Sincronía Primavera 2003


 El pensamiento Colombino: Entre el medievo y el renacimiento

Juan B. Diaz Hemz


Como factores sociohistóricos dignos de considerar en este breve ensayo, diremos que en la imaginación colectiva española las Cruzadas pesaron demasiado, es por eso que hacia los siglos XII y XIII , partieran expediciones considerables de castellanos aragoneses y navarros a participar en las sagradas incursiones.

 

Para la época cercana al descubrimiento “oficial” de  América, el clima político que cursa España con los Reyes Católicos es de paz y prosperidad. No hay un rompimiento con la protección de Enrique IV a la navegación, antes estos la incrementan y le brindan protección a ella, a las artes y al comercio. Las rutas de comercio que gozaban de importancia en ese entonces son las que se  hacía las costas de África se realizaban. Los reyes Castilla siempre miraron de su entera propiedad aquellas tierras hasta más allá de Sierra Leona desde que sus vasallos le diesen descubrimiento  antes que los portugueses.     Por estos dominios hubo más de medio siglo de trifulcas hasta que los dos gobiernos convergieron en 1479 dar fin a tan terribles contiendas. 

 

De la vida de Colón,  sin duda mucho se ha hablado y es irrelevante aducir aquí tales pruebas, por lo cual evitaremos introducirnos en inútiles discusiones; mas, podemos realizar una taxonomía para la posible comprensión de sus textos en 3 periodos:

 

   El primero: hasta agosto de 1473, pues Colón hasta sus veintidós años reside  en Génova, desempeñándose como tejedor de paños de lana. Durante este periodo, y debido a su oficio es posible que haya aprendido latín comercial (el llamado latín genovísco)[1]

 

   El segundo periodo abarca desde 1473 hasta agosto de 1476 cuando Colón realiza un viaje por el mediterráneo a  la isla de Chío, en 1474 o 75 fue agente comercial de Paolo di Negro y de Ludovico     Centurione.

 

   La tercera división entre agosto de 1976 hasta fines de 1485, reside en tierras portuguesas tal vez en Lisboa. El  13 de agosto de 1476, naufraga frente al cabo de San Vicente, atacadas por la escuadra francesa de Coulon el Viejo. Viaja posteriormente en una expedición hacia Inglaterra e Islandia.

Hacia 1485 hace proposiciones de descubrimientos al Rey Juan II mismas que son desatendidas. Colón arriba a Córdoba el 20 de enero de 1486 en espera de los reyes católicos, que llegan allí el 2 de mayo  .

 

Diremos, para comenzar con los textos colombinos, que la versión que comparece ante nosotros, es la compendiada por F. Bartolomé de las Casas, que tiene la notable forma de diario, empleando la (enunciación) en voz de la tercera persona gramatical: Las Casas conserva las fechas; empero por otro lado, reduce los enunciados  de la primera persona gramatical (voz del almirante) a enunciados informativos de la actividad de la tercera persona gramatical: v. g.

 

               21 XII 1492, Las Casas alterna las palabras de Colón con las suyas hasta que el discurso colombino se extravía con el de las Casas. Las Casas , sabemos, no busca cumplir con un régimen de verosimilitud, aquel contrato con el lector es paso por alto en virtud del valor del hecho en sí.

 

«Y hay muy lindos cuerpos de mugeres, y ellas las primeras que venían a dar gracias al cielo y traer cuanto tenían, en especial cosas de comer, pan de ajos y gonza avellanada y de cinco o seis maneras frutas, “de las cuales mandó curar el almirante para traer a los Reyes”.» 

 

 

 

 

Los textos colombinos se encuentran clasificados por algunos como “cartas relatorias”.  Las cartas del almirante, son textos que se inclinan más hacia lo documental que hacia lo literario.

Sabemos por la estructura y forma de las prístinas epístolas de Colón que éste tiene la obligación/intención de informar sobre lo ocurrido a la Corona, empero cuando son compendiadas por fray Bartolomé de las Casas, adquieren por su editor la intención divulgativa, y por qué no decirlo, histórica.

 

Sin embargo, al realizar una revisión de los textos podemos ver que en conjunto éstos  poseen los tipos discursivos de Epístola y de Diario. Dando por hecho que la carta asume como tal siempre a dos personas (teóricamente) en las funciones de locutor y alocutario (aunque estas sean solo una abstracción, es decir «personas textuales», en tanto que el diario el destinador y el destinatario son (pueden ser) la misma persona.

 

 

Colón a pesar de ser asiduo lector de Los viajes de Marco Polo, no posee la intención de escribir, sino la de descubrir y conquistar.  La función descriptora/escriptora sea quizá secundaria, rayana en lo obligatorio[2].

 

La epístola que los Reyes escriben a Colón dándole indicaciones para su cuarto viaje ordena:

«facer memoria de todas las dichas islas, y de la gente que en ellas hay y de la calidad que son, para que de todo nos traigas relación»

 

 

La Descripción no puede, ni debe ser considerada excesiva, el almirante busca lograr transmitir, desde su apreciación, un horizonte  total de lo acaecido, de lo descubierto, lo conquistado.

Si bien, es cierto que existe una predominancia del recurso, debemos hacer notar que considerando las limitantes lógicas de acuerdo al discurso natural, que el emisor denota meramente aquellos “hechos” que son pertinentes pragmáticamente en función de la relación básica emisor-receptor, es decir, el hablante nos dice solamente aquello que cree que el oyente deba saber.   También deberemos decir que de acuerdo a lo anterior, la descripción (como tal) es siempre incompleta, esto juzgado desde la corte ontológica. Por tanto el almirante (d)escribe en su totalidad (un tanto exagerada, desproporcionada) la selección de “la información posible” y en esta selección encontramos lo que desea manifestar a los reyes y demás interlocutores:

 

1.           qué clase de personas hay en las tierras.

2.           si las tierras tienen dueño, y son fértiles

3.           si acaso son bélicas y qué tipo de armas tienen

4.           cuántas leguas se deben recorrer y los fenómenos acaecidos durante el transcurso.

 

 

En la relectura de los textos se esbozan ciertas constantes, en lo referente al elemento espacial: el paisaje.

 

Éste se conforma a través de  los documentos de las invariables:

*arborescencia

*agua

*brisa

*canto de los pájaros.

 

Lo anterior pudiese ser un reflejo de que la mentalidad colombina participa de los valores en decadencia del medioevo, y ello por incurrir en la tópica (constituida sobre) el paisaje ideal, conocido mejor como «locus amoenus» o el «locus ille locorum». Debe esto entenderse  no como una inclinación de los textos hacia lo literario, sino cual valor compartido: «la idealización del paisaje» que poseía la sociedad medieval en declive es un conocimiento no basado en fuentes, (bueno al menos no de manera directa) es decir, la visión de Colón está determinada, obviamente, por el entorno que conocía y con el cual mantenía contacto. Más claramente entendible desde una “valoración semántica”, ya que tratar de emplear un “lenguaje nuevo” que diera cuenta de la realidad  “o inventarlo”, siendo pues que el destinatario desconoce el objeto al que se hace referencia es producir un discurso cuasi-inintelegible. Colón, no es necesario apuntarlo, no debió ser un teórico semántico para prever el desconcierto de sus destinatarios (explícitos y posibles) ante una nueva realidad, ello se acentúa cuando nos percatamos que el almirante desea afianzar en los alocutarios la visión de una ruta nueva y segura, donde no existe el peligro de los tunantes, ni de cruzar  por turbulentas aguas. Quizá sea esta la razón mayor para el uso de tales formas.  O, ¿Usted qué piensa buen lector?

 

 

Fue, quizá, al enfrentarnos con los textos, lo más indigesto, percatarnos que en lo referente al descubrimiento o a la idea del descubrimiento[3],  se manejan mas mitos que el mismo discurso mítico colombino. No sabemos desde cuando se comenzó a desvirtuar el contexto histórico del suceso o si nació tergiversado. Nos referimos a los comentarios que circulan velando la realidad,  a la idea que el gente tiene cuando culpa al medievo de la creencia de la horizontalidad de la Tierra, vamos, de que la tierra era plana. Lo que aquí aconteció fue que el vulgo tomo concepciones y presupuestos esotéricos  como postulados físicos, esto es, tomaron literalmente la topografía cosmológica. Ya desde los griegos se conocía la esferiquidad Terrestre[4], o dicho mejor, eliptiquidad del globo, y aunque la época patrística

de la iglesia[5] negara la esferiquidad del universo[6], lo hacían basándose en la concepción anterior, (¡vaya que cosas, ahora también la física moderna niega este postulado!).

Para sostener la tesis de que la idea de la esferiquidad-eliptiquidad terrestre era medianamente conocida en ese entonces, recurriremos a la historia de la navegación.

Cuando esta concepción fue adoptada por los griegos, de igual forma se incorporo la oblicuidad de la eclíptica, así los astrónomos  pudieron  adaptar el sistema de posicionamiento de las figuras celestes, al de la Tierra, determinaron sus posiciones terrestres mediante coordenadas de latitud y longitud, para lo cual emplearon puntos  de referencia “fijos”: el eje polar y el ecuador, el primero, punto sobre el que gira la Tierra, el segundo esta marcado por el plano virtual que pasa a través del centro del globo, efectuando un ángulo recto, con respecto al eje polar.            

 

De esta manera para obtener la latitud se observaba, la altura angular del polo celeste, la duración del día más largo o por el uso del gnomón. Determinar la latitud no era problema, como el de la Longitud, para esta se debió observar simultáneamente un fenómeno celeste, (cualquier eclipse), teniendo en consideración que la Tierra efectúa una revolución por día, y por medio de las diferencias  en los tiempos locales; así, pues, se estimo la hora en 15º longitud.

 

Mentira gran, que estos datos se desconocieran en el medioevo, pues durante éste se hicieron cientos de copias de los clásicos, por las cuales se tiene sapiencia de tales textos. El mérito de renacimiento sea

seguramente que dicho conocimiento se vulgarizó, que la sociedad conoció los textos ( un ámbito aun reducido, pero sin precedentes).

 


NOTAS

[1]Vid. Ramón Menéndez Pidal (1942) La lengua de Cristóbal Colón, ed. Espasa-calpe, col. Austral,  México pág 14.

[2] Vid. Martín Fernández de Navarrete (1825) Viajes de Colón ed. Porrúa col. Sepan cuantos. Nr. 521 México 1987. pág 261.

[3] Cfr. Edmundo O’Gorman (1958) La invención de América,  FCE, col. Tierra Firme, México, 1991. pag 15-55.

[4] La idea de que la tierra no era plana sino esférica, fue enunciada desde los filósofos de la escuela pitagórica, y atrajo  atención por medio de los escritos de Platón y Aristóteles  . 

[5] Vid. Bernardino Llorca  et. al. (1976)  Historia de la Iglesia católica, tomo I, quinta edición, Editorial Católica. España.  

  cap I-V.

[6] Edmundo O’Gorman Op. Cit. Pag. 58.


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