Frigidez , deseo y desamor en La tercera mujer  de Thais Erminy

Frigidity, desire and heartbreak in The third woman Thais Erminy

Recibido: 06/09/2016
Revisado: 06/09/2016
Aprobado: 24/10/2016

Olga Martha Peña Doria
Universidad de Guadalajara
Departamento de letras (MÉXICO)
olgamarthapena@yahoo.com.mx

Resumen
Thais Erminy, una dramaturga y feminista venezolana, lleva a la escena a tres personajes marginados que luchan por ser seres diferentes dentro del mundo sexual pero se frustran al no poder encontrar el placer y el amor, por lo que viven en una angustia perturbadora que los lleva a desestabilizar el género.
            En este estudio se hace una travesía a través de la forma de vivir y pensar de tres personajes cuyas experiencias de vida no han sido satisfactorias  al considerarse cuerpos frustrados e insatisfechos.
            Los tres personajes viven vidas difíciles por ser cuerpos sufridos y llorados al ser frígidos, pero la dramaturga recurre a la violencia para solucionar el conflicto y dejar a los personajes fuera de sí al reaccionar con rabia y dolor.

Palabras clave: Género. Corporalidad. Frustración. Erotismo.

Abstract
Thais Erminy, a Venezuelan feminist playwright, brings over the scene three marginalized characters who struggle to be different, but live in a hipersexual world unable to achieve pleasure and love, therefore living in a distress that leads them to genre unbalance.
            This study makes a crossing path through the way of life and thinking of three characters whose life experiences have not been satisfactory to the point to be considered frustrated and dissatisfied bodies.
            The three characters live difficult lives to be suffered and cried for being frigid, but the playwright uses violence to solve the conflict and let the characters free to react with rage and pain.

Keywords: Gender. Corporality. Frustration. Eroticism.

El cuerpo es una razón en
grande, una multiplicidad con un
solo sentido, una guerra y una
paz, un rebaño y un pastor
”.
Nietzsche, 1984
Así hablaba Zaratustra (1984) p. 96

Thais Erminy es una dramaturga feminista venezolana que pone en escena a mujeres frustradas y marginadas que luchan por ser seres desinhibidos que pretenden desestabilizar el género con su forma de vida. Erminy escribió esta obra en 1981, período en que la mujer no podía tomar la decisión de provocar el cuerpo masculino porque eso pertenecía al mundo patriarcal. Para demostrar esto  haré una travesía  del cuerpo, el erotismo y la faloautoridad patriarcal.
            En el prólogo del libro de Erminy el dramaturgo venezolano Isaac Chocrón afirma con respecto a los personajes de esta obra que “A cada cual lo domina una angustia perturbadora que le impide controlarse o inhibirse. […] Son seres perturbados y perturbadores, nada ajenos al mundo caraqueño de nuestros días” (Erminy, 1982: 3) y yo agrego que del mundo entero. Estos comentarios permiten conocer con mayor claridad  a estos tres seres aparentemente desinhibidos pero internamente frustrados que tratan de buscar la causa de su problema pero no la solución.
            Afirma la investigadora Silvia Citro que “Toda travesía implica algún lugar de partida, un espacio relativamente conocido que nos brinda ciertas certezas y desde el cual nos atrevemos a iniciar nuevos rumbos, aún desconocidos”. (Citro, 2009: 23) La dramaturga inicia la travesía dramática en un espacio doméstico con dos personajes femeninos: Bety y Diana, cuyas experiencias de vida sexual no han sido satisfactorias, por lo que les une una corporalidad frustrada. Ambas son cuerpos marginados que están limitados para ser cuerpos erotizados, aunque no por ello se sientan mujeres plenas sexualmente al vivir entre la ilusión y el dolor.  Andrés es el artista gozador de la vida pero con un alto sentido de machismo como se observa en la obra.
            El filósofo Merleau-Ponty afirma que “Nuestro cuerpo es un conjunto de significaciones vividas que va hacia su equilibrio” (Merleau, 1993: 170) pero la autora de esta obra no lleva a sus personajes a un equilibrio psicológico sino que los deja confundidos y alterados por lo que pudieran considerarse cuerpos frustrados al no poder llegar a consumar su deseo sexual porque han vivido muchas pérdidas, principalmente las amorosas, lo que les desencadena en un duelo, como es el final de la obra. Los tres personajes reaccionan con angustia ante su vida amorosa porque son seres insatisfechos que se resisten al cambio como lo afirma Diana a Andrés

se trata de que dejes de ver a la mujer como ciudadano de segunda; y en la pareja la aceptes a tu lado y no detrás de ti […] pero Andrés responde: ¿¡Cómo!? Pero si tú estás imposibilitada de ser hembra y compañera a la vez. Para eso tienes que querer ser mujer y no andar desesperada por tomar el rol de macho (46)

Es decir que tanto la feminidad como la masculinidad de estos personajes se niegan al cambio e ironizan su problema de pareja|. Diana es el prototipo de la profesionista, urbana, soltera,  liberada, desinhibida, fuerte, que toma decisiones arriesgadas. Andrés es un profesionista triunfador, gozador de las mujeres que vive su momento con placidez.
            El color beige está presente en el vestuario que luce la protagonista en toda la obra incluyendo, la ropa de cama. El vestido que lucirá Diana en una fiesta lo diseñó Andrés en color beige y de línea clásica, que a juicio de Bety, la amiga,  el vestido es sensual, moderno y al mismo tiempo no pierde su línea clásica porque eso es lo que quiere el hombre de una mujer. El beige es un color serio que trasmite pasividad, es neutro, sobrio y elegante. Al ver el vestido ya terminado Andrés dice “ojalá que cada hombre pudiera diseñar una mujer” (23) Es decir que el significado de este comentario está basado en un color pasivo, contrario a la personalidad de Diana. Ella es un cuerpo que no importa de ahí que Andrés diseña un vestido con un modelo y color clásico, que no da luz ni presencia, neutro como lo debe ser una mujer, de ahí que toma el poder sobre el cuerpo de Diana al diseñarle el vestido para que sea la tercera mujer, es decir una mujer marginada.  Afirma Elizabeth Vivero Marín que “El vestido y las telas, en esta dinámica de ajustar los cuerpos al ideal, serán sumamente importantes puesto que se convierten en un ‘dispositivo de la imagen’ por medio del cual se establece lo considerado elegante, decente y sobrio”. (Vivero, 2015:63) Al llegar Andrés a ver su obra, pausadamente dice “Así debería ser una mujer” pero Diana se burla y responde “¡Tú y tus fantasías” (23). En otro momento Bety, confirma lo mismo “¡La tercera mujer! ¿No te das cuenta? ¡Eso fue lo que quiso simbolizar Andrés, al diseñar el vestido. (lo destapa) Míralo […]” Pero Diana que es muy realista y como abogada responde:

El vestido no es real. Real somos nosotras. Es muy fácil inventar, fantasear, pero la realidad es esta carne, estos huesos… seres con pasado rodeadas por un medio inconsistente. La gente, los códigos, los patrones, los valores, no tienen nada que ver entre sí. Vivimos como en planetas dispersos, dispuestos a comernos los unos a los otros. (10)

Este comentario nos lleva a conocer el interior de Diana, como una mujer realista, que se opone al ideal de mujer cariñosa y dulce, porque  se sabe capaz de tomar decisiones y ver la realidad desde un punto de vista opuesto a su amiga. Bety, es una mujer joven que no trabaja y que vive solamente el día a día. Se considera un cuerpo dócil, un ser limitado, sufrido y llorado, desamparado y destruido por su frigidez, pero que se rebela ante su frustración. La joven busca el modelo masculino para sentirse plena sexualmente pero no lo puede encontrar. Es insegura y ha tenido muchas relaciones amorosas pero ninguna satisfactoria debido que para ella, gozar la vida es lo importante, sin embargo al someterse a ese tipo de relaciones frustradas sexualmente la determina como un ser oprimido, “Y en tanto no forje desde esa conciencia sus  propias armas de lucha, su proceso de liberación se verá restringido” (Mizrahi, 1992: 108) De ahí que confiese a Diana lo siguiente:

Bety.- …Aunque me veo, así…sexy, desinhibida, libre; (se acobarda) este… esta… yo nunca he logrado… (Pausa) llegar… (Pausa) ¿tú entiendes?
Diana.- …Sí y no; no estoy segura.
Bety.- Llegar…
Diana.- ¿A dónde, a qué?
Bety.- ¡¿Tengo que decirlo con todas las palabras?!
Diana.- Cálmate.
Bety.- ¡No quiero resignarme a ser una mujer frígida! (p.8)

Es decir que su apariencia de chica fácil, como la considera Andrés, es fingida porque nunca ha podido sentirse plena sexualmente.
            La relación entre Diana y Andrés es reciente y es la primera vez que se ven en su casa con el pretexto de ver su “obra maestra” como lo es el vestido que lucirá en la fiesta a la que asistirá con un amigo. Sin embargo su presencia cambiará los planes. Poco a poco inician una conversación cada vez más íntima hasta llegar a contarse sus fantasías eróticas para despertar poco a poco la pasión. Es ella la que manifiesta una mayor necesidad de cercanía. Las fantasías de Diana siempre versan sobre la posesión y el placer que le dan los hombres pero con base a hacerlos sufrir por el deseo. En cambio las fantasías de Andrés versan sobre el dominio de la mujer hacia él. En un momento dado, Diana toma la decisión de retirarse la ropa para iniciar la relación. Ese cuerpo desnudo lo atrae, lo desea pero se frustra porque ella  alteró las normas culturales no escritas pero sí practicadas en el mundo masculino.
            Mientras ella desestabiliza el género tomando la delantera, es decir, liberando su cuerpo, él no acepta el cambio y de ahí que no logra su deseo. Andrés impone una regla androcéntrica, no escrita que solamente el varón es el que debe de iniciar la relación y la mujer debe de permanecer pasiva y en espera. El acto de desnudez difiere con el modelo de masculinidad y de dominación que se observa en la obra en donde ante su fracaso trata de invisibilizar a Diana por haber roto una regla muy estricta para el hombre. Ella debe ser solamente un cuerpo erotizado en espera del varón, pero deberá ser reprimida por tomar una decisión equivocada porque lo que predomina es la faloautoridad patriarcal y como afirma Elizabeth Vivero “Un cuerpo que se atreve a transgredir lo establecido como correcto y propio, sufrirá las consecuencias de dicha actuación no sólo por medio del desprecio o el descrédito, sino incluso con la reclusión o, en casos extremos, su anulación” (Vivero, 2015: 64) como lo hace Andrés porque  él se sentía héroe, dominador, pero se frustró, porque no pudo ser capaz de decir la verdad debido a que Diana se masculinizó y al no poder  responder, le refuta aduciendo su concepto sobre su error, 

Andrés.- ¿Acaso la mujer ha cambiado tanto que hasta en la cama quiere timonear la situación? ¿O es que acaso ustedes creen que han comprado el derecho exclusivo a fantasear. El hombre es y seguirá siendo soñador a pesar de ustedes. (44)

Al analizar esta escena es importante señalar que “habilita una lectura que quita el velo a sus zonas cargadas de -machismo –entendiendo por esto que Andrés construye “un universo social en el que se forjan relaciones privativas entre hombre y mujer en aras de consolidar su poder” (Lozano, 2015: 19) masculino, entendiéndose por ello el rechazo hacia Diana, la cual reacciona contra Andrés con sorna ante su imposibilidad de lograr su objetivo, y como abogada, está acostumbrada a resolverlo todo con palabras pero para Andrés “el silencio es el mejor aliado de estas situaciones”, sobre todo cuando se sabe débil porque Diana olvidó que “la mujer está culturalmente condenada a la marginación. Marginación de la cual muchas veces no es consciente ni reconoce como tal” como lo afirma Liliana Mizrahi. (Mizrahi, 1992: 109) Este comentario permite observar la actitud de Andrés al decir “¡Por qué tenías que empezar a desvestirte!... ¿No podías esperar a que fuera yo el que te empezara a desvestir?
            Es en ese momento en donde se observa la inalterable hegemonía masculina en donde es el varón el que debe de dominar en la relación y siente que ella rompió con las normas establecidas por la autoridad patriarcal, pero  la respuesta de Diana es desafiante al no subordinarse al comentario

Diana.- Eres el prototipo del macho actual. Toda la inmensa amplitud teórica que pavoneas, se te desvanece cuando tienes que ponerla en práctica (44) […] ¡Ese es tu esquema! ¡éste es el rol masculino y aquel el rol femenino  (46) […] ¡Impotente! (47)

Thais Erminy muestra la vulnerabilidad humana de estos tres personajes y el trabajo de duelo que deben de vivir después de fracasar en su vida sexual y amorosa y tener una pérdida en sus vidas. Afirma Judith Butler que “La pérdida nos reúne a todos en un tenue “nosotros”. Y si hemos perdido, se deduce entonces que algo tuvimos, que algo amamos y deseamos, que luchamos por encontrar las condiciones de nuestro deseo” (Butler, 2009: 46)
            La escena final muestra el dolor de la pérdida de los tres personajes que vivieron un erotismo fracasado que solamente les dejó rabia y duelo por lo que se expresan de  forma cruel y despiadada al carecer de control de sí mismos. “Explotan, vomitan y si medio cogen aire, es solamente para repetir su espasmódico comportamiento” como lo afirma el dramaturgo Chocrón y es esto lo que vemos en la escena en donde la dramaturga presenta a seres insatisfechos que quedan vacíos ante su fracaso. La escena final permite observar todos estos sentimientos cuando acota: “Diana se levanta y abre la puerta  para que se retire Andrés,  se vuelve  en la cama, tensa y en silencio. Se le ve frustrada” (p.49) Andrés sale desesperado y enfurecido y Bety llega a la puerta  después de haber tenido otra situación fracasada. “Se ve muy mal; el rímel corrido, despeinada, pálida… Agotada se aferra a la reja en señal de derrota” (p.49) Estos movimientos, expresiones y actitudes los deja inmersos en una profunda melancolía y desolación. Desearon amar pero fue solamente un deseo erótico insatisfecho. Los tres personajes perdieron porque no fueron conscientes de que su cuerpo no es algo etéreo sino que es una realidad que permite vivir y transformar los sentimientos de forma insospechada.
            Los tres deberán llorar su duelo para curarse las heridas aunque en esta obra tanto Diana como Andrés lo viven con violencia hasta dejar de ser dueños de sí mismos al ofenderse por no haber comprendido el lado íntimo de cada uno y haber roto los lazos que los unía.  En los tres personajes hubo una ilusión, un primer enamoramiento pero fracasó de inmediato porque se sentían seres autónomos que sin palabras se podían entender pero al estar incomunicados consigo mismos era evidente su final. En Andrés y Diana hubo afinidad, ilusión, deseo pero como afirma Butler, “Puedo quererlo y lograrlo por un tiempo, pero a pesar de nuestros mejores esfuerzos, el tacto, el olor, el sentido, la perspectiva o la memoria del contacto del otro nos desintegran” (Butler, 2009: 50) y eso es lo que les sucedió porque al momento de narrar sus fantasías se quedaron “Extáticos”, que significa literalmente, según Butler, “estar fuera de uno mismo, y puede tener varios sentidos: ser transportado por una pasión más allá de uno mismo, pero también estar  fuera de sí de rabia o de dolor” (Butler, 2009: 50) Esta cita nos permite comprender la situación de ambos. Hubo una pasión repentina debido a la conversación sobre sus fantasías eróticas pero no fue el momento adecuado por lo que ambos quedan fuera de sí y no saben cómo controlar su furia. En cambio Bety regresa destruida y angustiada pero sin violencia porque siempre ha vivido con dolor y angustia su frigidez y no está capacitada para controlar su decepción 
            Esta travesía fue de dos mujeres que luchan durante el tiempo dramático que delimita la autora, por apropiarse de su cuerpo y decidir el momento de placer sin la necesidad de tener un cuerpo masculino que marque el momento propicio porque ellas son las dueñas, pero transgreden o rompen con el orden establecido por la sociedad. Sin embargo ambas buscaban el amor pero no saben cómo conservarlo. Diana tomó una decisión que no estaba acorde con el orden masculino, transgredió pero fracasó al haber asumido un riesgo que Andrés no estaba preparado para afrontar. Bety fue la víctima débil,  incapaz de dialogar con las diversas relaciones que tuvo. Quiso ser una mujer libre, dueña de sí misma, autónoma sexualmente,  pero se quedó encerrada en un estereotipo de la mujer débil y carente de una  identidad definida, que solamente buscaba el sexo para olvidarse de sí misma pero solo le provocaba frustración. Butler afirma que estos personajes viven

con una particular vulnerabilidad, una vulnerabilidad ante el otro que es parte de la vida corporal, una vulnerabilidad ante esos súbitos accesos venidos de otra parte que no podemos prevenir. Sin embargo, esta vulnerabilidad se exacerba bajo ciertas condiciones sociales y políticas, especialmente cuando la violencia es una forma de vida y los medios de autodefensa son limitados. (Butler, 2009: 55)

Los tres son seres que aparentan ser conscientes de su derrota pero carecen de fortaleza para salir de ella.
            La tercera mujer es una obra que deja al lector espectador inmerso en la vida de estos personajes destruidos y sin salida  de ahí que la dramaturga acota al final que “Poco a poco irá disminuyendo la intensidad de las luces e irá brillando una especialmente sobre el vestido, que quedará por unos segundos iluminados, y luego vendrá el apagón final” (49)  Este momento nos permite observar que el vestido es el elemento simbólico de la obra de ahí que la autora pida que se ilumine para con ello demostrar que es la tercera mujer lo que busca el varón y el esquema no podrá cambiar de ahí que aflore la violencia, el duelo y la vulnerabilidad de los personajes. 
            Thais Erminy crea personajes femeninos con un alto sentido de erotismo porque son cuerpos jóvenes pertenecientes a la generación de los años ochenta, período de cambios en el teatro latinoamericano. Asimismo crea a un personaje masculino como es Andrés con un discurso de lo corporal altamente masculinizado que pretende determinar y condicionar el cuerpo de Diana obligándola a sujetarse a los parámetros y formas de pensar masculinas.

Referencias
Butler, Judith (2009). Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Argentina: Paidós
Citro, Silvia (2009). Cuerpos significantes. Travesías de una etnografía dialéctica, Buenos Aires, República Argentina: Editorial Biblos/Culturalia. 
Erminy Thais (1994). La tercera mujer y Wisky & Cocaina, Caracas, Venezuela: Edición de autor
Lozano, E. (2015) Sexualidades disidentes en el teatro. Editorial Bibllos Argentina.
Mizrahi, Liliana (1992). La mujer transgresora, España: Emecé Editores S. A.
Merleau-Ponty, M. (1993). Fenomenología de la percepción (1945), Buenos Aires: Planeta.
Vivero Marín, Cándida Elizabeth. “El cuerpo viejo femenino: una reflexión” en GenEros, Colima, Universidad de Colima, núm 16, año 21, p.p.59-75. 2015.

 

 
 
 
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