Sincronía Invierno 2007


 

“ENSEÑAR FUTURO A EXTRANJEROS, ¿QUÉ ENSEÑAR?” (Valores y funciones)

 

Elvia Vega Llamas

 

Departamento de Letras

Universidad de Guadalajara


 

En la enseñanza de los tiempos verbales del español a extranjeros son conocidos los problemas ocasionados por parejas de tiempos como el pretérito y el imperfecto así como los tiempos del subjuntivo, en ambas situaciones el problema va más allá de la temporalidad; en un caso se trata de aspecto, en otro de modalidad.

     La enseñanza del llamado tiempo futuro no ocasiona ningún problema supuestamente; tanto las gramáticas para hispanohablantes como las dirigidas a extranjeros se limitan a decir que el tiempo futuro significa lo venidero o lo posterior, a partir de un esquema simple en que el presente se ubica como tiempo cero o de simultaneidad con el momento del habla[1].

Pocas gramáticas para hispanohablantes reconocen las dos formas de futuro. El perifrástico formado por el verbo auxiliar (ir) + la preposición (a) + un verbo infinitivo: voy a trabajar; y el otro, el futuro ‘verdadero’ (como suelen decir incluso reconocidos lingüistas) que agrega un sufijo obligado a una raíz verbal que en las formas regulares, la mayoría de los casos, coincide con el verbo infinitivo: amaré, amarás.

Al hablar de las funciones, las gramáticas para extranjeros suelen decir que el futuro perifrástico se usa en el discurso oral cotidiano (de ahí que también lo llamen ‘futuro informal’) y el sintético o morfológico en textos escritos (y por lo mismo, futuro formal). En resumen, no se considera que ambas formas trabajen en alternancia, un poco como en el caso de pretérito y copretérito.

De este reparto tan básico ocurre que alumnos cuya lengua no posee dos formas como en las del español, o que no tienen tiempos verbales y señalan la temporalidad a través de otras formas, supongan, en el caso del futuro, que, en efecto, basta, con llevar una forma a lo oral y otra a lo escrito. O que, como ocurre con algunos alumnos coreanos y japoneses, que emplean el futuro formal para hablar a profesores, personas mayores y en general a personas de respeto, y el informal para compañeros de su misma edad o menores, en un claro ejemplo de proyección de las estructuras y funciones de sus lenguas.

Pero ¿realmente basta con decir que el futuro expresa simplemente el tiempo futuro o lo venidero?, ¿que las dos formas son un simple caso de sinonimia y se reparten los textos orales y escritos? ¿Tiene sentido hablar de un futuro formal y uno informal?

 Más grave es el caso de especialistas en la lengua que no sólo han llegado a considerar que ambas formas poseen el mismo significado, sino que han llegado a afirmar que hay un futuro para clases altas y otro para clases bajas[2]. Hay también quienes no sólo no consideran que ambas formas compartan valores, siendo sólo casos de homonimia, sino que consideran que existe un ‘futuro verdadero’ y otro que ‘ni futuro’ es[3]. Y quienes dicen que el futuro en la forma sintética prácticamente se ha perdido, especialmente para los valores deónticos.

En este artículo no entraremos con detalle en la explicación de la alternancia de las dos formas[4], sino en la descripción de sus valores y funciones, trataremos de entender el fenómeno de modalidad del futuro en el marco del texto, en el entendido de que el futuro mucho más que temporalidad expresa modalidad.

El futuro sirve como pretexto para enseñar modalidad y hacer a los estudiantes reflexionar sobre estas mismas funciones, expresadas con esta forma o con otras en su lengua. Se puede decir que el futuro visto así, está en la mitad del camino y sirve como enlace entre los modos indicativo y el subjuntivo. Enseñar futuro así posibilita una mejor comprensión de los valores y funciones del subjuntivo frente al indicativo.

Aunque el futuro puede y debe enseñarse en los niveles básicos en diversas funciones que no sólo contemplen temporalidad, que es sólo uno de los valores que puede desempeñar, es ideal para trabajar con alumnos intermedios y avanzados, utilizando textos de toda índole, incluyendo los literarios. Al ofrecer una amplia gama de textos que muestren los distintos valores y funciones de este tiempo en las dos formas, se puede descubrir que el futuro tiene que ver con el estilo, con la variación geográfica, con los textos orales y escritos, con el control y descontrol de las emociones, etc., y que los valores más reconocidos van más allá del deseo, la determinación, la predestinación, el mandato, la duda, la posibilidad, hasta los casos que omiten por completo la marca de temporalidad.

En clase se puede descubrir para el futuro en textos, valores, tonos formales e informales, funciones para la organización de los textos, maneras de expresar diversos matices de significado en un misma forma, lo que cambia cuando se cambia un tiempo por otro: los detalles más finos y sutiles que sólo los hispanohablantes dominan de un modo natural. Los alumnos pueden crear sus propios textos, distintos tipos de textos que respondan a una enorme variedad de circunstancias.

     Para el desarrollo de este trabajo proponemos guiarnos en los siguientes puntos:

 

 

Guía

1. ¿Cómo se formó el futuro?

2. Tiempo objetivo y tiempos verbales

3. Modo y modalidad. Clasificaciones

4. Futuro: ¿temporalidad sobre modalidad?

5. Enseñar con oraciones o con textos.

6. Futuro, modalidad y textos

7. Futuro sin futuro

8. Futuro en la organización de los textos.

 

 

 

 

1.  ¿Cómo se formó el futuro?

El futuro de las lenguas romances no resulta del futuro latino, sino más bien de valores modales. Mediante un proceso de gramaticalización, los verbos modales pueden transformarse en afijos. 

El futuro romance se origina de modales desiderativos y obligativos como los verbos ‘querer’ y en especial ‘haber’, pero también de formas que involucran modo de acción y verbos de movimiento (verbo ‘ir’)[5]:

             

  INFINITIVO + HABER

               (futuro sintético o morfológico)

 

El Mío Cid, y La Celestina, como muchos otros textos medievales, abundan en ejemplos con este proceso de gramaticalización, en el que el verbo ‘haber’ prácticamente despojado de su valor léxico ha venido a constituirse en un morfema gramatical añadido a las formas no finitas:

                        

1. “el comde don Remont dar nos ha grant batalla”. (Poema de Mio Cid, pág.64)

2. “convusco iremos, Cid, por yermos e poblados”. (Poema de Mio Cid, pág.4)

3.  “¡Alahé! Verdad es. Sube allá y verle has”. (La Celestina pág. 57)

4.  “SEMPRONIO.- Yo te lo diré”. (La Celestina, pág.55). 

 

 

IR (A) + INFINITIVO

       (futuro analítico o perifrástico)

La perífrasis tiene también sus primeros registros en el Cantar de Mio Cid refiriendo esencialmente movimiento espacial hacia un objetivo:

 

5.  “Al Çid besó la mano, la seña va a tomar” (Poema de Mio Cid, pág.44).

6.  Voy con Heung Jeong a comprar tamales

7.  ¿Ya todos amamos? El mundo se va a perder” (La Celestina, pág.145)

 

 

 

2. Tiempo objetivo y tiempos verbales

Desde que los griegos identificaron las clases de palabras denominadas nombres y verbos, notaron que una de las diferencias entre ambos es que los últimos siempre señalaban una marca que indicaba temporalidad.

Toda la Gramática Tradicional, pero también estudios de lingüística moderna, han dado en decir que la función de los tiempos verbales es expresar el tiempo objetivo. E. Benveniste (1993:1966) hace un reclamo a esta afirmación o creencia constante de que ‘los tiempos verbales calcan el tiempo real’, supuesto que implica la creencia común de que las lenguas sirven para representar la realidad. El autor explica que el tiempo del habla o del discurso es distinto del tiempo cronológico y del tiempo físico, su función es deíctica y sirve para desplazarse u orientarse en el discurso y no coincide necesariamente con el tiempo real.

Una obra muy importante para la comprensión de la función de los tiempos verbales es Tempus de H. Weinrich (1974:1964), en ella el autor nota el valor que los tiempos adquieren en el discurso, como en el caso del pretérito y el imperfecto, a los que llama tiempos de la narración y del comentario. A partir de entonces ha habido un notable interés por investigar sobre las funciones de los tiempos verbales en las lenguas.

 

 

2.2 La temporalidad y las gramáticas

 

Las gramáticas en español, en general, tienden a definir el futuro como expresión de la acción venidera y absoluta, independiente de cualquier otra acción (Esbozo, 1999: 470-471), anexo a esta primera definición agregan una serie de ‘usos’ de carácter modal, que no dudan en llamar secundarios; de donde se entiende que el valor verdadero o legítimo es el temporal. Esta es la misma visión de Comrie (1985) al considerar como secundario el valor de cortesía que ocurre con el pretérito en inglés.

¿Pero en qué se fundamenta esto? J. Bybee et al. (1994) encuentran que, diacrónicamente el valor temporal es el último en gramaticalizar, es decir, en ‘ser adquirido’. Las rutas de gramaticalización muestran que el futuro del español no deriva del futuro latino, sino de verbos modales que significan deseo, obligación, habilidad. En la sincronía tampoco se puede establecer esa jerarquía, pues cuando un hablante elige una forma de futuro no tiene por qué significar primero ‘temporalidad’ y luego ‘modalidad’, pasando por un proceso de ‘dislocación’, como afirma G. Rojo (1984), sino que puede haber varios valores y destacar el que así interese según sus intenciones para el contexto en que los expone.

 

 

 

3. Modo y modalidad. Clasificaciones

 

En su clasificación de la lógica modal, von Wright reconoce lo que llama modalidad epistémica y modalidad deóntica, la primera asociada a juicios que señalan posibilidad y la segunda a la expresión de obligación y permiso impuestas al oyente. Son numerosos los trabajos que en la actualidad existen al respecto del tema. Uno de los textos obligados es el de Palmer (1986, 2001), que continúa con esta clasificación y agrega un tercer tipo‘modalidad evidencial’. Bybee et al. (1994) aunque reconocen las clasifificaciones las agrupan de un modo diferente en lo que llaman llaman modalidad orientada al agente, y modalidad orientada al hablante, en cierto modo, opuestas a la modalidad epistémica.

     También se ha dejado claro que modo y modalidad se diferencian en que modo es la expresión morfológica de la modalidad: modo indicativo, subjuntivo, imperativo. Modalidad es la expresión de los distintos valores: posibilidad, necesidad, obligación, necesidad, deseo, etc., que las lenguas expresan de diferentes medios: modos, verbos modales, adverbios, afijos, partículas, etc.

 

 

4. Futuro: ¿temporalidad sobre modalidad?

 

En el caso del futuro son notables los trabajos de Bybee et al. (1994). La tendencia ha sido observar que el futuro es un ‘tiempo’ de la modalidad, y que en sus valores más antiguos, como muestran las rutas de gramaticalización, se encuentran precisamente valores modales como ‘deseo’, ‘obligación’, ‘habilidad’, etc.

En muchas lenguas se ha encontrado que el futuro y el imperativo no sólo comparten funciones, sino que también se asocian con los conceptos ‘real/irreal’, los términos con que tradicionalmente se explican los modos indicativo y subjuntivo. (Chung y Timberlake, 1986, Smith 1996).

Las siguientes son dos ejemplos de las rutas del futuro, el valor temporal y el de posibilidad (epistémico) se encuentran al final del proceso, como lo sugiere la amplia muestra de lenguas investigadas por Bybee et al. (1994):

 

RUTA I:

Obligación/deseo > intención > predicción (futuro temporal)

RUTA II:

Poder/saber cómo (habilidad mental) > poder/saber cómo (habilidad física) > posibilidad y probabilidad. 

 

 

 

5. Enseñar con oraciones o con textos.

 

El trabajo de la enseñanza a través de los textos es el más fructífero, pues sólo en él se pueden realizar los distintos valores y funciones que un tiempo dado posee; se puede observar la manera en que el texto –el cotexto- influye en las formas gramaticales del sistema, haciéndolas variar para producir una gran cantidad de matices, no tipos de futuro, adecuadas a esas situaciones[6].

 

Al trabajar con textos se descubre que no hay ningún carácter secundario o ilegítimo de los valores que se expresan en las formas, sino que según las intenciones, por un proceso fundamentalmente pragmático, el hablante elegirá los usos o matices que sirvan para dar la ‘coloración’ o el sentido que pretenda a su discurso, que no es simplemente uno, y de pura temporalidad.

Eligiendo tipos de texto se puede  reconocer los distintos valores  modales, por ejemplo los deónticos que expresan  obligación, sujeción, poder, predestinación, etc., en textos legales, religiosos, códigos, reglamentos, etc. Al considerar esta relación, y al ubicar las clases de textos que desempeñan las mismas funciones en sus lenguas, el alumno tendrá de dónde asirse: todos los elementos culturales y sociales que implican el conocimiento de un tipo de texto dado en su lengua, que una oración o un verbo conjugado aislado jamás podrán mostrar.

Tratar de suscitar esta relación es más enriquecedor, las inferencias se hacen más automatizadas si se identifica los tipos de intencionalidad, imprescindibles en los textos, y si se entiende que las estructuras gramaticales (sintácticas, morfológicas, incluso fonológicas) están en función de estos, para cumplir unas finalidades superiores. La modalidad, como tal, es una operación mayor, que existe en sus lenguas para señalar los distintos grados de certeza, posibilidad, obligación, deseo, etc., si bien, con diferentes estructuras o medios. Lo importante en este caso es que pueda sujetarse del texto para evitar el tanteo, el adivinar cuál de las dos formas es la que debe usar; atendiendo a la intencionalidad que le da todo el marco discursivo, podrá elegir con mayor seguridad el tipo de forma correcta; este es el marco en que debe aprender la diferencia entre indicativo y subjuntivo.

En los textos se puede descubrir la magnitud del absurdo de aprender futuro en arreglo tan simplista como el reparto por lo oral o escrito y reconocer la manera en que ocurre la alternancia entre las dos formas.

 

 

 

6. Futuro, modalidad y textos

 

Contrástense, por ejemplo, los valores de la forma sintética en textos antiguos, como la Biblia:

 

Entonces Yavé dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás (1) sobre tu vientre y comerás (2) tierra por todos los días de tu vida. (...) A la mujer le dijo: “Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos y darás (3) a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará (4) falta un hombre, y él te dominará.”(5) (Génesis 3, vers. 14)

 

¿En verdad Dios quiere decir que en el futuro, mañana o el próximo año, las víboras se van a arrastrar y las mujeres van a tener partos con dolor? ¡No! Seguramente la intención es otra. ¿Por qué emplea el futuro?

     Aquí más que en cualquier parte, podemos darnos cuenta de esos valores antiguos que poseía el verbo ‘habere’: obligar, sujetar, y que se guardan todavía en el morfema gramatical del futuro morfológico y en toda la síntesis.

     Pero también aquí es fácil ver que las dos formas del futuro en español no son simples sinónimos. La síntesis es un claro valor de autoridad y absolutismo, comunes en  los códigos de leyes. En el caso de textos religiosos, sería realmente raro oír a un dios tan poderoso, omnipotente y prepotente diciendo: “Vas a amar a dios como a ti mismo”, “No vas a robar”, “No vas a desear la mujer de tu próximo”; eso sería más propio de textos menos solemnes, como las instrucciones o los ‘encargos’ que hace una madre a su hijo. Este caso de modalidad deóntica es también una orden. Luego no sorprenderá que el mismo Decálogo sea también denominado “Los mandamientos de la Ley de Dios”, donde la orden es el orden. La posibilidad de convivencia.

 

     El mismo fenómeno se puede notar en textos de leyes de gobierno. Todos los códigos de leyes están abrumadoramente escritos en la forma sintética. Por qué, es tema para reflexionar otra vez sobre este valor parecido al de la Biblia pero que cambia no sólo en el estilo y el tono de lo absoluto, sino por lo distanciado de los individuos. Es un consenso dado, ya no puede ser discutido. Emitidos en tercera persona no presuponen interacción entre los participantes del discurso: predomina aquí el orden, la orden se encuentra tácita.

 

SÉPTIMA.- El trabajador tendrá derecho a disfrutar de un período anual de vacaciones, siendo de 6 días al cumplir el primer año de servicios, de 8  al cumplir el segundo... Y después el período vacacional aumentará en 2 días por cada 5 años de servicio. Las vacaciones no se podrán compensar con remuneración... (Nueva ley federal del trabajo 1982, 328)

 

Los valores modales ‘desiderativos’ y ‘obligativos’ que las rutas señalan se pueden ver muy bien en esta clase de ejemplos. Pero en los discursos cotidianos también se puede ver, no sólo el empleo de la alternancia de las dos formas de futuro, sino el hecho de que valores como el deseo, la determinación, la intención están presentes en ambos futuros como se ve en los tres ejemplos de Villa Cresap (1998):

 

(1)         No me detendré por nada”   (Obligación/Determinación)

(2)         Y le dije “sí” le dije, yo “iré por ellos”. (Deseo/Intención)

(3)         ¿Qué va a pasar con la lengua española aquí? Va a dominar. (Predicción)

 

Los ejemplos 3, 4 y 5 son casos del valor prototípico del futuro: el valor temporal o de predicción. Atendiendo a las clasificaciones modales, aún este mismo valor puede ser considerado modal, como una especie de deducción de premisas no expresas. El hablante valora, estima las condiciones para la probabilidad de que algo ocurra y emite en la forma del futuro este valor. Aquí diríamos que este sentido y el de temporalidad disputan foco:

 

(4) ... -¡Que sea la última vez que alguien venadea! -dijo Zagal con su voz ronca y sonriente-. Esos balazos te van a faltar algún día, cabo Payán.    (La muerte de Artemio Cruz, pág. 119)

 

(5) ... Apretó la mano nervuda del yaqui. -Sí,Tobías. Mas vale que sepas una cosa: nos van a fusilar.  (La muerte de Artemio Cruz, pág. 126)

 

 

Estos son ejemplos de los otros valores modales que señalan las rutas de gramaticalización:

 

(6)         Me encargaré / me voy a encargar de hacer el pedido. (Yo sé cómo)

(7)         Él va a arreglar / arreglará el coche, siempre lo hace. (Él puede)

(8)         Cómo va a saber quién es el dueño. (Posibilidad)

 

Las formas verbales en futuro pueden exhibir más de un valor al mismo tiempo, si bien en la interpretación se elige uno.

Es necesario recordar que los casos deben ser estudiados en el texto. Aquí han sido puestos así por comodidad de espacio. Un párrafo, por lo menos, puede dar una idea más clara. El sentido total sólo lo da el texto.

 

 

 

7. Futuro sin futuro:

 

¿Bastará con decir que el valor de temporalidad se ‘disloca’ para dar entrada a uno de modalidad? ¿Es eso lo que ocurre en estos ejemplos? Es claro que no siempre se desea señalar temporalidad.

 

(9)     -¿Cuántos años tendrá? 

(10) -Tiene veinte;

(11) -Tal vez (quizá, probablemente, etc.) tiene/tenga /veinte;

(12) -Ha de/debe de/debe tener veinte;

(13) -Tendrá veinte;

(14) -No sé;

(15) -¡¿Cuántos va a tener?!.

 

Por ninguna parte se ve el valor temporal ‘la expresión de lo venidero’: “Cuántos años tendrá ¡ahora, en este instante, no mañana ni el año que entra!”.

Lo que debe verse es la cercanía del futuro con el subjuntivo y con los adverbios y verbos modales, es decir, con modalidad. Aquí no hay ningún tiempo futuro, sino una abundancia de formas de expresar modalidad epistémica: duda, posibilidad, probabilidad.

Parece que lo único que se toma del ‘tiempo futuro’ es su asociación con la incertidumbre ante lo desconocido. 9 y 13 son también formas de ‘distancia’ o alejamiento; es menos compromiso con la verdad de la proposición decir ‘Tendrá” (supongo), que “Tiene” (afirmo, sé que así es). 15 es además es una réplica de sorpresa ante una pregunta como 1: el hablante quiere expresar que “es obvia su edad”, o que “no es posible que no pueda saberlo”. La interacción es fundamental, no sólo es semántica. Es pragmática al mismo tiempo.

 

¿Cómo se ve en un texto este fenómeno llevado hasta sus últimas consecuencias?

 

(...) ¿cómo te nombraré... amor...cómo te acercaré... nuevamente... a mi aliento... cómo te suplicaré... la entrega... cómo te acariciaré... las mejillas... cómo te besaré... los lóbulos... cómo te respiraré... entre las piernas... cómo diré... tus ojos... cómo tocaré... tu sabor...  cómo abandonaré... la soledad de mí mismo... para perderme en... la soledad... de los dos... (...)  (La muerte de Artemio Cruz, págs. 180-181)

 

Es el caso de un hombre ante la inminencia de la muerte. La novela inicia con este mismo hombre que, sin poder hablar, se mantiene recordando. En la diacronía se muestra el proceso por el que ha ido perdiendo toda relación con el mundo y la lucha por mantenerse en la cordura ante el caos y la locura que produce la proximidad de la muerte. El recuerdo de alguien tan amado está en el deseo de sus últimas palabras pensadas. No hay aquí ninguna posibilidad de tiempo, ni la más mínima. El texto impregna al futuro de ‘este deseo’ imposible, que ‘da/dio’ vida y que ‘anuncia’ muerte.

     Esta situación especial descubre otra vez a los pobres mortales frente al destino, frente a lo irrevocable, y nuevamente el futuro cubre el espectro: donde no hay predestinación, mandato, voluntad, sólo quedan deseos, sueños, imposibilidades, fantasías.

     Qué pasaría si cambiáramos la síntesis por la perífrasis. No sería seguramente alguien que irremediablemente morirá en unos instantes. Parece que la perífrasis llenaría de posibilidades el mundo de un enfermo así. No sería el desconocimiento y la imposibilidad absolutos e inevitables, sólo el no saber cómo realizar una acción determinada, y sí, también la expresión de un gran dolor por saber, por presentir tantas pérdidas. La perífrasis guarda más la expresión de tiempo.

 

 

 

8. Futuro en la organización de los textos.

 

El futuro desempeña una importante función de orden comunicativo. Es esencial para la organización y planeación de los textos, así como para la distribución de la información en los mismos. Esta función del futuro es muy próxima a la de los marcadores textuales que se emplean para indicar el orden de la información, como pistas que el autor da al lector en una notable actividad metacomunicativa:

 

 

Mi hipótesis es que el distanciamiento o acercamiento se sirve de las

siguientes estructuras de la lengua como recursos…. ¿Cómo es posible que suceda? ¿Qué tienen que ver estas oposiciones con la oposición Espacio interior-espacio exterior? A continuación expondré algunas explicaciones provisionales basadas en hipótesis complementarias que buscaré comprobar en este trabajo…  Examinaré todo con más detalle en el capítulo siguiente. (Fragmento de una tesis de maestría)

 

 

Asociado a la categoría persona, expresa además la solidaridad, cercanía o distancia que se desea comunicar al lector al lector.

 

Por nuestra parte añadiremos que en las visitas a Soroandieta hemos podido comprobar que Urcelay fue un auténtico artífice manual (...) Nosotros seguidamente nos ocuparemos de parte de la producción manual de Pedro Urcelay (...)  En nuestro empeño nos valdremos de los datos que... (J. Garmedia, La artesanía vasca, 1980: 17).

 

O el orden y la orden: la continuidad jerárquica y el carácter obligatorio, o lo que ‘debe ser’ en la elaboración de algún objeto, como se ve en las ‘indicaciones que suelen darse en textos técnicos. Aquí, como en los códigos de leyes, el orden es también la orden. Si no hay esta continuidad y este ‘deber ser’ el objeto resultará, si no imposible, sí caótico.

 

El travesaño cuenta con otros dos agujeros circulares, uno a cada lado, en los cuales se ajustarán las dos patas de madera que, rematarán en punta, picarán en tierra, sujetando así debidamente la “garrastea”....  (J. Garmendia,  1980: 103)

 

De igual modo, en la elaboración de textos, la inadecuada señalización de la manera en que algo debe leerse, el orden y la importancia, rompen la coherencia.

     Las funciones de planeación, adelantamiento o retraso de acciones y los valores modales que expresan predestinación, fatalidad, etc. son explotadas con maestría en la literatura. Así lo muestra este cuento de  Juan Rulfo: el final se ve desde el principio. Es el hombre jugando a dios: el control de la realidad.

 

El hombre

Lo señaló su propio coraje –dijo el perseguidor-. Él ha dicho quién es, ahora sólo falta saber dónde está. Terminaré de subir por donde subió, después bajaré por donde bajó, rastreándolo hasta cansarlo. Y donde yo me detenga, allí estará. Se arrodillará y me pedirá perdón. Y yo le dejaré ir un balazo en la nuca… Eso sucederá cuando yo lo encuentre.” (pág. 36).

 

“Te cansarás primero que yo. Llegaré adonde quieres llegar antes que tú estés allí –dijo el que iba detrás de él-. Me sé de memoria tus intenciones, quién eres y de dónde eres y adónde vas. Llegaré antes que tú llegues.” (pág. 39).

 

 Estás atrapado –dijo el que iba detrás de él y que ahora  estaba sentado a la orilla del río.- Te has metido en un atolladero. Primero haciendo tu fechoría y ahora yendo hacia los cajones, hacia tu propio cajón. No tiene caso que te siga hasta allá. Tendrás que regresar en cuanto te veas encañonado. Te esperaré aquí. Aprovecharé el tiempo para medir la puntería, para saber dónde te voy a colocar la bala. Tengo paciencia y tú no la tienes, así que ésa es mi ventaja… Mañana estarás muerto, o tal vez pasado mañana o dentro de ocho días. No importa el tiempo. Tengo paciencia.” (pág. 41).

 

 

 

 

 

Notas finales

 

Enseñar con textos es enseñar las operaciones que subyacen al manejo de las estructuras.  El maestro debe entender que no puede enseñar tiempos sólo, formas sólo, y menos suponer que poseen un valor único, tampoco asegurar que hay valores más importantes, sino que eso más bien depende de la intención del hablante, de los empleos en los tipos de textos y del medio en que se expresen: oral o escrito.

No tiene sentido que los alumnos aprendan a mecanizar funciones o a memorizar formas porque no se entienden las operaciones. La complejidad de lenguas como el español por su abundancia de tiempos verbales tanto en indicativo como en subjuntivo supone un gasto enorme en la memorización de su morfología, dicho gasto será un gasto inútil si se supone que los tiempos tienen una función única. El empleo del futuro en la alternancia no es tan grave o visible como el empleo del pretérito simple y el imperfecto o como el empleo de presente indicativo en lugar de presente subjuntivo, pero su manejo se nota en la capacidad de poder emplear la alternancia correctamente, lo que aleja la sensación de un discurso aburrido, repetitivo y evidentemente y propio de extranjeros, incompetencia que se hace evidente en textos escritos de alumnos avanzados, pero que muchas veces, aunque se advierte, no se sabe con certeza por qué no son textos bien escritos.

    

 

 

 

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[1] Ver Fernández Ramírez (1986), J. A. Porto Dapena (1989), E. Alarcos  (1976) G. Rojo  (1984)

[2] Moreno de Alba lo afirma explícitamente siguiendo a L. Grimes y R. Ávila (1986)

[3] Ver R. Trujillo (1996)

[4] Dedicaremos un artículo aparte para la descripción del cambio de sentidos provocado por la conmutación de formas. Allí será clave la discusión de los conceptos sinonimia, homonimia o de plano ninguna relación entre los dos futuros y la superioridad de uno frente al otro, como señalan algunos lingüistas.

[5] Ver J. Lyons (1977), Bybee et al. (1994), D. Villa Cresap (1998)

[6] Algunos de esos matices con el uso llegan a convencionalizarse e identificarse como valores independientes del contexto. Pero no tiene sentido hacer grandes listas de tipos de futuro: futuro de conformidad, de desavenencia, de queja, etc. como lo hacen S. Fernández Ramírez (1986) o J. A. Porto Dapena (1989) entre otros.

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