Breve historia intelectual de la otra historia de la filosofía: o Las mujeres, de la Grecia antigua hasta finales del siglo V, en la cultura occidental Brief history intellectual of the other history of the philosophy; or them women, of the Greece ancient until the end of the 5th century, in the culture Western Eduardo Quintana Salazar Recibido: 23/02/2017
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Me pregunto si reservamos ¿Por qué no superar ahora sus prejuicios, Y tantas mujeres conocedoras
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Introito Cabe recordar que varias de ellas, empezaron a buscar por su cuenta, en internet, datos sobre Hipatia; además de pedir referencias bibliográficas para consultar en la red de bibliotecas de nuestra universidad y/o poder comprar algunos libros. Al mencionarles que sor Juana Inés supo de ella aun y a pesar de su entorno y la cultura inquisitorial novohispana se interesaron por leerla a ella también. Pero no era suficiente, querían saber más, querían más información sobre sor Juana Inés e Hipatia o sobre centros de consulta sobre ellas; y repito, no se asumen como feministas, sólo son mujeres que quieren saber más sobre mujeres dedicadas al conocimiento sin más. Es muy legítima su inquietud y curiosidad porque de ello viene este presente texto que se espera sea punto de partida para sus futuras investigaciones y publicaciones. Esas inquietudes me han hecho buscar en diversos archivos del país y en bibliotecas digitales del mundo, por medio de internet, para poder ayudar en sus inquietudes pues a ellas -y a las interesadas- les corresponde el gran trabajo de recuperar esa parte de la historia. He identificado algunas obras de los siglos XVI al XIX que deberían publicarse en facsímil [2] o escanearse para su consulta en red-como algunas ya se están realizando en bibliotecas digitales de otros países-. Para algunos filósofos, la historia de la filosofía debe partir de lo conocido para llegar a lo desconocido. Esa labor le corresponde a usted, amable lector, y las nuevas generaciones de investigadores profundizar sobre la presencia de la mujer como amiga, discípula, docente, esposa, hija o nieta de los filósofos o siendo ella misma una filósofa, reflexiva en todos los casos, creadora, autónoma e independiente. Por ello, “de” será utilizado a manera de referencia -inicial, para poder ubicarlas- en su entorno e ideas propias. Además de dedicarse a la filosofía, algunas además lo hicieron con las letras y otras disciplinas de conocimiento, como la medicina, las matemáticas y la astronomía, entre otras. Desde la Grecia antigua y hasta el período romano, se reportan los nombres de algunas mujeres filósofas, para su clasificación inicial seguimos la propuesta de Gilles Ménage (1690) además de un recorrido cronológico para mayor comprensión del amable lector [3]. Desarrollo Como se debe proceder de lo conocido a lo desconocido, que mejor que recordando algunas reflexiones de Simón de Beauvoir que expuso en El segundo sexo (1949), al afirmar que por mucho tiempo dudó de escribir un libro sobre la mujer -lo que ha sido nuestro caso- pues afirmaba que el tema era irritante sobre todo para las mujeres; y a casi setenta años no es nuevo. En ese lapso de tiempo siguen acontecido muchas acciones a favor y en contra de las mujeres, de hecho, la violencia contra la mujer ha crecido mucho en los países llamados occidentales [4], a principios del siglo XXI. Lo que sí tiene en común esta filósofa con algunas estudiantes de filosofía actuales es que al opinar en aula, en un foro o auditorio, las cuestionan por ser mujeres, [5] y llega a ser nefasto.
Desde la perspectiva del hombre, acusa Beauvoir, éste define a la mujer en sí misma no como un ser autónomo sino en relación a él: “El hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre” (2013, p. 18). Ella termina siendo lo que el hombre decida que sea, se lamenta, y tiene razón, pues eso sigue ocurriendo por muchos años, inconscientemente, y con ello se han excluido de las historias de la filosofía, a las mujeres. Se pregunta: “¿De dónde le viene a la mujer esta sumisión?” (Beauvoir, 2013, p. 20) Una pista a dicha respuesta pretende ser este escrito al rescatar brevemente a algunas filósofas se comprenderá la acción violenta-social del hombre y la comunidad contra las mujeres. Por ello se entienden las palabras de la existencialista: “el hombre no ha liberado socialmente a la mujer” (Beauvoir, 2013, p. 22). Interroga a todos: “¿cómo inició esta historia?… ¿De dónde proviene que este mundo siempre haya pertenecido a los hombres y que solamente hoy empiecen a cambiar las cosas?” (Beauvoir, 2013, p. 23) Ensaya una posible respuesta cuestionando a la misma tradición filosófica milenaria así:
Se queja y demuestra que en el siglo XIX se recurrió a la ciencia biológica para justificar la inferioridad de la mujer. A su vez, reconoce que algunos filósofos, entre ellos Diderot o Mill, encaran con objetividad la demostración que la mujer es un ser humano igual que el hombre. Si bien, ella omite los nombres de filósofos de la tradición greco-romana, reconoce que en ese tiempo la tradición filosófica era respetuosa con la mujer, pero comenta que ya tenía sus enemigos, en algunos como Juvenal, con el pretexto de que algunas de ellas eran hetairas, las reprende así:
Sin embargo, a lo largo de la misma historia, y con la llegada del renacimiento italiano, destaca esta filósofa, que los hombres que se adhieren a ella asumen no-distinción-de-sexos, así las mujeres empiezan a tomar terreno en la política, medicina, las artes y en la misma filosofía. Re-nace de manera abierta en la modernidad, destaca la defensa y vínculo de algunos filósofos con las mujeres de su entorno -como Leibniz, Cartessio o Fontenelle por medio de cartas y textos didácticos-. Algo pasó dentro de la tradición filosófica, que en sus orígenes y por mucho tiempo tuvo en sus filas a la comunidad femenina, pero en otro momento se opondrán a ellas, expulsándolas de dicha tradición por varios siglos, excepto las comunidades que continuaron cultivando la filosofía en la clandestinidad como expone Onfrey en su Contrahistoria de la filosofía, Tomo II (2010). Así, sostiene Beauvoir, que hay que volver a esa filosofía, mentalidad y tradición que no hacía distinción de sexos y que vuelva a permitir a la mujer satisfacer todos sus deseos intelectuales y físicos, incluidas sus aventuras sexuales felices, está última libertad sigue sin ser reconocida en nuestros tiempos, afirmaba, ya que “si hace uso de ella, se arriesga a comprometer su reputación, su carrera, al menos, se le exige una hipocresía que le pesa mucho” (Beauvoir, 2013, p. 682). Esa hipocresía desaparecerá, sostiene, cuando se toma la acción de abolir la esclavitud de la mitad del género humano se revelará la auténtica y verdadera significación de la mujer, y la de la pareja humana. Aquí es donde pesa la tradición por los problemas que plantea la singular naturaleza del erotismo femenino: “Para la mayor parte de las mujeres, como también de los hombres, no se trata sólo de satisfacer sus deseos sino de conservar su dignidad de seres humanos satisfechos” (Beauvoir, 2013, p. 683). Para ella, la recuperación y acción de la filosofía, sin distinción de sexos, puede llevar al disfrute sano de la sexualidad humana como el culmen del gozo y triunfo de la existencia, ya que: “En la sexualidad se materializarán siempre la tensión, el desgarramiento, el gozo, el fracaso y el triunfo de la existencia” (Beauvoir, 2013, p. 724). Por eso debemos volver a esa filosofía, a cambiar las maneras de aproximarse y enseñar la filosofía actual, así como las mismas humanidades, sí queremos aportar al proceso de igualdad entre hombres y mujeres:
Con dichas recomendaciones, y antes de adentraros en la tradición griega, es necesario exponer la reflexión inicial que hace Jones al texto Las 1001 historia de la Historia de las Mujeres (2000), ya que ella ve con optimismo que la historia de las mujeres ya no sea tan olvidada, así que propone al lector, se interese más por conocer sobre las acciones femeninas, a lo largo del pasado de la humanidad:
Aunque no filósofas, en el sentido técnico que se le suele atribuir a la palabra, destacan algunas mujeres, como la famosa reina de Saba, de nombre Balkis, en el siglo X a. C, en algún momento pareja del rey Salomón. Carrillo (1627) menciona que Herodoto la llamó Nitocre; los griegos, Sibila; otros la llamaron Cantuce o reina Candinee de Etiopía. Según su investigación los dominios de dicha reina estaban en Etiopía y en Arabia; que en esa zona gobernaban las mujeres y no los hombres. Ella gobernó por más de sesenta años. Salomón abandonó a su primera mujer, Nama, hija de Pharon, esposa oficial. Refiere, qué para algunos, Cristo la mencionó en varias ocasiones ante el rechazo que sufrió de su mismo pueblo, al decir que la reina de Saba escuchaba al rey Salomón por su deseo de conocer al verdadero Dios. Pero Carrillo cree que fue por el interés de si Salomón era el Mesías, por eso le llevó oro, piedras preciosas, muchos regalos más de sus reinos, así como un gran ejército, como nunca se había visto en Jerusalén. A cambio, ella aprendió los secretos de las plantas y animales, de la virtud de las piedras, de medicina y astrología. Se menciona que tuvo un hijo con Salomón, del que descienden los negros Abiscinos, pero cree Carrillo que eso es sólo una fábula. También se instauró la leyenda de que la reina de Saba mandó hacer la cruz en que debía morir el Mesías y que fue escondida hasta ese momento. En ese tiempo, también destaca Semíramis, reina fenicia del siglo IX a. C, que al fallecer su esposo tomó el reino, famosa por vencer a los medos y caldeos; introdujo en su reino algunos principios de la religión babilónica. También destacan las aristócratas chinas o Fu, del siglo XVII a. C, que podía participar activamente en la política, a su cargo estuvieron los ejércitos de sus reinos, así como múltiples organizaciones civiles, supervisaban la agricultura, la religión y el pago de impuestos. Carrillo como parte de la tradición europea naciente de rescatar la vida y virtudes de las mujeres célebres de su tiempo o de la historia, se da a la tarea de reconstruir la vida de destacadas mujeres que aparecen en el antiguo testamento [6], y aunque trata de rescatar sus virtudes abre nuevas puertas a la misma interpretación de dichos textos sagrados, así como para repensar la vida en general de las mujeres allende los valores de su tiempo. Por ejemplo, reconoce y justifica la bigamia de algunos personajes del pasado, mujeres que fueron reinas, profetas y jueces, destacadas solteras -que se supone eran mal vistas-, mujeres extranjeras a las que Dios pidió ayuda, sacerdotisas o rameras, etc. La influencia, sobre el pueblo griego, no sólo fue de origen sino también de grandes tradiciones como la egipcia, babilónica, árabe, persa o hindú, entre otras, que fueron marcando el camino sobre las diversas maneras de vivenciar la presencia femenina en sus reinos, sobre todo a través las prostitutas extranjeras, la prostitución sagrada adaptada a sus creencias religiosas, así como la irrupción de las hetairas y sus múltiples manifestaciones. Dos muy concretas: la magia de las danzas a través de varios reinos, así como la educación femenina desde el Kama Sutra hindú, diluida en el mundo griego. Sobre el filosofar, no escrito, oculto a través de las danzas, antiguas de cinco mil años, como la danza del vientre se incorporaron los antiguos rituales y costumbres del oriente próximo, a decir de Rania Androniki Bossonis (2006), es una filosofía que incluía los ejercicios preparatorios al parto y en los rituales de fertilidad que coincide en algunos puntos con el tia-chi y el yoga, pero ésta:
Afirma [7] que algunos elementos de estás danzas son anteriores al monoteísmo “y proceden de rituales atávicos de celebración, curación, trance y exorcismo” (Androniki, 2006, p. 24) En esa época se creía que el cuerpo de la mujer era sagrado por su capacidad de engendrar, era como la tierra, ambas eran madres, la primera de los hijos, la segunda de todos los hombres. Pide tomar en cuenta que la danza se practicaba en los templos y también en las fiestas populares, pero:
De las tres, el cristianismo [8] fue más violento, pronto descalificó, atacó y suprimió todas las prácticas y vínculos que consideraron paganos, terminaron persiguiendo y destruyendo templos, danzas, ritos, libros, sacerdotes y sacerdotisas, y demás representaciones culturales. Si bien algunas sobrevivieron como afirma Androniki, pero ya diluidas en el folklor de diversas culturas, por ello aun no alcanzamos a comprender la vida sexual pública de los griegos y romanos, de ahí que sigan vigentes algunos prejuicios por su excesiva libertad sexual. A esa diversificación de la danza de la que habló Androniki, al menos desde el siglo VI a. C., llegaron diversas enseñanzas filosóficas, entre ellas, de la India [9] la tradición del Kama [10] Sutra representada a través de las hetairas extranjeras llegadas de dichas regiones a tierras griegas, en particular, a Atenas. Al paso de los años, inundará no sólo Atenas sino también las otras famosas ciudades de Alejandría y Roma. Aprender, por medio del Kama Sutra, era permitido a hombres y mujeres en la India, que completaban con otras ciencias relacionadas con ella. Para Vatsyayana, por propia experiencia, menciona que a todos nos consta “que determinadas mujeres, tales como las hijas de los príncipes, de sus ministros y las mujeres públicas, están muy versadas en el Kama Sutra.” (2000, p. 30) Ellas estudiaban, las sesenta y cuatro prácticas, de dicha tradición filosófica. [11] Todas esas cualidades eran poseídas en menor o mayor grado entre las hetairas que habitaron en el período greco-romano, además de transmitir sus enseñanzas a sus discípulas. Algo más que comparten en común, tiene que ver con la desaparecida teoría de las reminiscencia o metempsicosis, paralela a la India o traída de ahí, desde antes de Pitágoras, y para algunos, fue la filósofa Teano -esposa del mismo- quien introdujo dicha creencia, también enseñada por los órficos, atribuida a Platón -por ser más popular hoy, que Pitágoras u otros-, y que siguió vigente por medio de neoplatónicos, neopitagóricos y otros, hasta que el cristianismo la prohibió y la arrojó a la clandestinidad como creencia pagana. Hay que considerar, como muy importante, que a través de ésta se justificaba el respeto por la mujer. Ya que en el paso de una reencarnación el hombre podía volverse mujer, y la mujer, hombre. Además, desde dichas combinaciones, no había ningún problema por la preferencia sexual de la persona, ya que por reminiscencia podía recordar su ser de mujer, y desde ahí preferir a una persona de su mismo sexo -en apariencia-; lo mismo ocurría si por medio de dicha reminiscencia, recordara su gusto por la mujer ya que en la otra vida fue hombre, siendo en esta vida mujer, no habría problema por ser una mujer -en apariencia- amando a otra mujer. Ya que hay un primer momento en el que se fue hombre o mujer, y sus venidas podía habitar en un cuerpo de diferente género. Así que no se podía rechazar a una mujer -en apariencia- de la enseñanza de la filosofía pues se ignora y desconoce si en origen era hombre. Y si es mujer en ese momento, en otro en que vuelva a ser hombre ya tendrá reminiscencia de la sabiduría, por medio de la filosofía aprendida. Así también la filosofía puede ser aprovechada en esta o en otras vidas, así que debe enseñarse por igual a hombres y mujeres. Se puede explicar mejor por medio de un comentarista -Servio- de Aristóteles que le atribuye la siguiente explicación de su maestro Platón: [12]
Estas enseñanzas se transmutaron en el período del neoplatonismo en dos caminos: los que siguieron aceptando la doctrina platónica en toda su enseñanza, y el platonismo cristianizando que omite las enseñanzas -entre otras- de la reminiscencia por la re-carnación: una sola vida, un juicio sin retorno a esta vida. Con ello, la más afectada fue la mujer, pues el naciente cristianismo clerical [13] empezó a prohibirla en todas actividades públicas y privadas. Para evitar incomodar a los filósofos, [14] como hipótesis aceptamos la teoría de la reminiscencia no sólo para el presente texto sino para los siguientes. [15] Ya penetrados de la reminiscencia, que junto con las enseñanzas filosóficas diferentes a la interpretación tradicional, [16] aceptamos la influencia de diversas culturas -entre ellas, las filosóficas- en la cultura greco-romana nutrida por representantes femeninas, llamadas hetairas o heteras. [17] En dicho contexto ya podemos describir de manera general algunos rasgos de la vida y el rol social de la mujer en la antigua Grecia, donde la polis o ciudad será llamada por Claude Mossé (2001) el club de hombres a través del cual se desenvuelve la vida de la mujer. Hay esposa e hijas de héroes, de gobernantes, pero también sirvientas y extranjeras. Se podía comprar esposa, pero también podía ser la unión por amor. La esposa que administra una hacienda era nombrada oikos, pero si vivía en la ciudad, gameté gyné -gyné o esposa legítima-. El griego, además podía tener una concubina o pallakaí en casa para procrear hijos también, más sirvientas y esclavas. Además, estaban las mujeres que trabajaban en diversas labores en la ciudad, las ciudadanas, que incluía a mujeres libres, extranjeras y esclavas, pero en todos los casos tenía un señor o propietario, kyrios; excepto las hetairas. Dentro de las extranjeras hay que distinguir las esposas de ricos y poderosos o metecas, de las cortesanas venidas de diversas regiones del mundo, distinguiendo dos niveles: las prostitutas baratas o pornai y las hetairas, con conocimiento filosófico y algunas, con amplio conocimiento de las artes del Kama Sutra; además de las esclavas, comúnmente abusadas sexualmente. Las metecas, a decir de Mossé, eran mujeres más libres y con mayor libertad que las mismas ciudadanas atenienses. Las mujeres, excepto las vírgenes, tenían para su disfrute personal los baubon u olisbos, instrumentos -ahora llamados dildos-elaborados en Mileto y que inundaron toda la región, como una manera de autosatisfacción o disfrute entre amigas; en contra parte, el hombre recurría a la masturbación. No se ha de olvidar que la cultura griega gustaba de contemplar los cuerpos desnudos de hombres y mujeres, por lo que tenían festivales de belleza para cada uno de los sexos, Licht lo explica así:
Pero además agrega que el placer de la contemplación del desnudo no sólo era sólo griego -el más sano-, sino también de los pueblos meridionales, a todos en común les alegraba la belleza del cuerpo desnudo -pero era muy particular en los griegos-, que posteriormente atacará el naciente cristianismo clerical. Por ejemplo, en los banquetes, las flautistas, danzantes, sirvientas y demás participantes estaban completamente desnudos, excepto los invitados al convite, en las que estaba las mismas hetairas, o en la participación de grandes orgías producto de festividades religiosas y que posteriormente imitarán algunas de sus costumbres, los romanos. Su religión también permitía disfrutar de los cuerpos desnudos que generaba un ambiente propio más allá de la heterosexualidad abriendo el espacio a la homosexualidad masculina y femenina, como la bisexualidad o el trasvestismo. Lincht rescata la fiesta religiosa Hermafrodito, de doble naturaleza sexual abre un espacio para la idea andrógina de la vida en general. Cree que esta creencia se importó de los ritos andróginos orientales pues encuentra estatuas con barba en el rostro, las formas y vestidos eran de mujer con órganos sexuales de hombre: “[…] en los sacrificios, los hombres iban vestidos de mujeres y las mujeres de hombre.” (Licht, 1976, p. 101) en el caso de los espartanos, el día de la boda, los hombres van vestidos de mujer, y la mujer de hombre; los sacerdotes también iban vestidos de mujer, y: “En Argos se celebraba cada año un festival en el que hombres y mujeres se ataviaban con las prendas del sexo contrario; la fiesta se llamaba Hibrístika” (Lincht, 1976, p. 101) En la busca de Lincht, dice haber encontrado imágenes, en Grecia y Roma, de Eros, Dionisos, Sátiros, Príapo y bailarines hermafrodíticos. Este imaginario hermafrodita y andrógino está vinculado y también sirve para explicar las reminiscencias constantes donde el hombre renace como mujer varias veces en su ciclo, lo mismo que la mujer renace varias veces como hombre. Además, estaban las fiestas griegas, Aphrodisia, en honor de Afrodita en la que participaban activamente las prostitutas y las hetairas, estas últimas, en la fiesta eran llamadas las hijas de Afrodita o sacerdotisas de Venus, vendiendo sus favores por poco dinero para complacencia de todo el mundo. Lamia y Leena, hetairas, tuvieron sus propios templos de Afrodita por sus méritos ciudadanos. En ellos se realizaba la prostitución sagrada, también importada de oriente. Licht menciona, por ejemplo, que en el culto babilónico de Milita los habitantes entregaban a sus hijas a los hombres en prostitución religiosa una vez en su vida, que acudían al templo a prestar su servicio; en Anaitis prostituían a sus esclavos, hombres y mujeres; y, en Biblos se realizaban orgías. Y afirma contra los simpatizantes de la prostitución sagrada:
Y que el cristianismo atacó desde su mismo nacimiento acusándolos de pecadores y paganos, pero al interior del mismo credo también atacó a los que poseían ideas gnósticas, a decir de Onfrey, pues además de otorgar derechos a las mujeres defendían la prostitución sagrada [18] y las orgías de índoles religioso, primero, y luego social. Y que llamaban licencioso por defender el hedonismo por llevar una vida alegre, libre y por practicar una vida sexual lúdica sin sentimiento de culpa y más allá del interés de la procreación. Aquí debemos de advertir que lo que usualmente se llama hedonismo se suele confundir con solecismo, aunque ambas tengan que ver con deleite de los sentidos, el primero tiene que ver más con moderación y el segundo con todo tipo de excesos:
Para evitar polémicas innecesarias recomendamos reflexionar desde la recomendación de Licht, para entender ese mundo tan complejo como el griego, dejando de lado nuestra actual manera de pensar para ubicarnos en su mundo a fin de comprender mejor su mentalidad y vida cotidiana-religiosa:
Echa la advertencia, que se vuelve camino -y guía- a la vez, para comprender un poco el mundo griego; para Santidrán (2007) primero debemos comprender la separación entre la mujer espartana y la ateniense, la primera elige y desarrolla la fuerza, la dignidad y el orgullo y se casaba a los veinte años; su vida era activa y el amor por su patria era mayor que el del esposo, padres e hijos y se casaban entre los catorce y quince años. De la segunda refiere que había heteiras para gozar, esclavas para el cuidado del cuerpo y esposas para tener hijos y custodiar las casas. En el caso de las heteras o hetairas (compañeras, camaradas) recuerda Celdrán (2011) que eran mujeres cultas, amantes de las artes, las letras, la música, las ciencias o la filosofía. Eran excelentes compañeras de filósofos, políticos y hombres influyentes. La hetera o hetaira se especializaba en posturas eróticas muy concretas. Para Solana (en Hipatia, 1994) bajo este nombre podemos colocar a las “bailarinas, las músicas, modelos y acompañantes a simposios y que sí en tales medios había relaciones sexuales más libre, no necesariamente prostitución” (p. XIX); y afirma “toda mujer que no se atenía al estándar de esposa, prostituta o concubina, debía ser considera una hetera” (p. XXI). Además de otras ropas, comunes a todas las griegas, las hetairas principalmente usaban un vestido muy delgado de seda que dejaba transparentar todo el cuerpo desnudo. Para Mossé las hetairas podían participar de manera activa, a lado de los hombres, en los banquetes; mujeres libres mantenidas por sus amantes y con libertad para recibir a los que fueren según la voluntad o caprichos de ellas: “una gran libertad de costumbres, la presencia de lugares tradicionalmente reservados a los hombres” (2001, p. 76). Entre ellas sobresalieron, además de las que hablaremos más abajo: Clepsida, que media el tiempo a sus amantes; Thargelia, espía persa; Thoeris, la dulce; Arqueanasa, la de pechos abundosos que sirvió a Platón; Lamia, la de los grandes secretos de alcoba. Las heteras o hetairas educaban a jóvenes hermosas para que siguieran con el oficio. Pero también realizaban obras sociales para embellecer la ciudad, por ejemplo: Friné reconstruyó las murallas de Tebas. Otras hetairas o heteras famosas fueron: Crisila, Jódine, Heraclea, Esperanza, Pródice, Carito, Europa, Mélite, Arisa, Boópide, Conopion, Heliodora, Cidila, Melisa, Filúmene, Lembion, Cercurion, Talía, Arsínoe, Dóride, Filipa, Rodoclea, Melisíade, Lisídice, Menófila, Eufrante, Filenion, Calistion, Corina, Antígona, Felénide, Hedilion, Hermíone, Demo, Timo, Aglaonice, Leóntide, Plangón y Timarion, entre otras. A continuación, presentamos algunos epigramas dedicados a ellas, de Asclepíades, Rufino y un anónimo:
En contra parte, en Esparta, sus ciudadanos tenían una moral sexual sin prejuicio, por ende, las mujeres aparecían desnudas delante de los hombres y al ejercitarse en los deportes sobresalía la esbeltez de sus cuerpos, peleaban desnudas y como atletas se lamentaban de no poder participar en los juegos olímpicos; la mayoría de la población fue bisexual, no había adulterio ni celos a pesar de que sus mujeres tuvieran otras relaciones o amantes; gozaban de un estatus similar a los hombres; tenían voz en las asambleas; podían heredar; se casaban por su propia voluntad y no por acuerdos entre los padres; si casaba con un viejo ella podía llevarse a un amante joven a casa; y, estaba prohibido el celibato de los hombres; entre otras conductas: según refieren Celdrán (2001), Mossé (2001) y Licht (1976), Robert (1999), entre otros. El vestido de la espartana llegaba a la rodilla y tenía una larga abertura que llegaba hasta la cintura qué en las otras regiones de Grecia, era llamada vestir a la moda dórica. Y toda la base del estado espartano se basaba en la educación de sus ciudadanos. Pasando a nombrar a otras mujeres destacadas en la filosofía y otros conocimientos podemos mencionar como antecedentes de las mujeres dedicadas a la medicina en Grecia y Roma, tomando en cuenta las afirmaciones de Margaret Alic (2014) de que dicha tradición se remonta a Egipto, antes del 3000 (a. C), con dos escuelas: Sais y Heliópolis. Además, da la posibilidad de que Móises y su esposa, Seforá, estudiaran medicina en Heliópolis, en 1500 (a. C). En la tradición egipcia la “Médica” era sinónimo de “sacerdotisa” y en los pueblos de la Mesopotamia las mujeres desarrollaron las técnicas de destilación usadas para los perfumes, según Margaret (2014). En el período conocido como arcaico, (en el siglo XII a. C.) se encuentra Hipo, hija del centauro Quirón, que enseñó a observar la naturaleza a sus discípulos, entre ellos, Eolo. Entre el siglo VII y VI (a. C.) aparece Safo de Lesbos, [19] bajita y morena, llamada por Sócrates y Platón “Safo la bella” por su genio creativo, admirada también por Catulo, Petrarca, Ronsard, Leopardi, Hölderlin, Byron y Rolke, entre otros, como refiere Rodríguez (en Safo, 2010). Safo dirigió un coro de jovencitas y por su fama se llegaron a acuñar monedas con su rostro, y estatuas. Su poesía celebra al amor como la expresión más intensa de la vida que traspasa los sentimientos. Se menciona que tuvo una lista muy grande de amantes masculinos y femeninos, pero de entre ellas sobresalen: Atis, Anactoria, Góngila y Arignota. Para ella el amor y la belleza debían de ser estudiados y exaltados, lo que hace desde su corazón. Ella era “un espíritu exquisito capaz de captar las gradaciones de la pasión amorosa, los estados de ánimo del enamorado, desde la exaltación a la depresión melancólica, desde los celos a la amargura del abandono” (Celdrán, 2011, p. 397). Fundó una academia de estudio, que llamaban “casa de las Musas” en que enseñó filosofía, poesía, música y danza; de hecho, fue la primera mujer que “creó una academia de filosofía” según Celdrán. Mucho antes que filósofos masculinos que se elogian en las tradicionales historias de la filosofía occidentalistas y varoncéntricas. Celdrán recuerda que para Ovidio la poesía de Safo suponía un curso completo para instruir a la mujer en el amor, ella misma lo afirma al ser sacudida por Eros: “Eros me sacudió el alma como un viento que en el monte sobre los árboles cae” (Ferré, en Líricos, 2000, p. 251). Así que toda su obra giraba sobre el amor, en que da a entender que el amor es lo más bello y deseable, pero también lo más cruel por el sufrimiento que provoca; [20] su diosa era Afrodita porque daba gracia y belleza a la vida. Además de ser el amor la clave para hacer poesía, placer y deseo, se vuelve una contemplación de la belleza. Por ello, Sor Juana admiraba a Safo, al igual que por los ilustres jesuitas mexicanos del siglo XVIII, Agustín Castro y Francisco Xavier Clavigero, siendo el primero quien realiza varias traducciones al español, de varias de sus poesías; nuestra filósofa mexicana la menciona en alguna poesía:
En el período clásico, en el siglo VI (a.C.) Pitágoras recibió la sugerencia de Tales de Mileto -dice Jámblico- de que se trasladara a Egipto pues él ya era muy viejo para enseñarle. Se traslada a Egipto donde permaneció por más de veinte, aprendiendo diversos conocimientos y creció su fe religiosa, que pulió al ser enviado como esclavo a Babilonia, donde aprendió de los magos secretos varios; para algunos llegó hasta la India. A su regreso fundó la escuela pitagórica, donde recibió a muchas mujeres para el estudio de la filosofía. Entre ellas, Temistoclea, Teano, Mía, Arignota, Damo, Sara, Timica, Filtis, Ocelo, Ecelo, Quilónide, Teno, Mía, Lastenia, Habrotelia, Equecratia, Tirsis, Pisírrode, Nesteadusa, Boio, Babelina, Cleecma, Fintis y Ptolemaide. Temistoclea fue hermana de Pitágoras y sacerdotisa délfica, de quien se dice que él mismo aprendió las doctrinas morales. Porfirio la llamó Aristoclea, Laercio como Temistoclea, y Suidas como Teoclea. En cuanto a Teano, Theano o Zeano, esta fue la más importante de las pitagóricas, -hija de Pitonacte para unos, para otros de Milón- y esposa del mismo Pitágoras. Tuvo seis: Mía, Arignota, Damo, Arimnesto, Telauges y Mnesarco. También se menciona que tuvo otra hija, de nombre Sara. Se dice que Telauges fue maestro de Empédocles. Teano, Theano o Zeano exhorto a las mujeres a casarse y a complacer a su marido. Se dice que escribió Sobre la piedad en que se expone que todas las cosas no se originan en los números sino según los números según Gilles Mégane, también se dice que escribió poemas. Se cuenta que un discípulo le preguntó a Pitágoras qué clase de mujer es conveniente elegir por esposa, a lo que respondió: “Yo hubiera podido buscarla más bella pero no mejor” (Celdrán, 2011, p. 359). Y es que este filósofo también se ocupó del amor [21] y fue el primero en hablar de la igualdad de los sexos, por lo que las mujeres estudiaban junto con los hombres, pero además estudiaban ellas las artes domésticas y maternales. La educación de la mujer, para él debería ser superior a la que se lograra en Grecia. Según Jámblico, Pitágoras pedía enseñar filosofía a los niños, los jóvenes -varones y mujeres-, adultos y viejos pues era útil para educarse en la virtud. Para Jámblico, Empédocles y Perménides fueron discípulos de Pitágoras. Si para Margaret (2014), Pitágoras era conocido como el “filósofo feminista”. [22] A la muerte de Pitágoras Tano, Thano o Zeano se encargó de la escuela con sus hijos Telauges y Mnesarco difundiendo sus enseñanzas por Grecia y Egipto. De Mía, hija de Teano, Theano o Zeano y Pitágoras, se casó con Milón de Crotona. Dirigió un coro de vírgenes cuando doncella, y ya casada, un coro de mujeres. Se dice que era hermosa y docta poeta. De Arignota, otra hija de Teano y Pitágoras se dice que escribió epigramas, cantos sagrados, los Orígenes de Baco y otras obras filosóficas. También se dice que escribió sobre Dionisio. Damo, la otra hija de Teano y Pitágoras, recibió la orden de su padre -se comenta- no revelar sus conocimientos a ningún extraño y que ni aún faltándole dinero vendió ese conocimiento. Quilónide, hija de Quilón, seguía el pitagorismo. Hay otra Teano, esposa de Metaponto, también pitagórica. En ese mismo período aparece Cleobulina, hija de Cleóbolo, uno de los siete sabios de Grecia, también llamada Eumetida, llamada la sabía, escribió enigmas en verso, que elogió el mismo Aristóteles. En esa época vivieron las poetas Erina de Telos y Corina de Tanagra, esta última fue amiga de Píndaro, al que le ganó en varios certámenes poéticos. Sus enemigos la apodaron la “mosca” por su poca profundidad de sus versos. En el siglo V, encontramos a Aspacia (470-410 a. C.), hija de Axíoco. Admirada por la filósofa mexicana Sor Juan Inés de la Cruz, que la llama Aspasia Milesia, y que le reconoce como filósofa y retórica, maestra de Pericles; y que a través de ella fue al menos nombrada en varias regiones de la Nueva España. Aspasia enseñó a Perícles y a Sócrates retórica, y al segundo, además de filosofía, también el método mayéutico como medio para parir la verdad de su interlocutor. Se dice que también la visitaba Anaxágoras. Era llamada “sofista”. Perícles abandonó a su esposa para casarse con ella. De gran talento y belleza, fue el centro de la vida literaria y filosófica de Atenas según Martino y Bruzze (1996), se teñía el pelo de rubio y usaba vestido transparente con flores para agradar a los hombres, los grandes filósofos se peleaban por estar con ella. Algunos dicen que fue una gran heterea y que poseía una gran cultura. Para Solana, a pesar de que Aspasia educó e importó a muchas bellas jóvenes como hetairas, no asegura que ella lo practicara, sostiene que es difícil de clasificar a una mujer culta e instruida, y que no fuera hetaira. De manera contraria, Mossé y Lich afirman que si era hetaira. Se menciona que los antiguos no sabían qué asombraba más en Aspasia: su belleza, su talento o su inmoralidad. Platón en su diálogo, el Menéxeno, a través de la memoria de Sócrates, refiere que Aspasia se enteró que los atenienses buscaban un orador, así que ella improvisó una oración fúnebre delante del mismo y que completó con el que ya le había compuesto a Pericles; y que casi golpea a su oyente por flaquearle la memoria. De dicha oración podemos resaltar lo siguiente: que Atenas es digna de ser admirada por todos los hombres, no sólo de sus habitantes con mayor razón, sino porque son amados por los dioses al grado de tener disputas por ella. Nuestra tierra es nuestra madre, porque la mujer se asemeja a la tierra porque ambas engendran y alimentan a los demás. Porque Atenas es un gobierno del pueblo y los gobernantes son establecidos por linaje o por elección, pero siempre eligiendo a los mejores. Aquí nadie es excluido por su condición física, ser pobre o de padres desconocidos, y no como sucede en otras ciudades griegas: “La causa de este sistema político nuestro es la igualdad de nacimiento” (Platón, 2010, 239a) Si bien admite diferencias entre los griegos, sin embargo, para ella nacieron todos de una gran madre por eso no hay amos ni esclavos sino “igualdad de nacimiento” (Platón, 2010, 238e). Son creados en plena libertad, “por ello están decididos a combatir por la libertad, contra los griegos a favor de los griegos y contra los bárbaros en favor de todos los griegos” (Platón, 2010, 239b). Esto es, los atenienses están dispuestos a combatir por defender su libertad, incluso contra otras ciudades griegas, pero se puede unir con ellas para pelar contra los bárbaros que quieran someter cualquier ciudad de origen griego, incluso después de haber sido traicionados por dichas ciudades: “sin destruir la comunidad de los griegos por el resentimiento particular de una ciudad, y con los bárbaros hasta la destrucción” (Platón, 2010, 242d); como los que se aliaron con los Persas, refiera Aspasia. Esto les trajo fama a los atenienses de que jamás serán sometidos en guerra, pero sólo desde su interior pueden ser vencidos por sus propias acciones, como la guerra civil, pero restablecida la paz, vuelve la tranquilidad. Esta ciudad es para sus ciudadanos segura, sana, generosa e independiente, pero “hostil por naturaleza al bárbaro, porque somos griegos puros y sin cruza de bárbaros” (Platón, 2010, 245d-e). Atenas es habitada por griegos “de donde el odio para la gente extranjera de que esta imbuida la ciudad” (Platón, 2010, 245e), así hay ciudadanos por naturaleza y griegos por la ley -se les trataba con despecho-. Pero eran muchísimo muy tolerantes con las hetairas extranjeras; pero estas sentencias aspasianas las llevará a rigor Aristóteles en sus consejos al rey Alejandro. Aspasia considera -y Platón la seguirá cuando hable de la virtud- el conocimiento de toda ciencia separada de la justicia y demás virtudes, se reduce a astucia, pero no es sabiduría, ya que:
Y con un tiente existencialista, diríamos hoy, Aspasia pide no ponerse triste si llega la muerte porque la vida tiene un fin más bello, como luego repetirá Sócrates en sus diálogos previos a la bebida de la cicuta, y que los hombres que mueran en batalla no se preocupen por sus mujeres e hijos porque la ciudad -Estado- se encargará de ellos, de que lleven una vida más bella, recta y agradable. De modo que los hijos no vivan en la orfandad ni pasen inadvertidos, y cuidados hasta la edad adulta. Al final del diálogo, Menéxeno agradece a Sócrates, así: “Por Zeus, Sócrates, dichosa es, según dices, Aspasia si es capaz, siendo mujer, de componer semejantes discursos… Muchas veces, Sócrates, me he encontrado con Aspasia y sé lo que vale.” (Platón, 2010, 249d) Después de lo anterior es más comprensible el que se comente que cuando dieron a elegir a Pericles entre Fidias –escultor-, Anaxágoras –filósofo- y Aspasia, éste se quedó con Aspasia ya que ella reunía los dones de los otros dos y los otros dos juntos no poseían su belleza. A la muerte de Pericles, Aspasia se casa con Lisides. Para algunos fue la primera feminista de la historia porque “sentó las bases de la moda, del tono de vida y la libertad tanto física como espiritual de las de su sexo y condición” (Celdrán, 2011, p. 108). Ya, como adulta mayor, ejerció su enseñanza entre las jóvenes en torno a la música, el bordado y las artes del amor. Aquí se puede referir a Jantipa, la segunda esposa de Sócrates, ya que la primera fue Mirto, y ambas vivían con él; de clase media, rubia y fogosa –dicen-. Se menciona que ella cuando se casó con Sócrates tenía unos veinte años y él casi cincuenta, y que se hizo famosa por su malhumor y los escándalos que provocaba a Sócrates, a pesar de saber que se casaba con un hombre extraordinario. También se dice que fue la única persona que le ganó una discusión; para Platón ella era insoportable. Sin embargo, Sócrates decía que sin ella no era nada, así que éste en una ocasión le pidió una rosa blanca a Platón, el cual se lastimó a lo que le respondió por sus ataques constantes contra Jantipa: “Querido, ya ves que las rosas pinchan, pero son hermosas: por eso mismo me uní a Jantipa, ya que es preferible la belleza con dolor que la vida sin belleza” (Celdrán, 2011, p. 282). Para Celdrán, Platón no fue quien recuperó todas las enseñanzas de Sócrates sino Jantipa, y que nunca le quiso entregar ni por una enorme cantidad de oro. Una de las molestias de Jantipa, además de no trabajar Sócrates, era que iba constantemente a las casas de las heteras Aspasia y Teodata. Además, destaca Beronice, Berenice o Ferenice pues son la misma persona, fue mencionada como filósofa por Estobeo. Aglaonice de Tesalia, astrónoma y maga, predijo eclipses. Otra era la poetisa Corina de Tanagra conocida como “la tebana” por su larga residencia en Tebas; contemporánea de Píndaro. También sobresalió Aglaonice de Tesalia que predijo eclipses solares y lunares. En el período helénico, en el siglo IV (a. C.) se menciona que Aristocles, mejor conocido como Platón, tomó mucho de los pitagóricos, de los heracliteos y de los socráticos; la enseñanza pitagórica como las matemáticas por su propia madre: Perictione. Según Margaret, entre las discípulas de Platón, la mayoría extranjeras, estaban Lastenia y Axiotea. Para Celdrán las mujeres no tenían problemas para ingresar en aquel centro porque asigna a Platón ser un ardiente feminista, podemos decir que en parte lo fue por su educación familiar, también por seguir a Pitágoras, por el vínculo entre la tierra y la mujer, pues la tierra es nuestra madre -siguiendo a Aspasia y a Sócrates-, y por aceptar las reminiscencias. Para Aristocles, como refiere en el Menón, la salud en los hombres es igual que en las mujeres y que no se ha de distinguir entre el hombre y la mujer por el tamaño y la fuerza porque ambos también la poseen, los mismo ocurre con respecto a la virtud, ambos también a tiene en común: “Ambos en consecuencia, tanto la mujer como el varón, necesitarán de las mismas cosas, de la justicia y de la sensatez, si pretenden ser buenos” (Platón, 2010, p. 488) Aquí mismo reconoce que hay mujeres sabias al igual que los hombres por ello hay que escucharlas, en voz de Sócrates: “Lo he oído, en efecto, de hombres y mujeres sabios en asuntos divinos” (Platón, 2010, p. 499). En su República insiste en que se les pueden enseñar las mismas cosas a las mujeres que a los hombres si queremos que realicen las mismas tareas. Si bien le cuestionan que no todas están hechas para todas esas tareas, Platón: “Claro, que muchas mujeres son mejores que muchos hombres en muchas cosas; pero en general es como tú dices.” (2003, p. 27) Por ende, el gobierno del Estado, no depende de ser hombre o mujer sino de quien sea más capaz, así que la mujer puede cuidar del Estado, como acabamos de referir. Así que, si se proporciona educación por igual, a hombres y mujeres, tendremos los mejores hombres y mujeres para un mejor Estado, concluye Platón. Plutarco, referido en los Fragmentos de Aristóteles (2005), expone como se manifestaba la revelación mistérica, común a Platón y Aristóteles, a hombres y mujeres dedicados a la filosofía al elevarse por medio del pensamiento hasta ese objeto primero y que aprender su verdad como un misterio:
Finalmente, entre las destacadas platónicas están: Lastenia de Arcadia que fue pareja y alumna del nieto de Platón, Esqueusipo, director de la Academia en el 347 (a. C.); Axiotea o Asiotea de Filos, profesora de filosofía en dicha Academia; Habrotelia, hija de Habroteles de Tarento; Equecratia hija de Equecrates; Tirsenis; Pisírrode; Nesteadusa; Boio; Babelima y Cleecma. La divina Mnesarette o Friné (sapo, por su piel), de oficio hetaira no se dejaba ver sin velo ni asistías a fiestas a causa de las pasiones que provocaba, excepto en las fiestas de Eleusis y de Poseidón, en las cuales se introducía desnuda y con el pelo suelto al mar, se cubría de espuma y volvía a salir. En una ocasión ante la corte, el orador Hipérides, para defenderla abrió la túnica dejando los pechos de Friné a la vista y que se limitara a ver tanta belleza, y así demostrar su inocencia: “Desde entonces se habla del argumento de Friné, es decir, de la belleza como atenuante” (Celdrán, 2011, p. 223). Existe otra versión, en la cual Hipérides [23] al ver indecisos a los jueces, le pide a Friné que se desnude y pide a los jueces que quiten todo delito de ella. Ella solía posar para el escultor Praxíteles, éste le ofreció una de sus esculturas y al saber cuál escogerle grito a este escultor que su taller se estaba quemando, en complicidad con su sirviente, a lo que gritó: “¡Mi Cupido, que se salve mi Cupido aunque todo lo demás se pierda! (Celdrán, 2001, p. 224), esa estatua pidió en donación según refieren varios especialistas. En otra ocasión, apostó seducir al filósofo Jenócrates de Calcedonia y como sus contrincantes consideraron que fracasó por lo que le pedía que pagara, a lo que ella contestó que Jenócrates no era un hombre, sino una estatua. Sobre Lys, Lays o Lysi -para sor Juana- de Hiccara, también hetaira, se menciona que Demóstenes solicitó sus servicios, y el filósofo hedonista Aristipo de Cirene le dedicó dos de sus obras. Se dice que era tan bella que su nombre se volvió sinónimo de “gran hermosa” por ello nuestra filósofa mexicana la nombra en varios versos.
Otra filósofa destacada es Diótima, sacerdotisa de Mantinea, enseñó la filosofía amatoria a Sócrates, como lo atestigua Platón. Junto con Safo se consideran las pensadoras del amor en la cultura griega según Martino y Bruzze (1996). Dentro de la escuela cirenaica destaca la hija y discípula de Aristipo de Cirene, Areté (370-340) responsable de dicha escuela a la muerte de su padre. Margaret menciona que enseñó ciencia natural, filosofía moral y ética por más de treinta y cinco años. Dentro de la escuela megárica se menciona a Nicarete, amiga y discípula del filósofo megarense Estilpón. Se dedicó a las letras y a las matemáticas. Algunos mencionan que Estilpón buscaba a Nicarete, como prostituta. Dentro de la escuela pitagórica se encuentra Timica, esposa de Milias de Crotona, fue la principal representante del pitagorismo según Jámblico. Se cuenta qué al ser interrogada por un tirano, estando embarazada, decidió morderse la lengua hasta arrancársela a fin de no revelar ningún secreto. Esta misma acción algunos se la atribuyen a Teano. Se casó con Aristeo, sucesor de Pitágoras. Conocedora de las matemáticas y la medicina. También se encuentra, Ocello, hija Ocelo de Lucania, discípulo de Pitágoras. Por otra parte, Erina de Telos se dedicó a la poesía, se dice que murió virgen a los diecinueve años. Ella se formó en el centro cultural en Cos. Algunos de su tiempo la compararon con Safo. Entre los siglos IV-III (a. C.) destaca la escuela aristotélica [24] con la hija de El Estagirita, Pitias, que asumió cabalmente la sentencia de su padre: “Tanto si se debe como si no se debe filosofar, hay que filosofar. Pero o se debe filosofar o no se debe filosofar, luego, en cualquier caso, hay que filosofar” (Aristóteles, 2005, p. 139). En otra escuela, el filósofo Diodoro tuvo a sus hijas Argia, Teognida, Artemisa y Panteaclea, que también se dedicaron a la filosofía. Dentro de la escuela epicúrea destacan Temista, Leontario (Leoncio o Leontina) y Teófila. Temista, esposa de Leonteo de Lámpsaco, fue amiga de Epicuro, quien le dedicó dos epístolas. Fue mencionada por diversos autores como la única mujer filósofa. Margaret refiere que en la escuela epicúrea había igualdad entre mujeres y hombres, y que a Temisa se le comparaba con Solón. Leontario, Leontio o Leoncio -su diminutivo- (347-270 a.C.) pero que la filósofa mexicana sor Juana Inés de la Cruz llama Leoncia de Grecia,fue una hetaira ateniense y amiga de Epicuro. También se dice que fue amiga del filósofo Metrodoro, y que “escribió contra el filósofo Teofrasto y le venció” (De la Cruz, 2013, p. 839). Fue famosa por sus costumbres relajadas. Se menciona que en la escuela de Epicuro también podían estudiar las mujeres. En esta época, también se hablaba de la sabiduría de Teófila. Entre los siglos IV y III (a. C.) se encuentra la herborista Artemisa y Agnodice, dedicada a la medicina. Ambas tuvieron problemas para ejercer, por parte de los hombres de su entorno. Para Margaret, Agnodice se vistió de hombre para ir a estudiar a medicina en Alejandría que al volver a Atenas ejerció disfrazada hasta que fue descubierta, después de ella y por ella se modificaron las leyes para que pudieran estudiar medicina las mujeres. En el siglo III (a. C.), dentro de la escuela pitagórica sobre sale Fintis, hija de Calítres. Se menciona que escribió Sobre la templanza de la mujer. Perictione también era pitagórica, y escribió Sobre la sabiduría y Sobre la armonía de las mujeres. Melisa, pitagórica, escribió sobre los vestidos de las mujeres honestas, donde el color rojo representa el pudor-rubor, color de la virtud. Rapóde, filósofa pitagórica, también conoció la obra platónica. Dentro de la tradición cínica se encuentra la hermana del filósofo cínico Metrocles, Hiparquia, ambos aristócratas de Maronea; mujer de Crates de Tebas. Se dice que fue discípula de Diógenes el Cínico según Martino y Bruzzese, pero la escuela la conoció por su propio hermano. Fue muy cínica, es decir, enemiga de la vergüenza. Se dice que escribió: Hipótesis filosóficas, Epiqueremas y Cuestiones a Teodoro llamado el Ateo. Hiparquia mencionaba que no siguió las costumbres de su sexo y se proclamó “dueña de su vida”. También encontramos a la poetisa Aristodama de Esmirna, ciudadana honoraria de Lamia, en Tesalia. Y entre los siglos III y II (a.C.) Destaca Ánite de Tegea –región entre Corinto y Esparta-, también llamada la “Homero femenina”, su obra refleja el amor a la naturaleza. En el período greco-romano (empieza en el siglo II – I a. C.), en la Roma republicana, a decir de Santidrán, la mujer vivía recluida en su casa, pero cuando empezó a surgir como imperio, la mujer recibe la misma educación que el hombre por lo que podía llegar a puestos políticos y de negocios. Nuestra filósofa mexicana sor Juana Inés de la Cruz hace la defensa de la capacidad racional de las mujeres, su derecho al estudio sin restricciones y, a su vez, aprovecha para elogiar a ilustres pensadoras griegas así:
Y al recibir la influencia griega llegó el lujo y el refinamiento, pero también llegaron las primeras mujeres dedicadas a la medicina: por lo que Roma creará las primeras escuelas de medicina a las cuales podían asistir mujeres que a la creación de hospitales públicos ellas trabajaran ahí. En el siglo I (a. C.) dentro de la escuela estoica se menciona a Porcia, hija de Catón y esposa de Bruto. Plutarco la llamó filósofa Panfila, hija del famoso gramático Soterida, era conocida como “la sabia de Epidauro” por sus cuestiones filosóficas. Escribió de varios temas, entre ellos, sobre las fiestas de Afrodita. También destaca Cerelia, para Cicerón fue una admirable y ardiente estudiosa de la filosofía. Para algunos autores, Cicerón amaba a Cerelia. Cleopatra VII (69-39 a. C.), se hizo famosa por Virgilio, tiempo después Shakespeare y posteriormente por la industria cinematográfica, que recuerda sus amoríos con los romanos César, y después con Marco Antonio; combatida por Octaviano. Roma toma Egipto en el 30 (a. C.) encontrándose con una cultura que permitía a las mujeres sobresalir en lo político y económico, además que tomarán el modelo de la escuela pública, elemental y media. Y que contenía dentro de la ciudad de Alejandría una gigantesca ciudad de las ciencias y las artes, el Museo; que incorporó a su famosa biblioteca los 500,00 mil rollos de la biblioteca de Aristóteles como afirman Marino y Bruzzese. Aprendió griego, latín, hebreo sirio y arameo; con formación en la cultura griega, además cultivó la música, la literatura, matemáticas, medicina y astronomía. Fue la última reina de Egipto. La filósofa mexicana Sor Juana Inés la nombra en algunos de sus versos:
En el siglo I (d. C.) las mujeres filósofas le deben mucho al humanista romano Cayo Musonio Rufo (33-100 d. C) pues para él las mujeres y hombres tiene la misma capacidad de raciocinio y de ejercer la virtud. Este filósofo se opone a la manera de vivir de las hetairas pues no cuidan de la virtud, así que su propuesta va dirigida a las mujeres jóvenes y casadas de Roma. Así nacen otra vertiente de filósofas, el de las esposas e hijas de Roma de tradición greco-romana; en oposición a las extranjeras y romanas cortesanas o hetairas, con lo que se abandonarán poco a poco, otras maneras de filosofar no occidentales -aunque sobrevivan algunas ideas de manera ecléctica-. Para él la mujer filósofa no debe de participar en amores ilícitos, banquetes, riñas con amigas, en los placeres, lujos ni maquillajes; pues una mujer filósofa es mejor mujer. Pero esta propuesta tenía sus detractores en Roma, le interpelan, por ejemplo:
Así que pide no caer en la desvergüenza, ya que tanto hombres como mujeres deben de recibir el mismo alimento y educación, y al modo platónico ya que hay mujeres con mejores cualidades físicas y racionales que muchos hombres por lo que es lo mejor para el Estado. En contra parte también algunos hombres poder realizar actividades exclusivas de las mujeres, como ellas lo hacen con las del hombre. Así, “todas las tareas humanas los tienen por igual y en común y son comunes a hombres y mujeres y nada es forzosamente exclusivo de los dos” (Musonio, 1999, p. 83). Pero sobre todo en lo referente a la virtud, ya que esta debe ser enseñada por igual a hombres y mujeres: “Y si alguien me pregunta qué ciencia está al frente de este género de educación, le diré qué igual que sin filosofía no podía ser educado correctamente ningún hombre, tampoco ninguna mujer”. (Musonio, 1999, p. 84) Este romano, contrario a la opinión de destacados filósofos modernos occidentales, recomendaba que los filósofos contraigan matrimonio [25] y tengan hijos, pues ello no impide filosofar, sino que ayuda a hacerlo mejor.
Sus enseñanzas llegaron a muchos seguidores, el más reconocido es Epicteto, que si bien, no repite abiertamente en sus textos el derecho de filosofar de las mujeres, se reflejan en toda su obra; otro que sigue sus pasos es Séneca el cual si refiere abiertamente nombres de algunas mujeres con Helvia. En contra parte, se suele oponer, lo que Onfrey llama el desarrollo cultural y planetario de la neurosis de San Pablo, enemigo de todo lo que huela a paganismo, de paso
Un punto de moderación a la postura radical de Onfrey, sobre san Pablo, la encontramos en la filósofa mexicana, ella menciona que cuando los hombres doctos se apasionan -como este filósofo francés- prorrumpen inconsecuencias, por ello toma una afirmación de un sacerdote renombrado en relación a la mujer, el estudio y san Pablo, que dice: “que el leer públicamente en las cátedras y predicar en los púlpitos, no es lícito a las mujeres; pero que el estudiar, escribir y enseñar, no sólo les es lícito, pero muy provechoso y útil.” (De la Cruz, 2013, p. 840) Esto último era una manera de dar la razón a san Jerónimo -fundador de su orden religiosa-, en oposición a Pablo, que pedía se educaran a las mujeres desde niñas; además de tener varias discípulas y colaboradoras en su labor intelectual. Así que recurre a las Sagradas Escrituras para concluir que están más a favor que en contra, de que las mujeres estudien. Por lo tanto, se está interpretando mal a san Pablo
Si bien, algunas mujeres desempeñaron un papel muy importante al inicio del cristianismo, como la misma María Magdalena, amada por Jesús, pero que al paso del tiempo se limitará su acción. El cristianismo al adoptar el neoplatonismo, parece hacer suyas las palabras de Aspasias, de destruir a los bárbaros, es decir, a los paganos, pero siendo un poco más suaves al interior del mundo cristiano, restringiendo más los espacios intelectuales para sus mujeres. De la época, y fuera del cristianismo, encontramos a María o Miriam, la judía- otros dicen: la hebrea-, en Alejandría, seguidora del culto de Isis. Se dice que fue fundadora de la alquimia como afirman Marino y Bruzzese y Margaret. Sobresale, dentro de sus escritos, Magia práctica en que contiene sus secretos alquímicos y fabricación de instrumentos de trabajo –guía todavía hasta el siglo XVII-. Además, se puede mencionar a Cleoptara, la alquimista, que dejó el papiro Chysopoeia para la fabricación del oro. Además, la madre de Anneo Séneca, Elvia fue una mujer culta. Pomponia Paulina, segunda esposa de Séneca y Marcia, hija del estoico Cremucio Cordo compartieron las ideas filosóficas. Elefantide, Laide y Olimpia de Tebas fueron mujeres dedicadas a la medicina. Sorano de Efeso (98-138 d. C.) escribió sobre obstetricia y ginecología, sostenía que las mujeres deberían ser atendidas sólo por mujeres. Además, Servilia, hija del cónsul Servilio Bárea Sorano fue condenada a muerte por Nerón al acusarla de practicar saberes mágicos. Plotina (53-117 (d.C.) esposa de Trajano, emperatriz filósofa seguidora de la escuela de Epicuro, divulgadora de dicha escuela. Arria, su hija Arria y su nieta Fania (108 d.C.) fueron filósofas estoicas. Clea, sacerdotisa de Delfos, estudiosa de la filosofía, Plutarco de dedica la obra Virtudes de mujeres. Eurícide, esposa de Poliano; a ambos les dedicó Plutarco el libro Preceptos conyugales Entre el siglo II y III (d. C) se encuentra Ptolemaide de Cirene. De origen pitagórico, fue maestra de muchas mujeres, pero su enseñanza ya no pertenece a una escuela establecida, sus enseñanzas se estaban perdiendo. Julia Domna, esposa del emperador Severo, filosofaba y pasaba sus días con los sofistas a decir de Ménage. Se dice qué gracias a ella, Filisco, obtuvo del emperador Caracalla la cátedra de filosofía de Atenas. En esta época se mencionan a Cleopatra y Aspasia, mujeres dedicadas a la medicina. En el siglo III (d. C.) destaca Arria, siguiendo la tradición platónica, se dice que fue admirada por los emperadores. Geminas o Gémina, madre e hija, junto a Anficlea fueron discípulas de Plotino, que suelen vincular al neoplatonismo y enamorada de la filosofía. En Palestina encontramos una escuela filosófica de orientación platónico-cristiana impulsada por Orígenes (184-254 d.C.) que en tiempos de san Gregorio Taumaturgo (213-275 d.C.) tenía como discípula a Santa Macrina, la mayor o la anciana. Macrina fue madre de san Basilio el Anciano, padre de la Iglesia; y abuela de los santos: Gregorio de Nisa, Pedro de Cesárea y Macrina la joven. Se le desterró al Ponto a causa de su fe por Diocleciano. Influyó en la filosofía platónica cristina y fe cristiana de sus hijos y nietos. Su nieta Macrina la Joven se convirtió en la dirigente de la iglesia. Las iglesias católica y ortodoxa, reconocen sus virtudes En el siglo IV (d.C.) se encuentra Anfilia, esposa del hijo de Jámblico –discípulo de Porfirio, y este de Plotino-. Pero también Santa Catalina o también Catarina o Ecaterina (287-murió en 307, para otros 305) de Alejandría -o de Egipto-, la iglesia la pone como virgen y mártir. Muy admirada por la filósofa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, la cual le dedica varios villancicos en los maitenes de 1690, de las cuáles extraemos unos pocos versos:
Conocedora de la filosofía, derrotó a los filósofos paganos con los que debatió. Conocía de retórica, geometría y otras disciplinas. Los profesores de filosofía parisinos la nombraron patrona de la filosofía, y este patronazgo también lo celebran otras escuelas de filosofía cristianas [26] el 25 de noviembre, otros el 23 de noviembre. Para algunos nunca existió y sólo fue una manera de oponerse a la imagen femenina de Hipatia. Esta santa es reconocida no sólo por la iglesia católica –la celebra el 25 de noviembre- sino también por la copta, la anglicana y la ortodoxa; esta última la celebra el 24 de diciembre. Entre los siglos IV y V, se encuentra la mítica Hipatía o Hipacia (370-415), de Alejandría –mujer hermosa a decir de Suidas-, de amplios conocimientos filosóficos, geométricos, astronómicos y matemáticos. Hija de Teón de Alejandría, filósofos, geómetra y matemático, también interprete de Ptolomeo. La filósofa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, la admiraba y elogiada, y que la llama Hipasia “que enseño astrología y leyó mucho tiempo en Alejandría” (De la Cruz, 2013, p. 839), reconocida también por varios filósofos novohispanos como Francisco Xavier Clavigero, desde su adolescencia. Hipatia, en filosofía se inclinó por el platonismo sucediendo a Plotino, pero también conoció la obra de Aristóteles. Su conocimiento causaba envidia, así como su frecuente diálogo con Orestes, prefecto romano. Se mencionan tres obras perdidas de ella: Comentario a la aritmética de Diofanto, Sobre las cónicas de Apolonio y Corpus astronómico. Partidaria de la separación filosofía y religión. La naciente fe cristiana acarreaba a un grupo de fanáticos apoyados por el obispo Cirilo no la toleraban por hablar en público y por dedicarse a la enseñanza en escuela:
Fue calumniada, acusada de pagana, por el arzobispo de Alejandría, Cirilo, y torturada hasta su muerte –se dice que le arrancaron los ojos, viva-, violada, lapidada, desmembrada y quemada. Encontramos varias versiones sobre la vida de Hipatia, editadas en inglés, del siglo XVIII, pero aún no hemos identificado alguna anterior a sor Juana para cómo la conoció, si de manera directa o indirecta. Ya en el siglo V (d. C.) se encuentra Miro de Rodas, filósofa, escribió, entre otras cosas un libro sobre dialectos. Sosipatra, mujer asiática hermosa y sabia, enseñó filosofía a sus hijos. Astusa descubrió la adivinación por medio de las nubes y buscó predecir el futuro por medio de las mismas, además conocedora de la física. Aganice, hija del tesalio Hegetor, era experta en los estudios de la luna atestigua Plutarco. Eudocia (401-460 d. C.) llamada originalmente Atenaida, era de origen ateniense, hija de Heráclito, pero otros dicen que, de Leoncio. Fue una mujer erudita en los estudios de filosofía. Esposa del emperador Teodosio el Joven a quien cautivó por sus conocimientos y belleza única. Decían que era una pagana de religión griega, que al convertirse al cristianismo en el templo del protomártir Esteban, tomó el nombre de Eudocia. Fue conocedora de las letras griegas y latinas, de la filosofía práctica y retórica, conocedora de la retórica, de la astronomía, geometría y matemáticas. Se cuenta que su padre la desheredó pues confiaba que con su belleza y saber le eran suficientes. También sus biógrafos la nombran como poeta. Edesia siguió a Proclo en Atenas, impulsor del estudio de Platón y Aristóteles en Alejandría. Y como el espacio y el tiempo, en los textos tienen límites infranqueables, más que dar alguna conclusión, es mejor invitar a los amables lectores a seguir reflexionando e indagando sobre este asunto ya no poseemos la verdad ni pretendemos tan enorme responsabilidad, sólo es un texto para provocar la inquietud e invitar a filosofar sin más. Terminamos con las palabras del máximo investigador y exponente de la vida de las mujeres destacadas, de España -del siglo XIX- para el mundo, en lengua española, como replicante de lo ya publicado en Italia, Alemania, Inglaterra, Francia y otros países de su tiempo, como ejemplo a seguir para re-escribir la historia de la filosofía. Si deseamos que las mujeres sean virtuosas, si las queremos instruidas, si tiene derecho á las acciones heroicas, ¿cuál sería el que nos asistiese para negarles un justo elogio, la estimación pública mientras viven, y un glorioso recuerdo cuando dejen de existir? …Aduladas muchas veces en exceso, y calumniada siempre hasta la grosería, las mujeres suelen ser víctimas del capricho interesado y del resentimiento injusto de ciertos hombres. (Diez, 1844, p. X-XI) Esta historia continuará…
_____________________ 1 El presente trabajo es producto de las investigaciones que venimos realizando para la Academia de historia de la filosofía y de seminario de filósofos, empezó con el Cuerpo Académico: cibernética, erótica, filosofía y teología, hoy transformado en: filosofía latinoamericana-. Dentro del Departamento de Filosofía, de nuestra Benemérita Universidad de Guadalajara. Inicialmente pretendíamos llegar hasta el siglo XVIII, pero nos hemos obligado a dividir el trabajo en tres partes: la primera, de la antigüedad greco-romana; segunda, del siglo VI hasta principios del siglo XIX; y tercera, de principios del siglo XIX hasta principios del siglo XXI –dividido a su vez, en varios subtemas por la riqueza intelectual de las filósofas. Así, aquí se podrá leer de manera breve el recorrido por la antigüedad greco-latina hasta fines del siglo V, tratando de rescatar una primera aproximación del vínculo de las mujeres con la filosofía y otros estudios, a fin de llenar el hueco que hasta ahora tiene las historias de la filosofía tradicional a la que acceden los estudiantes de licenciatura en filosofía de esta Universidad y de cualquier lector gozoso de la filosofía.
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