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Introducción.
En 1985 Vicente Leñero se basa en una nota roja de los diarios para escribir Asesinato. El doble crimen de los Flores Muñoz. El político nayarita Gilberto Flores Muñoz y su esposa, la escritora Asunción Izquierdo, aparecieron asesinados a machetazos en su domicilio de la ciudad de México. Aparentemente el caso se resolvió con el encarcelamiento del principal sospechoso: Gilberto Flores Alavez, nieto de la pareja. En Asesinato, Leñero sigue el curso del caso basándose en documentos y notas periodísticas que le dan a la novela valor histórico. Su vocación periodística se evidencia al exponer la incapacidad de las autoridades mexicanas al impartir justicia.
Esto último queda de manifiesto en esta novela donde parece que el caso está resuelto, pero no es así, con su ingenio narrativo Leñero propone un final en donde el lector se queda con la duda de si realmente se hizo justicia al dictarse la condena sobre Gilberto Flores Alavez, pues aunque sale libre, la duda persiste. Con un cierre estético abierto expone cómo la verdad no fue descubierta, al menos no oficialmente. Gilberto Flores quedó en libertad bajo ciertas condiciones, pero no por su inocencia. El lector, con esta estrategia narrativa tiene la oportunidad de hacer sus conjeturas y aún así también se quedará con dudas, porque la verdad en esta novela pierde su característica unitaria, absoluta, se hace del dominio público, se manipula, y, en este caso, descubrir quién es el culpable objetivo primordial del género policial, para Leñero es lo que menos importa, le interesa el diálogo, todo aquello que puede pensar el lector, por eso no hay un final cerrado en donde la última palabra sea la del autor; lo que manifiesta la naturaleza dialógica de esta novela, otro aspecto importante del cual, no nos ocuparemos en este trabajo.
Además en esta novela Leñero muestra la corrupción de los medios de comunicación, cómo se aferran a su verdad mientras les conviene. Al igual que en Los albañiles, dice Vicente Torres en Muertos de papel (2003), Leñero plantea la dificultad para que resplandezca la verdad, en Asesinato la verdad se enturbia con las leyes, (p.56) ya que la sociedad mexicana, duda de la honestidad de quienes ejercen la justicia y también, la influencia de los medios de comunicación, susceptibles de corrupción.
A lo largo de su carrera Vicente Leñero no fue un escritor que se sometiera a una línea o modelo. Respetó el género policiaco pero también trató de aportar algo nuevo a él, esto es lo que hace que se le tome en cuenta como uno de los escritores más importantes de la narrativa policial y de la Literatura Mexicana en general.
Uno de los aportes a la narrativa policiaca es la pluridimensionalidad en sus novelas, es decir, no solamente se pueden analizar desde los aspectos genéricos, sino también desde diferentes ópticas. En el presente trabajo analizo de Asesinato los aspectos de la literatura carnavalizada en dicha novela, apoyada en la teoría de Mijaíl Bajtín, para comprobar la hipótesis de que el personaje Gilberto Flores Alavez (aunque real), está inmerso en una realidad carnavalezca.
Carnavalización
En su libro sobre Rabelais, Bajtín (1999) da una nueva visión sobre la teoría de los géneros literarios, pero es en su libro sobre Dostoievski (2003) donde el teórico ruso no sólo aplica, sino también profundiza sobre su teoría acerca de los géneros carnavalizados.
La literatura carnavalizada es aquella donde el “carnaval”, como reflejo de una concepción del mundo, no sólo es aplicable al folclor o a las fiestas populares, sino también a una amplia gama de formas literarias que aprovechan sus elementos esenciales. Uno de ellos es la plaza, la cual puede ser cualquier lugar en donde el carnaval irrumpa y todos participen y lo vivan, ya que aquí no hay actores ni espectadores, todos viven una vida desviada de su curso normal, lo que llaman monde á l’envers, donde, a diferencia de la vida normal, se cancelan normas, prohibiciones y todo aquello que tiene que ver con jerarquías, desigualdades sociales o de otro tipo, prevaleciendo el contacto libre y familiar entre la gente.
Y fue así como la plaza, según Bajtín (2003), se convirtió en símbolo de lo popular. Ésta se vuelve sustancial para la literatura carnavalizada, pues es precisamente el lugar donde se desarrolla el argumento, es biplana y ambivalente. En ella, la realidad se relativiza con el contacto entre la gente, así como en las coronaciones y destronamientos.
Elementos de la sátira menipea
La plaza carnavalesca en la novela Asesinato se puede dividir en: el lugar donde sucedió el crimen, los juzgados, la cárcel y los medios de comunicación. Como se podrá ver, la verdad permanece oculta en estos lugares. Hay un largo proceso de averiguaciones donde queda al descubierto no precisamente la verdad, sino un mundo corrompido. Lo interesante será ver cómo en esta novela sin ficción, se encuentra una realidad carnavalesca, donde la presencia genérica de la sátira menipea adquiere una gran relevancia.
Este género carnavalizado, flexible y cambiante, es capaz de penetrar en otros géneros y tuvo, dice Bajtín, y aún tiene, importancia en el desarrollo de las literaturas europeas llegando a ser uno de los primeros portadores y conductores de la percepción carnavalesca del mundo en la literatura, incluso hasta estos días. (Bajtín, 2003, p. 166) A continuación se darán las características que se encuentran en la novela que se está analizando.
Al observar la decisión que tomó el personaje principal Gilberto Flores Alavezde aceptar ir a prisión para que las investigaciones descubrieran al asesino, todo lo que vivió, nos hace ver en él un rasgo genérico de la menipea que es la libertad en cuanto la invención. Su particularidad más importante consiste en que en ella la fantasía y la aventura se motivan, se justifican y se consagran interiormente con el fin primordial de crear situaciones excepcionales para provocar y poner a prueba la idea filosófica, la palabra y la verdad de su portador:
Con este fin los héroes de la “sátira menipea” suben hasta los cielos, descienden a los infiernos, viajan por países fantásticos y desconocidos, caen en situaciones excepcionales […] pero siempre la aventura se somete a la función netamente ideológica de provocar y poner a prueba la verdad. (2003. pp. 167, 168)
Gilberto desde que entró a prisión, estuvo sometido a una serie de situaciones excepcionales con el fin de que se revelara la verdad:
Otra vez, como a las nueve de la noche, José Luis Padilla accionó la llave que misteriosamente tenía y entró de golpe a la celda de Gilberto. Ahora no le pidió dinero ni lo instó a pelear. Le dijo simplemente que venía a traerle un regalo para que cuidara de su vida.
-¿Qué?
-Un cuchillo –dijo Padilla- Está ahí abajo del lavabo.
[…]
-Agárralo.
Gilberto sintió repulsión: el cochambre ensuciaba las conexiones del mueble. Automáticamente tomó un kleenex y con él extrajo el cuchillo que le entregó a Padilla.
Según lo que contó después Gilberto, Padilla se sintió defraudado porque quería que el muchacho tomara el cuchillo a mano limpia. Aún trató de hacérselo agarrar, sin la intermediación del kleenex, y entonces Gilberto gritó. (Leñero 2003. pp. 430, 431)
Este es uno de los tantos incidentes que pasó Gilberto en la cárcel y cobra relevancia, ya que se supo después que los Flores Muñoz habían sido atacados con un cuchillo y que los machetes habían sido colocados en la escena del crimen cuando los esposos ya habían muerto. Reiteramos que en Asesinato no hay nada inventado, no hay fantasía, el personaje en esta novela, Gilberto Flores Alavez, como los héroes de la menipea, desciende hasta los infiernos, en este caso la prisión, en busca de la verdad, y es precisamente en la libertad y plasticidad de su existencia que podemos ver en su realidad elementos carnavalescos.
Otro rasgo de la menipea que se encuentra en Asesinato, tiene que ver con “las aventuras de la verdad en la tierra” que según Bajtín (2003) adquiere una presencia “en los caminos reales, en los lupanares, en los antros de ladrones, en cantinas, plazas de mercado, en las cárceles […]. La idea aquí no se intimida frente a ningún bajo fondo ni a ninguna suciedad de la vida”. (p.168)La verdad en la mencionada novela, pasa por situaciones extraordinarias que dejan al descubierto cómo la realidad sobrepasa la ficción.
Se mencionan varias versiones que se dieron de la verdad en esta novela; pero sólo se mencionarán las más relevantes que al analizarse se encuentra en ellas este aspecto genérico de la menipea.
Primeramente se tiene como primer sospechoso al nieto, aunque se recibe una llamada anónima de una persona que dijo conocer al asesino del matrimonio Flores, a quien identificó con el apellido de Castañeda y a quien, señaló, se le dio un millón de pesos por cometer el crimen. (Leñero, 2003, p. 25) Sin embargo, según se informó, hubo algunas irregularidades en dicha información y no se le dio seguimiento; la atención se dirigió a Gilberto Flores Alavez, a quien las evidencias señalaban como el asesino de sus abuelos:
Después de escuchar el auto de formal prisión que le dictó el juez 15 de lo penal del fuero común, el doble parricida Gilberto Flores Alavez se declaró inocente de la muerte de sus abuelos y aseguró “que el tiempo dirá quién fue”. (p. 56)
Se puede ver en lo sucesivo cómo hay contradicciones en las investigaciones y cómo también una clara disposición de las autoridades por obstaculizar la aclaración del caso. (pp. 382, 385, 395, 396, 401, 431)Finalmente Gilberto después de once años salió libre.
En la novela se puede ver la corrupción de los juzgados, en la cárcel, la política y los personajes que de alguna manera viven inmersos en dichos ambientes, con ello encontramos en Asesinato como en la menipea, la representación de los bajos fondos de la sociedad con un naturalismo especial: sin que nada haya sido inventado.
Vale la pena mencionar que Leñero estructura el argumento intercalando notas periodísticas y reseñas de papeles oficiales, así como también datos biográficos, todos ellos avalados y descritos a pie de página. También hace una descripción de las obras literarias de María Asunción Izquierdo. Con ello el autor presenta no sólo una novela a la que ya se le denomina “sin ficción”, sino también un documento histórico. Esta combinación de géneros es otro aspecto que podría emparentar con la menipea, ya que en ésta, dice Bajtín (2003), “los géneros intercalados se dan con diferente distancia de la última postura del autor, es decir, con diferente grado de parodia y de objetivación”. (p. 173) Es esta (la objetivación) la que toma Leñero, quien no sólo presenta una novela con el fin de exponer el asesinato, sino también sus implicaciones en el ámbito social.
El personaje en la carnavalización.
En Asesinato Leñero no solo narra el doble asesinato de los Flores Muñoz, sino también el misticismo del nieto, su cristianismo fanático pero sobre todo, el paralelismo que Gilberto Flores Alavezestablece entre su caso y el martirio de Jesús. Ya se ha mencionado cómo dicho personaje está inmerso en una realidad carnavalesca, y en ella, el mismo Gilberto se apropia del discurso evangélico: después de no recordar nada de lo sucedido, decide entregarse por amor a sus seres queridos:
Está bien, me entrego –dijo-. Acepto el sufrimiento. No será mayor que el de nuestro señor Jesucristo porque él siendo Dios aceptó el suplicio de los azotes, del viacrucis, del escarnio, del calvario de la crucifixión. A él también lo condenaron siendo inocente y él lo permitió por amor a los hombres, licenciado, para salvarnos del pecado. Jesucristo era Dios y lo soportó. Yo que soy un simple mortal no puedo hacer menos que él. Voy a aceptar este sufrimiento y todos los que vengan por amor a mis abuelitos, para la salvación de su alma y para la salvación de la mía, licenciado. Yo me entrego como se entregó nuestro señor Jesucristo a sus verdugos, de la misma forma, en este instante. (Leñero, 2003, p. 269)
En el apartado anterior se pudo ver cómo la menipea y la carnavalización penetran en Asesinato. Ahora se puede constatar cómo es una constante en dicha novela, en este momento que se trata al personaje principal, y su paralelismo con Cristo
Nos dice Bajtín, que la menipea y la carnavalización están emparentadas con la literatura religiosa. Se ve cómo en los géneros cristianos (evangelios, hechos de los apóstoles, apocalipsis, vida de santos y mártires), al igual que en la menipea, cobra una gran importancia para la organización la puesta a prueba de la idea y de su portador, la prueba de tentaciones y martirios, sobre todo, por supuesto, en la hagiografía. (Bajtín, 2003 pp. 197, 198)
Retomando la cita anterior de Asesinato vemos cómo Gilberto adquiere un paralelismo con Cristo por el elemento intertextual (Arrivé, citado por Beristáin, 2008, p. 270), en este caso el intertexto, al ser tomado del texto original (evangelios que narran el martirio de Jesús) se descontextualiza al entrar, en este caso, en este fragmento de Asesinato donde se recontextualiza y se transforma, agrega a su significado literal un significado que proviene de su procedencia, por lo que crea un efecto de novedad, aunque, por otra parte, al ser absorbido por el nuevo contexto sufre una transformación y ya no es el mismo. Lo que sí se mantiene es el elemento genérico: la puesta a prueba de la idea y de su portador.
Momentos antes el personaje había afirmado no recordar lo que había pasado, carece de salud mental para poder tener la capacidad crítica de distancia de sí mismo y de su pasado. Consciente o inconscientemente, Gilberto no recuerda si es un asesino, no recuerda sus actos pasados que lo pueden condenar, pero también adquiere otra identidad y se apropia de un nuevo discurso, el del místico-religioso.
El personaje, en el momento de apropiarse de un nuevo discurso, se coloca en el umbral del pasado y el presente, de la locura y la razón, en el umbral de la mentira y la verdad, y es para llegar a esta última cuando decide entregarse a las autoridades y desde este momento, el personaje Gilberto se ve involucrado en situaciones insólitas. Una noche se presentaron unos reclusos a amedrentarlo y a ofrecerle protección por diez mil pesos; en esa ocasión el miedo le impidió hablar. En la segunda vez le ofreció uno de ellos (quien tenía llave de su celda) un cuchillo, Gilberto que era un limpio extremo, por asco lo tomó con un pañuelo:
En este incidente de bienvenida Quile, la Defensa encontraría más adelante una supuesta confirmación indirecta de que el arma asesina de Gilberto Flores Muñoz fue un cuchillo; precisamente ese cuchillo que el recluso José Luis Padilla trató de poner en manos de Gilberto para hacerle imprimir sus huellas digitales. Los verdaderos asesinos, enterados de que el doctor Fernández Pérez había divulgado que un arma punzocortante debió ser, por fuerza, la que mató a Flores Muñoz, tramaron este acontecimiento para tener, en caso necesario, una prueba contundente contra Gilberto. (Leñero, 2003, p. 431)
Además de los incidentes que pasó en prisión también estuvo envuelto en mentiras mediáticas que lo hacían parecer como un “influyente”. Un preso con privilegios; amigo de narcos que lo ayudaban a salir de prisión a fiestas. Incluso de que había tratado de fugarse del penal en 1981:
También Gilberto desmintió más tarde ese relato. Lo llamó “información insidiosa” divulgada por “gente que le pagan por decir en su columna lo que otra gente desea escribir”. Explicó que la amistad entre él y Sicilia Falcón era una “amistad transitoria” que aprovechaban los reporteros amarillistas para juntar dos bombas informativas, como eran ambos, y hacerlas explotar. (p.436)
En la novela se ve la evolución que sufre el personaje conforme pasa el tiempo en la cárcel; la siguiente descripción la hace Leñero cuando se entrevista con él en prisión:
A pesar de las incontables fotografías publicadas en la prensa a lo largo de cinco años, Gilberto Flores Alavez resultó de momento irreconocible. No tenía ya los rasgos adolescentes de octubre de 1978, pero tampoco la barba de 1982, ni el cabello largo y greñudo cayéndole hasta la nuca con que lo fotografió el semanario Express en junio de 1983. Conservaba, eso sí, como único rasgo típico, el bigote, mientras su cabello le transformaba ahora el semblante. Era eso. Lo traía teñido de rubio claro, rojizo, tirando al rubio; una onda de pelo muy bien lograda le cruzaba en sentido horizontal la frente. Vestía pantalón caqui y camisa sport muy fina, de cuellito mao y con los dos botones más altos desabrochados, Por la apertura se asomaba el vello del pecho, pero sobre todo un par de collares sólidos, como correas cilíndricas. Las uñas manicuradas. Las cejas ligeramente depiladas. (pp.469,470)
La imagen del personaje ha cambiado de acuerdo con la situación que ha estado viviendo. Es un personaje en movimiento, que aún no lo ha dicho todo, no coincide con lo que Bajtín llama “personaje concluido”, cuyo autor:
concentra su atención en los rasgos conclusivos, determinantes, que encierran. Vemos a todo el personaje y ya no esperamos nada más ni otra cosa. El personaje no puede regenerarse, renovarse, vivir una metamorfosis, porque se encuentra en su fase conclusiva, última y definitiva. (Bajtín, 1999, p. 307)
Gilberto es un personaje abierto, inconcluso, capaz de regenerarse, renovarse, de vivir una metamorfosis. Esta última imagen parece ser la de lo que hoy se conoce como un metrosexual quizá se deba a la afición que Gilberto adquirió en la cárcel por las artes escénicas y no parece ser conclusiva ni definitiva.
Este tipo de personaje es típico de la novela dialógica, pues al autor le interesa el diálogo, le interesa crear un personaje vivo, personaje que siga diciendo “algo” al terminar la obra. Pero lo que Gilberto no cambió en sus años de prisión fue su posición respecto a su inocencia:
-Gilberto, ¿mataste tú a tus abuelos?
Lanzada de sopetón, la pregunta interrumpió el discurso explicativo del muchacho pero no logró confundirlo. Rápidamente giró el cuello para mirar y sostener la mirada sobre los ojos del interlocutor al tiempo que respondía, con aire categórico:
-Por supuesto que no (Leñero, 2003, p. 477)
Después de esta entrevista tuvieron que pasar siete años más para que Gilberto pudiera salir libre.
Lo grotesco
En Asesinato, Leñero plasma la realidad mexicana con su venalidad y corrupción que está representada, dice Christopher Domínguez, por los cuerpos descuartizados de los Flores Muñoz: “Ese cuerpo putrefacto, escandaloso por la purulencia de sus llagas, hiede a través del espejo nítido de los papeles policiacos, judiciales y periodísticos que arman la novela.” (Domínguez, 1996, p. 519) Y desde este punto se partirá, para ver cómo opera la teoría del cuerpo grotesco, que es otro de los elementos de la carnavalización literaria.
Los estudios que realizó Bajtín en Rabelais y sobre las relaciones dialógicas que van desde Dostoievski hasta la actualidad donde el cuerpo grotesco y enfermo se puede retraducir, según afirma Iris Zavala,
en una ruta rica de carácter subversivo para releer los significados inscritos en algunos textos culturales que revelan una dimensión fundamental de nuestro pensamientos colectivos y nuestras fantasías o utopías colectivas sobre la historia, la realidad, y el futuro. (Zavala, 1997, p. 17)
Y llama carnavalización de sentido basándose en Bajtín a todo producto de la transculturación/reacentuación, y de la translingüística que hace posible escuchar las múltiples voces que provocadoramente luchan en el terreno de la traducción del capital simbólico, lo que le permite traducir el anatropismo del carnaval como proyección simbólica del mal social. (p. 21) Es decir, que el carnaval además de su carácter subversivo y festivo, puede proyectar el lado oscuro de la sociedad.
Esto lo podemos ver en la novela Asesinato en la representación del cuerpo de los Flores Muñoz que pertenece a lo grotesco, porque no sólo su muerte concierne a su cuerpo, sino que concierne a la sociedad misma y con ello expresa una concepción del mundo en general y de la realidad mexicana en particular. Es necesario tener en cuenta que la novela se basa en hecho verídico, esos cuerpos realmente fueron atormentados, destrozados y por último objetivados por el autor (Leñero) para que de este modo se legitimara el mensaje del mencionado acto criminal y lo que representa este mismo en su contexto histórico y social.
Christopher Domínguez apunta que en Leñero la sociedad es el cuerpo tasajeado de dos ancianos y que además está acéfalo, la cabeza que es la parte que piensa, que puede ejercer un poder racional, ha sido desprendida del cuerpo. Hay en esta imagen grotesca una descorporificación de la sociedad, el poder y la ley se desprenden y dan lugar a otros cuerpos de poder: el familiar, político, mediático y judicial, todos ellos, contaminados por lo genes del cuerpo asesinado, que es un cuerpo social pero también familiar y de aquí parte todo, ya que revela lo íntimo de la vida de la familia como núcleo central de la sociedad.
Los cuerpos grotescos de los Flores Muñoz están expuestos, lo que reafirma que no pueden ser ubicados dentro del nuevo canon, no es la imagen de un cuerpo individual, restringido, específico, sin ningún lazo con la vida social o el todo cósmico, sino que todo lo que le afecta tiene un sentido universal. Esto se ve claramente en la exposición que se hizo de ellos a través de los medios de comunicación:
Horrible y en una forma por demás bestial fue asesinado el director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera, Gilberto Flores Muñoz, de 72 años, y su esposa Asunción Izquierdo de Flores Muñoz, de 65 años, cuando dormían en su recámara. A machetazos les desprendieron la cabeza de su tronco. (Leñero, 2003, p. 13)
Desde este momento los cuerpos serían del dominio público: Incluso si no hubieran estado involucrados los medios de comunicación, el cuerpo grotesco: descuartizado, desangrado, incompleto, abierto, lo hace consustancial al cosmos y coextensivo a la colectividad, lo que lo hace un cuerpo universal y popular que puede expresar, al igual que lo hizo Gargantúa y Pantagruel en su tiempo, una concepción del mundo, pero ésta no es festiva, sino que expone la maldad humana y una sociedad contaminada por la misma.
Conclusión
En la novela no fiction de Vicente Leñero Asesinato se encuentran, características de la literatura carnavalizada. El autor logra en su extraposición crea un personaje con totalidad de sentido; personaje abierto como parte de esa visión que él tiene de la realidad donde se percibe otra de dimensión carnavalesca donde el personaje tiene semejanza con los héroes de la menipea: pérdida de la memoria, apropiación de una imagen y discurso místico-religioso, se entrega a las autoridades, pasa once años en la cárcel víctima de toda clase de atropellos por parte de la autoridad, de los reclusos, de los medios, y todo este padecimiento se somete a la función netamente ideológica de provocar y poner a prueba la verdad. Como en la menipea, dichas situaciones, tales como la puesta a prueba de la idea y su portador, se ven en una unidad artística orgánica e indisoluble
En Asesinato Leñero muestra el cuerpo grotesco como parte de lo popular y universal capaz de expresar una concepción del mundo. El cuerpo en la novela de Leñero, de acuerdo con la teoría bajtiniana, reúne las características del cuerpo grotesco, lo que sitúa a la novela dentro de los límites carnavalescos, pero esta carnavalización no es positiva, ni festiva, enfatizo que la novela que he analizado es policiaca, basada en hecho real, por lo que la carnavalización que en ella se encuentra es una carnavalización como la que Iris Zavala llama de sentido, la cual traduce el anatropismo del carnaval como proyección simbólica del mal social.
Bibliografía
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