Sincronía Winter 2011


Dimensión de lo humano y lo divino en el ideario de la literatura náhuatl

Yoon Bong-Seo

Universidad Nacional de Seúl


 

Resumen

En el presente estudio se elabora un esquema de las ideas principales de la cultura náhuatl a través del análisis de la obra literaria en este idioma, a fin de establecer la relación que existía entre las ideas en la literatura y la realidad en su vida cotidiana. La investigación gira en torno a la poesía náhuatl y toma como textos básicos los poemas recopilados y traducidos al español por Ángel María Garibay K., publicados bajo el título de Poesía náhuatl (UNAM, 1964) en sus tres tomos.

Palabras claves: numerología, cultura náhuatl, filosofìa náhuatl, principio dual.

 

Tu corazón es tu canto y tu libro.

Nuestra tristeza se enlaza con algo precioso:

Es tu canto, ¡oh dios!

Poesía náhuatl

1. Introducción

   En la categoría del arte, la literatura puede reflejar efectivamente la realidad de la sociedad y expresar la imaginación creativa del hombre. La literatura cumple su tarea de representar la riqueza de la cultura humana de todos los tiempos y las obras literarias antiguas conservan siempre las ideas esenciales de nuestros antepasados. Para entender el pensamiento de los nahuas es necesario estudiar las obras literarias que produjeron, ya que los autores de literatura fueron los sabios, los pensadores, los líderes, los maestros, en su mayoría políticos y guerreros pertenecientes a la clase noble de la sociedad.

   La vocación del escritor náhuatl era una misión que le exigía un compromiso con la sociedad y consigo mismo: tenía que ser más sabio cada día, para cumplir su tarea de dirigir el pensamiento del pueblo por medio de la educación. En el presente estudio se elabora un esquema de las ideas principales de la cultura náhuatl a través del análisis de su obra literaria, a fin de establecer la relación que existía entre las ideas en la literatura y la realidad en su vida cotidiana. La investigación gira en torno a la poesía náhuatl y toma como textos básicos los poemas recopilados y traducidos al español por Ángel María Garibay K., publicados bajo el título de Poesía náhuatl (UNAM, 1964), en sus tres tomos.

   Sobre los textos consultados diremos que los Cantares mexicanos son una recopilación de poemas escritos en lengua náhuatl, procedentes de tres regiones principalmente: Texcoco, Huexotzinco y Chalco, en la altiplanicie mexicana. En esta colección no se incluyen poemas redactados después de la evangalización cristiana, razón por la cual su ideario pertenece a la filosofía que regía la cultura prehispánica. El sacerdote y filólogo Ángel María Garibay Kintana se dio a la tarea de publicar los poemas nahuas en tres tomos intitulados Poesía náhuatl, publicados por la UNAM en 1964, 1965 y el tercer tomo póstumamente en 1968. Su trabajo consistió en la presentación total de los textos: paleografía, versión castellana, introducción, notas y apéndices, conformando el más completo corpus que hubiera realizado erudito alguno en su momento. Los poemas que hemos revisado proceden de los tres tomos citados, clasificados dentro del género de poesía lírica en las modalidades de cantos de guerra “yaocuícatl”, cantos de Águila “cuauhcuícatl”, cantos de flores “xochicuícatl”, cantos de angustia “icnocuícatl” y cantos desvergonzados “cuecuechcuícatl”. El corpus seleccionado para este estudio comprende 178 poemas.

   Por otra parte, destacaremos que la cultura náhuatl presenta líneas de coincidencia con la cultura oriental, en este sentido, la numerología ocupa un lugar importante. Los números representan un esquema sistematizado del contenido central de la cultura. La dimensión de lo humano y de lo divino están estrechamente unidas, aunque por razones metodológicas de la investigación se hayan separado. Entre los símbolos que destacan en la literatura náhuatl la flor ocupa el lugar primordial. Se encuentra presente en la vida del hombre y en la concepción divina, y su presencia es constante en la obra literaria. Este símbolo como otros que destacaremos constituyen rasgos que han seguido apareciendo en la literatura mexicana, tanto en ideas como en estilo, dando prueba de la permanencia de la cultura prehispánica en el pensamiento contemporáneo.

2. Dimensión de lo humano

   El origen del hombre es divino. Es resultado del proceso creador que dio vida al universo, por lo tanto, el hombre procede de Ometéotl, el Principio Dual. Esta idea es semejante en otras culturas, donde también se concibe en primer término a dios y como creación suya al universo y al hombre. Entre los nahuas, la creación del hombre tuvo cuatro intentos, pero los dioses prefirieron un hombre completo, que sobreviviera ante las pruebas de los cuatro elementos de la vida: tierra, viento, fuego y agua, para que tuviera la fuerza y la capacidad de vivir en el periodo del Quinto Sol, participando del ‘movimiento’ y del equilibrio de las cuatro fuerzas anteriores.

La literatura náhuatl refleja las realidades del ser humano, los problemas existenciales se abordan desde el punto de vista de los cantores, los cuales eran filósofos a la vez. Los fragmentos seleccionados a continuación ilustran las ideas que les preocupaban en esta dimensión de lo humano.

2.1 Hombre mortal

Los nahuas tenían como forma de gobierno una teocracia, cabe preguntarse entonces ¿en qué plano se ubicaba al hombre como una existencia entre el universo, dios y la naturaleza? El hombre fue creado por dios, era una existencia dependiente de su dios. Si hacemos una comparación entre dios y hombre, tenemos: inmortal versus mortal, eternidad versus finitud, lo único verdadero versus lo que busca ser verdadero; creador versus creado -y por consecuencia, el destino marcado para lo creado. El hombre deseaba adquirir o alcanzar la divinidad. Su anhelo se proyecta en las obras artísticas y también en los aspectos de la vida cotidiana, especialmente en el sacrificio humano que estaba ligado a la economía de la guerra florida:

En la tierra dicen nuestros corazones:

¡Ojalá que no fuéramos mortales, oh príncipes!

¿Dónde está la región en que no hay muerte?

¿No habré de ir allá yo? (Garibay, 53)

2.2 Personalidad

“Corazón” y “rostro” eran los elementos que simbolizaban la personalidad del hombre. Tener un corazón verdadero y poseer un rostro era la meta a alcanzar. Por ello, para adquirir personalidad propia, el hombre necesitaba encontrar y poseer la verdad:

Viendo estoy el rostro de Águilas y Tigres,

estoy contemplando el rostro de jades y joyas. (Garibay II: 3)

 

Allí vivirá mi corazón, allí vendrá de la región de niebla

mi recuerdo y vivirá mi nombre. (Garibay III: 4)

La finalidad última del cantor era encontrar la inspiración divina para que sus poemas fueran verdaderos y así transmitir esa verdad a los que lo oyeran. Si lo lograba, pasaba a formar parte del selecto grupo de “los que se hacen verdaderos”, por ejemplo, el gran poeta y gobernante Nezahualcóyotl:

¡Algunos solamente aquí en la tierra

con perfumadas flores y con cantos,

y con el mundo se hacen verdaderos ciertamente! (Garibay I: 30)

Concebir la muerte como crisol de su personalidad dice mucho de su profunda filosofía y su ascetismo, porque fueron capaces de aceptar las pruebas más duras por el anhelo de poseer lo divino, la vida inmortal:

Aunque fuera yo jade,

aunque fuera yo oro,

seré fundido,

seré perforado,

en el crisol:

mi Corazón, yo Cuacuauhtzin. (Garibay I: 69)

El hombre náhuatl vivía con angustia la incertidumbre sobre el más allá por temor a perderse en la Región del Misterio. Hubo tres escuelas de pensamiento entre los tlamatinime, sabios nahuas, sobre la definición del mundo despues de la muerte y sus características:

1ª: “Solamente aquí en la tierra es el sitio de los descarnados”, es decir, no hay más vida que esta, ya que con la muerte todo termina:

Acaso tan solo ahora así es:

allí delante de mí,

enseguida se los lleva

al sitio de los descarnados,

a la región del existir problemático. (Garibay I: 10)

2ª: “Nuestro mundo está en el Mictlán”, donde tal vez solo hay sufrimiento:

Veo con odio la muerte y sufro.

¿Qué me resta que hacer? Ya nada a la verdad.

Vosotros estáis cavilosos, vosotros estáis muy airados. (Garibay II: 55)

3ª: Hay vida en un más allá donde existe la felicidad. Esta escuela sostiene que “rostro” y “corazón”, es decir, la personalidad, le permitirá al ser humano elevarse y escapar del mundo transitorio del “tlanticpac”, para encontrar la felicidad “en el lugar donde en verdad se vive”:

Dicen que dentro del cielo hay dicha,

se vive y hay alegría: allí está en pie el atabal,

es persistente el canto, y con él se disipa

nuestro llanto y tristeza,

su casa es lugar de vida… ¡eso lo saben vuestros corazones,

oh príncipes! (Garibay II: 41)

En los Cantares mexicanos se localiza frecuentemente la invitación del cantor a gozar de esta vida antes de que se termine. La efimeridad es una constante en el pensamiento del poeta, lo efímero de la vida del hombre, de los reinos, del gozo:

Vano afán… Gozad,

gozad, amigos míos.

¿No hemos de gozar,

no hemos de ser felices, oh amigos?

Tomaré bellas flores, tomaré bellos cantos. (Garibay I: 72)

3. Destino

El destino de la vida del hombre en la tierra, según el pensamiento náhuatl, es de sufrimiento, de efimeridad y de mortalidad. El hombre piensa: “nací en vano, en vano salí de la casa del dios.” De esta manera, tendríamos que el alma -que vive en la casa de dios- nace en la tierra transformándose en mortal, y por ende, soportando el sufrimiento en cuerpo y alma, y una vez llegada la muerte del cuerpo, el alma seguiría sufriendo aun después de la muerte.

De ahí se deriva la angustia del cantor buscando la verdad, la identidad verdadera, la razón de vivir. Después de la muerte si el hombre había alcanzado la verdad, se transformaba en ave, en colibrí o en otra especia, según sus méritos en la vida y el tipo de su muerte. No se trata de reencarnación en el sentido estricto como se piensa, por ejemplo, en el budismo. En esta filosofía, la tristeza es el fruto de la consideración de la razon de vivir. Los nahuas no se permitían la alegría ni la felicidad en esta vida. Sacrificaban el presente por el futuro pensando que el sufrimiento en esta tierra les garantizaba la vida eterna en el más allá:

Solo él: por quien todo vive…

yo estaba sin saber rectamente…

¿Quién acaso nunca? ¿Quién acaso nunca?

No tenía yo deleite entre los hombres.

Pero tú amablemente la haces llover,

de ti procede tu riqueza y dicha,

oh, por quien todo vive… (Garibay I: 53)

Se trata, entonces, de un deseo y de la esperanza de poder alcanzar la amistad con su dios. Pero reconociendo que realmente es dificil saber la verdad absoluta, conocer al dios único o encontrar a una persona que sepa la verdad. Los tlamatinime hicieron la meditación para buscar la verdad de la vida. Quisieron estar cerca del dios y una manera que idearon para identificarse con él fue el sacrificio humano. Todos morirían, nobles y plebeyos, sin distinción de clases sociales. Los nahuas obedecían a su dios aceptando la ley de la naturaleza y aceptando su destino:

Gozad, con ellos se teje

el gremio de Águilas y Tigres:

con ellos nos iremos hacia allá igualmente. […]

No os entristezcáis, príncipes…

¡Nadie, nadie ha de ir quedando en la tierra! (Garibay I: 77)

En las ideas del pensamiento náhualt, el anhelo de inmortalidad es una búsqueda de la eternidad y es también una constante en los temas poéticos. La inmortalidad es exclusiva de los dioses, de ahí que anhelar la inmortalidad sea querer compartir la divinidad. De esta manera, tendríamos que el anhelo de inmortalidad comprendería dos elementos fundamentales: canto y flor en relación con el sacrificio (revestirse con la piel del sacrificado); en el segundo nivel tendríamos la meditación, el ritual y la guerra generadora de la muerte pero también de la vida, y en consecuencia una nueva generación de flor y canto, ahora ya con la inspiración del dios, en una actitud poética que sumaba en el anhelo de inmortalidad la angustia del ser humano y el miedo natural (o primario) del cuerpo. Definiendo:

-          La flor y el canto son, entonces, símbolos de la divinidad.

-          Durante el sacrificio por desollamiento, el sacerdote se pone la piel del sacrificado porque en ese momento el sacerdote es el representante del dios.

-          La meditación es la negación de sí mismo para abrirse al mundo espiritual.

-          El ritual considera un momento de muerte.

-          La guerra lleva implícita la idea de morir.

-          Cualquiera de los tres tipos anteriores de muerte (desollamiento, sacrificado, en guerra) era el medio para llegar a una nueva vida con dimensiones divinas.

-          El hombre como ser material teme a la muerte de su cuerpo. Aunque se trate de una manifestación de su primitivismo, todo hombre se angustia ante la muerte.

4. Hombre social

Para los nahuas era de suma importancia encaminar la educación hacia el logro del ‘hombre social’. Y de tal manera lo lograron que cuando el cantor reflexiona sobre la espiritualidad, no olvida que forma parte de una comunidad, de una hermanidad. Por ello, el mismo temor de que su vida desaparezca se hace extensivo hasta esa sociedad:

¿Qué?, ¿por mí ha de cesar

la sociedad?

¿Qué?, ¿por mí ha de cesar

la hermandad?  (Garibay I: 82)

Una muestra patente del profundo patriotismo que se inculcaba se encuentra en el siguiente canto; el poeta pide la inmortalidad de Tenochtitlan, aunque él mismo no la pueda alcanzar:

¡Perdure en bien la ciudad de Tenochtitlan!

¡La proteja en paz el autor de la vida!

¡Yo me entristezco: que perdure aún

que en ella estemos

como ella ha de durar! (Garibay II: 19)

Tanto el poema como el autor tienen una estrecha relación con lo divino. El cantor se concibe como un mediador entre dios y los hombres. En la historia de la literatura náhuatl hubo poetas que por su genio creador pasaron a ser considerados como “cantores verdaderos”. Entre ellos encontramos a Nezahualcóyotl. ¿Cómo podemos saber que un cantor es verdadero? Cuando recibe la inspiración del dios y la comparte con la sociedad por medio de sus cantos. El poeta se convierte de esta manera en canto divino, hay una identificación entre su esfuerzo y el canto del alma.

Nezahualcóyotl tiene a su dios dentro de sí: vive y escribe dentro de él. Por eso los cantos de Nezahualcoyotl son de origen divino. Así lo afirmaron siempre los demás tlamatinime, según podemos ver en los siguientes poemas:

Dentro de ti vive

dentro de ti escribe,

crea el autor de la vida,

oh príncipe chichimeca, Nezahualcóyotl. (Garibay I: 83)

 

De allá solo vienen todas

del sitio de la Dualidad,

de dentro del cielo:

con ellas deleitas a los hombres,

oh príncipe Nezahualcóyotl (Garibay I: 93)

El gran poeta y rey de Texcoco es el modelo del cantor por excelencia en la historia de la literatura náhuatl. Después de su muerte se convirtió en pájaro rojo, un colibrí. La hermandad y la nobleza fueron siempre su deseo. Las flores de amistad, su gran ahnelo:

Junto a él vive

el precioso pájaro rojo:

en ave se ha convertido

Nezahualcoyotzin:

se alegra con las flores (Garibay II: 14)

5. Vida

La vida de los nahuas estaba regida por una organización social perfectamente definida que regulaba todos los aspectos de la vida cotidiana. Al mismo tiempo que su angustia por el más allá después de la muerte sentían la preocupación por la realidad de esta vida, por ello, la vida también era un problema existencial dentro de su pensamiento. La literatura es representación de la vida y los nahuas, mucho mejor que otros pueblos, tenían conciencia de ese principio poético.

5.1 Vida cotidiana

   Una vida muere y desaparece de este mundo y luego nace transformada en otro mundo. Este concepto significaba un límite en sus ideas porque querían solucionar en un mundo ideal su angustia existencial. El esfuerzo para remediar dicha angustia se manifestó en diversas formas: la guerra florida, el sacrificio, pero también la organización social. Los aspectos de la vida cotidiana de los aztecas que se reflejan en sus poemas son los siguientes:

a)      Ambiente: natural, económico y político.

b)      Angustia: mediante preguntas filosóficas y una visión religiosa que permeaba los problemas religiosos y políticos.

c)      Esperanza: a través de la sociedad pensaban solucionar sus problemas.

d)     Humanismo en las ideas, en relación con la religión.

   En el anterior esquema tenemos, en primer término, el ambiente en el cual nos referimos a las condiciones naturales de vida en combinación con la situación político económica de su momento. Le sigue la angustia, resultante de los cuestionamientos por los problemas existenciales, de índole filosófica, política y religiosa. Simultáneamente, la esperanza en la organización social, la hermandad, la fraternidad, que ayudaba a solucionar dicha angustia. Finalmente, el destino del hombre que dependía de su dios, pero en ocasiones el hombre podía convertirse en dios revirtiendo su propio destino, como el caso de Quetzalcóatl o Tlacahuepan. Entre los aspectos anteriores, el ambiente tenía gran importancia como tema literario:

Allí se entrelazan

la Acacia, el Sabino y la Ceiba:

de flores de esmeralda redondas

rodeada está tu ciudad México:

echando espigas de pluma de quetzal. (Garibay I: 33)

 

Rodeada con círculos de jade perdura la ciudad,

irradiando relejos verdes cual quetzal está México aquí. (Garibay II: 37)

   México está rodeado de flores, tierra divina, sagrada, ideal, hermosa, tierra del dios, así la cantan los poetas y ahí viven los aztecas, con orgullo y patriotismo, en el lugar señalado por su dios Huitzilopochtli para vivir. La visión que se presenta de México es ideal, semejante a un paraíso donde vive dios. Sin embargo, hay una contradicción, en realidad viven sufriendo, su ambiente sociopolítico los oprime y la población lo acepta. La justificación es religiosa.

5.2 La vida es sueño

   En la tierra nadie conoce la verdad. Es por eso que se busca a los que sepan la verdad de la vida, del universo. Pero en esta tierra no se les puede encontrar tan fácilmente. Los tlamatinime tenían como campo de estudio la reflexión profunda sobre ideas, eduación e ideología. Eran consultores, los dirigentes espirituales, pertenecían a la clase alta y noble, la mayoría eran poetas. El pueblo podía tener acceso a la filosofía a través del contenido de los cantos, de los cantares mexicanos. Los tlamatinime supieron captar la angustia existencial del hombre de todos los tiempos y de todas direcciones, y la condensaron en la célebre frase: “La vida es sueño”.

   En obras clásicas de autores de todos los tiempos y de diversas culturas han llegado a esta misma idea, por ejemplo:

...Una leyenda de China:

Un hombre se quedó dormido debajo de un gran árbol, este hombre encontró dentro de su sueño un país donde vivían personas de otro mundo. El hombre pudo vivir en medio de lujos y comodidades dentro del palacio de ese mundo. Al despertar se dio cuenta de su realidad y de que su fortuna solo había sido un sueño.

...En la obra de Francisco de Quevedo:

Los sueños de Quevedo con una pesadilla de la realidad grotesca. En esos relatos, la fealdad de la vida es lo que pretende ser irreal, por medio del sueño.

...En la obra de Calderón de la Barca:

La vida es sueño dramatiza el punto en que dudamos de la realidad de esta vida. En la obra, el protagonista vence a su destino cruel por la virtud.

...En un poema de Tochihuitzin:

Solo hemos venido a dormir,

solo hemos venido a soñar:

no es verdad, no es verdad

que venimos a vivir en la tierra.

Nos vamos haciendo cual hierba

en cada primavera:

viene a brotar,

viene a estar verde nuestro corazón,

es una flor nuestro cuerpo,

abre unas cuantas corolas,

entonces se marchita. (Garibay II: 135)

La pregunta de si la vida es realidad o sueño se corresponde con la inquietud de saber para qué vivir. El grado de angustia sobre este problema existencial varía de unos cantores a otros. Unos lo reflexionan como parte de su realidad cotidiana y otros se sumen en la desesperación al profundizar en las preguntas que justifican su existencia:

En vano nací, en vano vine al mundo:

estoy padeciendo.

¡Ojalá no hubiera venido al mundo!

¡Ojalá no hubiera nacido!

Y digo: ¿Qué harán los hijos que sobreviven?

Pero a nadie ofenda yo.  (Garibay II: 37)

Y como resultado del pesimismo existencialista, si el cantor no encuentra razón a la vida en la sociedad entonces se aisla en una soledad destructora de su propio ser. Sus poemas llevan el tono pesimista y desdichado de autocompasión. Sin embargo, aun en ese estado, el poeta no puede evitar pensar en la hermandad en el verso “pero a nadie ofenda yo”.

Si comparamos con el budismo, en esta doctrina la vida es sufrimiento y angustia también. De forma permanente, el hombre vive el dolor de la vida. Pero tiene la esperanza. Las palabras de Buda dicen que después de quitar todos los deseos humanos, el hombre se podrá salvar de esa angustia.

6. La cultura

La palabra “tolteca” era sinónimo de artista. El arte formaba parte importante de su arraigo histórico, como descendientes de los habitantes de la antigua Tula. El arte comprendía varias manifestaciones, como el canto, el baile, la pintura y la escultura. Todas existían en conjunción y armonía. En la educación se comprendía la enseñanza de las artes. El sabio y estratega político Tlacaélel mandó llamar a los principales artistas de las regiones vecinas para desarrollar y elevar el espíritu artístico de Tenochtitlan.

6.1 Humanismo

   El pensamiento náhuatl tenía el aspecto de humanismo, aunque pareciera que se contradecían a sí mismos. Nos explicaremos. Eran humanistas porque deseaban lal paz, morir tranquilamente, buscaban la erdad de la vida haciendo meditación y educaban a sus hijos para el bien social y el servicio de la comunidad. Pero al mismo tiempo hacían sacrificios humanos. Los aztecas sabían que su dios no comía su sangre, pero la sociedad tenía necesidad del sacrificio como estrategia política.

   Tlacaélel propuso una ideología eficaz para la sociedad de los aztecas. En esa época su ideología tenía la influencia de la religión y los dirigentes aprovecharon esa circunstancia para justificar su invasión a otras tribus vecinas: el concepto de que los dioses necesitaban alimento de humanos. La educación de los niños y de los jóvenes estaba encaminada a la socialización en las costumbres y en las ideas. Tanto en el Calmécac como en el Telpochcalli aprendían las formas de organización para la vida cotidiana y para la vida religiosa, simultáneamente; como consignó fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de la Nueva España:

[...] sabed que estoy triste y afligido, porque pienso que alguno de vosotros ha de salir inútil y para poco, y alguno ha de salir de poca habilidad y que no sepa hablar, y que ninguno de vosotros ha de ser hombre ni ha de servir a dios. (Sahagún: 10)

7. A manera de conclusión

   La revisión de las ideas de los nahuas en su poesía lírica nos lleva a la conclusión general de que el origen y el centro de su pensamiento está en el concepto de la vida terrena en relación con el destino del hombre después de su muerte. Entre los símbolos que destacan se encuentra la flor, como prototipo del canto y de la verdad que permite la relación del hombre con la divinidad a la que espera alcanzar con su canto y con su muerte.

   Estas ideas que conformaban la base de su pensamiento filosófico tenían su justificación en su religión que influía en todos los aspectos de la vida política y social. Los tlamatinime se encargaron de mantener vigente este pensamiento y lo inculcaban mediante la educación en los niños y mediante sus creaciones poéticas en el resto de la población. La cultura náhuatl es un ejemplo de la conjunción y armonía entre pensamiento y vida política, la cual derivó en un profundo sentimiento de fraternidad y amor a la patria.

Bibliografía

Calderón de la Barca, Pedro, El alcalde de Zalamea. La vida es sueño. Espasa-Calpe, Madrid, 1961.

Díaz Infante, Fernando, La educación de los aztecas. Panorama, México, 1988.

Garibay, Ángel María, Poesía náhuatl, 3 t. UNAM, México, 1964, 1965 y 1967.

Garibay, Ángel María, La llave del náhuatl. Joaquín Mortiz, México, 1964.

León-Portilla, Miguel, La filosofía náhuatl. UNAM, México, 1983.

León-Portilla, Miguel, Toltecayotl. Aspectos de la cultura náhuatl. Fondo de Cultura Económica, México, 1983.

Quevedo, Francisco de, Sueños. Porrúa, México, 1985.


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