

Y no sé cuál alcanza,

Pero sólo sé

Que Dios gusta de que

Le alcance José.

¡Dios y Joséf apuestan!

2.- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

Que aunque es hombre, se pone

A cuentas con Él;

 

Nuevamente, el estribillo cantará las maravillas de José en una apuesta con Dios. El estilo es el mismo, la ansiosa pregunta y la respuesta dada con exclamativas es doblemente expresada: “¡Que aunque José es hombre, se pone a cuentas con él”.

Humano frente a divino ‘cara a cara’, cómo podría hacerse eso; Sor Juana dice más: que no sabe “cuál alcanza”, es decir, cuál gana. Enseguida responde, lo excelso de Dios que le da ‘chanza’: “Dios gusta de que José le alcance”. Así se asegura de darle al César su moneda.

Pero en el desarrollo del texto, la discusión parece sugerir otra cosa: la igualdad de argumentos. Así a la fineza de Dios de hacerlo “Esposo de la Reina de los altos Coros”, José responde:

1.- José dice: Yo pago

Conque esa mesma

Señora, aunque es Casada,

Guardo Doncella.

 

José paga tal honor, conservando ‘doncella’ a ‘esa mesma Señora, aunque es Casada’. Pareciera, que tal honor aquí no es tanto, pues le da por esposa a una mujer casada y ‘preñada’, aunque no lo dice.

Dios generoso responde sobre la ‘calidad del botín’:

2.- Dios le dice: Ese obsequio

Es bien te premie

Conque, después del Parto,

Virgen te quede.

 

¿Qué pretendía Dios al dejársela virgen? Pero José no tocará ‘la mujer’ de semejante Señor y le ofrece una fineza que Sor Juana no deja de alabar. Ahora José puede hablar:

1.-Yo, de tener progenie

Quise privarme

Para que Tú tuvieses

Virgen por Madre.

 

Así el dogma católico se sostiene. Dios lo compensa haciéndolo Padre de Dios (Hijo). Esto es ‘igualarse’. La potestad la tiene Dios, las finezas José

2.- Yo pago con ventajas

Esa fineza,

Sujetando a ti toda

Mi Omnipotencia.

 

1.- Yo a tu Madre Sagrada

Guardé el decoro,

Que es la mayor fineza

    para un celoso.

2.- Yo te hice el beneficio

De asegurarte,

Que es, a quien tiene celos,

El Bien más grande.

 

En el cierre de la ‘discusión-negociación’ las voces se intercalan, creando un juego que destaca la maravilla divina entre los ‘poderdantes’, pues ya se puede decir, se han colocado al ‘mismo nivel’:

1.- Yo te di, para Madre,

Mi misma Esposa.

 

2.- Yo, para esposa tuya,

Mi propia madre.

 

1.- Luego ninguno alcanza,

Pues en la cuenta

Tanto vale la paga

Como la deuda.

 

Sor Juana resuelve en este silogístico villancico igualdad para los dos: ninguno gana, de aquí se puede igualmente desprender otra implicatura: cómo es posible que  Dios no gane, por qué juzga con tan humanos y mundanos preceptos. Este Dios más parecido a los dioses griegos se pone al nivel de los hombres. Quizás esta cercanía, este juego, este sentir humano a Dios, es parte del éxito de los villancicos frente a otros géneros religiosos. El tipo de disputa es la prototípica, la que se da entre ángeles, pastores y diablos.

En esta discusión, realmente mundana: el toma y daca de los dos apostadores, tiene como botín a la Virgen: ¿es un objeto que se disputa? Sí, pero el más preciado:  tenemos dos humanos frente a Dios.

Pasa aquí un fenómeno muy especial a nivel de la polifonía. La voz de 1 es la voz que anuncia la apuesta, la de 2, la que pregunta en el estribillo; dentro de las coplas, la voz del turno 1 parece ser la misma, que habla en discurso indirecto sobre Dios y José: “Dios y José, parece que andan de apuesta”, y de aquí en adelante las voces o turnos hablan en discurso indirecto: 2 toma el discurso de Dios: “Dios le dice”, 1, la voz de José: “José dice”. A partir del quinto cuarteto, la voz de 1 emplea discurso directo: “Yo, de tener progenie quise privarme” (es la voz directa de José), y 2, la voz de Dios, también: “Yo, para compensarte ese servicio”.

Hacia el final sus voces se intercalan en el mismo cuarteto, y ya no se sabe, si no es por el número, cuál es Dios y cuál es José: el juego se produce porque Dios ya no sólo es Dios-Padre, sino Dios-Hijo a la vez, y José pareciera ser ‘Dios-Padre’, que, divino, le ha dado para madre a Dios (hijo) su propia esposa. Sor Juana ‘matiza’ de divinos a los tres. En el cierre, vuelve a hablar el turno 1 que es el que anuncia la apuesta y el que da la solución; que coincide con la voz de José, y que no es casual, sea la voz de Sor Juana que ha lanzado el problema.

Nadie debería suponer que José puede ganarle a Dios, pero ni que éste se rebajara a hacer apuestas. Cualquier cosa se justifica por el tipo de texto: no se debe olvidar que es un villancico. Como quiera que sea ya se ha puesto en relieve otra vez: humanidad frente a divinidad.

Quizá esto no tuviera tanta importancia, pero es tanta la reiteración, la insistencia, que no hay villancico dedicado a san José, donde no se incluya la nota de que José tiene a Dios por menor: sor Juana no está desprotegida con semejante afirmación: Jesús era hijo de José. Así en la Jácara del Villancico VIII.-Ensalada (pág.275):

Y hele aquí Tutor de Dios, Sin saber cómo ni cuándo:

Miren, si es Dios su Menor,

Cómo será su tamaño.

 

En el Villancico IX (pág. 277) expone con gran inteligencia otra vez, la superioridad de José, sobre los santos bíblicos. La humanidad de José se pone a prueba, al grado que parece divinidad

1.- Santo Tomás dijo

Que ver y creer.

2.- Pero José dice_

Creer y no ver.

 

Mas José, que sólo

Asiente a la Fe,

Ve el Vientre de María

Como que no ve.

Creer y no ver.

 

En el villancico X (pág. 278) continúa cantándose la condición de los humanos celos; que José no pudo dejar de tenerlos. Se resalta tanto el tema que parece que la autora quiere que sintamos, como humanos, con él, y a la vez nos maravillemos:

Para no ver el Preñado,

José, que le daba enojos,

De María, los dos ojos

Ha cerrado.

 

Contra su vista severo

Dijo airado, porque vía:

¿Testigos contra María?

No los quiero

 

En el Villancico XI (pág.278), continúa la temática, pero la lectura es confusa, pues primero dice que el sueño quita los celos:

Estribillo

¡Ay qué prodigio!

¡Ay qué portento!

 

¡Vengan a verlo todos,

Vengan a verlo!

 

Que si, a todos, los celos

Quitan el sueño,

A mi Joséf el sueño

Quita los celos.

 

Sin embargo, en las coplas da a entender que si despierto trata de ignorar, en el sueño está consciente:

Despierto, Joséf ignora,

Y dormido sabe: luego

Duerme cuando está velando,

Vela cuando está durmiendo.

(...)

Si Dios le ha de asegurar

De la Encarnación del Verbo,

¿por qué no llega el aviso

Antes de temer el riesgo?

(...)

¿Es, acaso, por probarlo

Con el dolor más acerbo,

Porque más tormentos pase

Quien ha de gozar más premio?

 

Dos cosas son dignas de notar además de destacar los humanos, e imposibles de controlar, celos. Con la primera parece que Dios le quiere hacer sentir el dolor con más fuerza, por qué no le avisa. ¿Qué necesidad tiene Dios, qué pretende? ¿ensañarse? La solución vuelve a darla en los versos resaltados, y es muy del tipo de las respuestas a sus preguntas en la Carta Atenagórica.

La otra es el clarísimo partido y la gran simpatía de Sor Juana por este santo bello y silencioso, así dice: mi Joséf, como si lo abrazara. Tan fino y tan humano que es divino:

Pues sienta él entre los Santos

Solamente este tormento;

Que es padre de Cristo, y debe

Parecerse al Padre Eterno.

 

Qué tipo de deber, le podríamos preguntar, ¿Una obligación, una necesidad, una conjetura? Por todo el contexto, una mezcla de todo: no es simple conjetura; debiera ser necesidad y obligación, resultado de tantos atributos y de ser Padre de Dios.

Quiero cerrar este juego de exposiciones y ‘encubrimientos’, podríamos decir con el siguiente villancico, en el que la modalidad de enunciación descubre la posición ‘protección’ de Sor Juana:

 

Villancico XII (pág. 279)

 

Estribillo

¡Oigan la fineza, que Dios hace

en la ostentación de su gran poder!

 

Coplas

A poder Dios hacer otro

Dios, tan bueno como Él

A lo que imagino yo,

Hiciera sólo a Joséf:

Y se ve,

Pues en cuanto pudo

Le dio su Poder.

 

Pero entonces, imagino

Que no fuera la merced

Tan grande, siendo su igual,

De quererlo obedecer:

Pues más fue,

Siendo Joséf hombre,

Sujetarse a él.

 

¿A poder?, por qué elige este modal Sor Juana, por qué no ‘a querer’, que al final de cuentas Dios puede hacer lo que le venga en gana. Pero además, ¿qué Dios no hizo otro como él? ¿y su Hijo?

Sor Juana continúa con el mundo de las hipótesis; de poder, ‘habría hecho ‘solo a Joséf, “imagino yo”. La dislocación al centro de esta oración no es simple estilo, focaliza el hecho de que está en un plan de suposiciones sólo y sólo ella, y es su defensa.

Sólo Joséf podría ser otro Dios tan bueno como Dios, y Dios lo sabe, pues en cuanto “pudo le dio su Poder”, ¿no pudo antes, o no quiso? ¿Duda sobre duda? Qué resultaría aquí de decir que “Dios no quiso”.

La segunda copla se vuelve confusa, o no la entiendo, quién obedecería a quién. Podría tener dos sentidos:

a) ¿De ser José-Dios, no sería tan gran merced ‘obedecer a Dios-Dios’; pero su merced es mayor, pues es hombre y puede sujetarse.

b). De ser José-Dios, Dios-Dios no querría, sabiéndolo su igual, obedecerlo, y en consecuencia, adorarlo.

Esto sí que sería un enredo: ¿cómo querría Dios hacer otro igual, Sor Juana una destapado un cloaca. Aunque ha abierto tamaña duda, continúa del lado de José, ponderando su grandeza sobre la grandeza de Dios, o a pesar de la grandeza de Dios:

Más sustentaba que Dios,

A mi modo de entender,

Pues Dios lo sustenta todo,

Y él daba a Dios de comer:

Y tuvo, a fe,

Súbditos mejores,

Pues que Dios lo fue.

 

Sor Juana no deja de hacer notar que es así como lo entiende. La estructura lógica de esta séptima va así: una oración comparativa a favor de José, una oración modal para justificar la autora ‘a mi modo de entender’, una oración a favor de Dios, y otra que la invalida a favor de José, y la conclusión para ¿proteger las dudas?: el mismo Dios fue su súbdito, no hay sino expresar la sorpresa:

¡Válgame Dios, los primores

Que nuestro Dios sabe hacer!

¡Qué toda nuestra grandeza

Venga de la pequeñez,

Y que esté,

Nuestro ser, por bajo,

En tal alto Ser.

 

El contraste, las oposiciones siempre: tan pequeños y tan grandes; esto es primor de Dios, que nuestro ser, por bajo (precisamente) esté, en la altura del Ser.

Era obvio que a estas alturas la profundidad en la reflexión sobre los santos y la divinidad le causaba grandes dudas, enormes vacíos que nadie le podía explicar si no era por las prohibiciones; otros quizás le pedían lo escribiera en un texto más serio.

Estos villancicos fueron escritos un año antes de la Carta Atenagórica; ya se puede ver cuáles eran las venas que irían a surtir tan caudaloso río. Desde ahora Sor Juana se previene, y cierra así este ‘atrevimiento’ de mujer ‘sentada en los hombros de gigantes’, de ‘mujer que ha quitado la clava a Alcides’, con miedo o precaución, que aquí son lo mismo:

Yo no entiendo tan gran Santo;

De mí solamente sé

Que desde luego detesto

Lo que no sonare bien;

Y estaré   

A lo que corrija

Nuestra Santa Fe.

 

Sor Juana es una hermeneuta, y se permite interpretar, pero tiene límites, no puede rebelarse, no sólo porque no es una atea, no al menos todavía, ni después de la publicación de su Carta; el círculo religioso es demasiado poderoso para poderlo sobrepasar. Se encuentra en una etapa en que enlaza todas sus lecturas, en que hacen mella las lecturas de Erasmo y Séneca, más que las del propio Jerónimo. Aunque niegue a Calvino y Lutero, una mujer de semejante nivel de reflexión, en su interior no puede simplemente acusarlos de bárbaros herejes.

Sor Juana sabe que tiene derecho a cuestionar, a dudar; y que por la duda no se castiga, si no, Cristo mismo habría destrozado a santo Tomás, a san Pedro y a todos los judíos que lo negaron.

Cristo no, pero la iglesia sí; así que hay que sujetarse a sus cánones. Los villancicos tienen marcados rasgos de herejía si se la entiende a ésta como el hecho de que un individuo se oponga a los designios del grupo del poder. Sor Juana tendría que repetir en su Respuesta a Sor Filotea, respecto de la Carta Atenagórica “no quiero ruidos con el santo oficio”, “si el censor cree que herética, por que no la denuncia”.

 

b). Villancicos a San Pedro cantados en la Catedral Metropolitana, en los años de 1684 y 1691.

Después del análisis arriba, aquí tocaré sólo, a nivel de temática y de adjetivación, los villancicos a este santo.

 

Villancico IV (pág. 351)

1.-A la muerte hace cara Pedro fuerte.

2.- Si a la muerte hace cara, poco teme.

3.-Debe a Cristo la vida;

Pagársela quiere.

4.-Si a la muerte se entrega,

Ni teme ni debe.

Todos.- Aquéste sí es valor, amor es éste:

¡Pues tal fineza, en Pedro se celebre!

(...)

Por amar padece Pedro

Tiranas severidades;

Penas que fueron de amor,

Nunca pudieron ser males.

(...)

De Cristo y Pedro finezas

Se extremaron tan iguales,

Que hasta en la muerte, a los Dos

Hizo el amor semejantes.

 

Tierno Cisne, solicita

En los últimos discantes*

La dulzura de una muerte

Que sólo quien ama sabe

 

Si Pedro  quiere morir para pagar su deuda, con el deseo se ve en su fuerza que no tenía nada que temer, ni a la muerte. Nuevamente destaca la igualdad de finezas en Pedro y Cristo. Nótese la delicadeza y suavidad con que describe a Pedro.

 

Villancico VIII (pág. 375)

Estribillo

¡Óiganme, que a San Pedro

Mi Musa canta

Sus glorias, como quien

No dice nada!

 

Coplas

¿Por qué será que a San Pedro,

Cualquiera que sus versos canta,

Si no dice su culpa

No piensa que tiene gracia?

 

Luego le sacan el Gallo,

Luego a la Mozuela sacan,

Luego anda la Negación

Por esquinas y plazas

 

Eso de Musas gallinas,

Eso es de plumas villanas,

Que no saben hacer rostro

Si no es cuando dan en cara.

 

¿No hay que decir otras cosas?

¿No hay un millón de alabanzas?

¿Excelencias no le sobran,

Sin que le saquen sus faltas?

 

Este es otro villancico, que cuestiona los villancicos y los decires que siempre critican en Pedro, precisamente lo humano: la culpa. Por qué no alabar a este hombre magnífico.

               En los Villancicos a San Pedro la Catedral Metropolitana en 1692, después de la publicacion de la Carta Atenagórica, el concepto, las ideas no se borran:

 

Villancico II (pág. 376)

 

Estribillo

Cuando Pedro, como hombre a la mar,

Se tira a negar,

Los Arroyos, las Fuentes y Ríos

Todos van al Mar,

Ellos a reír

Y Pedro a llorar.

 

Coplas

El Arroyo no olvida

De su origen la fuente,

La fuente de su vida;

Antes, es el corriente

De su rizada plata,

La confesión más grata

Que a su Principio llega:

Mas si Pedro lo niega

Con ingratos desvíos,

Los Arroyos, las Fuentes y Ríos

Todos van al Mar,

Ellos a reír,

Y Pedro a llorar.

(...)

              

               ¿Qué se destaca, la culpa de Pedro, el llanto por no haber podido sostenerse en el que le dio la vida? Qué encuentra de parecido sor Juana con Pedro: las lágrimas, la culpa callada, el que le anden publicando sus faltas. Es el contexto de las críticas grotescas a su persona y a la Carta Atenagórica.

 

 

Villancico III  (pág. 377)

 

Estribillo

¡Vengan las Aves,

Dulces, acordes, con todos sus aires!

¡Vengan las Aves,

Suaves, dulces, canoras;

Vengan las aves todas:

Que lleva los compases

Pedro, aquel Gallo de todas la Aves!

 

1.- Pero si llora

¡No será Gallo ya, sino Paloma!

2.- Pero en su canto,

¡No será ya Paloma, sino Gallo!

1.- ¡No, sino Paloma!

2.- ¡No, sino Gallo!

           ¡Gallo!

                      1.- ¡Paloma!

 

1.- Aunque generoso Gallo

Entre las Aves del Cielo,

Pedro anegado llora

Triste Paloma gimiendo.

pero en su canto,

¡No será ya Paloma, sino Gallo!

 

2.- Aunque hijo de la Paloma,

Sin degenerar polluelo,

El más pintado se canta

Gallo de las Aves, Pedro.

                                 -Pero si llora,

¡No será ya Gallo, sino Paloma!

1.- A los ojos del Sol mismo,

Aun sus ojos Aguileños

Sobre arroyos de cristal

Ojos de Paloma fueron.

                                 -Pero en su canto,

¡No será ya Paloma, sino Gallo!

 

2.- Cándida gime Paloma,

Mas tan Serpiente en su aliento,

Que lo coronan su Gallo

Las Águilas del Imperio..

-Pero si llora,

¡no será Gallo ya, sino Paloma!

 

¿Qué hace en este villancico Sor Juana? Mostrar en las lágrimas de Pedro toda su humanidad, y más que eso: toda su femeneidad sin demeritar su masculinidad. No es cobarde quien llora, no es ése el sentido de Paloma, la Virgen es la Paloma, y como veremos es un ser tan excelso como Dios.

               Sor Juana tiñe de ‘suavidad’ y ‘ternura’ al hombre que llora, pues son precisamente las lágrimas las que lo hacen divino: el llanto se asocia a las mujeres, la suavidad, la ternura. Antes le llamó ‘tierno cisne’.XXX

 

 

 

 

2.2 Grandeza de María y Santa Catalina de Alejandría frente a la grandeza de Dios.

 

a) Villancicos a la Virgen María, cantados en la Catedral Metropolitana de México, “en su Asunción triunfante, este año de 1690.

El juego es el mismo: descubrir las maravillas humanas de María, exaltarlas, ponderar sus virtudes además de adornarla con lo mejor de las divinidades griegas y luego compararla con Dios y lo divino. Pondré sólo un par de ejemplos.

En el Villancico I (pág. 280), se discute si

1.-Si subir María al Cielo

Fue subir o fue bajar,

Quiero preguntar.

 

En el diálogo, el turno de 2 responde que María subió al cielo, mientras el turno de 3 insiste en que el cielo subió a María, pero luego ella bajó al cielo: (con un doble sentido: ella lo bajó para nosotros):

Que subió a María el Cielo,

Y bajó al Cielo María:

Pues dio Ella más alegría

que el Cielo le pudo dar;

Luego es bajar.

 

Pero la discusión no se queda en lo mismo y la  información remática aprovecha para destacar la superioridad de María sobre el propio Cielo, sin perderse el tema, la apuesta, digamos:

2.- No niego yo, que le excede

María al Cielo en belleza;

Mas hay en el Cielo alteza

Que en la tierra haber no puede,

Y de fuerza se concede

Que al llegarla a conseguir

Es subir.

 

Que María excede al Cielo en belleza se toma como información conocida, como si fuera un tópico o lugar común, pero esta hipérbole es sólo la opinión de Sor Juana; la línea de su argumentación, que puede muy bien haberla tomado de tantos otros cantos sacros que se hacen a la virgen, pero en ellos casi siempre lo que se dice es que María es ‘tan hermosa como el cielo’.

En su villancico sor Juana expresa que María ‘excede al Cielo en hermosura’, ‘da al Cielo más alegría que la que éste le pudiera dar’: lo que recibe del cielo es la ‘alteza’, que la Pureza y todas las grandezas ya las posee, ‘el Cielo no se las da’, no le son novedad:

 

3.- A todos de esa manera

Es, pero no a su Pureza:

Pues no puede haber grandeza,

Que ella antes no tuviera.

Si Al que no cabe en la Esfera,

Pudo Ella sola enclaustrar,

Luego es bajar.

 

Podríamos decir que lo humano en María ya es divino, pero además ella ‘encierra’ ‘enclaustra -en su vientre- al dueño del orbe que de tan magno no cabe en él. Imaginemos a la magnitud de María[11].

El cierre viene a ajustar tanta ponderación dando a entender que María sube para ascender a los brazos de su Hijo, y eso es lo más importante: ‘cubre así, las dudas que pudiera ocasionar el divinizar tanto a María:

1.-Yo la paz quiero ajustar,

Pues la guerra ocasioné;

Y diré

Que su gloriosa Asunción

Se ha de entender del blasón

De ascender con regocijo

A los brazos de su Hijo,

Que es el Trono, en mi sentir,

A donde puede subir;

Que a mérito tan sin par,

Lo demás fuera bajar

 

En el villancico II (pág. 281) las coplas hablan de la visión de san Juan sobre una ciudad que ve descender del cielo, como esposa adornada para su esposo regio; en la cual no hay templo, porque Dios es su templo y su Cordero. Sor Juana saca la implicatura, de que la ciudad es Templo de Dios y a la vez Dios es Templo suyo: resuelve el misterio dando a entender que María es la ciudad. Así:

Dios entró en el Castillo

Cuando se hizo Hombre el Verbo,

Y hoy María entra en Dios

A gozar la corona de su Reino.

 

Con que hoy, en su Asunción,

Nos dice el Evangelio

Que, cuando entra María

Es Dios quien entra en Trono más excelso.

 

El ‘cierre’ no es ya la comparación sino la igualdad. Con el Villancico III (pág. 281), mediante una comparación profana entre la virgen y los dioses griegos y con el tono del Cantar de los cantares, resulta que María es, suavemente, hermosamente, fuertemente igual y superior a Dios mismo:

Estribillo

1.- ¿Quién es aquesta Hermosura

Que su salida apresura

Cual la Aurora presurosa

Y como la Luna Hermosa

Y como el Sol escogida,

Como escuadrón guarnecida

De toda fuerte armadura?

¿Quién es aquesta Hermosura?

 

Coplas

2.-¿Por qué dices que al Aurora

se parece en su carrera?

1.- Porque ella es la luz primera

Que de la luz los campos dora:

Es del Sol la precursora,

Cuyo divino arrebol

Es engendrado por el Sol,

Y es Madre del Sol también.

Todos.- ¡Está bien!

 

La argumentación es sólida: el ‘arrebol’ se lo da el Sol, pues ella precede al Sol del que recibe su luz hermosa, pero no es menos, pues ella es Madre del Sol; así que están hechos de la misma naturaleza:

2.- ¿Por qué su beldad sin tasa

A Luna, y no a Sol, se encumbra?

1.- Porque abraza el Sol y alumbra

Pero ella alumbra y no abraza:

Y es luz que al ardor no pasa,

Pues su beldad peregrina

Sin abrazar ilumina

Y hace favor sin desdén.

Todos.- ¡Está bien!

 

Esta divina Madre no castiga, no lastima, sólo hace bien, sin desdén: es así más perfecta para nosotros que el Sol, que, al aplicar la justicia ‘quema’, ‘abraza’[12]:

1.- Cristo es Sol, que en luz propicia

Conserva su Majestad,

Entre luces de piedad,

Los rayos de la justicia;

María sólo acaricia,

Y como es sólo Abogada,

Sólo defender le agrada

Y atender a nuestro bien.

Todos.- ¡Está bien!

 

No es la abogada ciega y entrometida de Berceo, que toma decisiones por el Hijo y espanta diablos lo mismo que restituye virginidades y masculinidades. Pero Berceo con toda su belleza e ingenuidad, jamás tendrá la inteligencia ni la originalidad y magnitud de pensamiento y palabras de Sor Juana.

Aquí cierra Sor Juana su extraordinario y bien logrado argumento ¿quién lo podrá rebatir?:

1.- Por eso la Esposa pura,

De sus labios celestiales,

Sólo destila panales

Con leche y miel de dulzura.

Más el Esposo, la amargura

Tal vez de mirra destila,

Porque en sus labios afila

Cortes de espada también.

Todos.- ¡Está bien!

 

Pero Sor Juana no se conforma con decir que Dios lastima con sus palabras y sus hechos, a diferencia de la miel, leche y dulzura de panales. La Madre no puede ser menos que el Hijo: ‘ella fue electa como Apolo, el Sol y se dice a sol’: con un juego fonético se crea el significado: ¿María se autoelige? ¿no se parece esto al mayor atributo de Dios, el autocrearse?:

2.- Mas, digo, ¿por qué razón

Es electa como Apolo?

1.- Porque Sol se dijo a solo,

Y es sola en la perfección:

Una sola en el blasón,

Una sola en la pureza,

Una sola en la belleza,

Y en la dignidad también.

Todos.- ¡Está bien!

 

Finalmente tanto poder es semejante Escuadrón: al infierno espanta y doblega al Dragón envidioso sin trabajos:

2.-  Mas ¿por qué belleza tanta,

Es a Escuadrón comparada?

1.- Porque está bien ordenada

Y a todo el infierno espanta:

Cuya vencedera Planta

Quebrantó el cuello orgulloso

De aquel Dragón envidioso

Que cayó con un vaivén.

Todos.- ¡Está bien!

 

Estas descripciones pueden hacer pensar, como ocurre con la Carta Atenagórica: para qué hace falta dios, si María lo puede todo, si prácticamente se autoelige, ‘no la eligen’ como dice la Biblia. En otros villancicos comparará a la virgen con Diana, con Minerva. La Virgen está armada, dice, la Virgen es retórica. Qué imagen de la Virgen construye. Al hacerlo, construye su imagen también, no en lo divino, pero en el hecho de compartir el género: en la maravilla de ser mujer y poseer fuerza y sabiduría, además de todos los atributos asociados a lo femenino, con los que dignifica y magnifica a los varones santos: castidad y dolor.

La ‘ascensión’ de Sor Juana llega con Santa Catalina de Alejandría; de quien se sabe imagen, reflejo.

 

b). Villancicos a Santa Catarina de Alejandría se cantaron en la Catedral de la ciudad de Antequera en Oaxaca, en 1691.

Es el mismo año de la publicación de la Carta Atenagórica. Los villancicos a Santa Catalina refuerzan su concepto de la mujer y el derecho al estudio: las almas no tienen género.

 

Villancico VI (pág. 290)

¡Víctor, víctor Catarina,

Que con su ciencia divina

Los sabios ha convencido,

Y victoriosa ha salido

-con su ciencia soberana-

De la arrogancia profana

Que a convencerla han venido!

¡Víctor, víctor, víctor!

 

Coplas

De una mujer se convencen

Los Sabios de Egipto,

Para prueba de que el sexo

No es esencia en lo entendido.

¡Víctor, victor!

 

               Esta es la historia de Sor Juana, sometida a prueba similar por el virrey en la Corte, siendo, como Catalina, en realidad Hipatia de Alejandría, apenas una adolescente. Ésta es una de las citas más importantes para entender el concepto de femenino y masculino en Sor Juana:

 

Prodigio fue, y aun milagro;

Pero no estuvo el prodigio

En vencerlos, sino en que

Ellos se den por vencidos.

¡Víctor, víctor!

              

               Pero Sor Juana no es ciega, admira en los hombres sabios, hombres que también tuvo la fortuna de conocer. Ésta es la prueba contra los ‘hombres necios’, porque Sor Juana no tiene, ni en lo religioso una actitud negativa contra todos los hombres. No “envidia al macho”, como pretende Pfandall (1983), la lucha es por el derecho al saber; en un mundo donde se niega a las mujeres tal derecho, hay que cantar como prodigio o milagro a aquéllos que no se ‘avergüenzan’ de poner la razón sobre el arbitrio:

 

¡Qué bien se ve que eran Sabios

En confesarse rendidos,

Que es triunfo el obedecer

De la razón el dominio!

¡Víctor, víctor!

 

(...)

No se avergüenzan los Sabios

De mirarse convencidos;

Porque saben, como Sabios,

Que su saber es finito.

¡Víctor, víctor!

 

               ¿Conocería Sor Juana, la historia real de Santa Catalina de Alejandría, o Hipatia de Alejandría, la sabia que los cristianos martirizaron y quemaron en la Biblioteca allá por el siglo IV, precisamente porque, no quiso acceder a la fe cristiana?

               Parece que no, pues san Cirilo, el que guió tan terrible asesinato mandó destruir toda evidencia y cambiando la historia, inventaron la leyenda de una sabia que prefirió morir que renegar de su fe, con lo que la proclamó santa, y luego él, se canonizó. Sor Juana no da señas de haber conocido la historia verdadera; pero de haberla sabido, mejor era callarlo.

 

Estudia, arguye y enseña,

Y es de la Iglesia servicio,

Que no la quiere ignorante

El que racional la hizo.

¡Víctor, víctor!

 

               Cerraremos con la siguiente orgullosa nota. Es cierto que Sor Juana observa a los hombres y mujeres iguales; pero al menos una historia como la de Catalina, y como la suya, no se ha visto. La posición de la mujer, como en la descripción de la Virgen, va arriba, por quienes niegan también éste, en mi opinión, ‘necesario feminismo’ que le devuelve la certeza de que no está equivocada en un mundo tan contrario:

 

(...)

Nunca de varón ilustre

Triunfo igual habemos visto;

Y es que quiso Dios en ella

Honrar el sexo femíneo.

¡Víctor, víctor!

 

        

 

3. Conclusiones:

Sor Juana reconoce en los santos, precisamente lo que suele asignarse como ‘atributos’ femeninos, asociados con la cobardía y la debilidad, y por tanto, despreciables; pero no lo son, al contrario, son los atributos del ser más excelso: la Virgen María. Pureza, obediencia,  castidad, dignidad, dulzura, silencio, hermosura del alma, eso es San José; lágrimas, tristeza, culpa, dolor, arrepentimiento, ternura, eso es San Pedro.

               La Virgen María es todos los rasgos de los santos dados en su naturaleza de mujer, además de la belleza, sabiduría, fuerza y ‘perfección sin par’; el Cielo lo único que le dio fue ‘Alteza’; reconocimiento, podríamos decir.       Santa Catalina de Alejandría es la encarnación humana y hecha mujer de la inteligencia, la hermosura y la sabiduría; así ‘honra Dios al sexo femenino’.

               Los conceptos ‘sabiduría’, ‘inteligencia’, ‘fuerza’, ‘valor’, ‘perfección’ no son ya más atributos exclusivos de los hombres, ni del mismo Dios; pero los hombres también tienen derecho de ser definidos con la belleza de los atributos femeninos.

Sor Juana destaca que lo humano, el llanto, el dolor callado es lo que hace divinos a los humanos; el reconocimiento de sus imperfecciones es lo que los diviniza frente a Dios que parece no saber de estos fenómenos. La tentación de la carne, por la que tanto sufrió san Jerónimo, la que venció José; a Cristo, ‘dada su naturaleza divina, no le causaban ninguna inclinación’; los humanos tienen finezas que el mismo Cristo no tuvo, dirá en la Carta Atenagórica.

Al exaltar los atributos arriba señalados, al descubrir en la Virgen tanta perfección; al notar cómo se hace divino un ser humano, la pregunta vuelve una y otra vez, ¿se necesita a Dios?

 

Siguiendo a Ruth Wodak (1997) podríamos suponer, respecto al género, por lo que ya hemos visto, que para Sor Juana la diferenciación entre los dos sexos no se determina por simples cuestiones biológicas; cuando dice que el ‘alma no tiene sexo’ quiere ir más allá de las divisiones arbitrarias, validadas por la fuerza de un poder social y físico.

Al reparar en las ‘etiquetas’, es decir, en ‘los atributos’ de santos y santas, y al notar, inteligentemente, no sólo que los atributos de las mujeres no son negativos, y que las mujeres poseen lo que ‘muchos hombres creen que les deviene por el sexo’, se coloca en la perspectiva de igualdad o de un feminismo moderado: la crítica es a los ‘hombres necios’ del mismo modo que se reconoce a los ‘hombres sabios’ y se critica a las mujeres ‘cándidas’ y banales.

               Sor Juana no cree en las “cualidades típicas del género”, y siguiendo los ejemplos de grandes mujeres y hombres pone en tela de juicio el tradicional mito de que el saber es algo intrínseco a los varones.

              

¿Quién autoriza a Sor Juana para hablar?  El saber, el arte, son en realidad, quienes la autorizan; los que la convierten en un ser autónomo, que le permite cuestionar las propias estructuras que la han formado (C. Castoriadis, 2005). El saber le ha permitido un lugar en la corte, el reconocimiento de hombres como el obispo de Puebla, de escritores como Sigüenza y Góngora, de admiradores como las monjas portuguesas y aquéllos con los que discute en ‘las bachillerías’ en el convento; le ha permitido la fama que ha cruzado fronteras y va al ultramar donde se cantan sus villancicos, a Lima, a Colombia de donde le escriben para admirarla o criticarla también.

 Al reflexionar sobre el discurso religioso Sor Juana establece una ‘discontinuidad’ sobre el orden del poder establecido, pues no se ajusta a los rituales y privilegios de habla impuestos. Ha tocado las puertas de la ‘peligrosa materialidad discursiva’.

            Las doctrinas, explica Foucault (1980), como medio de control, aunque ponen a difusión lo que pudieran ser secretos, dogmas por ejemplo, ‘denuncian a la vez al sujeto que habla y al enunciado’. Cuando el sujeto ha dicho uno o varios enunciados inadmisibles a esa "apertura", el sujeto es excluído, denunciado, rechazado o acusado de herético. Sólo hay para el individuo dos caminos: la ortodoxia o la herejía.

 

 

             

 

 

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[1] Ver Humanismo de Sor Juana en Benassy Berling (1983) por ejemplo.

 

[2] Ver M. L. Tenorio (1995), siguiendo a Rengifo Covarrubias, el diccionario de Autoridades.

 

[3] Tenorio encuentra que el término ‘villancico’ se registra en las canciones de serranas del Marqués de Santillana. Si algo caracteriza a las serranillas es precisamente lo divertido de las situaciones que presenta, que por cierto, tienen su origen, más jocoso y festivo en el Arcipreste de Hita.

 

[4] La fama que Sor Juana llegó a tener era tan grande que en México las iglesias se disputaban el honor de cantar sus versos, y en España, para el mismo tiempo, varias ciudades celebraban también sus fiestas religiosas con villancicos y loas de la poeta. (Tenorio (1995), Tello (1995)

 

[5] Aunque el seguimiento debe hacerse, como seguramente ya lo habrán hecho muchos sorjuanistas, en  glosas, loas, autosacramentales, etc. (ver Mauricio Beuchot, 1995), dado lo complejo y amplio de cada género me centraré sólo en una pequeña parte de los villancicos; pues su obra en este género es copiosa.

 

[6] Hay varios juegos de villancicos a los mismos santos, desde 1676.

[7] Obras que ni aquí, ni en otra colección están completas.

 

[8] Ver Dane?s () y van Dijk ( )

[9] Sor Juana Enigmas ofrecidos a  la casa del placer (en edición de Alatorre, A.)

[10] Para los protestantes ninguna de estas discusiones tiene sentido, dado que José y María son sólo humanos, medios para la encarnación de dios, que lejos de semejantes finezas se dedicaron a la progenie.

Para los católicos la virginidad de María es divinidad, hecho sobrenatural, misterio y dogma. Aunque este ‘hecho’ no tiene fundamento explícito en la Biblia, la iglesia se ha valido de historias y argumentos apócrifos para justificar la presencia de santos y divinidades. La historia de José, como la de todos los santos, sirve como ejemplos de conducta e instrumentos de evangelización; según la iglesia, no son dioses, sino mediadores, ‘abogados’ para los humanos ante Dios, y no se les debe adoración, sino veneración. 

 

[11] Para una semblanza detallada del valor inmaculado de la virgen en los villancicos, colocada por Sor Juana a la altura de la Trinidad, véase Margo Glantz (1995)

[12] En la actualidad, la iglesia sigue comparando a María con la luna; el concepto de que María como la luna solo ilumina dulcemente, se maneja todavía en algunas iglesias, pero nunca se la compara con el Sol.

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