|
La lectura teológica de los escritos pertenecientes al último lustro de vida de Sor Juana Inés de la Cruz
The theological reading of the writings belonging to the last five years of life of Sor Juana Ines de la Cruz
Recibido: 23/08/2016
Revisado: 23/08/2016
Aprobado: 26/10/2016
Guillermo Schmidhuber de la Mora
Universidad de Guadalajara (MÉXICO)
Departamento de Letras
schmidhuberg@gmail.com
Resumen
Investigar la obra de Sor Juana Inés de la Cruz no es únicamente intento literario, sino también uno teológico; una culminación de su interés intelectual por la ciencia. Un importante pensador del siglo XVII influyó en su obra, el alemán Athanasio Kircher. Este estudio apunta a la comprensión sorjuanina de la teología como culminación del conocimiento científico y el subsecuente desencanto de no poder comprenderlo todo.
Palabras clave: Sor Juana Inés de la Cruz, Athanasio Kircher, Teología de la Belleza, Conventos novohispanos.
Abstract
To investigate sor Juana Inés de la Cruz´s works is not only a literary attempt, but also a Theological searchs; a culmination of her intellectual interest in science. An important thinker of the 17th century had influence on hers work, the German Athanasio Kircher. This study aims to understanding sorjuana´s theology as the culmination of scientific knowledge and the further disappointment of not being able to understand everything.
Keywords: Sor Juana Inés de la Cruz, Athanasio Kircher, Teology of Beauty, Convents of Nueva España.
Para alcanzar una mayor comprensión del final de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz es indispensable llevar a cabo una aproximación sobre la teología que la autora había desarrollado en forma privada y que dejaba escrita en sus autos, sus villancicos y también en su poesía. Al aproximarse el año de 1690 Sor Juana Inés de la Cruz vivía un período de excepción. Su comedia Amor es más laberinto había sido estrenada el 11 de enero de 1689; Inundación castálida había salido de una imprenta madrileña en 1689, que era el primer libro editado por una mujer de América en el Imperio español;[1] El Auto del Divino Narciso acababa de salir de su pluma y había deseos de imprimirla en México para poder representarla en Madrid; había dado el punto final a Primero sueño, largo poema que con 975 versos; había compuesto los Villancicos de Navidad que fueron cantados en la Catedral del Puebla de los Ángeles; se cantaron los Villancicos de San José el 19 de marzo, en Catedral de Puebla de los Ángeles, y el 15 de agosto los Villancicos de la Asunción, en Catedral de México. Fue en ese entonces cuando se distribuyó la Carta Atenagórica, sin el consentimiento de la monja, edición que incluía una misiva del obispo de Puebla con fecha 25 de noviembre de 1690 (Schmidhuber 2014 y 2016). Había cumplido veinte años de religiosa el 23 de febrero de 1689[2] y acaso la monja pensara en hacer una reflexión. ¿Cuál sería en su mente el balance de lo aprendido? Fue entonces que el obispo Fernández de Santa Cruz envió su carta ―la ahora llamada Carta de Puebla―, misiva que porta la fecha de 20 de marzo de 1691. Al no haber ningún asedio en contra de sor Juana ―suposición hoy desarticulada por la información veraz de los documentos de Puebla―, tampoco podría haber ningún castigo; ni ella era ninguna víctima, sino una mujer en plenitud, pero “despierta”, y la sociedad novohispana la admiraba y la Iglesia no establecía obstáculos para disminuir su libertad intelectual.
Al ser una creyente, sor Juana estimaba la Teología como la disciplina que estudia la persona de Dios, su naturaleza, atributos, carácter, revelación y propósitos. Cuando utilizaba el adjetivo ‘santa’, hacía referencia a ser ‘perfecta y libre de toda culta’ (Diccionario RAE), como en la Carta de Monterrey cuando afirma: “¿Había de ser santa a pura fuerza? Ojalá y la santidad fuera cosa que se pudiera mandar, que con eso la tuviera yo segura” (Tapia Méndez p. 39; Schmidhuber 2008). Nunca hizo referencia al segundo significado de santidad: En el mundo cristiano, se dice de la persona a quien la Iglesia declara tal, y manda que se le dé culto universalmente (RAE). Sor Juana fue altamente religiosa, como lo ha probado Benassy-Berling (1983), pero no experimentó el misticismo, es decir, el estado extraordinario de perfección religiosa que consiste esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones (RAE). Como testimonio están las 123 veces que menciona la palabra ‘Cristo’ en la Carta Atenagórica y sus 12 menciones en la Respuesta a sor Filotea de la Cruz. Sabía mucho, pero podría aprender más, sobre todo de la Teología Mística.
En su prosa religiosa abundan las consideraciones teológicas. En sus Ejercicios devotos para los nueve días antes de la Purísima Encarnación van intercalados párrafos que leídos en forma independiente alcanzar significación teologal:
Si el ser de Dios, por infinito, por inmaterial, por invisible, no es apropiado para nuestros rudos entendimientos, ni sabemos meditar las infinitas perfecciones de su inmutable, inmenso o inalterable ser (líneas 684-87).
¡Oh, no sólo qué admiración, pero qué ternura causa la consideración de este misterio [La Encarnación]! ¿Qué entrañas no se enternecen, qué corazón no se deshace y qué ojos no se humedecen al repetir: El Verbo se hizo carne y habitó con nosotros? ¿Qué nación hay tan grande que goce a sus dioses tan familiares como nuestro Dios se hace con nosotros? ¡Oh misterios de la Encarnación! ¡Oh encarnación de Dios y el hombre! ¡Oh unión, para nosotros la más feliz, de Dios y el hombre! ¡Oh bodas que el Rey Eterno celebra de su Unigénito con la naturaleza humana! (OC., vol. 4, líneas 1141-47).
En el primer texto, la teóloga elabora sobre la inefabilidad de la esencia divina y, en el segundo, sobre la relación del Dios trinitario con la humanidad, con acentuación de los elementos Cristológicos; la última exclamación resulta concomitante de Divino Narciso/Cristo enamorado del personaje Naturaleza Humana. Por otra parte, la voz prosística que ora llega a personalizarse con sor Juana, cuyos sentires son escritos en tres ocasiones: “Cuando esto pienso, no sé cómo tengo corazón para no gastar todos los instantes de mi vida en el servicio del Señor, que la crió [la Virgen María] para su gloria y nuestro bien: pues cuando no debiéramos a Dios, Señores y Señoras mías, más beneficio que haberla criado, no lo sirviéramos con todo el empleo de toda nuestra vida” (versos 781-90). Y más adelante agrega otra aparición de su persona: “No me cansara yo, Señores, en persuadir esto [el repudio a la mentira], que por sí se está persuadido, a no ver que esta fiera, legañosa y ruin culpa tiene tantos enamorados que hay personas que, sin necesidad alguna, sino sólo por costumbre, mienten, con grande pérdida de su reputación y lo que más es, con detrimento de su alma” (versos 956-62). Y una vez más: “Yo de mí sé decir que, si fuera posible conmutar las miserias de mi naturaleza humana con los privilegios y perfecciones de la angélica, perdiendo la elación que tenemos de parentesco con María Santísima, no lo admitiera, aunque pudiera, atengo a este respeto y a los que estimo y aprecio en toda mi alma el ser de su linaje” (versos 994-00). Un texto como guía para orar con tres asomos de cabeza de sor Juana.
Otra oración escrita por sor Juana en prosa es el Ofrecimiento para el santo rosario de quince misterios que se ha de rezar el día de los Dolores de Nuestra Señora la Virgen María, está conformada de quince textos que deben ser intercalados mientras se reza el rosario mariano ―quince veces 10 avemarías y padres nuestros― el ‘Viernes de Dolores’, festividad celebrada una semana antes del viernes en que se rememora la crucifixión. Este festejo sigue teniendo arraigo en países que pertenecieron al Imperio español y está centrado en el papel de la ‘madre’. En México se titula ‘El incendio de Dolores’ y consta hoy de la visita a un altar montado especialmente con la escultura de la ‘Dolorosa’ en medio de infinitud de velas y flores; con plegarias sobre el protagonismo que ocho días más tarde va a tener la Madre en la ‘Pasión’. La oración sorjuanina consta de breves textos cuyo emisor es la persona/grupo rezante y el receptor es la Virgen María; las palabras premonizan la pasión de Cristo una semana antes desde la visión de su madre: del retiro de sus vestiduras al enterramiento y visita póstuma de la madre al Cenáculo (once textos); además de cuatro oraciones sobre la salvación por la intermediación de María de aquéllos que habían de morir sin bautismo, de los herejes, de los cristianos réprobos y de los pecados de los justos. Indudablemente es la cumbre de la ‘alabanza mariológica’ de la pluma de sor Juana, con oraciones que también indagaban teológicamente. Toparnos con la presencia viva de sor Juana en estos pasajes es, indiscutiblemente, una sorpresa y un privilegio. Estas dos oraciones de sor Juana fueron editadas en el México imperial en varias ocasiones, lo que es prueba de su popularidad.[3] El Ofrecimiento para el Santo Rosario es importante hoy desde la perspectiva teológica feminista porque presenta la pasión de Cristo a través de la mente de la Madre.
Las lecturas de Sor Juana de la Patrística fueron amplias, lo sabemos por su multitud de citas. Su visión teológica fue considerada ortodoxa porque sus escritos teológicos no tuvieron objeción al ser publicados; y así continúa hodierno. La Cristología sorjuanina presenta a la segunda persona de la Trinidad con todas las características de un humano, tanto que Cristo se enamora místicamente del género humano; es decir, esta autora sobrepasa a los evangelistas y a los escolásticos que están mayormente interesados en la redención y el perdón, al proponer el amor correspondido de dos seres de distinta esencia, Cristo y la humanidad, con todos los atributos del amor humano, tanto de ese amor divino como de su correspondencia. El concepto de la Inmaculada Concepción de María fue altamente apreciada por sor Juana, tanto que llegó a prometer un quinto voto jurando la creencia y el deseo de defensa de la Inmaculada Concepción ―además de los de pobreza, castidad, obediencia y clausura―, en una ceremonia llevada a cabo en el convento de San Jerónimo en compañía de sus hermanas, el 18 de diciembre de 1686; existe el documento hasta el día de hoy e incluye la firma de sor Juana, por cierto, no entre las primeras firmantes.[4] La Iglesia Católica declaró dogma a la Inmaculada Concepción con la bula Ineffabilis Deus, bajo el papado de Pío IX, el 8 de diciembre de 1854. Otro aspecto de la Cristología sorjuanina es su preferencia de presentar el concepto de la glorificación de Cristo y no su imagen sufriente de la crucifixión. Más un Cristo glorificado y humanizado que uno martirizado. Sigue en esto al júbilo sugerido por San Agustín: Cantadle con júbilo, como se mencionó párrafos arriba.
A través de los siglos, la ascética cristiana ha presentado varias vías de acercamiento místico a la Divinidad, partiendo de la “ejemplaridad divina” propuesta por la Teología medieval de origen agustino ―su pináculo fue san Buenaventura― que afirma que Dios es el eterno modelo de todo lo existente. Tradicionalmente, la Teología cristiana ha considerado tres cualidades transcendentes de la divinidad: la unicidad, la verdad y la bondad; mismas que ofrecen tres vías teológicas: 1) La vía hacia el Dios Uno, que propone la relación humana con el Creador y en la Trinidad con la figura del Padre ―los exponentes principales son Plotino y el neoplatonismo―; 2) La vía de la Verdad para aproximarse a la Suprema Verdad―como en Santo Tomás―, que para algunos exégetas es la aproximación al Hijo; y 3) La vía de la bondad para aproximarse a la Suprema Bondad —como en San Buenaventura y San Francisco de Asís―, y que para algunos teólogos está más cercana del entendimiento del Espíritu Santo. Así los caminos de perfección se habían condicionado a sólo tres de los múltiples atributos que los humanos pueden conocer de la Divinidad (Schmidhuber 2016).
El camino de lo estético para llegar a comprender la suprema hermosura fue apuntado por el padre George H. Tavard, en su libro Sor Juana Inés de la Cruz and the theology of Beauty. The first Mexican Theology, al afirmar que la monja fue la primera teóloga de la América continental y la primera exégeta mujer que propone la belleza como camino de perfección para acercarse a la suprema hermosura de Dios.[5] Este aspecto sorjuanino ha sido también estudiado por Pamela Kirk, en su libro Sor Juana Inés de la Cruz, Religion, Art, and Feminism, en su capítulo titulado “En número incontable: La tradición de la mujer sapiente”, y cita en el epígrafe capitular el siguiente texto de sor Juana: “Bien que yo procuraba elevarlo cuanto podía y dirigirlo a su servicio, porque el fin a que aspiraba era a estudiar Teología, pareciéndome menguada inhabilidad, siendo católica, no saber todo lo que en esta vida se puede alcanzar, por medios naturales, de los divinos misterios” (Respuesta a sor Filotea de la Cruz, líneas 300-05).
Lisa D. Powell, en su libro Inconclusive Theologies: Sor Juana Inés de la Cruz, Kierkegaard, and Theological Discourse, acepta las argumentaciones de los diversos géneros literarios en la disciplina teológica y propone la obra de Sor Juana —poesía, drama y particularmente la epístola— como medio apropiado para el discurso teológico reflexivo; esta proposición constituye una apertura al canon teológico y una contradicción a la Teología tradicional; sin embargo, esta nueva visión permite alcanzar conclusiones teológicas antes insospechadas (2013):
Su Carta Athenagórica es lo más parecido a un Tratado teológico que tenemos de Sor Juana, pero incluso esto, con sus puntos de vista acentuados en la forma apropiada de afirmaciones teológicas y sus argumentos perceptivos sobre el amor de Cristo, está escrito como una carta. De esta forma, está escrito a una persona en particular, con salutaciones y saludos, elementos personales que reconocen la otredad y la libertad de la racionalidad del otro y la invitación inherente al diálogo—características de una carta. (1975, p. 32; traducción mía)
Powell privilegia la Teología indirecta —en concordancia con Kierkegaard—[6] que reconoce el grado de sabiduría alcanzada y también las lagunas teológicas debidas a la falta de información o a las limitaciones lingüísticas para expresarlas verdades, por eso algunos teólogos como Agustín de Hipona y Tomás de Aquino recurrieron a analogías y parábolas, ya que la palabra no expresa lo que ha sido calificado de inefable. A partir del des/conocimiento socrático de la im/posibilidad de la sabiduría total, debe alcanzarse una humildad epistemológica que permita hablar y que obligue a escuchar, no importa el grado de poder del hablante, ni del escuchante, sino sólo la significación interiorizante del discurso. Sor Juana cree que las ideas sobre Dios deben ser comunicadas con apertura, y no en posturas combatientes; y que las discusiones teológicas deben proceder con paciencia y tolerancia. Sor Juana arguye que el discurso religioso debe tomar en cuenta la humildad epistémica, un punto de partida que no se fundamenta en la posición de la mujer, de quien la modestia y la gentileza ha sido considerada tradicionalmente como ‘femeninas’, sino por lo limitado del conocimiento de lo divino, es indispensable reconocer la libertad del otro, no con coercitividad o comunicación mono direccional que impida el verdadero conocimiento cristiano, el cual llega a través de la apropiación personal del discurso del otro y la internalización persuasiva del mismo (Powell p. 139-40). El discurso Vieyra niega estos requisitos y pretende ser totalizador y monoglósico; contrariamente a la Carta Atenagórica que se acerca a la Teología inconclusa y a la humildad epistémica. La Divinidad no es mencionada ni una sola vez en Primero sueño, este poema es un discurso sobre la im/posiblidad de alcanzar la sabiduría con sólo la razón humana. Los símbolos y los relatos que aparecen a lo largo poema son personajes míticos que no cumplieron con su cometido, como Ícaro y Faetón, o apariciones femeninas como Nicteme o los tres murciélagos que fueron una vez tres hermanas que no celebraron a Baco, o como la Torre de Babel que es símbolo de la desmedida ambición intelectual, etc.; símbolos todos para afirmar las limitaciones del pensamiento racional. Este sendero teológico fragmentario es calificado por Powell de “Inconclusive Teologies”, expresión que da título al libro.
Sor Juana otorga voz a diferentes estancos de la sociedad virreinal: el indio/la india, el criollo/la criolla, el negro/la negra, los/las peninsulares, voces en castellano y en diversos acentos españoles, náhuatl, acentos de origen africano, etc., es decir, la poliglosia que integra diversas lenguas en un núcleo geográfico; y la heteroglosia que es la integración de diversas maneras de hablar una lengua en la Nueva España por personas pertenecientes a diversos estancos sociales. El teatro de sor Juana es notable por su poliglosia (castellano, vasco, nahual) y su heteroglosia (damas y caballeros, criados, indios, negros), especialmente en sus villancicos y sus autos.
En la Teología de la Hermosura de sor Juana hay tres niveles de comprensión: Primero, el entendimiento de lo hermoso por sí mismo; Segundo, desde la perspectiva teologal, la hermosura observada es espiritual, aun cuando ésta fuera física porque guarda relación con la Gracia, que para sor Juana no es otra cosa que el amor; y Tercero, la Glorificación de Dios manifestado en la creación. Su concepción de hermosura queda clara en el Encomiástico poema a los años de la Condesa de Galve:
|
|
|
Sor Juana no muestra dificultad para pasar del amor humano al divino, porque sigue un mismo paradigma, tanto para cantar a su divina Lysi que a la Vírgen María. Todo la conduce a la hermosura de Dios. Así lo hermoso, el amor y la gloria son las tres mansiones de la Teología sorjuanista (Tavard 1991, p. 208). Como la autora no puede referirse a lo divino por las limitación de las palabras humanas ordinarias, aun si recurre a la poesía y, entre los tropos literarios, el preferido es la hipérbole que, más que exagerar, expone las significados en su máxima esencia, porque sabe que todo vocablo está limitado por la Teología negativa: “Me acerco y me retiro:/ quien sino yo hallar puedo/ a la ausencia de los ojos/ la presencia de lo lejos” (OC., 1, p. 203).
“Óyeme con los ojos” (OC., 1, p. 146). Sinestecia mágica que permite a la décima Musa acogerse libremente a la mitología grecorromana y a la azteca, para fundamentar sobre ellas la fe cristiana, y hasta recurrir a la mitología egipcia vía su admirado Athanasio Kircher; todo para la creación de nuevos mitos que ilustren lo inexpresable, como el que propone que Cristo es Narciso sin que lo sea del todo; ni Neptuno es Dios, ni Lysi es la divinidad. Sus medios son los literarios que proponen en el mejor de los casos analogías míticas ―y hasta místicas― para poder explicar lo inefable de la Divinidad.
Sor Juana ha sido citada en Imistici dell’Occidente, de Elémire Zolla, un libro sobre personas que han vivido un camino místico de la perfección; este especialista italiano propone a sor Juana como mística, junto a Blaise Pascal, san Ignacio de Loyola, Miguel Serveto, santa Teresa de Jesús, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, santa Rosa de Lima y otros. Cita como prueba los románces místicos de la monja de San Jerónimo: “una fase última de amor divino, cuando ése se despoja de la necesidad e incluso del deseo de ser correspondido”. Tres Romances ejemplares para conocer el camino de perfección recorrido por sor Juana: “Traigo conmigo un cuidado…”, “Amante dulce del alma…” y “Amante dulce del alma…” (OC., 1: romances núm. 56, 57 y 58).[7] Estos tres poemas fueron editados en forma postrera en Fama y obras posthumas (1700), por lo que es posible suponer que éstos y otros fueron los últimos que escribió la monja, acaso los guardadores de sus últimos sentires. Mementos místicos de una escritora que se embelesaba con el aprecio íntimo de ser ‘Esposa de Cristo’. La máxima explicación al enigma de sor Juana está patente en la siguiente cuarteta: “Luego no necesitabais/ para ver el pecho mío,/ si lo estáis mirando sabio,/ entrar a mirarlo fino/.” En una palabra, más vale la fineza que la sabiduría.
Ahora sabemos con documentación histórica que no hubo un asedio en contra de sor Juana. En el pasado, al pretender explicar el final de la monja sin contar con documentos fehacientes, algunos sorjuanistas recurrieron a conjeturar los años finales de la monja y propusieron desaciertos. Octavio Paz escribió que las trampas que le puso la fe la convirtieron en una “delirante penitente” (1994, p. 540). Totalmente falso. Desde 2010 los estudiosos de sor Juana hemos contado con información histórica que presenta a una mujer y una monja en plenitud (La Carta de Puebla y otros documentos). El sorjuanismo hodierno debe evitar la ‘deshistorización’ de la vida de sor Juana; no es posible entenderla bajo la óptica del mundo actual, su figura debe ser esclarecida dentro de su propia circunstancia histórica. En vida de sor Juana, la religión no era asunto de la conciencia individual; ni la vida monacal era considerada un espacio de escapismo ni de tortura. Lo social era entendido con más cercanía a la colectividad que al individuo; no había controversia entre el poder civil y el eclesiástico; la laicicidad no era categoría obligada; ni menos se vivía la sexualidad con la liberalidad actual. Si sor Juana hubiera vivido hoy, sería diferente de lo que fue; vivió en el siglo XVII y no hay cómo eludir este hecho.
El último lustro de la vida de sor Juana fue un periodo de reflexión de la monja para orientar su rumbo y proseguir por caminos de búsqueda teológica, pero con mayor sabiduría que la alcanzada anteriormente, al haber ascendido un peldaño más en la escala que conducía ala cúspide de la Mística Teológica. Todo dentro de una fe imperturbable en el Dios Supremo pleno de hermosura. Al principio, la literatura escondía el interés teológico de la monja, pero al final sólo le importó el estudio de la Teología. Cualquier otro escenario resulta hoy custionable; únicamente los documentos hablan, todo lo demás es ahora tan ficticio como falso.
Referencias
Benassy, M. (1983). Humanismo y religión en Sor Juana Inés de la Cruz. México: UNAM.
De la Cruz, S. J. (1951-57). Obras completas, 4 vols. Ed., de Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salceda. México: Fondo de Cultura Económic. Citado como OC. más el número de volumen correspondiente.
Kirk, P. (1998). Sor Juana Inés de la Cruz: Religion, Art, and Feminism. New York: Continuum Publishing Co.
______ “Beauty And Love of God in the Work of Sor Juana Inés de la Cruz and Juan Eusebio Nieremberg, S. J.” (Inédito).
Powell, L. (2013). Inconclusive Theologies: Sor Juana Inés de la Cruz, Kierkegaard, and Theological Discourse. Georgia, EUA: Mercer University Press, 2013.
Schmidhuber, G. (2008). Los cinco últimos escritos de Sor Juana. Hallazgo de Protesta de la fe y renovación de votos. México: Instituto Mexiquense de Cultura. Con la colaboración de Olga Martha Peña Doria.
_______ (2013). De Juana Inés de Asuaje a sor Juana Inés de la Cruz. El libro de profesiones del convento de San Jerónimo de México. México: Instituto Mexiquense de Cultura. Con la colaboración de Olga Martha Peña Doria.
_______ (2016). Teatro y Teología: Los tres Autos sacramentales de sor Juana Inés de la Cruz. México: Universidadd Claustro de Sor Juana y Bonilla Artigas Editores.
Soriano A. (2010). “Carta de Puebla”, en Sor Juana Inés de la Cruz: Doncella del Verbo. Hermosillo: Garabatos.
_______ (2015). Sor Filotea y Sor Juana. Cartas del obispo de Puebla a Sor Juana Inés de la Cruz. Toluca, Fondo Editorial Estado de México.
Tapia A. (1993). Carta de sor Juana Inés de la Cruz a su confesor. Autodefensa Espiritual.Monterrey: Producciones Al voleo El Troquel.
Tavard, G. (1991). Juana Inés de la Cruz and the Theology of Beauty. The first Mexican Theology. London: University of Notre Dame.
Zolla, E. (1963). Los místicos de occcidente IV, España: Paidós Ibérica, 2000. Traducción de I mistici dell'Occidente. Italia: Garzanti.
____________________________________________________
1. En Nueva Inglaterra hay que citar a Anne Bradstreet (1612-1672), quien nació en Northampton, Inglaterra; su padre y su esposo fueron gobernadores de Massachusetts a donde emigró en 1630; fue madre de ocho hijos; fue llamada también “la décima musa” en la publicación de su poesía: The Tenth Muse Lately Sprung Up in America (Londres, 1650); primera publicación de una mujer viviendo en el nuevo continente. Además hay que nombrar a Marie de l´ Incarnation (1599-1672), nacida en Tours, Francia; fue casada, madre de un hijo y viuda a los 19 años; ingresó en el convento de las ursulinas en 1631 y viajó a Nueva Francia, en donde vivió hasta su muerte en Quebec; escribió diccionarios para los indios algonquin e iroquois; sus cartas constituyen un documento histórico del Canadá colonial; se le considera fundadora de su país adoptivo y con su efigie una escultura fue colocada en el parlamento de Quebec; fue canonizada por el papa Juan Pablo II (1980). Tres mujeres escritoras en el mismo siglo pero en geografías diferentes: Juana Inés en Nueva España, Anne en Nueva Inglaterra y Marie en Nueva Francia (Tavard: 1). Sin embargo, únicamente la monja de México había nacido en América.
2. La fecha del ingreso de sor Juana al convento de San Jerónimo fue el 6 de febrero de 1668; es decir, setenta días después de su salida del convento Carmelita (28 de noviembre de 1667), pero su profesión fue un año después el 23 de febrero de 1669 (Soriano 2010, pág. 138-39).
3. Ejercicio de la Encarnación fue editado antes de 1691; igualmente Ofrecimientos para el rosario; la misma sor Juana lo informa en Respuesta a sor Filotea (“Se imprimieron con gusto mío por la pública devoción, pero sin mi nombre” líneas 1390-91); Abreu apunta la popularidad de ocho ediciones antiguas entre 1691 y 1804 (1934: 252-55). Tardíamente ambos textos fueron incorporados al volumen princips III, en sus ediciones de 1701 y 1725.
4. Agradezco al padre José Gerardo Herrera la información al respecto del Voto y juramento de la Inmaculada Concepción en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México. Siglo xvii al xix, (Centro de Estudios de la historia de México CARSO, 2011). Con estudios preliminar de Manuel Ramos Medina.
5. George Henri Tavard (1922–2007) perteneció a orden de los Agustinos de la Asunción y fue autor de numerosos libros sobre la historia de la teología, el ecumenismo y la espiritualidad. Nació en Nancy, France, y fue ordenado en 1947. Estudió su doctorado en teología en Lyon. Emigró a los Estados Unidos en 1952. Sus intereses fueron el ecumenismo entre el cristianismo protestante y católico, el rol de la mujer en la iglesia con la aceptación de su derecho a la ordenación. Sus documentos están conservados en la Universidad de Marquette. Su libro Juana Inés de la Cruz and the Theology of Beauty. The first Mexican fue determinante para el presente apartado (1991: 184-217).
6. No debe sorprendernos como exageración la comparación de sor Juana con Kirkegaard, como lo expresa Powell, ya Dorothy Schons la había comparado con Blaise Pascal, ver G. Schmidhuber, Dorothy Schons, la primera sorjuanista (Argentina: Dunken, 2012): 22-3.
7. Biblioteca Cervantes Virtual. Ed. Margo Glantz.
|
|