Rutas y andanzas de dos revistas literarias: Aurora Poética de Jalisco (1851) y El Ensayo Literario (1852)
Routes and wanderings of two literary magazines: Aurora Poetic of Jalisco (1851) and The Literary Essay (1852)
Recibido: 07/10/2016
Revisado: 10/11/2016
Aprobado: 17/11/2016
María del Socorro Guzmán Muñoz
Departamento de Letras
Universidad de Guadalajara (México)
msocorroguzmanm@gmail.com
Resumen
Este artículo aborda algunos aspectos de Aurora Poética de Jalisco (1851) y de El Ensayo Literario (1852), las primeras revistas literarias en Jalisco. En su momento fueron parte importante de la vida cultural de Guadalajara, en nuestros días para el investigador son piezas imprescindibles para reconstruir la historia de la literatura regional, en especial la escrita por mujeres. La aportación de este trabajo se basa en documentos localizados en bibliotecas y que permiten conocer la red de distribución de estas revistas decimonónicas así como los caminos que siguieron para poder llegar hasta sus lectores.
Palabras clave: Revistas. Literatura. Siglo XIX. Jalisco.
Abstract
This article discusses some aspects of Aurora Poética de Jalisco (1851) and El Ensayo Literario (1852), the first literary magazines in Jalisco. At the time they were an important part of the cultural life of Guadalajara, in our days to the current research are essential pieces to reconstruct the history of regional literature, especially that written by women. The contribution of this work is based on documents located in libraries and that allow us to find out the network of distribution of these nineteenth-century magazines as well as the paths they followed to reach their readers.
Keywords: Journals. Literature. XIX century. Jalisco.
El presente texto forma parte de un amplio proyecto que está en proceso: escribir la historia de las revistas literarias de Jalisco, y tiene como propósito dar a conocer información nueva sobre las dos primeras revistas literarias que hubo en la entidad, Aurora Poética de Jalisco y El Ensayo Literario. Entre otros aspectos, se presentan datos como el precio que tenían dentro y fuera de Guadalajara, los lugares donde podían adquirirse, la lista de suscriptores y el alcance geográfico que tuvieron. No se aborda su contenido literario, el cual ya ha sido estudiado en algunos textos a los que haremos referencia más adelante.
Las publicaciones periódicas son una valiosa fuente de información debido a que proporcionan datos sobre sí mismas, sin embargo el investigador se enfrenta constantemente al hecho de que su objeto de estudio ha llegado a nuestros días de manera parcial o incompleta. La carencia o deterioro de estos materiales suele ser el motivo del desconocimiento de datos relevantes sobre la vida y trayectoria de las revistas decimonónicas, situación que en ocasiones logra subsanarse con los hallazgos en archivos y bibliotecas.
En el caso de las revistas que hoy nos ocupan, la investigación documental llevada a cabo permitió localizar ejemplares sueltos que han venido a completar algunos vacíos que existían sobre estas publicaciones. Se trata del número 6 de Aurora Poética de Jalisco y el tres de El Ensayo Literario. Ambos conservan la portada que contiene información sobre las condiciones de producción, los precios y la red de distribución que tenían estas revistas, a la vez que apuntan algunas de las dificultades que enfrentaron para llegar a sus lectores.
Fue con la segunda mitad del siglo XIX que surgieron en Jalisco las primeras revistas literarias, producto de la activa vida cultural que había en la ciudad de Guadalajara, en gran medida impulsada por los jóvenes integrantes de la primera generación romántica, entre los que destacan Pablo Jesús Villaseñor (1828-1855), Miguel Cruz Aedo (1826-1859) y José María Vigil (1829-1909).
Aurora Poética de Jalisco (1851) y El Ensayo Literario (1852) desempeñaron un papel importante en la vida literaria jalisciense debido a que en ellas colaboraron muchos escritores de la época, y no fueron pocos los que dejaron sus primicias en esas páginas. En nuestros días, estas revistas son piezas indispensables para reconstruir no solamente la historia de la literatura regional sino también la de las publicaciones periódicas.
Aurora Poética de Jalisco (1851)
Aurora Poética de Jalisco fue la primera publicación jalisciense consagrada exclusivamente a la poesía y también, la primera en incluir composiciones escritas por mujeres. Fue una revista semanal que constaba de dieciséis páginas y su precio era de un real para aquellos que tuvieran suscripción. Si Aurora Poética apareció puntualmente cada semana, el primer número debió ver la luz el 19 de julio de 1851, ya que en el número trece de fecha 11 de octubre, se anunciaba que la primera época llegaba a su fin. En esa ocasión se entregó a los suscriptores una elegante cubierta con el propósito de que encuadernaran todos los números y así tuvieran la colección en un solo tomo. Cabe señalar que existía también la posibilidad de adquirir el tomo completo, ya encuadernado, por un precio de dos pesos o 16 reales en los diversos puntos donde estaba a la venta. Debido al sistema de suscripciones, Juan B. Iguíniz señala que a pesar de que Aurora Poética de Jalisco apareció periódicamente, “puede considerarse más bien como obra editada por entregas” (1955, p.72).
Al consultar el tomo de Aurora Poética de Jalisco, a primera vista no se aprecia que el pequeño volumen de poco más de 200 páginas está conformado por varios números, no hay nada que indique dónde empieza o dónde termina cada uno ni su fecha de publicación, además de que la paginación es continua. Es por esto que si el lector o el investigador no sabe que lo que tiene en las manos es la colección completa de una revista que se publicó semana a semana, puede confundirse y creer que se trata de un libro colectivo de poesía. Ha sucedido también que algunos que no lograron consultarlo, llegan a la conclusión de que se trata de un poemario del editor Pablo Jesús Villaseñor. Fue el caso de Manuel de Ezcurdia que además atribuyó la autoría del supuesto poemario a Clemente Villaseñor (2005, p.229). Con esta doble confusión es comprensible que Ezcurdia nunca hubiera podido localizar un ejemplar de Aurora Poética de Jalisco.
Como sucede con gran parte del material decimonónico, los escasos ejemplares que se conservan de Aurora Poética de Jalisco al parecer están incompletos. Me hace pensar esto el hecho de que se mencione la revista pero se omita el subtítulo, siendo que éste aporta información relevante sobre el contenido así como sobre el público destinatario de la misma: “Colección de poesías líricas de jóvenes jaliscienses, dedicada al bello secso de Guadalajara”. [1] Debe ser el caso del ejemplar consultado por Celia del Palacio, situación que explicaría el hecho de que la investigadora no consigne el subtítulo, el precio ni algunos otros datos de la revista (2006a, p.11). [2]
Por otra parte, la participación de la mujer en Aurora Poética de Jalisco va más allá de lo que sugiere el subtítulo, ya que las integrantes del llamado bello sexo no solo eran destinatarias de los poemas que ahí se publicaron, sino autoras de varios de ellos. Fueron siete las mujeres que vieron sus versos impresos en las páginas de esta revista: Josefa Sierra y Petra Gómez de Carmona; Soledad Pérez Maldonado que firmó con sus iniciales, al igual que Isabel Ángela Prieto; dos que decidieron ocultarse usando seudónimo: “Sofía” que resultó ser Ignacia Cañedo, mientras que no ha sido identificada quien firmó como “Zelima”, aunque se ha afirmado que se trataba de Isabel Ángela Prieto (González, 1987, p.113). Completa la nómina una joven que prefirió no firmar sus versos, por lo que éstos se publicaron de manera totalmente anónima. [3]
Los nombres de algunos de los colaboradores varones también se han perdido en el olvido y es probable que al igual que sucedió con algunas de las poetisas, luego de dar a conocer sus primeros ensayos poéticos en las páginas de esta revista, dejaron de escribir. Las composiciones publicadas ahí fueron firmadas por Aurelio Luis Gallardo, José María Vigil, Miguel Cruz Aedo, José de J. Camarena, Manuel Mancilla, Luis J. Susarrey, José Martín Pérez, Fermín G. Castro, Antonio Rosales, Epitacio J. de los Ríos, Francisco Quezada, Luciano P. Quirarte y por el editor, Pablo Jesús Villaseñor.
Contar con suficientes suscriptores era esencial para que las publicaciones decimonónicas lograran mantenerse con vida y Aurora Poética de Jalisco no fue la excepción. Sabemos que tuvo en Guadalajara 84 suscriptores, de los cuales 24 eran señoritas y 60 señores, lamentablemente no se sabe cuántos ni quiénes eran los foráneos debido a que la lista con sus nombres no llegó a tiempo. El hecho de que Pablo Villaseñor hubiera dado por concluida la primera etapa con la publicación del número trece, me hace pensar que tal vez proyectaba que la revista fuera trimestral, es decir, si cada tomo comprendía trece números y se publicaban cuatro, tendríamos las 52 semanas que componen un año. Pero es sólo una conjetura. Lo que sí es un hecho es que no hubo una segunda época debido a que no se reunieron suficientes suscripciones para continuar con el proyecto, toda vez que el mismo Villaseñor anunció que habría una segunda época siempre y cuando se contara por lo menos con 120 suscripciones. Al parecer no se pudo alcanzar esta cifra.
Además, como era costumbre en esa época, era posible adquirir las publicaciones periódicas en las alacenas o cajones que había en los céntricos portales de las ciudades donde, en medio de gran variedad de mercancía, se vendían revistas, periódicos e incluso libros. Martha Celis (2006, p.61) comparte la descripción que Lilia Guiot hace de estos expendios
Los cajones eran pequeños puestos que estaban sobre ruedas para transportarse con facilidad, y en los que se expedían variadas mercancías; las alacenas eran tiendas de mayor tamaño, estaban conformadas por anaqueles y armarios fijos, tenían mostrador para atender al público y puertas y, lógicamente, su mercancía era más abundante, además tenían en sus lados y al frente mesitas y otros recipientes vendimias y juguetes (2003, pp.439-440).
Era el caso, entonces, de que aquellos que vivían en Guadalajara y deseaban suscribirse a Aurora Poética de Jalisco podían ir a la tienda de Manuel de Ocampo, a la cerería de Francisco Berrueco, al cajón de Francisco Peredo o acudir directamente a la imprenta de Jesús Camarena, donde se editaba la revista. Dicha imprenta se ubicaba en el número 3 de la calle segunda de la Aduana, hoy calle Colón, en el centro de la ciudad y estaba a cargo de Colin Mac Coll. Cabe recordar que en los talleres de estas imprentas se solían vender las publicaciones que ahí se imprimían, además de que era posible también adquirir libros y revistas provenientes de otros puntos del país e incluso del extranjero (Gutiérrez, 2007, p.108).
Fuera de la capital de Jalisco, Aurora Poética se expendía en diecinueve puntos, tanto en poblaciones del interior del estado como fuera de éste. Estas localidades eran Aguascalientes, Colima, Cocula, Durango, Guanajuato, Jalapa, León, Lagos, México, Morelia, Puebla, Querétaro, Sayula, Santa Ana Acatlán (actualmente Acatlán de Juárez), San Juan de los Lagos, Tepic, Zacatecas, Zamora y Zapotlán el Grande.
Recordemos que por entonces el correo, con sus riesgos que no eran pocos, era un medio relativamente efectivo de comunicación entre las poblaciones. La ubicación de la capital de Jalisco representó una ventaja ya que a ella conducían los caminos de varios de los reinos que conformaban la Nueva España, por lo que se fue convirtiendo en un centro comercial desde tiempos de la Colonia. Las poblaciones donde se concentró el mayor número de habitantes, además de Guadalajara, fueron Lagos, Sayula, La Barca y Etzatlán -entre otras razones por su clima templado- lo que propició el desarrollo de ciudades medianamente importantes que se comunicaban entre sí por caminos regulares. De tal manera que para mediados del siglo XIX los carruajes que llevaban el correo pasaban por diversos puntos en los que podían entregar los ejemplares de Aurora Poética de Jalisco así como de otras publicaciones periódicas.
Para trazar el mapa de las diferentes rutas que seguía esta revista para encontrarse con sus lectores, hay que recordar que por el distrito de Lagos pasaba la ruta que unía a Guadalajara con El Bajío y la ciudad de México; por el de Etzatlán atravesaba la que conducía a Tepic y al puerto de San Blas, mientras que por Sayula cruzaba la que iba a Colima y Manzanillo (Historia de Jalisco, 1982, p.99). Sin duda la Feria de San Juan de los Lagos fue otro elemento importante en la dinámica comercial que facilitaba la circulación de mercancía por toda esta zona, ya que su radio de acción se extendía desde el Bajío hasta la costa del Pacífico y hacia el norte llegaba a ciudades como San Luis Potosí, Aguascalientes y Zacatecas (Del Palacio, 2007, p.172).
El Ensayo Literario (1852)
El Ensayo Literario surgió como órgano de difusión de la segunda asociación literaria que hubo en Jalisco, llamada La Falange de Estudio, fundada en abril de 1850 y que fue, de cierta manera, continuación de su predecesora, La Esperanza (1849). Varios de sus socios destacaron “en la política, en el foro, en la tribuna y en las letras” (Iguíniz, 1955, p.71), como fue el caso de Jesús López Portillo que en 1852 asumió el cargo de Gobernador de Jalisco y subvencionó la publicación del órgano oficial de los falangistas. Es por eso que de los talleres de la tipografía del Gobierno a cargo de José Santos Orozco, el día 15 de mayo de 1852 salió a la luz el primer número de El Ensayo Literario. Juan Bautista Iguíniz en su obra sobre el periodismo tapatío la describe como una revista semanal “de 24 páginas en cuarto mayor e ilustrada con bien acabadas litografías” que fue, además, una “amena e interesante publicación, una de las mejor presentadas que han circulado en Guadalajara y la primera que ornó sus páginas con ilustraciones” (1955, p.71-72). Sin embargo, la investigación realizada por Celia del Palacio no coincide del todo con lo dicho por el bibliófilo jalisciense. Ella afirma que El Ensayo Literario no se publicaba cada semana sino cada quince días, además de que “el volumen que se conservaba hasta hace poco [sic] en la Biblioteca Pública del Estado [de Jalisco] no contiene litografías ni huella alguna de que ahí hayan estado”. Y agrega que “no se encontraron tampoco las portadas” (1994, p. XI).
El hecho de que el número tres que hemos localizado conserve su portada con información hasta ahora desconocida, permite puntualizar algunos de los datos mencionados por estos investigadores. La fecha de publicación de este número es el 15 de junio de 1852, lo que confirma que la revista era quincenal ya que coincide con la periodicidad y fechas señaladas por Celia Del Palacio para los cinco números que alcanzaron a ver la luz: 15 y 30 de mayo, 15 y 30 de junio y, el último, el 15 de julio. Al ser el número tres de una revista de 24 páginas, las de este ejemplar van de la página 49 a la 72, acorde a la numeración continua que se daba a estas publicaciones periódicas coleccionables, tal y como se ha visto en el caso de Aurora Poética de Jalisco.
Con respecto a las ilustraciones, la portada del número tres tiene una bonita orla que enmarca los datos generales de la revista, en la contraportada -encuadrada también por una cenefa decorativa- se indica que “se acompañarán de vez en cuando algunas litografías o grabados”, anunciándose que en uno de los próximos números se incluirá el retrato de Fernando Calderón para colocarlo al frente de su biografía -escrita por Villaseñor y publicada en el número tres. Todo parece indicar que ya no tuvieron tiempo de hacerlo debido a que poco después -el 26 de julio de 1852- la administración encabezada por López Portillo sufrió un golpe de estado dirigido por Blancarte por lo que La Falange se desintegró, terminando de manera abrupta su existencia. La misma suerte corrió, como era de esperarse, El Ensayo Literario.
Esta revista -que tenía como propósito la instrucción del pueblo por medio de la literatura- logró mantenerse al margen de los temas políticos ofreciendo un contenido diverso e interesante ya que además de incluir trabajos en prosa y en verso, en sus páginas comparten el espacio composiciones de características neoclásicas con algunas de rasgos románticos (Del Palacio, 1993, 1994).
Un aspecto en el cual coincidieron Aurora Poética de Jalisco y El Ensayo Literario fue en incorporar a la mujer en sus proyectos, aunque lo hicieron de diferente manera. Como era común en este tipo de agrupaciones, La Falange de Estudio contaba con socios asistentes, socios honorarios y socios corresponsales, siendo la primera asociación en Jalisco en incluir mujeres en calidad de socias honorarias, categoría en la que solían ser incluidas las damas. Entre las socias honorarias de La Falange de Estudio se encontraban la jalisciense Josefa Sierra y la zacatecana Josefa Letechipía de González. Cabe mencionar el hecho sumamente tardío de que veinticinco años después -en la sesión celebrada el 11 de enero de 1875 en el Liceo Hidalgo de la ciudad de México- se aceptara el femenino de la palabra socio (Perales, 2000, p.135), siendo que el mismo Liceo tres años antes había extendido un diploma a Rosa Espino acreditándola como socia honoraria de esa agrupación. [4]
Entre la información nueva que localizamos sobre El Ensayo literario, se encuentra una nota que señala que en sus páginas solo escribían aquellos que eran socios de La Falange de Estudio. En esa calidad es que se publicaron en sus páginas composiciones de Josefa Letechipía de González y de Josefa Sierra y González. Considero que Isabel Ángela Prieto no era socia -como se ha afirmado- y que su poema titulado “A un convento” fue incluido en el número cinco de El Ensayo Literario con el propósito de demostrar la calidad de sus versos, toda vez que por error en el número cuatro se le habían atribuido unos de Josefa Sierra. Además, su nombre no está acompañado de la nota “socia honoraria”, como sucede con el de las otras poetisas aquí mencionadas.
Entre los datos que aportan los ejemplares localizados, quizá el más interesante es la lista de lugares donde se podían adquirir estas revistas, tanto fuera como dentro de la ciudad. En Guadalajara había que acudir con el propietario o encargado de algún comercio, con quien el editor había realizado un contrato a fin de que formara parte de esta red de distribución. Algunas veces esta persona encargada estaba relacionada de alguna manera con el mundo de las letras, por lo que no resultaba extraño que enviara colaboraciones propias, como hicieron los encargados de distribuir Aurora Poética de Jalisco en Colima, en San Juan de los Lagos y en la ciudad de México –Fermín G. Castro, Francisco Quezada y Epitacio J. de los Ríos, respectivamente- quienes remitieron poemas de su autoría para que fueran incluidos en las páginas de esa revista. De igual manera, a través de los encargados era posible enviar colaboraciones foráneas de terceras personas, siendo así como debieron llegar al editor de Aurora Poética de Jalisco las composiciones de poetisas residentes en Cocula y Sayula, poblaciones del sur del estado en las que existían centros de venta y suscripción.
Las personas encargadas de atender fuera de Guadalajara a los interesados en El Ensayo Literario, en su gran mayoría continuaban siendo las mismas que participaron en la distribución de Aurora Poética de Jalisco. La capital del país fue una de las cuatro ciudades en las que dicha persona había cambiado, ya no era el escritor Epitacio J. de los Ríos sino los escritores y periodistas españoles Niceto de Zamacois y Emilio Rey, ambos colaboradores de El Ensayo Literario y socios corresponsales de la Falange en aquella urbe. Al ser la ciudad que contaba con un mayor número de escritores, resulta comprensible que uno o dos de ellos fueran quienes desempeñaran el papel de intermediario de las publicaciones que llegaban del interior.
A pesar de su corta vida, la distribución que tuvo El Ensayo Literario fue amplia. En Guadalajara los interesados en suscribirse podían acudir a la tienda del señor Manuel de Ocampo -misma en la que un año antes era posible suscribirse a Aurora Poética de Jalisco- o a la Colmena, esquina de San Juan de Dios. Como era habitual, otro punto era la imprenta donde se editaba la revista, esta vez la del Gobierno del Estado. El precio de El Ensayo Literario era de dos reales para esta ciudad y dos y medio para fuera, franco de porte. Cabe señalar que al igual que en el caso de otras publicaciones decimonónicas (Celis & Almanza, 2003, p.54), el precio era el mismo si el destino era una población cercana del interior de Jalisco -como Zapotlán el Grande- o una mucho más lejana como el caso, por ejemplo, de Jalapa. No había proporción, como vemos, entre costo y distancia.
Treinta fueron las localidades dentro y fuera de Jalisco en las que era posible suscribirse a esta revista, un número considerable si tomamos en cuenta que un año antes Aurora Poética de Jalisco había llegado a diecinueve. Si comparamos ambas listas, vemos que El Ensayo Literario llegaba a las mismas poblaciones que su antecesora lo hiciera meses antes (a excepción de Santa Ana Acatlán) por lo que de cierta manera El Ensayo Literario recorría el camino trazado por Aurora Poética de Jalisco.
El siguiente cuadro muestra la ubicación de los centros de venta así como las personas encargadas en cada uno de ellos con el fin de observar la red de distribución que tuvieron estas revistas. Se puede apreciar que las doce poblaciones nuevas a las que llegaba El Ensayo Literario -salvo Veracruz- son del interior de Jalisco.