Vida y ficción en las memorias de Gabriel García Márquez
Yoon, Bong-Seo
Universidad Nacional de Seúl
Recibidas con gran entusiasmo tanto por los lectores como por la crítica, el primer volumen de las memorias del Premio Nobel colombiano, con un tiraje inicial de un millón de ejemplares, tuvo una recepción magnífica en términos de reseñas y comentarios, sin hablar de los estudios que no se hicieron esperar por parte de los críticos. Carlos Fuentes señaló: "Hoy, en el presente de este año tercero del segundo milenio después de Jesús, Gabriel García Márquez rememora. A los que un día le dirán: Esto fuiste, Esto hiciste o Esto imaginaste, Gabo se les adelanta y dice simplemente: Soy, seré, imaginé. Esto recuerdo." (Fuentes, 2002a). Por su parte, el dominicano Ricardo Fajardo la denominó "una memoria novelada que ayuda a penetrar en la invención narrativa del pensamiento y el quehacer literario que durante mucho tiempo permaneció mudo" (Fajardo, 2002), y el prestigiado diario El País, afirmó: "Páginas en las que ha dejado de soslayar los 'zarpazos de la nostalgia' para perpetuar su propia historia, que es la de sus abuelos, sus tías, sus padres, sus 10 hermanos y la estela que ellos dejan en la suya propia. Un paseo por el origen donde anida su éxito futuro." Los grandes y los no tan destacados, los medios y la crítica universitaria; todos se han dado a la tarea de hablar sobre lo que parece el gran acontecimiento después de tantos años de silencio de García Márquez.
La teoría de los géneros ha propuesto una clasificación en la que se separan la novela y las memorias. La novela se ha definido, en líneas muy generales, como un relato de ficción extenso en prosa. Las memorias, por su parte, se han considerado en un apartado que comprende también la biografía, la autobiografía y el género epistolar. La diferencia entre autobiografía y memorias estaría en la explicación de los hechos que comprende la segunda. Carlos Fuentes afirma, a propósito de Vivir para contarla: "La memoria es el género que se atreve a decir su propio nombre. La biografía nos dice: "Eres lo que fuiste". La novela nos dice: "Eres lo que imaginas". La confesión nos dice: "Eres lo que hiciste". Pero biografía, confesión o novela requieren memoria, pues la memoria, dice Shakespeare, es el guardián de la mente. Un guardián, diría yo, que se radica en el presente para mirar con una cara al pasado y la otra al porvenir" (Fuentes, 2002b), y prosigue luego a hablar de las memorias de su gran amigo García Márquez.
Sea cual fuere su clasificación, en las memorias, el yo del autor es evidente y de manera consciente se transforma en el protagonista de su propio relato. La cantidad de ficción que desee agregar dependerá de su capacidad para justificar su presencia en favor de la verosimilitud del relato de su vida. Otro aspecto importante de las memorias es que son necesariamente inconclusas. Nadie podrá narrar su propia muerte, por más que la ficción lo permita todo.
Por otra parte, las memorias tienen la libertad de contar los sucesos de acuerdo a un plan temático a gusto del autor, a diferencia de la autobiografía que exige un orden cronológico. En el caso de Vivir para contarla, Gabriel García Márquez ha escogido un orden semi cronológico en el que tiene como tema principal el contar cómo surgió, cómo defendió y cómo cultivó su vocación de escritor. Paralelo a éste, aparece la preocupación por contar la historia de Colombia desde su propia visión y con una marcada ideología que ve al Estado como incapaz de gobernar un país pluricultural hundido en la pobreza y en la marginación. Como subtema más importante se encuentra el origen de sus obras grandes y medianas, aunque todas parecen iguales a los ojos de su autor, y la justificación del fragmento de realidad que les dio vida, ya que García Márquez dice que cuando algo era inventado de la nada "llevaba dentro el germen de su propia destrucción" (Vivir para contarla, Diana, México, 2002, 300. Cito por esta edición).
Gabriel: Un personaje entre la vida y la ficción
En el trayecto de las casi seiscientas páginas de Vivir para contarla asistimos al relato del origen de la escritura de García Márquez. Treinta y siete años después, reaparece en ellas el personaje Gabriel que figuraba como uno de los "cuatro discutidores" en Cien años de soledad "que se llamaban Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que [Aureliano] tuvo en vida" (Cien años , 421) Los amigos de "aquellas sesiones tormentosas que empezaban en la librería a las seis de la tarde y terminaban en los burdeles al amanecer.", como dice en Cien años de soledad (ídem).
Aureliano Buendía terminaba, al igual que después nos contará García Márquez en sus memorias, "en la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre, un burdel de mentiras en los arrabales de Macondo" (ídem). La novela agrega que "Aureliano y Gabriel estaban vinculados por una especie de complicidad, fundada en hechos reales en los que nadie creía, y que habían afectado sus vidas hasta el punto de que ambos se encontraban a la deriva de la resaca de un mundo acabado, del cual sólo quedaba la nostalgia. Gabriel dormía donde lo sorprendiera la hora. Aureliano lo acomodó varias veces en el taller de platería. [ ] Más tarde se lo encomendó a Nigromanta" (Cien años , 423). Este personaje llamado Gabriel es uno de los últimos que emigra de Macondo hasta que gana un viaje a París dato histórico gracias a la ayuda de Aureliano quien llenaba los cuestionarios del concurso en "la única botica que quedaba en Macondo, donde vivía Mercedes, la sigilosa novia de Gabriel" (Cien años , 435). Nigromanta, el viaje a París, la novia Mercedes: sucesos y nombres idénticos en la vida del escritor que narrará muchos años después en sus memorias.
Así pues, desde Cien años de soledad, García Márquez no resiste la tentación de incluirse en el maravilloso mundo que escribe y recrea, y su destino en manos de las mujeres se confirmará también en esta nueva obra que novela sus memorias y sus recuerdos.
Una estructura llena de mujeres
La novela consta de ocho partes que tienen casi el mismo número de páginas. Además, en todas aparecen también lo que llamaremos "referencias a mujeres", es decir, relatos del personaje Gabriel en relación con alguna mujer en especial.
Primera parte: 68 páginas. Narra el viaje inicial-iniciático a su pueblo natal, y la historia de su familia hasta su nacimiento. "Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa." (9), es la primera frase de las memorias. Todo este capítulo está lleno de referencias a mujeres, todas de su familia y desde la primera página se incluye el retrato de su madre y la influencia que ejercerá su personalidad en su vida: "De allí en adelante empezaba el paraíso hermético de las muchas mujeres residentes y ocasionales que pasaron por la casa durante mi infancia. Yo fui el único varón que disfrutó de los privilegios de ambos mundos." (45).
Segunda parte: 68 páginas, igual que la anterior. Aquí narra su vida de niño. El recuerdo de su abuelo: "en medio de aquella tropa de mujeres evangélicas, el abuelo era para mí la seguridad completa. Sólo con él desaparecía la zozobra y me sentía con los pies sobre la tierra y bien establecido en la vida real." (97). Aparece en este apartado la historia del suicidio del Belga, amigo de su abuelo, y el olor a almendras amargas del cianuro que aparecerá en varias de sus obras. Está también la experiencia de percibir las diferentes versiones de tan tremenda noticia: "Esto me reveló, además, una condición de los adultos que había de serme muy útil como escritor: cada quien lo contaba con detalles nuevos, añadidos por su cuenta, hasta el punto de que las diversas versiones terminaban por ser distintas del original" (115). Nos cuenta cómo la noticia de la muerte de su abuelo lo impactó profundamente, y sus primeros pasos en la vida como joven periodista en El Heraldo. Encontramos aquí doce referencias a mujeres. La virginidad se exalta en ellas como una virtud que las hace más fuertes, "las mujeres de la familia me condujeron siempre por el rumbo árido de la castidad" (88), mientras que la libido de los hombres los hacía débiles frente a la vida.
Tercera parte: 71 páginas. Su adolescencia, su primera experiencia con las mujeres, calificada como "un terror delicioso" (197), y las varias escuelas por las que pasó antes de ir a Bogotá. Este capítulo tiene siete referencias a mujeres y la marca profunda de la pobreza: "La pobreza se nota en los ojos", dice su madre (171), principal causa por la que no puede vivir junta toda la familia: "En realidad, visto desde hoy, no viví con mis padres más de tres años en total, sumados los de Aracataca, Barranquilla, Cartagena, Sincé y Sucre." (211).
Cuarta parte: 71 páginas, igual que la anterior. Los años en el bachillerato y el desenfreno sexual. Diez referencias a mujeres. El desenfreno de los hombres: el abuelo, su padre, él mismo, contrasta de nuevo con la virginidad de varias mujeres de su familia. El letrero que registra a su llegada a Bogotá sintetiza el fragor de su vida: "Si no le temes a Dios, témele a la sífilis" (221). En este capítulo aparece Nigromanta, un personaje que aparece en otras de sus obras, citada arriba en este ensayo: "Recuerdo su nombre y apellidos, pero prefiero llamarla como entonces: Nigromanta. Iba a cumplir veinte años en Navidad, y tenía un perfil abisinio y una piel de cacao." (260), la cual comparte su cama con Gabriel sin importar su condición de casada. Su esposo descubre el romance y lo reta a jugar a la ruleta rusa con una bala cargada en su revólver. También su madre lo descubre y lo obliga a romper con esa relación. Como anunciando el capítulo siguiente, el texto señala: "Sólo hoy caigo en la cuenta de hasta qué punto aquel mal estado de ánimo de mi madre y las tensiones internas de la casa eran acordes con las contradicciones mortales del país que no acababan de salir a flote, pero que existían." ( 273).
Quinta parte: 70 páginas, casi igual que las dos anteriores. Gabriel se inicia como escritor, y nos señala dos principios fundamentales de su poética: 1) "Buscando en mi memoria situaciones de la vida real para el segundo [cuento], recordé que una de las mujeres más bellas que conocí de niño me dijo que quería estar dentro del gato de una rara hermosura que acariciaba en su regazo. [ ] El resto, como el cuento anterior, fue inventado de la nada, y por lo mismo como nos gustaba decir entonces ambos llevaban dentro el germen de su propia destrucción." (300). 2) "La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor. Así que empecé a castigarlos donde me salían al paso, y cada vez me convencía más de que aquella obsesión me obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas. Hace mucho tiempo que en mis libros no hay ninguno, salvo en alguna cita textual. No sé, por supuesto, si mis traductores han detectado y contraído también, por razones de oficio, esa paranoia de estilo." (316). En este apartado cuenta con gran detalle el relato de la matanza en la capital colombiana conocida como el "Bogotazo". Sólo dos referencias a mujeres más la presencia de su madre, como siempre, anunciado con sus sueños y su estado de ánimo tanto los acontecimientos de la familia como los sociales y políticos de todo el país.
Sexta parte: 66 páginas, la más corta. La vuelta a su casa, dejándolo todo. No sabe qué hacer. Con doce referencias a mujeres entre las que destacan dos por su carácter singular, a manera de chamanes, que lo harán reflexionar sobre su vida: Juan de Nieves, un homosexual propietario de un mesón llamado "La Cueva", que hace las veces de dueña y cocinera, y madre excelente de un niño de seis años que lo llama "mamá" (376). Y una mujer mayor que ayuda a Gabriel García Márquez a cruzar un manglar que lo asalta con ataques de murciélagos y un "tropel de truenos" hacia Cartagena de Indias, rezando La Magnífica para conjurar asaltos del demonio:
¡Reza La Magnífica!
Es decir: la oración secreta para conjurar asaltos del demonio [...]
Reza conmigo me dijo. Pero eso sí: con mucha fe. (366-367)
Séptima parte: 75 páginas, la más larga. Gabriel comienza como periodista en "La Jirafa", el título de su columna. García Márquez dice, La Jirafa "era el sobrenombre confidencial con que sólo yo conocía a mi pareja única en los bailes de Sucre" (433). Aquí aparece la historia de cómo la editorial Losada rechaza su obra La hojarasca: "Me enfrenté sin testigos a la noticia escueta de que La hojarasca había sido rechazada. No tuve que leer el fallo completo para sentir el impacto brutal de que en aquel instante me iba a morir. La carta era el veredicto supremo de don Guillermo de Torre, presidente del consejo editorial, sustentado con una serie de argumentos simples en lo que resonaba la dicción, el énfasis y la suficiencia de los blancos de Castilla." (489). Hay 12 referencias a mujeres y la llegada de su familia a Cartagena que califica como "un recuerdo misterioso", (467), agregando que la vida con la familia completa "no es un dominio de la memoria sino de la imaginación", especialmente, su hermana Rita: "Rita, que andaba por los catorce años, estudiaba hasta la medianoche en la puerta de la calle bajo la luz del poste público, para ahorrar la de la csa. Aprendía de memoria las lecciones cantándolas en voz alta y con la gracia y la buena dicción que todavía conserva. Muchas rarezas de mis libros vienen de sus ejercicios de lectura" (470). En la casa que alquilaron vivía el espíritu de una mujer, lo cual llena su espacio de un ambiente mágico que convive con lo cotidiano de su vida. En este capítulo aparece su futura esposa: "Por aquellos días de buena fortuna me encontré por casualidad con Mercedes Barcha, la hija del boticario de Sucre a la que le había propuesto matrimonio desde sus trece años" (457-458), así como su primera cita de enamorados.
Octava y última parte: 70 páginas, igual en extensión que la 3, 4 y 5. De nuevo en Bogotá. Su primer contrato como periodista. Su viaje a Europa, tal y como se había narrado en Cien años de soledad. Al recibir la noticia de que se iba a Ginebra: "Lo primero que hice fue llamar por teléfono a mi madre." (575). Su madre es un modelo para él: "decidí imitarlo con la sangre fría con que Luisa Santiaga se enfrentaba a los demonios de la adversidad." (510), y también su madre es siempre solidaria con todas sus acciones: "Gabito no engaña a nadie le dijo ella con una sonrisa inocente, lo que pasa es que a veces hasta Dios tiene que hacer semanas de dos años." (576). La referencia a su novia Mercedes Barcha cierra el capítulo y la obra.
En resumen, tendríamos:
Se puede observar el cuidado y el rigor en la extensión de cada capítulo. Todos parecen tener un par premeditado: 1 y 2, sus raíces familiares y las raíces de su vocación como escritor; 3 y 4, su formación previa y su iniciación; 5 y 8, en Bogotá donde se inicia como periodista y donde consigue su primer contrato como tal. Quedan el 6, el más breve, como signo de su abandono de la escritura, y el 7, el más extenso, en donde se consolida como autor y periodista. No en vano dice: "Pronto supe que sí: soy escalvo de un rigor perfeccionista que me fuerza a hacer un cálculo previo de la longitud del libro, con un número exacto de páginas para cada capítulo y para el libro en total. Una sola falla notable de esos cálculos me obligaría a reconsiderar todo, porque hasta un error de mecanografía me altera como un error de creación." (472-473).
En todos los capítulos, la presencia de mujeres es muy notable, con excepción del capítulo 5 en donde la situación política, el "Bogotazo" del 9 de abril de 1948 que ocurre a raíz del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, cuando el pueblo se levanta en contra de las autoridades y el Gobierno ordena una represión brutal que deja como saldo una terrible matanza en la capital colombiana, comprende la mayor parte del interés y en él diserta ampliamente sobre su filiación ideológica. En ese capítulo 5 casi no hay mujeres pero aparece su gran amigo Fidel Castro, muy joven, preparándose para la lucha revolucionaria que luego emprenderá en Cuba: "En aquel tumulto incontrolable estaba el líder estudiantil cubano Fidel Castro, de veinte años, delegado de la Universidad de La Habana a un congreso estudiantil convocado como una réplica democrática a la Conferencia Panamericana [ ] Una de sus primeras gestiones fue solicitar una cita con Jorge Eliécer Gaitán, a quien admiraba." (339).
Mircea Eliade señala que la concepción mítica del mundo se basa en la destrucción y la renovación cíclica del mundo (Eliade, 1973: 89-90). La destrucción llega en un momento en que el mundo está demasiado corrupto, cuando sus habitantes ya se han olvidado de los ejemplos divinos que deben imitar. En Vivir para contarla se registra que la idea de escribir una novela sobre Macondo y la familia de los Buendía nació precisamente en un momento de destrucción seguido por la necesidad del nuevo nacimiento (renacimiento).
Es decir, el impulso inicial para escribir no sólo Cien años de soledad, sino para emprender su carrera como escritor, García Márquez lo recibió a sus veintidós años, cuando visitó de nuevo junto con su madre la casa de sus abuelos en Aracataca y encontró todo en ruinas. Fue tan cruel la realidad y tan fuerte la desilusión que el joven escritor decidió colocarse a sí mismo en la posición del Dios creador, como lo describe Vargas Llosa en García Márquez: historia de un deicidio (1971), para darle otra oportunidad al mundo de su niñez, para regresar a los principios y recrear otra vez el destino de Aracataca, de Colombia, de América Latina.
De esta manera, de los escombros de Aracataca salió Macondo y salieron los Buendía, pero también el resto de sus obras. García Márquez tardó quince años en cumplir con su deseo de ver terminada la obra que comienza, según sus memorias, con el título La casa, primer título de Cien años de soledad. Y tarda treinta y siete más en retomar la misión, ya que Vivir para contarla abre con la historia de dicho retorno a su pueblo de origen, y al origen de sus motivos para escribir.
El regreso al origen está relacionado también con la madre. La vuelta al seno materno, origen de la vida. La primera frase de Vivir para contarla está dedicada a la madre del autor: "Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa." (9). La primera voz que se escucha directamente en la novela es la de su madre en una frase que confirma su carácter: "Soy tu madre." (9). Y el primer recuerdo es también para ella. Su historia y su descripción es de una matrona perfecta, "un Leo perfecto" (14).
Dos mujeres, las más importantes en su vida, abren y cierran la novela: su madre abre y su esposa Mercedes la cierra. Su madre representa la vuelta al origen que explica los motivos y la recapitulación del impacto del viaje al pueblo natal (9, 11, 79, 123, 147). Hay una larga lista de citas sobre ello: "sin respirar apenas empecé la nueva novela con la frase de mi madre: "«Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa»" (123 y 147), "el viaje con mi madre para vender la casa de Aracataca me rescató de ese abismo" (437), "aquel viaje revelador" (438), "empecé a escribirla a la hora misma del regreso la casa de los abuelos" (438), el viaje a Aracataca (462), "La hojarasca rechazada o no era el libro que yo me había propuesto escribir después del viaje con mi madre." (492, 504).
Su madre tiene un carácter y una sensibilidad que imprimen mucho del realismo mágico que atraviesa la obra de García Márquez. Su madre sueña pesadillas que él hereda: "unas pesadillas siniestras heredadas de mi madre, que irrumpían en los sueños ajenos como alaridos de ultratumba" (236). Los sueños de su madre sirven de augurio para ganar la lotería, por ejemplo (258). Cuando su hermano y él están en la capital durante el Bogotazo, su madre los ve en sueños en un mar de sangre (359). Su madre trata de alejarlo del vicio de las mujeres (262, 280), recoge a otros hijos de su esposo, porque piensa: "Es que la sangre de mis hijos no puede andar rodando por ahí." (270). Su madre llora sin lágrimas por su desvío de los estudios (285). Y más tarde, le pide que no escriba un reportaje sobre una familia amiga mientras viva la madre de la víctima, obra que luego será Crónica de una muerte anunciada (459-460). Finalmente, muere su madre y termina este volumen de memorias: "una salud que le permitió celebrar los noventa y siete años con once hijos suyos y cuatro más de su esposo, y con sesenta y cinco nietos, ochenta y ocho bisnietos y catorce tataranietos. Sin contar los que nunca se supieron. Murió de muerte natural el 9 de junio de 2002 a las ocho y media de la noche, cuando ya estábamos preparándonos para celebrar su primer siglo de vida, y el mismo día y casi a la misma hora en que puse el punto final de estas memorias" (58). Pero estas memorias no cierran con la muerte de la madre, ya que la cita anterior se encuentra en el primer capítulo. Las memorias de García Márquez juegan con el tiempo el cual coincidirá en numerosas ocasiones con esa fecha que marcó su vida, el día 9 como cifra cabalística en su escritura.
Finalizaremos esta revisión con una cita que comprende su reconocimiento al aprendizaje recibido de las mujeres, como un homenaje del escritor y del hombre: "Creo que la esencia de mi modo de ser y de pensar se la debo en realidad a las mujeres de la familia y a las muchas de la servidumbre que pastorearon mi infancia. Eran de carácter fuerte y corazón tierno, y me trataban con la naturalidad del paraíso terrenal." (86).
Bibliografía
Eliade, Mircea (1973), Mito y realidad. Guadarrama, Madrid.
Fajardo, Ricardo (2002), "Vivir para contarla", Realidadliteral.com, en www.realidadliteral.com/3paginaIV-22.htm
Fuentes, Carlos (2002a), "Carlos Fuentes evoca su amistad con Gabo", La Nacion.com, 12 de octubre, en http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=440101&origen=relacionadas
Fuentes, Carlos (2002b), "Gabo: memorias de la memoria", El País, Babelia, 12 de octubre, también en: http://sololiteratura.com/ggm/gargabomemcarlosf.htm
García Márquez, Gabriel (1982), Cien años de soledad. Espasa-Calpe, Madrid.
García Márquez, Gabriel (2002), Vivir para contarla. Diana, México.
Manrique Sabogal, Winston (2002), "García Márquez publica la novela de su vida", El País, sección Cultura, 4 de octubre.
Vargas Llosa, Mario, "El novelista y sus demonios", Los novelistas como críticos, t. 2, Norma Klahn y Wilfrido H. Corral (eds.). Fondo de Cultura Económica-Eds. del Norte, México, 1991, 371-384.