Sincronía Otoño 2000


Una conversación con Francisco Arriví Alegría

Dr. Jorge Medina
Departamento de Lenguas Modernas
Murray State University


 

Francisco Arriví Alegría nació en 1915 en Santurce, Puerto Rico.  De padre español y madre puertorriqueña, Arriví se considera puertorriqueño.  Cursó sus primeros estudios académicos en las escuelas Padre Rufo y Rosendo y Matienzo Cintrón, y recibió su grado de escuela secundaria de la Escuela Superior Central.  Durante sus años de formación, atravesó por una gran agitación intelectual que estimuló su producción literaria.  Sus primeros versos se recopilaron en las colecciones Arriviadas y El caballero azul.  Posteriormente cursó estudios superiores en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, donde se especializó en literatura española e hispanoamericana y tuvo el gran honor y privilegio de componer la letra del himno de este magno claustro.

En 1940 se inicia como dramaturgo y monta su primera obra dramática Club de solteros, con motivo de la graduación de la Escuela Superior de Ponce.  Sus méritos como escritor y los honores recibidos le han valido un ritual de honor en el ámbito de las letras hispanoamericanas.  Su obra literaria no se reduce exclusivamente al cultivo de las artes dramáticas y su coreografía, sino que también incluye otros géneros tan importantes para la realidad caribeña como la poesía social y el ensayo político.  Esta entrevista se hizo el 23 de mayo de 1998 en la residencia del autor en Isla Verde, Puerto Rico. 

Medina:  ¿Cómo Ud. describe la proyección y la conciencia del teatro nacional puertorriqueño?

Arriví:  Tenemos que empezar mencionando al Teatro Universitario.  Sus discípulos, que han sido muchos, colaboraron bastante con la formación y creación del teatro nacional puertorriqueño.  Nilda González, con el montaje de mi drama Bolero y plena, junta al tiempo de la formulación del plan del Instituto de Cultura Puertorriqueña al Teatro Universitario y al liderato del teatro nacional puertorriqueño.  A partir de esta unión, estas dos fuerzas motivadoras operarán hermanadas, desde el Primer Festival de Teatro Puertorriqueño, al desarrollo de una clase escénica entendida en dramaturgia, dirección, actuación, escenografía, figurismo, iluminación, maquillaje y tramoya.  Esta colaboración estará totalmente consciente del gran drama de su nacionalidad, lo que concuerda, a su vez, con la motivación que conduce a la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Medina:  ¿Cuál es la función del Primer Festival de Teatro Puertorriqueño?

Arriví:  Este festival promueve en Puerto Rico toda clase de teatro, la impulsa a una acción colectivizante como lo es la afirmación del ser cultural, propio de la patria borinqueña contra la amenaza de la transculturación.  Además, se crea esta unión en el año 1938 con el concurso de varios autores puertorriqueños que se darán a conocer posteriormente.  Es, en efecto, la voluntad dramatúrgica la que preside este movimiento teatral alrededor de la cual confluirán también varios directores, actores, escenógrafos y animadores de escena para concertar en el ritual primitivo, evolucionado al gran teatro del brujo ante la tribu, ya fuera una celebración feliz por cosecha o una caza aseguradora de sobrevivencia o lamentación por un acontecer trágico.

Luego vendrá la lucha del teatro creado por Areyto que dentro de las técnicas modernas de montaje, seguidas de la lucha al margen del Teatro Universitario de la Universidad de Puerto Rico y una vez que éste se exima de montar teatro puertorriqueño, se aproximará la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña por el interés en la dramaturgia nacional.  Su propósito será exponer en todo momento, dentro del clima político esquizofrénico puertorriqueño, el tema de la aniquilación del alma y espíritu de Borinquen que se proyecta en este Primer Festival y los sucesivos veinte, vigorosos de dirección, actuación, escenografía, maquillaje, iluminación, musicalidad y tramoya profesional.

Medina:  ¿Cómo describe Ud. el nuevo teatro puertorriqueño y sus dramaturgos?

Arriví:  Contesto esta pregunta basándome en una interrogante del cuestionario servido por la revista Ollantay, con respecto a la dirección de escena.  El teatro nacional puertorriqueño cuenta con directores capaces de conceptuar técnicamente la evolución dramatúrgica desde su eclosión en 1938 hasta hoy y por lo que observo en el futuro.  Leopoldo Santiago Lavandero y Julio Marrero han hecho una labor extensa.  Ambos generan una revolución técnica en este aspecto del teatro.  Los observo y los elogio en la presentación de mis obras, suceso que reafirmo cuando estudio Artes Dramáticas en la Universidad de Columbia en 1948 y también cuando fui discípulo expectador de la vasta obra de Santiago Lavandero como declamador escenificante en sus años de estudiante y luego como Director del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico.  Junto con mi experiencia escénica en el coro de la universidad dirigido por Augusto Rodríguez y sumadas las visitas con mi madre desde niño al Teatro Tapia en San Juan, me impulsaron a escribir, dirigir, iluminar y promover muchas obras para el gran arte de proyectar la vida en escena.  Debo confesar en esta entrevista que siento muchísima pena haber dejado la dirección de teatro luego de montar Club de solteros en el año 1953 cuando ensayé el estilo del grotesco absurdista.  Con los mismos impulsos aparecerán otros autores como: Alberto Zayas (fenecido), Nilda González, Piri Fernández, Ángel F. Rivera (todos retirados en este momento), Victoria Espinoza, Andrés Quiñonez Vizcarrondo, Deau Zayas, Pablo Cabrera, Myrna Casas, José Luis Marrero (gran actor), Alberto Rodríguez (quien ayudara a establecer el absurdismo), Vicente Castro, Iván Áviles, Edgar Quiles y Félix Díaz.  

De la generación más joven se escucha el apellido Valenzuela, que ha podido dirigir una obra tan compleja como Vejigantes.  Además me ha impresionado la dirección de Aida Marrero, quien dirigiera con una obra de Carlos Canales otros dramas.  Respectivamente, estos directores, instruidos redondamente respecto al arte teatral y fogueados dentro del Teatro Universitario y los festivales de teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña, amén de las proyecciones de ambos en total de Puerto Rico, han ayudado académicamente fuera de las aulas a la concientización de la evolutiva estilística del teatro nacional puertorriqueño.  El total de lo generado por los festivales de teatro puertorriqueño (1958-1980) necesita varios volúmenes para poder apreciarlo en su magnitud.  Hasta la fecha he compuesto cuatro libros que tratan severamente los festivales en Puerto Rico.  El primer tomo lo he titulado Areyto mayor, el segundo Dinámica puertorriqueña de teatro profesional, el tercero Patria y teatro y por último escribí La verdadera historia del Centro de Bellas Artes conjuntamente con Luis Manuel Rodríguez, Director del Instituto de Cultura Puertorriqueña desde 1923 hasta 1980.  Digo que nacen durante este período el Festival de Vanguardia, que desarrolla el Ateneo Puertorriqueño, el Festival de Teatro Infantil, el Festival de Nuevos Actores, el Festival de Teatro Latinoamericano, que se destaca en la Cooperativa de Artes Teatrales conocida por Coop-Arte, el Festival de Teatro de Ponce, del cual emana el Festival de Teatro de Luis Torres Nadal (un inteligente actor, director y autor contribuyente al Festival de Teatro Puertorriqueño con los dramas Las once en punto y sereno y Maten a Borges), el Festival de Teatro de Mayagüez, el Festival de Teatro de Caguas, que lleva a cabo la instalación de dos grupos productores de teatro en salas de cine convertidas en teatro o espacios habilitados al efecto (Coop-Arte, Teatro del Setenta, Copei, Theatron).  La restauración de antiguos teatros en Puerto Rico como el Teatro Liberty en Quebradillas, el Teatro Oliver de Arecibo, el Teatro Ideal de Yauco y la construcción de nuevos teatros, Juan Cartagena de Orocovis, el Teatro de la Juventud de Lajas y el Centro de Bellas Artes de Puerto Rico promueven a gran grado el teatro nacional puertorriqueño.

En 1986 Ricardo Alegría, Director del Instituto de Cultura Puertorriqueña, tiene instrucción de la Cámara de Representantes para estudiar las posibilidades de un teatro mayor que éste piensa ubicar en Ballaja.  Desconocedor de este hecho, yo he comenzado a cuestionar, como miembro de la junta de teatro del gobierno municipal de San Juan, un teatro mayor en Santurce, a lo que la alcadesa Felisa Rincón acediera.  Consta que en mi artículo de la época, publicado en el peródico El Imparcial, ya empiezo a pensar que se debe construir un nuevo teatro para la zona metropolitana.  Me urgía y me angustiaba ver la gigantesca producción de teatro en Puerto Rico, promovida por la oficina de Fomento Teatral, estrellarse y desgastarse contra la asignación de tener un drama semanal en el Teatro Tapia.  Ya que éste era el único teatro público que existía en la ciudad de San Juan, que por lo demás, no podía cumplir con todas las solicitudes de las fechas que se le hacían, tanto por productores de teatro dramático como de ballet; a influencia también del Festival de Teatro Puertorriqueño que había adoptado desde sus comienzos el Ballet de San Juan con música puertorriqueña.  La creación de Areyto Ballet, el Ballet Folklórico Puertorriqueño, antes de 1980, produjo también varias producciones de teatro lírico nacional.  En estas circunstancias se presentó Manuel Méndez Ballester, representante a la cámara, para pedir adopción, por parte de la oficina de Fomento Teatral, de un proyecto originado en la legislatura por el representante Sigifredo Vélez, solicitante de la construcción de un nuevo Palacio de Bellas Artes; pero en realidad iba a ser un teatro de tres mil quinientas butacas, útil tan sólo para la ópera y el sinfonismo.

Medina:  ¿Con qué propósito escribe Ud. el libro Areyto de cinco siglos?

Arriví:  Mi idea al escribir este libro, el cual pertenece a una obra mayor que actualmente estoy terminando, es exponer el tema indígena en nuestro teatro nacional.  Lo he titulado Areyto de cinco siglos.  Areyto, como ya sabemos, es la ceremonia ritual de los indios taínos en que se declaraba una guerra, se celebraba la nueva cosecha o se lamentaba a un héroe de la tribu o jefe de batalla.  Yo comienzo con este inicio indígena de Borinquen, que es el nombre indígena que le dieron los taínos a la isla y lo utilizo como un símbolo de la ceiba o la fuerza de la tierra.  Dentro de esta fuerza de la tierra es que incluyo a Borinquen Madre Ceiba.  Este evento está inspirado en un símbolo de un petroglifo que está en el Parque de Caguax, donde una india está dando a luz y ese es el primer dibujo de mi portada.  La india, actuando como un río, aparece acompañada de una jicotea o tortuga de los ríos de Puerto Rico.  Aquí, los artistas lo llaman como Madre Borinquen, yo bautizo este dibujo y le doy el nombre de Borinquen Madre Ceiba porque hay una serie de cosas míticas que me llevan a esa primera revolución mítica del río.  Al llegar al pueblo de Ponce, voy a ver la ceiba y me dicen que esa ceiba ya estaba creciendo para la época de Cristóbal Colón y que sus raíces han crecido por debajo del Río Portugués y han abrazado la estatua de Morelo.  En otra ocasión voy a Coamo y me siento debajo de una ceiba y de repente veo las raíces enormes y fuertes que tiene la ceiba y tuve la sensación de que aquellas raíces me querían enterrar y llevar al misterio de la tierra, con los ojos cerrados, en busca de la contra fuerza cósmica.  En ese mismo instante, vi que toda la ceiba se llenaba de estrellas.  Ese efecto, provocó en mí una impresión tremenda porque me pareció que la ceiba era un árbol mágico.  En el prólogo del libro presento el personaje de Ricardo Alegría como un hijo nativo de Puerto Rico, a quien se le apareció la ceiba y le dijo que alzara su espíritu contra todo hijo de la tierra o extranjero que quisiera eliminar la esencia de su puertorriqueñidad.  Después de narrar ese episodio, empiezo otro encuentro con la ceiba que relato detalladamente en el libro.  La portada de otro libro, dentro de esa serie de cinco tomos, tiene retratada a Borinquen como madre patria y cuna de los puertorriqueños.  Mi idea al presentar esta portada es dejar que Borinquen no muera, para así cuando lo termine pueda dedicarlo. 

Desde Borinquen madre ceiba y el primer tomo de Areyto de cinco siglos veremos la formación de la cultura puertorriqueña y su influencia en mi persona.  Sin duda, entrarán en juego en mi obra tres factores: el elemento indígena, el español (blanco) y el negro (africano).  Estas tres formaciones, que en toda mi obra se convierten en una, desarrollan la médula de lo que denomino ‘ser puertorriqueño’.  Así, por efecto de la fuerza de la tierra, con una gran influencia indígena, tenemos un vocabulario rico de palabras indígenas mientras que no nos damos cuenta que son alrededor de quinientas las que usamos continuamente como carey, jicotea, macano y cacique.  Del mismo modo, los nombres de los pueblos en Puerto Rico tienen esa misma base indígena, al igual que los nombres de las frutas.  Me atrevo a decir que hay una influencia indígena importante en la isla y no nos damos cuenta de esto hasta que vamos a los bosques y entramos en el ambiente de la fauna, parece ser que en ese instante cambiamos nuestra identidad y nos sentimos como indios.  En cambio, lo español es evidente por la fuerza de la lengua y, en ciudades como San Juan, este factor se ve claramente ya que es el seno español de Puerto Rico.  Sobre lo indígena y lo afrohispano puedo confirmar que se ve presente en ciertas comunidades, donde todavía queda con fuerza el baile de bomba, como es el caso de Loíza Aldea y Ponce, en cuyos pueblos se siente la influencia de una música que no es totalmente africana, pero que está aculturada por españoles.  Si observamos el baile de la bomba en Loíza Aldea, nos damos cuenta que en gran parte, si lo bailan personas que vivieron a principios del siglo XX, la forma de poner los codos y la forma de mover la falda larga es influencia española mientras que el ritmo es africano.  Este es un proceso de aculturación, como también hay un proceso de indigenización en muchas de las características que tiene el jíbaro puertorriqueño, personaje que naturalmente va desapareciendo por la influencia de la carretera, del automóvil, la televisión y la tecnología que va penetrando en la isla, que hoy día está incrustada en nuestra sociedad.  Este factor me alarma porque, a mi modo de ver, se está dando una transculturación muy rápida en Puerto Rico y donde menos se está dando paradojicamente es en el lenguaje.  Es evidente que esta transculturación se ve más en la festividad, los bailes y las ceremonias, que en el idioma español, el cual tiene una gran fuerza resistente, ya que es un idioma colonizador del mundo. 


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